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La Arqueología como Capitalismo del Desastre

2017, Crítica de la Razón Arqueológica: Arqueología de Contrato y Capitalismo

LA ARQUEOLOGÍA COMO CAPITALISMO DEL DESASTRE Rich Hutchings y Marina La Salle Traducido del inglés por Cristóbal Gnecco El negocio de la arqueología es el presente. Olivier (2013) INTRODUCCIÓN: EL NEGOCIO DE LA ARQUEOLOGÍA La medida en que eL negocio de La arqueoLogía es eL presente también es eL negocio deL Estado y del capitalismo moderno tardío. En este ensayo deconstruimos las reacciones a tres eventos directamente relacionados con el proyecto de “desenredar” la arqueología (Gnecco y Dias, este volumen). Los tres eventos que nos interesan son: 1. La publicación del artículo “Commercial Archaeology in British Columbia” (La Salle y Hutchings 2012); 2. El anuncio del Inter-Congreso del Congreso Mundial de Arqueología (wac, por sus siglas en inglés) “Desenredando la arqueología de contrato” (Gnecco y Dias 2013); y 3. Nuestra participación en el congreso anual de la Asociación Arqueológica de Canadá (Hutchings 2013; La Salle 2014) en el 2013. Lo que estos tres eventos tienen en común, aparte de nuestra participación en ellos, es que tienen que ver con el negocio de la arqueología. Para analizar las reacciones a estos eventos empleamos el esquema clasificatorio desarrollado por Paul Graham (2008), que se muestra en la figura 1. La “jerarquía de desacuerdo” de Graham es piramidal e ilustra que la mayoría del desacuerdo cae dentro de las categorías inferiores, porque son más fáciles de formular y son respuestas emocionales —“Para verdaderamente refutar algo se requiere refutar su punto central o, al menos, uno de ellos. Eso significa que uno tiene que comprometerse, explícitamente, con lo que es el punto central” (Graham 2008)—. La jerarquía de Graham es útil porque el tema de la influencia del capitalismo en la sociedad contemporánea puede ser psicológicamente inquietante y el debate a menudo se vuelve emocional y personal. Es esencial entender la razón de ser de estas emociones, puesto que abarca la “cultura” de la arqueología (Kahan et al. 2011; Shanks 29 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA Refutación del argumento principal: refuta el argumento principal de manera explícita Refutación: encuentra el error y explica por qué está equivocado en el uso de las citas Contraargumento : contradice y apoya con razonamiento o evidencia relevante Contradicción: afirma el caso contrario con poca o ninguna evidencia de apoyo Respuesta al tono: critica el tono de la escritura sin abordar el fondo del argumento Ad hominem: ataca las características o la autoridad del escritor sin abordar el fondo del argumento Insulto: usa expresiones del tipo “usted es un estúpido” Figura 1. La “jerarquía de desacuerdo” de Paul Graham que ilustra el signiicado de diferentes tipos de respuestas, que van desde las injurias (abajo) hasta la refutación del punto central de un argumento (arriba). Solo los tres primeros de arriba constituyen contraargumento y refutación. Fuente: Elaboración propia, adaptado de Graham (2008) y Wikimedia, imagen de dominio público. y Tilley 1987). La disciplina / práctica del manejo de recursos arqueológicos / culturales (crm) puede ser “desenredada” a través de un examen de las respuestas a su crítica. Nuestro análisis de la práctica arqueológica contemporánea la sitúa como un arte de gobierno neoliberal. La comprensión del papel de los arqueólogos en esta estructura requiere pensar y hablar sobre la arqueología en términos de ideología, burocracia y capitalismo moderno tardío, es decir, globalización y neoliberalización. La arqueología representa una forma de capitalismo del desastre que se caracteriza por el despojo y la violencia —una dura realidad que está activamente “olvidada” en la cultura de la arqueología—. 30 La arqueología como capitalismo del desastre TRES INTERCAMBIOS Primer intercambio: arqueología comercial en Columbia Británica En comparación con los artículos académicos, libros y congresos que publicitan las proyectos arqueológicos se ha escrito poco sobre el lado comercial de la práctica. La Salle y Hutchings (2012) Nuestro estudio del negocio de la arqueología (La Salle y Hutchings 2012) estuvo motivado por la observación de que la arqueología de contrato —conocida como crm (cultural resource management) en el mundo angloparlante— representa la mayoría del trabajo de campo arqueológico donde vivimos, pero, comparativamente, poco se publica sobre el tema. Usando información publicada por la Oficina de Arqueología de Columbia Británica, Canadá, encontramos un aumento del 3.000% en los permisos gubernamentales emitidos entre 1960 y el 2011, lo que sugiere que el negocio ha estado en auge, sobre todo para sectores industriales fundamentales para la economía de extracción de recursos de la provincia: silvicultura, petróleo, gas y energía. Calculamos que el 97 % de la arqueología emprendida en Columbia Británica es comercial (figura 2). A pesar de ello pocas instituciones educativas locales contemplan la arqueología de contrato en su plan de estudios, por lo cual los arqueólogos que trabajan en el sector reciben poco entrenamiento en preparación para ser manejadores del patrimonio. Lo que Arqueología de contrato (97%) Arqueología académica (3%) Figura 2. Arqueología en Columbia Británica. Prácticamente toda la arqueología es arqueología de cumplimiento, por lo menos como fue medida en el 2011 en Columbia Británica, Canadá Fuente: La Salle y Hutchings (2012:10). 31 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA los estudiantes aprenden en lugar de ese 97 % es problemático, como discutimos en otro lugar (Hutchings y La Salle 2014). Los arqueólogos comúnmente firman acuerdos de confidencialidad con las corporaciones y los empresarios para los que trabajan, lo que limita su capacidad de informar sobre el trabajo realizado. Por lo tanto, hay poca oportunidad para decir la verdad. Nuestras conclusiones desestabilizaron cuatro tropos convencionales que aprendimos en nuestra educación formal en arqueología: 1. La arqueología no tiene que ver con la preservación de sitios y materiales; más bien, facilita la destrucción de paisajes patrimoniales; 2. La arqueología no se lleva a cabo en nombre de la investigación para conocer sobre el pasado; se lleva a cabo para cumplir con obligaciones legales y reglamentarias en el presente; 3. Los arqueólogos no tienen la responsabilidad de diseminar sus resultados, excepto a sus clientes y al Gobierno; y 4. La arqueología no se realiza por el bien común; más bien, es una empresa privada con ánimo de lucro. Respuesta Aunque nuestra crítica de la arqueología de contrato se centró en las grandes corporaciones, la única respuesta escrita provino de