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POLITICA, HISTORIA YDRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA la comedia segunda de las Mocedades del Cid de Guillén de Castro POLITICA, HISTORIA YDRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA la con1edia segunda de las Mocedades del Cid de Guillén de Castro Alberto Montaner Frutos UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA, 1989 POLITICA, HISTORIA YDRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA I.a comedia segunda de las Mocedades del Cid de Guillén de Castro FICHA CATALOGRÁFICA MONTANER FRUTOS, Alberto Política, historia y drama en el cerco de Zamora: La comedia segunda de las Mocedades del Cid de Guillén de Castro/ Alberto Montaner Frutos. Zaragoza: Universidad, Prensas Universitarias, 1989 220 p.; 22 cm.- (Humanidades; 11) ISBN 84-7733-107-3 1. Castro, Guillen de .- Las mocedades del Cid - Crítica e interpretación I. Universidad de Zaragoza. Prensas Universitarias, ed. 860 Castro, Guillen de 7 Mocedades del Cid. 06 © ALBERTO MONT ANER FRUTOS De la presente edición Prensas Universitarias de Zaragoza 11 edición: junio de 1989 Edita: Universidad de Zaragoza Prensas Universitarias de Zaragoza Ciudad Universitaria (Geo lógicas) 50009 ZARAGOZA (España) Diseño de cubierta: M 1 Pilar Aísa Coordinación: M~ Carmen Juan Composición y maquetación: Concha Relancio. Secretariado de Publicaciones Imprime: ARPirelieve, S.A. I.S.B.N.: 84-7733-107-3 D.L.: Z-1.019-89 TABVLA GR.ATVLATORIA Todo investigador contrae, en el curso de su trabajo, numerosas deudas de agradecimiento con aquéllos que, de una forma u otra, le han facilitado la culminación de su tarea. El autor de la presente obra quiere, al ver ésta la luz, dar las gracias especialmente a quienes de un modo más directo la han hecho posible: primeramente a la profesora Dra. Aurora Egida, catedrática de Literatura Española de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, por sus orientaciones y valiosas sugerencias sobre el plan de redacción de esta obra; en segundo lugar, a Fernando Montaner, por su colaboración en el desarrollo de los conceptos vertidos en la introducción y en algunos excursos teóricos que, por necesidades de la argumentación, se han introducido en el cuerpo de la obra; por último, a Lola Mejías, por su paciente y esmerada mecanografía de un original lleno de enmiendas y adiciones de no fácil lectura. A ellos, y a quienes de un modo no por indirecto menos decisivo han contribuido a que ahora pueda presentarse este estudio, vaya mi más sincero agradecimiento. INDICE DE ABREVIATURAS I. Abrevia turas bibliog ráfica s CGV: Cr6nica General Vulgata . C.l.Can.: Corpvs lvris Canonici absolvtiss<imvm> . In III partes distinctum: qvarvm prima Decretvm Gratiani, emendatum & notis illustratum: Cum glossis diuersorum. Gregorii XIII Pont. Max. ivssv editvm. Edi- tio novissima. Lvgdvni. Sumptibus Nicolai Iullieron Typographi Regij & Iloannis lullieron, fra trum. M.DC.XXIV. C./.Ci.: Corpus Juris Civilis romani, in quo lnstitutiones, Digesta, ad codicem Florent inum emendata, Codex item et Novel/ae ( ... ) exhibentur, cum notis integris Dionysii Gothofredi. Coloniae Munatianae. Sumptibus Fratrum Cramer . MOCCLVI. 2 vols. CMS: Juan de la Cueva, "Comedia de la Mverte del rey don Sancho, y reto de \'.amora, por don Diego Ordóñez", Comedias y tragedias, ed. F.A. de Icaza, S.B.E., Madrid, MCMXVII, v.l, p. 11-53. CPC: Cr6nica Particular del Cid o Crónica del famoso cauallero Cid Ruydiez campeador, ed. Fr. Jua n de Velorado, a costa del monasterio de San Pedro de Cardeña, por Fadrique Alemán de Basilea, Burgos, 1512 (reed. facs. Kraus Reprint Co., New York, 1967). CR: Lorenzo de Sepú lveda, Cancionero de Romances (Sevilla, 1584), ed. A. Rodríguez-Moñino, Castalia, Madrid, 1967. Cr1344: Crónica de 1344, que orden6 el Conde de Barcelós, don Pedro Alfonso, edd. M 1 S. de And rés et D. Catalán, Credos, Madrid, 1971. CVR: Crónica de Veinte Reyes. DCECH: Co rominas, ].-Pascual, J.A. Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, B.R.H., Credos, Madrid, 1980 ss., 6 vols. (apare- cidos 5). 10 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLTflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 11 HCLE: Rico, F. -direc.-, Historia y Crítica de la Literatura Española. Ed. Crítica, Barcelona, 1979 ss., 8 vols. Nota HRC: Escobar, J. de, Historia y Romancero del Cid (Lisboa, 1605), ed. A. Rodríguez-Moñino, pról. F. A.-A. Lec, Castalia, Madrid, 1973. Además del uso de las abreviaturas preinsertas, las obras a las que se ha remitido en este trabajo, cuyas referencias completas pueden verse en el correspondiente índice bibliográfico, se citan de dos modos distintos: si se trata de obras de creación o de fuentes documentales antiguas (antes del s. XIX), se señala el autor y el título, entero o abreviado, del texto aludido; sin son obras de crítica y erudición contemporáneas, se mencionan el autor y la fecha de la edición empleada. Salvo indicación específica, en este último caso el número que siga a la fecha será siempre el de la paginación de las ediciones citadas. En todas las citas textuales se han conservado la ortografía y, dentro de lo posible, los signos críticos del editor, salvo que, en todos los casos, la ese alta ha sido transcrita como baja y el signo tironiano como &. Empleo los paréntesis cuadrados [ ] para resolver las abreviaturas de los originales cuando están marcadas por signos especiales y los paréntesis angulares < > para mis adiciones, bien en abreviaturas no señaladas en el texto (sin signo general de abreviatura), bien en caso de enmienda textual. Cuando ha sido preciso añadir una aclaración contextual, lo he hecho entre paréntesis cuadrados, pero con otro tipo de letra que el cuerpo de la cita (itálicas si redondas, y viceversa). Por último, he de aclarar que vid. y cfr. no se han usado indistintamente, sino que en el primer caso se indica que las ideas o datos expuestos proceden directamente de la obra a que remito, y, en el segundo, que en dicha obra se hallaran materiales que apoyan la opinión antes vertida, pero no ésta como tal. MCi: Guillén de Castro, Las Mocedades del Cid . Comedia primera. ed. V. Said Armesto, Espasa-Calpe, Madrid, 1975 (81 ); ed. L. García Lorenzo, Cátedra, Madrid, 1978 (21); cd. C. Faliu-Lacourt, Taurus, Madrid, 1988. MCii: Guillén de Castro, Las Mocedades del Cid. Comedia segunda., ed. V. Said Armesto, ibídem; Las hazañas del Cid, ed. J.G. Weiger, Puvill, Barcelona, 1980. NRFH: Nueva Revista de Filología Hispánica. PCG: Primera Crónica General, cd. R. Menéndez Pida!, Credos, Madrid, 1955 (2i), 2 vols. PDE: Sánchcz, F. y Porqueras, A. --cdd.- Preceptiva dramática española del Renacimiento y el Barroco, B.R.H., Credos, Madrid, 1971 (211 ). RH: Lucas Rodríguez, Romancero historiado (Alcalá, 1582), ed. A. Rodríguez-Moñino, Castalia, Madrid, 1967 II. Abreviaturas jurídicas c.: C,Cod.: Ca.: col.: cons.: Decr.: ff.: For.: L.: lib.: obser.: Pand.: pte.: q.: rub.: tit.: vs2 : capítulo Codex causa columna consilium, co nsideratio Decreta les Pandectae forus !ex, ley libro observancia Pandectae seu Digesta parte quaestio rúbrica título versículo l. INTRODUCCION El objeto del presente estudio es analizar la Comedia segunda de las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, a partir de las interrelaciones que pueden establecerse entre las normas estética, ideológica y antropo-cosmológica que dan lugar a la obra. Se parte, para ello, de la concepción básica de que el texto artístico, como todo producto cultural, se elabora en relación con un determinado contexto, que es el que presta por un lado los elementos constitutivos de la obra (aunque susceptibles de ser dotados de una organización peculiar por el autor) y su significado, por otro. Es decir, el texto presenta una estructura dada, elaborada de acuerdo con determinadas normas de actuación de la sociedad en que se sitúa (y que se pueden aceptar o transgredir, haciendo variar la norma), y dentro de él se pueden distinguir dos niveles: uno denotativo, referido a la materialidad de su composición, y otro connotativo, referido al haz de sugerencias que el objeto artístico puede despertar en el sujeto (lector, espectador, etc.), no tanto en cuanto reminiscencias personales, cuyo estudio no entra dentro del ámbito de la ciencia de la literatura, sino como el denominador común de esas connotaciones, es decir, el sentido que, desde los presupuestos culturales asumidos por ese sujeto, se otorga al nivel denotativo de la obra. Para analizar tales aspectos, se pueden considerar en la obra de arte tres normas fundamentales: la estética, que permite el modelado de la obra en cuanto a su lectura como texto artístico (es decir, permite que determinados rasgos estructurales sean identificados como "estéticos" y leídos como tales); la ideológica, que organiza las ideas sociales tanto explícitas como implícitas del texto, permitiendo que el lector descodifique las implícitas y pueda relacionar 14 ALBERTO MONTANER FRUTOS unas y otras en una visión general (aunque ésta esté sólo parcialmente reflejada en la obra) sobre la constitución de la sociedad, tanto en un plano político, como jurídico, económico, etc.; por último, hay que considerar la norma antropo-cosmológica, que supone la plasmación, consciente o inconsciente, y la lectura, también consciente o inconsciente, de una visión general de la constitución del hombre y del mundo, que sirve de fundamento teórico a la norma ideológica, y de oriente último a las concepciones éticas y pragmáticas del individuo. Para analizar, desde esta perspectiva, la obra de Castro, se ha atendido, primeramente, a sus componentes dramáticos, que incluyen tanto personajes como acciones. Se han distinguido, a este propósito, dos aspectos fundamentales: por un lado, las líneas argumentales simples o "esferas", que aquí son tres, centradas en las figuras de doña Urraca, don Sancho y don Alonso; por otro, el mecanismo por el que se ha estructurado MCii a partir de un argumento preestablecido, que ha sido necesario adaptar a las exigencias del género dramático en boga, la comedia nueva. Junto con este aspecto, se ha estudiado la norma ideológica plasmada en la obra, a partir de las relaciones que la disposición del material narrativo guardaba con las ideas sociopolíticas coetáneas, tanto en los conceptos más o menos explícitos (tiranía, traición) como en los implícitos (validez del tiranicidio, extensión del delito), y con la visión subyacente de la sociedad, cuyo concepto esencial es la necesidad del equilibrio entre los dos elementos teóricos considerados en el marco del absolutismo barroco: el Soberano y los Súbditos, el Poder y el Pueblo. Por último, se ha examinado la norma antropo-cosmológica, esencialmente en cuanto fundamentadora de la visión social que transmite la ideológica, a través del concepto básico del providencialismo divino como garantía última del mantenimiento del sistema establecido. Por lo que atañe al estilo, como elemento de la norma estética, se han tenido en cuenta sólo algunas cuestiones concretas que revertían en la comprensión global de la obra, pero sin hacer un estudio total de sus mecanismos propios dentro de MCii, ya que no existe hasta ahora ningún método sistemático que permita realizar este análisis, de no ser los estudios de la retórica tradicional, que son esencialmente puntuales y no holísticos, por lo que no proporcionan POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 15 una descripción completa y operativa de la microestructura de la obra. Puede decirse, para finalizar, que el propósito último de la utilización de los conceptos metodológicos anteriormente expuestos (para cuyo desarrollo, cfr. Montaner, 1987, 123-42) responde al intento de reconstruir lo más fielmente posible el significado de la obra, en este caso MCii, dentro de la estructura sociocultural que constituyó su contexto originario. 11. LA ESTRUCTURA DE LA OBRA El argumento que d e la tradición heredaba Guillén de Castro y que, con las modificaciones oportunas, plasmó en MCii, puede resumirse en pocas palabras: tras la muerte de Fernando I, sus hijos, entre los que aquél había repartido el reino, se enzarzan en una lucha fratricida en la que don Alonso (el futuro Alfonso VI de Castilla y León) y don Sancho (es decir, Sancho II de Castilla) pu gnaban por unificar, bajo un único monarca, el reino dividido por su difunto padre. En la guerra entablada entre ambos hermanos, es d on Sancho quien obtiene el triunfo sobre don Alonso, el cual, tras diversas vicisitudes, halla refugio en e l reino taifa de Toledo. El monarca castellano, entretanto, pretende culminar su proceso de unificación arrebatando a su hermana Dª Urraca el feudo que don Fernando le dejara: Zamora y parte del Infantado. Para cumplir su propósito, don Sancho cerca Zamora, pero uno de los sitiados, Bellido Dolfos, que se ha pasado a su bando con intenciones dolosas, logra alejarlo de su campamento, so pretexto de indicarle un paso franco en la muralla, y le da muerte. Pensando los castellanos que doña Urraca y, en general, el concejo zamorano estaban implicados en el magnicidio, deciden retar a Zamora, misión que se delega en Diego Ordóñez de Lara. Son entonces los hijos de Arias Gonzalo, el ayo de la infanta, quienes toman a su cargo la defensa de la ciudad en las lides suscitadas. En éstas, don Diego vence a tres de los cuatro hijos de Arias Gonzalo, pero, en la tercera lid, su oponente logra hacerle salir del palenque, por lo que, en las versiones medievales, el pleito queda sin resolver. Tras esto, don Alonso regresa del destierro y, después de jurar en manos del Cid que no tuvo parte en la muerte de su hermano, accede al trono, logrando por fin unificar los reinos. ALBERTO MONTANER FRUTOS POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Al actualizar este argumento preestablecido y tradicional, Guillén de Castro elabora MCii a partir de dos acciones, en el sentido dramático del término, que conforman tres esferas narrativas, en el sentido que les da Propp (1977)1. Las dos acciones corresponden a los dos discursos narrativos que se disocian a partir del v. 183 (MCii, jor. I), uno representado por don Alonso, que parte hacia Toledo, y el otro por don Sancho, que se dirige a Zamora. En consecuencia, las esferas, que son lo realmente operativo a la hora de comprender el mecanismo dramático de la obra, responden a una correlación de protagonistas de la acción y espacios geográficos que puede sintetizarse en el siguiente esquema (cfr. García Lorenzo, 1976, 121): los sitiados, que designaré A, puede analizarse segú n el sigu iente desglose estructuraI3: 18 dentro = Zamora {dentro . ..... Dª Urraca fuera ....... D. Sancho Castilla-León { fuera = Toledo ... ............ . ....... D. Alonso De este modo puede apreciarse claramente que las dos primeras esferas son paralelas, e implican el doble punto de vista empleado para desarrollar el tema del cerco de Zamora, según los sucesos se contemplen desde el campo castellano (extramuros) o desde el zamorano (intramuros)2 • Atendiendo a este doble enfoque, la esfera d e 1 Entiendo aquí acción en el sentido de la "fábula" aristotélica (µueos}, es decir, la que se da circa unam actionem totam et perfectam, habentem princzpium, et medium et finem .. . (Aristóteles, Poética, 59a 18-20) y esfera en el sentido de Propp (1977):"Numerosas funciones se agrupan lógicamente según determinadas esferas. Estas esferas corresponden a los personajes que realizan las funciones. Son esferas de acción" (p. 19) En ambos casos, la noción aquí empleada se ajusta a la consideración del relato estudiado: acción en cuanto unidad argumental aplicable a los dos temas, el de los amores de don Alonso y Zaida y el del cerco de Zamora; esfera en cuanto un conjunto de funciones solidarias entre sí, centradas en unos personajes que las desarrollan, y que poseen autonomía en el relato. Desde esta persfectiva, parece que hablar de tres argumentos, como hace Leavitt (1971, 438), no es de todo correcto, puesto q ue si argumentum est ficta res quae tamen fieri potest (ad Herennium, ap. Lausberg, 1969, § 290.3.a.), toda la obr a responde a un solo argumento, y si se toma, como en Quintiliano, por sinónimo del µú0o(; aristotélico (vid. Lausberg, 1969, § 1188 y Curtius, 1976, 11, 639-40), entonces hay dos, según lo dicho. 