La materia cidiana en las crónicas generales
Manuel Hijano Villegas
Durham University
En lo de que hubo Cid no hay duda, ni menos Bernardo del Carpio; pero de que hicieron
las hazañas que dicen, creo que la hay muy grande.
Estas irónicas palabras del canónigo en su diálogo con Alonso Quijano evidencian
el lugar ambiguo, a medio camino entre la historia y la ficción, que la figura del Cid
ocupaba en la conciencia histórica de principios del siglo XVII. Es poco probable que
un canónigo como el cervantino hubiese leído el Cantar de mio Cid, pero hubiese
podido conocer muy bien las hazañas del héroe castellano a través del romancero o,
muy probablemente, de alguno de los textos cronísticos a él dedicados que circularon
en el siglo XVII, incluyendo la muy difundida Crónica popular del Cid (catorce
ediciones de 1498 a 1589), la Crónica particular del Cid o Chrónica del famoso
cavallero Cid Ruy Díez Campeador, publicada por el abad de San Pedro de Cardeña
Juan de Velorado (Burgos, 1512; conoció nuevas impresiones en Medina del Campo,
1552, y de nuevo Burgos, 1593) o incluso la edición de Florián de Ocampo de Las
quatro partes enteras de la Crónica de España que mandó componer el Sereníssimo
rey don Alonso llamado el sabio (Zamora, 1541)1. A pesar de algunas diferencias,
estas obras ofrecen la misma biografía cidiana. Todas remontan, en última instancia, al
relato de las crónicas generales elaboradas a finales del siglo XIII o principios del XIV
1
Sobre la Crónica popular del Cid véanse los trabajos de Juan Manuel Cacho Blecua «Texto, grabados y
configuración genérica de la Crónica popular del Cid» y José Manuel Lucía Megías, «Leer el Cid en el
siglo XVI», ambos publicados en Carlos Alvar, Fernando Gómez Redondo y Georges Martin (eds.), El
Cid: de la materia épica a las crónicas caballerescas: Actas del Congreso Internacional «IX
Centenario de la muerte del Cid», celebrado en la Univ. de Alcalá de Henares los días 19 y 20 de
noviembre de 1999, Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 2002, p. 339-59 y
407-421. El texto que Velorado dio a la imprenta era un manuscrito de la primera redacción de la
Crónica de Castilla similar a B (Bibl. Nat. France, Esp. 326); véase Diego Catalán, De Alfonso X al
conde de Barcelos: cuatro estudios sobre el nacimiento de la historiografía romance en Castilla y
Portugal, Madrid, Seminario Menéndez Pidal, Gredos, 1962, p. 326-328, n. 20. Sobre la crónica editada
por Florián de Ocampo véase el trabajo de María del Mar Bustos, «Crónica ocampiana», en
Diccionario filológico de literatura medieval española: textos y transmisión, ed. Carlos Alvar y José
Manuel Lucía Megías, Madrid, Castalia, 2002, p. 351-357.
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Manuel Hijano Villegas
en un intento por completar la inacabada Estoria de España de Alfonso X (12521284). El presente trabajo está dedicado a la composición de esa biografía cidiana
medieval en el marco de las transformaciones sufridas por la obra alfonsí durante el
último tercio del siglo XIII. Mi atención se centra en uno de los textos que más
interrogantes plantea a los filólogos: la sección de la Estoria de España comprendida
desde poco antes de la conquista de Valencia por el Cid hasta la muerte del héroe, y
que se puede leer en los capítulos 896-962 [=963] de la Primera crónica general (en
adelante citada PCG), la edición de la Estoria de España preparada por Ramón
Menéndez Pidal2. El estudio de los testimonios de este relato resulta de gran interés
para comprender el proceso de elaboración de las crónicas generales, así como para
estudiar la creación y difusión del mito del Cid como punto de referencia en la
construcción de una identidad histórica nacional en la Baja Edad Media.
El Cid de Alfonso X
El origen lejano de la biografía del Cid conocida por los contemporáneos de
Cervantes está en la primera redacción de la Estoria de España que hacia 1270 se
elaboraba bajo supervisión directa de Alfonso X el Sabio 3. Una historia de España que
debía incluir «todos los sus fechos que acaescieron en el tiempo pasado, et de los que
agora acaescen en tiempo present en que agora somos, tan bien de moros como de
cristianos, et aun de judíos si y acaesciese en qué» (PCG, p. 653a46-52) no podía
ignorar una figura como la del Cid, a quien juglares e historiadores habían convertido
ya en el equivalente hispano del Roldán francés o el Arturo inglés. Sin embargo, no
podemos estar seguros de cuáles eran los planes exactos que hacia 1270 tenía Alfonso
con respecto a la inclusión de la vida del Cid en la Estoria de España porque
carecemos de testimonios directos de esa primera redacción de la obra, o Versión
primitiva, para la sección correspondiente a la historia de Castilla a partir de su primer
rey Fernando I (1035-1065). Nuestro conocimiento de la versión de hacia 1270
2
3
Ramón Menéndez Pidal (ed.), Primera crónica general de España que mandó componer Alfonso el
Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289, 3ª edición, Madrid, Seminario Menéndez Pidal,
Universidad Autónoma de Madrid (Fuentes Cronísticas para la Historia de España, 1), 1977, 2 vols (1ª
ed., 1906, 2ª ed., 1955). Para este trabajo se ha consultado la edición de 1977. Todas las ediciones del
texto (en realidad, reimpresiones de la edición de 1906) ofrecen una numeración de los capítulos
defectuosa a partir del que debía ser capítulo [909], numerado erróneamente como «908»; el error se
subsana más adelante al saltar la numeración del capítulo «966» al «968» (no hay, por tanto, «capítulo
967»). Cabe señalar que el estudio de las fuentes de cada capítulo, incluido en la edición de 1955 ofrece
la numeración correcta. En todas las referencias en este trabajo a capítulos dentro de la secuencia errada
se indica la numeración correcta entre corchetes.
Lo que se expone aquí sobre la elaboración y transmisión de la Estoria de España se basa en las
investigaciones de Diego Catalán que constituyen el paradigma de este campo de estudios. Aparte del
ya citado De Alfonso X al conde de Barcelos…, son de referencia obligada la serie de artículos
recogidos en La Estoria de España de Alfonso X: creación y evolución, Madrid, Fundación Ramón
Menéndez Pidal, Universidad Autónoma de Madrid (FCHE, 5), 1992 y el libro De la silva textual al
taller historiográfico alfonsí: códices, crónicas, versiones y cuadernos de trabajo, Madrid, Seminario
Menéndez Pidal, Fundación Ramón Menéndez Pidal, Universidad Autónoma de Madrid (FCHE, 9)
1997.
La materia cidiana en las crónicas generales
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procede, por un lado, de las crónicas que se elaboraron tras la muerte del rey a partir
de borradores provisionales del texto y, por el otro, de la segunda redacción de la obra,
o Versión crítica, que Alfonso auspició una década después, hacia 1282-1284, aunque
en circunstancias muy distintas de la primera, durante el exilio sevillano al que le
obligó la rebelión de su hijo, el futuro Sancho IV (1284-1295)4.
El testimonio de las crónicas generales post-alfonsíes y el de la Versión crítica
permite asumir que las fuentes reunidas hacia 1270 por los historiadores alfonsíes para
componer la biografía del Cid de la Estoria de España eran prácticamente las mismas
que las consultadas siglos después por don Ramón Menéndez Pidal para su España del
Cid. Junto con las fuentes principales de la obra, el De rebus Hispaniae de Rodrigo de
Toledo y el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy, se contaba, entre otras fuentes, con
varios cantares de gesta dedicados al Cid, incluyendo nuestro Cantar de mio Cid, con
una historia latina, la Historia Roderici, y con una o varias historias árabes, de las que
la principal, o mejor dicho, la que ha sido identificada con mayor certeza por la crítica,
era la perdida Elocuencia evidenciadora de la gran calamidad (Al-bayân al-wâdih fi-lmulimm al-fâdih), obra del contemporáneo valenciano del Cid Ibn ‘Alqama, de la que
sólo conservamos la versión romance de las crónicas y varios fragmentos reproducidos
por la historiografía árabe 5.
De acuerdo con el procedimiento empleado en las otras secciones de la Estoria de
España, estas fuentes iban a ser despojadas de sus respectivos marcos estructurales y
su sustancia narrativa conjuntada y combinada dentro de un relato regido por un
estricto esquema analístico, que incluía referencias a los años del monarca reinante en
Castilla y León, la era hispana y la encarnación, el emperador alemán y
ocasionalmente, al informar de una sucesión en el trono castellano, el papado, el rey
4
5
La Versión crítica fue editada, en la sección de Pelayo a Ordoño II por Inés Fernández-Ordóñez
tomando como base el texto de su manuscrito más completo Ss (Caja de Ahorros de Salamanca, 40) con
el título Versión crítica de la Estoria de España: Estudio y edición desde Pelayo hasta Ordoño II,
Madrid, Fundación Menéndez Pidal, Universidad Autónoma de Madrid (FCHE, 6), 1993. De la sección
posterior, de Fruela II a Fernando II de León, contamos ahora con la edición de Mariano de la Campa:
La «Estoria de España» de Alfonso X. Estudio y edición de la «Versión crítica» desde Fruela II hasta
la muerte de Fernando II, Málaga, Universidad (Anejos de Analecta Malacitana, 75), 2009. También
transmiten la Versión crítica los manuscritos de la Crónica de veinte reyes (véase Fernández-Ordóñez,
ed. cit. p. 65-114). La transcripción de uno de ellos, el ms. J (Escorial, X-I-6), puede leerse en la edición
de José Manuel Ruiz Asencio et al., Crónica de veinte reyes, Burgos, Ayuntamiento, 1991.
El principal testimonio árabe de la obra perdida de Ibn ‘Alqama es el Al-Bayân al-mugrîb del
historiador marroquí del siglo XIV Ibn ‘Idârî, quien reproduce de manera abreviada algunos fragmentos
correspondientes al pasaje que comienza en PCG, p. 565b24 (alivio de los valencianos al marchar el Cid
a Zaragoza). Una traducción castellana de los pasajes de Ibn 'Idari, confrontados con los
correspondientes en la Estoria de España puede leerse en el artículo de Évariste Lévi-Provençal «La
toma de Valencia por el Cid según las fuentes musulmanas y el original árabe de la Crónica general de
España», Al-Andalus: Revista de las Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada, 13, 1948, p.
97-156. Existe, no obstante, la opinión discrepante de que la obra usada en el taller alfonsí es otra
distinta, debida al autor al que allí se atribuye, Abenalfarax = Ibn al-Faraj (alguacil del rey al-Qâdir y
colaborador de Rodrigo Díaz hasta la caída de Cebolla en 1093); véase Alberto Montaner Frutos y
Alfonso Boix Jovaní, Guerra en Sarq Al’andalus: Las batallas cidianas de Morella (1084) y Cuarte
(1094), Zaragoza, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2005, p. 103 y 215-216.
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de Francia y la hégira. En la Versión crítica la presencia consistente de estas
referencias cronológicas, así como la ausencia de errores de bulto en lo que se refiere a
la armonización de los relatos de las fuentes, otorgan al texto un carácter casi
definitivo, con lo que esta versión nos ofrece, en principio, una idea aproximada del
tipo de biografía del Cid a la que hacia 1270 habían aspirado los autores de la Versión
primitiva.
El Cid en la Versión amplificada
Pese a su perfección formal, y a constituir el auténtico legado final de Alfonso X a
la posteridad como la redacción más depurada de la Estoria de España, la Versión
crítica quedó relegada a una posición marginal respecto al texto que finalmente se
convertiría en historia oficial del reino. Cuando desde el entorno de Sancho IV (12841295) se retoma el proyecto de la Estoria de España, los historiadores reales no
acudieron a la casi acabada Versión crítica, sino a borradores de la Versión primitiva,
que en el caso de la historia de los reyes de Castilla ofrecían un estado provisional del
texto. El resultado fue el texto que la crítica ha denominado Versión retóricamente
amplificada o Versión sanchina6. Planteada como una reelaboración completa de la
totalidad del relato histórico, el testimonio más importante de esta obra son las
secciones correspondientes a las manos «tercera» (E2c) y «quinta» (E2e) del actual
códice E2 (Escorial, X-i-4), que hacia 1289 copiaron su texto a partir del reinado de
Ramiro I. Como es sabido, los otros segmentos manuscritos del códice le fueron
adicionados a mediados del siglo XIV y proceden de épocas diversas 7.
