Al-Mutamid en versión romance
La biografía de Al-Mutamid se desarrolla en una época que presenta muchos
problemas para su estudio. A las dificultades inherentes a toda investigación histórica
se une la existencia de dos versiones sobre los mismos hechos, fruto de la existencia
de dos tradiciones diferentes.
A la primera versión, escrita en lengua latina o romance, la denominaré hispana
porque ha sido la tradicionalmente transmitida por los historiadores de la península
Ibérica.
A la segunda, escrita en lengua árabe, la llamaré magrebí porque es la que
corre por los documentos y libros del norte de África.
Se podría decir que la existencia de dos versiones diferentes debería de ser un
motivo de satisfacción para los estudiosos, porque de esta forma, confrontando las
dos, tendríamos más posibilidades de acercarnos a la verdad.
Sin embargo, no son pequeños detalles los que separan las dos versiones, sino
que ambas son totalmente incompatibles entre sí.
Podemos adelantar los resultados de comparar las dos versiones para tenerlos
presente a medida que avancemos en la lectura de este artículo.
La versión hispana plantea la colaboración entre la taifa andalusí sevillana y
Alfonso VI para derrotar a los moros. Al- Mutamid intentará recobrar el esplendor de la
época Omeya. Su enemigo no son los cristianos, sino los moros africanos causantes de
todos los males que sucedían en al-Andalus.
Por el contrario, la versión magrebí plantea en su ideología una lucha sin
cuartel entre el islam y la cristiandad. Todos los musulmanes que habitan en alAndalus, ya sean andalusíes o moros, se unen en la lucha contra los cristianos.
La metodología que voy a emplear en este pequeño ensayo es exponer un
breve resumen de la versión hispana sacada de las principales crónicas de la época. En
los temas en que difieren las dos versiones pondré una letra mayúscula entre
paréntesis (A, B y C) que luego desarrollaré más extensamente.
Exposición resumida de los acontecimientos.- La decadencia de al-Andalus ya
está implícita en los últimos años del Califato de Abderramán III. La lucha contra los
fatimíes por el control del Mediterráneo y de las rutas del oro africano lleva al
gobierno cordobés a buscar alianzas con tribus bereberes. Esto hace que muchos de
estos guerreros con sus mandos entren a formar parte de los ejércitos cordobeses.
Almanzor los utilizará en sus razias contra los cristianos del norte de la península.
Estos ejércitos de mercenarios tendrán un papel decisivo y serán una de las
causas de la desaparición del Califato de Córdoba. Cuando esto se produce, se forman
lo que se conoce como los reinos de taifas. Los historiadores clasifican estos reinos
según sea la bandería de los dirigentes que los gobiernan. Tenemos así taifas árabes,
taifas bereberes y taifas eslavas. Notemos que en esta clasificación tradicional no
aparecen ni los hispanos ni los andalusíes. Es una rémora de nuestra historiografía.
En la historiografía medieval española, se utilizan las frases ejércitos árabes,
arquitectura árabe, etc., para escribir sobre el enemigo, a pesar de que sabemos que,
aunque aceptáramos el hecho de la denominada invasión árabe, estos serían una
minoría en al-Andalus.
La explicación puede estar en los primeros tiempos de la expansión del islam.
Esta religión cuando se expande por el norte de África no tiene un nombre para sus
partidarios. No existe la palabra, musulmán, ni mahometano, ni islamista, etc. en estos
tiempos; al igual que los cristianos son llamados nazarenos por el lugar de nacimiento
de Jesús, los partidarios de Mahoma son llamados con nombres que recuerdan a
pobladores de la península arábiga: ismaelitas, sarracenos, árabes, etc. En al-Andalus
muchos de estos musulmanes que se denominaban árabes se crearan ascendencias de
los primeros tiempos del islam como forma de resaltar su alcurnia. He expuesto esto
para que comprendamos que las llamadas taifas árabes (=musulmanas) eran las
gobernadas por musulmanes que se sentían andalusíes o hispanos en su fuero interno.
Serán estas taifas árabes que llamaré andalusíes las que se enfrentarán a las
taifas dominadas por los bereberes africanos o moros. Las dos principales taifas
andalusíes son la de los abadíes sevillanos y la de los hudíes del reino de Zaragoza.
Los abadíes reivindicarán la vuelta a la legitimidad omeya, la añoranza del
antiguo esplendor de la dinastía cordobesa llevara a los abadíes a resucitar la figura de
Hisan II, último califa cordobés, que presentarán al pueblo andalusí después de relatar
su regreso tras un rocambolesco viaje por los países de oriente. Es la historia conocida
del esterero de Calatrava.
Habrá muchos andalusíes que aceptarán como verdadero este retorno de Hisán
II y darán su apoyo a los abadíes sevillanos en su lucha para recuperar la legitimidad
omeya.
La política de los abadíes será ir anexionando al reino de Sevilla todas las taifas
de los alrededores. Niebla, Ronda, Carmona, etc. Posteriormente Córdoba y Murcia
serán incorporadas al reino. Una vez consolidado su poder y para no continuar con la
farsa de Hisán II anunciarán su muerte y pasarán a convertirse ellos en los
representante de la legitimidad omeya.