cuatro arqueólogos contratados por una firma de consultoría indígena —representando a la abrumadora minoría de los arqueólogos de la provincia—. Natasha Lyons et al. (2012:6-7) criticaron “el tono” de nuestro artículo como “denigrante y desdeñoso”, “innecesariamente divisivo” y carente de “soluciones”. Contrastaron la “naturaleza densa y compleja” de la política y de la arqueología de contrato con lo que consideraron un academicismo elevado en nuestro artículo, de tal manera que “parece que estamos sobre un pedestal y criticamos desde arriba en lugar de entrar en la refriega”. Señalaron que los pueblos indígenas de Columbia Británica han sido “el motor más importante en la trayectoria histórica de la arqueología de contrato”, más que la industria, y siguen teniendo “una influencia considerable sobre su práctica”. Los autores consideraron que retratamos a los arqueólogos de contrato como “un grupo de adoradores del dinero, éticamente cuestionados y de bajo rendimiento, incapaces de obtener trabajos académicos”. En lugar de una “comunidad [que] intencionalmente vende recursos por dinero”, ellos respondieron que quienes hacen contrato “generalmente son sujetos que actúan de manera ética y con mentalidad profesional y están comprometidos con el interés superior de los recursos arqueológicos” y solo “ganan un salario sólido de clase media”. Concluyeron, cambiando la conversación: 32 La arqueología como capitalismo del desastre [...] aunque no podemos cambiar el funcionamiento más amplio de este entorno macro estamos en condiciones de examinar la(s) estructura(s) de nuestro ambiente y relaciones de trabajo para generar observaciones, crítica, discusión y debate. En lugar de preguntar quién está haciendo dinero sugerimos establecer más alto nuestras miras y preguntar cómo nosotros, como colectivo, podríamos trabajar juntos de una mejor manera para manejar los recursos arqueológicos que aún existen en Columbia Británica. Análisis de los argumentos Con referencia a la jerarquía de Graham (figura 1), Lyons et al. (2012) se basaron en las siguientes formas de argumentos: Ad hominen – Descartar el argumento, porque no somos arqueólogos de contrato que trabajan en la provincia o juzgamos desde un “pedestal” académico. • No desacredita los argumentos o la evidencia usada para sostenerlos. Aún más, la experiencia de contrato de Hutchings en Estados Unidos fue ignorada. Respuesta al tono – El “tono”, descrito como “denigrante y desdeñoso”, fue el principal asunto que Lyons et al. (2012:6) atacaron en el artículo. • El tono —una cualidad inconmensurable y percibida de cualquier artículo— no niega los argumentos o la evidencia. Contradicción / contraargumento – Sugerir que los pueblos indígenas han sido el motor principal de la arqueología de contrato. • No se mostró evidencia en este sentido. Sin embargo, esta afirmación no niega nuestra idea de que el clima económico de la provincia y la industria y el desarrollo resultantes han conducido a la arqueología y a los permisos emitidos. Este contraargumento, por lo tanto, está dirigido a un tema diferente. Refutación – Contraataca diciendo que los arqueólogos solo obtienen un “modesto salario de clase media”. • Esta refutación no corresponde a ninguna afirmación hecha en nuestro artículo y está dirigida a un asunto diferente. La “modestia” de este salario en comparación con los promedios nacionales, sin embargo, será discutida más adelante. En suma, Lyons et al. no abordaron nuestros puntos centrales. Sin embargo, este análisis argumental aclara las motivaciones y las emociones que provocaron su respuesta: los autores entendieron nuestra crítica de la estructura de la arqueología y de la corporatización como una crítica de las personas empleadas en esa estructura. Al percibir 33 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA un ataque a los arqueólogos comerciales como “adoradores del dinero” y “éticamente cuestionados”, los autores contraatacaron, humanizándolos como “sujetos con mentalidad profesional”. También minimizaron la relevancia y la cantidad de dinero en juego. El deseo de ignorar los aspectos económicos, en favor de discusiones “superiores” sobre ética, indica malestar con la naturaleza de la arqueología bajo el capitalismo. También da la sensación de que estas estructuras están fuera de “nuestro control” y son, por lo tanto, inevitables. Como los autores expresan, el papel de las personas dentro de este sistema es, pues, “trabajar juntos de una mejor manera”, para tratar de “evitar ‘morder la mano que nos alimenta’” (Lyons et al. 2012:7-8). Al año siguiente el arqueólogo de Columbia Británica Robert Muckle (2013a) reseñó nuestro artículo en Anthropology News de la American Anthropological Association, y habló de la ética de conservación promocionada en la arqueología y los “potenciales conflictos de interés” de los arqueólogos que “trabajan para las grandes corporaciones que están orientadas al desarrollo”. A pesar de que su reseña fue “compartida” digitalmente más de quinientas veces, no hubo comentarios en el sitio web. Segundo intercambio: desenredando la arqueología de contrato La relación entre la arqueología y la expansión capitalista aparece como una instrumentalidad inocente, como un mero servicio técnico. Gnecco y Dias (2013) En abril del 2013 fue anunciado el Inter-Congreso de wac sobre arqueología comercial o de contrato (Gnecco y Dias 2013). El anuncio inició con una descripción de la arqueología de contrato como “la forma como la disciplina se articula con la expansión capitalista, sacrificando su postura crítica” y sugirió que los arqueólogos que trabajan para este creciente mercado “han abandonado cualquier posible intervención en los asuntos contemporáneos para bailar al ritmo de dinero”. Las preocupaciones incluían el cambio de currículos para beneficiar ese mercado, trabajar por la justicia social mientras se era cómplice de los mandatos del mercado, la mercantilización de la administración del patrimonio y la influencia del capitalismo en las filosofías arqueológicas. Respuestas Las respuestas al anuncio en la lista de correos del wac fueron inmediatas. Las per- sonas describieron “el tono” como “hiperbólico”, “muy cargado emocionalmente”, “pre- 34 La arqueología como capitalismo del desastre juiciado”, “desequilibrado” y carente de una “manera profesional”. Escribieron que retrataba “suficiencia”, “elitismo” y “una agenda egoísta”. Algunos pensaron que era “ofensivo”, “acusatorio” y que “ponía en duda la ética de la mayoría de los arqueólogos practicantes”, poniéndolos en una “luz provocadoramente negativa”; una persona tildó el anuncio de “xenófobo”. Otros sugirieron que la arqueología de contrato no se está “vendiendo” y se ha utilizado para “ampliar la investigación y la educación”; además, enfatizaron que el