2 En este sentido, Castro utiliza como medio de plasmación escénica de la estructura argumental la oposición de niveles entre el plano bajo o del escenario (sitia- 19 ESFERA A: I. Situación inicial (MCii , v. 183-1509) Zamora es cercada por los castellanos (a, K). Para intenta r poner fin a esta situación, Bellido sale de la ciudad y, habiendores) y el alto o de los balcones (sitiados), d e forma qu e el sistema d e emparejamientos queda del siguiente modo: castellanos vs. zamoranos extramuros/ intramuros= situación narrativa plano bajo / plano alto = localización escénica Este procedimiento de u bicación no es constante, pues, con la habitual ambigü edad del espacio escénico en una dramaturgia con traventora del principio de la unidad de acción y que, al mismo tiem po, carece de una escenografía que permita objetivar visualmente l os diferentes ámbitos que presenta, el nivel d e la palestra da cabida indistintamente a las tres esferas, mecanismo que no deja de tener su importancia a la hora de caracterizar ética y funcionalmente a los personajes. De todos modos, la organización espacial que prepondera en MCii es la del esquem a preinserto, p ues de las veces en que el espacio zamorano aparece representado en escena, la extensión en versos correspondiente a su aparición en el plano alto es el 61,3 % del total, lo que responde no solo a la lógica disposición de los cercados en las murallas de su ciudad y de los asaltantes al pie, sino que, como se verá en su momento, transmite connotativamente una apreciación moral e ideológica de los contendientes. En cuanto al uso del plano alto en la dramaturgia de Castro, cfr. Faliu-Lacourt (1986, 16). 3 Tras la indicación de cada elemento de la estructura señalo su función dentro de ésta, pues la mera enumeración no permite discernir las relaciones internas que organizan el material narrativo y, por ende, lo dotan de sentido. Indico esa función mediante la notación morfológica de Propp (1977). Pero, para salvar las distancias entre la estructura para la que Propp elaboró su morfología y el presente tex to (aunque basado en materiales tradicionales y folclóricos), ad opto una actitud flexible en el uso de las funciones del texto, al hilo de las consideraciones elaboradas ror Brémond (1973) y adaptando el mecanismo a las necesidades concretas del análisis que ~e ocupa. Respecto de este cuadro, el significado de los símbolos empleados es el s1g wente: a.: situación inicial 1C fechoría previa a la agresión JS: el agresor es muerto sin combate neg. K: no se consigue levantar el cerco (ne&ación de la función K, u t infra) Al9: fechoría consistente en la declaracion de guerra (aquí, en el riepto) B2: envío del héroe Hl: combate con el agresor neg. JI: victoria del agresor (negación de la función Jl, victoria del h éroe) contr. JI: del combate no se siguela función lógicamente conectada con él ()1 o neg. ]1) K: reparación de la fechoría Respecto de la actuación de Bellido, la no connivencia de los zamoranos con su magnicidio, puesta de manifiesto en el desenlace, podría hacer pensar en aislar su actuación de la del resto de Zamora. Sin embargo, en tanto que refleja el sentimiento común de los sitiados (cfr. MCii, v. 586-616), es preciso mantenerla dentro d e dicha esfera, en perfecta coherencia con el resto del proceso narrativo, como se irá viendo. · 20 ALBERTO MONTANER FRUTOS do obtenido la confianza de D. Sancho, le da muerte (}5), pero el cerco no es levantado (neg. K). 11. Agresión (v. 1510-1625). Los castellanos retan a los zamoranos de traidores (A19). III. Reparación de la agresión . 1. Se decide que sean los hijos de Arias Gonzalo, y él mismo, en último lugar, si hiciese falta, quienes mantengan el reto por parte de Zamora (B 2) (v. 1866-2085). 2. Realización de las tres lides: en la primera muere D. Pedro Arias (H 1 neg. J1), y en la segunda D. Diego Arias (Hl neg. }1). La tercera lid (H 1 ), de D. Rodrigo Arias, queda indecisa (contr. J1) (v. 2086-585). 3. Los jueces del campo, aunque dan por vencedor a D. Diego Ordóñez, consideran exculpada a Zamora (K) (v. 2586-682). Por su parte, la esfera de los sitiadores puede estructurarse de estemodo4: ESFERA B: I. Situación inicial (MCii, v. 71-542) Habiendo vencido a D. Alonso en Golpcjares, D. Sancho sitia Zamora (a) . II. Preparativos para la agresión (v. 543-951) Bellido se introduce en el real de D. Sancho (el) y Arias Gonzalo avisa al rey sobre el carácter traidor de Bellido (~2), pero éste ofrece al rey la entrega de Zamora (11 1 ) y D. Sancho acepta (81 ). III. Agresión (v. 952-1162) Bellido mata a D. Sancho con su propio venablo (A 14). 4 Los símbolos nuevos son: E1: el agresor interroga a la víctima (entiéndase en sentido lato, que se pone en relación con e1la; cfr. Propp, 1977, 40) ' l;, 1 : la víctima recibe información sobre el agresor TJj: el a~~r intenta engañar a_la víctima 8 : la victima se somete al engano del agresor A14 : fechoría consistente en la muerte de la víctima por el agresor BI: convocatoria del héroe C: comienzo de la oposición al agresor U: castigo del falso héroe o del agresor POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 21 IV . Reparación de la agresión 1. Los castellanos deciden retar a los zamoranos de traidores, y D. Diego Ordóñez se ofrece como lidiador y se le acepta (B 1 ), por lo que va a comunicar el reto a los zamoranos (C) (v. 1336-625). 2. Se establecen los términos del reto: cinco lides singulares. D. Diego vence en la primera a D. Pedro Arias (HlJ1) y a D. Diego Arias en la segunda (H 1J1). El tercer duelo (Hl), contra D. Rodrigo Arias, queda indeciso (contr. )1) (v. 2086585). 3. Reunidos los jueces del campo, deciden dar por vencedor a D. Diego Ordóñez, pero a Zamora por libre del delito imputado (K), mientras que Bellido ha sido ejecutado (U) (v. 2586682). Estas dos esferas se relacionan entre sí por medio del mecanismo denominado por Brémond (1973) "encadenamiento por enlace", que supone la consideración de un doble punto de vista, en lugar del de un único h éroe, de modo que un mismo hecho posee distintas funciones en cada esfera, procedimiento frecuente en Castro, a quien le gusta emplear varios enfoques en el relato de los acontecimientos (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 20-1). Así pues, pueden establecerse las equivalencias presentadas en el cuadro l. Se aprecia de este modo cómo una misma acción o fábula admite una interpretación distinta, desde una visión estrictamente intranarrativa, tan sólo modificando la función sintáctica de los elementos implicados, de modo que los mismos personajes, realizando las mismas acciones, es decir, poseyendo la misma categoría morfológica, varían el tipo de sus relaciones de la misma manera que la transformación pasiva convierte al sujeto en adi tamento (o complemento agente) y al implemento (o complemento directo) en sujeto. En el caso de MCii es la convivencia de esta doble visión, explicitada en las palabras de los personajes, la que genera las dos esferas referidas, por cuanto cada una de ellas supone una distinta localización en el sistema relacional de los mismos elementoss. Para ve5 Evi?en,temente, la correspondencia entre ambas es_feras, aunque es muy estrecha, no es b1un1voca, .pues hay sucesos que poseen su funeton sólo en determinado segmento de la secuencia, y al trasladarlos la pi erden: así todas las funciones que se encuentran en el episodio B.11 carecen d e correlato en A.l porque pertenecen al plano de POLITICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS 22 ESFERA ZAMORANA (A) Episodios Funciones O'. ESFERA CASTELLANA (B) Episodios Funcio nes ponen una agresión y una reparación según el siguiente esquema quiásmico. A.I: II repa ra ción A.II-III: Al4 III B IV.1 neg. K 11 e Ill.l 111.2 B2 Hl ----Hl ___ _____ __ __ IV.2 neg. J1 J1 Hl Hl neg. J1 J1 H l contr. J1 H 1 contr. J 1 u III 3 K B.11-TII: evento O'. K Js 23 IV.3 K Cuadro l. Equivalencias entre las fun ciones de las esferas A y B. rificar esto se ha de partir de que el tema se organiza evidentemente en dos grandes núcleos: el d e la muerte del rey (episodio I de la esfera A, y I-II d e la esfera B), y el del reto a la ciudad (episodios A.II-III y B.III-IV); estos dos núcleos poseen funciones antagónicas en cada una d e las esferas, pues si en A implican respectivamente una reparación y una agresión, en B, por el contrario, sula preparación d e la fechoría, y no encuentran equivalente en el plano d e la reparación de la misma, al que corresponderían en A. agres ión X agresión. . . . . . . mue rte d el rey B. IV: reparación . . . . reto Esto supone una inversión de presupuestos en cada esfera, es decir, la existencia de dos sistemas interpretativos opuestos y paralelos dentro d e la obra. En este caso, tales sistemas operan sobre los núcleos narrativos descritos, que, en términos jurídicos, implican un regicidio y el reto a un concejo; teniendo en cuenta, pues, que la esfera A es la de los defensores del concejo, y la B, la de los partidarios del rey, se explica esa contraposición d e consideraciones respecto de los núcleos ya definidos6 . Imbricada con esta acción se encuentra, como se ha visto, la que tiene como núcleo temático el destierro de D. Alonso y sus amores con Zaida, culminados por su regreso, entronización y matrimonio, que cierran la obra, sucesos que conforman la tercera de las esferas constituyentes del relato, cuya organización interna puede analizarse así7: 6 Podría establecerse esta misma polaridad teniendo en cuenta el carácter de sitiadores /sitiados, según el análisis anteriormente efectuado, pero creo que esta dicotomía d eja más clara la relación y obvia el inco nveniente, apuntado en la n . 3, d e la asimilación o no de la actuación de Bellido a la de los cercados. Sobre la influencia de la norma ideológica, ut ínfra, § IV. 7 Mientras que en los otros casos he dado a cada episodio el epígrafe correspondiente al momento de la secuencia a que pertenecían las funciones que agrupaba, en este caso, por tratarse de dos secuencias entrelazadas (ut ínfra), adopto epígrafes netamente descriptivos. Los símbolos nuevos son: A9: fechoría consistente en la expulsión al: carencia de novia M: planteamiento de una tarea difícil N: resolución de la tarea difícil ~ el auxiliar se pone a disposición d el héroe espontáneamente contr. ~: ausencia de consecuencia de M (No neg. N) Pr6: tentativa d e suprimir al héroe 24 ALBERTO MONTANER FRlITOS POLIT/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 25 ESFERA C: I. La derrota (v. 1-70) 00 D. Alonso, vencido por don Sancho (a), ha de exilarse en Toledo (A9). ~ :,,: 2. Alonso escapa de la muerte al pasar las pruebas que realiza Alimaimón para ver si duerme: a) no se inmuta cuando hablan de matarlo (MN) b) finge tener la boca húmeda (MN) c) cuando el rey de Toledo va a hacer la prueba del pelo y del alfanje (M), Zaida interviene (F69 ) e interrumpe las pruebas (contr. N). Alimaimón se da por satisfecho (K), pero pretende encarcelarlo luego (Pr6) (v. 1698-843) 3. Peransules llega con la noticia de la muerte del rey don Sancho, y gracias a su astucia (F\), Alonso y Zaida huyen con él de Toledo (Rs 1 ) (v. 1844-65). II I. El regreso (v. 2683-864) Don Alonso, antes de ser coronado, ha de realizar la jura ante el Cid, (M) a lo que aquél accede (N), para después ser aclamado como rey y casarse con Za ida (Wº0 ). Como puede apreciarse, frente al desarrollo lineal d e A y B, C presenta una acumulación de elementos cuya naturaleza puede hacerlos parecer incoherentes, puesto que la fechoría inicial no parece estar en relación con las pruebas subsecuentes, ni con el desenlace. Sin embargo, la coherencia interna de esta esfera queda patente si consideramos las dos secuencias que la componen 8, una de las cuales se organiza en torno a la fechoría A9 y la otra en tomo a la carencia a 1, del modo visualizado en el cuadro II9 . ~ ....,. -'; II. El destierro 1. En Toledo se conocen Zaida y don Alonso, enamorados de lonh mutuamente, y que pretenden casarse (a 1) (v. 274-438 y 1626-97). 8 u :r: ....,. -- 'i; =.. i =.. :r: 00 "'e: ºº -:r:....,. ~ fe: § = e:: ... -;,, P:. ... i:!::: ,o "' z ,o .ti e: ou 1 § .... - ... = ~ <C :,,: ~ e: - N .,., u - wg "'o ü "' :E ce u <C "' uJ' -., <C tS "' seJaJsa s' e ] ... N tS wg: 2 z :E z ~ - Rsl: el héroe es socorrido: rápida h uida o :E "' u i:: ,o°' l< matrimonio y subida al trono 8 Una secuencia es el conjunto de las funciones situadas entre una carencia o fechoría y su reparación o entre una situación inicial (ex) subvertida (a/ A) y un desenlace (F, K, W, etc.) (vid. Propp, 1977, 107). en las dos funciones confluyentes, una de cada secuencia: la 9 Subdivido subida al trono (W0) y el matrimonio (Wº). ID 'ü u tS e: Q) z .ti § ... ~ o.. a) i:!::: :,,: '<>"' u "'i:: o :,,: "'<C <ti 1:: ce ,o 1 o > :e N ,o"' "'"'e: o ·o ::E .t, § ~ z -"' tS u 26 ALBERTO MONTANER FRUTOS Pero como en el texto se presentan entrelazadas, las funciones de transición Pr6 y Rs1, que normalmente se hallarían en el paso de la primera a la segunda secuencia, aquí se hallan en la segunda para dar paso a la resolución de la primera. Del mismo modo, el desenlace, que iría normalmente al final de la segunda secuencia se halla aquí en la primera, aglutinando en wi las culminaciones correspondientes a ambas secuencias por separado 10. Desde un punto de vista narrativo, el mecanismo por el que estas esferas se presentan en el texto es el de entrelazamiento o alternancia, mediante el cual se suspende el desarrollo de una de ellas para presentar el de otra, cuyo transcurso temporal extratextual se considera simultáneo, aunque sin atender a un ajuste cronológico concreto. En el caso de MCii, éste se omite casi por completo, y además las escenas se suceden temporalmente, de modo que toda escena es posterior a la antecedente y anterior a la subsecuente, aunque sea de otra esfera, lo que ocasiona que los sucesos simultáneos de las otras esferas se hayan de referir y no sean representados. Se desprende, pues, de lo expuesto, que la esfera C se convierte en el vehículo de introducción y conclusión del discurso narrativo, mientras que el espacio central del mismo es reservado para la acción compartida por A y B, tan sólo interrumpida en algunos momentos por incisos de C, que actúan, dada su temática, como contrapunto y anticlímax respecto de los sucesos luctuosos de la "acción principal" (A+B), para servir al final de desenlace a todo el conjunto, no sólo porque desde una perspectiva argumental el ascenso d e don Alonso al trono resuelva el conflicto planteado en la secuencia 10 De hecho, el matrimonio (WO) podría haberse dado inmediatamente después de K, puesto que la prueba anterior era la que permitía conocer la entereza y compenetración de los amantes. Ellos mismos lo expresan así, y la escena concluye con una admonición del desenlace aglutinante de ambas secuencias: <;:ayda Levanta, mi Alfonso amado y d el peligro te alexa. R. Alons. Mi querida <;ayda, dexa que bese lo que has pisado; que más méritos arguyo de tu calidad inmensa. <;ayda ¿Qué hize por tu defensa en dar un pecho que es tuyo? R. Alons. Tú eres m1 seguro puerto. (. .. ) ¡Tú serás Reyna cfo España! <;ayda ¡Con ser tuya me contento! (MCii, v. 1834-43 y 1864-5) POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 27 28 POLrf/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS las intervenciones de personajes de las distintas esferas puede verse en la Fig. 1, y la proporción de sus longitudes en versos y la acumulación de funciones impulsoras del relato (funciones narrativas) en cada una se hallará en la Fig. 2. La falta de correlación directa entre extensión y funciones se debe a que en la esfera A predominan las series retórico-literarias o discursivas (parlamentos y soliloquios de I)i Urraca, Arias y Bellido), mientras que, en la C, la concisión exige que en determinados momentos se acumulen las funciones narrativas que permitan el desarrollo factual de los acontecimientos, si bien predominantemente referidos antes que representados. % 45 40 35 30 25 20 15 10 5 A Figura 2.- 29 B e Esferas Porcentajes de la ex tensión en versos (en negro) y de la acumulación de funáones (en blanco) por esferas C1 por el destronamiento y en las otras dos esferas a través del regicidio (J 5 = A14 ), sino porque la marca final por excelencia es el doble triunfo del héroe mediante W~, el matrimonio y la subida al trono 11. El sistema de entrelazamiento es el que muestra el cuadro III, donde puede apreciarse la sucesión y alternancia de las distintas secuencias12, mientras que la distribución de la masa textual entre 11 Vid. Propp (1977, 72-3 y 141). Para la influencia de la norma estética de la comedia nueva en este desenlace, vid. infra § 111.2. 