Emblemata, 15 (2009), pp. 29-70
ISSN 1137-1056
EL PENDÓN DE SAN ISIDORO O DE BAEZA:
SUSTENTO LEGENDARIO
Y CONSTITUCIÓN EMBLEMÁTICA
ALBERTO MONTANER FRUTOS*
En la colegiata de San Isidoro de León se conserva una excepcional pieza
vexilológica medieval, conocida indistintamente como Pendón de Baeza, por
las razones legendarias que se irán viendo, o de San Isidoro, por representar
en su paño al letrado obispo de Sevilla, aunque en una inusual actitud de
obispo batallador.
La que se podría considerar communis opinio o versión vulgata de los datos
fundamentales sobre esta pieza es la ofrecida por quien fue abad de la colegiata e historiador de la misma:
Desde 1147 acaricia el aire de España el Milagroso Pendón de San Isidoro.
En la canícula veraniega de aquel año, el emperador Alfonso VII se vio detenido en los escarpes de Baeza, en su avance hacia Almería. Interviene Isidoro
cuando ya las huestes leonesas se disponen a levantar el cerco. Fruto y recuerdo de esta intervención es la efigie del Santo, caballero sobre caballo tendido a
galope, enjaezado con silla de altos borrenes y rico freno enfundado en sedas.
La efigie es doble, por ambos lados del paño, que las damas de León bordaron
en el mismo Real de Baeza.1
* Catedrático de la Universidad de Zaragoza y Secretario Científico de la Cátedra de
Emblemática «Barón de Valdeolivos» de la Institución «Fernando el Católico», Excma.
Diputación Provincial, Plaza de España, 2; 50071 Zaragoza. Correo electrónico:
[email protected]. El presente trabajo se enmarca en las actividades del Proyecto del Plan Nacional de I+D+i
FFI2009-13058: Formas de la Épica Hispánica: Tradiciones y Contextos Históricos. Agradezco sus útiles comentarios a mis colegas de las Universidades de Zaragoza, Oviedo y Salamanca Ángel
Escobar, Fernando Baños y Francisco Bautista. Igualmente, doy las gracias a la profesora Etelvina
Fernández González, de la Universidad de León, por su generosa ayuda bibliográfica y documental, así como a la diseñadora gráfica Rosa Ana García López por la realización de las figuras
3, 4 y 5.
1
Viñayo (1979: 32a). Admite también el elemento básico de la leyenda (es decir, la creación
de la cofradía y pendón de San Isidoro en el real de Baeza) Rodríguez Fernández (1972: 11-12 et
passim). De que esta sigue siendo la visión predominante da cuenta la ficha incluida en
Artehistoria: Revista digital, de la Junta de Castilla y León; sección «Tesoros del arte español», s. v.
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Figura 1. Pendón de San Isidoro o de Baeza (anverso).
Aunque ya Gómez Moreno (1925-1926: I, 211) y Alcolea (1958: 382) retrasaron la datación del pendón al siglo XIII, la fecha tradicional ha sido la predominante, hasta el punto de que incluso parte de quienes han advertido el
anacronismo de la presencia en un supuesto paño del siglo XII de las armas
cuarteladas de Castilla y León han preferido ofrecer explicaciones conciliatorias, suponiendo, sin prueba alguna, que se trataba de añadidos posteriores,
«Pendón de Baeza», accesible en línea en <http://www.artehistoria. jcyl.es/tesoros/
obras/20270.htm> [consultada el 18.11.2009], que se limita a resumir lo que al respecto dice
Viñayo (1979: 32a-b).
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Figura 2. «El Milagroso Pendón de Baeza (siglo XII), reliquia nacional con honores de Capitán
General» (Viñayo 1979: 31, fig. 24).
como Calvo y Grávalos (1983: 28, núm. 10) y Gómez Herrera (2007: 2/ 14-15).2
Sin duda, la presencia del cuartelado inaugurado por Fernando III en justifica un terminus a quo o data más temprana en 1231, fecha en que se documentan los primeros sellos con dicha composición heráldica (cf. Menéndez Pidal
de Navascués 1982: 88), pero no establecen un terminus ad quem o data más
tardía admisible. En cambio, los detallados trabajos de Fernández González
(1993 y 1995) han permitido retrasar la fecha al siglo XIV. Sus elementos de
juicio son, además de las armas reales castellano-leonesas, las características
de la cabezada del corcel que cabalga el santo, la tipología de las espadas presentes en el bordado (la que blande San Isidoro y la que empuña el brazo de
Santiago) y la de la de la cruz que enarbola el primero. «Teniendo en cuenta
2 Lo mismo indica Xavier Aguado (aunque no se basa sólo en dichos autores) en la entrada
correspondiente del sitio web Vexilología Militar, accesible en línea en < http://www.banderasmilitares.com/detalle_bandera.php?id=27> [consultado el 18.11.2009].
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todos los datos aquí expuestos, así como la tércnica del bordado, tan elaborado y, especialmente, los valores estéticos del mismo, el Pendón […] no es
anterior al siglo XIV» (Fernández González 1993: 36).
Esta datación, admitida por Cavero (2006: 124) llevó a dicha autora a relacionar la confección del pendón con la restauración de la cofradía de San
Isidoro por parte del abad don Marino en 1331. Por mi parte, en un trabajo
previo3 he vuelto sobre los elementos señalados por ambas autoras, realizando un análisis más detallado de los elementos susceptibles de datación, que
me ha permitido concluir que, en efecto, el Pendón de San Isidoro se elaboró
en el período comprendido entre dicho año de 1331 y el de 1360, aunque más
cerca del segundo que del primero, como un efecto secundario de la restauración de dicha cofradía, que no se convertiría en la Muy Ilustre, Imperial y
Real Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro hasta hasta pleno siglo
XVII.
Por otro lado, las dudas suscitadas sobre la cronología se emparejan con
las planteadas por la constitución misma de la pieza. En su disposición actual,
el aspecto que presenta el pendón es el de un estandarte farpado de dos picos
o farpas aguzadas, aunque irregulares, siendo más larga la de la derecha del
espectador, en cuyo paño se distribuyen cuatro bloques gráficos (figura 3),
que enumerados en orden descendente y de la periferia al centro son: 1) una
serie de castillos y leones alternados, 2) un brazo armado de una espada
moviente de una nube y acompañado de una estrella de ocho puntas, 3) un
escudo cuadrilongo de base semicircular cuartelado de Castilla y León, y 4) la
efigie de un obispo a caballo, revestido de pontifical, que enarbola una cruz
litúrgica pometeada y flordelisada en la mano izquierda y una espada en la
derecha.
Ahora bien, estos bordados no se hallan sobre su soporte original, sino que
fueron trasladados de su original paño de tafetán rojo a otro de damasco del
mismo color, en torno a 1900 (Montaner, en prensa a; cf. Gómez-Moreno 19251926: I, 211-12). Teniendo en cuenta la coherencia interna en la disposición
relativa de sus componentes y la tipología de las enseñas del período, puede
concluirse (como justifico con más detalle en el trabajo citado) que el modelo
original respondía a una bandera rectangular con cinco farpas, con la siguiente disposición de sus componentes (figuras 4 y 5): en el ángulo superior al
asta, el elemento 2) un brazo armado de una espada moviente de una nube y
acompañado de una estrella de ocho puntas; debajo del mismo, pero sin llegar seguramente a cantonarse en el ángulo inferior, el elemento 3) un escudo
cuadrilongo de base semicircular cuartelado de Castilla y León; en el centro
3 En la ponencia leída en el XXIII Congreso Nacional de Vexilología, celebrado en Basauri
el 8 y 9 de noviembre de 2008 (Montaner, en prensa a).
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Figura 3. Elementos constitutivos del Pendón de San Isidoro, según su actual disposición.
del paño, aunque levemente desplazado hacia el batiente, el elemento 4) la
efigie de un obispo a caballo, revestido de pontifical, que enarbola una cruz
litúrgica pometeada y flordelisada en la mano izquierda y una espada en la
derecha, y distribuidos en las farpas los componentes del elemento 1) una
serie de castillos y leones alternados.
Estas conclusiones nos permiten acercarnos a la fecha y al aspecto originales del Pendón de San Isidoro, pero no resuelven por completo la cuestión
de su origen, puesto que la enseña del siglo XIV podría constituir una copia
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Figura 4. Reordenación de los elementos constitutivos del Pendón de San Isidoro,
según su presumible disposición original.
de un modelo anterior. Por lo tanto, parece razonable proseguir la indagación
iniciada en el trabajo citado arriba estudiando la tradición misma para ver si
permite clarificar la situación, así como arrojar luz sobre la propia constitución iconográfica y emblemática del célebre pendón.
1. LA LEYENDA DE LA BATALLA DE BAEZA
Como es habitual en las fuentes medievales, las más tempranas reflejan
una situación bastante diferente de la que ofrecen las tardías, que son las que
usualmente han proporcionado la versión vulgata perpetuada por la historiografía de la Edad Moderna y que en algunas ocasiones han resistido incluso a los avances críticos de la investigación contemporánea. Frente a lo que
sucede en otros casos, en los que las primeras noticias escritas están teñidas
ya de leyenda, en el caso de la toma de Baeza se establece una clara diferencia entre la información coetánea y el desarrollo hagiográfico, que, sin embargo, se adueñará del relato histórico antes de mediar el siglo XIII.
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Figura 5. Restauración virtual (aproximada) del Pendón de San Isidoro.
1.1. LAS FUENTES HISTORIOGRÁFICAS TEMPRANAS
El testimonio más antiguo relacionado con la conquista de Baeza por
Alfonso VII en la campaña que le llevó finalmente a la toma de Almería el 17
de octubre de 11474 es la composición poética conocida como Poema o Prefatio
de Almeria, un texto prácticamente coetáneo de la misma.5 Los escasos versos
4
Sobre la fecha y el papel de esta campaña, véanse Lomax (1984: 120-121); Valdeón (2006:
107-108), y con más detalle Recuero (2003: 249-262).
5
Usualmente la composición de este poema, así como la de la Chronica Adefonsi Imperatoris,
a la que sirve de colofón, se sitúan entre agosto de 1147 (campaña de Almería) y febrero de 1149
(fallecimiento de la emperatriz Berenguela), antes de la muerte de Alfonso VII en 1157. No obstante, dado que el autor declara expresamente escribir de oídas: gesta Adefonsi imperatoris […]
sicut ab illis qui uiderunt didici et audiui, describere ratus sum = ‘me he propuesto describir las hazañas del rey Alfonso […] según las aprendí y oí de quienes las vieron’ (CAI, I, Pref., 4-7) y se refiere constantemente al Emperador en pasado (el v. 8 del Poema de Almería, si complacet Imperatori,
alude al Christus imperans, como el Rex del v. 1, no a Alfonso VII), cabe pensar más bien en una
obra compuesta tras la muerte de dicho monarca y durante el corto reinado de su hijo Sancho III
(1157-1158), lo que, de todos modos, apenas modifica la cronología (véase Montaner y Escobar,
en prensa: cap. II, n. 163).
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que dedica a la localidad que nos ocupa son, por contraste, extraordinariamente significativos. La mención se incluye en un pasaje dedicado a narrar
las plazas ocupadas por el Emperador tras la caída de Andújar (vv. 308-316):6
Redditur et Bannos, castellum nobile quoddam.
Inclyta Ba<r>iona <exper>ta non sponte corona<m>
Redditur inuictis uexillis imperatoris.
Nobilis urbs alia, que fertur uoce Baeza,
Visis tot signis, magno concussa tremore,
Deposito prisco collum submittit honore
Et gaudet reddi, cum non ualet <esse> rebellis.
Cetera castella Mauri, que sunt ea circa,
Omnia cum reddunt, uitam pro munere poscunt.
También se rinde Baños, un noble castillo.
La ínclita Arjona, sufrida a su pesar la victoria,
Se rinde a las invictas enseñas del Emperador.
Otra noble ciudad, que lleva el nombre de Baeza,
Vistas tantas señales, agitada por un gran temblor,
Depuesta su primitiva dignidad, doblega la cerviz
Y se alegra de rendirse, puesto que no es capaz de rebelarse.
Otros castillos del moro, que están cercanos a aquéllos,
Conforme los rinden a todos, reclaman la vida a cambio de presentes.7
6
Para la discutida identificación de las localidades citadas en estos versos, en especial la
que en los mss. aparece como Baiona, cf. Morales Talero (1960: 44-45) y Rodríguez Fernández
(1972: 21).