Pero toda esta política de expansión realizada por al-Mutadid, el padre de alMutamid, se verá frenada por la fortaleza de las dos taifas moras más poderosas del
sur: la de Granada y la de Málaga. En el asedio de esta última, sufrirá al-Mutamid una
dolorosa derrota que le marcará para el futuro.
Para seguir con la política de lucha contra los moros, al-Mutamid ha de recurrir
a buscar alianzas. La principal es la que realiza con Alfonso VI (A), por medio de la cual
participa en el asedio de Toledo (Bleda 1618:315), conquistando y asolando los
alrededores de la ciudad para facilitar su conquista por Alfonso VI.
La alianza entre los dos monarcas se sellará con la boda de Zaida (B) y Alfonso
VI. Al-Mutamid cederá como dote de boda a Alfonso VI las ciudades tomadas por sus
tropas durante su apoyo en la conquista de Toledo (EE 2006, fol. 162v).
Suegro y yerno deciden también pactar una alianza con los almorávides (Bleda
1618:319). La idea que subyace en este pacto es utilizar el poder africano para derrotar
a las taifas granadina y malagueña.
Sin embargo, después de obtener una cabeza de puente en Algeciras, que por
lo visto coge de sorpresa a al-Mutamid, los almorávides rompen los pactos con los dos
reyes hispanos y se alían con sus congéneres africanos establecidos en al-Andalus.
Tanto al-Mutamid como Alfonso Vi intentaran impedir que los almorávides se
impongan en al-Andalus. Al primero le costará la vida (C) mientras que el segundo
sufrirá la derrota de Sagrajas o Zalaca que le obligará a retirarse al interior de sus
fronteras y promover la defensa de su reino, aunque perderá todas las tierras al sur de
Toledo que había recibido por la dote de Zaida; Yusuf Ibn Tasufin irá conquistando una
a una las taifas de al-Andalus y las unificará no como deseaba al-Mutamid bajo control
sevillano, sino que serán los almorávides los que controlarán al-Andalus y lo
incorporarán a su imperio africano.
Hasta aquí llega la exposición resumida sacada de las principales crónicas
hispanas. La del obispo Pelayo, la de Lucas de Tuy, la de Jiménez de Rada y las
diferentes versiones de la Estoria de España (EE) nacidas del taller de Alfonso X.
He resaltado tres puntos de las versiones hispanas (1) -que desarrollaremos
ahora- que se presentan conflictivos al confrontarlos con las versiones magrebíes.
Como veremos son totalmente contrapuestos en ambas tradiciones. Ante ello, el
historiador tiene pocas posibilidades de establecer la verdad, por lo que ha de optar
por su opción personal. Yo me decantaré por aceptar la versión hispana porque refleja
la tradición peninsular y su documentación es conocida de siempre. En cambio la
tradición magrebí ha estado perdida por diferentes lugares del mundo y su
incorporación al campo de la historia se ha producido en épocas recientes y en
condiciones, en algunos casos, no siempre satisfactoria.
Desarrollo de los puntos conflictivos:
A) La alianza entre Alfonso VI y al Mutamid.
Constituye la base de lo que he llamado la versión hispana. En todas las
crónicas castellanas, se nos habla de esta alianza que se vio fortalecida con el
casamiento de Alfonso VI con la princesa Zaida.
El principal motivo de este pacto fue la lucha contra las taifas moras del oriente
andaluz. En el transcurso de esta alianza se produce la llamada a los almorávides para
que combatan a los moros hispanos. Para algunos la propuesta vino de Alfonso VI,
para otros de al-Mutamid (PCG, 1906:554; EE, 2006, fol.189v; Bleda, 1618:319; Pujol,
1926:378 ). No es lo importante quién fue el instigador de la llamada, sino resaltar que
ello fue el hecho que supuso la llegada de los almorávides. Parece ser que al-Mutamid
no terminó de estar convencido de que los almorávides vinieran a la península, pero
Yusuf antes de que al-Mutamid tomara precauciones se adelantó y tomó Algeciras (2).
Desde ese momento, según las crónicas cristianas la rivalidad entre al-Mutamid
y Yusuf fue aumentando hasta su enfrentamiento final. Esta fue la versión que primó
en la historiografía hispana hasta que Luis de Mármol, según Bleda, introdujo la
versión magrebí (Bleda 1618:319).
Las crónicas magrebíes dicen, por el contrario, que al-Mutamid desde el primer
momento se ofreció a colaborar con Yusuf, también dicen que participó en la batalla
de Sagrajas o Zalaca y que tuvo un comportamiento heroico. Después del asedio estéril
de Aledo, y ante la desunión de las taifas, Yusuf planeó conquistar todo al-Andalus.
Empezó por derrocar al rey de Granada y atraerse la colaboración de las tropas de
ascendencia mora. Una a una fueron cayendo todas las taifas, la principal, Sevilla, se
resistió cuanto pudo pero al final al- Mutamid y sus hijos fueron derrotados y muertos
en la lucha. Para la versión magrebí, al-Mutamid no murió sino que fue exiliado en
Agmat donde falleció años después, asunto que trataremos en el tercer apartado (C).
