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LAS RELIQUIAS CIDIANAS1 Dr. Alberto Montaner Frutos La mayor parte de las reliquias de las Edades Media y Moderna son fragmentos corporales de santos o bien elementos que han estado en contacto con ellos (vestiduras, mortajas, tierra de su tumba). El importante caso de las reliquias de la Vera Cruz es solo una excepción aparente, porque corresponden a un objeto, pero siguen siendo de cariz religioso y su sacralidad procede de haber estado en contacto con el cuerpo de Cristo, aspecto acrecentado, claro está, por tratarse de un instrumento fundamental de la pasión y, con ella, de la obra de redención. Algo semejante podría decirse del Santo Cáliz, hoy más conocido por la designación de origen francés de Santo Grial, cargada de mayores resonancias místicas, debido a las leyendas sobre José de Arimatea y la recogida de la sangre del costado de Jesús más que a su papel original de copa para la primera transustanciación eucarística, al que remite en cambio la denominación tradicional hispánica. El caso de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, es, pues, doblemente excepcional. Por una parte, porque se trata de un personaje laico, que debió su fama a sus hazañas bélicas y que no aparece en la tradición épica como alguien especialmente piadoso, aunque sí convenientemente religioso, como no podía ser menos en la época. De hecho, en su biografía latina, la Historia Roderici, compuesta seguramente hacia 1190, el autor (que muy posiblemente escribe en Santa María de Nájera) le recrimina acremente el haber cometido robos sacrílegos durante la incursión realizada en tierras riojanas en 1092.2 Cierto es que Felipe II promovió su canonización, pero ya en un momento en el que la tardía imagen de un Cid “matamoros” había desplazado al original, aquel que luchaba con los moros por ganar el pan, como se expresa paladinamente en los versos 672-673 y 1641-262 del Cantar de mio Cid. Por otra parte, las reliquias cidianas (auténticas o supuestas) son objetos y no restos. Las únicas excepciones son los fragmentos de hueso 1 El presente trabajo se inscribe en las actividades del Proyecto de I+D+i del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia del Ministerio de Economía y Competitividad FFI2015-64050-P: Magia, Épica e Historiografia Hispánicas: Relaciones Literarias y Nomológicas. 2 Historia Roderici, § 50, ed. Falque,1990: 82-83. 99 extraídos de su tumba y depositados en diversos lugares, como el fragmento de cráneo propiedad de la Real Academia Española y el radio de su antebrazo izquierdo, propiedad del Ayuntamiento de Burgos y exhibido en el museo del Arco de Santa María. Tanto estos restos dispersos o como los que, procedentes del monasterio de Cardeña, se hallan hoy depositados en el sepulcro del crucero de la catedral de Burgos pasaron por el saqueo de tumbas de las tropas napoleónicas y los rigores de la desamortización, por lo que la pérdida de elementos óseos y su mezcla con otros ajenos resulta indudable.3 Haría falta un riguroso estudio de antropología forense para determinar cuáles pueden considerarse auténticos. De entre las reliquias objetuales, sin duda las que gozan hoy de mayor veneración son tres documentos, todos ellos auténticos, otorgados por Rodrigo Díaz y por su mujer, doña Jimena.4 El más antiguo (aunque posiblemente no en el ejemplar conservado, que sería una copia de hacia 1113) es la carta de arras de Rodrigo a Jimena y de mutuo prohijamiento otorgada por ambos cónyuges en 1079, que actualmente se conserva en el Archivo de la Catedral de Burgos.5 Los otros dos son sendas concesiones a la catedral de Valencia de Rodrigo y de Jimena, ya viuda, en 1098 y 1101, las cuales siguieron a su recipiendario, el obispo don Jerónimo, a su nueva