capitalismo también produce “bienes” sociales. Una persona escribió: “Corrupto o no, el sistema es lo que es; no hay necesidad de que lo juzguemos de una manera u otra”. Respondimos a la vorágine con nuestro breve ensayo “Cinco pensamientos sobre arqueología comercial” (Hutchings y La Salle 2013). Muchos otros felicitaron a los organizadores del simposio por hacer frente a un tema sensible y oportuno y destacaron las experiencias negativas de los pueblos indígenas con la arqueología, la falta generalizada de consulta previa y la presión de los empresarios para “hacer el trabajo”. Las personas mencionaron que los arqueólogos académicos y de contrato albergan “una poderosa falta de moral y ética”. Unos pocos lamentaron las restricciones en “política” como la fuerza principal que “regula” la práctica arqueológica. Unos cincuenta correos electrónicos circularon por la lista del wac. Sin embargo, no hubo acuerdo sobre cuál era el problema o sobre cómo hacer mejor las cosas. Análisis de los argumentos Las emociones estaban exaltadas después de la circulación por la red del anuncio del Inter-Congreso y las respuestas ilustraron la manera personal como los arqueólogos sintieron su crítica. Los comentarios cayeron en dos categorías: Ad hominen – Rechazar el anuncio porque sus autores no son arqueólogos de contrato o juzgan desde una posición de “elite” (es decir, un “pedestal” académico). • La posición académica de los autores no desacredita, inherentemente, las sugerencias hechas en el anuncio. Respuesta al tono – Descrito como “ofensivo”, “acusador”, “negativo” y “no profesional”. El tono no niega la validez de las afirmaciones hechas en el anuncio y tiene que ver, más bien, con la manera como se sienten las personas después de haberlo leído. Estas respuestas se hacen eco de las que tuvo nuestro artículo del 2012 y se caracterizan por una reacción emocional abrumadora que provocó la crítica de lo que la gente 35 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA sentía que se estaba diciendo —que los arqueólogos comerciales están motivados por “fines de lucro” y no son éticos—. De esta manera, se personaliza la crítica de la estructura. Como resultado, la gente sintió que el anuncio y sus autores eran “poco profesionales”, recordando la defensa que Lyons et al. hicieron de los arqueólogos de contrato como “sujetos con mentalidad profesional”. La afirmación de profesionalismo apela a la autoridad y a la moral de la clase media educada e infiere un conjunto de valores conservadores interrelacionados, entre ellos evitar la confrontación, buscar posiciones equilibradas y rehuir posiciones políticas abiertas. La arqueología como “profesión” participa de estos valores de grupo (Trigger 1989), expresados sucintamente por una persona que sintió que “Corrupto o no, el sistema es lo que es; no hay necesidad de que lo juzguemos de una manera”. De manera similar a lo expresado por Lyons et al. (2012:7), el énfasis fue puesto en la búsqueda de soluciones que funcionen dentro del capitalismo. Tercer intercambio: Asociación Arqueológica de Canadá ¿A dónde ha ido la Ley de Conservación del Patrimonio? Yellowhorn (2013) Cuando la conversación en la lista de correos del wac concluyó asistimos al congreso de la Asociación Arqueológica de Canadá del año 2013, celebrado en Whistler, Columbia Británica —sede de los Juegos Olímpicos de Invierno del 2010—. Aunque presentamos ponencias en simposios distintos, cada uno de nosotros abordó la relación entre colonialismo, capitalismo y arqueología, lo cual provocó respuestas variadas. La plenaria En la sesión plenaria titulada “¿A dónde ha ido la Ley de Conservación del Patrimonio: renovación o funeral?”, hubo pueblos indígenas que hablaron contra la destrucción continuada de su patrimonio. Los panelistas hablaron apasionadamente sobre las tácticas del Gobierno para “borrar la cultura”, mediante “la destrucción de nuestro patrimonio”, y enfatizaron que los “lugares no se pueden reemplazar” y que lo que estaba en juego era la “preservación de una forma de vida”. Pidieron a los arqueólogos ayuda para “detener el desarrollo”. Como comentarista de la plenaria, Hutchings (2013) argumentó que, desde sus orígenes hasta su práctica actual (McNiven y Russell 2005; Smith 2004), la arqueología es un proyecto colonialista firme, impulsado por el capitalismo para producir narrativas elitistas y racistas y a favor del crecimiento, el desarrollo y el progreso. 36 La arqueología como capitalismo del desastre Respuesta La respuesta del público a la ponencia de Hutchings fue mínima, con una excepción. Un conocido profesor de arqueología desafió a Hutchings por “meterse con los arqueólogos”, señalando que las cuestiones que planteó se han discutido “durante décadas”, es decir, que esto era “una noticia vieja”. Al hacer referencia al desarrollo emprendido en Whistler para los Juegos Olímpicos de Invierno del 2010, sugirió que las comunidades indígenas locales se habían beneficiado con la construcción de un nuevo centro cultural. Después de la sesión dos personas se acercaron a Hutchings, le ofrecieron apoyo y añadieron su frustración por la falta de un diálogo significativo. El salón quedó vacío después de solo un par de preguntas: el silencio fue la respuesta principal. Arqueología orientada a la comunidad La Salle (2014) expandió los argumentos expuestos en un trabajo publicado (La Salle 2010) para argumentar que la colaboración en la arqueología es ideológica y que se utiliza para connotar amistad, cooperación, igualdad y ética, pero el “éxito” se define como acumulación y aumento de capital. Las desigualdades entre los arqueólogos y las comunidades que colaboran siguen existiendo y la colaboración es, en última instancia, un compromiso —una “baratija de intercambio” para asegurar la continuidad del proyecto arqueológico con la mínima objeción de los pueblos indígenas—. La Salle concluyó: “Los arqueólogos, al igual que la Oficina de Arqueología, tienen el poder de detener la máquina de desarrollo que es responsable de la destrucción de estos lugares significativos, y es simple: ¡Solo dejen de excavar!”