Frente a la Versión crítica, el texto copiado en 1289 presenta una serie de variantes
atribuibles, en algunos casos, a defectos compilatorios presentes en el borrador alfonsí
reelaborado por los autores de la Versión amplificada8. El más llamativo lo constituye
6
7
8
Véase Francisco Bautista, La Estoria de España en época de Sancho IV: Sobre los reyes de Asturias,
London, Queen Mary (Papers of the Medieval Hispanic Research Seminar, 50) 2006.
Sobre la constitución del actual E2 véase el magistral estudio de Catalán en de Alfonso X…, p. 19-93. El
autor de las reformas a mediados del siglo XIV probablemente fuera Fernán Sánchez de Valladolid
quien preparó el códice para que sirviese de continuación al códice alfonsí E1 (Escorial, Y-i-2) con la
primera parte de la Estoria de España (hasta la invasión musulmana). El segundo volumen de la edición
de Menéndez Pidal (PCG) reproduce el texto de E2, al considerarlo erróneamente el editor el testimonio
más fidedigno de la Estoria de España para esa sección del relato.
Uno de dichos defectos fue la integración defectuosa del *Cantar del rey don Fernando, según
argumenta Diego Catalán en La Estoria de España de Alfonso X…, p. 56-58. La Versión crítica
conserva más extensamente la gesta perdida. Compárese el relato de la edición de Mariano de la Campa
(caps. CCXXXVII-CCXXXIX, p. 416-425) con el de la Versión amplificada recogido en el capítulo
813 de la PCG (p. 493-494). Marta Lacomba argumenta, sin embargo, que los historiadores sanchinos
suprimieron deliberadamente el relato de la gesta, dadas sus resonancias con los sucesos del final del
reinado de Alfonso X, esto es la rebelión encabezada contra su padre en 1282; véanse sus trabajos
«Epígonos cidianos: la muerte de Fernando I en Cabezón», en El Cid: de la materia épica a las
crónicas caballerescas, p. 243-254, y Au-delà du «Cantar de mio Cid». Les épigones de la geste
cidienne à la fin du XIIIe siècle, Madrid, Casa de Velázquez, 2009, p. 41-51. En contraste, me parece un
defecto compilatorio indudable la presencia de los dos relatos sucesivos de la invasión almorávide
La materia cidiana en las crónicas generales
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la extensa laguna que en su estado original presentaba E2 desde la mitad de la historia
valenciana del Cid hasta el final de la vida del héroe. En 1962 observaba Diego
Catalán9 que la «mano tercera» del actual códice E2 nos ofrece una redacción de la
Estoria de España que a pesar de su tendencia a la amplificación retórica (de ahí el
nombre de Versión amplificada) presenta las características compilatorias de la
Estoria de España en cuanto a la conjunción y distribución de los relatos de las
fuentes y es similar, por tanto, al relato de la Versión crítica. De pronto, en medio de
uno de los capítulos basados en Ibn ‘Alqama titulado «de los castiellos que pechauan
al Çid, et de lo que el enuio dezir al rey de Saragoça, et de como cercaron los
almorauides el castillo que dizien Aledo» (PCG, cap. 896 [=897]), la copia se
interrumpe en medio de la primera columna del verso de un folio con la oración «desi
adolecio el rey de Valencia et ouo una enfermedad muy mengua, et estaua apartado
quel non ueyen, de guisa que cuedauan todos que muerto era» y el escriba deja en
blanco el resto de ese folio (fol. 198 v. o) y el folio siguiente (fol. 199). La siguiente
aparición de la mano de 1289 corresponde ya al folio 257 («mano quinta» del códice
actual) donde se inicia cuaderno con un capítulo correspondiente a los años finales de
Alfonso VI, ya concluida la historia del Cid (PCG, cap. 963 [=964], p. 643b9).
El Cid en la Versión mixta
En el actual códice E2 esta laguna se encuentra subsanada mediante la intercalación
de una serie de cuadernos escritos por una mano del siglo XIV («mano cuarta»),
probablemente la misma que formó el códice. Esta «mano cuarta» (E2d) empieza a
escribir al inicio de un cuaderno y nos ofrece un relato que completa la biografía del
Cid a partir del punto donde lo había dejado la «mano tercera». El texto no es, sin
embargo, obra de la «mano cuarta» de E2, sino que copia un manuscrito muy similar a
F (Bibl. Universitaria de Salamanca, 2628), representante de la llamada Versión mixta.
Esta versión es de capital importancia para el estudio de la tradición de la Estoria de
España, al transmitir el texto de la Versión primitiva alfonsí para los reinados de
Fernando I, Sancho II y, parcialmente, Alfonso VI, aunque en ocasiones lo combina
con pasajes sacados de la Versión amplificada10. Aparte de F, son derivaciones de la
9
10
comentados por Catalán (La Estoria de España…, p. 54-55). Para otros defectos del borrador alfonsí
heredado por la Versión amplificada véase Fernández-Ordóñez, Versión crítica…, p. 228-233.
Véase De Alfonso X al conde de Barcelos, p. 59-63.
Sobre la Versión mixta y el manuscrito F, véanse Diego Catalán, De Alfonso X al conde de Barcelos,
p. 83-85 y La Estoria de España…, p. 53-58. También han dedicado estudios al tema Juan Bautista
Crespo, «La complejidad textual de la historiografía alfonsí», en Actas del XIV Congreso de la
Asociación Internacional de Hispanistas: New York, 16-21 de julio de 2001, ed. I. Lerner, R. Nival y
Alejandro Alonso, Newark, Juan de la Cuesta, 2004, I, p. 55-65. 2004, y Mariano de la Campa, «Los
reyes de Castilla en la Estoria de España alfonsí: el testimonio del manuscrito F», en Actas del IX
Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval (A Coruña, 18-22 de
septiembre de 2001), A Coruña, Universidade, 2005, I, p. 569-606 y las páginas 200-218 del estudio a
su edición de la Versión crítica. No he podido consultar la tesis de Joaquín Rubio Tovar «El manuscrito
F de la Estoria de España de Alfonso X y su relación con otras crónicas medievales», 2 vols., Madrid,
UNED, 1989.
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Manuel Hijano Villegas
Versión mixta las formaciones cronísticas conocidas como Crónica manuelina y
Crónica de Castilla, enfrentadas a F en una serie de variantes, que aparecen
precisamente en la segunda parte de la biografía del Cid.
Comparado con la sección correspondiente en la Versión crítica, el contenido de
los testimonios de la Versión mixta es muy peculiar. No aparecen, por lo pronto, las
referencias cronológicas incluidas en la Versión crítica (año de reinado de Alfonso VI,
año de la era hispana y año de la encarnación). La historia de la conquista de Valencia
se completa reproduciendo la fuente árabe de manera más extensa de como lo hace la
Versión crítica, aunque a diferencia de ésta, el relato carece, o hace un uso muy
escaso, de la materia procedente de la Historia Roderici11. Se nos ofrece luego una
versión muy novelesca del «Cantar de las bodas» y del «Cantar de la afrenta de
Corpes» con pormenores y personajes inéditos con respecto tanto a la prosificación
contenida en la Versión crítica como a su fuente, el Cantar de mio Cid de Per Abbat12.
Un dato importante es que mientras la traducción de la obra árabe utilizada es la
misma que la que ofrece la Versión crítica13, la materia del Mio Cid no parece ser una
mera ampliación novelesca del relato alfonsí, sino que transmite una prosificación
distinta del Cantar14. Acabada la materia de la gesta, se inicia la secuencia de
episodios, desconocidos de la Versión crítica, que componen la llamada *Leyenda de
Cardeña, un relato fabuloso de la muerte del héroe y sus exequias en San Pedro de
Cardeña (PCG, caps. 947-62 [=948-63], p. 627-643)15. Estas tres secciones
11
12
13
14
15
Sobre la presencia de pasajes de la Historia Roderici en el relato, véase Marta Lacomba, Au-delà du
“Cantar”…, p. 69-73 y anexo V.
De las divergencias entre el relato del Mio Cid de la Versión mixta y el Cantar de Per Abbat han
tratado, entre otros, David Pattison «The “Afrenta de Corpes” in Fourteenth-Century Historiography»,
en «Mio Cid» Studies, ed. Alan Deyermond, London, Támesis, 1977, p. 129-140 y Diego Catalán, La
épica española: Nueva documentación y nueva evaluación, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal,
2000 (p. 260-278).
La Versión crítica resume el texto de Ibn ‘Alqama mientras que la Versión mixta lo reproduce más por
extenso. Sólo he encontrado una diferencia entre ambos relatos. La Versión mixta nos cuenta que
durante el cerco de Valencia Abeniaf (Ibn Jahhâf) decide enviar a Marruecos parte del tesoro del
depuesto al-Qâdir; alertado por Ibn al-Faraj, el Cid manda interceptar a los mensajeros: «enbio
caballeros que fuesen en rastro, et que los prisiesen et les tomasesen quanto leuauan. Et ellos fizieronlo
assy, et traxieronlo al Çid. Et el gradesciolo mucho Abenalfarach por que en tal sazon lo seruiera tan
bien, et prometiol quel farie bien et merced» (PCG, p. 570a37-43). En la Versión crítica el desenlace del
episodio es distinto: «el Cid enbio en pos de aquellos que leuauan el aver, mas non los pudieron
prender, ca eran ya entrados en la mar, pero prisieron toda la gente menuda que fallaron en el rrastro. Et
el Cid ovo grant pesar porque Abenjaf enbiaua aquell auer e touo que lo el enbiara a dezir aquel
Abenjaf que no lo feziera por al si non por pasar tienpo» (ed. Campa, cap. CCCXXX, p. 523. La
discrepancia es notada por Menéndez Pidal en La España del Cid, 5ª ed., Madrid, Espasa Calpe, 1956, 2
vols. (en vol. I, p. 445, n. 1).
Véase la convincente argumentación de Diego Catalán en La épica española, p. 263-267.
Véase William J. Entiwstle, «La Estoria del noble varón el Cid Ruiz Diaz el Campeador, señor que fue
de Valencia», Hispanic Review, 15, 1947, p. 206-211, donde se propone que los capítulos 947-962
[=948-963] de la PCG (es decir, el relato generalmente llamado *Leyenda de Cardeña) se basa en una
obra perdida sobre el Cid compuesta en Cardeña. Una breve descripción de los episodios que componen
el relato sería la siguiente: (a) llegada a Valencia del embajador del Sultán de Persia, (b) muerte del Cid
anunciada por San Pedro, (c) salida de los cristianos de la ciudad con el cuerpo embalsamado del Cid a
La materia cidiana en las crónicas generales
147
constitutivas (Ibn ‘Alqama, Cantar de mio Cid anovelado y *Leyenda de Cardeña) no
se encuentran meramente yuxtapuestas, sino que su estructura está tan trabada que no
es posible dudar que el relato sea fruto de una concepción unitaria. El caso más
llamativo es el de los tres personajes históricos mencionados por la fuente árabe que
luego reaparecen en la trama de la *Leyenda de Cardeña. Uno de ellos es el alfaquí
«Alhuacaxí» (= al-Waqqasî), autor de la elegía incluida en el relato de la conquista de
Valencia, de quien se nos cuenta que convertido al cristianismo y con el nombre de
Gil Pérez (PCG, cap. 951 [=952]) preparó el cuerpo del Cid para su salida victoriosa
de Valencia y permaneció en Cardeña muchos años al cuidado del panteón del héroe.
De la misma manera, el relato árabe menciona a «Abenalfarax» (=Ibn al-Faraj),
alguacil del Cid durante la campaña valenciana (PCG, caps. 896 [=897], 898 [=899],
902 [=903] y 903 [=904]), a quien luego se atribuye la autoría de la «estoria del Cid»
en que se basa el relato de la *Leyenda de Cardeña (PCG, caps. 952 [=953] y 957
[=958]), asegurándosenos además que era «sobrino de Gil Díaz». Por último, en
repetidas ocasiones (PCG, caps. 904, 916, 918, 919 [=905, 917, 919, 920]) la fuente
árabe menciona al almojarife árabe del Cid, quien en la sección de la *Leyenda de
Cardeña mantendrá un interesante diálogo con el embajador enviado por el Soldán de
Persia (PCG, cap. 948 [=949])16.
La *Estoria caradignense del Cid
En un seminal trabajo, Peter E. Russell17 recogía la idea, propuesta años antes por
William Entwistle18 de que la *Leyenda de Cardeña transmitida por las crónicas
generales procedía de una perdida *Estoria del Cid escrita en Cardeña como parte de
los intentos del monasterio por difundir el culto a la tumba del héroe castellano hacia
16
17
18
lomos de Babieca y victoria final sobre los almorávides, (d) traslado del cuerpo a San Pedro de
Cardeña, donde quedó expuesto a los fieles durante diez años, (e) muerte de Jimena, (f) milagro del
judío que intentó deshonrar el cuerpo del Cid, y (g) sepultura final del cuerpo del Cid ante el altar de
San Pedro.