sede leonesa (la de Salamanca y Zamora), razón por la que hoy se conservan en el Archivo de la Catedral de Salamanca.6 Además de su importancia histórica, ambos diplomas tienen la peculiaridad de incluir las suscripciones autógrafas de sus otorgantes, posiblemente por influencia del obispo don Jerónimo, dado que se trata de algo ajeno a los usos hispánicos del momento. Se trata, pues, de algo completamente excepcional y, sin duda, el Cid es el único héroe épico del que se conserva un autógrafo. En la catedral salmantina se encuentra también la única reliquia no diplomática del Campeador de muy probable autenticidad, un pequeño crucifijo románico de metal y esmalte conocido como Cristo de las Batallas y Cruz del Cid.7 Con las mismas denominaciones se conservaba en Cardeña otro crucifijo, que no ha llegado a la actualidad.8 Lo conocemos tan solo a través de una carta (de fecha dudosa, unas copias 3 Martínez Diez, 1999: 411-412; Elorza Guinea (ed.), 2007: 16-18; Fernández Beobide / Barriocanal Fernández, 2013. 4 Montaner, 2006 y 2011; Panizo, 2007. 5 Menéndez Pidal, 1969: II, 837-842; Zabalza, 1999; Montaner, 2007. 6 Menéndez Pidal, 1918 y 1969: II, 868-874; Martín Martín, 1982; Martin, 2010. 7 Smith, 1985: 77; Elorza Guinea (ed.), 2007: 22-23. 8 Smith, 1997: 427 y 433; Montaner, 2016: 504. 100 llevan la fecha de 1327, otras la de 1337) en la que el rey Alfonso XI solicitaba su préstamo a la abadía para sacarlo en la campaña de Portugal,9 lo que obligaría a fechar la petición en 1332. En dicho monasterio se custodiaban asimismo un escudo y una bandera atribuida al Cid, que tampoco han llegado hasta la actualidad. Ya en el siglo XVIII el padre Berganza decía en sus Antigüedades de España que «la vandera no se conoce de qué color era, por averle consumido el tiempo y la humedad de la iglesia. En la parte del medio está pendiente el escudo, aforrado con pieles crudas, ya tan deslucidas que no se conoce en él insignia o divisa».10 Según el mismo autor, junto al escudo se conservaba una de las dos arcas (que él llama cofres) que, llenas de arena, le empeñó el Cid a los logreros burgaleses Rachel y Vidas, según cuenta el Cantar de mio Cid en sus versos 65-213. La otra se conservaba por aquel entonces en la iglesia de Santa Gadea de Burgos, otro espacio ligado a las tradiciones cidianas. De estas, el arca cardeñense se ha conservado en la catedral de Burgos, en cuya Capilla del Corpus se la puede ver, pendiente de unas cadenas, tal y como, según refiere Berganza, se hallaba en el panteón cidiano de Cardeña. La autenticidad de la bandera y el escudo cidianos es dudosa, pero al menos en el caso de aquella se trata de la reliquia cidiana más antigua (fuera de las de atribución segura), pues se encuentra ya atestiguada en la Estoria de los godos, que cuenta (en 1252 o 1253) una anécdota relativa a ella situada en 1202.11 En cambio, las arcas o cofres cidianos derivan indudablemente de una atribución apócrifa, puesto que el episodio épico en el que se inspiran constituye la aplicación al Cid de un viejo relato folclórico.12 También derivan del poema épico otras dos supuestas reliquias cidianas, una de ellas seguramente la más famosa de todas. Me refiero a las dos espadas Tizona (Tizón en el Cantar de mio Cid y en las restantes fuentes cidianas hasta el siglo XIV) y Colada.13 Ambas se conservaban en la Real Armería, pero, mientras que la segunda sigue en ella, en su actual sede del Palacio Real de Madrid, la segunda fue regalada (al parecer por los Reyes Católicos) al marqués de Falces, cuyos descendientes la conservaron (aunque durante un tiempo estuvo expuesta en el Museo del Ejército) hasta que fue vendida a la 9 Carta que el Rey Don Alonso Onceno escriuio al abad de San Pedro de Cardeña Dom Juan de Cango, segundo deste nombre, pidiéndole la Cruz con que el Zid entraua en las vatallas, British Library, MS. Add 20978, f. 29r-v. Transcribe un texto ligeramente disinto Berganza, 1719-1721: I, 576b-577b. 10 Berganza, 1719-1721: I, 575b. Sobre las distintas versiones de la enseña cidiana, véase Montaner, 2001. 