. Respuesta El comentarista de la sesión, George Nicholas, señaló que la crítica de La Salle era “importante” y agregó que la cuestión de la protección del patrimonio era un “asunto urgente”. Después del congreso Muckle (2013b) publicó una reseña de la presentación de La Salle, donde preguntó si los arqueólogos que hacen investigación colaborativa “están motivados, necesariamente, por factores personales, profesionales y económicos”, y sugirió que “solo dejar de excavar es un poco fuerte y más que arriesgado”. Muckle explicó: Si bien puede ser bueno pensar que muchos arqueólogos colaboran con los pueblos in- dígenas, debemos darnos cuenta de que la ideología no es compartida por todos en la profesión. La arqueología en América del Norte es una industria de más de mil millones 37 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA de dólares al año. Sinceramente dudo que un número importante de arqueólogos pondrá en peligro sus carreras, como La Salle indica, “solo dejando de excavar”. Aunque este artículo fue visto cientos de veces en la red, nadie lo comentó. Análisis de los argumentos En conjunto, estos artículos sugieren que la arqueología constituye una violencia social responsable de la destrucción del patrimonio, a pesar de “blanquearla” (King 2009) como una práctica ética preocupada por el bienestar de las comunidades descendientes. Por eso es sorprendente la falta de respuesta. Estas son críticas graves que socavan los ideales y la práctica de la disciplina, académica y de consultoría por igual —sin embargo, el silencio es abrumador—. Los que respondieron públicamente ofrecieron pocos “argumentos”, cayendo en las siguientes categorías: Respuesta al tono – Hutchings: descrito por “meterse con los arqueólogos”. • Transmite malestar con el tema en lugar de un argumento en contra. Contradicción – La Salle: sugiere que los arqueólogos no están “motivados por factores personales, profesionales y económicos”. • No se allega evidencia para apoyar esta afirmación; por el contrario, Muckle sugiere que los arqueólogos “pondrán en peligro sus carreras” si ayudan a los pueblos indígenas. Contraargumento – Hutchings: sugiere que los pueblos indígenas se han beneficiado del desarrollo. • Esto no niega el impacto del desarrollo sobre los sitios patrimoniales o el papel de la arqueología en permitirlo; este es un contraargumento dirigido a otro asunto. Estas transacciones transmiten un profundo malestar con el papel de la arqueología en la alienación de tierras y recursos, históricamente y en la actualidad. En este congreso nacional solo hubo unos pocos simposios dedicados a la arqueología de contrato; casi todos eran “académicos”. En este sentido, estuvo ausente el 97 % de la arqueología que se realiza en la provincia; en cambio, la disciplina estuvo representada solo por el 3 %. Es significativo que, en gran parte, ese 3 % no esté involucrado con (ni interesado en) la arqueología comercial. 38 La arqueología como capitalismo del desastre DESENREDANDO LAS RESPUESTAS Las personas convencionales se ponen furiosas cuando alguien se aleja de lo convenido, sobre todo porque consideran que ese alejamiento las critica. Russell (1930) Haríamos bien en recordar que la preservación del patrimonio y la presentación del pasado son procesos que borran el pasado de la misma manera que lo hacen la guerra, el saqueo y el desarrollo. Arnold (2014) Nuestros tres intercambios representan modos típicos de acción entre los arqueólogos: escribir un artículo para una revista, enviar un correo electrónico y presentar una ponencia en un congreso. El tema en cada intercambio era similar y los puntos en común en las respuestas indican un patrón: 1. Las personas sienten que los arqueólogos comerciales, de contrato, de cumplimiento o crm están siendo atacados, juzgados como poco éticos, motivados por el lucro y “menos que” sus contrapartes académicos. – Esto produce una oleada de ira que impulsa respuestas “viscerales” inmediatas a la crítica. 2. Las personas sugieren que el capitalismo es inevitable: no podemos cambiarlo y no debemos juzgarlo —de hecho, deberíamos ignorar “el dinero” y hablar sobre cómo “trabajar mejor” dentro de él y ser “profesionales”. – Esto sitúa el capitalismo fuera del control de los arqueólogos y racionaliza la práctica de la arqueología de contrato. 3. Las personas argumentan que la arqueología comercial es realmente beneficiosa, tanto para la arqueología y la ciencia como para los pueblos indígenas que se están beneficiando de ella y, en muchos aspectos, están impulsando la industria. – Esto justifica la arqueología de contrato como una práctica éticamente responsable. Estas respuestas son defensivas: protegen a los arqueólogos y su práctica, señalando en otra dirección para racionalizar y justificar su complicidad con lo que se considera perjudicial. En estas respuestas es central la personalización de la crítica (Hutchings y La Salle 2013:2). 39 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA Esas reacciones se han discutido en términos de cognición cultural con referencia a “la tendencia de los individuos a formar percepciones de riesgo que son valores agradables” (Kahan et al. 2011). En resumen, las personas tienden a adoptar creencias comunes a su grupo (o profesión). El bienestar individual está ligado a la pertenencia al grupo, a través de la cual se genera estatus y autoestima. Los desafíos a las creencias del grupo, por tanto, socavan el bienestar de sus miembros y amenazan con pérdida personal. En defensa propia, las personas están de acuerdo con argumentos que refuerzan sus creencias y descartan los que las contradicen porque tienen un “tono negativo”, sobre todo si se originan desde fuera del grupo. Esta dinámica se ilustra en la naturaleza de las respuestas a las críticas de la arqueología bajo el capitalismo. En general, los arqueólogos permanecen en silencio cuando se trata el tema del capitalismo. Este silencio puede ser visto como una forma de olvido o “amnesia” —por parte de los arqueólogos académicos y de contrato— de aspectos de la disciplina que se consideran desfavorables. En esta dinámica las observaciones que (re)afirman los ideales de la arqueología, salvar o proteger el pasado, refuerzan las creencias de grupo y, por tanto, se aceptan sin duda. No sucede lo mismo con las críticas al dinero y al poder. La (re)producción de esta cultura es visible en cómo las personas articulan la estructura (por ejemplo, como algo inevitable e inmutable) y su papel dentro de ella (por ejemplo, cómo tratan de hacer lo mejor que pueden). Mientras que las personas parecen sentir que no tienen control para realizar el cambio, la relación entre las estructuras y los agentes es recursiva y dialéctica. Para entender cómo se desenvuelve esta dinámica en la sociedad en general, el resto de este artículo sitúa la arqueología en sus contextos sociales, políticos y económicos más amplios. LA ARQUEOLOGÍA COMO CAPITALISMO DEL DESASTRE La concesión de permisos para construir fábricas u otras estructuras en los lugares donde se encuentran los sitios [del patrimonio indígena] [...] debe estar subordinada a que las partes interesadas aporten fondos para la investigación de dichos sitios antes de que comience la construcción. No podemos evitar la expansión urbana y el desarrollo industrial pero por medio de legislación inteligente pueden pasar de ser una maldición a una bendición para la arqueología. Borden (1950) 40 La arqueología como capitalismo del desastre Yo llamo “capitalismo del desastre” a estos ataques orquestados en la esfera pública en la estela de eventos catastróficos, combinados con el tratamiento de los desastres como emocionantes oportunidades de mercado. Klein (2007) Naomi Klein acuñó el término “capitalismo del desastre” para definir cuando se “hace plata de la miseria”. El concepto es la pieza central de su influyente libro publicado en el 2007, La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre [Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism], que examina los “Estados corporativistas” y sus “desastres capitalistas”. El enfoque de Klein sobre el neoliberalismo tiene relevancia directa para la arqueología contemporánea; esto se demuestra en la noción del desarrollo económico como una “bendición” para la profesión, de acuerdo con los comentarios de Charles Borden. Borden (1905-1978), reconocido como el “padre” de la arqueología de Columbia Británica, es un nexo histórico en el relato de origen (Carlson 1979; Matson y Coupland 1995) o “invención” (Hobsbawm 1992) de la arqueología canadiense. El historiador Robert West (1995:II) sugirió que “los arqueólogos profesionales controlan, firmemente, la prehistoria de Columbia Británica”, debido a los esfuerzos que hizo Borden en la posguerra para profesionalizar la disciplina: En el contexto de destrucción de sitios arqueológicos, durante la década de 1950, Borden fue capaz de atraer a su causa a muchos habitantes de Columbia Británica, incluyendo funcionarios provinciales [...] arqueólogos aicionados y aborígenes que carecían de los me- dios para crear las poderosas alianzas de Borden y, por lo tanto, los aicionados y los nativos fueron incapaces de ofrecer una alternativa convincente a su autoridad. Por tanto, quienes no son arqueólogos deben “poner su fe” en los expertos “y asumir que el conocimiento que producen es veraz y válido” (West 1995: II). La profesionalización y privatización de la arqueología tiene, pues, una importancia fundamental, especialmente para los pueblos indígenas, debido a su relación con el desarrollo y su papel en la regulación del acceso a los recursos (Bodley 2008; Mander y Tauli-Corpuz 2006). La idea de que los arqueólogos se benefician de la crisis de la modernidad (industrialización, corporativización, [sub]urbanización, globalización, neoliberalización, etc.) se extiende mucho más allá de Columbia Británica a mediados del siglo xx. Hoy esta sensibilidad es evidente en la idea de que “el calentamiento global está demostrando ser una especie de bendición para la arqueología” (Doyle 2013) —“Es preocupante que los 41 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA glaciares se estén derritiendo pero es emocionante para nosotros los arqueólogos [...] Esto es solo el comienzo”—. Otro ejemplo de capitalismo del desastre en la arqueología está en “la colaboración con la industria” (Flemming 2004). Un requisito previo para este tipo de relaciones es la casi certeza de que los arqueólogos deben abandonar o ignorar, en última instancia, los agudos problemas éticos presentes en este tipo de uniones (e.g., Flatman 2007, 2012). Según Joseph Schuldenrein (2013), las presiones para “colaborar” (es decir, corporativizar) se ven agravadas por crisis más grandes de financiación: Sin embargo, este descenso es casi inversamente proporcional a la función ampliada de la arqueología aplicada y la aceleración concomitante de la inluencia del sector privado [...] En la arqueología actual los mayores presupuestos y las tecnologías de investigación más avanzadas son proporcionados por la construcción de gasoductos. Los esfuerzos colaborativos entre los ingenieros de petróleo y gas y los profesionales de CRM se han traducido en saltos cuánticos en el descubrimiento y entendimiento del registro arqueológico. Schuldenrein describe la privatización creciente y sugiere que la extracción de petróleo y gas —la causa última del derretimiento de los glaciares— ha sido una bendición para la profesión, lo que resulta en saltos hacia adelante en la ciencia del pasado. Hoy en día la arqueología es una industria. La American Cultural Resources Association reportó que en el 2012 habían aproximadamente 1.300 empresas de arqueología de contrato en Estados Unidos, las cuales empleaban a unas 10.000 personas y generaban más de mil millones de dólares en ingresos (acra 2013:2). En Columbia Británica el rango de ingresos de los arqueólogos de contrato está entre 25 y 40 dólares canadienses por hora, entre 2,5 y 4 veces más que el actual salario mínimo provincial. Los profesores de arqueología en la provincia ganan entre 110.000 y 115.000 dólares canadienses por año, aproximadamente cuatro veces más que el ingreso promedio de la mayoría de los canadienses y casi seis veces más que el ingreso promedio de la población aborigen (La Salle 2014). Por tanto, existe una enorme disparidad de ingresos entre los arqueólogos (académicos y de contrato) y la población promedio, así como con respecto a las comunidades indígenas cuyo patrimonio está siendo lentamente desmantelado. La arqueología es, en efecto, un gran negocio que depende de la extracción de recursos y del desarrollo comercial y residencial para su subsistencia, lo que resulta en la destrucción de paisajes patrimoniales, naturales y culturales, a escala local y global. La arqueología, por tanto, se puede considerar una forma de capitalismo del desastre, una industria creada por y al servicio del Estado neoliberal. 42 La arqueología como capitalismo del desastre La arqueología como arte de gobierno neoliberal Los Estados-nación, o sus partidarios, controlan y asignan recursos simbólicos como un medio para legitimar el poder y la autoridad y en búsqueda de sus objetivos e ideologías nacionalistas. Fowler (1987) Hoy en día la mayoría de las investigaciones de crm son llevadas a cabo por negocios privados, tanto para la industria privada como para los gobiernos federal, estatal y local, para que estas organizaciones puedan cumplir eficazmente sus obligaciones legales bajo la Ley Nacional de Preservación Histórica y las leyes y regulaciones relacionadas. acra (2013) Está bien establecido que la arqueología es una forma de arte de gobernar (Trigger 1989; Smith 2004); sus fundamentos capitalistas también han sido indagados (Shanks y Tilley 1987; Hamilakis y Duke 2007). Sin embargo, los lazos de la arqueología con el neoliberalismo han sido menos estudiados. Puesto que el neoliberalismo es la clave para entender el capitalismo del desastre, proponemos que también es la clave para entender la arqueología. El neoliberalismo, arraigado en el capitalismo y los principios del laissez faire, refiere a un nuevo acuerdo político, económico y social que enfatiza las relaciones de mercado, la disminución de los Estados y la responsabilidad