12 Junto a todas estas secuencias, pueden considerarse otras dos, que no he señalado aparte, por estar subsumidas en movimientos dramáticos m ás amplios y funcionalmente más importantes dentro del texto. Se trata de los dos momentos en que Rodrigo es desterrado, primero por don Sancho, como castigo al ~erµís que ~ a Bellido (MCii, v. 885-945), secuencia que puede estructurarse como {A ~9 neg. A ) pues Del análisis precedente puede extraerse con facilidad la evidencia de que, mientras resulta patente la cohesión de las dos primeras esferas, organizadas en torno a un solo tema, por lo demás, el heredado de la tradición como estructura unitaria, scilicet, el de la muerte del rey don Sancho y reto de Diego Ordóñez, la conexión presentada con el conjunto por la esfera C, que responde a una fábula distinta, es mucho menos trabada, limitándose a ofrecer unos elementos introductores o concluyentes, sin que las otras escenas de la misma, pese a su función contrapuntística, logren una verdadera integración estructural en el discurso narrativo 13 . Ahora bien, si se contemplan estas tres esferas desde la norma ideológica que las anima, coadyuvando a la conformación del texto y a su lectura en el seno de una sociedad dada, en este caso la española de la monarquía absoluta de los Austrias y del triunfo de la Contrarreforma14 , se podrá ver con más claridad hasta qué punto esa presencia de dos acel rey se retracta a continuación gracias a las advertencias de don Diego Ordóñez; después, por don Alonso tras la jura (y casi a instanáas del propio Rodrigo), destierro cond onado por la intervención de doña Urraca y Arias (v. 2818-50), y que puede describirse igualmente como (A9 F69 neg. A9 ). La segunda secuencia, exigida por el argumento preestableádo, no es demasiado coherente ni con la conducta anterior del Cia ni con la de don Alonso, pero se ha sabido aprovechar el rasgo de la norma estética que implicaba la preferencia por paradigmas prefijados, para que, sin perder un suceso no muy adecuado a la acción previa, aquél reforzase el carácter conclusivo de la escena final (ut infra § 111.1 y IV.4). 13 No es de extTañar, por tanto, que desde teorías que hacen delJ"tlicio estético la labor última del crítico, se haya incufpado a la obra, evidentemente esde normas estéticas e ideológicas ajenas al original, de falta de unidad. Un repertorio de este tipo de opiniones puede verse en Leavitt (1971, 432-3), quien defiende (p . 438) la íntima reíación de los ··tres argumentos" (ut supra n. 1) en torno al motivo central de "la grave falta de Sancho". 14 La obra es de 1613, según Frenzel (1976, 93b) y de 1610-1615 según Bruerton (ap. Faliu-Lacourt, 1988, 12). Se editó por primera vez en Valencia, por F. Mey, en 1618, y luego en 1621 (vid. Said, 1975, XXVI; Garáa Lorenzo, 1978, 53, y Weiger, 1980, 12 y 13). ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA dones coaliga un contenido ideológico con las necesidades estéticas de la comedia nueva 15 para ofrecer un todo coherente. Por otro lado, y en confluencia con esta visión, se halla la teoría post-renacentista, que vendría a cristalizar en la formulación del teórico del absolutismo, Bodino, de que 30 En este sentido, lo que contextualmente implicaban tales esferas en la época de MCii no era solo una serie de figuras concretas en un episodio particular, puesto que éste, en cuanto relato histórico, se adscribía al carácter de speculum morale tradicionalmente otorgada a la historia, según la teoría heredada de la Edad Media, de la que es buen ejemplo el siguiente pasaje alfonsí: Mas por que los estudios de los fechos de los omnes ~ dem~dan en muchas guisas, fueron sobresto apercebudos los sabios ~nc1anos, et escrivieron los fechos tan bien de los locos como de los sab10s, (. .. ) tan bien de los que fizieron mal cuerno de los que fizieron bien, por que los que después vi niessen por los fechos de los buenos punnasen en fazer bien, et por los de los malos se castigassen de fazer mal. (PCG, "Prólogo", p. 3b y vid. en gral. p. 3a-4b). Y cuya pervivencia queda patente en el siguiente pasaje de una obra de 1604 sobre los sucesos de Zaragoza de 1591-92: he hecho este tratado donde los buenos vean admirables exemplos que imitar, y los malos castigos y justas penas que temer para dejarlo de ser, y ser para con su Dios, su Rey y su Patria lo que deben. (Martínez del Villar, Apología, fil 7v) De que este concepto estaba vigente en la poesía 16, en cuanto narrase res gestae (reales o fingidas), da razón su presencia como topos del exordio en obras a veces muy diferentes, como Los doze trabajos de Hércules (p. 7-11) de Enrique Villena, la Historia de Oliveros de Castilla (p. 25) o el Palmerín de Inglaterra (v. I, lib. I, p. 13), presencia justificada a través de la concepción retórica del prodesse: "fin de la historia es el docere" (Lausberg, 1969, § 290.3.a.~.). 15 Analizo la cuestión en el § IIl.2. Pueden resumirse, por lo que a esto se refiere, en la búsgueda de lUla doble trama, de las cuales al menos lUla fuese amorosa, Y en la preferencta por el final en boda. . . , 16 Poesía como mímesis, no de lo sucedido, sino de lo quepo~~ suceder, en el sentido que a estos conceptos da Aristótel~, Poética, 51~3fr~lb7, ".1S1ón que fw:idamentaba en la época la diferencia entre literatura e h1stonograf1a, ambas baJO la común consideración de artes. Cfr. Díaz Rengifo, Arte Poética, c. III, p. 3-4; ~, Arte Nuevo, v. 50-4, y López Pinciano, Philosophía, v. 11. ep. III, p. 195 ss. y vid. mfra § III.3. 31 es la Historia la que nos permite seguir las leyes de los antiguos, dispersas aquí y allá, para operar su síntesis; en realidad, lo mejor del derecho se esconde en la Historia17. Estos datos del contexto socio-cultural de MCii permiten entender que la comedia tendía a ofrecer una interpretación generalizante de su contenido, ligada a la estructura ideológica coetánea y trasmitida esencialmente por vía connotativa. Desde esa perspectiva, don Sancho y los castellanos correspondían a los detentadores del poder absoluto asentado, y Bellido y los zamoranos a los miembros de la comunidad social, según la dicotomía básica Pueblo/ Soberano o Sociedad/Estado propias de la concepción absolutista que adquirió su mayor cohesión teórica en Les six livres de la République (1576) de Bodino18, para desaparecer después en las formulaciones de Hobbes y Bossuet19 . Dado este análisis, se aprecia que lo que en la norma modeladora del material narrativo son agresiones o 17 Bodino, "Epístola dedicatoria" del Methodus ad facilem Historiarum cognitionem (1566), ap. Chevallier (1979, 38). 18 Vid. los comentarios de Bravo (1985), Ebenstein (1965, 417-22), Chevallier (1979, 3€r49) y Lauer (1987, 49-52). La formulación de Bodino es especialmente interesante para el estudio de la norma ideológica de MCii porque se difWldió en España, si bien depurada de su galican ismo, tanto mediante la traducción de Gaspar de Añastro lsunza (Turín, 1590; vid. Bravo, 1985, LXXVII), como a través del Tratado del príncipe cristiano (1595) de Rivadeneira, quien lo sigue ad uerbum en algWlos pasajes, por eiemplo en la definición del tirano (ut infra, esp. § IV.l), alUlque, para el jesuita, Bodino fuese tan execrable como Maquiavelo, al que, por otra parte, también siguieron en determinadas cuestiones él y_ otros teóricos antimaqwavélicos (vid. Bravo, 1985, LXV y Ruiz de la Cuesta, 1984, 31). 19 Vid. Chevallier (1979, 57-8 y 68-71). Hobbes, para paliar esta dicotomía, generadora precisamente de tensiones polares como las que refleja MCii, recurrió a la actualización del viejo topos de la estructura social como lUl cuerpo humano, donde todos los miembros son igualmente necesarios, pero cuya cabeza, y por lo tanto órgano rector indiscutible e incontestable, es el rey. Esta teoría estaba ya cristalizada en el discurso político altomedieval (vid. Juan de Salisbury, Policraticus , lib. V, c. 2, p. 347-8 y c. 6, p. 361 ss.), pero en la formulación de Hobbes esto supone además la existencia de lUl contrato social cohesionador de ese cuerpo, por el cual '1os hombres naturales se constituyen en sociedad política y se someten a lUl soberano" (Chevallier, 1979, 57). De este modo, todo atentado contra el monarca desaparece del plano teórico, pues los miembros del cuerpo no pueden sino acatar las órdenes de la cabeza, y no hay posibilidad de p lantear un conflicto "entre los derechos de la multitud erigida en 'persona', en 'pueblo', y el soberano, ó rgano de la personalidad del Estado" (Chevallier, 1979, 58), según la dicotomía mantenida por Bodino. Para el desarrollo del concepto de cuerpo social en la literatura española, vid. Rico (1986, 108-17). 32 ALBERTO MONT ANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA reparaciones (según las esferas), en la norma ideológica responden a las concepciones políticas básicas de la relación poder/ sociedad en el marco del absolutismo contrarreformista. De este modo la estructura de la primera acción (A .Y B) admite, desde los presupuestos políticos cristalizados a fines del siglo XVI y vigentes durante el siglo XVII, la siguiente lectura política: pues, cuando el soberano, conculcando los principios sagrados de su dignidad, "degenera en tirano" (según la terminología de la época). ¿Es lícito, entonces, acabar con él? La respuesta dada en MCii es aparentemente ambigua (vid. Crapotta, 1984, 148): de hecho el tirano muere a manos de Bellido, pero éste es, a su vez, considerado reo de traición, y su culpa se hace extensiva a Zamora. La exculpación de ésta y el castigo del regicida parecen dejar claro que el tiranicidio es condenado y que el pueblo(= Zamora) no lo ha apoyado (ni habría podido hacerlo) contra su rey. Pero el hecho es que el monarca era tirano y ha muerto, y su final ha sido ordenado por la Providencia Divina: vs. B: el Pueblo Príncipe / tirano traición / / tiranicidio <JS) A: el Soberano (A14) (C) justo castigo abuso de poder (A 19) Se aprecia así cómo lo que refleja MCii, al relatar estos sucesos, es el desarrollo de la relación soberano/pueblo en el caso extremo considerado por toda la teoría monárquica, desde Platón y Aristóteles hasta la caída del Antiguo Régimen: la tiranía2º. El supuesto teórico es, evidentemente, el de que el monarca emplee indebidamente su poder, pues, en ausencia de los conceptos políticos de igualdad y de libertad, no se discute ni la legitimidad, ni la equidad ni la operatividad de la monarquía per se2 1 . El conflicto se plantea, 20 Cfr. Chevallier (1979, 46) y los materiales aportados por Ebenstein (1965) y Lauer (1987, 17-48), donde puede a preciarse cómo teoriza6an sobre el tema los grandes escritores políticos, desde Anstóteles y Polibio hasta Stephanus Junius Brutus en su Vindicacíae contra tyrannos (1579), obra de gran influencia en la Europa prot~tante, pasando. P?r obr~s tan diversas com~ el Policraticus (ca. 1170) de Juan de Salisbury, ~1 de Regzmzne Prznczpum de.Sto. Tomas de.Aqwno o eJ 'f?efensor Pacis (1324) de Mars11io de Padua. Para las opm10nes de los pnnc1pales teoncos españoles de los ss. XVI-XVII (Báñez, Molina, Soto, Vitoria, Suárez, Rivadeneira y Mariana), vid. Crapotta (1984, 39-48), Lauer (1987, 56-69), Vega (1966) y Ruiz de la Cuesta (1984, 230-7). En cuanto a la inequívoca adscripción de don Sancho al arquetipo del tirano, vid. in{ra, § IV.1. 2Í Ni siquiera se ofrece el punto de vista que la teoría pactista había venido elaborando desde los ss. XIV-XV, que tanta importancia había tenido en la conformación de la superestructura ideológica en que se apoyaron los insurrectos de los sucesos de Aragón de 1591 y 1592 y cuya defensa del tiranicidio era explícita (vid. Chevallier, 1979, 37 y Crapotta, 1984, 46-8). Así pues, frente a la visión contractual de la monarquía, basada enla concepción del derecho romano del poder político conferido por magistratura, idea renovada con el resurgimiento del romanismo jurídico a partir del s. XIII (vid. García-Pelayo, 1968, 123 ss.) y divulgada en el s. XVI por los influyentes tratados de Francisco Hotman, Franco Gallia sive tractatus isagogicus de regimine regum Galliae et de jure succesionis (Ginebra, 1573) y de Jerónimo de Blancas, Aragonensium Rerum Commentarii (Zara&oza, 1588), la posición de Guillén de Castro se sitúa bajo el modelo de la monarqwa absoluta por la gracia de Dios, trazado en obras tan significativas del pensamiento contrarreformista como el de Rege et Regis Bellido (. .. ) 33 ¡Cielo, cielo soberano, valedme en esta ocasión! Esfor<;ad mi cora<;ón, pues castigáys con mi mano22, por lo que, a fin de cuentas, el tiranicidio no puede verse, en abstracto, como absolutamente rechazable, y el propio tirano lo reconoce así: Don Sancho ¡Ah, traydor! Mas es tan justo el castigo como tu mano traidora. (MCii, v. 109.y;) Es, pues, este doble conflicto, el del tiranicidio deseado pero rechazado por el pueblo y al tiempo condenado pero asumido por el Soberano, el que late en MCii, y el que se articula dramáticamente institutione 1ibri 111 (Toledo, 1599) de Juan de Mariana y el citado Trlltado del Príncipe Cristiano de Rivadeneira. No es ocioso señalar que estas dos obras fueron reeditadas en fechas cercanas a la redacción de MCii, el de Rege en Frankfurt, Typis Wechelianis, 1611, y el Tratlldo en las Obras del Padre Pedro de Rivadeneyrll, agora de nuevo revistas llcrecentadas, Madrid, por Luis Sánchez, 1604-1605, 2 vols. El carácter de Rex vicarius Dei y todos los conceptos semejantes quedan implícitos en la declaración de Bellido, poco antes de asesinar a don Sancho: ciega el alma, ¿con qué espanto, en qué inconvenientes piensa? si es un hombre sin defensa ¿ cómo el ser Rey puede tanto? (MCii, v. 1075-8) 22 MCii, v. 1087-90. La importancia del .. impulso divino.. en la caracterización de Bellido ya fue notada por Leavitt (1971, 430-2, 434 y 436), pero ha sido exagerada por Delgado (1984, 23 y 83-5). Vid. una posición más acertada en Crapotta (1984, 148) y Lauer (1987, 106-7). ALBERTO MONTANER FRl.JTOS POUTICA, HIITORIA Y DRAMA F,N EL CERCO DE ZAMORA en la disociación de las esferas A y B, marcadas claramente por la relación extra-/intramuros (escénicamente, por la correlación plano bajo/plano alto) y por la oposición militar tropas del rey/ habitantes del concejo, soslayando otros problemas, como el hecho de que Urraca, según la tradición, era cuasi soberana de los territorios otorgados por su padre en el lecho de muerte23, y, en todo caso, vasalla de don Alonso, en cuyo reino estaba el enclave zamorano, por lo que, en términos más precisos, se habría tratado de la lucha entre dos estados independientes, y no entre el monarca y una facción del pueblo. Sin embargo, desde la perspectiva absolutista del estado quasi tunica inconsutilis 24 , es decir, indivisible, el tema de la partición de los reinos no podía ser la base de la polémica, pues esta desmembración del territorio sujeto a la corona no podía considerarse positivamente, por lo que, en aquel momento, lo verdaderamente interesante, respecto de las concepciones políticas vigentes, era la cuestión del tiranicidio, de modo que, seguramente sin una voluntad de reelaborar el tema, y guiado más bien por el interés de las dos esferas ya aludidas, Guillén de Castro, como hiciera antes Juan de la Cueva en CMS, plantea la cuestión en términos vasalláticos, es decir, los zamoranos, aunque vasallos de [)I Urraca, son súbditos de don Sancho, según el modelo de perpetuación de las relaciones feudales bajo la monarquía autoritaria, primero, y la absoluta, después25. 34 23 En M~i el reparto territorial_ parece situar a todos los hermanos en un perfecto plano de igualdad, salvada la diferente extensión e importancia de los reinos: Rey De don Alonso es León y_ Asturias, con quanto abrac;a Tierra de Campos; y dexo a Galicia y a Vizcaya a don García. A mis hijas doña Elvira y doña Urraca doy a Toro y a Zamora, y que igualmente se partan el lnfantado. (MCi, v. 2827-35) . E_st~ '!lismo pla_nteamiento se aprecia en las crónicas y en los romances. En la versión p~m1tiva, recogida en PC_G (c. S:13, p. 493b-494a), se habla de que ..Temiendo que despues de su muerte que aune contienda et pelea entre sus fijos, F,'rtioles el regno (. .. ) pues el rey don Femando en la partición que fizo de los regnos .. .' 433 b) donde queda claro q~e tod<:>5 los ~erritorios e~an co~sider~os reinos l':°r igua , aunque luego no se llame remas m a dona Urraca m a dona EIV1ra. Esta versión es sustancialmente la misma que refiere CPC, c. xxvij-xxviij, F Xlra-Xlra, aunque esta versión da la r~zón a don Sancho en el tema de 1!1 partición: «mas esto q[ue) el asmo facialo por b1e[n) mas fuera peor por q[ue] nascio dende gran daño & gra[n) mal. Ca mejor fuera q[ue) los houiera ~~xa<;10 al fijo mayor" (c. xxvij, f" Xlrb). La versión de CVR, seguida con _algunas modificaaones por Cr. 1344 y conocida en los ss. XVI- XVII por las citas realizadas por Ambrosio de Morales de esta última crónica en su Crónica gmual de España (AI~_alá, 1574, 3 vols.) relata que, habiendo repartido don Femando ros reinos entre sus hiJOS varones, no había contado con doña Urraca (en CVR se omite a doña Elvira, restituida en Cr. 1344), por lo que ésta pide al Gd que interceda por ella ante su padre. Hecho esto, don Femando propone a sus hijos que den parte de sus tierras a su he~an.a, a lo que s".