7 En esta, como en las demás citas de textos latinos, doy mi propia traducción, pero aquí he
tenido a la vista las de Sánchez Belda (1950) y Pérez González (1997). En el complejo caso del
verso 309, he aceptado la sugerencia del Prof. Gil (1990) en nota de su aparato crítico (aunque no
adoptada en el texto) y traduzco en consecuencia. La mayoría de los manuscritos (DEMS) ofrecen para el segundo hemistiquio la lectura scripta non sponte corona, que Maurilio Pérez (siguiendo el texto editado por Gil) vierte por «tras inscribir la corona involuntariamente», lo que es tan
literal como carente de sentido (no por falta de la traducción, desde luego, sino de la fuente). El
ms. A lee un igualmente inviable sperat non sponte corona, mientras que L ofrece spreta non sponte
corona, aceptado por Sánchez Belda en su edición y que podría traducirse como «privada a la
fuerza de corona». Sin embargo, en el latín hispánico coetáneo, sperno siempre significa ‘despreciar’, salvo en un pasaje (repetido en las crónicas de Sampiro, Silense y Najerense) referido al rey
Ordoño II, quien duxit uxorem ex partibus Galletie nomine Agaruntum, que postea fuit ab eo spreta, quia
non placebat ei, donde parece significar más bien ‘rechazar’ (vid. López Pereira et al. 1993: II, 10801081). Parecería entonces más apropiada la traducción del mismo Sánchez Belda: «humillada a la
fuerza su corona». Sin embargo, humillar no es lo mismo que despreciar y, sobre todo, nada justifica que a Arjona se la atribuya una corona, pues no era capital de taifa ni de distrito (pertenecía
a la cora la de Jaén, vid. Vallvé 1986: 274). En todo caso, corona tampoco presenta en estos textos
el sentido abstracto del poder o la dignidad regios (López Pereira et al. 1993: I, 209; Maurilio Pérez
González et al., en prensa: s. v.); se refiere siempre una corona concreta (corona ex auro, gemmata
corona), aunque pueda serlo en sentido figurado (corona iustitiae, corona martyrii). En este sentido,
proporcionan una clave los vv. 44-45 del mismo Poema de Almería: Argenti dona promittunt cumque
corona / Quicquid habent Mauri rursus promittitur auri, es decir, «Ofrecen premios de plata y, con la
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
Como puede advertirse, la toma de Baeza fue una mera capitulación, sin
batalla alguna y carente de cualquier portento, que se inscribe como una
cuenta más en el rosario de rendiciones que produjo la caída de Andújar en
el imparable avance de las tropas cristianas hacia Almería.8 Lo mismo se
deduce de la noticia de los Anales Toledanos Primeros: «Dieron al Emperador
Baeza. Era MCLXXXV [= año 1147]» (p. 389),9 cuyo verbo se refiere al hecho
de que, según sabemos por los historiadores árabes, dicha plaza fue entregada, junto con Úbeda, a Alfonso VII por Ibn Gniyah, el último caudillo almorávide, a cambio de que el Emperador lo ayudase contra los almohades, el
año 541 de la hégira.10 En la misma línea se sitúa el siguiente eslabón de la tradición historiográfica, constituido por la escueta noticia de la Chronica latina
regum Castellae, § 5, redactada muy probablemente por el obispo Juan de
Osma en el segundo cuarto del siglo XIII:11
victoria, / prometen una vez más cuanto de oro tienen los musulmanes» (versión de Sánchez
Belda; la de Pérez González es levemente distinta, pero igual en cuanto al inciso que nos ocupa).
Resulta, por tanto, aconsejable aceptar la enmienda de Gil, experta non sponte coronam, con el sentido de «experimentada involuntariamente la victoria» o «a su pesar sufrida la victoria» (la cristiana, se entiende).
8 Como ya señaló Rodríguez Fernández (1972: 21, n. 22), el cerco de Andújar se desarrollaba durante el mes de julio, como consta por la data sincrónica de un documento incluido en el
Tumbo de Caaveiro, ff. 6ra-6va (cito a través del CODOLGA): Facta carta in ripa de Godalquevir, in
obsidione Indulgie, et data ibiden prenominato fratri Pelagio Ihoannis, qui tunc ad expeditionem uenerat,
VIº Xº kalendas augusti, era MCLXXXV = ‘Expedido el diploma en la ribera del Guadalquivir, en
el cerco de Andújar, y dado allí mismo por el precitado fray Pelayo Ibáñez, que entonces había
venido a la expedición, el 16 de las calendas de agosto de la era de 1175’, es decir, el 17 de julio
de 1147.
9
La entrada siguiente indica «Prisieron cristianos genueses Almería. Era MCLXXXV», lo
que establece claramente la diferencia entre la toma por asedio de dicha plaza y la mera entrega
o capitulación de Baeza.
10
Vid. Huici (1960), quien establece la equivalencia 541 H = 1146 d. C., aunque dicho año se
extendió entre el 13 de junio de 1146 y el 1 de junio de 1147 (vid. Ubieto Artur 1984: I, 305). En
realidad la ocupación de Baeza tuvo que darse más tarde, puesto que las tropas de Alfonso VII
estaban todavía en Calatrava el 9 de junio, mientras que seguían en Baeza a mediados de agosto
(vid. Recuero 1979: 181-182) y el cerco de Andújar se desarrollaba aún a mediados de julio (véase
la nota 9), como señala Rodríguez Fernández (1972: 20 26 y 32), quien, por otra parte, considera
que el Emperador se hallaba en Córdoba el 24 de junio de 1147 (p. 20), pero el pasaje de la
Chronica Adefonsi Imperatoris al que remite (II, 107 [202]) se refiere al asedio de Córdoba de 1146
(vid. Sánchez Belda 1950: LVIII-LIX, y Pérez González 1997: 128-129; cf. Anales Toledanos Primeros,
p. 389, y Recuero 2003: 249), objeción que intenta rebatir infructuosamente el mismo Rodríguez
Fernández (1972: 25-26), cuya fijación de la supuesta batalla de Baeza el 25 de julio (día de
Santiago) de 1147 (p. 34) carece en realidad de base.
11
Sobre su autoría (Juan de Soria, obispo de Osma) y cronología (una redacción por etapas
entre 1223 y 1237) es indispensable el trabajo de Fernández-Ordóñez (2006 [2008]), complementado por el de Bautista (2006 [2007]).
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<R>egis Alfonsi, qui postea dictus est Imperator, filii comitis Remondi et regine
Vrrace, regni principium debile fuit; sed melior fortuna secuta est fauente siquidem sibi
diuina gratia, in cuius manu sunt omnium potestates et omnia iura regnorum. Totam
Galleciam et Asturias et terram Legionis et Castellam et Extrematuram et ultram
serram multis temporibus in pace tenuit, et multa mala intulit Sarracenis: Cordubam
siquidem cepit et Baeciam et Andujar et Montor, et alia multa in partibus illis castra
et uillas obtinuit; Almariam insuper cepit. Felix siquidem in acquirendo sed minus discretus in retinendo.
El inicio del reinado del rey Alfonso, que más tarde fue llamado el
Emperador, hijo del conde Raimundo y de la reina Urraca, fue débil; pero le
siguió una fortuna mejor, siéndole favorable la divina gracia, en cuya mano
están los poderes y derechos de todos los reinos. Tuvo en paz mucho tiempo
toda Galicia, Asturias, la tierra de León, Castilla, Extremadura y la Transierra,
e hizo mucho daño a los sarracenos, pues tomó Córdoba, Baeza, Andújar y
Montoro, y obtuvo en aquellas partes muchos castillos y villas; además tomó
Almería. Fue, pues, afortunado adquiriendo, pero menos discreto reteniendo.
La inclusión de Baeza en este breve catálogo de conquistas revela que se
la consideraba una plaza importante, pero no muestra siquiera un germen del
posterior desarrollo hagiográfico. Por lo tanto, todas las tradiciones relativas
al origen del pendón y de la cofradía que pretendidamente lo custodiaba
(sobre la que volveré luego) en la supuesta batalla de Baeza carecen de cualquier fundamento histórico.12 Quedan, entonces, dos opciones: o bien la vinculación del pendón de San Isidoro con Baeza se debe a una leyenda etiológica, es decir, explicativa del origen del mismo (y en tal caso podría dudarse
incluso de que la efigie bordada en ella representase al Doctor de la Iglesia y,
desde hace bien poco, santo patrono de Internet), o bien la leyenda ha llevado a la elaboración de la enseña con una deliberada función conmemorativa.
Pero antes de dar una posible respuesta a este interrogante es necesario proseguir nuestro recorrido por la tradición.
1.2. LA PLENA ELABORACIÓN HAGIOGRÁFICA
Si hasta principios del siglo XIII no hay el menor rastro de una supuesta
batalla de Baeza y, lógicamente, aún menos de cualquier elaboración tauma12 Pese a citar las fuentes casi coetáneas previamente consignadas, Recuero, (1979: 181 y
2003: 259), considera que la entrega de ambas ciudades «no parece que se hiciera de forma totalmente voluntaria: el asedio de Baeza fue prolongado, lo que costaría un retraso en los planes del
ejército cristiano y la pérdida de parte de su contingente». Pero esto, válido para Andújar, según
los datos del propio Poema de Almería, sólo puede aplicarse a Baeza de aceptar el relato de las
fuentes hagiográficas del siglo XIII, que carece de toda fiabilidad histórica, como a continuación
se verá.
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
túrgica del episodio, ésta irrumpe de forma completamente madura por las
mismas fechas en que se redactaba la citada Chronica latina regum Castellae. En
efecto, casi simultáneamente13 el anónimo autor de la Historia translationis
Sancti Isidori, V, 4, ofrecía ya un relato muy expandido y netamente legendario del episodio:14
Cum serenissimus imperator Adefonsus pro dilatandis sancte ecclesie finibus ac
inimicis crucis Christi Hysmaelitis expugnandis eorum fines quam plurimos deuastasset, Beaciam, quondam Christianorum urbem, a predictis Agarenis inuasam cum
militari manu perpauca consueto obsedit. Quod factum cum Sarraceni ex circumadiacentibus ciuitatibus percepissent, innumerabili suorum multitudine conglobata
Catholici imperatoris castra euertere properabant. Considerantes itaque Sarraceni
Christiani exercitus paucitatem, de suorum uiribus atque multitudine confidentes,
Christianorum cuneos quinta feria uesperascente ex omni parte uallarunt, parati ut
altera die, scilicet sexta feria, illucescente, congresso bello, imperatorem cum suis rumfeali perimerent ultione. Videns autem clarissimus imperator se cum suis aduersariorum impetum sustinere non posse, consternati animo misericordem Deum in auxilium
inuocabant. Dum ergo hec ita se gererent, imperator, sedens in tentorio, aliquantisper
somno correptus, aparuit ei quidam uir ueneranda canice comptus, episcopali infula
decoratus, cuius facies rutilabat ut sol clarissimus, circa quem dextera gladium igneum
ancipitem tenens gradiebatur; tali que eum uoce benigne affatus est dicens: «O
Adefonse, cur dubitas? Omnia enim possibilia sunt Christo imperatori magno Deo
nostro». Et adiecit: «Vides hanc Hysmaelitarum multitudinem? Prima luce sicut
fumus euanescent a facie tua. Ego namque tibi et nascituris ex genere tuo a Deo datus
sum custos, si ambulaueritis coram eo in ueritate et corde perfecto». Dixit ei imperator: «Quis es, sanctissime pater, qui mihi talia loqueris?» «Ego sum», ait,
«Hispaniarum doctor Ysidorus, beati Iacobi apostoli predicatione successor, dextera hec
13 Estévez (1997: 134-137) sitúa el texto a finales del siglo XII o principios del XIII. Como bien
señalan dicho autor y, precedentemente, Henriet (1997: 56; cf. tb. 2001: 252), la Historia tiene que
ser posterior a 1170, año del asesinato de Santo Tomás Becket, a quien se alude en el texto cuando se enumeran, entre las reliquias de la iglesia de San Juan Bautista (la actual colegiata de San
Isidoro), de uestimentis et ossibus beati Martini et beati Nicholay et sancti Augustini et beati Thome
Cantuariensis archiepiscopi = ‘parte de los vestidos y huesos de San Martín, de San Nicolás, de San
Agustín y de Santo Tomás, arzobispo de Canterbury’ (V, 1, 27-28). Esto permite afinar un poco
más el terminus post quem, dado que Becket fue canonizado por el Papa Alejandro III en 1173. No
obstante, habida cuenta que en el texto la entrega de tales reliquias se atribuye al rey Fernando I
(† 1065), es obvio que el autor de la Historia translationis no sólo no fue contemporáneo del santo,
sino ni siquiera del momento de la llegada de sus reliquias (reales o supuestas) a la colegiata leonesa. Por otra parte, dado que el terminus ante quem o fecha anterior a la cual se compuso el texto
viene fijada por su empleo en las obras de Lucas de Tuy, en torno a 1225-1235 (como han demostrado el propio Estévez 1997: 133-134 y Falque 1998: 213-219), parece prudente situar la composición de la misma a lo largo del primer tercio (a lo sumo el primer cuarto) del siglo XIII, más o
menos en el mismo período de redacción de la Chronica latina regum Castellae.