Como vemos la confrontación entre las fuentes hispanas y las magrebíes, en
este asunto, se podría resumir de la siguiente forma. Para las fuentes hispanas alMutamid siempre fue un aliado de Alfonso VI, no hay el menor comentario en ellas de
que participara en la batalla de Zalaca al lado de los almorávides, una batalla a la que
Abd Allah de Granada en sus memorias no le da la relevancia que le dan las crónicas
magrebíes. La versión magrebí por el contrario plantea que la llegada de los
almorávides se produce por petición de todas las taifas, sin distinción, para combatir a
los cristianos después de la toma de Toledo (1086).
Tal como se plantea la cuestión es imposible saber cuál de las dos versiones es
la verdadera. A favor de la versión hispana está la coherencia de su narración, la lucha
se plantea contra los moros que habían venido en época del califato y se llama a los
almorávides para que luchen contra ellos. En un primer momento, combaten y
destituyen a los reyes de las taifas bereberes o moras (Granada y Málaga) e incluyen a
sus derrotadas tropas en sus ejércitos. Después, viendo la debilidad de las taifas
andalusíes, combaten también a las taifas árabes o andalusíes hasta su sumisión.
Por el contrario, la versión magrebí es una sucesión de traiciones, deslealtades
y deshonor sin una línea coherente. En primer lugar, se dice que todos los reyes se
unen en su petición de ayuda a los almorávides para combatir a los cristianos. Se
rompe así la política tradicional de los abadíes, opuestos de siempre a las taifas moras.
Después se incluye a al-Mutamid entre las huestes almorávides que combaten a los
cristianos e incluso se le elogia por su comportamiento heroico. Esto no es óbice para
que los almorávides traicionen los pactos establecidos y combatan a todas las taifas,
sin distinción, hasta la conquista y destrucción de sus realezas.
Sin embargo, hay un hecho incontestable que no se puede obviar y es: que sea
cierta, o no, la alianza de al-Mutamid y Alfonso VI, al reflejarla todos los historiadores
hispanos en sus crónicas se admite la posibilidad de que tal hecho, en aquella época,
era posible. La aceptación de esta evidencia desmonta también la que podríamos
llamar tercera versión de la historiografía tradicional, aquella que siempre ha
defendido el catolicismo tradicional, la continua lucha entre musulmanes y cristianos,
la batalla sin cuartel de los descendientes de Don Pelayo y Santiago Matamoros por el
triunfo de la religión cristiana.
B) La princesa Zaida y las dos Isabel.
Difícilmente encontraremos en la historia un personaje tan manipulado como
Zaida. A pesar de todo lo que se ha escrito sobre ella, la cuestión sobre su identidad,
situación jurídica, etc. sigue en la misma encrucijada en que la dejó el padre Florez con
su famosa sentencia (3). El más actual trabajo del Dr. A. Montaner Frutos (4) ha
aportado casi todos los datos que se pueden encontrar sobre Zaida en los documentos
de la época.
El primer asunto controvertido es la identidad de Zaida. Todas las crónicas
hispanas son claras y determinantes: Zaida es hija de al-Mutamid (P.C.G. 1906:521, S.
Alonso, 1924:87, Pujol, 1926:373, Bleda, 1618:348). En el Liber Regum se dice que era
sobrina del rey de Denia. Aunque esto no invalida lo anterior, pues dependiendo de los
enlaces matrimoniales se podía ser, al mismo tiempo, hija de al-Mutamid y sobrina del
rey de Denia.
Y esta tradición se continúa desde su inicio en el siglo XI hasta el siglo XX. Pero
en 1934, Levy Provençal, historiador argelino vinculado a la cultura francesa, encontró
en un vetusto códice de la mezquita de al-Qarawiyyin (Fes, Marruecos) unas hojas
sueltas que creyó pertenecían a la obra de Ibn Idhari, al Bayan (5), en las que se decía
que Zaida estuvo casada con Fath al-Mamun, hijo de al-Mutamid, y por lo tanto era
nuera y no hija del rey sevillano. A partir de este momento, la tradición hispana es
puesta en cuestión y los historiadores, salvo excepciones, españoles y extranjeros
empiezan a consignar en sus escritos esta nueva versión.
No vamos a dudar de la sabiduría y preparación de Levy Provençal, pero no veo
que la aparición de estas hojas sueltas en un contexto excepcional sea suficiente para
cambiar la tradición hispana. Es curioso que sea en la misma revista Hespéris (1934:1-8
y 200-201) (6) en donde aparecen los dos documentos que se esgrimen en favor de la
identidad de Zaida como nuera de al-Mutamid. Hasta ese momento Zaida era ignorada
en casi todas las crónicas traducidas de origen musulmán que conocemos. La razón es
que para la mentalidad musulmana, de cualquier época, la historia de la princesa
sevillana tenía que ser ocultada. El hecho de que una musulmana, hija del rey de
Sevilla, se hubiera casado con un cristiano, de que hubiera aportado una dote formada
por ciudades de territorios de la dar al-islam y de que se hubiera convertido en
cristiana no podía ser contado al pueblo musulmán por lo que suponía de desprestigio.