>lo accede don Alfonso: "(. .. ) e agora, senor, semejame que non qwer nmguno de rrus hermanos catar por lo que vos dexistes que diesemos a doña Urraca alguna cosa en que biuiese; e pues que asi es ~uierole yo dar de la mi tierra en que biva porque vos non seades pecador contra ella ... ' (CVR in Mdz. Pidal, 1980, 2501), de modo que, aunque después don Femando incrementa sus posesiones con tierras g~egas y castellanas, doña Ur~aca quedaría esencialmente vinculada al reino leones. De todos modos, en la versión adoptada por Castro en el relato mediante el que el Cid pone en antecedentes al auditono (MCii, v. 95-126), es don Femando el que otorga directamente sus tierras a doña Urraca, siguiendo el texto del más célebre romance viejo que trata del asunto, recordado tam6ién por Cervantes en el Qvijote, pi. 11, c. V, p. 615, y recogido en los principales romanceros anteriores a 1600, que es el que comienza Moriros quereys mi padre, y donde el agonizante monarca se expresa en los siguientes términos, tras escuchar las quejas de su hija: allá en Castilla la vieja vn rincon se me oluidaua: c;amora tiene por nombre c;amora la bien cercada(. .. ) <r· 35 quien vos la tomare hija la mí maldicion le cayga. (CR, p. 302b; Débax, 1982, nº 15, v. 27-30 y 35-6; Durán, 1945, nº 763; AIvar, 1981, p. 290, v. 12-3 y 16; cfr. MCii, v. 117-22) 24 Concepto ya presente en el tratado De Monarchia (ca. 1310) de Dante: "Sí, por consigui~te, afgunas dignidades (como dicen) han sido enajenadas del imperio por Constantino, se fiabrfa rasgado la túnica inconsútil que no osaron rasgar ni siquiera los que perforaron con la fanza el costado de Cristo, Dios verdadero (... ) Ahora bien, como dividir el imperio sería destruirlo, ya que el imperio consiste en la unidad de la monarquía universal, resulta manifiesto que no le es lícito dividir el imperio a la autoridad que desempeña el imperio" (in Ebenstein, 1965, 3()()). Reco!?ó la idea Renato Choppin en su tratado De Uomanio Franciae libri ll1 (1574), de qwen la tomó a su vez ef Jurista aragonés Martínez del Villar: "Los dividieron /se. los reinos] los Reyes de Aragón, como los de Castilla, hasta que por leyes que establecieron se privaron de poderlo hacer, y con razón: porque Regnum, como dice Renato Chopino, ha de ser tunica inamsutilis" (Apologfa, f'T19Sv). 25 Nótese, a este propósito, 'U1e (como ya vio Crapotta, 1984, 155-7) la guerra de don Sancho es considerada injusta, tanto aquí como en CMS, no por pretender reunir los reinos partidos por don Fernando, sino porque al hacerlo contravenía la voluntad expresada in articulo mortis por su padre, según la exponían los romances (ut supra) y recalca el propio Castro (vid. MCi,, v. 121-36 y 143-50). Esta misma postura se halla en los romances que tratan del tema, especialmente los que refieren directamente la muerte de don Sancho, como el de Gabriel Lobo Lasso de la Vega, Mirando se sale Febo, y el de Lorenzo de Sepúlveda, En el real de Zamora (ambos en Durán, 1945, nº 781 y 782 respectivamente; el de SepúJveda, en CR, p. 207a-208a). En este sentido, incluso desde posturas jurídicas como la de Martínez del Villar, que consideraba ilícita la reunión de los reinos, se recalcaba el carácter de desacato a la soberana voluntad del que era a la vez Monarca y pater familias: "Pero porque con la misma historia del Rey aon Femando, y sus hijos conste, que la división que fiizo de sus Reynos fue porque ya havian acabado las leyes Goticas, se ha de saver que tuvo efecto, y q ue aunque don Sancho contravino a ella, y quito a sus hermanos los Reynos, no se alabo dello, porque ALBERTO MONTANER FRUI'OS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Así pues, se tiene por un lado un rey que se excede presuntamente en sus funciones y, por otro, un pueblo que no puede soportar la opresión: esto conduce al tiranicidio. Ahora bien, éste, desde la perspectiva del poder, es un mero regicidio injusto, por lo que se da una traición que hay que castigar; pero, al pretenderlo, se extiende la culpa de un individuo a toda una comunidad, lo que es contra derecho. El resultado final de esta confrontación, al dar por vencedor a don Diego, pero por libre a Zamora, implica un prevalecimiento de la mesura, un equilibrio entre los polos Poder/Súbditos, Estado/Sociedad, Soberano/Pueblo: desde el punto de vista estricto de la resolución jurídica, la victoria de don Diego implica que hubo traición, es decir, que el tiranicidio no se contempla como justo, sino como alevoso (por lo que el monarca puede protegerse de los ataques del pueblo),·y la exención de Zamora supone que tampoco el Estado puede extralimitarse en sus funciones, y ha de ajustarse al marco de la ley, al menos de la natural, según pedía Bodin: denar como traidor al regicida, y la de los súbditos, que ven reconocida su inocencia, es decir, que ponen coto a los excesos del poder. Es de notar, sin embargo, que esta resolución deja sin satisfacer explícitamente el problema plé.. ,teado en la primera parte del conflicto (JS = A14, episodios A.I = B.UI), puesto que escamotea el problema inicial para centrarlo en el segundo (C = A 19, episodios A.U = B.IV), puesto que no llega a debatirse la validez del tiranicidio. De hecho, las conclusiones implícitas en el d esarrollo ideológico son contradictorias: el Estado ha conseguido de la Sociedad una protestación de inocencia que deja claro que el tiranicidio es una traición que la Sociedad rechaza, pues no se defiende arguyendo que la muerte de don Sancho fuera justa, sino que alega su exención de la culpa, lo que supone el apriori de la lealtad de los súbditos y la iniquidad de cualquier tipo de regicidio, pero, por otro lado, el tirano ha muerto, lo cual era necesario para el equilibrio del sistema. 36 En cuanto a las leyes divinas y naturales, todos los príncipes de la tierra están sujetos a ellas y no tienen poder para contravenírlas, si no quieren ser culpables de lesa majestad divina. (Républíque, lib. l., c. VIII, p. 53). y por tanto se ha de seguir el principio de que Delicta singulorum, Vniversitati non obsunt. (Martinez del Villar, Appendix, p. 137) De este modo, el problema se resuelve de iure mediante la salvaguardia de ambas integridades: la del príncipe, que puede conlo castigo Dios verificando la maldición que le hecho el Padre, muriendo muy en breve, y a cuchillo, y sin haver tenido hijos" (Martínez del Villat, Apolog(a, f" 197v). [o que se viene, pues, a subrayar es el carácter fratricida de la lucha de don Sancho, lo cual servirá para caracterizarlo en el episodio inicial de MCii como tirano, al mostrar su crueldad para con don Alonso bajo el mismo prisma con que lo juzgaba Mariana pocos años antes: S11nctius Castellae Rex, ne /ICceptas superiori bello iniurias armis persequeretur, nouo bello impeditus est: quod aduersus germanos fratres impium ac ne(arium suscepit, imperij auidus, pracepsque ad aplendam cupiditatem ferebatur, viribus & potentia ferox. fratrum imbecillitas animas faciebat: neque satis concordes animi ad propulsanáum periculum commune communíbus armis. aequi atque honesti abiecta cura. tantum apud Sanctium Regem auaricia poterat, & vtilitatis studium. _Igitu_r q~m mllXimllS potest copias armat, omni paternae ditioni parans (de Rebus H1spanrae, lib. IX, c. VIII, p. 417-8). 37 Hasta aquí, Castro no se aparta de las recreaciones precedentes, y el planteamiento político expuesto es básicamente igual al de Juan de la Cueva en CMS. Pero MCii va a dar un paso más en la resolución de ese conflicto inherente a la dicotomía planteada, al hacer de Bellido un instrumento de la justicia divina . De ese modo se obtiene la lealtad absoluta de los súbditos, que van a considerar el tiranicidio como traición y a su ejecutor como reo de muerte, al asegurárseles que la Providencia elegirá su instrumento y llevará a cabo su castigo: la venganza se convierte así en un acto pasivo de esperanza en la justicia divina. Lógicamente, esta argumentación supone dar la razón a la sociedad, pero a la vez disuadirla, o, lo que es lo mismo, garantizar en teoría el equilibrio del sistema para conseguirlo en la práctica, pero a la inversa, pues cuando se asegura que Dios vengará al Pueblo, se está evitando que éste se vengue por sí mismo. Esto es, evidentemente, un discurso paralelo, ajeno al sistema político analizado, pues si éste opera claramente como un aparato justificador y sustentador de la estructura estatal, no deja de afectar desde sus convicciones internas a los detentadores del poder, no sólo porque su creencia en la Divina Providencia no fuera tan propia en esa cultura del ámbito "dominador" como del "dominado", sino porque una situación tiránica podía realmente hacer a más de un "Bellido" considerarse el brazo armado de la justicia divina, como es el caso notorio del enardecido presunto lector de Mariana, 39 ALBERTO MONTANER FRUT0.5 POLITICA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA Franc;ois Ravaillac, que acabó en París con la vida de Enrique IV el 14 de mayo de 161026. Una vez solucionado ese problema, la obra hubiera podido darse por conclusa, pero dos factores apoyaban la búsqueda de una culminación: por una parte, el gusto por la acción cerrada que es patente en la comedia nueva, y cuya traducción narrativa en Wº0 ya he comentado; por otra, el mostrar que la Providencia no sólo elimina a los malos monarcas, sino que suscita otros buenos. Y esa es la función de la esfera C: dotar de un buen rey a la corona nuevamente unificada, concluir la obra con el restablecimiento definitivo del equilibrio del sistema absolutista. En efecto, don Alonso es mostrado como el que sufre con paciencia, aunque defendiéndose con valor, la ira fratricida de su hermano. Su estancia en Toledo permite retratarlo, frente a la tensión paralela de las esferas A y B, cuyo discurso rompe en intencionado anticlímax, como un galán cortés, bueno y enamorado, pero a la vez como el futuro conquistador de Toledo, capaz de guardar su sangre fría ante Alimaimón y de cumplir su deber moral al prestar su juramento ante el Cid. Se aprecia, así, cómo el entrelazamiento de la esfera C no corresponde a un mero capricho del autor, ni siquiera a la sola influencia de una norma estética que favorecía su presencia, sino que, en la unidad solidaria de la estructura textual, responde a los mecanismos modeladores de las normas ideológica y cosmológica: de la ideológica porque permitía caracterizar a don Sancho como tirano antes del núcleo conflictivo del cerco de Zamora y prefigurar a don Alonso como el modelo del príncipe cristiano; de la cosmológica, porque habiendo la Providencia acabado con el tirano, venía a mostrar ahora la armonía intrínseca del sistema establecido, poniendo en el trono a la figura digna de ser el uicarius Dei que la teoría absolutista exigía27. De este modo, el sistema político así diseñado se muestra, en esta plasmación, como coherente y armónico, capaz, pues, de supe- rar sus propios desequilibrios internos y de mantenerse sólido y protector de sus integrantes, visión que constituye una clara propaganda acerca de la pretendida bondad del sistema, de modo que el espectador, asumiendo las categorías y reflexiones ofrecidas por el suceso dramático, tendería a sentirse más integrado y solidario con una estructura política cuyo discurso teórico paralelo le aseguraba su salvaguardia de los excesos del poder, y le daba fundadas esperanzas de tener buenos gobernantes. 38 26 No es se$'-1;o que el magnicida hubiese leído el de R.e$e, pero el parlamento de París considero el texto de Mariana como posible justificacion y causa eficiente del delito, por Jo que el libro fue quemado públicamente por mano del verdugo, por decreto den de junio de 1610 (vid. "Epílogo del traductor" a de Rege, p. III; Jackson, v. XIII, p. 410b y Ruiz de la Cuesta, 1984, 234). 27 La íntima cohesión de las nonnas ideológica y cosmológica, en tanto ~ue dos planos fundamentales, aunque más globalizador el segundo, del mismo discurso teórico, es aquí evidente. Respecto del papel divino en la entronización de un monarca, recuérdese el caso de David (1 5am, 16, 1-13; 17, 1-18, 9) y para el arquetipo del buen rey transmitido por el teatro barroco, vid. Hormigón (1988, 159 ss.). Una vez aclarada la función de las tres esferas integrantes d e MCii como resultado del modelado conjunto de las normas esté tica, ideológica y cosmológica, cabe preguntarse por el papel asignado en la obra al personaje que le da título: Rodrigo Díaz de Vivar. Podría pensarse, dado su carácter de figura situada al margen de los eventos esenciales que se dan en la acción, de los cuales apenas si protagoniza la jura de don Alonso, la cual pierde además casi toda su carga dramática, como corresponde a su inclusión en la esfera C, que es un personaje secundario en la acción28, pero esto no puede mantenerse al observar con cierto detalle sus actuaciones en la obra . En efecto, al analizar el papel de Rodrigo se aprecia la existencia de dos secuencias paralelas, donde el "agresor" es el monarca, primero don Sancho, don Alonso después (vid. n. 12). Esto deja clara su situación de "independencia" frente a los reyes: él no es un adulador como Bellido, sino que se presenta como el modelo del buen consejero que nunca miente a su señor por conveniencia, pues el que tal hace "ofende gravemente a Dios, y aun al Rey justo", como señala Martínez del Villar, Apología, fO 188r, para añadir que los que dicen al rey honestamente su parecer 28 En este sentido concluye Leavitt (1971, 435), post Santelices: "En realidad el Cid como carácter, tal vez ocupa aquí el segundo o tercer lugar y sus hazañas -si es que las hay- son de escaso bríllo. No es el aspecto heroico el que Castro ha realzado aquí, sino el aspecto humano; su noble7.a y rectitud resaltan más que sus proezas". Esta consideración se basa en una interpretación literal d el título postizo de MCii: Las hazañas del Cid (basado en la tabla d e contenidos de fa edición príncipe). Evidentemente no se trata aquí de acciones bélicas de Rodrigo, sino, y en eso estoy de acuerdo con ambos autores, de destacar sus valores morales, segun el modelo del Cid del •cantar de Sancho 11 prosificado en las crónicas y al que Menéndez Pida! (1959, 71-2) caracteriza como consejero y guía de los príncipes enfrentados, pero, al tiem~, vasallo de uno de ellos y con relación de amistad, luego hecha amor, con doña Urraca. 40 ALBERTO MONTANER FRUTOS son los que merecen ser del consejo de los Reyes; y no aquellos que tienen por crime n laese majestatis no responderles a la medida de su gusto POUTICA, HISTORIA Y DRAMA F.N El CERCO DE ZAMORA mite los valores de la comedia nueva, la monarquía absoluta y el ideario político y religioso de la Contrarreforma. (Ibídem, f2 188r) Se aprecian así su honestidad y rectitud, virtudes que va a poner en juego al actuar como mediador en la resolución de todos los conflictos planteados: primeramente advirtiendo a don Sancho de la perfidia de Bellido, como consejero prudente de un monarca al que sólo su ceguedad (su tiranía) conduce al desastre; en segundo lugar, como fiel del campo en el reto a los zamoranos, donde procura siempre contrarrestar con su mesura el ímpetu arrebatado de don Diego Ordóñez; por último, al tomar la jura a don Alonso, requisito que permite a éste acceder sin mácula a la corona, que el rey, tras condonarle el destierro, recibe de su mano. En resumen, el Cid está omnipresente en el texto y su figura, como contrapunto de todos los excesos, se sitúa en el centro de todo el argumento. No es, en efecto, protagonista absoluto en ningún momento, frente al argumento del ciclo de mocedades recreado por Castro en MCi, pero sin su figura y sin su actuación la trama se desintegraría (cfr. Crapotta, 1984, 148, n. 1 y 156-8; Delgado, 1984, 80; Weiger, 1980, 13-16). Aunque en un discreto segundo plano, su papel es imprescindible para el transcurso de la narración, y su vinculación ética y afectiva con los personajes y actitudes que conforman las tres esferas lo convierten en un auténtico axis de la acción, un eje sobre el que se articula la dialéctica trinitaria de la obra, como refleja la Fig. 3, donde la esfera A, la tesis, plantea la situación de la Sociedad, frente a la B, la antítesis, que refleja la del Estado, oposición que queda superada mediante la esfera C, la síntesis, que viene a reconstruir el orden del mundo alterado por la imperfección de una de sus partes, síntesis que, en definitiva, justifica ese orden establecido por cuanto demuestra que, si bien la radical imperfección humana permite esos desajustes del sistema, éste, en cuanto establecido por sanción divina, posee los mecanismos suficientes como para eliminar los elementos alterados y proseguir su funcionamiento con fluidez y seguridad. De esta manera, y al proponer connotativamente este haz de sugerencias, MCii se muestra como un producto propio de su tiempo, una obra que estética, ideológica y cosmológicamente asume y tras- 41 Alfonso + Z.aida A B Urraca + Arias + Hnos. Arias Bellido O. Diego D. Sancho - - oposición directa + conjunción directa Figura 3.