14
Sigo el texto de la edición de Charlo citada en la bibliografía, pero retoco en algunos pasajes la puntuación, además de adoptar alguna de las soluciones de Henriet (1997) en la edición del
pasaje paralelo del Tudense (véase la nota siguiente), como editar circumadiacentibus por circum
adiacentibus o aliquantisper somno por aliquantis per somno.
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eiusdem Iachobi apostoli est, Yspanie defensoris». Et his dictis uisio ablata est.
Euigilans igitur imperator, conuocatis episcopis et, qui cum eo erant, comitibus, ex
ordine eis narrauit uisionem. Qui cum audissent, pre nimio gaudio ubertim lacrimas
fundentes Dei omnipotentis clemenciam conlaudabant. Quidam uero ex eis dixerunt:
«Domine, si acceptum est uestre maiestati, statuamus confraternitatem, nos eius
patrociniis tam in uita quam in morte comendantes». Placuit sermo cunctis et factum
pacis osculo firmauerunt. Verum quia regina domina Sancia studiose imperatori suggesserat quatinus reuerendum Petrum Arie priorem, qui cum suis canonicis sub abitu
et regula beati Augustini in Carualianensi degebat monasterio, ad Legionensem sancti Ysidori transferret ecclesiam, quidam eiusdem regine milites sue domine beniuolenciam captantes inquiunt suadentes: «Domine, si placet uestre celsitudini quod petit
soror uestra regina dompna Sancia, admodum esset Deo acceptum et sanctissimo confessori atque toti imperio uestro canonichorum orationes remedium salutare». Ad hec
imperator respondit: «Et unde hoc scimus, utrum hoc placeat Deo et eius confessori uel
non?» Cui obtimates responderunt: «Etiam, domine, quibusdam seruis Dei insinuacione superna est reuelatum et sorori uestre regine dompne Sancie». Ad hec gratias
agens imperator benedixit Dominum. Pontifices autem sacri una cum comitibus gratias agentes ordinauerunt simul quod cum acclamatione nominis sancti Isidori et sancti Iacobi a prima aurora hostes aggrederentur. Imperator uero post hec pressus sopore,
aparuit ei beatus confessor letiori uultu dicens: «quam statuisti confraternitatem in
mea protectione suscipio et eam fideliter obseruantibus ero adiutor in uita et in morte.
Quod autem de Petro Arie priore atque eius canonicis est tibi suggestum, Deo omnipotenti et gloriosissime genitrici eius acceptum est et mihi. Fac igitur confortare et esto
uir, quia aurora illuscescente tradet tibi Dominus meo obtentu huniuersam hanc multitudinem; insuper omnes citra mare Sarracenorum reges tuo subdentur dominio». His
dictis sanctus disparuit. Factus itaque imperator audacior de uisione, ut sui ad bellum
procederent, imperauit. Qui iussa uiriliter adinplentes Sarracenorum exercitum
deuastabant. Videntes autem Agareni Christianorum audatiam et se suis trucidari
mutua cede terga dederunt fugiendo nostris relicta multitudine spoliorum. Sarraceni
uero qui erant in ciuitate ad imperatorem egressi se et ciuitatem eius dominio tradiderunt. Reliqui uero Yspanie reges Sarracenorum et etiam Christianorum principes, perpendentes cum Catholico imperatore celestem uictoriam, ei se uasallos et tributarios
beati Ysidori uictoria statuerunt. Post thot felicibus successibus in Legione regressus,
accersito uenerande sanctitatis Petro Arie priore, uix ab eo multis precibus obtinuit
quod cum suis canonicis ad sancti Ysidori monasterium transferretur, tradens eis plura
dona et priuilegia perpetue libertatis.
Comoquiera que el serenísimo emperador Alfonso, a fin de dilatar los límites de la santa iglesia y combatir a los ismaelitas, enemigos de la cruz de Cristo,
devastase sus fronteras, con su tropa muy pequeña para lo acostumbrado asedió Baeza, una ciudad de cristianos invadida por los predichos agarenos.
Hecho lo cual y habiéndose enterado de ello los sarracenos de las ciudades circundantes, reunida una innumerable muchedumbre de los suyos, procuraban
destruir el campamento del Emperador. Considerando los sarracenos la escasez del ejército cristiano, confiados en sus fuerzas y en su multitud, al atardecer de un jueves cercaron las haces cristianas por todas partes, preparados para
que al clarear el día siguiente, es decir, el viernes, aniquilasen al Emperador y
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
a los suyos con la venganza de la ronfea. Viendo, pues, el ilustre emperador
que él y los suyos no podrían sostener el ímpetu de los adversarios, con ánimo
consternado llamaban en su auxilio a Dios misericordioso. Mientras las cosas
sucedían así, al Emperador, sentado en la tienda e invadido por el sueño
durante cierto tiempo, se le apareció cierto varón coronado de venerables
canas, tocado con la ínfula episcopal, cuyo rostro brillaba como el sol clarísimo,
junto al cual avanzaba una diestra que sostenía una espada ígnea de doble filo;
quien era tal que se dirigió a él con voz benigna, diciendo: «¡Oh, Alfonso! ¿por
qué dudas? Todo es posible para el gran emperador Cristo, Dios nuestro». Y
añadió: «¿Ves esta gran muchedumbre de ismaelitas? Pues con las primeras
luces se desvanecerán ante ti como el humo. Pues yo he sido dado por Dios
como protector para ti y tus descendientes, mientras andéis ante él con sinceridad y corazón perfecto». El Emperador le dijo: «¿Quién eres, padre santísimo,
que me dices tales cosas?». «Yo soy», respondió, «el doctor de las Españas,
Isidoro, sucesor en la predicación del santo apóstol Santiago, y esta diestra es
la del mismo apóstol Santiago, defensor de España». Y dicho esto, la visión se
interrumpió. Habiéndose despertado el emperador, convocados los obispos y
los condes que estaban con él, les contó en orden esta visión. Aquéllos, oyendo
esto, deshechos en abundantes lágrimas por la inmensa alegría, alababan la clemencia de Dios omnipotente. Pero algunos de entre ellos dijeron: «Señor, si
place a vuestra majestad, establezcamos una cofradía de cuyo patrocinio nos
encarguemos, así en la vida como en la muerte». Estas palabras agradaron a
todos y confirmaron el acuerdo con el beso de paz. Mas porque la reina doña
Sancha sugirió con ahínco que trasladase al prior Pedro Arias, que vivía con
sus canónigos bajo el hábito y regla de San Agustín en el monasterio de
Carvajal, a la iglesia leonesa de San Isidoro, algunos caballeros de la reina que
habían atraído la benevolencia de su señora, le dicen con ánimo de persuadirlo: «Señor, si le place a vuestra alteza lo que pide vuestra hermana la reina doña
Sancha, sería muy agradable a Dios y al santísimo confesor y las oraciones de
los canónigos serían un remedio saludable para todo vuestro imperio». A esto
respondió el Emperador: «¿Y cómo sabremos si esto complacerá a Dios y a su
confesor, o no?» A lo cual respondieron los magnates: «Señor, también a ciertos
siervos de Dios les ha sido revelado por inspiración suprema, así como a vuestra hermana la reina doña Sancha». Dando gracias por ello, el Emperador bendijo al Señor. Los sagrados pontífices juntamente con los condes, dando gracias, ordenaron a la vez que, proclamando los nombres de los santos Santiago
e Isidoro, acometiesen a los enemigos al romper el alba. Tras ello, habiendo
sido el emperador presa del sopor, se le apareció el santo confesor, con rostro
aún más alegre, diciendo: «La cofradía que has creado tomo bajo mi protección
y daré mi ayuda en la vida y en la muerte a quienes guarden fielmente su
observancia. En cuanto a lo que se te ha sugerido sobre el prior Pedro Arias y
sus canónigos, les es grato a Dios omnipotente y a su gloriosísima madre, y a
mí mismo. Confórtate, pues, y sé un hombre, pues al romper el alba te entregará Dios, por mi intercesión, toda esa multitud y además todos los reyes sarracenos de ultramar se someterán a tu dominio». Dicho esto, el santo desapareció. Hecho así el Emperador más osado por la visión, ordenó que los suyos se
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Alberto Montaner Frutos
lanzasen a la batalla. Éstos, cumpliendo el mandato virilmente, devastaban el
ejército de los sarracenos. Viendo, pues, los agarenos la audacia de los cristianos y que ellos mismos eran muertos por los suyos en mutua masacre, volvieron las espaldas huyendo, dejada a los nuestros una multitud de despojos. Los
sarracenos que estaban en la ciudad salieron y se pusieron ellos y la ciudad
bajo su dominio. El resto de los reyes sarracenos de España y también los príncipes de los cristianos, percatándose de la celestial victoria con el católico
Emperador, se establecieron como vasallos y tributarios suyos, por la victoria
de San Isidoro. Habiendo regresado a León tras tantos felices sucesos y convocado el prior Pedro Arias, de venerable santidad, a duras penas obtuvo de él
con muchos ruegos que se trasladase con sus canónigos al monasterio de San
Isidoro, entregándoles muchos dones y privilegios de perpetua franquicia.
Aquí se encuentran ya todos los elementos integrados en el relato hagiográfico y taumatúrgico, a la vez que la mayoría de las claves iconográficas del
pendón, al que, sin embargo, no se hace la menor referencia en este detallado
relato. En fechas seguramente poco posteriores al mismo, Lucas de Tuy se
basaba casi literalmente en él para referir el episodio en sus Miracula Sancti
Isidoris, XXXII15 (iniciados entre 1221 y 1224, concluidos entre 1235 y 1239) y,
ofreciendo una versión más sucinta, en su Chronicon mundi, IV, 75 (redactado
entre 1232 y 1238):16
Cepit tunc imperator castrum fortissimum Montor et posuit in eo presidium fortissimorum uirorum. Post hec obsedit Baeciam et Sarraceni ciuitatis illius fortiter
resistebant; et quia imperator tota mente diligebat Dominum, etiam sanctorum auxilium manifestum meruit habere ipse dilectus a Deo, nam cum milites sui defluxissent
ab eo et esset cum paucis atque innumerabiles Sarraceni conglobati accederent, ut
ipsum cum suis raperent, apparuit ei beatus confessor Ysidorus, dum dormiret, et confortauit eum dicens se datum esse a Domino illi et suo generi defensorem et ne timeret
multitudinem Sarracenorum, ortabatur, sed uiriliter primo mane cum Sarracenis confligeret, quia sicut fumus euanescerent a facie eius, et in ipsa die eandem caperet ciuitatem. Imperator autem tanta uisione confortatus in Domino, primo mane inito certamine cum barbaris, statim terga dederunt Sarraceni nostris relicta innumerabili mul-
15 El texto de los Miracula puede verse en Henriet (1997: 78-82). Las diferencias del texto del
Tudense con el de su fuente son en general de detalle (básicamente amplificaciones retóricas),
pero algunas de ellas tienen un específico y marcado alcance político, especialmente en la parte
final, donde don Lucas introduce notables modificaciones relativas a la supremacía hispánica de
Alfonso VII y a su coronación en Toledo, trasladando el hecho de su data histórica en 1135 a 1148,
de modo que se situaría tras la sumisión de todos los gobernantes hispánicos, cuya lista don
Lucas detalla complacido (cf. Henriet 1997: 56-57 y 72-76, y 2001: 268).