Los vínculos entre la *Leyenda de Cardeña y las otras secciones no se limitan a los personajes citados,
sino que abarcan motivos como el del pánico que provoca la vista del Cid tanto al enviado de Búcar en
el relato inspirado en el Cantar (PCG, cap. 930 [=931]) como en el embajador que envía el Soldán de
Persia al inicio de la *Leyenda de Cardeña (PCG, cap. 947 [=948]). Las concordancias también
incluyen la presencia en el relato de la *Leyenda de múltiples detalles sacados de la sección de la fuente
árabe. Daré sólo un ejemplo: el capítulo dedicado a la conversión de Alhuacaxí se inicia contando cómo
el Cid consolidó su poder en Valencia y logró extraer tributo, de manera que toda la región «desde
Tortosa fasta Orihuela fue en su defendimiento et en su mandado» (PCG, cap. 651 [=652], p. 632a38-38),
una oración que reproduce literalmente otra que ofrecía la fuente árabe en la sección anterior a la
laguna, cuando nos narra los tributos que recibía el Cid: «tornosse la tierra de Tortosa hasta Oriuela so
el su deffendimiento et el su mandado» (PCG cap. 896 [=897] p. 565a4-5). Este ejemplo y muchos otros
que podrían citarse ponen en evidencia que el autor del texto recibido de la *Leyenda de Cardeña tuvo a
la vista secciones anteriores de la Estoria de España.
Peter E. Russell, «San Pedro de Cardeña y la historia heroica del Cid», Temas de “La Celestina”,
Barcelona, Ariel, 1978, p. 71-112. El trabajo es una traducción revisada de un artículo anterior: «San
Pedro de Cardeña and the Heroic History of the Cid», Medium Aevum, 27, 1958, p. 57-79.
Véase la nota 15.
148
Manuel Hijano Villegas
mediados del siglo XIII. Los nexos estructurales entre la *Leyenda y el relato de la
fuente árabe llevaban a Russell a pensar que la aportación cardeñense a la Estoria de
España había incluido también algunas de las otras fuentes cidianas, en concreto la
traducción del relato árabe sobre la conquista de Valencia. De acuerdo con Russell, el
que la *Estoria del Cid se hiciera eco de lo narrado por la historia árabe indicaba que
las dos obras se encontraban en la biblioteca del monasterio y que de ahí las habían
obtenido los historiadores alfonsíes 19. Colin Smith propone la misma hipótesis20,
aunque puntualiza que el relato árabe formaba parte integrante de la *Estoria del Cid y
que esta le fue entregada a Alfonso X en Cardeña, con motivo de la traslación del
cuerpo del Cid a la sepultura mandada construir por el rey en 1272. Aunque, como
veremos más adelante, no es implausible que Alfonso X conociera un relato
cardeñense sobre el Cid, la hipótesis del origen cardeñense de la traducción de Ibn
‘Alqama es poco plausible, pues tareas como la de traducir del árabe al castellano la
obra y su integración en un relato historiográfico parecen más propias de los
colaboradores del rey Sabio que del scriptorium cardeñense de mediados del siglo
XIII21.
Smith se hacía eco de los trabajos de Catalán, quien también defendía la existencia
de una *Estoria caradignense del Cid que comprendía el relato de Ibn ‘Alqama,
aunque argumentando que su composición había sido muy posterior a la del arquetipo
de la Estoria de España de hacia 127122. Para conciliar esta datación post-alfonsí con
la presencia en la obra cardeñense de fuentes comunes con la Estoria de España y
explicar, además, la laguna de la copia de la Versión amplificada recogida en el códice
E2, Catalán propuso que el monje autor de la obra había conocido el contenido de un
cuaderno de trabajo de la Estoria de España con la traducción alfonsí de la obra de Ibn
‘Alqama, al que añadió su versión novelesca del Cantar y la materia de la *Leyenda
de Cardeña. Más adelante el compilador de la Versión mixta habría aprovechado esa
*Estoria caradignense del Cid para completar la laguna que presentaban los
borradores alfonsíes en esa sección del relato. Estaríamos, por tanto, ante una fuente
historiográfica «de ida y vuelta»: un borrador alfonsí refundido en Cardeña que luego,
hacia finales del siglo XIII, entraría a formar parte de la tradición cronística. Catalán
llamó «Interpolación cidiana» a la sección de la Versión mixta basada en la *Estoria
caradignense del Cid, término que por comodidad se utiliza en este trabajo, y
puntualizó que aunque el cronista pudo introducir cambios a su fuente monástica,
estos fueron mínimos:
19
20
21
22
Russell, «San Pedro de Cardeña...», p. 81-83.
Por ejemplo en «The Cid as Charlemagne in the *Leyenda de Cardeña», Romania, 97, 1976, p. 509531.
Véase lo que comenta al respecto Alberto Montaner en Guerra en Sarq Al’andalus, p. 109-110.
Catalán mantiene esta hipótesis, con algunas matizaciones, en La Estoria de España, p. 119 y 146, en
La épica española, p. 256-258, y en uno de sus últimos trabajos, en colaboración con Enrique Jerez,
«Rodericus» romanzado en los reinos de Aragón, Castilla y Navarra, Madrid, Fundación Menéndez
Pidal (FCHE, 10), 2005, p. 138-139.
La materia cidiana en las crónicas generales
149
el relato de la ‘Interpolación’ con todas sus características, […] procede de la *Estoria
caradignense del Cid y nada importante debe a los cronistas de la Estoria de España en sus
varias etapas evolutivas23.
Esta propuesta ha sido cuestionada en los últimos tiempos desde varios frentes. Los
argumentos se basan ante todo en la posibilidad de otorgar un origen cronístico a
algunos de los rasgos que Catalán atribuye a la imaginación del autor de Cardeña. Así,
por ejemplo, José Ramírez del Río y Alberto Montaner, han planteado la posibilidad
(avanzada en la nota 5) de que las referencias a «Abenalfarax» como autor del relato,
que Catalán considera invención del autor cardeñense, sean en realidad auténticas y
que el texto se base en una historia escrita por el alguacil valenciano del Cid, Ibn alFaraj24. Patricia Rochwert-Zuli estudia el texto como obra del entorno de la corte
castellana de finales del XIII y ve en su representación de la figura del Cid la creación
de un modelo de nobleza caballeresca propuesto desde la monarquía 25. Una lectura
similar realiza Marta Lacomba, quien además señala la presencia en el relato de
elementos claramente cronísticos, que desmienten la idea de un origen monástico 26.
Ahora bien, ninguna de estas observaciones invalida del todo la hipótesis de una
*Estoria caradignense del Cid basada en borradores historiográficos. Las referencias a
la autoría de «Abenalfarax» bien pueden ser auténticas, como argumenta Montaner,
aunque ello no impide que el hipotético autor monacal se apropiase del nombre para
autorizar sus adiciones al relato cronístico 27. Tampoco rebate el origen monacal del
texto la autenticidad, demostrada por Montaner, de la «elegía de Alcahuxí», ni el
origen alfonsí de su traducción, ya que la hipótesis de Catalán se funda en que el autor
23
24
25
26
27
Catalán, La épica española, p. 276-277.
Véase José Ramírez del Río, La «leyenda de Cardeña» y la épica de Al-Andalus: la victoria póstuma
del Cid, Sevilla, Ediciones de Andalucía, 2001 y Alberto Montaner, Guerra en Sarq Al’andalus, p. 215216. Parece muy probable que el texto de la «Interpolación» se nutra al menos de otra obra árabe aparte
de la de Ibn ‘Alqama, como ya sospechaba Menéndez Pidal (La España del Cid, p. 476, n. 1 y p. 891892). Otra cuestión que parece resuelta es la de los fragmentos en arábigo de la elegía (martîya) de alWaqqasi ofrecidos por algunos testimonios de la Versión mixta, el ms. F, la «mano cuarta» de E2 y la
Crónica ocampiana (PCG, cap. 909 [=910], p. 575-577). El lenguaje empleado no es un «árabe
macarrónico», como afirma Catalán en La épica española…, p. 257-258, sino árabe andalusí según
muestra Alberto Montaner, «De don Rodrigo Díaz al Cid: el surgimiento de un mito literario», en El
Cid: Historia, literatura y leyenda, coord. G. Santonja, Madrid, Sociedad Estatal España Nuevo
Milenio, 2001, p. 83-105.
Véase Patricia Rochwert-Zuili, «El Cantar de mío Cid y la Crónica de Castilla. Emergencia y
valoración de los “nuevos linajes” en la historiografía neoalfonsí», en El Cid: de la materia épica a las
crónicas caballerescas, p. 269-283. El artículo recoge lo tratado en su tesis doctoral: Du poème à
l'histoire. La geste cidienne dans l'historiographie alphonsine et néo-alphonsine (XIIIe-XIVe siècles),
Université Paris-Nord - Paris XIII, 1998, accesible en línea en <http://tel.archives-ouvertes.fr/tel00130804/fr/> (consultada el 10.08.2011).
M. Lacomba, Au-delà du “Cantar de mio Cid”, p. 64-89.
De otro modo, quizás habría que plantear la posibilidad de que verdaderamente correspondan a una
fuente árabe los episodios, tradicionalmente atribuidos a la novelización cardeñense, donde aparecen las
referencias a Abenalfarax (segunda invasión de Búcar y retorno de los musulmanes valencianos a la
ciudad tras ser abandonada ésta por los cristianos tras la muerte del Cid), una posibilidad contemplada
por José Ramírez del Río en La «leyenda de Cardeña» y la épica de Al-Andalus.
150
Manuel Hijano Villegas
cardeñense partió de borradores y materiales de trabajo de la Estoria de España que
habrían llegado, no sabemos cómo, al scriptorium del monasterio. Lo mismo se puede
decir de los elementos cronísticos del texto, cuya presencia Catalán no niega, y que
pudieran haber estado ya presentes en el borrador alfonsí empleado como fuente por el
autor cardeñense, o haber sido añadidos por el historiador real que interpoló el
fragmento de la *Estoria del Cid a la Versión mixta.
A continuación, expongo varias observaciones de índole exclusivamente filológica
que llevan a pensar que la «Interpolación cidiana», es decir, el relato sobre el Cid
transmitido por las crónicas derivadas de la Versión mixta a partir del capítulo
correspondiente al 896 [=897] de la PCG, aunque se nutre de fuentes cardeñenses, no
es un fragmento desgajado de una *Estoria del Cid elaborada en Cardeña, sino que fue
compuesta por los cronistas de época de Sancho IV con el objetivo específico de entrar
a formar parte de la Estoria de España y rellenar la laguna dejada por el copista del
original códice E2.
La «Interpolación cidiana» no es una obra monástica
Como ya se ha mencionado, la «Interpolación cidiana» nos es transmitida por el
manuscrito F y su hermano E2d, texto copiado por la «mano cuarta» del códice E2. A
esta familia hay que sumar dos testimonios más: el de la Crónica de Castilla (c. 1300),
transmitida en casi una veintena de manuscritos agrupados en dos familias 28, y el de la
Crónica manuelina29, crónica resumida por don Juan Manuel en su Crónica abreviada
(c. 1320-25) y de la que ahora contamos con un representante directo en el manuscrito
al que llamo Br (British Library, Londres, Egerton 289) 30. La novedad de esta lista es
28
29
30
Sobre la tradición textual de la Crónica de Castilla puede consultarse el trabajo de Samuel
G. Armistead, «La Crónica de Castilla y las Mocedades de Rodrigo», en Alfonso X el Sabio y las
Crónicas de España, ed. Inés Fernández-Ordóñez, Valladolid, Universidad de Valladolid, Centro para
la Edición de Clásicos Españoles, 2000, p. 159-172. El stemma que propone Armistead sólo es válido
para la sección correspondiente al reinado de Fernando I. En este trabajo cito el texto de la Crónica de
Castilla de acuerdo a la versión en formato PDF de la edición de Patricia Rochwert-Zuili, Crónica de
Castilla, Paris, Les Livres d’e-Spania (Sources», 1), 2010, accesible en línea en <http://espanialivres.revues.org/137> (consultado el 10.07.2011). La edición reproduce el texto del manuscrito P
(Paris, Bibliothèque nationale de France, Espagnol 12) y las variantes de G (Escorial, X-I-11),
representantes de la primera redacción de la obra. También puede consultarse la edición de Ramón
Lorenzo, La traducción gallega de la ‘Crónica general’ y de la ‘Crónica de Castilla’, Orense, Instituto
de estudios orensianos «Padre Feijoó», 1975, vol. I, la cual ofrece el texto del manuscrito A (Madrid,
Biblioteca Nacional de España, MSS 8817) de la traducción al gallego de la obra, y el más antiguo de
sus testimonios conservados (data de hacia 1300).