El relato de Ibn Idhari venía a corregir esa situación, haciéndola mujer de Fath alMamun y salvada de las garras almorávides por las tropas castellanas, Zaida sería
llevada a Toledo como botín de guerra, allí entraría en el harén de Alfonso VI como
concubina y le daría un hijo. Explicado esto como algo casual y no como apto
deliberado, salvaba el honor musulmán.
En la Estoria de España se le llama María la Zaida, pero la duda podría
resolverse si como dicen J. Guichot (1863:283), Rada (1868:284) y Modesto Lafuente
(1888:V-3, pág. 206)(7) su nombre real era María Isabel, que explicaría las dubitaciones
de Alfonso para elegir uno u otro.
Como he dicho anteriormente, las crónicas magrebíes ocultan la personalidad
de Zaida, no así las hispánicas que embrollan la cuestión hasta límites kafkianos. Se
discute si fue mujer legítima y reina de Castilla, si se bautizó, si es la misma persona
que la llamada reina Isabel, si es hija de al-Mutamid, etc.
De nuevo nos encontramos aquí con la opción personal de cada uno, yo me
inclino por la solución dada por algunos investigadores españoles (Modesto Lafuente,
1888; Jaime de Salazar y Acha, 2007) de considerar que Zaida y la reina Isabel son la
misma persona, con lo cual quedarían zanjadas todas las demás cuestiones. Como
sabemos, todo el lío parte de la declaración del obispo Lucas de Tuy, de que la reina
Isabel era hija del rey de Francia (Puyol 1926:383). Pero en lógica, para que una
proposición sea verdadera lo han de ser todas las partes que la componen. El hecho
que sepamos que no existió ninguna hija del rey de Francia de nombre Isabel en esos
años debería de ser motivo suficiente para descartar la existencia de esta otra Isabel, e
incluso llego a pensar que, quizás, el obispo Pelayo eligió esta filiación, hija del rey de
Francia, a sabiendas de que cualquier experto historiador, al ver que era falsa, pensara
que fue forzado a escribirlo por las circunstancias políticas del momento.
El hecho de que las dos damas en cuestión se llamen Isabel nos debería hacer
reflexionar. Si aceptamos que las dos convivieron unos determinados años (8), plantea
todo un debate sicológico digno de estudio. Si cuando se bautizó Zaida ya existía la
otra Isabel no sabemos por qué adoptó el mismo nombre o se le permitió. En el otro
caso, porque casó Alfonso con otra Isabel si ya la madre de su hijo se llamaba así, a no
ser que pensemos que era para no confundirse en el tálamo. Estos agravios, en el
plano sicológico, igual que el que expone Salazar y Acha (2007:225-242), para la
consignación en los documentos de los nombres de la reina Isabel y Sancho, el
heredero al trono, nos parecen que van en la línea demostrativa de aceptar que Zaida
y la reina Isabel eran la misma persona.
En el centro de toda la problemática sobre Zaida está la sucesión al trono de
Alfonso VI, si se hiciera un estudio cronológico según las situaciones que se van dando
en los derechos sucesorios a la corona de Castilla y León podríamos saber el porqué de
estas manipulaciones. A mí me gustaría saber si una vez declarado Sancho heredero
del trono, las siguientes personas en la sucesión serían sus hermanas Elvira y Sancha
hijas de Isabel (=Zaida). Si esto fue así es indudable que el entorno de la hija mayor de
Alfonso VI, Urraca, al morir el heredero Sancho intentarían manipular los datos con la
creación de la figura de la reina Isabel, distinta de Zaida, así se cortaban todos los
derechos de esta línea de sucesión, porque no olvidemos que detrás de Elvira de
Sicilia, mujer de Roger II, estaba la poderosa y belicosa familia normanda de los
Hauteville.
C) La muerte de al-Mutamid.
Este es otro punto contradictorio entre las dos versiones. En las fuentes
hispanas, el rey sevillano muere luchando contra los almorávides (P.C.G. 1906: cap.
883, folio 189; L. de Tuy, 1926: 379; Bleda 1618:328- 329; Sandoval, 1792:316) (9).
Alfonso VI en una incursión por los alrededores de Córdoba captura al causante de ello
y lo quema vivo (EE, 2006:fol.191r; PCG, 1906:556), lo que dará lugar a que las fuentes
musulmanas hispanas tachen a Alfonso VI de cruel y despiadado.
Sin embargo, la versión magrebí, bien documentada, sostiene que al-Mutamid
y los restos de su familia fueron exiliados a la zona de Agmat, donde viviría en
condiciones miserables, sostenido por el trabajo de las mujeres de su familia, hasta su
muerte 4 años más tarde. Esta versión, como he dicho, está bien documentada. El
poeta Ibn al-Labbana nos relata el episodio del embarque de la familia real, entre los
llantos y pesares de la población de Isbilia hacia Agmat, aunque en dicho poema no se
nombre a al-Mutamid. Allí lo visitaron Ibn Hamdis e Ibn al-Labbana según al-Maqqari.
También Ibn al Jatib visitó su tumba en Agmat. Incluso Blas Infante, en su gira por
Marruecos del año 1924, visitó los restos de aquella sepultura y llegó a conocer a
descendientes de al-Mutamid, según le dijeron.