16 Para la cronología de ambas obras, vid. Henriet (1997: 58-60 y 2001: 250-55), Falque (2003:
XII-XXI) y Jerez (2006). Linehan (2001: 208-211) retrasa la fecha de clausura de la composición a
1242, pero se trata de una conjetura escasamente fundada (cf. Jerez 2006: 30-31). Como señala
Henriet (2001: 268) a propósito de las diferencias entre las dos versiones dadas por don Lucas, en
el Chronicon mundi «il “historiographise” un discours hagiographique».
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ERAE, XV (2009)
El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
titudine spoliorum statimque Sarraceni eiusdem ciuitatis tradiderunt illi urbem pro
uita tantummodo supplicantes. Imperator autem destruxit ipsam Baeciam et multa
castella Maurorum et terras destruxit et captiuauit et occidit, ut sibi uisum fuit. Post
hec reuersus Legionem cum magna gloria statuit confraternitatem fieri in ipsa ciuitate
ob memoriam tanti miraculi et ob honorem sancti Ysidori confessoris. Reparauit etiam
thesauros et hereditates pro parte magna quas rex Aragonum et comes Enrricus
abstulerant ab ecclesia predicti confessoris, et eandem ecclesiam, que adhuc in iure consistebat regali, consecrauit Domino tradens eam perpetuo iure canonicis regularibus.
Tomó entonces el Emperador el fuerte castillo de Montoro y puso en él una
guarnición de hombres poderosísimos. Tras esto asedió Baeza y los sarracenos
de aquella ciudad se le resistían poderosamente; y dado que el Emperador
amaba a Dios de todo corazón, también él, amado por Dios, mereció tener el
patente auxilio de los santos, pues, cuando sus soldados le desertaban y tenía
sólo a unos pocos, mientras llegaban reunidos innumerables sarracenos, para
capturarlos a él y a los suyos, se le apareció el santo confesor Isidoro, mientras
dormía, y lo confortó diciendo que él había sido encargado por Dios de defenderlos a él y a su gente y lo exhortaba a que no temiese a la multitud de sarracenos, sino a que a primera hora de la mañana los acometiese con hombría,
pues se desvanecerían ante él como el humo y ese día tomaría aquella misma
ciudad. Así pues, el Emperador, reconfortado en el Señor por tal visión, habiendo comenzado la lucha con los bárbaros a primera hora de la mañana, los
sarracenos volvieron rápidamente las espaldas, dejando a los nuestros innumerable multitud de despojos, y rápidamente los sarracenos de la misma ciudad le entregaron la ciudad, suplicando tan sólo por sus vidas. El Emperador,
por su parte, destruyó esa Baeza y muchos castillos y tierras de moros destruyó, cautivó y mató, según le pareció. Tras esto, habiendo regresado a León con
gran gloria, ordenó fundar una confraternidad en esa ciudad en memoria de tal
milagro y en honor de San Isidoro confesor. Repuso también en gran parte los
tesoros y heredades que el rey de Aragón [= Alfonso I el Batallador] y el conde
Enrique [de Borgoña] habían arrebatado a la iglesia de dicho confesor, y la iglesia misma, que hasta entonces era de patronato regio, se la consagró a Dios
entregándola a perpetuidad a canónigos regulares. 17
El hecho de que a principios del siglo XIII un historiador ligado a la cancillería regia no se haga en absoluto eco de estas tradiciones en la Chronica latina regum Castellae indica que seguramente las mismas aún no habían trascendido del ámbito leonés,18 lo que a su vez sugiere que, al menos en esta forma
17 La versión romanceada del Chronicon mundi, la Crónica del mundo, IV, LXXIX, combina el
texto de dicha obra con el de los Miracula del propio Tudense, como ya advirtió su editor (Puyol
1926: XIV-XVII). En mi versión de ambos pasajes he tenido en cuenta este precedente medieval.
18
Aunque Lucas de Tuy es conocido por el sobrenombre de su sede episcopal, su obra histórica se compuso en el período en que fue diácono y canónigo colegial de San Isidoro de León
(vid. Falque 2003: VII-X). En cuanto a la anónima Historia translationis, como ya indicó Henriet
(1997: 56), «L’auteur est évidemment un chanoine de León: il emploi la première personne du
pluriel et fait réference à ses prédècesseurs».
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43
Alberto Montaner Frutos
tan desarrollada, eran bastante recientes. Por otro lado, la mención en la
Historia translationis y en las obras del Tudense de una confraternitas o cofradía de San Isidoro parece demostrar que para entonces existía ya la hoy conocida como Muy Ilustre, Imperial y Real Cofradía del Milagroso Pendón de
San Isidoro y, en consecuencia, éste mismo.19 De ser así, resultaría la paradoja de que todo lo relacionado con una cofradía de pretendida fundación regia
y con una enseña que emplea reiteradamente la heráldica real era desconocido por un historiador áulico. La contradicción se desvanece al advertir que la
cofradía a la que se refieren estos textos (en los que no se cita el pendón en
absoluto) no tenía nada que ver con una corporación nobiliaria ni con una
orden caballeresca, como se supuso a raíz de su restauración en el siglo XVI,20
sino que, como bien ha estudiado Cavero (2006: 118-120), se trataba de una
«confraternitas para vivos y muertos», ya que «se organizó la confraternitas
Sancti Isidori como una unión de sufragios de vivos y muertos» al modo de
otras «cofradías como sociedades/solidaridades de socorros espirituales», sin
ningún atisbo de función militar, por más que pretendiese contar entre sus
cofrades con los miembros de la realeza y de la alta nobleza:
En ningún momento se percibe la intencionalidad militar que señala la historiografía posterior; es decir, que la confraternitas sea una especie de «orden
militar» de nobles que, de alguna manera, bajo la enseña del pendón isidoriano, se aglutinarían para apoyar la reconquista meridional. En ningún momento el Tudense se refiere tampoco a la enseña o pendón de Baeza ni a quienes se
integraron en la cofradía. Parece evidente que en el siglo XIII, cuando escribe
Lucas de Tuy, el objetivo de la cofradía de San Isidoro no es otro que una asociación de vivos y muertos, es decir, una confraternitas piadosa, fundada por el
monarca en la colegiata isidoriana, cuyos canónigos regulares se convertían así
en promotores de una religiosidad que atraía a la monarquía, por cuyo celo
espiritual se velaba.
19
La visión tradicional de esta cofradía la expone Julio Pérez Llamazares (1953), abad que
fue de la basílica de San Isidoro de León, en un artículo significativamente aparecido en la sección de la revista Hidalguía titulada Las Órdenes Militares, Reales Maestranzas y Cuerpos Colegiados
de Nobleza. Sin embargo, su postura sobre el pendón no es muy clara, pues no alude a sus legendarios orígenes y, si bien parece aceptar que es tan antiguo como la propia cofradía (que cree coetánea de la conquista de Baeza), lo considera adopción de ésta y no una donación regia de la
enseña adoptada tras la batalla: «La Cofradía tomó por divisa un Pendón que, a pesar de los
muchos siglos, aún se conserva, y es una joya de un valor artístico inapreciable» (p. 67). En cambio Rodríguez Fernández (1972), aunque conoce casi toda la documentación que aquí se ha ido
consignando, admite la versión hagiográfica sobre la batalla, la cofradía y su pendón. A su zaga,
mantiene igualmente el relato taumatúrgico la página web oficial de San Isidoro de León,
<http://www.sanisidorodeleon.net/instituciones_2.htm> [consultada el 18.11.2009].
20 Solamente en 1663 se alude a «la imperial compañía llamada del milagroso pendón del
señor San Isidro […], la cual fundó y erigió con inviolable estatuto de nobleza el siempre augusto
emperador rey de León y Castilla el señor don Alonso el séptimo» (ed. Rodríguez Fernández
1972: 70). La transformación de cofradías canónicas en corporaciones nobiliarias de un tipo u otro
no ha sido extraña en la evolución de las instituciones españolas.
44
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
El marco conceptual de esta confraternidad lo constituye la cristalización
del concepto de solidaridad entre fieles vivos y difuntos mediante el locus
purgatorius, espacio escatológico de transición que establece la posibilidad de
ejercer los socorros mutuos estatuidos entre los cofrades: «Le Purgatoire [est]
conçu comme un Enfer provisoire dont les habitants supportent les mêmes
tourments que les réprouvés avec la difference qu’ils n’y sont pas condamnés
pour l’éternité et que les vivants peuvent abréger leurs peines par des prières,
des aumônes et des messes» (Réau 1955-1959: II, II, 752). Y justamente, «el proceso de localización del purgatorio se aceleró en el siglo XII. […] Este verdadero “nacimiento” del purgatorio se produce durante una gran mutación de
la mentalidad y de la sensibilidad en el paso del siglo XII al siglo XIII, especialmente durante una modificación prfunda de la geografía del más allá y de
las relaciones entre la sociedad de los vivos y de los muertos» (Le Goff 1985:
44). A esta concepción de las postrimerías del hombre corresponde la confraternitas isidoriana, que resulta así perfectamente contextualizada en fechas
muy próximas a las del relato de su milagroso suceso fundacional.
Esta situación permite desligar por completo la existencia de la cofradía
primitiva de la del pendón que más tarde le daría nombre, de modo que las
pruebas sobre aquélla no pueden extenderse a la presencia de éste. A ello se
suma el ya aludido silencio de las fuentes más antiguas sobre el pendón,
incluso teniendo especial ocasión de mencionarlo. Así ocurre en la Historia
translationis, que dedica parte del parágrafo V, 5 a describir la salida en procesión de los canónigos de San Isidoro con la lujosa arca de sus reliquias, ceremonia para la que en fechas más recientes está bien documentado el uso del
pendón. Por su parte, Lucas de Tuy enlaza en sus Miracula el relato de la batalla procedente de la obra anterior con la descripción de una coronación imperial de Alfonso VII desplazada cronológicamente para hacerla coincidir con la
consagración de la nueva iglesia colegiata, el 6 de marzo de 1149, en cuyo
relato se refiere que el Emperador entregó al prior y canónigos isidorianos
plures possessiones y auri et argenti insignia,21 contexto en que habría tenido
justa cabida el pendón que patentizaba el milagro situado en la base de toda
la historia. En suma, está claro que durante el primer tercio del siglo XIII aún
no existía ninguna enseña isidoriana, aunque ya sí el entramado legendario
que justificaba su realización y que explicaba sus componentes.
1.3. LA INCORPORACIÓN A LA VULGATA HISTORIOGRÁFICA
A partir de las obras de Lucas de Tuy, no en vano vinculado a la corte de
Fernando III el Santo, esta leyenda isidoriana, previamente circunscrita al
21
Véase el texto en Henriet (1997: 81), quien comenta esta expansión del Tudense respecto
de su fuente en pp. 63-64 y 73-74.
ERAE, XV (2009)
45
Alberto Montaner Frutos
ámbito leonés, pasa a formar parte del repertorio taumatúrgico habitual de la
historiografía castellana. Así, Rodrigo Ximénez de Rada retoma, aunque muy
resumido, el episodio en su De rebus Hispanie, VII, XI :
Cumque iam in purpura diadematis seminarium discidii germinasset, imperator
congregato exercitu obsedit Beaciam, et cum de suis aliqui recessissent, Sarraceni undique congregati ad soluendam obsidionem ilico aduenerunt. Apparuit autem in nocte
sanctus Isidorus confortans imperatorem et in congressu crastino se pollicens adiutorem. Igitur luce crastina apparente, inito prelio, iuxta promissum sancti Isidori optinuit imperator, et fugatis auxiliis Mauri incole, quia resistere non ualebant, eius
dominio se dederunt et ei urbis presidium tradiderunt, quod ipse in continenti repleuit
bellatoribus et incolis christianis, et remanserunt Mauri subditi sub tributo; et propter
miraculum ecclesiam sancti Isidori conuentu regularium ordinauit et donariis plurimis adornauit.
Comoquiera que ya bajo la púrpura de la corona imperial germinase el
semillero de la discordia, el Emperador, habiendo congregado su ejército, asedió Baeza y, comoquiera que algunos de los suyos se hubiesen retirado, acudieron allí sarracenos congregados de todas partes para romper el cerco. Ahora
bien, San Isidoro se apareció por la noche para confortar al Emperador y prometerle que le auxiliaría en el encuentro del día siguiente. Así pues, iniciado el
combate con las luces del alba, ganó el Emperador, según la promesa de San
Isidoro, y, puestos en fuga los auxilios, los habitantes moros, que eran incapaces de resistir, se situaron bajo su dominio y le entregaron la custodia de la ciudad, la cual llenó de inmediato de guerreros y habitantes cristianos y permanecieron los moros sometidos bajo tributo; y a causa del milagro estableció la
iglesia de San Isidoro como convento de regulares y la adornó con muchos
dones.