- Personajes y esferas en tomo al axis cidiano 111. EL GENERO Una vez vista la estructura global de MCii es preciso analizar con más detalle las normas modeladoras del texto para aclarar en lo posible el conjunto de las características de la obra, no sólo por lo que se refiere a la organización interna del texto, sino también a su engarce con una sincronía sociocultural determinada. Parece lo más conveniente para comenzar este estudio, el hacerlo por la norma estética, cuyo concurso es el más patente en la obra tanto por ser la que permite reconocerla como objeto artístico, como por ser la que más claramente influye sobre el nivel denotativo. Para ello consideraré tres factores esenciales, íntimamente ligados a la norma estética de la comedia nueva, como marco coetáneo al que referir MCii, y que inciden particularmente en la estructura analizada en el § 11: la recreación de un argumento preexistente, la separación de comedia y tragedia, y las relaciones entre historia y poesía. 1. La actualización del paradigma argumental Es bien sabido que una de las preferencias de la comedia lopesca, ya apuntada en el teatro de la generación de Juan de la Cueva, fue la adopción de temas procedentes de la tradición española, épica o folclórica 29, y es también patente que ese proceso de adaptación del 29 Para el caso de la tradición épica, al que pertenece MCií, puede verse nna visión general en Menéndez Pidal (1959, c. VI, p. 175 ss.). Para el caso concreto d el Cid como objeto de esa corriente, vid. Frenzel (1976, 53a-55a), que incluye el r~rtorio de esas recreaciones en el conjunto de la producción cidiana del momento. Un util com- 44 POUTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS argumento de un ámbito como el romanceril a otro como el dramático, poseedor de otras convenciones y de otras exigencias materiales, marcadas por la duración de la obra y la limitación del espacio escérúco, suponía una reorganización de los materiales previos30. Aquéllos de que disponía Castro son bastante bien conocidos. Se trata, primeramente, del texto del *Cantar de Sancho II prosificado en PCG y en sus refundiciones, y conocido en la época a través de las versiones de CPC y de CGV31, cuyas relaciones textuales pueden pendio de las versiones dramáticas del terna en los Siglos de Oro puede verse en Harnel (1910), mientras que un análisis general sobre la caracterización del Cid barroco puede verse en Egido (1979). Sobre el f roceso de introducción de este rasgo de la norma, y el papel de Juan de la Cueva en e uso del romancero, pueden verse las precisiones de Bataillon (1964, ep. 212-3), la réplica de Wardropper (1955, vid. esp. 156) y, con reservas, la visión general de Rtúz Ramón (1971, I, 119 ss.). Da un útil panorama de las ideas sobre el tema Peña (1980, 547-8). 30 Esa nueva conformación nace precisamente del proceso d e adecuación entre el paradigma que ofrece unos elementos argumentales prefijados, la necesidad de adaptar éstos al modelo elegido y las expectativas del auditorio de captar una lectura incardinada en la realiaad sociocultural que está viviendo. Se aprecia así claramente que toda la actualización de un paradigma conlleva, corno ya señaló Barthes (1971, § 1.1.1 y l.1.4), un proceso dialéctico, entendiendo por tal la serie de ajustes paulatinos que conducen a una estructura textual estable (es decir, satisfactona para el autor, que suspende en ese punto el proceso conformativo) entre los elementos constituyentes del texto, que suponen que la recreación presenta una serie de variaciones estructurales que, pese a las modificaciones operadas, permiten reconocer el paradigma argumental previo, entendiendo por tal una determinada relación de funciones narrativas y de personajes que las desempeñan, cuyas relaciones entre sí vienen dadas por su situación en el sintagma textual así conformado. Esas mismas relaciones son las que, manteniéndose flexibles, permiten al paradigma ofrecerse corno modelo más o menos neutro, de modo que resaltando unas u otras, y modificando su jerarquía, el paradigma puede actualizarse bajo diversas normas modeladoras sin que, por la permanencia de funciones y persona1es, la recreación deje de adscribirse a dicho argumento prefijado. Esto permite ver con claridad que la pervivencia de un paradigma argumental depende por un lado de su flexibilidad para ser adaptado, y por lo tanto incardinado en nuevos contextos, y a la vez para mantener una identificación nítida de sí mismo, que satisfaga las expectativas de los espectadores d e reconocer un mundo argumental ya asumido, pues, como ya ha señalado Barthes (1971, § l.1.2), el autor que recoge elementos folclóricos y legendarios, o, en general, cualqtúer argumento p reestablecido, d ebe acogerse a la relativa rigidez de dichos temas y a seguir sus fuentes de cerca, si no qtúere sufrir el rechazo general de un público receptor que asuma el contenido ideológico d e tales argumentos. Esto puede ejemplificarse en el contraste entre los best sellers y el arte de vanguardia actualmente, contraste generalizable a todas las obras que se adecúen o no a las expectativas colectivas, a la Weltanschauung del público mayoritario (cfr. Escarpit, 1971, 82-3, 99 et pass.) En este sentido no de¡a de ser característico el "populismo' mostrado por Lope en el Arte Nuevo (vid. esp. v. 428 y dr·. Sánchez-Porqueras, 1971, 365-87), que hace de la comedia nueva el vehículo idóneo tanto para este tipo de argumentos como para la función propagandistica que desempeñó el teatro en el Siglo d e Oro. 31 CPC apareció por vez primera en Burgos en 1512, (edición por la que cito, vid. índice de abreviaturas), y se reimpremió en 1552 en Medina del Campo, por Francisco del Canto, a costa de Alexo de Herrera, y en 1593 en Burgos, por Philippe de Junta y_ Juan Baptista Varesio (vid. Gayangos, 1963, LXXXVa y [ee, 1973, 14). En cuanto a CGV la ed1tio prínceps se imprimió en Zamora en 1541, por Agustín de Paz y / Versión regia (ms. E) 45 Estoria de España Versión concisa / PCG (ms. T) Abreviación perdida Crónica de Castilla / \ CVR ~,! CGV CPC Figura 4.- Arbol genealógico simplificado de las crónicas alfonsíes. apreciarse en la Fig. 4. Este material cronístico fue, a su vez, difundido en forma de romances por el CR de Sepúlveda, que recoge diez textos sobre el tema del cerco de Zamora, de los cuales seis son cronísticos, y tres, tradicionales o "viejos"32. Siguiendo la secuencia Juan Picardo, con el título de l.As quatro partes enteras de la Crónica de España ( ... ) vista y emendada ( .. .) por el maestro Florián Doca[m]po (vid. Rodríguez-Moñino, 1967a, 11). Esta versión es también conocida como Tercera Crónica General en la terminología pidaliana. El texto editado por Ocampo parece proceder de dos refundiciones previas yuxtapuestas, la General Vulgata, propiamente dicha, para los reyes de Asturias y León liasta Vermundo III, y la Ocampiana, para los reyes de Castilla desde Fernando I (vid. Menéndez Pida!, 1971, 129-30, 133, 140-4, 148). 32 El texto fechado más antiguo a:mocido apareció en Anveres en 1501 , "en casa de luan Steelsio", con el título de Romances nuevamente sacados de historias antiguas de Úl crónica de España compuestos por Lorenc;o de Sepulveda, pero es casi seguro que hubo una edición perdida en Sevilla, ca. 1550 (vid. Rodríguez-Moñino, 1967a, 9- 46 ALBERTO MONfANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CF.RCO DE ZAMORA cronológica, el segundo grupo de fuentes lo constituyen una serie de romances viejos, en general del s. XV, y otra de romances nuevos sueltos, que se inspiran en aquellos o en los cronísticos, recogidos en su mayoría por la Silva de 1550, por las diversas ediciones del Cancionero de Romances (1550-1573) de Martín Nucio, por la Rosa Española (1573) de Timoneda y por el Romancero General (1600 sqq.), además de los aparecidos en diversos pliegos sueltos33 • Por último, hay que tener en cuenta las compilaciones de Lucas Rodríguez y de Escobar; la primera, RJf.34, constituye el primer conjunto d e romances ordenados en un desarrollo coherente que no depende directamente de las fuentes cronísticas, y además todos salvo el cuarto, Ya Diego Ordóñez se parte, documentado en el Cancionero de Anveres de 1550 y en la Rosa de Timoneda (vid . Rodríguez-Moñino, 1967b,14) son de nuevo cuño. La de Escobar, HRC, posee también singular importancia, pues, además de haber influido claramente en la estructura de MCi, está lejos de ser una recolección neutra del material ro- mancístico, ya que realiza una refundición estética e ideológicamente marcada del material previo35 . En cuanto al terreno del drama, Guillén tenía el antecedente de CMS, de Juan de la Cueva, representada en 1579 (vid. CMS, p. 12) y publicada en 1588. 10 y 41-51). Este texto conoció tres refundiciones, aparte de la versión prístina perdida, la A, representada por la edición de Nucio, Anvers, s.a., y sus sucesoras; la B, procedente de la edición de Alcalá de 1563, y la C, que arranca de la edición de Sevilla de 1584. En este corpus se incluyen diez romances sobre el cerco de Zamora, de los cuales El Rey don Sancho reynaua, En el real de (amora, Llegado es el Rey don Sancho y Muerto es el rey don Sancho se encuentran desde la versión A, y En Toledo estaua Alfonso, De (amora sale Dolfos, Después que Vellido Dolfos, Afuera fuera Rodrigo, Moriros quereys mi padre y Por aquel postigo viejo se incorporan en la redacción B, y todos ellos se encuentran en la familia C, de la que, en cambio, se excluyó otro romance del ciclo: Don Sancho reyna en Castilla, presente en los textos de la serie A e incorporado a HRC, nº XXIII (vid. Rodriguez-Moñino, 1967a, pass. y Lee, 1973, 27-8). Para otras referencias a CR, vid. Durán (1945, 11, 689a-692b) y sobre el romancero cronístico vid. Menéndez Pida! (1959, 161 y 1971, 108-11). 33 Vid. Alvar (1981, 289-304), Lee (1973, 25-33), Débax (1982, 200-8), Durán (1945, II, 697a-b, 6921l-693a) y Menéndez Pida! (1971, 111-7). 34 La primera edición, hoy en paradero desconocido, apareció en Alcalá, por Hernan Ramírez, en 1581, con el título de Romancero historilldo con mucha variedad de glossas y sonetos (vid. Rodríguez-Moñino, 1967b, 24). Lucas Rodríguez no fue el autor, sino el compilador de esta colección, en la que dispuso todo un apartado dedicado al tema del cerco de Zamora, bajo la rúbrica de "Historia zamorana, desde que Vellido Dolfos mato por tra):'cion al rey don Sancho, hasta que Arias Gorn;alo Jloraua la muerte de sus hijos" (RH, p. 94), serie que agrupa diez romances numerados correlativamente, de gran interés para el argumento aquí estudiado, como ya señaló Rodriguez-Moñino (1967b, 14-15), pues es la primera agrupación ordenada de romances nuevos no cronísticos que tratan de dicho asunto. Respecto de laJ?rocedencia de estos textos, se ha de notar que, pese a la aserción de Rodríguez-Momno (1967b, 14), el segundo romance del conjunto, Mverto yaze el rey don Sancho (RH, p. 97a-b), no es una versión con variantes del Mverto es el rey don Sancho (CR, p- 200a-221a) de Sepúlveda, sino un romance enteramente distinto, salvo la coincidencia de los _dos primeros versos. Por último, hay que señalar, sobre esta obra, 9.ue de todos los con¡untos textuales aquí considerados, fue éste el que más influjo directo obró sobre MCii, como se irá viendo en el análisis. 47 Para poder analizar el modo en que se ha producido la actualización de ese paradigma argumental, en cuanto a la disposición episódica, es preciso recurrir a la comparación con los únicos modelos que poseen una estructura procesual definida: las crónicas, RH, HRC y CMS. Si se observa en el cuadro IV la sínopsis de esas recreaciones previas36, se verá que éstas son bastante semejantes entre sí, frente a lo que sucede con el ciclo de Mocedades. En efecto, las principales variaciones se centran en la supresión de elementos cronísticos que podían resultar superfluos para la acción, como la eliminación de lo sucedido a don Alonso en Toledo (PCG, c. 826-7) y de la conquista de León y Toro por don Sancho (PCG, c. 828-9) o el consejo de Arias Gonzalo de rendir Zamora (PCG, c. 834), que podía cambiar el sentido de la acción de Bellido. En general, se aprecia que, frente a las anteriores recreaciones, MCii es la que más novedades dispositivas introduce. Por una parte, porque mantiene el uso de las dos acciones presentes en las crónicas, aunque las dota de un nuevo emplazamiento y de un nuevo significado; por otra, porque reorganiza las escenas en virtud de nuevas interpretaciones narrativas. Así, pasa directamente de la batalla de Golpejares al cerco de Zamora, respecto de don Sancho, y a la estancia en Toledo, respecto de don Alonso. En lo relativo al asedio, se suprime la embajada inicial del Cid a la ciudad, pero los otros elementos que esta conllevaba (el lamento de 35 Por una parte, porque pretende dar una estructura unitaria a lo que los romances presentaban como escenas sueltas, lo que le obligaba a eliminar pasajes, a añadir fragmentos o a intercambiar versos (cfr. Lee, 1973, 25 ss.), y por otra, por9ue, como ha señalado Caza! (1978), el texto así unificado se convierte, por la se1ecaón previa y por los retoques de Escobar, en el portador de una id eología oficialista, en la que se muestran, especialmente al estamento nobiliario, las virtudes de la monarquía absoluta y las del propio estamento unido por inquebrantable lealtad a aquélla. Respecto del conjunto de textos así articulados, por lo que atañe al ciclo del cerco de Zamora (nº XXII-XXXVII), los números, XXII, XX1II, XXV, XXVII, XXIX, XXXII, XXXIIII y XXXV froceden de CR, el XXX y el XXXIII del Romancero General de 1600, el XXXI de RH, e XXXVII de la RoSll Espanola de Timoneda y el XXXVI de un pliego suelto, mientras que el XXV es de fuente desconocida (vid. Lee, 1973, 27-31). 36 Se dan fos capítulos de PCG (que ocupan las pp. 502a-519b), los de CGV (según el ms. F), para fa que sigo la ed. pare. de Alvar (1981, 248-79, post C. Reig), las páginas de CMS y el nº de los romances de RH y HRC; he subrayado, en los epígrafes, aquellos episodios de los que han podido restaurarse versos del •cantar de Sancho II, según la reconstrucción de Alvar (1981, 281-8). 48 AIBERTO MONTANER FRUTOS doña Urraca y el destierro de Rodrigo) quedan reservados para su uso ulterior. Sí se conserva, en cambio, la decisión de los zamoranos, alentados por Arias Gonzalo, de servir a la infanta y no rendir la plaza. De este modo, se evita presentar aquí al Cid como portador de las condiciones de claudicación, lo que realza su carácter de mediador neutro en todo el conflicto, papel previamente señalado por el hecho de haber permitido huir a don Alonso tras su derrota, en lugar de apresarlo y conducirlo a Burgos, como relataban crónicas y romances (cfr. Crapotta, 1984, 158). Después del mencionado episodio de la adhesión de los zamoranos a su señora, que marca la continuación de la lucha fratricida y crea las consiguientes expectativas sobre el desarrollo subsecuente de la acción, se sitúa la primera escena toledana, que presenta la primera conversación de don Alonso y Zaida, personaje cuya presencia aquí es una innovación de MCii (ut infra). Este episodio permite crear un paréntesis en la narración, a la vez que ofrece nuevos elementos de interés, al introducir otra acción paralela. El anticlímax se convierte así en portador de valores propios, atractivos de por sí, al mismo tiempo que en un acicate, en cuanto suspensión del otro proceso argumental, para aumentar la expectación por la acción interrumpida, mientras que el contraste de los dos temas, el del odio y el del amor, crean un contrapunto o claroscuro muy del gusto del Barroco, contraste cuya función dramática y afectiva analizaré más adelante. Cerrado este paréntesis, y frente a la citada mediación de Rodrigo en las versiones previas, aquí va a establecerse directamente la comunicación entre don Sancho y doña Urraca (aprovechando la ya aludida correlación plano bajo/plano alto), que permite crear una escena dotada de mayor tensión, donde el diálogo de los dos hermanos da lugar a la introducción, completamente original de Castro, de la visión de don Fernando con el venablo sangriento (MCii, v. 519-42), espectáculo patético cuya misión esencial es preparar, narrativa e ideológicamente, la muerte de don Sancho, advertido pero impenitente37. 