Sobre la Crónica manuelina véase Catalán, La Estoria de España…, p. 197-229. El texto de la Crónica
abreviada puede leerse entre otros lugares, en la edición de José Manuel Blecua de las Obras completas
de don Juan Manuel, Madrid, Gredos (Biblioteca Románica Hispánica), 1983, vol. II, p. 573-815.
En este trabajo dejo de lado a la llamada Crónica ocampiana, término que designa a la «quarta parte»
del texto impreso por Ocampo en 1541 pero que debe asignarse también a los manuscritos Q’ (Bibl. de
Palacio, II-1877) y Th (Bibl. Nacional, 1522), idénticos entre sí y hermanos del impreso excepto por
algunas innovaciones de este. Estos testimonios mezclan un texto similar a F con el de un ejemplar de
la Crónica de Castilla. Véase a este respecto la descripción de Cintra del contenido del texto de
Ocampo (Crónica geral de Espanha de 1344, vol. I, p. CCCIII- CCCVIII), así como el artículo, ya citado,
La materia cidiana en las crónicas generales
151
el peculiar manuscrito Br, un códice compuesto por varias manos, cuya sección central
es un representante de la «tercera parte» de la crónica resumida por don Juan
Manuel31. En efecto, Br se comporta en la «Interpolación cidiana» de acuerdo a lo
observado por Catalán en la Crónica abreviada32 en tanto coincide con F y E2d en sus
características formales (morfología, léxico y división del relato en capítulos), pero va
de acuerdo con la Crónica de Castilla en ofrecer una serie de novedades cuya
presencia no es atribuible a contaminación. El testimonio de Br es importante ya que
confirma, a mi parecer, la precedencia del texto de la «Interpolación cidiana» en F y
E2d con respecto a la Crónica de Castilla, como proponía Diego Catalán33. En efecto,
la Crónica de Castilla y la Crónica manuelina derivan cada una por su cuenta de una
refundición de la «Interpolación cidiana» caracterizada por introducir una serie de
reformas y adiciones a la compilación original, representada más fielmente por F y
E2d, aunque en ocasiones sus lecturas del arquetipo son mejores que las de la otra
familia 34. La relación entre los testimonios se puede representar esquemáticamente de
la siguiente manera:
31
32
33
34
de María del Mar Bustos, «Crónica ocampiana». Un dato hasta ahora inadvertido es que la Crónica
ocampiana depende de la Crónica manuelina en distintos lugares de la «Interpolación cidiana», como
por ejemplo en el segmento correspondiente a la *Leyenda de Cardeña (es decir, a partir del capítulo
dedicado a la llegada a Valencia del embajador del Soldán de Persia). Trato en más detalle del tema en
un trabajo de próxima aparición dedicado a la Crónica manuelina.
La relación de Br con la Crónica manuelina fue observada por David Pattison en «Ms. Egerton 289: A
Glimpse of the Crónica Manuelina», La Corónica, 21, no 2, Fall 1992, p. 15-30. Brian Powell había
sacado a la luz el manuscrito en «British Library MS Egerton 289 and Santa Casilda», en Homenaje a
Pedro Sáinz Rodríguez. Tomo I: Repertorios, textos y comentarios, Madrid, Fundación Universitaria
Española, 1986, p. 3-14. Véase también el estudio codicológico de David Hook, «Some Codicological
Observations on British Library MS Egerton 289», Bulletin of Hispanic Studies, 75, 1998, p. 437-451.
La sección más antigua de Br ofrece un texto muy similar en sus variantes a las de la Crónica abreviada
en esta sección del relato. No se trata, sin embargo, de un ejemplar «puro» de la Crónica manuelina. En
los reinados de Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León es posible detectar interpolaciones
procedentes de la Crónica de Castilla. Otro representante de la Crónica manuelina es U’ (Bibl.
Nacional, Madrid, 6441), aunque este manuscrito no contiene la «Interpolación cidiana», pues comienza
trunco en el reinado de Sancho III.
Sobre las novedades conjuntas que presentan la Crónica de Castilla y la Manuelina respecto a F y E2d
véase Catalán, La Estoria de España…, p. 161-164 y 219-220.
Para Catalán (La Estoria de España, p. 215) «la Crónica de Castilla [...] hasta el reinado de Urraca, por
lo menos, puede definirse como una refundición revolucionariamente anovelada de la versión de la
Primera crónica conservada en el ms. F». El examen de Br nos permite ser más precisos y asegurar que
el texto que refunde la Crónica de Castilla se emparentaba con la Crónica manuelina en la sección de
Fernando I a la muerte de Alfonso VI.
Dado que ambas familias (F/E2d, por un lado, y Manuelina/Castilla, por el otro) remiten al arquetipo
independientemente, no es de extrañar que se alternen a la hora de ofrecer mejores lecturas de las
fuentes. Así, F y E2d presentan la versión completa (en árabe y en castellano) de la elegía de Alhuacaxí,
muy editada en la otra familia (compárese PCG, cap. 910-911 [=911-912] con el pasaje correspondiente
en la Crónica de Castilla, ed. Rochwert-Zuili, p. 172). A la inversa, la Crónica de Castilla y la
Manuelina ofrecen una versión más completa y, presumiblemente, más fiel a la fuente árabe, de la
entrada del Cid en Valencia y el juicio y ejecución del cadí valenciano «Abeniaf» (= Ibn Jahhâf) (PCG,
918-920 [=919-921], cf. Crónica de Castilla, ed. Rochwert-Zuili, p. 183-188). La Crónica manuelina y
Manuel Hijano Villegas
152
X
Prototipo A
Prototipo B
F, E2d
Crónica manuelina
Br (Egerton 289)
Crónica de Castilla
(c. 1300)
Crónica abreviada (1320-1325)
A la vista de este modelo de transmisión, llama la atención que entre las
innovaciones que cada una de las dos ramas realiza con respecto al texto original al
que de manera independiente remiten se encuentren pasajes cuyo contenido incide en
la orientación cardeñense exhibida por la totalidad del relato. El caso más evidente es
el célebre episodio de la aparición de San Pedro, quien anuncia al Cid su próxima
muerte y la victoria póstuma sobre Búcar que Dios le otorga «por amor de mí et por
la reverençia que tú siempre feziste en la mi yglesia del monesterio de Cardeña»
(Br, fol. 128). Contra lo que cabría esperar, la escena, de indudable carácter
cardeñense, solo es ofrecida por los representantes más tardíos de la «Interpolación
cidiana» (la Crónica de Castilla y la Crónica manuelina), hábilmente insertada en la
secuencia narrativa original transmitida fielmente en F y E2d35. Reproduzco el texto
del F y el correspondiente de Br, incluyendo (en cursiva) el principio y el final de la
materia interpolada, para que se pueda apreciar cómo se inserta la escena entre los dos
discursos (uno dirigido a los moros, otro a los cristianos) que el Cid pronuncia al
conocer la inminente llegada de Búcar 36:
Mándovos que me vaziedes la villa
con vuestras mugeres e con vuestros
fijos, e ydvos estar en el Alcudia fasta
que veamos en qué se para este fecho
entre nós e el rey Búcar». Et desque
los moros fueron fuera de la çiudat,
mandó el Çid que se llegasen todos sus
vasallos en el alcáçar, e desque todos
35
36
Mándovos que me vaziedes la çibdad con
vuestras mugeres et vuestros fijos, et que
vos vayades a morar al arrabal del Alcudia
con los otros moros fasta que veamos en
qué se para este fecho entre mí et el rey
Búcar». Et desque todos los moros fueron
fuera de la çibdad, que non finco y ninguno,
yaziendo el Çid aquella noche en su cama a
la Crónica de Castilla resultan, por tanto, imprescindibles a la hora de conocer tanto el texto de la
fuente árabe como el de la propia «Interpolación cidiana».
Menéndez Pidal interpretó que la escena pertenecía al arquetipo y había sido omitida por E2 y F y
erradamente reintegró el pasaje a su edición tomándolo de la Crónica de Ocampo, donde sí aparece.
Véase PCG, 633a20-634a16
La interpolación está mejor disimulada en la Crónica de Castilla. Tras «que non fincó ay ninguno»,
añade «tóvose por más seguro que ante» y cierra capítulo. El siguiente comienza con la materia
interpolada: «Cuenta la estoria que un día, yaziendo el Çid en su cama, después que fue la noche…»
(ed. Rochwert-Zuili, p. 237b).
La materia cidiana en las crónicas generales
fueron juntos, el Çid paróse en pie
llorando de los ojos, e començó a
dezir… (F, fol. 128v cf. PCG,
p. 633b14-20, 634a17-21)
153
la media noche, estava pensando en cómo
farié en aquella venida del rey Bucar. Non
cato ál sinon quando entró en el palaçio
una muy gran claridad, et olié tan bien que
era maravilla. [… …] Pues que todo esto
ovo dicho el bendito apostol San Pedro,
fuese para los çielos, et fincó el palaçio
lleno de olor tan sabroso que non á coraçón
en el mundo que lo pudiese asmar. El Çid
fincó tan conortado et tan çierto de aquello
que le dixo San Pedro como si ya oviese
pasado por ello. Et luego de gran mañana
mandó el Çid que se llegasen todos sus
cavalleros en el alcáçar. Et desque todos
fueron ayuntados, el Cid paróse en pie, et
llorando de los ojos començó a dezir. (Br,
fol. 128r)
El mismo carácter tiene la siguiente divergencia entre las dos familias, aunque en
esta ocasión son F y E2d los que innovan con respecto a la fuente común, y las
crónicas de Castilla y Manuelina las que conservan el texto del arquetipo. Al relatar
una entrevista entre los valencianos y el Cid, quien acaba de conquistar la ciudad
(PCG, cap. 919 [=920]), F y E2d ofrecen el siguiente pasaje:
demandaron al Çid que fincase por alguazil aquel que el pusiera, e que les diese por allcalde
a un alfaquí que avía nonbre Alhuacaxí. E este fue el que fezo los viesos segunt lo ha
contado la estoria, et después que el Çid fue asosegado en la çibdat de Valençia, se
convertiera este moro e fézole el Çid christiano, ansi commo la estoria nos lo contará más
adelante. Et él que pusiese de su mano a aquel que escogiese para que le ayudasen a librar
los sus pleytos 37.
La conversión de Alhuacaxí es uno de los episodios narrados en la *Leyenda de
Cardeña y, por tanto, uno de los elementos que, según Catalán, deberían de haber sido
aportados al texto original por el supuesto autor cardeñense. Por esto sorprende que se
trate de un añadido tardío (es decir, posterior a la formación del arquetipo) exclusivo
de la rama de F y E2d, como demuestra la confrontación con los textos de la Crónica
manuelina y la Crónica de Castilla, que conservan la lectura original (reproduzco aquí
la versión del pasaje en Br):
demandaron al Çid que fincase por alguazil aquel que él pusiera, et que les diese al alfaquí
por alcalde, que avié nonbre Albuacaxi, et él que escogiese aquellos que quisiese de su
mano que le ayudasen a juzgar el pueblo de los moros; et ansí fincaría él sin enojo de oyrlos
37
F, fol. 91v.ºb, cf. PCG, p. 591a1-12.
154
Manuel Hijano Villegas
cada día si non quando acaesçiesen pleytos grandes et granados. Et quando esto oyó el Çid,
otorgógelo todo. Et ellos tornáronse a la villa 38.
La aparición de pasajes como estos, y otros que se podrían citar, de contenido
cardeñense marcado, en etapas tardías en la cadena de transmisión del texto y
posteriores, por tanto, a la formación del arquetipo de la «Interpolación cidiana» es un
dato que Catalán no acierta a explicar satisfactoriamente y que cuestiona,
paradójicamente, su hipótesis de que dicho arquetipo sea mera reproducción de una
*Estoria caradignense del Cid compuesta en Cardeña a partir de la traducción alfonsí
de la obra de Ibn ‘Alqama. Más probable es que tanto la «Interpolación cidiana»
original, transmitida por F y E2d, como su posterior refundición, representada por la
Crónica de Castilla y la Crónica manuelina, sean obra de miembros del taller
cronístico post-alfonsí que utilizaron entre sus fuentes materiales cardeñenses (o de
otra procedencia), que los autores de la Versión crítica no conocieron o desecharon.