Como se puede apreciar, el relato del Toledano se desentiende de la cronología del Tudense y sitúa el hecho tras la coronación imperial de Alfonso
VII (como corresponde históricamente), al igual que cercena todo lo relativo
a la cofradía isidoriana. A la hora de interpretar esta omisión, es necesario
tener en cuenta el proceder habitual de don Rodrigo, consistente en seguir de
cerca a don Lucas, pero eliminando todo elemento que socavase la prelación
de Castilla (con capital espiritual en Toledo) sobre León, por una parte, y por
otra, la primacía eclesiástica de Toledo frente a Sevilla.22 Desde esta perspectiva, desvincular el milagro de la coronación imperial y suprimir lo relativo a
la cofradía podría ser una forma de minimizar la importancia de un hecho
que ensalzaba a León por ser su escenario y a Sevilla por involucrar a San
22 Véanse Martin (1989-1990, reed. 1997: 72-78, 1992: 201-316 y 2001), Linehan (1993: 350-412
y 2000: 29-30), Henriet (2001: 250) y Jerez (2006: 19-20 y 35-41). Los dos últimos desestiman, con
razón a mi juicio, la posibilidad apuntada, no sin agudeza, por Linehan (2001: 211-217), frente a
lo sostenido por él mismo previamente, de que ambos historiadores hayan trabajado en paralelo, inspirándose simultáneamente en fuentes comunes.
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
Isidoro. No obstante, en este caso la explicación no resulta totalmente convincente. En el caso de la coronación, porque el Toledano restituye la auténtica cronología y en cuanto a la cofradía, porque se mantienen los otros aspectos fundamentales del relato, es decir, el milagro mismo y la erección de San
Isidoro como colegiata como consecuencia de aquél. Por lo tanto, aun sin
negar cierto influjo de su actitud general, resulta más plausible suponer que
el silencio de don Rodrigo sobre la confraternitas isidoriana se deba a que en
ese momento tenía sólo interés local (si es que realmente funcionaba por esos
años, sobre lo que hay serias dudas, como se desprende de los datos de
Cavero 2006). Obviamente, tampoco hay mención alguna del pendón, lo que
de suyo no prueba que no existiese (puesto que el silencio al respecto sería
coherente con el guardado sobre la cofradía), pero sí indica al menos que, de
haberlo hecho, carecía de la fama de vinculación con el milagro que se le atribuyó más tarde (si bien lo más probable es lo primero, como resulta obvio).
El siguiente paso en la divulgación de este relato isidoriano lo constituye
la Estoria de España de Alfonso X, conocida en esta sección (en ausencia de la
redacción primitiva) a través tanto de la Versión crítica (elaborada bajo los auspicios del Rey Sabio en las postrimerías de su reinado, hacia 1282-1284) como
de la Versión sanchina (concluida bajo el reinado de su hijo Sancho IV en torno
a 1289). Desde un punto de vista estilístico, la Versión crítica tiende a exposiciones más sucintas, lo cual implica que unas veces proporciona menos información que la Versión sanchina, pero que en otras se ciñe más a sus fuentes,
pues la segunda (no en vano conocida también como Versión amplificada) se
explaya sacando deducciones de meras indicaciones de las mismas o recreando determinadas situaciones. Esto es exactamente lo que sucede en este
caso, pues ambas versiones ofrecen dos relatos coincidentes en el esqueleto
argumental, pero con una verbalización bastante diferente. Por otro lado, conviene tener en cuenta el testimonio de la Crónica de Castilla (ca. 1300) una versión post-alfonsí (aunque quizá vinculada también al entorno de Sancho IV)
que usualmente concuerda con la Versión sanchina, de la que en último extremo deriva, pero que en este pasaje parece haber transmitido un texto más cercano a los borradores de la Versión primitiva, pues se halla mucho más cerca
de la Versión crítica:23
23
Cito el texto de la Versión crítica por el ms. Ss (Biblioteca de la Caja de Ahorros de
Salamanca, ms. 40, f. 355ra-b), pero teniendo a la vista la edición de Hernandez Alonso et al. (1991:
266a), que se basa en el ms. J (Esc. X-I-6, f. 111ra-b) del subarquetipo conocido como Crónica de
Veinte Reyes; sigo preferentemente el texto de Ss y señalo las variantes de J cuando acepto su testimonio o cuando ofrecen diferencias de interés con el manuscrito base. Para la Versión sanchina
me atengo a la edición crítica de Menéndez Pidal (1955: 660b-661a). En cuanto a la inédita Crónica
de Castilla, tengo a la vista los mss. B (ms. BNF Esp. 326, ff. 90vb-91ra) y D (BNF Esp. 220, f.143ra143vb), pero señalo sólo alguna de las muy numerosas variantes de D cuando ofrecen mejor lectura que las de B (salvo, por su interés, en la frase final). En éstas y en las demás citas de textos
medievales y del Siglo de Oro regularizo la ortografía de acuerdo con las tendencias usuales para
la edición de textos de cada período.
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47
Alberto Montaner Frutos
Versión crítica
Versión sanchina
Crónica de Castilla
Andados çinqüenta años del
regnado del rey [Ss : años del
Enperador J] don Alfonso, […]
sacó el Enperador su hueste e
fue a çercar a Baeça, e yogo [Ss
: estudo J] sobre ella grand
sazón [Ss : tiempo J], tanto que
los cristianos non lo podíen ya
sofrir [Ss : durar J] e ívanse.
Quando vieron los moros que
los cristianos ivan derramando, ayuntáronse e ovieron su
consejo que diesen batalla al
Enperador e le fiziessen que
desçercasse la villa.
Ell Emperador don Alfonso,
como quier que oviesse metudo en los moros grand espanto
e miedo de destroymiento e
todos los mas de los moros
fuessen sus pecheros tributarias, e estavan todos so ell su
deffendimiento, pero algunas
de las villas, o como olvidadas, o como non preciando
ellas tanto el fecho dell
Emperador, non eran en este
pleycto. E d’estas fueron
Baesça. e Almaría. E ayuntó ell
Emperador su hueste muy
grand e fue muy apoderado. e
çercó luego Baesça. E fuéronse d’allí. algunos de los suyos,
de los non tan leales como avié
mester; e los moros sopieron
lo d’aquellos cómo se ivan e
ayuntáronse ellos de todas
partes e vinieron allí luego
man a mano, pora levantar
d’allí aquella çerca dell emperador don Alfonso, e esparzerla e desfazerla.
Pues que avemos contado de
la justicia que el Enperador
fizo, queremos que sepades
cómo çercó a Baeça e Almaría
e cómo las tomó. El Enperador
sacó su hueste [D : huste B] e
çerco a Baesça e yogo sobr’ella
grant sazón e gran tiempo,
tanto que los cristianos non lo
pudieron endurar e ívanse
ende. E quando vieron los
moros que los cristianos ivan
derramando, juntáronse e
ovieron su consejo cómo diesen batalla al Enperador e descercasen la villa.
El enperador yaziendo en su
lecho dormiendo esa noche,
aparesçiole Sant Esidrio e
començole de conortar [J :
conocer Ss] e díxole que saliese otro día a la batalla, e prometiole qu’él le [J : que le Ss]
ayudarié.
Mas paresció en la noche Sant
Esidro all Emperador, conortándol’ e esforçándol’ que la
batalla de otro día, que la
cometiesse atrevudamientre e
con grand esfuerço, e que él le
vernié en ayuda e serié su
ayudador.
E el Enperador yaciendo <de
noche> [suppl. : de nueytes D :
om. B] dormiendo en su lecho,
aparesciole Sant Isidro e
començolo a conortar e díxole
que saliese otro día a la batalla, que él le ayudaría en guisa
que venciese a los enemigos.
Otro día de grant mañana
armáronse los cristianos e fueron lidiar con los moros e
vençiolos
el
Enperador,
segund que·le prometió Sante
Esidrio, e mató muchos d’ellos
e seguió [Ss : desbarató J] los
otros.
Otro día, paresciendo ya
la luç e esclaresciendo por
toda la tierra, leuantosse ell
Emperador e los suyos, e
armáronse e guisáronse lo
mejor que ellos pudieron, e
vinieron a la batalla e lidiaron;
e fue essa batalla muy grand e
muy fuerte e muy ferida, de
guisa que murieron muchos
de la una parte e de la otra.
Mas ell Emperador vio a Sant
Esidro andar en la fazienda de
Otro día de grant mañana
armáronse los cristianos e los
moros venieron de la otra
parte e lidiaron muy fuertemeientre, e fueron los moros
vencidos e malandantes,
segunt el santo confessor le
prometiera. E [D : que B]
mataron muchos d’ellos sin
cuenta e corrieron en pos los
otros bien cinco leguas firiendo e matando.
48
ERAE, XV (2009)
El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
la su parte; e en ell esfuerço de
lo que·l’ él prometiera,
esforçosse ell Emperador e
esforçó otrossí a los suyos,
diziéndoles que esforçassen e
estidiessen fuertes e firiessen
en los enemigos, ca non eran
nada e uençerlos ién sin toda
dubda, ca Dios era con éll e
con ellos. E ellos veyendo de
cómo ell Emperador los amonestava e los esforçava, fueron
ellos esforçando e los moros
desmayando e dexándosse de
la lid, fasta que ovieron a foír e
dexar el campo. E fuyendo
ellos e los dell Emperador
siguiéndolos. e matando en
ellos, segudaron dend a todos
los que vinieran en ayuda de
los de Baesça.
E los moros, quando vieron
que non podién con él, diéronle [J : dieron Ss] la villa; e puso
luego el Enperador cavalleros [iter. Ss] e peones que la
guardasen, e fincaron los
moros en la villa por sus
pecheros.
El Enperador tornose entonçes
para León bien e onradament.
E por este miraglo ordenó él la
eglesia de Sant Esidrio de
canónigos regulares [J : seglares Ss], pero con consejo de su
hermana doña Sancha, así
commo de suso es dicho.
ERAE, XV (2009)
E essas ayudas de Baesça
segudadas, los moros moradores de la villa vieron que non
podrién sofrir all emperador
don Alfonso. nin a sus cristianos, e diéronse a esse Emperador e metiéronse so el su
señorío e la su mesura, e diéronle luego la villa e las fortalezas d’ella. E ell Emperador
tomó la villa e todo lo ál, e
puso luego muchos omnes
de armas que lidiassen e mantoviessen la villa muy bien e la
amparasen; e metió cristianos por moradores. E los
moros que quisiessen fincar,
que fincassen pleyteados por
pecheros del Emperador,
puesto pecho que·l’ diessen
después todavía.
E por ell miraglo e por la virtud que señor Sant Esidro allí
fiziera. all emperador don
Alfonso, fízol’ luego ell
emperador don Alfonso en
Baesça una eglesia a onra de
Dios e de Sant Esidro, e a la
eglesia llamáronla Sant Esidro;
E estonçes, quando vieron los
moros que non podrién con él,
diéronle la villa por avenencia,
en tal manera que fincassen
ellos en la villa e entregáronle
el alcáçar. E él [D : om. B] dexó
en ella gente que la fuardasen
e los moros fincaron por sus
pecheros. Mas después que el
Enperador murió, alçáronse
los moros con la villa e apoderáronse del alcáçar.
E por este miraglo que vos
avemos dicho ordenó después
el Enperador la iglesia de Sant
Isidro de canónigos reglares [J:
et por este miraglo ordenó
canónigos reglares en la iglesia de Sant Isidoro D].
49
Alberto Montaner Frutos
et ordeonla ell Emperador de
convento de canónigos reglares e dioles sus donadíos grandes e buenos, e las dézimas
todas de la villa e de todos sus
términos, en que visquiessen
bien e onrradamientre e sirviessen allí a Dios e a Sant
Esidro. E paró ell la eglesia
muy apuesta e muy onrrada
de cruzes e de calçes e de
encensarios e de vestimientas
e de cortinas de seda colgadas
por la eglesia, e de otras aposturas assí como eran mester.
En tod esto, ell Emperador
acordó su hueste e fizo sus
alardos por veer qué poder
tenié, e desque vio qué complimiento avié pora cometer
adelant lo que quisiesse, díxoles lo que querié fazer e dioles
algo a todos, e dexo Baesça en
recabdo e cogiosse e fuesse
luego con su hueste, e fue e
echosse sobre la çipdad que
dizen Almaría.