37 Esto ya Jo señaló Santelices, según refiere Leavitt (1971 , 434-5), quien recalca la importancia de la visión en la creación de elementos cohesionadores de la trama, toda vez que la admonición de don Femando hace a don Sancho armarse contra su anunciado enemigo con sus mismas armas, lo que hará verosímil después que lleve el venablo en el campo y se ejecute con él el regiadio (vid. et. Crapotta, 1984, 161). 49 POUflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Cuadro IV.- Sipnosis de la estructura de las recreaciones previas a MCii Sucesos narrados PCG Batalla de Golpejares D. Alonso huye a Toledo ayudado por D" Urraca y Peransules Augurios sobre D. Alonso en Toledo D. Sancho ocupa León D. Sancho arrebata Toro a o• Elvira 824-5 D. Sancho cerca Zamora D. Sancho enu{a al Cid 11, pedir la entrega de Zamora Los zamoranos se declaran fieles a D@ Urraca y ésta rehúsa entregar la ciudad El Cid vuelve con la respuesta y es desterrado por D. Sancho, quien le perdona a petición de sus nobles Arias Gonzalo y sus hijos retan a los castellanos, de quienes vencen a dos condes Arias aconseja a 0 1 Urraca que entregue la villa y se exilie en Toledo Bellido se infeuda a D. Sancho y los de Zamora Je previenen contra él Bellido da muerte al rey y el Cid Je persigue, sin alcanzarlo CCV CMS RH HRC XXIII 826 827 828 829 830 XV I XVII 831 XVIII 14-6 832 XIX 16-9 833 XX XXIIII XXVXXVIXXVII XXVIII 834 XXI 835 XXII 20-5 836 837 XXIII XXIV 25-7 Oña (•) Reto de D. Diego Ordóñez 838 839 XXV XXVI 27-28 29-35 11111IV XXX XXXIXXXII D. Alonso, alertado por D" Urraca, regresa de Toledo (bj Preparativos para el reto 840 841 XXVll XXVIII 36-41 V 842 843 XXIX XXX 41-2 42-3 VI XXXIIXXXIII 844 XXXI 43-5 VII VIII IX-X Apresamiento de Bellido en Zamora Muerte de D. Sancho y entierro en Muerte de Pedro Arias Muerte de Diego Arias Muerte de Rodrigo Arias; el pleito queda por dirimir (e) Resolución del juicio Lamento de Arias por sus hijos Llegada de D. Alonso y jura en Santa Gadea (d) 845 XXIX XI XXXIII! XXXVXXXVII (ª) El entierro se suprime en CMS, RH y HRC; (b) En HRC esto se pospone al nº XXXV; (e) Salvo en CMS y RH; (d) En HRC hay triplicación de la Jura. El cambio de cap. en CCV se debe al cambio de reinado. 50 ALBERTO MONTANER FRlITOS POUTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA No es, pues, casual que los planes de Bellido comiencen a desarrollarse a partir de este momento, siguiendo en este proceso un esquema similar al de las recreaciones recogidas en el cuadro IV. Sin embargo, Guillén introduce una interesante variación, y es que sitúa aquí el destierro del Cid por don Sancho. En las actualizaciones anteriores este destierro había servido para mostrar el temperamento irascible y el apasionamiento ciego de don Sancho, al involucrar a su propio consejero, tildándole de traidor, en la decisión, más bien llena de coraje, de los zamoranos. Sin embargo, en MCii, y para esa caracterización previa, ya había servido el diálogo entre doña Urraca y don Sancho, que dejaba, además, a Rodrigo en mejor posición como conciliador, para lo que ahora podía utilizarse el destierro como correlato de la intervención de Bellido: el tirano es codicioso, busca, no a los buenos consejeros, sino a aquellos que pueden satisfacer sus ansias38, por lo tanto acoge a Bellido, aunque se le ha avisado de su posible traición, y rechaza a Rodrigo. Esta sustitución marca el talante del monarca, que prefiere la adulación a la sinceridad, la voluntad dudosa a la clara y, en definitiva, el ardid a la lucha limpia. Además, y en un plano estrictamente narrativo, el alejamiento del Cid facilita la salida de don Sancho y Bellido solos, así como la vuelta de Rodrigo, al que el rey perdona por intercesión de don Diego, permite la persecución no culminada del traidor, que lleva al Cid hasta los muros de Zamora. Se produce así, como en el episodio toledano anteriormente inserto, una especie de remanso lírico que, aunque posee su propia tensión interna, modula de otra manera los registros narrativos y permite suscitar aunadamente sensación de suspense y de contemplación, deseos de proseguir con la narración y de permanecer en este punto. Va a ser entonces cuando Castro introduzca el otro de los elementos pospuestos de la embajada, una secuencia de elaboración tradicional y de matiz amoroso: el apóstrofe de IY Urraca a Rodrigo, que crea un nuevo compás de espera en la acción, pues ha quedado en suspenso lo que haya sido de don Sancho, al que se ha dejado agonizante con don Diego Ordóñez. La escena genera un nuevo paréntesis de tema amoroso, pero, acorde con su inserción en la parte luctuosa de la obra, son quejas lo que se presentan, por lo que adoptan esa forma apostrófica, provocadora del pathos (cfr. Lausberg, 1969, § 762). 38 Así, al caracterizar al príncipe cristiano frente al tirano, Rivadeneira dice (siguiendo a Bodino, République, Lib. 11, c. IV, p. 100-101): "el WlO se huelga _de ser avisado con libertad y aWl reprendido con modestia cuando ha errado, el_otro ninguna cosa aborrece más que a hombre grave, libre y virtuoso que le pueda avisar o repre1;der; (. ..) el WlO busca los mejores hombres de su reino para darfes cargos y of1c1os mas hermosos, el otro los da a los hombres de mala vida para servirse de ellos corno de esponja, que cuando está seca, se moja y mojada se exprime" (Tratado, lib. 11, c. IX, p. 104). 51 La secuencia suspensiva se resuelve por fin con el impulso dinámico y la tensión estalla por ambas partes: los zamoranos prenden a Bellido y los castellanos lloran al rey muerto. A partir de aquí, en la estructura de la obra no aparecen innovaciones. Incluso la escena intercalada toledana se corresponde a la situación del c. 840 en PCG. Sin embargo, Castro introduce una variación que afecta al desarrollo de la esfera C, pues los augurios sobre don Alonso que en PCG se narraban en la primera alternancia del relato del cerco con el del exilio, aquí se trasladan a este lugar, lo que permite convertirlos en prueba de la entereza y lealtad de los amantes, al introducir a Zaida en la acción, dando mucha menos importancia al relato de la fuga en sí. Además, al situar esta escena al final del segundo acto, entre el reto y su ejecución, se genera un amplio movimiento de distensión que permite relajar la narración tras los intensos momentos del reto, para poder después dar el necesario realce a los combates judiciales. Es de notar, por último, que siguiendo a CMS y a RH, MCii incorpora la mención de la sentencia de los jueces del campo, si bien este episodio no posee aquí el desarrollo discursivo en tempo lento que adopta en la obra Juan de la Cueva, en cuya estética predominaban todavía los largos y pausados parlamentos de endecasílabos, frente a la mayor agilidad de la comedia nueva (vid. Wardropper, 1955). Resulta así más patente el modus operandi de la norma modeladora de MCii; el argumento resulta considerablemente condensado y, en relación con CMS, mucho más dinámico, puesto que en menor extensión se relatan más sucesos. Estos, por otra parte, se han ordenado de modo que una serie de secuencias anticlimáticas permitan mantener el realce de las situaciones más tensas, y se han dispuesto de tal manera que expresen nuevos matices al variar su ubicación y, con ella, su sentido, buscando así una mayor cohesión tanto de los hechos narrativos entre sí como del desarrollo ideológico que conllevan. En este sentido, es interesante observar que la mayor parte de los reajustes son previos al duelo y que, conservando todos los epi- ALBERTO MONfANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA sodios consagrados por la tradición, la ordenación efectuada jalona de una manera más explícita e intencionadamente más marcada el proceso que conduce a la muerte de don Sancho, a la vez que permite dar a los personajes unos caracteres más netos, como ya he comentado en el caso del Cid, que den más coherencia a su función en el desarrollo argumental. innovación de Castro, se suprime la prisión de don Alfonso y su traslado a Burgos, ya que éste escapa, con la colaboración pasiva del Cid, directamente desde Golpejares a Toledo (cfr. García Lorenzo, 1976, 121 y Crapotta, 1984, 158). Se agiliza así la acción y, además, se realza la ecuanimidad prudente de Rodrigo frente al desenfreno fratricida de don Sancho. Una vez vista la relación de la estructura episódica de MCii con la de sus antecedentes, se hace preciso analizar cuáles de los elementos heredados han servido para corporeizar ese andamiaje, y cómo se han engastado en él, lo que completará la visión de los mecanismos actualizadores y de su manera de conformar el texto. El episodio inicial (C.I.), de la batalla de las Vegas del Carrión (MCii, v. 1-84), podría haberse basado en los relatos cronísticos o en los romances de Sepúlveda El Rey don Sancho reynaua (CR, p. 206a-207a; HRC, n 2 XXII) y Don Sancho reyna en Castilla (HRC, n 2 XXIII; Durán, 1945, n 2 765); sin embargo, y significativamente, se ha seguido el romance viejo Entre dos reyes cristianos (in Alvar, 1981, 291-2), que permite modificar la narración, según lo ya apuntado, en dos direcciones. Por un lado, se tiende a condensar la acción, dando un relato en el que ya ha desaparecido el asalto nocturno al campamento de don Alonso, para ofrecer directamente la secuencia final de la batalla: liberación de don Sancho por Rodrigo (en MCii acompañado de don Diego Ordóñez), y captura de don Alonso. Por otro lado, se eliminan situaciones poco rentables para el desarrollo dado al tema: primeramente, y siguiendo al romance citado, el que el rey leonés sea capturado estando acogido a sagrado, lo cual era sacrilegio39, acción que incluso para caracterizar a un tirano podía verse como excesiva, máxime teniendo en cuenta que ese crimen se hubiera extendido a todo su ejército, y que la acción de don Alonso podía dañar su imagen de futuro buen monarca, pues haber buscado refugio en una iglesia en lugar de combatir en el campo podía verse como señal de cobardía, todo lo cual hubiera alterado el ulterior proceso narrativo. En segundo lugar, y esto es una Aprovechando precisamente este enfrentamiento de dos posturas vitales y éticas, introduce Guillén los reproches del Cid a don Sancho por contravenir la voluntad testamentaria de su padre (MCii, v. 85-182), inspirándose en el romance Rey don Sancho, rey don Sancho / ya que te apuntan las barbas (in Alvar, 1981, 293), donde se refiere una escena semejante con ocasión de unas Cortes, pero siguiendo para el relato de la partición de los reinos el célebre romance viejo Morir vos queredes, padre. Esta inclusión no busca, claro está, el mero efecto del texto reconocido por el auditorio, sino que permite poner al público en antecedentes, ya que la obra ha comenzado in medias res, aspecto en el que me detendré posteriorm ente (vid. infra § III.2). Este relato sirve así para explicar las acciones antecedentes y las subsecuentes, y para plasmar el auténtico carácter de la lucha d e don Sancho, iniustum bellum no sólo por ser fratricida, sino por atentar contra la sagrada voluntad del difunto (vid. n. 25). Además se genera mediante esta exposición un espacio de transición entre la batalla de Golpejares y el cerco de Zamora, necesario para que la condensación argumental no se convierta en un apresurado amontonamiento de sucesos. De este m odo, MCii deja clara su técnica de contrastar tiempos rápidos y tiempos lentos, correlativa a una sucesión d e clímax y anticlímax que, a través de un contraste secundario odio/amor, lucha/paz (pertinente para las escenas amorosas intercaladas), articula la obra en una serie de contrastes típicamente barrocos (ut infra). 52 39 Así lo disponla el C. Si oobis fraires, tit. de Sardica, Decr. En Castilla el derecho de asilo estaba regulado por las Partidas, 1, lit. XI, L. 2: "Franqueza ha la Eglesia, e su ceme[n)terio en otras cosas (.. .): ca todo orne que fuyere a ella, por mal que ouiesse fecho, por debda que deuiesse, o por otra cosa qualquier, deue ser y amparado, e non lo deuen ende sacar por fuerc;a, nin matar lo, nin dalle pena en el cuerpo ninguna, nin cercar lo al derredor de la Eglesia: nin del cementerio, nin vedar que non le cíen a comer, nin a beuer" (Partidas, I, f" 101 ra). 53 Como ya he señalado, la desaparición de la embajada del Cid permite pasar directamente de la decisión de don Sancho de conquistar Zamora a la de los zamoranos de defenderla, creando así un nuevo contraste dramático en el que se van perfilando los caracteres de los personajes. El pasaje de la declaración de lealtad de los zam oranos (MCii, v. 183-273; epis. A.I) procede, según se ha visto, de las crónicas, pero podía inspirarse así mismo en el romance Entrado ha el Cid en <;amara (HRC, n 2 XXVII; Durán, 1945, n 2 770). Y, si- 54 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA guiendo con la técnica comentada, se introduce ahora la escena de la anagnórisis de los dos amantes de lonh, Zaida y don Alonso (MCii, v. 274-438, epis. C.11). Sus relaciones en el ámbito toledano son como ya indicó Leavitt (1971, 434, post Santelices), una novedad d~ Castro, puesto que ni las crónicas ni los romances aluden al asunto40. Además de la función anticlimática ya señalada, y en cuanto al desarrollo d~ la esfera C, el ep~sodio permite caracterizar a una perfecta pareJa de galanes, segun el concepto de la comedia nueva, cuyas relaciones se enmarcan en los modelos típicos del amor idealizado divulgado por la égloga pastoril y la lírica petrarquista, de modo que ambos se van caracterizando como la pareja ideal cuyo enlace y entronización darán la adecuada culminación a la comedia (cfr. Weiger, 1980, 17-8). Puede además señalarse como coadyuvante de esta invención el gusto por lo morisco mistificado que se expandió en torno a 1600, y que permitía dar al contraste aludido una traducción escénica de exotismo y colorido, no exenta de erotismo41 _ 40 Zaida (ár. _sayyida, "señora") ~parece en _P CG, al tratar de las mujeres de don Alonso,. en los siguientes términos: La otra armga que el rey don Alfonso ouo fue la <;:ayda, fi¡a de Abenhebet rey de Sevilla. Mas esta como qwer que lo digan algunos, non fue barragana del rey, ~as mugier uelada; (. .. ) Tomo esta Cayda el rey don Alfonso _pera auer a Toledo me10r paraaa et tornola cristiana; (. .. ) l::t ouo el rey en ella u.~ fi¡o a que dixieron Sancho Alffonsso, el que mataron despues en la batalla de \:eles (PCG, c.,847, p. 521a~b). Pero Castro parece seguir la opinión de otros histonad(?res d e su _epoca, espeaalmente la de Garibay, sin otra alteración que la de dar a Za1da por pnmera espo~, o, ~l m;nos, que_la de situar la boda antes de la toma de Toledo. El texto de Ganbay ~ice: El Arc;ob1spo_don R?