Negar estas evidencias documentales no parece razonable. Sin embargo, todos
estos relatos pueden ser rebatidos o por lo menos puestos en duda. La figura de alMutamid está cuajada de leyendas y mitos de dudosa realidad histórica (Pilar Lirola,
2011). Al-Mutamid estuvo toda su vida rodeado de poetas, el mismo está considerado
como uno de los mejores poetas de la cultura andalusí. El mundo de la poesía es un
mundo de ficción donde la realidad es a veces modificada en aras de la belleza poética.
Por lo tanto, la poesía no puede convertirse en documento histórico y más cuando en
ese relato del exilio africano la leyenda y la ficción es lo predominante. No hay más
que leer estos escritos para darse cuenta de ello.
El viaje de Ibn al-Jatib inicia la serie de testimonios histórico de los personajes
que visitaron la tumba de al-Mutamid. Resulta extraño que no preguntara por la
tumba de Abd- Allah último rey zirí de Granada, siendo él granadino, puede ser que la
tumba que visitara fuera la de este rey zirí del que tenemos la certeza que vivió
exiliado en Agmat. La confusión entre ambos monarcas de dos taifas de al-Andalus
puede ser posible. E. García Gómez que tradujo la obra de Abd Allah, nos dice que el
manuscrito que encontró Levy Provençal escondido tras el muro de la mezquita alQarawiyyin de Fez, escrito por el rey granadino, posiblemente fuera llevado a Fez por
el propio Ibn al-Jatib (El siglo XI en 1ª persona. Introducción, I, 20).
El siguiente en el tiempo en visitarla fue al-Maqari en el año 1010/1601-2. E.
García Gómez (al-Andalus, 1953) nos relata su testimonio: Visité la tumba de alMutamid y la de al-Rumaykiyya, su umm walad (umm awladi-bi)-¡Dios se apiade de
entrambos!-cuando estuve en Marrakus, la guardada por Dios, el año 1010/1601. No
sabiendo dónde se hallaba la tumba dicha, pregunté por ella a los que podían pensarse
que la conocían, hasta que un sayj muy entrado en años me llevó a ella y me dijo:
Estas son las tumbas de un rey de al-Andalus y de su favorita por cuyo amor su
corazón palpitaba sin hallar reposo . La vi sobre una colina (rabwa), conforme la
describió Ibn al-Jatib.
Por la explicación que da el sayj solo sabemos que ambos, al-Jatib y al-Maqari,
visitaron la tumba de un rey de al-Andalus que bien podía ser la de Abd Allah.
Pero hay un hecho que me inclina a la reflexión y a la duda y a valorar la
tradición hispana. Luis del Mármol (aprox.1524-1600)) vivió gran parte de su
cautividad en Marraqués, cerca de Agmat, escribió una obra famosa, Descripción
general de África, en ella, en el libro III (1573:36), nos habla de la ciudad de Agmat y de
sus alrededores y para nada habla de la tumba de al-Mutamid y ello parece lógico,
pues en el libro II (1573:156) de la misma obra nos relata la muerte de al-Mutamid en
lucha con los almorávides y en tierra andaluza
Es cierto que cuando la política, la ideología y nuestras inclinaciones culturales
se mezclan con la historia estamos predispuestos a encontrar todo lo que deseemos.
Blas Infante encontró la tumba de al-Mutamid porque tenía que encontrarla. En su
sentida maurofilia, al-Mutamid era el eslabón que uniría a nuestros hermanos de la
otra orilla con el pasado andalusí. Agmat se ha convertido en un lugar de culto a la
memoria de al-Mutamid al que se le dio un carácter oficial cuando en 1970 se inauguró
un mausoleo, construido a costa de la corona marroquí, por donde pasaron en 1998
Jorge Sampaio, presidente de la República Portuguesa y en 1999 el presidente de
Andalucía, Manuel Chaves. Hasta hoy en día, siguen desfilando multitud de personas
de la cultura andaluza y española en general, como ponen de manifiesto la cantidad
de artículos publicados en los diarios españoles a lo largo de estos últimos tiempos,
Nada hay que oponer a estas visitas turísticas, todo lo que sea contacto y buenas
relaciones con nuestros vecinos ha de ser fomentado; pero a veces da la impresión de
la apropiación de la figura de al-Mutamid por parte de Marruecos; es considerado
como uno de los suyos y se le atribuyen frases que nunca pronunció. La frase prefiero
ser camellero en África que porquero en Castilla no la pronunció nunca al-Mutamid. En
las fuentes árabes aparece por primera vez en la obra del s. XIV al-Hula (1951:59). Pero
en la Historia de los hechos de España de R. J. de Rada (J.F. Valverde, 1989:259) lo que
se dice es que una vez muerto al-Mutamid los andalusíes se vieron en la disyuntiva,
entre dos opciones malas, de escoger entre cuidar los cerdos de los cristianos o los
camellos de los almorávides (10).
Y lo que no debemos olvidar es que, se acepte o no la muerte de al-Mutamid
en combate, casi toda sus hijos fueron asesinados, impunemente, en el transcurso del
enfrentamiento entre moros y andalusíes.
De todas formas, las dos versiones podrían conciliarse si aceptamos que alMutamid tuvo un hijo del mismo nombre (Abenabeth) con el que pudo ser confundido.
Consideraciones finales.