En general, los cronistas alfonsíes, aunque apelaban con frecuencia al
Chronicon mundi de Lucas de Tuy, partían esencialmente de la información de
Rodrigo Ximénez de Rada en De rebus Hispanie, a quien los historiógrafos del
Rey Sabio y de su hijo dieron usualmente la primacía en casos de discrepancia entre ambos, pero no siempre (vid. Linehan 2000 y Jerez 2006: 46-51). En
este caso, habida cuenta que en el taller alfonsí no se emplearon los Miracula
del Tudense, las versiones de sendos autores coinciden en lo esencial, de
forma que la labor compilatoria era sencilla y, de hecho, podría haberse basado en cualquiera de ellos para el relato concreto del milagro (dejando de lado
las innovaciones de don Lucas respecto de la coronación imperial). Sin
embargo, se advierte que el texto de la Versión crítica y el de la Crónica de
Castilla siguen de forma prácticamente literal el del Toledano, mientras que a
su vez la Versión sanchina se limita, por lo común, a expandir la narración con
elementos directamente deducibles del contexto, sin añadir información que
exija el concurso de una fuente independiente. Valgan de muestra dos pasajes en que el texto alfonsí y su derivado cronístico se mantienen muy fieles a
su fuente para dejar claro este punto:
50
ERAE, XV (2009)
El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
De rebus
Hispanie
Chronicon mundi
apparuit ei beatus
confessor Ysidorus,
dum dormiret, et
confortauit eum
dicens se datum
esse a Domino illi
et suo generi defensorem et ne timeret
multitudinem
Sarracenorum,
ortabatur, sed uiriliter primo mane
cum Sarracenis
confligeret, quia
sicut fumus euanescerent a facie eius,
et in ipsa die eandem caperet ciuitatem.
Sarraceni eiusdem
ciuitatis tradiderunt illi urbem pro
uita tantummodo
supplicantes.
Imperator autem
destruxit ipsam
Baeciam et multa
castella Maurorum
et terras destruxit
et captiuauit et
occidit, ut sibi
uisum fuit.
Versión crítica
Crónica de Castilla
Versión sanchina
Apparuit
autem in nocte
sanctus
Isidorus confortans imperatorem et in congressu crastino
se pollicens adiutorem.
El enperador
yaziendo en
su lecho dormiendo esa
noche, aparesçiole Sant
Esidrio e
començole de
conortar e
díxole que
saliese otro
día a la batalla, e prometiole qu’él le
ayudarié.
El Enperador
yaciendo <de
noche> [suppl.: de
nueytes D: om. B]
dormiendo en su
lecho, aparesciole
Sant Isidro e
començolo a
conortar e díxole
que saliese otro
día a la batalla ,
que él le ayudaría
en guisa que venciese a los enemigos.
Mas paresció en la
noche Sant Esidro all
Emperador, conortándol’ e esforçándol’
que la batalla de otro
día, que la cometiesse
atrevudamientre e
con grand esfuerço, e
que él le vernié en
ayuda e serié su
ayudador.
fugatis auxiliis
Mauri incole,
quia resistere
non ualebant,
eius dominio se
dederunt et ei
urbis presidium
tradiderunt,
quod ipse in
continenti
repleuit bellatoribus et incolis christianis, et
remanserunt
Mauri subditi
sub tribute.
E los moros,
quando vieron que non
podién con él,
diéronle la
villa; e puso
luego el
Enperador
cavalleros e
peones que la
guardasen, e
fincaron los
moros en la
villa por sus
pecheros.
E estonçes, quando vieron los
moros que non
podrién con él,
diéronle la villa
por avenencia, en
tal manera que
fincassen ellos en
la villa e entregáronle el alcáçar. E
él [D : om. B] dexó
en ella gente que
la fuardasen e los
moros fincaron
por sus pecheros.
Mas después que
el Enperador
murió, alçáronse
los moros con la
villa e apoderáronse del alcáçar.
E essas ayudas de
Baesça segudadas, los
moros moradores de
la villa vieron que
non podrién sofrir all
emperador don
Alfonso. nin a sus
cristianos, e diéronse
a esse Emperador e
metiéronse so el su
señorío e la su mesura, e diéronle luego la
villa e las fortalezas
d’ella. E ell
Emperador tomó la
villa e todo lo ál, e
puso luego muchos
omnes de armas que
lidiassen e mantoviessen la villa muy bien
e la amparasen; e
metió cristianos por
moradores. E los
moros que quisiessen fincar, que fincassen pleyteados por
pecheros del
Emperador, puesto
pecho que·l’ diessen
después todavía.
ERAE, XV (2009)
51
Alberto Montaner Frutos
El más somero cotejo revela que los cronistas no han tenido aquí a la vista
el relato de Lucas de Tuy, sino el de Rodrigo Ximénez de Rada,24 y que la
Versión crítica y la Crónica de Castilla lo siguen de forma muy ajustada, mientras que la Versión sanchina lo expande con abundantes amplificaciones retóricas, de acuerdo con su tendencia habitual. No obstante, hay algunas divergencias entre las diversas crónicas castellanas que son de mayor alcance que
las diferencias comentadas. La más obvia es la relativa a la colegiata de San
Isidoro. En este caso, el texto más cercano a los borradores de la Versión primitiva es, paradójicamente, el de la versión en principio más alejada, es decir,
la Crónica de Castilla. Por su parte, la Versión sanchina parte de esos mismos
borradores, que siguen a su vez el texto del Toledano, pero, al no especificar
éste (sin duda por parecerle obvio) de qué ecclesia sancti Isidori se trataba ni
añadirlo los traductores alfonsíes, los cronistas sanchinos se despistaron y
cambiaron la localización de la misma, como ya advirtió Menéndez Pidal
(1955: CXCIV): «la fundación y ennoblecimiento de una iglesia dedicada a san
Isidoro en Baeza, p. 661 a 17-20, es una mala interpretación y amplificación
del pasaje correspondiente de la fuente».25 En cambio, la mención de doña
Sancha en la Versión crítica parece remitir a los Miracula sancti Isidoris de don
Lucas, pues ni su Chronicon mundi ni el De rebus Hispanie de don Rodrigo recogen lo relativo a su intervención. No obstante, al localizar el pasaje al que se
remite desde aquí (cinco capítulos antes), se advierte que la versión seguida
24
Ya lo señaló Menéndez Pidal (1955: CXCIV), quien, no obstante cree detectar la huella del
Tudense «para el detalle de la osadía en la lucha», que por mi parte no consigo identificar.
25
Algunos autores, tanto antiguos (así Argote de Molina, Nobleza del Andaluzía, f. 20r) como
modernos (cf. Chamorro 1959: 14, donde, por errata, se atribuye la acción a Alfonso VIII), han
dado por buena la errónea noticia de la Versión sanchina, estando hoy bastante extendida la creencia de que en 1147 Alfonso VII convirtió al culto cristiano la mezquita aljama de Baeza bajo la
advocación de San Isidoro y que en 1227, tras la conquista definitiva de la ciudad, Fernando III
la cristianizó de nuevo, pero ahora bajo la advocación de la Natividad de Nuestra Señora, que es
la que hoy conserva la catedral baezana. (Véanse por ejemplo, consultados el 23.08.2009):
<http://es.wikipedia.org/wiki/Catedral_de_Baeza>,
<http://usuarios.lycos.es/juancato/seos/baeza.htm>,
<http://www.djibnet.com/photo/baeza/catedral-de-baeza-i-1414078279.html> o
<http://www.spain.info/TourSpain/Arte+y+Cultura/Monumentos/A/KP/0/Catedral
+de+Baeza?Language=es>,
Amparado en esta creencia, Rodríguez Fernández (1972: 38) no sólo considera cierta la
noticia, sino que la atribuye erróneamente al mayor interés de Alfonso X por los sucesos andaluces que por los leoneses. Sin embargo, el análisis de las fuentes corrobora el planteamiento de
Menéndez Pidal, pues se trata de un mero error de los cronistas sanchinos (no cometido por los
alfonsíes, como demuestra la Versión crítica) debido a la relativa ambigüedad de su modelo, el
texto de don Rodrigo, a través de la Versión primitiva. En cuanto al culto de San Isidoro, es tan
ajeno a Baeza como señala Lorite (2008: 92): «San Millán siempre quedó en un segundo plano,
junto con otros santos caballeros peninsulares como es el caso de San Isidoro, figurado como
matamoros en la famosa real basílica de León en honor a la batalla de Baeza, a pesar de que esta
aparición para nada es conocida en dicha ciudad y no existe figuración alguna del San Isidoro
caballero ni siquiera en el templo metropolitano de Baeza».
52
ERAE, XV (2009)
El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
por los cronistas alfonsíes tampoco coincide exactamente con la transmitida
por la obra hagiográfica del Tudense, aunque sin duda esté vagamente relacionada con ella:26
En esta sazón veno doña Sancha, hermana del Enperador, de la [J : del Ss]
que ya diximos de suso, de Ultramar, donde avié estado çinco años en serviçio
de Dios, e [om. Ss] llegó a León. E [om. J] el enperador diole estonces su parte
del regno tal qual ella plogo, e ella metiose frera [Ss : freyla J] en el monesterio
de Sant Esidrio [Ss : Isidro J]. E [om. Ss] agora sabed los que esta estoria oídes
que aquel monesterio era de dueñas quando el cuerpo de San Esidrio [Ss :
Isidro J] traxieron de Sevilla, e agora la infanta [Ss : infante J] doña Sancha,
teniendo que serié el monesterio mejor servido de omes que non de mugeres,
dixo al Enperador: «Ermano, querría sacar estas dueñas d’este lugar e meter
varones, si lo vós por bien toviésedes [Ss : tovierdes J]». El Enperador le dixo
que feziese commo toviese por bien. E [om. J] estonçes enbiaron aquellas dueñas de aquel lugar para Corvajares [Ss : par Corvajares J] e metió la infanta [Ss
: infante J] doña Sancha freyres [Ss : frayles J] en el monesterio de Sant Esidrio
[Ss : Isidro J]. Esta infanta [Ss : infante J] doña Sancha dio estonçes muy grandes riquezas a ese monesterio en oro e en plata, e muchas reliquias que traxo
de Ultramar, e muchas tierras e heredades.27
La otra divergencia señalada tiene que ver con el relato del milagro en sí.
Toda la tradición previa recoge la aparición de San Isidoro únicamente en la
visión nocturna de Alfonso VII la víspera del combate, pero no durante la
batalla. En cambio, en la Versión sanchina se especifica que «ell Emperador vio
a Sant Esidro. andar en la fazienda de la su parte; e en ell esfuerço de lo que·l’
26
Adviértase que en el cierre del capítulo sobre Baeza aparece en la Versión crítica una frase
sin parangón en el Toledano, «El Enperador tornose entonçes para León bien e onradament», que
parece proceder del Chronicon mundi, IV, 75: Post hec reuersus Legionem cum magna gloria, que a su
vez adapta la de la Historia translationis, V, 4: Post thot felicibus successibus in Legione regressus (en
los Miracula reducida a Legionem regressus), con la que la Versión crítica concuerda, sin embargo,
en proseguir el relato con lo relativo a la basílica (aunque de diferente forma) y no a la cofradía,
como en don Lucas. Por lo que hace a la actuación de doña Sancha, la crónica romance adopta
una versión más cercana a la que recoge el capítulo XXXV de los Miracula (ed. Henriet 2008: § 11),
en que doña Sancha, quien vive junto a la nueva colegiata (in palatio quod erat contiguum beati confessoris ecclesie = ‘en el palacio que estaba junto a la iglesia del santo confesor’), realiza la entrega
que refiere la Versión crítica, pero a instancias (de nuevo) de San Isidoro, quien se le aparece mientras la infanta reza en la iglesia y le dice: Dum uero quia his qui te continet locus est Domino consecratus et ecclesie ualde propinquus, recede ab isto palatio, et aliud tibi edifica et hoc trade meis canonicis,
quia non licet alicui seculari persone in eo corporaliter uel temere habitare = ‘Dado, pues, que este lugar
que te alberga está consagrado al Señor y muy cerca de la iglesia, retírate de este palacio y edifica otro para ti, y entrega este a mis canónigos, pues no conviene a ninguna persona secular vivir
en él corporalmente, incluso por casualidad’. En cambio, como se ve, la Versión crítica habla de
un convento femenino (lo que posee base histórica, cf. Henriet 2008: § 6) y elimina toda referencia a la sobrenatural intervención isidoriana.