individual (Springer 2010:1025). Entendido como un proyecto hegemónico ideológico, el neoliberalismo sostiene que los “grupos de élite, organizados en torno a alianzas transnacionales de clase, tienen la capacidad de proyectar y difundir a los demás un programa coherente de interpretaciones del mundo” (Springer 2010:1032). Las opiniones del geógrafo David Harvey, de gran prestigio por su trabajo sobre el neoliberalismo, fueron resumidas por Simon Springer (2010:1032): La principal airmación de Harvey es que el logro más importante del neoliberalismo ha sido la redistribución de la riqueza a las élites en lugar de la generación real de nueva riqueza. En otras palabras, el neoliberalismo representa la continuación de lo que Marx (1867-1976) llamó “acumulación originaria”, que Harvey (2003:145) ha renombrado como “acumulación por desposesión” para signiicar su continua relevancia en el capitalismo 43 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA contemporáneo como mercantilización y privatización de la tierra y expulsión forzada de las poblaciones campesinas; conversión de diversas formas de derechos de propiedad (co- mún, colectiva, estatal, etc.) en derechos de propiedad exclusivos; supresión de los dere- chos a los bienes comunes; mercantilización de la fuerza de trabajo y supresión de formas alternativas (indígenas) de producción y consumo; [y] procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos (incluidos los recursos naturales). Además del poder de clase, Springer enfatizó la formación burocrática y su formación política. La primera representa el neoliberalismo como política y la segunda el neoliberalismo como gubernamentalidad. Ambas son elementos centrales de nuestro nuevo modelo de la arqueología, que discutimos a continuación. Para entender la relación de la arqueología con el Estado, el capitalismo y el Estado neoliberal, ofrecemos un nuevo modelo de la arqueología (figura 3). En cierto sentido, el modelo es una arqueología “desenredada” y representa la convergencia de los “mecanismos de control estatales” de Benedict Anderson (2006 [1983]) y la visión de Laurajane Smith (2004:11-12) del crm como mecanismo de gobierno de la identidad cultural indígena. memoria MUSEO patrimonio ARQUEOLOGÍA identidad CENSO lugar MAPA Figura 3. Una nueva visión de la arqueología: la convergencia de los “mecanismos de control estatales” de Benedict Anderson y la visión de Laurajane Smith del crm como mecanismo de gobierno de la identidad cultural indígena Fuente: Elaboración propia. 44 La arqueología como capitalismo del desastre Anderson (2006:163-164) describió los mecanismos de control estatales como “el censo, el mapa y el museo; juntos dieron forma a cómo los estados coloniales imaginan sus dominios —la naturaleza de la gente que gobierna, la geografía de su dominio y la legitimidad de su ascendencia”—. También se puede pensar que estas tres características esenciales de la autoridad del Estado controlan la identidad, los lugares y la memoria de un pueblo —los elementos que componen el patrimonio—. Juntas producen una “parrilla total de clasificación que [puede] ser aplicada con flexibilidad infinita a cualquier cosa bajo el control real o previsto del Estado: personas, regiones, religiones, idiomas, productos, monumentos, etcétera”. El efecto de la parrilla es “que siempre puede decir de cualquier cosa que [es] esto, no lo otro; que pertenece aquí, no allí” (Anderson 2006:184). Una demostración prominente y poderosa de la parrilla de clasificación total en la arqueología de Canadá es la “Parrilla Borden” (figura 4). Esto se debe, ante todo, a su fundamento cartográfico —es el “mapa” en el “censo, mapa, museo” de Anderson—. Como Kathryn Sampeck (2014) sugiere, los colonos se hacen con el control de una región a través de la cartografía, que es “la herramienta definitiva para la implementación de la hegemonía del Estado”, pues permite a los funcionarios “dictar una percepción autorizada del paisaje”. Figura 4. La Parrilla Borden (Grille Borden), diseñada por Charles E. Borden a principios de la década de los cincuenta y adoptada en el ámbito nacional desde entonces, ejempliica la cuadrícula clasiicatoria total, es decir, es colonialismo en acción. Fuente: Imagen de dominio público 45 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA El sitio web educativo Artifacts B.C (s.f.), financiado por el Estado, describe el origen y significado de la Parrilla o “Sistema Borden”, utilizando como ejemplo la antigua aldea indígena de Kosapsom en la isla de Vancouver: En Canadá todos los sitios arqueológicos están codiicados por medio de lo que se conoce como “Sistema Borden”. Asigna a cada lugar una secuencia de 4 letras (DcRu) y un número (4), relativa a un código de mapa ijo. Los números Borden fueron inventados por Charles E. Borden en la Universidad de Columbia Británica en 1954. Canadá fue dividida en una parrilla de unidades principales de mapeo con una altura de 2° de latitud y un ancho de 4° de longitud. Las coordenadas latitudinales tienen letras mayúsculas de la A a U de sur a norte y la longitud se designa con letras mayúsculas de la A a V de este a oeste. Cada unidad principal de 2° x 4° (192 kms x 300 kms) está subdividida en subunidades de 10’ designadas con letras minúsculas de sur a norte (latitud) y de este a oeste (longitud). Por ejemplo, en DcRu4 las dos primeras letras indican que el sitio está en uno de los cuadrados de 16 kms en el cuadrado latitudinal D; las últimas 2 letras, del mismo modo, muestran la posición en la parrilla de la longitud. El número 4 después de las cuatro letras signiica que fue el cuarto sitio encontrado dentro de una unidad de 16 kms x 16 kms. De esta manera (enrevesada), los paisajes culturales indígenas (Kosapsom) son apropiados por la ciencia (DcRu-4), transformados en “sitios” y “recursos” arqueológicos genéricos registrados por el Estado y, por tanto, listos para el mercado. El Sistema Borden —y otros en el mundo (en Estados Unidos, el Trinomio del Smithsonian)— opera a través del proceso de cambio de nombre. Esta es la técnica principal que usa el Estado para colonizar paisajes patrimoniales indígenas, y la arqueología está —y, por tanto, los arqueólogos están— directamente implicada en este proceso. Para Lawrence Berg (2011:13-14), el proceso de nombrar es un medio para “solidificar, simbólica y materialmente, los procesos actuales (e históricos) de la acumulación capitalista por desposesión”. Específicamente, “las formas banales e incuestionadas de nombrar ayudan a ocultar las relaciones socio-espaciales de desposesión”. En vista de la “desposesión de los pueblos aborígenes y su continua marginación a través del colonialismo en marcha”, Berg ofrece un punto de vista importante para considerar la “violencia” de la arqueología. El