Aunque la aportación cardeñense al relato cronístico parece posible, esta debió ser más
limitada de lo que supone Catalán. No incluía, en primer lugar, el texto de las fuentes
árabes de la Estoria de España. Tampoco fueron obra del autor monástico las
intervenciones en el relato tendentes a vincular la materia árabe con la relativa a la
*Leyenda de Cardeña (referencias a Alhuacaxí/Gil Pérez y su conversión, menciones
a Abenalfarax como autor de la obra, etc.). Todos estos elementos deben atribuirse
más bien al cronista real, quien a la hora de conjuntar los relatos de las fuentes aplicó
un enfoque «literario» auténticamente revolucionario con respecto a los criterios
historiográficos que regían el modelo alfonsí de la Estoria de España.
La «Interpolación cidiana» ¿obra de la historiografía sanchina?
Establecido el carácter cronístico de la «Interpolación cidiana» otra cuestión que
conviene plantear es su datación: si su elaboración se corresponde con la de la Versión
mixta, cuyos testimonios transmiten el relato, o si, por el contrario, remite a una etapa
anterior de la evolución del texto de la Estoria de España. La variante que permite
arrojar cierta luz sobre esta cuestión es la manera distinta en la que las dos ramas de la
Versión mixta inician el texto de la «Interpolación cidiana», es decir, el célebre
capítulo, procedente de la fuente árabe, que narra, entre otros sucesos, el sitio de Aledo
por los almorávides (PCG, cap. 896 [=897])39. En la familia de F el texto de la
«Interpolación» va empalmado mediante un arreglo introducido por un compilador
que intentó así subsanar una laguna que presentaba su prototipo. Reproduzco aquí el
fragmento según la lectura del manuscrito F poniendo en cursiva la sección
correspondiente al arreglo e indicando con un asterisco el punto en que se interrumpe
su copia la «mano tercera» de E2 y se inicia la de la «mano cuarta»:
38
39
Br, fol. 98v.º, cf. Crónica de Castilla, ed. Rochwert-Zuili, p. 186, y ed. Lorenzo, cap. 380, p. 55220-25.
Véase la interesante explicación que da a la laguna Ramón Menéndez Pidal en «Tradicionalidad en las
Crónicas Generales de España», Boletín de la Real Academia de la Historia, 136, 1955, p. 132-197 (en
p. 155-178).
La materia cidiana en las crónicas generales
155
Desy adolesçió el rey de Valençia e ovo una enfermedat muy luenga, e estava
apartado que non le veyan, de guisa que cuydavan todos que era muerto.* Et tornóse
todo el fecho en mano et en poder del Cid. Et desque todas estas cosas fueron en su
mano, enbióle luego dezir al rey de Çaragoça, e el rey de Çaragoça enbióle respuesta
que se veniese luego veer con él sobre esto. Pero con todo esto detóvose el Çid en
Valencia yaquanto tienpo. Et él estando y, llegaron nuebas a Valençia cómmo
Abenaxa, que era adelantado de los almorávides, avía ganado la villa de quirçia [sic]
e el casti- [fol. 69 v.o] llo de Alaedo. E quando esto oyó el Çid, lo uno por esto, et lo al
por que lo enbiara dezir al rey de Çaragoça que se fuese veer con el, ouose de yr para
alla. Et dexó en Valencia sus mayordomos que le guardasen lo suyo et que le cogiesen
aquel trebuto que le davan, et un su alguazil que era moro que avía nonbre
Abenalfarax, e grant yente de cristianos que estavan y e un obispo que era del rey don
Alfonso e un mandadero del rey don Ramiro de Aragón40.
No puede caber duda, y disiento aquí de Montaner 41, de que el fragmento en
cursiva sea una «laña» pergeñada a partir de la información que ofrecían los bordes de
una laguna en el prototipo, pues en él se omiten una serie de noticias de la fuente árabe
relativas a los años 1091-1092 ofrecidas por la Crónica manuelina y la Crónica de
Castilla y que coinciden con lo narrado en la Versión crítica (aunque esta última
intercala en el relato pasajes de la Historia Roderici). Se relata así el tributo que
pagaban los valencianos a los oficiales del Cid, el cerco de Liria, la reconstrucción por
el Cid del castillo de Peña Catir (Benicadell), los dos sitios de Aledo protagonizados
por «Abenaxa» (Ibn ‘A’isa), la conquista final de ese castillo y de Murcia por los
almorávides, y las esperanzas que la noticia despierta entre los valencianos42. En el
apéndice a este trabajo confronto los textos de F, la Crónica manuelina (Br), la
Crónica de Castilla y la Versión crítica para que se pueda apreciar la laguna de F y
E2d43.
La laguna de F y E2d es, desde luego, atribuible a la pérdida accidental de un folio
en alguno de los antecesores dentro de su rama (obsérvese que el texto omitido consta
de unas 800 palabras, el contenido aproximado de un folio en muchos manuscritos).
Pero esta observación resulta insuficiente y no da cuenta de por qué la familia de F
ofrece su laguna (y el arreglo de continuidad) inmediatamente a continuación del
40
41
42
43
F, fols. 69-69 v.o, cf. PCG, p. 565a26-b26.
Véase Guerra en Sarq Al’andalus…, p. 111, n. 33.
Sobre estas noticias véase el pormenorizado estudio de Diego Catalán en «Rodericus» romanzado, p.
139-142). La Versión crítica sólo se aparta de las crónicas Manuelina y de Castilla al intercalar pasajes
procedentes de la Historia Roderici (caps. 33-34, 42 y 44-48), así como el relato de la expedición de
Alfonso VI contra Valencia cuando ésta era protectorado cidiano procedente de una fuente desconocida.
Las crónicas Manuelina y de Castilla nos ofrecen, por tanto, un estado compilatorio del texto alfonsí
anterior al de la Versión crítica, ya que desconocen las innovaciones de ésta (véase Catalán y Jerez,
«Rodericus» romanzado, p. 138-139). El texto de la Versión crítica puede consultarse en la edición de
Campa (caps. CCCXIX-CCCXXVI, p. 514-520).
Para explicar este comportamiento diverso de las dos ramas de la Versión mixta Catalán («Rodericus»
romanzado, p. 139) se limita a observar que cada familia enlaza de manera distinta dos prototipos: uno
con la Versión mixta, un texto que finalizaba en el mismo punto que la «mano tercera» de E2 y otro con
el texto de la *Estoria del Cid.
Manuel Hijano Villegas
156
punto donde se interrumpe la Versión amplificada en el antiguo códice E2. La
explicación más lógica de este peculiar comportamiento es pensar que el arquetipo al
que remiten todos los textos (Versión amplificada, F/E2d y Crónica
manuelina/Castilla) constaba de dos segmentos manuscritos físicamente separados
pero cuyos respectivos textos presentaban una continuidad perfecta; es decir, el
primero de ellos terminaba con «…que cuydavan todos que era muerto», igual que el
texto de la «mano tercera» de E2, mientras que el segundo segmento comenzaba «et
tornóse todo su poder del rey en poder de Abenalfarag...», como completan la oración
la Crónica de Castilla y la Crónica manuelina.
La familia de F accedió a ese arquetipo «escindido» después de que el segundo
segmento hubiese perdido el primer folio de su primer cuaderno, lo que llevó a un
compilador a improvisar un arreglo que empalmase con el relato posterior. Obsérvese
que la laguna que F y la «mano cuarta» de E2 presentan no coincide exactamente con
el punto en que finaliza la «mano tercera», ya que el arreglo comienza con las palabras
«et tornóse todo», que pudieran haber sido un reclamo presente en el último folio del
primer fragmento del arquetipo deteriorado de la Versión mixta. Por su parte, el
compilador que elaboró el texto del que se derivan la Crónica de Castilla y la Crónica
manuelina introdujo sus reformas en un ejemplar del texto original que no presentaba
el defecto (es decir, transmitía el texto del arquetipo completo, antes de haber perdido
un folio). Una representación de este modelo sería la siguiente 44:
Versión mixta
(Arquetipo)
Versión mixta
(refundición)
(Pérdida de 1
folio)
Crónica
manuelina
Crónica de
Castilla
F, E2d
La división material del texto de la Estoria de España en medio del capítulo del
sitio de Aledo la debieron conocer también los historiadores de la época de Sancho IV
44
Frente al modelo que presenta Montaner en Guerra en Sarq Al’andalus, p. 110-111, considero que la
Versión mixta (en sus dos familias) no se deriva directamente de la Amplificada, sino que ambas
versiones refunden de manera independiente un mismo arquetipo alfonsí (al menos en la sección del
texto anterior a la «laguna cidiana»).
La materia cidiana en las crónicas generales
157
que compusieron la Versión amplificada. Puede argumentarse incluso que si el texto
de E2 se interrumpía precisamente en el punto en que finalizaba el primero de los dos
segmentos del arquetipo fue porque la redacción del segundo segmento (es decir, la
«Interpolación cidiana») aún estaba en curso en 1289, cuando se copió el manuscrito.
Téngase en cuenta que la Versión amplificada abarcaba otras secciones del relato
histórico aparte de la que se inicia con Ramiro I conservada en E245. No es implausible
suponer que el patrón de la obra decidiese, cuando ésta todavía estaba siendo
redactada, encargar una copia del texto a partir del reinado de Ramiro I, pues de la
sección anterior ya existía un lujoso códice de época alfonsí (E1). La dificultad de
incorporar los contenidos cardeñenses al de las fuentes árabes y el estado
compilatorio, muy provisional, del texto alfonsí pudieron complicar la labor de
composición, que en esta sección no se limitaba, como en otras, a ampliar
retóricamente lo ya escrito, sino que exigía prácticamente partir de cero, con lo que los
redactores de la «Interpolación cidiana» llegaran tarde al «cierre de edición». El
escriba que copió el texto en el códice E2 se cuidó, eso sí, de dejar un espacio en
blanco, en espera de completar el códice cuando acabase la redacción del fragmento
ausente46. Considero, en definitiva, que la elaboración de la «Interpolación cidiana»
pertenece a la misma tarea refundidora de los materiales de la Estoria de España que
dio lugar a la Versión amplificada o Sanchina de hacia 1289. El texto no es, como
suponía Diego Catalán, un fragmento de una *Estoria caradignense del Cid
interpolado primero al arquetipo de la Versión mixta, y luego hacia mediados del XIV
al inconcluso texto de la Versión amplificada copiado en el códice E2, sino que fue
obra de los historiadores sanchinos y siempre estuvo destinado a completar el espacio
en blanco del antiguo códice E2.
Consideración final sobre la fuente cardeñense de las crónicas generales
Todo lo dicho acerca del carácter cronístico del texto de la «Interpolación cidiana»
no implica descartar que entre sus fuentes hubiese una obra que ponía por escrito
tradiciones cardeñenses asociadas al Cid, una idea que parece obvia a cualquiera que
lea el relato de la Primera crónica general. Hay incluso indicaciones, aunque no del
todo concluyentes, que permitirían datar la composición de dicha obra en época de
Alfonso X. Los manuscritos de la Versión mixta F, E2d y Br (Crónica manuelina) nos
cuentan de la manera siguiente cómo los monjes de Cardeña decidieron enterrar el
45
46
La sección de la Versión amplificada correspondiente a la historia de los reyes de Asturias anteriores a
Ramiro I nos es transmitida por los manuscritos de la hasta hace poco llamada Crónica fragmentaria y
que más correctamente debe denominarse Crónica carolingia, como demostró Francisco Bautista en su
trabajo La Estoria de España en época de Sancho IV: Sobre los reyes de Asturias, London, Queen Mary
(PMHRS, 50), 2006.
Francisco Bautista, La Estoria de España en época de Sancho IV, p. 50–51, propone una explicación
convincente de la prisa con que se copió el antiguo E2: el códice se preparó apresuradamente, antes de
que se hubiese completado la composición del texto, para llegar a tiempo a la inauguración, el 21 de
noviembre de 1289, del nuevo panteón real construido en la nueva capilla de la Santa Cruz de la
catedral de Toledo, donde iba a ser presentado a Sancho IV como continuación del códice alfonsí E1.
158
Manuel Hijano Villegas
cuerpo del Cid tras haber estado expuesto al público durante diez años (reproduzco la
lección de F correspondiente a PCG, cap. 961 [=962]):
Ayuntáronse y tres obispos de la provinçia aderredor con muchas misas e con muchas
vigilias enterraron el cuerpo del ante’l altar a par de doña Ximena su muger, ally do agora
yaze47.