<lrigo [de &bus Hispaniae, VI, 20] (. .. ) por sext~ muger senala a la Reyna dona Mana, q[ue) fue cognominada Zayda, la qua! fue h1¡a de Almuncamuz Aben Amet Rey Moro de Sevilla, y dexando el nombre pnmero de Zayda llamose en el Christianismo Maria, quando se caso con el Rey don Alo_nso. (. .. ) Muerta dende a poco la Reyna doña Beatriz, caso el Rey don Alonso su ma?do con la Reyna_ doña Maria la Zayda, con la qual es cosa muy cierta, que ya en el ano venidero de mil y ochenta y siete, en que los Moros Almorabides entr~ron _en España_, estaua casado, y huvo d:lla al Infante d<;>n Sancho". (Compendio Historial, v. 11, hb. XI, c. XIII!, p. 30-1; anado la referenaa entre corchetes). Actualmente sa'?e, gracias a las inves~aciones de Lévi-Provenc;al (1934), que Zaida no er~ la_ hija, s~no la_ nuera de al-Mu tamid de Sevilla, casada con el hijo de éste, al-Ma mun 1bn Abbad, muerto por los almorávides en Córdoba (26 de marzo de 1091). Tra~ este suceso, º". peut, des lors, conceooir que, pleine de ressentiment contre les ,meurtners. de son. man et bient6t les géóliers de son beau-pere, la veuve d'alMa man se so1t réfug1é~ dans les possessions d'Alphonse VI, a travers la Sierra Morena,. et que,, la, elle. soit. devenue, apres avoir abzuré l 'Islam et embrassé la religion c~rétienne, l 1pouse 1llég1t!me du roi de Castille. Et il est permis, sans grand risque d erreur, de fil;er cette ~nion a une date asse:z. rapprochée de celle de la prise de Cordoue et de _Sev1Ue, a_ 1f! [in 1e 1091 o~. au début de 1092 (Lévi-Provenc;al, 1934, 7-8). La concubina, o qwza mu¡er velada , como prefiere PCG, de Alfonso VI fue la madre del Infante don Sancho, muerto en la batana de Uclés (1108), de cuyo parto murió, seguramen,te (a la _luz de los datos de su epitafio), el 12 de septiembre de 1093 (ib{d. p. 8). Me~ende_z P1d~l (1969, 11, 762-6) supone que la llegada de Zaida ante Alfonso se produ¡o haca abril de 1091, pero no por propia iniciativa, sino mandada por su suegro. Respecto de su muerte, señal~ que _el epitafio d e Sahagún no especifica si fue del parto de don Sancho del que munó Za1da, por lo que la fecha no se puede precisar. se 55 Frente a esta escena y en nuevo contrapunto, se sitúa el ya comentado diálogo directo entre doña Urraca y don Sancho, al que sigue la aparición de don Fernando (MCii, v. 455-542), motivo original de Castro, como ya he dicho. A las consideraciones realizadas anteriormente se puede añadir aquí que esta escena había de provocar un gran sentimiento patético, fruto de la estética barroca del maravillar, del extraneare42, en especial contraste con el episodio amoroso antecedente. Es de notar, así mismo, que el correlato de los dos planos alto vs. intramuros / / / sitiados Urraca (+) \IS. bajo extramuros sitiadores Sancho (-) 41 En este sentido, recuérdese que Zaida era el nombre de uno de los persona¡·es más célebres del romancero morisco (vid. Durán, 1945, nº 51-69). Sobre la maurofi ia literaria de los Siglos d e Oro y esa introducción de lo éxotico en escena, téngase en cuenta que: "En contraste con esa realidad social conocida por todos, la idealización poética de las novelas y, sobre todo, la de los romances moriscos, se d ebatió hacia la creación de un mundo esplendente de belleza, en el que aparecían hermosas criaturas, de sentimientos conmovidos por una romántica violencia, sólo pendientes del amor ( ...); y esto en el marco de palacios y jardines, escenarios de fiestas y zambras" (López Estrada, 1980, 81; vid. et. p. 19-20). Considero adecuado, pues, el comentario de [eavitt (1971, 433), cuando señala que "Zaida sale a escena con vestimentas moriscas que seguramente no ocultan su belleza física -Las curvas están en su sitio y el 'sex-appeal' bien visible a todo el auditorio", lo que concuerda con "la presencia fascinadora del cuerpo" en el teatro de Guillén d e Castro (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 15). 42 En su sentido prístino de "sacar de sí", por cuanto conlleva la inmersión del espectador en el pathos de la obra. Según las concepciones retóricas, el taedium como situación media del público, es decir, en cuanto estado de ánimo habitual, ha de ser roto por el opus poeticum. De entre los medios ci..ue hay para ello, y por lo que se refiere a MCii, destaca el uso del rieoc; frente al 1ta8oc;. El primero produce de1ectatio, y el segundo, el sobrecogimiento. Evidentemente, la dialectica clúnax/anticlímax anteriormente descrita, se.sustenta en estas concepciones retóricas. En cuanto al mx8oc;, en este caso es consegwdo mediante el q,6~oc;, es decir, el estremecimiento de terror, afecto provocado por la primera de las linvá. (las cosas que inspiran miedo): la visión de objetos o hechos temibles. Por otro lado, y desde el momento en qu e la estructura del significante es, mediante el modelado estético, solidaria de la del significado, y, a su vez, la estructura del signo lo es con la de la connotación que transmite, no es de extrañar que a ese mecanismo provocador d el 1tá.8oc; en el plano escénico-narrativo le corresponda uno semejante en el plano verbal: se trata de un zeugma semánticamente complejo, marcado por las asociaciones irreductibles 56 ALBERTO MONTANER FRUTOS POUTICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA queda subrayado por la aparición del fantasma regio, y no sólo por la incorporación del plano inferior, del que procede la imagen, sino, por contraste, del superior. En efecto, el diálogo se había planteado en los siguientes términos: Queda así establecida una posición que se resuelve del siguiente modo: al aparecer don Femando desde el plano inferior, asociado al inframundo infernal en todo la dramaturgia barroca43, y ligarlo a la actuación de don Sancho (puesto que si no lo sustenta la tierra, pasará de ésta al inframundo), automáticamente las referencias celestiales se suman al nivel de doña Urraca; si don Femando sale de la tierra para amonestar al rey castellano, bajará del cielo para ayudar a su hermana, y si es al cielo al que ofende don Sancho es por atacar a doña Urraca . En definitiva, si el dardo ensangrentado procede del inframundo, la mano justiciera será mandada por el cielo, y el esquema resultante queda claramente polarizado al alejar los extremos: Urraca D. Sancho ¡Padre, buelve por mí en trance tan fiero! ¿Que esso te anima, y esso me inqui'eta? ¿Tu padre llamas? ¡Para hacerme guerra baxe del cielo, o salga de la tierra! ... (MCii, v. 515-8) y el aparecido dice a su hijo: Rey Fer. Quien no obedece al padre ofende al cielo, y nunca tierra firme le sustenta. (MCii, v. 522-3) Se produce de este modo una doble recurrencia sobre los mismos elementos; por un lado, el paralelismo del v. 518 baxe del cielo b a / salga de la tierra a' b' por otro, el quiasmo de los v. 522-3: *:d'X''':'° tierra firme le sustenta b' a' esso para hazerme guerra quien no obedece {te anima me inquieta baxe del cielo { salga de la tierra ofende al cielo { nunca tierra firme le sustenta donde la equipolencia sintá~tica de secuencias semánticamente contrapuestas genera esa misma ruptura del taedium correspondiente al 1tó.8o~. Para estos conceptos, vid. Lausberg (1969, § 705-7 y 1219-24). 57 (+) plano superior i plano alto / plano bajo ,1, plano inferior(-) Es lógico, pues, que la siguiente escena (MCii, v. 543-662) consista en la presentación del plan de Bellido, cuyo monólogo atormentado, aunque original de Guillén, poseía un antecedente en el que en semejantes circunstancias, pero con distinta orientación, hace el mismo personaje en CMS, jor. I, p. 20-1. El diálogo subsecuente con doña Urraca y don Arias está inspirado en los relatos cronísticos y, como en ellos, tiene la doble función de dejar en la duda la responsabilidad de doña Urraca y de hacer verosímil a los ojos de los zamoranos y de los castellanos el cambio de bando de Bellido, que aquí gana en coherencia interna al eliminar el propósito de Arias Gonzalo de rendir la ciudad, pues, al continuar los sitiados resistiendo, era más lógico que quien proponía la entrega de la ciudad cambiara de campo, de modo que su actuación resultara así mas verosímil. Respecto de la actuación de doña Urraca, su diálogo con Bellido no parece exculparla precisamente: 43 Bastará recordar el siguiente pasaje de la acotación de una comedia cervantina: "Apártase Malgesí a un lado del teatro, saca vn libro pequeño, pónese a leer en él, y luego sale vna figura d e demonio por lo hueco del teatro y ponese al lado de Malgesí {Cervantes, La casa de los zelos, jor. I, p. 67b). Puede verse también La destrui~ión de Numancia, jor. 11, p. 630b. Los ejemplos podrían multiplicarse. Sobre este asunto y, en general, sobre la forma y funcion de los espacios teatrales en los corrales de comedias, vid. Arróniz (1977). Somera, pero precisa, es la descripción de Jauralde (1983, 210). 58 ALBERTO MONTANER FRUTOS Bellido Dame la mano, y confía de mi industria y de mi suerte el darte con una muerte Zamora libre en un día. Escucha, Señora .. . Urraca ¡Calla, si es trayción; y en mi querella escusará el no sabella la culpa de no escusalla! (MCii, v. 603-10) Sin embargo, ver en la infanta a un trasunto de Pilatos, como señala Santelices (ap. Leavitt, 1971, 435) resulta ciertamente aventurado. Es cierto que en esta primera escena, y en correlación con el Judas Bellido, la actitud de esquivar la responsabilidad del crimen recuerda la actitud del procurador romano, pero en el resto de la obra se evidencian su desconocimiento del objetivo de Bellido y su condolencia por la muerte de su hermano (cfr. MCii, v. 655-62, 1149-50, 1414-29, 1454-86 et pass.) que impiden concordar con Crapotta (1984, 471) cuando opina que doña Urraca is the most morally insidious character of the comedia (vid. en cambio Lauer, 1987, 107). Todo este pasaje, pues, en correlación con la aparición de don Fernando, preludia, creando expectativas, y prepara, generando las situaciones que la hagan posible, la muerte de don Sancho. Los sucesos siguientes se enlazan con rapidez, siguiendo la estructura del romance De c;amora sale Dolfos (CR, p. 292a-293b; HRC, n 2 XXIX; Durán, 1945, n2 779), que sitúa los acontecimientos en el siguiente orden: llegada de Bellido al real - aviso de Arias Gonzalo desde el adarve - exposición del plan de Bellido a don Sancho para tomar Zamora - salida de ambos al campo y muerte de don Sancho por la espalda. Pero, una vez más, Castro adapta y transforma; por un lado, el mensaje de Arias adopta la formulación de los dos celebérrimos romances viejos que comienzan, Rey don Sancho, Rey don Sancho 44 , uniendo elementos de ambas versiones; por otro, introduce aquí el destierro de Rodrigo, cuya función ya ha sido indicada, y para cuyo relato pudo inspirarse en las crónicas o en el ro44 Para la versión extensa, vid. Alvar (1981, 297-7) y Durán (1945, n" 777). Para la concisa, también encabezada Giuirte, guarte, rey Don Sancho, vid. Débax (1982, nQ 17) y Durán (1945, nQ 778). POLff/CA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA 59 manee Entrado ha el Cid en c;amora (HRC, n 2 XXVII; Durán, 1945, n 2 770), que rehace los v. 65-175 de Llegado es el rey don Sancho (CR, p. 210b). Además, para aumentar el suspense, MCii interrumpe la narración al situar el final del primer acto cuando el Cid ya ha partido, pero con don Diego en su búsqueda por orden del rey, y, al tiempo, don Sancho y Bellido se preparan para salir solos del real. Todas las interrogantes quedan en pie: ¿Culminará Bellido sus pérfidos planes? ¿Llegará el héroe a tiempo para salvar a la víctima? ¿No logrará Zamora verse libre de su sitiador? ¿Ni siquiera la traición de Bellido servirá para algo? El corte suspensivo de la acción provoca un evidente aumento de las expectativas, pero además tiene la virtud técnica, respecto del attentum parare, de que el espectador no sabe realmente por quién sentir q>Ó~cx; o lAfoc;, terror o compasión (vid. Lausberg, 1969, § 1223), pues, aunque las líneas argumentales apuntan hacia la consumación del asesinato, y por lo tanto disponen los afectos del auditorio en una cierta dirección, por otro lado, el mismo paréntesis impuesto invita a considerar otras posibilidades, aunque sea inconscientemente. De este modo las expectativas puramente intraargumentales se asocian con las connotativas, emotivas, que éstas han despertado en el espectador, que de este modo tienden a guardar el interés por el relato, incluso con la diversión, en sus dos sentidos coetáneos de entretenimiento y separación, que respecto de aquél suponían los espectáculos escénicos intermedios. Cuando el relato continúa (MCii, v. 952-1098), el Cid regresa con don Diego, y, al echar de menos a don Sancho y a Bellido, empiezan a buscarlos. Pero ya es tarde: el magnicida se ha alejado con el monarca y, cuando el venablo pasa a sus manos, lo asesina por la espalda. Para el detalle que hace posible el cambio de manos del arma predestinada, el que don Sancho haya de hacer sus necesidades45, se sigue la versión cronística y la del romance referido, De c;amora sale Dolfos, pero añade un matiz que aumenta la verosimilitud: don Sancho no da espontáneamente el venablo a Bellido, sino que, al bajar por un terraplén, se le cae, y es el regicida quien lo coge. 45 Motivo que tanto escandalizó a los críticos decimonónicos, vid. Leavitt (1971, 429-30). En el romance de Lucas Rodríguez Estando del rey don Sancho (RH, ng I; Durán, 1945, nQ 780) se relata que el venablo había sido escondido por Bellido previamente cerca del postigo. Como ha señalado Leavitt (1971, 436), Bellido (en virtud de lo pronosticado aquí y en MCí, v. 1535-43) ha de matar al rey precisamente con esa arma, y no se siente capaz de hacerlo antes, pese a que intenta cometer el crimen con un puñal (MCii, v. 1022-30). ALBERTO MONTANER FRUTOS POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Consumado el crimen, Bellido sale huyendo y el Cid, que lo ve, lo persigue (MCii, v. 1099-162), pero sólo con la sospecha de que haya hecho algo, sin conocer el magnicidio, en lo que adopta la versión del romance Rey don Sancho, rey don Sancho (in Alvar, 1981, p. 297, v. 38-46), frente a la del otro romance citado, donde Rodrigo ha visto lo sucedido. La ignorancia del Cid permite que éste no entre en Zamora a buscar al traidor a toda costa, y, a la vez, que se detenga ante las murallas, desde cuyo adarve le apostrofa, en dolidas quejas amorosas, doña Urraca (MCii, v. 1167-262), para cuyas palabras Castro adopta otro conocidísimo romance viejo: Afuera, afuera Rodrigo46, cuya función parentética ya ha sido analizada, y cuyo patetismo se logra suscitando el tA.t:o~ la compasión, para con la doble víctima de la codicia de su hermano y el desamor de Rodrigo. Con el traslado de la acción a Zamora (MCii, v. 1414-509), se presenta el apresamiento de Bellido, hecho al que en el romance Rey don Sancho, rey don Sancho (in Alvar, 1981, p. 297, v. 40-1) tan sólo se hacía una alusión, y para el relato del cual Guillén ha retomado las versiones cronísticas. Mientras esto se desarrollaba, los zamoranos ven llegar a un caballero enlutado (MCii, v. 1510-65): es don Diego Ordóñez, cuya patética figura (de nuevo la visión espantable moviendo a <¡>()~oc;), ha recogido Castro de la efectista descripción del romance de la compilación de Lucas Rodríguez, Con el rostro entristecido (RH, n 2 III; Durán, 1945, n 2 786). Cuando el enlutado se detiene ante las murallas, profiere su célebre reto, para el cual, así como para la reacción de Arias Gonzalo, se ha seguido otro romance de la misma colección, Ya Diego Ordóñez se parte (RH, nº IV; Durán, 1945, n 2 787), que Guillén reproduce casi literalmente (MCii, v. 1566-625). Por .o tra parte, la fórmula del reto contenida en el texto publicado por Rodríguez estaba tomada a su vez y ad uerbum de las crónicas, y había sido difundida por otros muchos romances, seguramente por la impresión causada por la exposición reitera ti va y, para la mentalidad de la época, completamente desaforada, del reto47. 60 La escena siguiente cambia de nuevo el movimiento patético hacia el cpo~oc; en el diálogo entre don Sancho agonizante y don Diego, al que luego se suma el Cid (MCii, v. 1263-1339), suceso original de Castro, aunque inspirado en el diálogo final entre el rey y Rodrigo, que refieren las crónicas (cfr. PCG, c. 838, 512a-513a) y el romance de Sepúlveda En el real de ~mora (CR, p. 207a-208a; Durán, 1945, nº 782). En MCii este diálogo se suprime porque tiene como finalidad el que el agonizante testimonie que el Cid, si había seguido el bando de don Sancho, no era responsable de las luchas fratricidas del monarca asesinado. Lógicamente, al haber MCii caracterizado ya antes al Cid como imparcial, especialmente al dejar huir a don Alfonso y al no llevar la propuesta de rendición a Zamora, este hecho no tenía razón de ser, mientras que el diálogo con don Diego Ordóñez posibilitaba el enardecimiento vengador de éste. En cuanto al ofrecimiento de don Diego para llevar a cabo el reto, incluido el velado reproche al Cid (MCii, v. 1340-1413), adopta aquí la disposición del romance de la compilación de Lucas Rodríguez, Muerto yaze el rey don Sancho (RH, nº II; HRC, nº XXI; Durán, 1945, nº 784). 46 Vid. CR, p. 301b-302a; HRC nº XXV y XXVI; Débax (1982, nº 16); Durán (1945, nº 774) y Alvar (1981, 290-1). Retóricamente se trata de una sermocinatio o 111locutio, por la que doña Urraca describe sus emociones internas, respondiendo a una situación provocada por el movimiento pasional que la anima, es decir, describe un mí8o~. Como esta sennocin11tio busca la conmiser11t10 del auditorio, se trata de lo que la Retórica designa corno 11llocutio p11sion11lis o f¡801totfa 1ta8r¡nlCI\ (vid . Lausberg, 1960 § 1131). Por otro lado, al dirigirse a Rodrigo, constituye como he señalado anteriormente, un caso de apóstrofe, que es asimismo un vehículo típico del mÍ8o~ (vid. Lausberg, 1969, § 762 y Curtius, 1976, II, 629). 