La Historia es la memoria de las naciones. Hay que cuidarla porque a lo largo de
los tiempos, desde el rapto de Helena hasta las dos guerras mundiales, su recuerdo es
motivo de enfrentamiento entre los pueblos. Los conflictos se originan cuando se dan
versiones contradictorias del pasado. Con asombro, los peninsulares (españoles y
portugueses) vemos las reivindicaciones del Estado Islámico y al-Qaeda para recuperar
al-Andalus por la fuerza de las armas.
La culpa de esta reivindicación es producto de cómo se explica la historia de
Hispania. La tradición histórica hispánica nacida al cobijo de las leyendas asturianas ha
impuesto la idea de una guerra sin cuartel entre cristianos y musulmanes. A veces se
exagera, sin apoyo documental convincente, en los horrores que provocaron estas
guerras entre ambos bandos. No es extraño así que en la mentalidad musulmana
hayamos creado un deseo de revancha o de venganza por la derrota sufrida.
Aún cuando se aceptara la pertenencia de Hispania a la Dar-al-Islam, bien por
conquista o por aceptación del credo musulmán (I. Olagüe), la posición de al-Andalus
en el mundo árabe de aquella época era de enemiga hacia el poder reconocido por la
ortodoxia musulmana, Califato Abasí (11). La dinastía Omeya fue enemiga de la
dinastía Abasí durante toda su etapa de reinado. También los omeyas fueron enemigos
de los fatimíes del norte de África (Lirola Delgado, 1999) y, precisamente, el hecho del
nacimiento del califato cordobés fue en respuesta al del califato fatimí. La llegada de
los bereberes de Almanzor, así como la de almorávides, almohades y tribus árabes
(hilalíes) produjo el enfrentamiento de estos con la población andalusí. La alianza
Alfonso VI-al-Mutamid se hubiera consolidado si el heredero Sancho no hubiera
muerto en Uclés. La serie de personajes entre dos aguas : Zafadola, el Cid , Ibn
Mardanis (el rey Lobo), Zaida, Sisnando, etc. dotan a los siglo XI y XII de un carácter
especial que no ha sido todavía bien explicado. En conclusión, existe un
enfrentamiento más real y documentado entre musulmanes hispanos y sus
congéneres extranjeros, que el que se quiere transmitir entre hispanos de diferentes
credos. La solidaridad hispana se manifiesta en las dos direcciones, como demuestra el
abandono de las huestes europeas que iban a intervenir en la batalla de Las Navas, al
ver que los ejércitos cristianos hispanos no entraban a saco en los pueblos
conquistados o en fortalezas, como la de Calatrava. Es la entrega voluntaria de esta
fortaleza (Calatrava) por parte de su alcaide el andalusí Ibn Qadir -consecuencia de su
ejecución por el Califa almohade al-Nasir- el motivo de la desafección de las fuerzas
andalusíes antes de la batalla de las Navas de Tolosa que facilitó la victoria de las
fuerzas cristianas.
Todo esto es lo que nos transmiten nuestras crónicas compendiadas en la
magna labor de Alfonso X el Sabio. La Estoria de España es la gran obra de la que debe
partir cualquier historia de la península. Debe de ser como un gran árbol genealógico
al que se tiene que recurrir para conocer nuestra historia. El hecho de que sea una
obra colectiva, lo que se conoce como taller alfonsí, la dota de mayor imparcialidad
que la obra de un solo autor. La lectura de la obra alfonsí apoyada en documentos de
la época puede originar las más diferentes interpretaciones, desde las de Olagüe
basada no en la documentación de la época sino en la ausencia de documentación,
hasta las leyendas asturianas que nos quieren transmitir la intervención del cielo
divino en la recuperación de Hispania.
El respeto a la Estoria de España fue unánime a la largo de los siglos, originando
debates interminables en los puntos controvertidos, pero sin perder el hilo conductor
que brotaba del tronco alfonsí.
Todo esto fue así hasta el siglo XIX. Pero es a partir de la obra de J.A. Conde
(1820) cuando el edificio construido por Alfonso X empieza a ser atacado. El
descubrimiento de obras perdidas sobre la época andalusí, escritas en árabe, creará lo
que se ha llamado la escuela arabista. Una pléyade de filólogos e historiadores, en
España, llamados los Beni Codera, iniciarán la búsqueda y traducción de obras sobre alAndalus, emprendiendo viajes a las principales bibliotecas europeas o del norte de
África. Las obras de P. Gayangos, Dozy (12), Levy Provençal, Huici Miranda, etc.,
aportando nuevos textos desconocidos, irrumpen como caballo en cacharrería ,
enviando la tradición histórica hispana al desván de los olvidos.
Hoy en día casi nadie acude a leer las grandes obras escritas en épocas pasadas
por insignes historiadores españoles. Casi todos los nuevos historiadores incluyen en
sus escritos lo que transmiten los textos magrebíes.