Ese «agora» bien pudiera haber sido escrito en época de Alfonso X, concretamente
antes de 1272, año en el que data Francisco de Berganza el traslado, presidido por
Alfonso X, de los cuerpos del Cid y Jimena del lugar donde reposaban a un nuevo
emplazamiento, a la izquierda del altar de San Pedro 48. La noticia del traslado la ofrece
precisamente la Crónica de Castilla, que innova aquí respecto a los otros testimonios,
en lo que a todas luces es una actualización del relato original de la Versión mixta:
E ally yogó muy grand tienpo fasta que vino el rey don Alfonso a rreynar, el que fue fijo
del muy noble rey don Fernando que ganó todo más del Andaluzía; ca este bienaventurado
rey ganó la muy noble çibdat de Sevilla con todo su reynado, e ganó la muy noble çibdat de
Córdova, e ganó la çibdat de Jahén, e ganó a Úbeda, e a Baeça, e a Endújar, e a Arjona, e a
Martos, villas reales munchas e castiellos, según que adelante vos contará la estoria, ca éste
echó el poder de los moros de España e yaze el su cuerpo muncho onrradamente en Seuilla.
E su fijo el rey don Alfonso, treslandó el Çid de aquella bóveda, e púsolo en un monumento
muy noble que mandó fazer en Burgos, e a doña Ximena su mugier en otro, e púsolos a par
del altar de Sant Pedro, a la man esquierda, contra onde dizen el Evangelio; e otrosy
treslandó estonçes el conde Garçi Fernández, que fue señor de Castilla, e púsolo cabo d’este
mismo altar de la otra parte; e otrosy treslando al rey don Ramiro de León, e púsolo en
medio del coro d’este mismo monesterio, e fízoles muncha onra. Et asy yazen oy dya 49.
No hay razón para dudar la veracidad del traslado del que informa la Crónica de
Castilla, aunque sí de que se produjera exactamente en 1272 como dice Berganza 50.
47
48
49
50
F, fol. 135v.o. La Crónica manuelina y la Crónica de Castilla dan más detalles sobre la construcción de
la bóveda (el material añadido va en cursiva), aunque la segunda actualiza luego con la noticia del
traslado en época de Alfonso X: «con muchas misas et muchas vigilias enterraron el cuerpo del Çid. Et
el enterramiento fue en esta guisa: cavaron ante el altar par de doña Ximena su mugar un muy gran
foyo et fizieron y so tierra una bóveda muy bien fecha, et metiéronlo so ella así como estava asentado
en su escaño et su espada en la mano vestido con sus paños, et así yaze agora» (Br, fol. 134r). El
mismo pasaje que Br nos lo ofrecen los testimonios de la Crónica ocampiana, cuyo arquetipo depende
de la Crónica manuelina para toda la sección correspondiente a la *Leyenda de Cardeña.
Véase Francisco de Berganza, Antigüedades de España, propugnadas en las noticias de sus reyes y
condes de Castilla la Vieja: en la Historia apologética de Rodrigo Díaz de Bivar, dicho el Cid
Campeador, y en la Corónica del Real Monasterio de San Pedro de Cardeña, Madrid, Francisco del
Hierro, 1719-1721, 2 vols. (la noticia del traslado aparece en vol. I, p. 544-545).
Crónica de Castilla, ed. Rochwert-Zuili, p. 248.
Berganza, Antigüedades…, p. 545, basa su noticia en la Crónica de Castilla, pero parece seguro que
Alfonso X mandó labrar un sepulcro para el Cid, del que solo se conservan escasos restos, sobre el que
hizo grabar unos versos en latín (todavía parcialmente visible), al que más tarde se añadió un epitafio en
romance (hoy perdido), cuya autenticidad defiende Alberto Montaner, quien en la actualidad prepara un
estudio detallado del epígrafe latino (cf. «El epitafio épico del Cid», Actas del IX Congreso de la
La materia cidiana en las crónicas generales
159
Es, por tanto, concebible que la fuente cidiana empleada en la «Interpolación cidiana»
fuese contemporánea de Alfonso X e incluso que el rey Sabio la conociese, tal vez,
como pretendía Colin Smith, porque la obra le fue ofrecida por los monjes de Cardeña
con motivo de la reorganización del panteón del monasterio. El texto cardeñense
pudiera haber entrado a formar parte del archivo de materiales creado en el
scriptorium historiográfico, aunque sólo se incorporaría a la Estoria de España años
después, cuando los cronistas sanchinos emprendieron la elaboración de la Versión
amplificada51.
Cuestión distinta es que sea posible determinar con algún grado de certeza las
características de la fuente cardeñense. Tal vez se tratase de una versión, no sabemos
si en verso o prosa, del Mio Cid que completaba la trama de la gesta con la materia de
la *Leyenda de Cardeña. Sin embargo, ese relato original se encuentra, a mi juicio,
muy refundido en el texto recibido y cabe sospechar que la intervención del cronista
fue de tal magnitud como para alterar su forma y contenido hasta hacerlos
irreconocibles. La imposibilidad de establecer los elementos monásticos separándolos
de los cronísticos problematiza cualquier interpretación del texto que vaya más allá de
su condición de producto historiográfico post-alfonsí y, por ejemplo, quiera utilizarlo
como testimonio del papel desempeñado por San Pedro de Cardeña en la creación del
mito del Cid o de las características del culto al héroe desarrollado en el monasterio
desde el siglo XIII. Dicha lectura deberá tener en cuenta la posibilidad, bastante fuerte
a mi juicio, de que los elementos narrativos observados nada tengan que ver con los
intereses de los monjes benedictinos, ya que pudieran haber sido obra de los cronistas
refundidores del relato y serían plasmación, más bien, del horizonte ideológico con el
que se guiaba la historiografía post-alfonsí52.
51
52
Asociación Hispánica de Literatura Medieval (A Coruña, 18-22 de septiembre de 2001), Noia,
Universidade da Coruña, Editorial Toxosoutos, 2005, p. 193-203). Smith («The Cid as Charlemagne»,
p. 572) expresa ciertas dudas de que el traslado se produjese en 1272.
Otro dato a favor de la antigüedad de la fuente cardeñense es el capítulo dedicado a la expedición
guerrera del rey navarro Sancho VI contra Castilla y su encuentro con el abad de Cardeña y diez frailes
que portaban el pendón del Cid, el cual sirve de colofón a la biografía del Cid en las cónicas de Castilla,
Manuelina y Ocampiana (véase Catalán, «Rodericus» romanzado, p. 83-94 y Patrick Henriet, «¿Santo
u hombre ilustre? En torno al “culto” del Cid en Cardeña», en El Cid: de la materia épica a las crónicas
caballerescas, p. 99-119. En su estudio Henriet observa el más que probable origen cardeñense del
episodio, aunque no tiene en cuenta que el mismo incidente es relatado por la Estoria de los godos, una
versión romance de la Historia gothica del arzobispo don Rodrigo que Catalán data hacia 1252-1253
(«Rodericus» romanzado, p. 23-109). La Estoria de los godos también informa que, tras ser derrotado
por el Cid, Búcar huyó «a pies de cavallo fasta el mar en una galea», una referencia que recuerda el
relato que ofrece la «Interpolación cidiana» (en este caso, en sus dos familias). En vista de estas
coincidencias, cabría plantearse si el autor de la Estoria de los godos no conocería la misma obra sobre
el Cid empleada años más tarde por la «Interpolación cidiana», una posibilidad que Catalán, en su
empeño por sostener el carácter post-alfonsí de la fuente cardeñense, nunca plantea («Rodericus»
romanzado, p. 85-94), pero que parece justificado considerar, al menos como hipótesis de trabajo. La
Estoria de los godos puede consultarse en la edición de Aengus Ward, Estoria de los godos: Critical
Edition and Introduction, Oxford, The Society for the Study of Medieval Languages and Literature
(Medivm Aevum Monographs: New Series, 24), 2006.
Este enfoque, en mi opinión acertado, es el adoptado por Marta Lacomba y Patricia Rochwert-Zuili en
sus trabajos aquí citados.
160
Manuel Hijano Villegas
En este sentido, cabe preguntarse, por ejemplo, por el origen, monástico o
cronístico, de la tendencia, observada por Russell 53, que presenta el relato a
proporcionar una explicación racional a sucesos que de otra manera habrían sido
calificados de milagrosos. Así, la preservación del cuerpo del Cid se atribuye al
laborioso proceso de auto-embalsamamiento con la mirra y el bálsamo enviados por el
Soldán de Persia al que se somete el héroe cuando sabe su próxima muerte; también se
nos describe en detalle cómo tras la muerte del Cid su privado Gil Díaz preparó
cuidadosamente el cuerpo para que pudiera salir de Valencia y hacer el recorrido a San
Pedro de Cardeña erguido a lomos de Babieca:
Gil Díaz luego al segundo día que finara pusiera el cuerpo en una silla de las suyas,
et la silla con el cuerpo púsolo en un cavalhuste, et vistióle a carona del cuerpo un
ganbax fecho de un rançal blanco. Et púsole dos tablas cavadas redondas, la una en las
espaldas et la otra delante, et eran tan cavadas que se ayuntavan amas las tablas en los
lados del cuerpo, et llegavan fasta los sobacos, et la de las espaldas llegava angosta
fasta el colodrillo et de los pechos fasta la barvilla, et eran amas las tablas foradadas en
la silla porque el cuerpo non se pudiese rebolver a ningund cabo 54.
Patrick Henriet55 considera que el recurso de señalar causas naturales a los sucesos
asociados a la muerte del Cid procede de la obra cardeñense y que, por tanto, la
imagen del héroe promovida por el monasterio dejaba de lado su posible santidad y
hacía énfasis en su condición de «hombre ilustre». Sin embargo, a la luz de lo tratado
en este trabajo, sería perfectamente posible atribuir el enfoque «racional» al cronista,
quien, de la misma manera que había intentado autorizar el relato de la *Leyenda de
Cardeña atribuyéndolo a un autor árabe, aspiraba aquí a hacer verosímiles unos
hechos tal vez juzgados excesivamente fantásticos e inapropiados, por tanto, para
entrar a formar parte de la historia nacional. Resulta paradójico entonces que pese a
los intentos del cronista medieval por revestir la leyenda del Cid de respetabilidad
histórica, el relato resultante fuese lo suficientemente inverosímil como para provocar
la burla de lectores como Cervantes, instalados ya en el balcón de la modernidad.
53
54
55
Véase «San Pedro de Cardeña», p. 78-81.
Br, fol. 130, cf. PCG, cap. 956 [=957]. Más adelante se nos dice que Alfonso VI se quedó maravillado
al ver la lozanía del cadáver, pero luego entendió que no se trataba de un milagro: «el rey don Alfonso
catava al Çid al rostro, et veyégelo tan fermoso et tan luzio, et los ojos claros et tan fermosos et tan
egualmente abiertos que non paresçía sinon bivo, et fazíase mucho maravillado. Mas después que le
dixeron en cómo beviera siete días el bálsamo et la mirra, et que non comiera otra cosa fasta que
muriera, et en cómo fuera después ungido et balsamado, non lo tovo por gran maravilla; ca bien oyera
dezir que en tierra de Egipto lo fazién así los reyes» (ms. Br, fol. 132, cf. PCG, cap. 959 [=960]).
Henriet, «¿Santo u hombre ilustre?...».
La materia cidiana en las crónicas generales
161
Apéndice: Andanzas levantinas del Cid en 1092 (texto de Br, la Versión crítica y
la Crónica de Castilla correspondiente a la laguna de F y E2d = PCG, cap. 986)
Como apéndice ofrezco el pasaje correspondiente al inicio de la «Interpolación cidiana»
según las lecturas de la Versión crítica, la Crónica de Castilla y el manuscrito Br de la Crónica
manuelina. También presento el pasaje correspondiente en F (con las variantes de E2c y E2d
sacadas de la edición de Menéndez Pidal) para que se pueda apreciar la laguna que presentan
estos testimonios. A fin de facilitar la confrontación, el texto va dividido en segmentos
numerados. No reproduzco los pasajes de la Versión crítica procedentes de la Historia Roderici
y me limito a indicar su contenido en la sección correspondiente.
La confrontación lleva a concluir que las tres crónicas (Versión crítica, Crónica manuelina
y Crónica de Castilla) remiten independientemente a un mismo arquetipo alfonsí, que cada una
transmite a su manera. Obsérvese, por ejemplo, cómo las tres se alternan a la hora de omitir
pasajes presentes en las otras dos (3, 5, 14). La Versión crítica se distingue especialmente de los
otros dos testimonios al ofrecer contenidos procedentes de la Historia Roderici (no reproducidos
aquí pero indicados en nota). En un trabajo de 1955 Menéndez Pidal56 consideraba que estos
pasajes de la Historia Roderici se encontraban en el arquetipo y que habían sido eliminados por
censura del texto de la Crónica de Castilla. Mientras parece más cierto pensar que son adiciones
respecto a una etapa textual anterior representada por la Crónica de Castilla y la Manuelina, la
hipótesis pidaliana no es del todo desechable si se observa que el relato de Br presenta signos de
deterioro en dos pasajes donde se hace mención al sitio de Aledo y que coinciden, precisamente,
con la introducción de innovaciones por parte de la Versión crítica: la inserción de material de la
Historia Roderici (segmento 8) y el desplazamiento en la secuencia narrativa de un pasaje
(segmentos 14-16). Este comportamiento bien podría ser casual, aunque cabe la posibilidad de
que estas pequeñas lagunas de Br remonten a un ejemplar que presentaba tachones u otras
marcas de manipulación respecto al texto original del arquetipo.