despojo y su subproducto, el desplazamiento, son fundamentales para el segundo componente de nuestro modelo de la arqueología. La crítica de Laurajane Smith (2004:11) al crm sugiere que la práctica surgió de la necesidad de “ayudar a gobernar una serie de problemas sociales”, especialmente los planteados por los pueblos indígenas en contextos coloniales, como Australia y Canadá. Como Smith (2004:11) señaló: 46 La arqueología como capitalismo del desastre Todo el proceso del CRM, que hace hincapié en la aplicación técnica del conocimiento y la experticia, trabaja con eicacia para despolitizar los debates más amplios sobre la legitimi- dad de los reclamos culturales y sociales sobre el pasado [...] Esto hace que el “patrimonio”, y los reclamos que se hacen sobre él, sea más fácilmente “gobernable”. La gobernabilidad del patrimonio facilita la despolitización de las reclamaciones indígenas sobre la identidad cultural. Esto tiene consecuencias importantes para los pueblos indígenas. La arqueología opera como una tecnología de gobierno, produciendo y movilizando conocimiento en apoyo de los intereses del Estado, económicos y de otro tipo. Esta idea está bien establecida: como Don Fowler (1987:241), presidente de la Society for American Archaeology entre 1988 y 1991, señaló hace décadas, las “interpretaciones, o usos, del pasado rara vez tienen valor neutral”: En varios Estados nacionales en distintos momentos algunos arqueólogos han analizado e interpretado el pasado para adaptarse a sus exigencias ideológicas. Ese es un extremo del espectro. El otro es la aceptación implícita y, por lo tanto, incuestionable de principios y valores ideológicos desde dentro de la cultura del arqueólogo y cómo inluyen en su uso del pasado. Históricamente, la preocupación era sobre cómo funcionaba “al servicio del Estado” la interpretación del pasado hecha por los arqueólogos académicos. Pero Fowler y otros (e. g., Trigger 1989) no abordaron la arqueología en su versión de contrato o comercial. Esta omisión es crítica porque la arqueología académica (teoría) y la arqueología de contrato (práctica) son dos mitades de un todo, filosófica e institucionalmente. Por eso los arqueólogos académicos no pueden desvincularse de la arqueología de contrato. Los estudiosos del manejo de recursos piensan que las instituciones burocráticas contienen las “semillas del fracaso” (Acheson 2006:124; véase King 2009). La socióloga Sylvia Hale (1990:518-519) describe un importante defecto de diseño: La lealtad de los funcionarios no está con el público o los electores sino con la burocracia. Su vocación es servir sus funciones oiciales [...] Quienes trabajan como empleados en la burocracia están aún más rígidamente sujetos a sus regulaciones. Funcionan como engranajes en la máquina. El requisito principal de su posición es la adhesión incondicional y estricta a las regulaciones escritas dentro de sus áreas de jurisdicción, estrechamente deinidas. Su indivi- dualidad no tiene lugar dentro de un sistema de ese tipo porque alteraría el orden calculado. A los arqueólogos que operan en este sistema —llamados “arqueoburócratas” por Joshua Dent (2012)— “se les paga por evaluar proyectos, solicitar permisos, hacer trabajo de 47 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA campo, escribir informes técnicos y, en efecto, ‘manejar’ recursos” (Lyons et al. 2012:8). La crítica de este sistema es desalentada, implícitamente, por la afiliación con esta comunidad imaginada, por compartir sus creencias y por derivar identidad de ella. De hecho, como demuestran las respuestas mencionadas anteriormente, los arqueoburócratas sienten que no tienen ningún control sobre el sistema, pero lo reproducen todos los días. Por esta razón la arqueología de contrato representa una forma muy poderosa (y muy peligrosa) del arte de gobernar, racionalizada y justificada por la academia y llevada a cabo y reforzada por la industria. Como forma de capitalismo del desastre que opera de acuerdo a intereses neoliberales, el impacto de este proyecto es significativo. Arqueología como violencia En las últimas etapas de una lucha épica a nivel mundial las fuerzas del desarrollo económico Occidental están asaltando a los pueblos indígenas sobrevivientes del planeta, cuya presencia obstruye su progreso. Mander (1991) Los arqueólogos han creado un mundo de pensamiento que sirve para sostener su poder y su privilegio, perjudica los intereses de los pueblos indígenas y contribuye al actual genocidio cultural de los nativos americanos. Custer (2005) ¿Existe un valor de mercado para la limpieza étnica y el daño ambiental? Tommasino et al. (citados por Funari 2001) El racionalismo neoliberal está vinculado a la pobreza, la desigualdad y la violencia (Springer 2011; cfr. Giroux 2014). Los resultados del neoliberalismo están a nuestro alrededor, observa Henry Giroux, “desde la devastación ecológica y el empobrecimiento económico generalizado hasta el creciente encarcelamiento de grandes segmentos de la población marginada por raza y clase” (Polychroniou 2013). El neoliberalismo, que Giroux llama la “última etapa del capitalismo depredador”, es un proyecto político y económico que constituye una ideología, una forma de gobierno, una política y una forma de pedagogía pública (Polychroniou 2013). Al reconocer que la violencia estruc- 48 La arqueología como capitalismo del desastre tural del neoliberalismo está en todas partes, las “experiencias ‘locales’ de violencia que ocurren, aparentemente, en forma aislada de la matriz de espacio más amplia están, de hecho, vinculadas a lo ‘global’, lo que hace de la violencia algo ‘cotidiano’” (Springer 2011:95). La arqueología como arte de gobierno neoliberal es propensa a la violencia. Dentro de los procesos del colonialismo y el capitalismo, la arqueología como tecnología de gobierno opera para “despejar” los paisajes patrimoniales indígenas (Blaser et al. 2004; Smith 2008) y abrir sus recursos para la extracción y el desarrollo. A cambio de acceso, las comunidades indígenas son aplacadas con “migajas culturales” (Gnecco 2012) como informes, videos, folletos escolares o museos locales e, incluso, a veces con el “privilegio” de poder participar en el “manejo” de su propio patrimonio. Los arqueólogos se benefician directamente de este desastre —la fuerza impulsora detrás de la creación de la profesión, en primer lugar— y el resultado es la pérdida del patrimonio natural y cultural (Foster et al. 2010). Nuestro objetivo no es “sondear” que el neoliberalismo (o el capitalismo) es violento, ni que la arqueología, como consecuencia de ser un arte de gobierno neoliberal, también es inherentemente violenta. Esto ya se ha hecho en una variedad de contextos y muchas veces a nivel local, nacional y global. Más bien, nuestra preocupación es que la