No voy a dudar, que la incorporación de obras recuperadas constituye un
avance en el estudio de la historia de España, pero pienso que se hace de una forma en
donde no impera el menor espíritu crítico. Lo correcto sería que, apoyándose en el
gran árbol alfonsí, todo texto que incorporara cambios en lo transmitido por la Estoria
de España debería de sufrir un estudio comparable al que sufre la Sabana Santa para
demostrar su autenticidad. Una vez diseccionado el nuevo documento debería
incrustarse en el árbol genealógico de la historia de España a la altura de la fecha que
sepamos, con certeza, se pueda datar físicamente el documento. Es decir, por ejemplo,
la obra de al-Maqqari que se escribió en el siglo XVII no la podemos utilizar como
fuente para conocer la invasión árabe de la península, sobre todo si lo que nos
transmite es desconocido de época anterior.
Recientemente, A. García Sanjuán, en una reseña sobre el libro Los Reyes del
Grial (RdL, 23/11/15), critica el que dos miembros del mundo académico hayan
aceptado como auténtico los documentos, en el que se basa el libro, que hablan de la
llegada del Santo Grial a León.
La descalificación de los dos autores del libro es evidente, toda obra sobre el
cáliz de la última cena chirría, sin más comentario.
Pero lo que quiero resaltar es la forma en que comunican los autores la
aparición de los dos documentos encontrados en el Cairo, que sustentan la veracidad
de lo que nos quieren transmitir.
Si confrontamos estos descubrimientos con otros aparecidos en similares
condiciones, vemos que se parecen como dos gotas de agua . Mi pregunta es la
siguiente, y si en vez de ser un tema chirriante hubiera sido otro tema cualquiera, por
ejemplo, sobre una obra perdida del pasado andalusí, ¿habría dudado alguien de su
autenticidad, viniendo de dos miembros del mundo académico?
Creo que hace falta una profunda revisión de todos los documentos
descubiertos en los últimos años. Tener la absoluta certeza de su autenticidad, porque,
como sabemos, una manzana podrida termina por pudrir el cesto.
La historia de España y sobre todo la de Andalucía, que está por hacer, debe
realizarse con total garantía de fiabilidad. La coyuntura política que se está forjando en
torno al estado islámico puede avocar en un futuro, si el estado islámico va
consolidando su poder, a que se planteen en organismos internacionales (ONU)
reivindicaciones sobre al-Andalus. El hecho de que en un mañana se planteen este tipo
de peticiones afectaría gravemente la estabilidad del sur de España.
Más que la voluntad de conquista de al-Andalus por el mundo árabe, el Islam se
debería dejar conquistar por el pasado andalusí. La evolución ideológica del mundo
islámico se quedó varada cuando las fuerzas cristianas conquistaron el Valle del
Guadalquivir. El pensamiento andalusí fue raptado por el mundo occidental.
Averroes, como culminación de toda la filosofía originada en al-Andalus, fue apropiado
por los pensadores europeos. Su Teoría de la doble verdad, debatida, analizada y
desmenuzada por los llamados averroístas latinos fue el germen donde se fue
fraguando la libertad de pensamiento de la cultura europea. La separación del mundo
laico del religioso fue el inicio de la ciencia tal como la concebimos hoy en día.
En el mundo islámico, todavía falta la figura de un Galileo que se atreva a decir
ante un tribunal religioso su famosa frase Eppur si muove sin que le cueste la vida.
Notas.
1) Los tres puntos que voy a desarrollar están expuestos en la Primera Crónica General
(PCG, 1906: cap. 883)
2) Levi Provençal, E. y García Gómez, E, El Siglo XI en primera persona. Las memorias de
Abd-Allah último rey Zirí de Granada. Madrid. Alianza Editorial. ( Edic. 2009. Pág 231232)
3) El tratado de las mujeres del rey D. Alfonso VI es una especie de laberinto, donde se
entra con facilidad, pero es muy dificultoso acertar
Florez, E. Memorias de las reinas católicas. 1770. Pág. 190
4) Montaner Frutos, Alberto. La mora Zaida, entre historia y leyenda (con una reflexión
sobre la técnica historiográfica alfonsí). 2005. Agradezco al Dr. A. Montaner Frutos el
que me remitiera su trabajo para poder leerlo. Su lectura me inspiró el artículo que
aquí presento.
5) Respecto a la ideología que se respira en el Bayan, ésta es la de una actitud guerrera
y militante ante los cristianos, que aparecen como los enemigos del Islam, tal como
correspondía a la mentalidad almohade de su época. El territorio cristiano aparece
como el territorio enemigo y a los personajes cristianos se les condena al más
absoluto anonimato, denominándolos como politeístas, bárbaros, perros, e infieles ,
al contrario de los árabes, que siempre aparecen con sus nombres y atributos Todo el
relato de Ibn Idari se encuentra inmerso en una gran religiosidad, que considera al
pueblo musulmán como el pueblo protegido por Allah, el cual les ayuda siempre en las
batallas frente a los infieles cristianos.
Martos Quesada, Juan. La labor historiográfica de Ibn Idari. Anaquel de
estudios árabes.2009
6) E. Lévi Provençal - Hispano-arabica : La “Mora Zaida” femme d'Alphonse VI de
Castille, et leur jils l'Inj'ant D. Sancho. Pág. 1. La “Mora Zaida, belle-fille d’alMutamid. Pág. 200
Ambos publicados en la Revista Hespéris. Archives berbéres el Bulletin de
I’nstitut des hautes-études marocaines 1934. Tomo XVIII.