27 Ms. Ss, ff. 352vb-353ra; ms. J, ff. 109rb-109va (ed. Hernandez Alonso et al. 1991: 263b-264a).
ERAE, XV (2009)
53
Alberto Montaner Frutos
él prometiera, esforçosse ell Emperador e esforçó otrossí a los suyos». El pasaje correspondiente de la Versión crítica es muy escueto, «fueron lidiar con los
moros e vençiolos el Enperador, segund que·le prometió Sante Esidrio», lo
que traduce literalmente el texto de don Rodrigo: inito prelio, iuxta promissum
sancti Isidori optinuit imperator, y a su vez coincide esencialmente con la
Crónica de Castilla: «lidiaron muy fuertemientre, e fueron los moros vencidos
e malandantes, segunt el santo confessor le prometiera», lo que de nuevo
garantiza que el texto de la Versión primitiva se limitaba aquí a romanzar al
Toledano. Aunque a primera vista la Versión sanchina parece provenir de otra
fuente, la expresión «en ell esfuerço de lo que·l’ él prometiera» (ausente del
pasaje correspondiente de don Lucas) revela que en realidad remonta al
mismo origen28 y que, además de la habitual amplificación de su modelo,
aquí se ha procedido a completar la información de acuerdo con otro procedimiento típico de sus redactores, como son las deducciones contextuales,29
en virtud de las cuales se quiere dar una versión lo más completa posible, no
sólo de las acciones de los personajes, sino también de sus motivaciones. En
consecuencia, los cronistas sanchinos han actuado por analogía con otros
casos de aviso premonitorio y aparición de un santo auxiliador en la batalla,
según el célebre modelo de Santiago en la batalla de Clavijo,30 que la misma
crónica recoge así:
E ellos faziendo sus orationes, assí commo dezimos, adurmio el rey don
Ramiro e apareciol’ estonces en sueños ell apóstol Sant Yagüe e díxol’: «[…] rey
Ramiro, esfuerça en tu coraçón e sey bien firme e fuerte en tus fechos, ca yo só
Yagüe, ell apóstol de Jesucristo e vengo a ti por ayudarte contra estos tus enemigos». […] El rey don Ramiro despertó luego que ell apóstol se tiró delante
[…] e fueron luego entrar en la fazienda e lidiar con los moros. Otrossí el apóstol Sant Yagüe fue luego con ellos, assí cómo les él prometiera, e esforçavalos
a la batalla e firié él mismo muy de rezio en los moros, así como a ellos semejava.31
En suma, el pasaje correspondiente a la toma de Baeza en la perdida
Versión primitiva de la Estoria de España alfonsí sin duda era básicamente una
28
Bautista (2006: 13-30 y 47-48) ha demostrado que, en virtud de una diferente orientación
compositiva (más agrupadora que sintética), la Versión sanchina regresa a menudo a las fuentes
de la Estoria de España y en particular a don Lucas, en lugares donde los redactores de la Versión
primitiva habían prescindido de él, pero sin duda no es éste el caso.
29 Baste con remitir a los fundamentales trabajos de Catalán (1963, 1969 y 2001: 260-67).
30 Como ya había advertido Bautista (2006: 73-74), quien señala que los cronistas sanchinos
operan de un modo similar en el caso de las batallas de Clavijo, Baeza y Las Navas de Tolosa, «en
donde, sin el recurso a otras fuentes y sin variar el sentido de los elementos que conforman el
episodio, el autor de la V[ersión] A[mplificada] se afana por subrayar la intervención divina […],
además del carácter milagroso de la victoria».
31 Ed. Menéndez Pidal (1955: 360a-b).
54
ERAE, XV (2009)
El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
traducción del Toledano, muy semejante a la transmitida por la Versión crítica, sobre todo allí donde coincide con la Crónica de Castilla, incluido el final, si
se eliminan del mismo los detalles en que ambas obras divergen. Por lo que
hace a la cuestión aquí abordada, lo que se desprende de las crónicas alfonsíes y post-alfonsíes es que en el último cuarto del siglo XIII la cofradía leonesa (se mantuviese en activo o no, que es lo más probable) era desconocida en
la corte lo mismo que un posible pendón suyo (que, como queda dicho, no
sería el hoy conservado, sino un antecedente del mismo). Por otra parte, la
Versión sanchina completa el relato del milagro con la presencia activa del propio santo en la contienda, planteamiento que (como ya advirtió Rodríguez
Fernández 1972: 35) resulta ajeno a las tradiciones anteriores (siendo, como
acaba de verse, una innovación independiente de los cronistas de Sancho IV),
pero que tiene un reflejo en algunas versiones posteriores del milagro y, sobre
todo, en el propio pendón conocido, puesto que en él San Isidoro aparece
retratado como combatiente.
A partir de aquí, la mayor parte de los textos historiográficos se limita a
resumir la información proporcionada por una u otra de las crónicas alfonsíes,32 excepto en el caso del ya citado Ambrosio de Morales, quien, además de
referirse ya expresamente al pendón hoy conservado, prefiere la versión de
los Miracula, que seguramente conocía a través de la traducción castellana
publicada en Salamanca en 1525 o quizá por el preámbulo de la Regla de la
Compañía de San Isidoro (de 1570), ff. 2r-7v, que también la contenía. El texto
del cronista de Felipe II dice así (Viaje, p. 104):
Como por reliquia muestran también un gran pendón […]. Es del emperador don Alonso, hijo de doña Urraca, que hizo bordar en él toda la manera con
que le apareció San Isidoro cuando le apareció sobre Baeza y se la hizo ganar.
Está bordado el santo doctor a caballo, vestido de pontifical con capa, con una
cruz en la mano y en la otra una espada levantada, y en lo alto un brazo, que
sale del cielo con una espada también levantada, porque el santo le mostró al
rey cómo salía del cielo el brazo de Santiago en su defensa.
32 Así, por ejemplo, entre los autores del siglo XV, sigue el relato de la Versión sanchina
Alfonso Martínez de Toledo, en la Atalaya de las corónicas, f. 148v, mientras que se atienen a la
Crónica de Castilla (aunque el primero podría basarse también en la Versión crítica) Pedro de
Escavias, en su Repertorio de príncipes de España, pp. 221-222, y Lope García de Salazar, en la
Historia de las bienandanzas e fortunas, V, [LXII], f. 274r (vol. III, p. 112). Ya en el siglo XVI, como se
ha visto, Argote de Molina, Nobleza del Andaluzía, f. 20r, se atiene también a la Versión sanchina,
seguramente a través de la redacción publicada por el cronista de Carlos V, Florián de Ocampo,
en 1541 (ff. 375vb-376ra).
ERAE, XV (2009)
55
Alberto Montaner Frutos
2. LA EVOLUCIÓN LEGENDARIA Y SU REFLEJO EMBLEMÁTICO
A la vista de la trayectoria historiográfica trazada en el apartado anterior,
puede establecerse que, sobre la base de la reorganización eclesiástica de San
Isidoro de León por parte de Alfonso VII a su regreso de la campaña de
Almería en 1148-1149 y de la creación de una cofradía adscrita a la colegiata
(quizá también por iniciativa regia, pero de esto no queda constancia),33 surgió en algún momento entre dicha fecha y comienzos del siglo siguiente la
idea de que tal actuación estaba vinculada a una intervención milagrosa del
santo titular de la misma durante dicha campaña:
L’acte de 1148 ne fait pourtant aucune allusion à la prise de Baeza, pas plus
qu’à une quelconque promesse d’Alphonse VII: c’est là qu’interviennent les
Miracula. En faisant du transfert des chanoines la consequénce directe d’un victorie contre les maures, elle-même rendue posible par l’intervention miraculeuse d’Isidore, ils placent la nouvelle fondation car en est une au coeur de
l’histoire léonaise. L’accomplissement du plan divin implique la victoire des
chrétiens sur les musulmans, puis la récupération de tous les territoires
«goths». À partir du momento où Isidore, première gloire de l’âge wisigothique, dirige ce processus, son monastère n’est plus un simple sanctuaire à miracles mais un lieu d’un sacralité toute particulière.34
Con los datos disponibles resulta imposible saber si este planteamiento
generó paulatinamente la leyenda de la aparición del santo guerrero o si esta
surgió ya formada en lo sustancial. Tampoco resulta fácil de explicar por qué
se concretó en una supuesta batalla ante una Baeza realmente entregada sin
combate y no, por ejemplo, en el más duro y prolongado cerco de Andújar,
cuya caída fue la llave de la ocupación de las demás plazas cercanas.35 Ahora
bien, la clave de esta elección puede no estar en los datos de la campaña
misma, sino en su reflejo institucional, toda vez que en la documentación de
Alfonso VII se alude a ella mediante la sola mención de Baeza y Almería,
como en la siguiente data de un diploma expedido en Burgos en 1150: facta
karta in ciuitate Burgis anno tercio quo fuit capta Baetia et Almaria,36 hasta el
33 Para la introducción de los canónigos regulares en San Isidoro, vid. Henriet (1997: 68-70) y
para la institución de la cofradía, Cavero (2006: 120-121), quien señala que los primeros testimonios documentales de la cofradía son ya del siglo XIV y a ellos anteceden sólo las menciones historiográficas ya citadas. La indicación de Fernández González (1995: 143, n. 8), según la cual
«parece que la proclamación pública y solemne de la cofradía aconteció el 17 de febrero de 1148»,
atribuye a la cofradía lo relativo a la institución de la colegiata.
34
Henriet (1997: 70).
35
Véase el Poema de Almeria, vv. 296-307, que, no obstante, yerra al atribuir al asedio una
duración de tres meses, lo que resulta imposible, habida cuenta que a principios de junio las tropas de Alfonso VII estaban aún en Calatrava y en agosto salían de Baeza hacia Almería, como se
ha visto.
36 Archivo de la Catedral de Orense (recogido en el CODOLGA).
56
ERAE, XV (2009)
El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
punto de que dichas ciudades se incorporan, si no a la intitulación regia propiamente dicha, al menos sí a la lista de territorios consignados en la mención
del regnantis en la data, desde el mismo año 1147, como en el siguiente ejemplo: imperatore Adefonsu imperante in Toleto, Saragocia, Naiara, Castella, Legione,
Gallecia, Baetia, Almaria,37 hasta la muerte del Emperador en 1157. Sea como
fuere, todo apunta a que la versión transmitida por las fuentes leonesas del
primer tercio del siglo XIII alcanzó en ellas su forma más elaborada, aunque
es muy posible que sobre precedentes anteriores, cuyo alcance o grado de
detalle es imposible de determinar.
Al difundir esta leyenda, el objetivo último de la basílica de San Isidoro,
que ya albergaba el Panteón Real leonés, era seguramente constituirse en una
instancia sacral e institucional semejante a la que suponían las abadías de
Saint-Denis en Francia y Westminster en Inglaterra durante los siglos XII y
XIII. Como ha señalado Jordan (2009), la importancia de estos dos centros
benedictinos iba mucho más allá de lo simbólico, puesto que no sólo encarnaban una mitología de la realeza, sino que eran parte constitutiva del tejido
vital regio y, en la medida en que albergaban los restos de los monarcas fallecidos, las reliquias de los santos nacionales, los emblemas estatales y los
manuscritos de la historia nacional, estaban impregnadas, por su sola presencia, de un aura de sacralidad monárquica. No en vano, era entre sus respectivos muros donde se solían realizar ritos clave en el ciclo vital de la
monarquía, desde el bautizo de los nuevos príncipes hasta el entierro de los
monarcas fallecidos, pasando por sus bodas y coronaciones. Desde esta perspectiva, el ya subrayado desplazamiento cronológico de la coronación imperial de Alfonso VII por parte de don Lucas a los momentos posteriores a la
constitución de la nueva colegiata y su cofradía, ambas bajo la milagrosa inspiración isidoriana, posee un significado bien claro, en tanto que liga indeleblemente la basílica al rito de coronación, aunque éste no se celebrase en su
propia iglesia, sino en la catedral., lo que, por otro lado, se acomodaba al
modelo francés, toda vez que, aunque los regalia se custodiaban en SaintDenis, la coronación se efectuaba en la catedral de Reims.