arqueología —y, por tanto, los arqueólogos— sigue “olvidando” este legado continuo de violencia. La violencia arqueológica se manifiesta en lo que Bruce Alexander (2008) llamó “deplazamiento” y Glenn Albrecht (2005) “solastalgia”. Alexander trabajó en un barrio pobre con una alta población indígena en Vancouver, Columbia Británica, y demostró que las políticas neoliberales desplazan a los indígenas de su pasado y de su presente, lo que a menudo resulta en adicción, falta de vivienda y violencia. Albrecht (2005) utilizó el término solastalgia para caracterizar la aflicción causada por el desplazamiento del entorno propio, incluyendo dolor, pérdida e incapacidad de obtener consuelo en el presente, lo que produce graves problemas de salud, físicos y mentales. Esta condición es frecuente en las comunidades indígenas, que están fuertemente conectados con el “campo”. En su estudio de solastalgia y arqueología de contrato en Australia colonial, Mary-Jean Sutton et al. (2013:7-8) describieron “el apego indígena al entorno como una conexión espiritual íntima; los impactos de la minería del carbón, por lo tanto, no solo destruyen ese entorno sino que dañan, irremediablemente, las conexiones de la gente con el campo”. La destrucción del patrimonio indígena no solo está directamente implicada con ecocidio, sino también con etnocidio y genocidio. Sin embargo, el problema en la iden- 49 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA tificación de la solastalgia en el contexto de la destrucción del patrimonio es que es un proceso “lento”, y por tanto difícil de ver (Nixon 2011a). Como señaló Rob Nixon (2011b), la violencia lenta “no es ni espectacular ni instantánea sino gradual; sus calamitosas repercusiones se posponen por años o décadas o siglos”. La arqueología es una violencia lenta porque la pérdida de los paisajes patrimoniales es gradual y raramente de interés periodístico. La arqueología, como aparato del Estado, está envuelta en el proceso lento, pero constante, de la colonización. Dentro de la arqueología esta violencia es vista como una externalidad —como algo “fuera” de la institución—. Por eso está fuera de “nuestro control” y es parte de la estructura permanente dentro de la cual operan los arqueólogos. Esto es lo que Hutchings (2013a) llamó siloing, por el cual los arqueólogos ven los problemas “en forma aislada y no se ve el cuadro completo” (Homer-Dixon 2006:17). Así, el papel de los arqueoburócratas en la reproducción de la estructura se vuelve invisible: es en lo cotidiano y en la banalidad de simplemente hacer el trabajo que corresponde (Arendt 1963) donde esa estructura se sedimenta y la violencia lenta se desarrolla. CONCLUSIÓN: LA ARQUEOLOGÍA Y LA BANALIDAD DEL MAL Lo más peligroso de la violencia es su racionalidad. La violencia misma es terrible, desde luego. Pero la raíz más profunda de la violencia y su permanencia provienen de la forma de racionalidad que usamos. Foucault (1996) La triste verdad es que la mayor parte del mal es hecha por gente que nunca decidió ser buena o mala. Arendt (1978) Desenredar la arqueología es comprender su racionalidad: una amnesia institucional acerca de su práctica cotidiana como arqueología comercial, de contrato o de cumplimiento. Sugerimos que la energía o inercia de la arqueología como forma de capitalismo del desastre se deriva, principalmente (> 97 %), de la acumulación por desposesión o violencia neoliberal. En América del Norte (Canadá y Estados Unidos) esa violencia se dirige, casi en su totalidad, hacia los pueblos indígenas y su patrimonio, lo que refleja un componente racial evidente, pero rara vez discutido, de la arqueología de contrato en entornos coloniales. 50 La arqueología como capitalismo del desastre Hoy en día la arqueología es un proyecto de mil millones de dólares en América del Norte. Por eso proponemos adoptar el término de industria del patrimonio para resaltar el carácter corporativo y la escala industrial de la institución arqueología / crm. La ar- queología, como arte de gobierno moderno tardío, es capitalismo del desastre por excelencia y se caracteriza por gestores especializados (arqueoburócratas) que “despejan” el patrimonio indígena del paisaje, lo cual permite el desarrollo económico. Esto se logra mediante la conversión de los paisajes de patrimonio cultural en sitios arqueológicos y después, cuando el desarrollo va a ocurrir, mediante la conversión de los sitios arqueológicos en cajas e informes. Los arqueólogos consideran racional la destrucción del patrimonio indígena porque los actos de violencia están cubiertos por el velo sacrosanto (y, por tanto, dado por sentado) de la ciencia y la neutralidad científica. De esta manera, el papel de los académicos en la violencia de la arqueología se extiende mucho más allá del hecho de que disciplinan a los arqueólogos profesionales en el conjunto de habilidades del contrato. En su enseñanza y en su silencio los arqueólogos académicos legitiman la arqueología de contrato y validan los discursos “autorizados” y “oficiales” sobre el patrimonio que emanan de y (re)producen la ideología del capitalismo. Ver la arqueología como violencia tiene consecuencias importantes para la profesión. En el 2013 wac aprobó la siguiente resolución: “No es ético que los arqueólogos profe- sionales y las instituciones académicas lleven a cabo trabajo arqueológico profesional y excavaciones en áreas ocupadas por la fuerza”. En los lugares colonizados u ocupados como Columbia Británica esta resolución presenta un dilema aparentemente insoluble para los practicantes disciplinarios, académicos y de contrato. Terminamos con una predicción y un nuevo punto de partida. Predecimos que las afirmaciones que hemos hecho en este artículo serán poco o nada impugnadas. Desde luego, no creemos que nadie “refutará el punto central” de que la arqueología es un arte de gobierno neoliberal y de capitalismo del desastre. La razón, en parte, se debe a que realmente comprometerse con el problema significa “comprometerse de manera explícita” con los temas en cuestión. Otra razón, totalmente relacionada con la primera, es que decir la verdad es una tarea extraordinariamente difícil, sin duda para el individuo y, más aún, para toda una cultura. Este reconocimiento constituye nuestro nuevo punto de partida, un reto establecido por Ian Angus (2013): “El primer paso es contar la verdad —sobre el peligro que enfrentamos, sobre sus causas y sobre las medidas que deben adoptarse para hacer retroceder la amenaza—. En una época de engaño universal decir la verdad es un acto revolucionario”. 51 CRÍTICA DE LA RAZÓN ARQUEOLÓGICA REFERENCIAS CITADAS Acheson, James 2006 Institutional Failure in Resource Management. Annual Review of Anthropology 35:117-134. 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