7) Convienen todos en que Alfonso tuvo una cuarta mujer legítima nombrada Isabel y
están todos igualmente de acuerdo en que el hijo único del rey, Sancho, el que murió en
la batalla de Uclés, le había tenido de Zaida, hija de Ben Abed el rey árabe de Sevilla,
la cual para unirse á Alfonso se habla hecho cristiana y tomado por nombre bautismal
María Isabel, aunque el rey la nombraba Isabel solamente y era el solo que usaba en
las escrituras. He aquí al parecer dos Isabeles , que han sido causa de las más debatidas
cuestiones entre los historiadores, y en lo que está lo más complicado del laberinto de
las mujeres de Alfonso VI. Pues los que admiten las dos como mujeres legítimas no
saben cuándo ni dónde colocar la una que no estorbe a la otra, y que no trastorne la
cronología. Y los que hacen a Isabel Zaida concubina solamente, no aciertan a explicar
ni el ser tenido su hijo Sancho por heredero legitimo del trono de Castilla, ni las
escrituras en que se nombra una Isabel como mujer legitima, después que suponen
muerta la otra, ni saben de quien pudo ser hija la primera. Y sobre esto han armado
una madeja de cuestiones, que en el supuesto de las dos Isabeles, no es fácil
desenredar.
Nosotros tenemos por cierta la inexistencia de la que se supone primera Isabel,
á quien Lucas de Tuy, y otros escritores posteriores y hasta un epitafio que le pusieron
en León, la hacen hija de Luis, rey de Francia, y es cierto y averiguado por todas las
historias de aquella nación, que el rey de Francia a que alude el Tudense no tuvo
ninguna hija que se llamara Isabel. Creemos pues que no hubo más Isabel que Zaida, la
hija del rey moro de Sevilla, que tomó aquel nombre al hacerse cristiana, que fue mujer
legitima de Alfonso , que estuvo casada con él desde 1095 o 96 hasta 1107 en que
murió, que de este matrimonio nació Sancho, el que pereció en Ucles , heredero
legitimo que era del reino, y que luego tuvieron a Sancha y Elvira, que casaron después
la una con el conde Rodrigo Gonzalez de Laya, y la otra con Rogerio II rey de Sicilia.
Además de los datos que hay para creer esta opinión la más segura, es la única que
puede conciliar el orden y las fechas de todos los matrimonios de este rey, y las edades
de cada uno de sus hijos, sin embarazo ni confusion.»
Modesto Lafuente. Historia General de España. V-III. Pág. 204-205. Edición
1882.
8) La fecha dada por Therese Martin para cada una de las dos mujeres es: Zaida- Isabel
1091-1107 y para la otra Isabel es 1100-1107.
Theres Martin. Mujeres, hermanas e hijas: el mecenazgo femenino en la familia
de Alfonso VI. CSIC. Madrid. 2011
9) Solo en la versión crítica de Estoria de España, se dice que al-Mutamid fue exiliado
allen del mar en donde murió (Cap. CCCIX. Pág. 528), pero más adelante dice que alMutamid murió en lucha con los almorávides (Cap.CCCLVII. Pág. 637)
De la Campa Gutierrez, Mariano. La Crónica de Veinte Reyes y las Cronicas
Crítica y Concisa de la Estoria de España. UAM 1975.
10) Pero la cosa resultó al revés; pues tan pronto como pasaron el mar, en gran
número, empezaron a hostilizar duramente a Abenabeth (=al-Mutamid) hasta el punto
de darle muerte en un combate; pues lo consideraban un cristiano por haber
entregado su hija y sus castillos a un cristiano. Y cuando los andaluces hubieron
comprobado su poderío, empezaron a considerar qué les era más rentable, si guardar
los cerdos de los cristianos o los camellos de los almorávides, y llevados por la pasión
hacia su secta decidieron servir a los almorávides. Y a partir de entonces tuvieron un
solo rey los árabes de uno y otro lado del mar.
R. Jiménez de Rada: Historia de los hechos de España. Alianza. 1983. Pág. 259
11) L. Brehier, Charlemagne et la Palestine, apud Revue Historique, 157 (1928), p.277;
A. Kleinclausz, La légende du protectorat de Charlemagne sur la Terre Sainte, apud
Syria, VII (1926), p.211. Harun al-Rasid señala a Carlomagno en una carta sus enemigos
comunes: en el oeste, el califato de Córdoba, y en el este, Bizancio.
Al-Andalus: Jan 1, 1946; 11,2; ProQuest pg. 283
12) He consultado la obra de Dozy Scriptorum arabum loci de abbadidis pero la
dificultad de su lectura, que como sabemos está escrita en latín y árabe, ha
imposibilitado su utilización para este trabajo. Aunque gran parte de los datos que
contienen están desarrollados en el tomo III de su Historia de los musulmanes en
España, creo que alguna de las universidades sevillanas se debería plantear su
traducción al español, para que pueda ser utilizada por los historiadores e
investigadores de la historia de Sevilla.
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Tumba de al-Mutamid. Revista África. Abril 1934
Mausoleo de al-Mutamid en Agmat
Blas Infante en la tumba de al-Mutamid. 1924
Antonio García Montoya.
Dos Hermanas, 24 de febrero 2016
[email protected]