Cabe mencionar, por último, que tanto la Crónica de 1344 como dos testimonios de la
Crónica de Castilla, la edición de Velorado (1512) y el manuscrito S (Biblioteca Nacional de
España, MSS 1810) también presentan en este mismo pasaje material de la Historia Roderici,
aunque en los tres casos se trate, según creo, de interpolaciones procedentes de la Versión
crítica.
Empleo mi transcripción de los manuscritos F (Bibl. Universitaria, Salamanca, 2628) y Br
(British Library, Londres, Egerton 289), sin intervenir más que para regularizar el uso de v/u y
i/j, e introducir puntuación y signos diacríticos. Para el texto de la Versión crítica y la Crónica
de Castilla, reproduzco el texto crítico de la reciente edición de Mariano de la Campa (p. 514520), cuya base es el manuscrito Ss (Bibl. de la Caja de Ahorros, Salamanca, 40). En cuanto a la
Crónica de Castilla, el texto es el de la edición de Patricia Rochwert-Zuili (p. 160-162), quien
transcribe el texto del manuscrito P (Bibl. Nat., París, Espagnol 12) y ofrece las variantes de G
(Escorial, X-I-ii), también incluidas aquí. En todos los casos empleo las mismas reglas de
transcripción para evitar divergencias ortográficas entre los textos.
56
Véase el estudio del pasaje que hace Menéndez Pidal en «Tradicionalidad…», p. 154-185.
1
2
3
F/E2d
Versión crítica (ms. Ss)
Crónica manuelina (ms. Br)
Crónica de Castilla (mss. P y G)
Desy adolesçió el rey de Valençia e ovo una
enfermedat muy luenga, e estava apartado
que non le veyan, de guisa que cuydavan
todos que era muerto [muerto era; fin de E2c
«mano tercera» del códice]
Et tornóse todo el fecho en mano et en poder
del Cid.
Desí adoleçió el rrey de Valençia e ovo una
enfermedat muy luenga, e estava apartado
que non le veyén, así que cuydavan todos que
era muerto.
Desí adolesçió el rey de Valençia et ovo una
enfermedad muy luenga, et estava apartado
que no le veya ninguno, de guisa que
cuydavan todos que era muerto.
Et porque el rrey era doliente de una dolençia
que.l’ duró muncho et non cavalgava,
E tornóse todo su pleito del rrey en poder de
Abnalfarat su alguazil, pero con mandamiento
del Çid.
Et el Çid puso sus creenderos por saber todas
las rrentas de Valençia e las otras cosas
porque non menoscabase ninguna cosa ende,
tan bien por tierra commo por mar. Et puso en
(f. 229vb) cada aldea un cavallero que la
guardase, de guisa que non osavan ninguno
fazer tuerto a otro nin tomarle lo suyo.
Et tornóse todo su poder del rey en poder de
Aben Farag, su alguacil, pero con mandado
del Cid.
Et el Çid puso sus fieles por ver todas las
cosas de Valençia, et todas las rrentas porque
non se menoscabase ninguna cosa, tan bien
por tierra como por mar. Et puso en cada
aldea un cavallero que guardase, de guisa que
non osava ninguno fazer tuerto a otro ni
tomarle lo suyo.
Et cada uno d’estos cavalleros avía tres
maravedís cada día de aquella aldea que
guardava. Et quexávase mucho el pueblo con
esto que davan a los cavalleros et con lo que
avién de pechar al rrey, que lo tomavan
afincado et aun de mas, et tiniénse todos por
maltrechos. Pero era la villa mucho abondada
de vacas et de ovejas et de bestias et de
muchas ganançias que trayén los cristianos.
Et en la hueste de los cristianos avié muchos
cativos, et trayénles grandes averes cada día
por rredençión d’ellos.
Desí enbió dezir el Çid al señor de Çaragoça
que le dexase las bastidas que le fiziera sobre
Valençia, et era la una Liria et la otra Juballa,
aquellas de que avemos dicho de suso. Et él
dixo que lo non farié fasta que le pechase el
fyncó Valençia en poder de Abén Alfanje, ssu
alguazil, por mandado del Çid.
3
Pasaje ausente
4
Después d’esto enbio enbió dezir el Çid al
rrey de Çaragoça que le dexase las bastidas
que feziera sobre Valençia, la una era Liria e
la otra Juballa, las que vos dexiemos ya de
suso. Et el rrey enbióle dezir que lo non farié
Et estonçe puso el Çid fieles en Valençia que
ssopiessen quánto montauan las rrentas, tan
bien en la tierra commo de la mar. Et puso en
cada aldea un cavallero que la guardase, de
guissa que non osava ninguno fazer tuerto
uno a otro nin tomar ninguna cossa.
Et cada uno d’estos cavalleros avían cada día
tres maravedís, et quexávanse muncho por
esto que davan a los cavalleros et con lo que
avían de pechar al rrey de Valençia, pero que
con todo esto eran abondados de muncho pan
e de munchos ganados que traýan los
christianos, et munchos cativos e cativas, et
moras que les davan grandes averes por
redenpciones.
[Nuevo capítulo]
Cuenta la estoria que embió dezir el Çid al
rrey de Çaragoça que dexasen las bastidas
que fiziera sobre Valençia. Et él embióle
dezir que lo non faría fasta que.l’ pechase el
rrey de Valençia la costa que fiziera quando
F/E2d
5
6
Versión crítica (ms. Ss)
Crónica manuelina (ms. Br)
Crónica de Castilla (mss. P y G)
fasta que le pechase el rrey de Valençia las
costas que feziera quando le veniera acorrer
quando le tenié çercado el señor de Denia. El
Çid fue estonçes çercar Liria, e enbió dende
sus algaras, e corrieron la tierra al rrey de
Çaragoça, e traxieron ende grant rrobo para
Valençia.
Et estava allí con el Çid Abnalfarac alguacil
del rrey de Valençia. Et estava ally con grant
conpaña de moros. Et el Çid enbió mandado a
los castiellos que le enviasen peones e
ballesteros, e enviárongelos.
rrey de Valençia todas las costas que él fiziera
quando le viniera a acorrer quando le tinié
çercado el señor de Denia. Estonçes fue el
Çid a çercar Liria; et enbió dende sus algaras,
et corrieron la tierra del señor de Çaragoça, et
troxeron gran robo para Valençia.
le vino en acorro que lo tenía çercado el rrey
de Denia. Et estonçe fue el Çid çercar Lyria et
enbió dende correr sus algaras, et corrieron
toda la tierra del rrey de Çaragoça e traxieron
grant robo para Valençia.
Et el Çid estando [sic] sobre Liria con su
hueste, et Abenfarax su alguazil del rrey de
Valençia estava y et con él gran conpaña de
moros. Et enbió el Çid mandado a los
castillos que eran en el señorío de Valençia
que le enbiasen peones et vallesteros, et
enbiárongelos.
Desí tóvola çercada siete meses et non la
pudo tomar, et levantóse dende.
Et en esta sazón un moro de los fijos de
Beyfil, que tinié a Xátiba por el rey de Denia,
fizo derribar muchos castillos aquel moro que
tinié tierra de Xatiba, et mostrava que lo fazie
por la gran costa que le costavan, et que lo
quería dar más al pecho del Çid que no en
tenençia de los castillos. Et el primer castillo
que derribó fue uno que dizen Peña María, et
dizen que era de los fuertes castillos del
mundo. Et quando lo sopo el Çid, començólo
de labrar como de cabo, et ovo gran ayuda de
Valençia para labrallo de maestros et de otros
omes et de quanto ovo menester. Et diolo a vn
cauallero que lo toviese por él, que dizién don
Martín. Et fue aquel castillo poblado por mal
de los moros, ca este cavallero que dezién
Pasaje ausente
Et tovo çercado aquel castiello siete meses,
pero non lo pudo estonçes tomar.
El moro que tenié a Xátiva fizo estonçes
derribar muchos castiellos e mostraron que lo
fazié por la grant costa que le davan en el
pecho del Çid, que querié mas dar aquello
que allí dava que non en tenencia de los
castiellos. El primero castiello que derribó fue
uno que dizen Peña Catir, que era de los
fuertes castiellos del mundo. El Çid quando lo
sopo, pesóle mucho e començó de lo fazer
commo de cabo, ca ovo muy grant ayuda de
maestros e de omes, de todo lo ál que avie
menester del rrey de Valençia; et después que
lo ovo acabado, diolo a un cavallero que avié
nombre don Martyn que lo toviese. Agora
sabed aquí que aquel castillo fue poblado
estonçes por mal de los moros, ca aquel
Et tóvola çercada syete meses e non la pudo
tomar, et tornóse para Valençia.
En esta sazón, vn moro de los fijos de Buytir
(Abuytir G), que tenía a Xátiva, fizo derribar
munchos castillos en término de Xátiva —et
esto era por la costa de la retenençia e
queriéndolo dar ante en el pecho del Çid— et
derribó un castillo que dezían Portomarín
(Pontemartyn G). Et el Çid mandólo labrar e
ovo grant ayuda de Valençia, et diolo a un
cavallero que lo toviesse por él, a que dezían
don Martín. Et fue aquel castillo poblado por
mal de los moros, ca este cavallero don
Martín apoderóse de todos quantos castillos
avía enderredor. Et oviera de Xátiva
F/E2d
7
8
Versión crítica (ms. Ss)
Crónica manuelina (ms. Br)
cauallero que dexara y el Çid apoderóse de
quantos castiellos avié aderredor. E oviera
ganada Xátiva
si non por Yuçef Abentexefyn rrey de los
almorávides e de todos los otros moros
aquende del mar, e que vino con grant poder
sobre el castiello que dizen Alaedo que era de
christianos, e çercólo, e conbatiólo, tanto
fasta que los de dentro non ovieron agua que
bever [< Historia Roderici, cap. 32]
Et esto fazién los almorávides por arte,
cuidando que querié el rrey don Alfonso
socorrer aquel castiello así commo se lo fizo.
[fin de capítulo]
don Martín apoderóse de quantos castillos
avié enderredor. Et cuydava ganar Xátiba,
9
[La Versión crítica omite este pasaje y en su
lugar ofrece tres capítulos procedentes de la
Historia Roderici (33, 34 & 42):
Alfonso VI acude al sitio de Aledo y el Cid
no logra reunirse con el rey;
represalias del rey contra el Cid y segundo
destierro;
alianza contra el Cid de Ben Alhange y el
conde de Barcelona; paces entre el Cid y el
conde
(ed. Campa, caps. CCCXX-CCCXXII, p.
515-17). ]
10
[Párrafo trasladado más adelante en el texto]
Crónica de Castilla (mss. P y G)
mas el adelantado de los almorávides, que
avié nonbre Alibenhaxa, rey de Alaedo,
vínolo a çercar.
mas un moro adelantado de los alárabes, que
avía nonbre Aly Abén Aya, con poder de los
señores del Andaluzía, vino çercar un castillo
que dizen Aledo.
Et esto fazién ellos por esto [sic] cuydando
que el rey don Alfonso yrié a acorrer el
castillo;
Et esto fazía él con arte, porque sabía que lo
acorrería el rey don Alfonso,
et esto fazién ellos porque si viniese con
pocas gentes, avrién derecho d’él. Et quando
el rey don Alfonso lo sopo, ayuntó su hueste,
et fue el Çid con él. Desí fuese para aquel
castillo. Et quando los moros lo sopieron que
el rrey don Alfonso era ya çerca d’ellos,
desanpararon el castillo; ca tenién que les
fallescerié la vianda et que non podrién fincar
en la tierra. Et así lo [fol. 86v.o] hizo que
quando al castillo llegó non tenía ya fuera si
non poco conducho, et óvose de tornar muy
perdidoso por mengua de la vianda. Et perdió
y muchos omes et muchas bestias de fanbre,
et non pudieron salir con el fueras los omes
poderosos que avién que comer.
et sy por aventura viniesse con poca gente,
que lo mataría o lo prendería.Mas quando lo
sopo el rrey, juntó su hueste muy grande et
levó el Çid consigo, e fue acorrer el castillo
que le tenían çercado. Et quando los moros
sopieron que venía el rrey çerca et traýa muy
grant gente, desamparáronle (desanpararon la
çerca G) e fueron ende fuyendo. Et quando
llegó el rrey al castillo, falló que non tenía
(tenían G) synon poca vianda. Et óvose de
tornar muy perdidosso por mengua de vianda,
et perdió munchos omnes y e munchas bestias
que non pudieron salyr de la sierra; pero con
todo esto dexó en el castillo munchas armas e
vianda la que pudo aver.