11 Catalán / Jerez, 2005: 78 y 83-84. 12 Montaner, 2016: 673-674. 13 Montaner, 2016: 788-791 y 942-945. 101 Junta de Castilla y León, en 2007, custodiándose actualmente en el Museo de Burgos. Esta Tizona, en su estado actual, fue sin duda forjada y guarnecida a finales del siglo XV, aunque al menos uno de los tres fragmentos de los que se compone la hoja parece ser realmente acero andalusí del siglo XI.14 Lo más probable es, pues, que quienes la mandaron aderezar partiesen de un fragmento de espada que era, al menos, coetáneo del Cid. No se trataría, pues, tanto de una falsificación, como de una especie de reconstrucción (aunque con criterios completamente anacrónicos, claro está) o de la elaboración de una especie de relicario. Las polémicas desatadas sobre su autenticidad y la justificación o no del elevado precio pedido por el marqués de Falces tras haberse divulgado la datación resultante del análisis metalográfico revelan la importancia de este singular objeto en el imaginario cidiano todavía hoy. Como puede apreciarse, el Cid ha sido objeto de una devoción que transciende su carácter no ya de héroe épico hispánico, sino de mito literario universal.15 Puede hablarse, sin exageración, de una suerte de culto cidiano.16 Pero se trata de un culto laico, basado en su enorme estatura bélica (no en vano, Campeador significa ‘experto en batallas campales’) y también cívica (la del buen vasallo que no halla buen señor, el que se atreve a tomar la jura en Santa Gadea), aunque más tarde convertida en patriótica y aun en patriotera. Las reliquias cidianas han servido, como es propio del género, para dotar de corporeidad e inmediatez (lo que Gumbrecht denomina “producción de presencia”)17 a la figura heroico-mítica, hecha, aunque intenten desmentirlo sus huesos, de la sustancia con que están hechos los sueños.18 14 Criado et alii, 2000; Jiménez et alii, 2001; Elorza Guinea (ed.), 2007: 20-21. Rodiek, 1995. 16 Smith, 1980. 17 Gumbrecht, 2004. 18 “We are such stuff / As dreams are made on” (Shakespeare, The Tempest, IV, I, 1887-1888). 15 102 Ilustraciones 1. Detalle del acta de dotación de la catedral de Valencia, con la suscripción autógrafa del Cid (1098). [Public domain, from Wikimedia Commons] 2. Firma autógrafa de Rodrigo Díaz (ego ruderico) en la dotación de la catedral de Valencia en 1098. [Public domain, from Wikimedia Commons] 3. Sepulcro del Cid en San Pedro de Cardeña (foto: A. Montaner). 103 4. “Cofre del Cid” en la capilla del Corpus de la catedral de Burgos (foto: A. Montaner). 5. Empuñadura de la espada llamada Tizona, atribuida al Cid. [GNU Free Documentation License, Version 1.2, from Wikimedia Com 104 Bibliografía Berganza, Francisco de (1719-1721): Antigüedades de España, propugnadas en las noticias de sus reyes y condes de Castilla la Vieja: en la historia apologética de Rodrigo Díaz de Bivar, dicho el Cid Campeador, y en la corónica del Real Monasterio de San Pedro de Cardeña. Madrid: Francisco del Hierro, 2 vols. Casaseca Casaseca, Antonio (2007): “Cristo de las Batallas o Cristo del Cid”. Catalán, Diego / Jerez, Enrique (2005): «Rodericus» romanzado en los reinos de Aragón, Castilla y Navarra. Fuentes Cronísticas de la Historia de España, X. Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal. Criado, Antonio José, et alii (2000): “La espada del Cid”. En: Investigación y Ciencia, 189, pp. 54-60. Elorza Guinea, Juan Carlos (ed.) (2007): El Cid: Del hombre a la leyenda. 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