Sería tentador, a partir de este planteamiento, vincular la factura del pendón a este programa político-institucional y considerar que se elaboró como
una suerte de equivalente de la oriflama custodiada en Saint-Denis (Figura 6),
pero no es posible llevar tan lejos la analogía. Como se ha visto, dentro de la
constitución legendaria del episodio el pendón isidoriano brilla por su total
ausencia, mientras que, como avanzaba arriba, sus componentes quedan
puntualmente explicados a partir de la leyenda (como revela ya el comenta37 Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela, ff. 46ra-46va (recogido en el CODOLGA).
Pueden verse otros ejemplos de ambos tipos de menciones en Rodríguez Fernández (1972: 23) y
en Montaner (en prensa b).
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Figura 6. La oriflama ondea sobre las tropas francesas, junto a la enseña real de las lises, durante la batalla de Sixte, contra los borgoñones (miniatura de las Chroniques de Girart de Rossillon,
de Jean Wauquelin, Viena, Österreichische Nationalbibliothek, Cod. 2549, f. 158r).
rio de Ambrosio de Morales), por lo que está claro que su elaboración responde a la consolidación y difusión de aquélla y no a la inversa. Esto resulta
aún más patente al observar que sólo en un momento relativamente tardío,
las postrimerías del siglo XIII, los redactores de la Versión sanchina introducen
el detalle de la aparición del santo en la batalla (cf. Bautista 2006: 73), sin el
cual la constitución del pendón resulta incoherente con la tradición en que se
basa. En efecto, de haberse trasladado al paño la escena según la describen los
hagiógrafos, habría dado lugar más bien a una formulación semejante a la
que se integra en el conjunto de milagros de San Isidoro representados en la
bóveda del antiguo refectorio de la colegiata, hoy conocido como Sala del
Pendón, cuya actual decoración fue realizada en 1734 (figura 7).38
38
58
Vid. Fernández González (1998: 156-157).
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
Figura 7. San Isidoro rodeado de la representación de sus milagros (conjunto de estuco policromado de 1734, en la bóveda del antiguo refectorio de la colegiata de San Isidoro de León).
Justamente en uno de sus casetones aparece figurada la visión nocturna de
Alfonso VII en términos muy cercanos al relato hagiográfico (figura 19),39
representación que, pese a estar a a su vez parcialmente inspirada en el pendón, revela hasta qué punto éste responde sólo de modo parcial a dichas
fuentes.
39
Sobre esta representación, véase Fernández González (1993: 39 y 1998: 176-177).
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Figura 8. San Isidoro se aparece en sueños a Alfonso VII en vísperas de la batalla de Baeza
(estuco policromado de 1734, en la bóveda del antiguo refectorio de la colegiata de San Isidoro
de León).
Frente a este tipo de imagen, la efigie que representa el pendón se inspira
en la interpretación de la Versión sanchina, donde, como se recordará, el santo
no sólo se aparecía en visión a Alfonso VII, sino que después regresaba para
presentarse en el campo de batalla: «ell Emperador e los suyos […] vinieron
a la batalla e lidiaron; e fue essa batalla muy grand e muy fuerte e muy ferida, de guisa que murieron muchos de la una parte e de la otra. Mas ell
Emperador vio a Sant Esidro andar en la fazienda de la su parte; e en ell
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
esfuerço de lo que·l’ él prometiera, esforçosse» (ed. Menéndez Pidal 1955:
660b). Obviamente esa presencia en pleno fragor del combate implica, aunque
no se describa de forma explícita, una actitud combativa como la que adopta
el santo en el pendón (figuras 9 y 10), la cual corresponde a una actitud tópica del guerrero blandiendo espada (cf. Crozet 1971 y Ruiz Maldonado 1986:
11-24).
En definitiva, el análisis de la evolución de la leyenda no solamente corrobora una fecha mucho más tardía de la habitualmente aceptada para el pendón, como mínimo posterior a 1289, sino que invierte la relación entre la
leyenda y la enseña, obligando a reconsiderar esta última a la luz de tal influjo. Por ello, resulta insostenible el planteamiento de Rodríguez Fernández
(1972: 39-40), quien considera que el relato de la visión «no guarda ninguna
relación aparente con los signos representados en el Pendón», y propone considerar sus elementos una «figuración […] enteramente simbólica», en parte
debido a que considera que el pendón es anterior a las manifestaciones escritas de la leyenda, lo que carece de sustento. Mejor encaminada se halla
Fernández González (1995: 141-42) cuando señala que «En ese contexto [i. e.
el de la supremacía hispánica de Alfonso VII como imperator Hispaniae] el
Figura 9. Efigie de San Isidoro en el centro del Pendón de de Baeza (anverso).
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Figura 10. Efigie de San Isidoro en el centro del Pendón de de Baeza (reverso).
soberano leonés inicia una serie de campañas en Andalucía que le permitieron la toma de Baeza, Almería y Andújar. Será, precisamente, en el cerco de
Baeza y como consecuencia de la conquista de la ciudad, en 1147, donde se
insertan las fuentes historiográficas y legendarias origen de la obra artística
cuyo estudio, hoy nos ocupa», y reitera con mayor claridad más adelante (p.
157): «Sin embargo, no será hasta el reinado de Alfonso VII […] cuando se
afirmará, definitivamente, la idea imperial leonesa […] En esta situación histórica e ideológica acontecieron lo sucesos relatados, en relación con la toma
de Baeza y de la cual surgió la leyenda y el relato historiográfico que dio
forma, más tarde, a la obra artística que hemos analizado» Ahora bien, como
puede apreciarse, dicha autora no distingue adecuadamente tres momentos
diferentes que implican contextos muy diversos: el del supuesto evento, el del
surgimiento de las leyendas y el de la elaboración del propio pendón, lo que
le lleva a vincular erróneamente su simbología con el ideal imperial leonés,
que en pleno siglo XIV había periclitado por completo.
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
En efecto, como he avanzado al principio, la ocasión de bordarse el pendón fue posiblemente la refundación (o quizá primera fundación efectiva) de
la cofradía por parte del abad don Marino en 1331 (sobre la cual vid. Cavero
2006: 120-121), aunque todavía en la estela del planteamiento primitivo: «Lo
que el abad Marino esta a reinstaurando era la confraternitas como sociedad
de bienes espirituales, sin duda lo que estaba inicialmente en la pluma del
Tudense, solo que ahora se le daba un marco estatutario y una proyección
económica concretos […]. Creemos que es este momento el que hace de la confraternitas isidoriana una asociación de caballeros en la que se integran frecuentemente los propios monarcas» (p. 121). Esta coyuntura resultaba muy
propicia para la elaboración del estandarte conmemorativo de la supuesta circunstancia fundacional de la cofradía y para la inclusión en la misma del
emblema regio, aunque esto no parece haberse hecho de inmediato, pues
parece convenirle mejor una fecha situada unos veinticinco o treinta años más
tarde, en el tercer cuarto del siglo XIV.
Sea como fuere, está claro que la elaboración del pendón no tiene nada que
ver con un supuesto carácter militar o caballeresco de la cofradía en sí misma,
puesto que aquél no se realizó con una finalidad bélica, sino conmemorativa.
Sólo en fechas tardías, cuando la leyenda hubo englobado la propia elaboración de la enseña, ésta, convertida en reliquia y testimonio del suceso milagroso, adquiriría el carácter central que hoy se le atribuye. Seguramente ese
cambio de posición relativa del pendón se produjo a lo largo de los siglos XV
y XVI, pero no está fehacientemente documentado hasta la redacción de la
nueva Regla de la Compañía de San Isidoro en 1570. En cambio, en su origen, lo
que hacía dicha enseña era reproducir la imagen del santo titular de la hermandad, como tantos otros pendones y estandartes del mismo estilo, salvo
que en este caso incorporaba una serie de elementos directamente inspirados
por la leyenda etiológica de la erección de la propia cofradía y, en consonancia, adoptaba el aspecto de la bandera bélica y regia por antonomasia, la seña
cabdal. Aun siendo así, esto no evitaría el carácter secundario de la misma en
el ámbito de la cofradía, por lo que no es extraño que se silenciase lo relativo
a la misma en los documentos sobre su refundación, en especial porque en el
momento de su redacción aún no se había bordado. Es decir, el Pendón de
Baeza constituye un efecto, no una causa, de la refundación de la confraternitas isidoriana, de modo que no testimonia los esfuerzos por su erección canónica, sino el éxito de los mismos.
Por ello mismo, acierta plenamente Fernández González (1993: 29 y 1995:
144) al destacar el «Carácter erudito, refinado y áulico» del pendón isidoriano, puesto que procede de la tradición hagiográfica e historiográfica, lo que
le otorga una base claramente erudita, y es un producto suntuario, por más
que no pueda considerarse literalmente áulico, toda vez que, según se ha
visto, no pertenece al ámbito cortesano, sino al clerical. Permite además la
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aplicación del adjetivo la presencia de la emblemática regia y la propia asociación de la realeza a la cofradía a la que el pendón representa. Esta vinculación resulta reforzada por el uso que se hizo posteriormente de dicha enseña,
como ya señaló Quadrado (1885: 487-488): «pendón que hizo verdadera la
visión del monarca guiando más de una vez los cristianos a la victoria y que
salió por última a principios del siglo XV para presidir a la toma de
Antequera por el infante D. Fernando». En efecto, según relata la Crónica de
Juan II, para entonces su uso bélico se cosnideraba inmemorial (aunque difícilmente superaría el medio siglo), lo cual seguramente revela ya la creencia
de que había sido bordado con ocasión de la batalla:
Los Reyes de Castilla antiguamente habían por costumbre que cuando
entraban en guerra de moros por sus personas, llevaban siempre consigo el
Pendón de Santo Isidro de León, habiendo con él muy gran devoción. E como
el Infante era muy devoto, embió a gran priesa a León, mandando que le traxesen aquel pendón, el qual llego a su real en diez días de Setiembre, en la
tarde, e traíale un monge, e quisiera el Infante que viniera a tiempo que él le
pudiera salir a recebir, el qual venía acompañado con buena gente de armas. Y
el Infante hubo muy gran placer, por la gran devoción que en él había.40
Tras la recepción del pendón, las tropas de don Fernando logran apoderarse de una de las torres de la muralla antquerana, donde aquél se situará,
junto a otras enseñas destacadas, como símbolo de la conquista:
E pelearon de tal manera que echaron los moros fuera de la torre; e las primeras vanderas que en la torre subieron fueron las de Garcifernández
Manrique, e de Carlos de Arellano, e de Álvaro Camarero, e de Peralonso
d’Escalante. Y el Infante mandó luego embiar por los pendones del Apóstol
Santiago, e por el pendón de Santo Isidro de León, e por los pendones de
Sevilla e de Córdova, e mandolos poner encima de la torre del escala, más altos
que los suyos que ende eran ya venidos. […] E los señores pusieron sus vanderas cada uno en la torre que ganó a la parte de su combate.41
Al finalizar la campaña, el infante don Fernando hace consagrar como
iglesia la mezquita de Antequera, ceremonia en que el pendón también
desempeña un papel destacado:
Y en el primero día de otubre ordenó el Infante de hacer bendecir la mezquita de los moros que dentro estaba del castillo, y el Infante vino desde sy real
40
Crónica de Juan II, XXX (ed. Rosell 1875-1878: II, 328b). Sobre este pasaje, véanse además
Nieto Soria (1993: 235), quien (sin aducir más que este ejemplo) sitúa el Pendón de San Isidoro,
junto al de Santiago, entre «los símbolos identificativos de la realeza castellana durante la época
Trastámara», y Fernández González (1993: 37-38), con un comentario sobre la cronología, y (1995:
155-56).
41 Crónica de Juan II, XXX (ed. Rosell 1875-1878: II, 329b-330a).
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El pendón de San Isidoro o de Baeza: sustento legendario y constitución emblemática
en procesión, viniendo a poner todos los clérigos e frayles que en el real había,
con las cruces e reliquias de su capilla, llevando delante los pendones de la
Cruzada e de Santiago e de Santo Isidro de León, e la vandera de sus armas y
el estandarte de su devisa. E iban con el todos los grandes que en su hueste
estaban, dando muy grandes gracias a Nuestro Señor. 42
En suma, todo indica que el Pendón de San Isidoro no surgió del ámbito
regio ni del militar, sino como una enseña conmemorativa, propia de la cofradía, aunque la eficacia emblemática y simbólica de su contenido, de por sí y
en cuanto evocador de la leyenda en que se inspira, le hicieron trascender ese
limitado propósito original y provocaron que se convirtiera a la larga en lo
que la tradición decía haber sido desde su origen: una enseña de la hueste
regia a la par que una reliquia tenida por milagrosa.
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