[Nuevo capítulo]
Cuenta la estoria que pues que el Çid se tornó
del castillo de Aledo, non fue con el rrey don
Quando fue tornado el Çid de aquel castillo
que dizien Alaedo o fuera con el rey don
F/E2d
Versión crítica (ms. Ss)
[Nuevo capítulo]
11
Crónica manuelina (ms. Br)
Crónica de Castilla (mss. P y G)
Alfonso, fuese para Valençia, y estudo como
estava de antes. Et los de Valençia, aviendo
miedo que querrié el rrey et el Çid pasar a lo
que avién, et avién sabor de ser en el señorío
de los almorávides, ca non tinién otro cobro si
non con ellos.
Alfonso (do fue con el rey don Alfonso G),
et fuese para Valençia e moró y como solía.
Et los de Valençia avían miedo de su rey et
del Çid, que les quería (querían G) passar a
lo que avían, et era ssu voluntad de ser de los
alárabes, ca tenían que non avían cobro
ninguno synon en ellos.
Et en esta sazón, Aly Abén Axa, adelantado
de los alárabes, çercó a Murçia. Et los moros
avían carestía de vianda en Murçia, et don
Alvar Fáñez, que los avía de acorrer, non los
acorrió. Et con la grant premia que les fizo
Aly (con la grant premia que les fizo G),
oviéronle de dar la villa.
A esta sazón era adelantado de los
almorávides por mandado de Yuçaf
Abentexeryn uno a que dezién Abenhaxa, e
era omne bueno e sabio e mucho esforçado.
Este Abenhaxa fue sobre Murçia, e çercóla, e
los moros de Murçia estavan estonçes mucho
apremiados de grant carestía que avién de
pan. E Alvar Fañes avié postura con ellos que
los ayudarié, mas non les vino ayudar, e por
esto ovieron ellos a dar la villa a los
almorávides.
Luego que ellos fueron apoderados en
Murçia, fueron çercar el castiello de Alaedo
del que vos deximos, e conbatiéronle muy
fuerte fasta que le ganaron por fanbre.
Estonçes era adelantado de los almorávides
uno que dizién Abenhaxa, et era ome bueno
et sabio et mucho esforçado; et fuese para
Murçia et echóse sobre ella. Et los moros de
Murçia estavan entonçe mucho apremiados
de gran carestía que avién de pan. Et Alvar
Háñez, que avié postura con ellos que les
ayudarié, non les vino a ayudar; et por esto
ovieron a dar la villa a los almorávides.
14
[Pasaje ausente]
[Pasaje ausente]
15
Los de Valençia aviendo muy grant miedo
que les querrié el Çid e el rrey pasar a lo que
avién, ovieron su consejo de se meter so el
señorio de los almorávides e así serién
seguros.
Et quando oyeron que avién prendida a
Murçia e a Alaedo e que aquel Abenhaxa era
12
13
16
Et desque todas estas cosas fueron en su
mano, enbióle (enviolo E2d) luego dezir al
Et luego que fueron apoderados en Murçia,
fueron çercar Alaedo, este castillo.
[Pasaje ausente]
Et luego que ovo Murçia, fue çercar Aledo, el
castillo
que avemos contado, et conbatiéronlo muy
fuertemente et tomáronlo por fuerça e por
fambre.
Et pues que ovo a Murçia e Aledo, quisso
aver a Valençia, mas non se le guissó.
[La Crónica manuelina y la Crónica de Castilla ya han ofrecido este pasaje].
Oyeron dezir los de Valençia como este
Abenaxa era señor de los almorávides, et era
Et quando los de Valençia sopieron cómmo
Aly Ben Axa era señor de Murçia e de Aledo,
17
18
F/E2d
Versión crítica (ms. Ss)
Crónica manuelina (ms. Br)
Crónica de Castilla (mss. P y G)
rey de Çaragoça, e el rey de Çaragoça enbióle
respuesta que se veniese luego veér con él
sobre esto. Pero con todo esto detóuose el Çid
en Valencia yaquanto tiempo. Et el estando y,
[<arreglo de F/E2d para enlazar con la
materia posterior] llegaron nuebas a Valençia
cómmo Abenaxa, que era adelantado de los
almoráuides, avía ganado la villa de quirçia
(sic; Murçia E2d) e el castillo de Alaedo. E
quando esto oyó el Çid, lo uno por esto, et lo
ál porque lo enbiara dezir al rey de Çaragoça
que se fuese veér con él, óuose de yr para
allá.
Et dexó en Valencia sus mayordomos que le
guardasen lo suyo et que le cogiesen aquel
trebuto que le davan, et un su alguazil que era
moro que avía nonbre Aben Alfarax, e grant
yente de cristianos que estauan y, e un obispo
que era del rey don Alfonso e un mandadero
del rey don Ramiro de Aragón, que estavan y
con el quarenta cavalleros (A. que estaua y
con XL cav. E2d). E todas estas gentes dexava
(dexo E2d) el Çid en el Alcudia, que es cabo
Valençia quando se él fue (qu. el fue E2) a
Çaragoça. Et demandó el Çid consejo sobre
esto al rey de Çaragoça, e (et tomando el Çid
c. sobresto con el r. de Ç. E2d) ovo de tardar
ally con él (t. alla E2d) un grant tienpo.
Et estando (et quando estava E2d) en
Çaragoça folgaron los de Valençia yaquanto
del mal que rescivían d’él, et de lo que se
temían d'él por mal (t. del mal que auien E2d)
omne bueno e derechurero, e sabio e
esforçado, e que se tenié con Dios e amava
lidiar contra los christianos, ovieron más
coraçon de se meter so su señorío. Et ellos
estando en este pensamiento, ovo el Çid de yr
a Çaragoça e tardó allá un tienpo.
ome bueno et derechero, et sabio et
esforçado, et que se tenía con Dios, et que
amava lidiar con los cristianos; et cobdiçiavan
ser suyos como cobdiçia el doliente al físico.
Et fue así que en esa sazón ovo el Çid de yr a
Çaragoça, et tardo y un tiempo.
cobdiciavan ser suyos así commo cobdiçia el
doliente la salut. Et así acaesçió que en este
tienpo ovo el Çid de yr a Çaragoça et tardó
allá un grant tienpo.
[En vez de este pasaje la VC ofrece lo
siguiente:
Historia Roderici, caps 44-48 (expedición de
Alfonso VI contra Granada y nueva
desavenencia con el Cid y Alfonso VI;
reconstrucción del castillo de Peña Cadir
[repitiendo lo ya contado según la fuente
árabe]; el Cid acuda a ayudar al rey de
Zaragoza contra el rey de Aragón)
fuente árabe desconocida: (expedición de
Alfonso VI contra Valencia)
Historia Roderici, cap. 50: (el Cid devasta La
Rioja)
(ed. Campa, caps. CCCXXIV-CCCXXXVI,
p. 518-520)]
Et el Çid vénose para Çaragoça con gran
ganancia, e él estando allí, un alcalde de
Valençia que avié nombre Abenihaf,
Et dexó en Valençia sus mayordomos que
guardasen lo suyo et que cogiesen aquel
pecho que le davan: a un su alguazil que era
moro que avié nonbre Abenalfarax, et gran
gente de cristianos que estavan y, et un
obispo que era del rey don Alfonso, et un
mandadero del rrey don Pedro de Aragón.
Todas estas gentes dexó el Çid en el Alcudia,
que es çerca de Valençia, quando se él fue a
Çaragoça; ovo de tardar alla un gran tienpo,
así como avemos dicho. Mas agora dexa la
ystoria de fablar del Çid por contar de los
moros de Valençia.
Et fyncaron en Valençia los sus mayordomos
—que le recabdavan lo suyo et cogían el
tributo que le dauan— et un su alguazil que le
dezían Abén Farax, e un obispo del rrey don
Alfonso, et otra gente de christianos que dexó
con el alcayde.
[Nuevo capítulo]
[Nuevo capítulo]
El Çid estando en Çaragoça, folgaron
yaquanto los de Valençia del mal que reçibién
d’él et de lo que se temién del mal que avrían
por engaño, así que se atrevién ya de
Estando el Çid en Çaragoça, folgaron
yaquanto los de Valençia. Et parejávanse
(apartávanse G) en casa de un moro que
dezían Abarafín, et contava (contauan G) las
F/E2d
19
de su engano (sic; por su enganno E2d), ansy
que se atrevían ya en ayuntarse en casa de un
alcayde que abía y que dezían (que.l’ dizien
E2d) Abenialf (Abeniaf E2d) Et fallauan
(fablauan E2d) de los pleitos et del tuerto que
resçibían d’él desque el Çid se apoderara en
Balencia et Abén Alfarax el alguazil, et
dezían que non era cosa que pudiesen sofrir,
ansy que se esquivaban [b] mucho de Abén
Alfarax. Et aquel Abenialf el alcayde otrosy
esquibávase mucho d’él, de guisa que se
guardavan el uno del otro. Et Abén Alfarax
(et aquel Abenalfarax E2d) entendiólo (entendiéndolo E2d), e quería (querié E2d) pasar a
él, mas atendió (atendié E2d) fasta que viniese
el Çid, ca tenía quando (t. que quando E2d)
veniese que luego (v. luego E2d) queda-ría
aquel bolliçio todo (todo aquel b. E2d) que
abían los de la villa (que avién en la v. E2d).
Et Abenialf entendió cómo Avén Alfarax
quería pasar a él (p. contra él E2d), e envió
luego sus mandaderos a Abenaxa, el adelantado de los almorábides que era ya señor de
Murçia, que veniese e que le darían (quel
darié E2d) Valençia. Et ouo su consejo con el
alcayde de Algezira Xucar que enviase dezir
lo que le paresçía en ello (X. que enbiasse
dezir Abenaxa E2d); otrosy que se apresurase
a venir o que enviase su alcayde (su alcayat
E2d) con poder e que se veniese para Algezira
Xúcar, que era acerca, e que dende se yría
para Valençia
Versión crítica (ms. Ss)
entendiendo commo Abefarat el alguacil del
Çid querié pasar contra él, enbió sus
mandaderos [a] Abenhaxa, el adelantado de
los almorávides, que era ya señor de Murçia,
que veniese luego e que le darié Valençia; e
aun ovo su consejo con el alcalde de Aljezira
Xúcar que lo enviase dezir otrosí a Abenhaxa
e que se acuytase de venirse ayna.
Crónica manuelina (ms. Br)
Crónica de Castilla (mss. P y G)
ayuntarse en casa de vn alcalde que dizién
Abenyaf. Et fablavan de las premias et del
tuerto que reçibieran desde que él se
apoderara en Valençia, et Abenalfarax
alguacil. Et dezién que non era cosa que
deviesen sofrir, así que esquivavan mucho de
Abenalfarax. Et Abeniaf el alcalde otrosí
esquivávase mucho d’él, de guisa que se
guardavan el uno del otro. Et Abenalfarax
entendiólo et quería pasar a él, mas atendía
fasta que viniese el Çid; ca tenié que quando
viniese luego quedarié el bolliçio que avién
los de la villa.
premias e males que rrecebían del Çid e de
sus offiçiales, diziéndole: «Non lo devemos
sofrir». Et por esto esquivavan de su consejo
a Abén Farax. E Abén Yarf, el alcalde,
recelávase de Abén Farax, et guardávanse el
uno del otro. Et quando Abén Alfarax
entendió el bolliçio que Abén Yarf metié en
la villa, quisiéronlo prender, mas non osaron
fasta que vino el Çid, ca tenían que quando
viniese, que quedaría el bolliçio.
Et Abeniaf entendió cómo Abenalfarax querié
pasar a él, et enbió sus mandaderos a
Abenaxar, el adelantado de los almorávides
que era ya señor de Murçia, que viniese et
que le darié a Valençia. Et ovo su consejo con
un alcaet de Algezira Xúcar que enviase
otrosí dezir a Abenaxa que se apresurase a
venir, et que armase su alcaet con poder, et
que viniese por Algezira Xúcar que era cerca,
e dende se yrié luego a Valençia.
Et Abén Yarf, el alcayde, sopo cómmo Abén
Jarf que quería pasar contra él. Et embió sus
mandaderos a Aly Abén Axa, adelantado de
los alárabes que era sseñor de Murçia, que sse
viniesse e que le daría a Valençia. Et embiólo
otrossy dezir a Júcar, que era el alcayde de
Algezira, que le diesse priessa que viniesse o
que embiasse su poder et que sse viniesse por
Algezira, que era çerca de Valençia.