61 Dejando en el aire la tensión provocada por la dudosa razón de los contendientes, la obra presenta a continuación el episodio C.11 (MCii, v. 1626-1865), es decir, regresa al ámbito toledano, oponiendo su carácter de delectatio, propia de la digressio (vid. Lausberg, 1969, § 290.2 y 340), al 1tá8oc; de la narración antecedente. Para el desarrollo de estos sucesos, Castro puede haber tomado el material directamente de las crónicas, o del romance de Sepúlveda, En Toledo estaua Alfonso (CR, p. 291a-292b; HRC, nº XXXV; Durán, 1945, nº 767), con la innovación ya señalada de incluir a Zaida en el argumento y hacerla partícipe de las pruebas de don Alonso. Respecto de la recepción de la noticia del regicidio, y de los preparativos para la fuga, la concisión de las referencias y el soslayamiento del tema 47 El mismo texto puede verse con más o menos variaciones, ~ro sustancialmente idéntico, en los romances Despues que Vellido Dolfos (HRC, n XXXII; Durán, 1945, n° 789; Alvar, 1981, 301-2), Y11 se 511/e Diego Ordoñez (Durán, 1945, n° 1896, vol. 11, p. 695a-b; Alvar, 1981, 299-300), y el que parece ser el más antiguo, Y11 c11b11lg11 Diego Ordoñez (Durán, 1945, nº 791; Alvar, 1981, 299), que, según Durán, parece pertenecer a la época de la tradición oral, pero reformado en el s. XVI. De la popufaridad del asunto es reflejo la referencia que por boca del ingenioso hidalgo hace Cervantes, Quijote, pt. II, c. XXVII, p. 792. Al.BERTO MONTANER FRUTOS POUTJCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA no permiten fijar una fuente concreta del evento, adaptado libremente de las crónicas y romances. el descanso y colación que entre la primera y la segunda justa le ofrece Rodrigo, y que, como ha señalado Said (1975, 244), correspondían a un uso jurídico medieval, destinado a paliar la desigualdad del retador enfrentado a los cinco del concejo. Por otro lado, es otra novedad de MCii el que Arias Gonzalo baje a ser padrino de su tercer hijo, Rodrigo Arias, y toda la escena de la agonía de éste reclamando la victoria, que es de nuevo un recurso patético que busca el eAW~ del auditorio. 62 Con la frontera del tercer acto tras el episodio C.II, se vuelve a crear un compás de espera que afecta al traslado de don Alonso a Zamora y a la ejecución del reto de don Diego Ordóñez. El viaje del futuro monarca y de su amada se da como simultáneo al reto y no se narra, mientras que éste se describe con abundantes detalles. Se relatan primero los preparativos de los zamoranos, con el diálogo de Arias Gonzalo y sus hijos, y la petición de doña Urraca a su ayo para que sea el último en salir al campo, a lo que el venerable Arias accede a su pesar (MCii, v. 1866-2085). El episodio había sido referido en las crónicas y recreado en el romance Tristes van los zamoranos (Durán, 1945, n 2 795). Para el relato de los combates singulares (MCii, v. 2110-585), Castro se ha inspirado en los romances de la compilación de Lucas Rodríguez, Ya está esperando don Diego y Mverto auia don Diego Ordoñez (RH, n2 VI-VII; Durán, 1945, n 2 797-8) con algunas interesantes variaciones respecto del número, edad y nombre de los hijos de Arias Gonzalo (vid. Weiger, 1980, 18-25). Es de notar que las acciones de los contendientes son referidas por los demás personajes, por una doble causa: la primordial, en este caso, es que el escenario no permitía, por sus dimensiones, representar un duelo a caballo; la secundaria, pero no menos influyente en otros casos (como antes en el asesinato de don Sancho), es la convención implícita del teatro de la época de no sacar muertes a escena, siguiendo el precepto horaciano, que retomaría López Pinciano, Philosophia (v. II, ep. IlI, p. 379): non tamen intus Digna geri promes in scenam: multaque talles Ex oculis, quae mox narret facundia praesens. Nec pueros coram populo Medea trucidet, Aut humana palam coquat extra nefarius Atreus . (Horacio, de Arte Poetica, v. 182-6) Se ha de señalar también que, de las diversas versiones, ésta era la que más patente dejaba la arrogancia de don Diego, cuya figura ha caracterizado Castro con cuidado, incluso en el detalle aparentemente nimio de despreciar aquí, lo que no hace en el romance, 63 El desenlace se aproxima. Sólo el monólogo de don Diego Ordóñez, (MCii, 2586-97) que se siente aviltado y traidor a su causa, siguiendo de nuevo un romance de Lucas Rodríguez, A pie está el fuerte don Diego (RH, n 2 VIII; Durán, 1945, n 2 799), logra aumentar la tensión dramática, llegando incluso a pensar en desesperarse, es decir, en suicidarse48 • Pero la entrada del Cid (MCii, 2648-82) con el fallo del jurado que le da por vencedor a él y por libre a Zamora, y con la noticia de la llegada de don Alonso, marca ya la inflexión final del argumento. Consumada la acción de las esferas A y B, el desenlace de C permitirá finalizar convenientemente la comedia. De este modo, el episodio final (MCii, v. 2683-864) se construye como el cúmulo de consecuencias de todos los sucesos previos, incluida la reconciliación moral de Arias y don Diego, sin seguir estrictamente ningún romance concreto, ni el relato de las crónicas, en que se inspira libremente. Tan sólo para el rito de la jura en sí (MCii, v. 2780-825) se acude, una vez más, a los·romances viejos, en este caso En Santa Águeda de Burgos49 y En Santa Gadea de Burgos50 , que quedan subsumidos, en el texto original de Castro, y adaptados así según un proceso de asunción de materiales previos que conlleva una 48 La frase de don Diego es "¡Yo he sido afrenta de España! / ¡lréme a desesperar!" (MCii, v. 2646-7). Y, como señala Covarrubias: ,"~esesperarse es matarse de qualquiera manera por despecho; pecado contra el Espmtu San.to. No se les da a los tales sepultura, queda su memoria infamada y sus bienes confiscados y, lo peor de todo, es que van a hazer compañía a Judas. ~t? n~. se entiende de los qu~. estando fu~ra de juyzio lo hizieron, como los locos o freneticos (Tesoro, p. 458b, s.v. d~esper:rr ). Este detalle es también innovación de Castro, destinada a recalcar aun mas el carácter de don Diego. 49 Vid. Durán (1945, nº 811). Se trata de la versión del Cancionero de romances de 1550. Débax (1982, nº 18) y Di Stefano (1988, 147) ~tan el romance se~ el ms. Eg.-1875 de la British Ubrery, que presenta un texto diferente, pero que comienza con este mismo verso. SO Vid. HRC, nº XXXVII; Durán (1945, nº 812); Alvar (1981, 304). Sobre el tema de la jura y su desarrollo en las crónicas y romances, vid. Horrent (1973, 159-93) y Di Stefano (1988). 65 ALBERTO MONTANER FRITTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA reelaboración tanto del nivel d enotativo como del connotativo, modelados en conjunto por la acción de las normas vigentes, pues, como se ha puesto de manifiesto, las modificaciones que aparentemente inciden sólo en la percepción estética del material narrativo, en cuanto lo dotan de mayor cohesión, concisión y agilidad, lo hacen también en el diseño ideológico y cosmológico, al delinútar caracteres, acciones y responsabilidades, del mismo modo que variaciones que parecen proceder sólo de las normas ideológica o cosmológica, al reflejar motivaciones o actitudes de los personajes, tienen una repercusión en la lectura estética de la obra, por cuanto influyen en la etopeya, en el decoro y en la verosinúlitud de los personajes y sus acciones. Así pues, en éste, como en otros casos, el autor ha escogido lo que le parecía mejor de lo que tenía ante sus ojos, y lo ha dispuesto en el lugar que consideraba más apto para sus fines, como pedía Quintiliano: 64 Procediendo de esta manera, es evidente que Castro se acoge al procedinúento retórico más en boga durante el siglo precedente: la inútación compuesta51 . Desde luego no se trata aquí del concepto básico del autor que extrae lo mejor de varios modelos para, uniéndolos en el crisol del propio estilo, superarlos o, al menos, igualarlos. Sin embargo, se trata de una posibilidad de la imitatio plurium bonorum ya empleada por los humanistas, consistente en atender, no sólo al estilo, sino también a los materiales argumentales, como en el caso de El Crótalon, puesto de manifiesto por Rallo (1982, 46-8), sin que los textos inútados hubiesen de ser necesariamente de los grandes autores clásicos. Se trata aquí de un uso de textos de diversa procedencia y estilo, no meramente acumulados, sino dispuestos en una estructura global que, sin hacerles perder su naturaleza previa, los dota de un sentido unitario y renovador, en cuanto establece una serie de relaciones, antes inexistentes, con los demás elementos de la obra, al ser introducidos en un sistema que les atribuye una función nueva y peculiar respecto del conjunto de constituyentes del mismo. No se presenta, pues, aquí, un ensamblaje caprichoso y forzado d e cuantos más romances mejor, como alguna vez se ha dicho 52, sino de una obra que posee su propia estructura y significado. 51 La imitación compuesta, en Fray Luis de León y, en general, en la teoríay ¡,ráctica renacentistas, ha sido estudiada Por Lázaro Carreter (1979). Para El Crótalon, pero también con una visión de coniunto del tema, vid. Rallo (1982, 41-36). La Retórica clásica no definía de un modo particular a este tipo de imitatio, que otros filólogos han denominado "imitación concentradora", pero fa describía al hablar de la imitatio en general (vid. Lausberg, 1969, § 1143-4). 52 Un repertorio de este tipo de consideraciones puede verse en Leavitt (1971 , 429 y 433) y en Lauer (1987, 104). Para García Lorenzo (1979, 125), la obra es "una su- plurium bona ponamus ante oculos, ut aliud ex alio haereat et, cuique loco conven iat , aptemus. (ap. Lausberg, 1969, § 1144) MCii cobra así su sentido como estructuración solidaria d e materiales recogidos de la tradición, no meramente agregados, sino interconectados y modificados para dar lugar a ese producto nuevo nacido d e la dialéctica entre la nueva orientación y lo prefijado, propia d el proceso de actualización del paradigma argumental ya establecido. Una última consideración a propósito de este fenómeno es la que puede establecerse en torno a la naturaleza estética d e ese proceso actualizador en sí. Al principio de este parágrafo (§ III.1) he señalado que se trataba de un hecho de nonna, pero cabe preguntarse cuál es el rendimiento del mismo, o, en otras palabras, cómo ha llegado a fijarse en la norma. Las limitaciones de una preferencia como ésta ya han quedado de manifiesto en la n. 30, pero semejante rasgo de norma posee también su funcionalidad, precisamente sobre la base d el mismo hecho que lo hace limitado, es decir, las expectativas del auditorio, pues la operatividad del mecanismo depende de los fines a los que sirva. Si se atiende a los efectos psicológicos de la satisfacción de las expectativas, se apreciará que éstas funcionan de modo semejante para cualquier estructura prefijada y actualizada en el discurso. En este sentido, creo que pueden hacerse extensivas a la comedia las consideraciones de Stageberg (1948) sobre el andanúaje d el soneto, cuando expresa: cesión de sucesos, tratados por Guillén en extensión m~ _que ei:i profundidad". Evidentemente, estas apreciaciones proceden de normas estetícas dif1:re~tes de que modeló MCii y no ayudan en absoluto a comprender el texto. Apreoaaones mas ponderadas sobre el uso que Castro hace aquí de sus fu entes, pueden verse en Crapotta (1984, 150-1 y 168). !ª 66 ALBERTO MONTANER FRUTOS Yet this framework is a valuable factor in the aesthetic transaction in that it performs two useful functions: it helps to channel and control the perceptual experience of the sonnet, and it supplies especial sources of aesthetic pleasure. (p. 132) Respecto a la primera función, es evidente que contribuye a la mejor captación y retención de la obra, pues, como señala el propio Stageberg (1948, 133): in perception, familiarity with what to look for is determinative of the nature of the percept and makes for ease of apprehension. It is a sort of pre-perception or partía/ acquaintanceship with the meaning of the perceptual content, and implies the existence of a cognitive scheme of experienced phenomena within which the present percept fits ( ... ) and these expectancies will cause the parts [se. of the sonnet] to coalesce more easily into the resultant perceptual form. Lógicamente, la aprehensión de una estructura preestablecida se ve favorecida por la atención apriorística del receptor hacia los elementos que espera ver en la secuencia, y por la facilidad de captación que implica el reconocimiento de situaciones previamente admitidas. Estos factores contribuyen, así, a una mayor precisión y nitidez de la percepción del objeto considerado, cuyo sistema de relaciones internas (intranarrativas, en este caso), queda acogido y retenido con mayor fijación, por lo cual su comprensión, en cuanto patentización de la estructura global del texto, queda también asegurada. Ahora bien, ese mismo acto de comprensión de la configuración relacional de la obra supone la asunción de los mecanismos que han permitido el desarrollo argumental de la misma, esto es, implica la aceptación de aquellas motivaciones que la recreación contemplada ha introducido como causa motriz del proceso narrativo, y como esas motivaciones llevan implícitos, por basarse en ellos, los valores ideológicos de la norma con que el texto se ha modelado, tales valores son recibidos, de manera implícita, pero acentuada mediante el proceso de retención explicado, por el auditorio, con lo que se consigue la trasmisión de las concepciones que animan la mentalidad del autor y, como en este caso (ut infra), las del auditorio. De este modo, el rasgo de norma consistente en la actualización de un determinado paradigma argumental, y el método de la imitación compuesta, que permiten a la vez remodelar el mensaje y aprovechar las expectativa s del auditorio, cobran, a través del proceso POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA "conocimiento previo cado53. ~ atención ~ 67 fijación", su más claro signifi- Respecto de la segunda función, el causar un "placer estético", me parece que la reflexión de Stageberg (1948, 137) es también aplicable a este otro tipo de estructuras. Dicho autor relaciona el papel de la rima en el soneto con la función de la tónica en la música tonal y del do en la diatónica, como elementos conclusivos de la secuencia sonora, siguiendo las teorías de Lanz. Sus palabras finales sobre la rima son también válidas para las expectativas argumentales aquí consideradas, sobre todo si se tiene en cuenta la presencia de segmentos enteros del discurso conocidos previamente y en forma aislada por el público: we can still maintain with justice that the end-rime words being prominent in consciousness, and being part of a preknown scheme, do engender strong expectancies which are pleasurably satisfied by the return of expected sounds. (Stageberg, 1948, 137) Sobre la efectividad emotiva de la satisfacción de este tipo de expectativas es elocuente la alusión de Díaz Rengifo, precisamente a propósito del tema de MCii: Quien no ha experimentado en sí los afectos que se de spiertan en el corac;on, quando oye cantar alguno de los romances viejos que andan de los zamoranos, o de otros casos lastimosos, los quales si los oyeran en pro sa, sin duda no los mouieran? (Arte Poética, c.v., p. 9) En este sentido, hay que tener en cuenta que en el campo de los estímulos estéticos, los signos aparecen vinculados por una noción de necesidad que se remite a costumbres arraigadas en la sensibilidad del público (Eco, 1979, 122), por lo que éste busca precisame nte aquellos signos a los cuales y a cuyas relaciones considera estéticos 53 Desde otra perspectiva teórica, Eco (197_9, 148-521 ,156 ss., 1~8-9) justifica la facilidad perceptiva ar~entando que la menor informaoon (es deor, la mayor predecibilidad del conterudo) supone en el ámbito de la funció~ estética la mayor perceptibilidad del contenido, por lo cual, cuando se busca esenoalmente la clarid~d comunicativa frente a la aportación de mayores novedades, :'E: ye~e al estereotipo, al sintagma cristalizado, como el más apto para la transm1s1on directa de una ideología. 68 ALBERTO MONTANER FRUTOS de por sí, fenómeno que, a partir del uso de textos prefijados (procedentes, pero no sólo de la tradición oral), opera de una manera evidente en la comedia nueva (vid. Vázquez, 1988, esp. 164-5). Desde est~ perspectiva, se comprende mejor cómo la satisfacción de expectativas del pasado cultural comunitario se ha convertido en un rasgo de la norma estética. En efecto, si lo que ésta propone son modelados que el lector busca realizados en una obra, el conocimiento del pasado cultural común funciona por sí mismo de igual modo, porque cuando se utiliza ese patrimonio heredado, se puede establecer fácilmente un sistema de expectación, que es inherente a la misma estructura del conocimiento de tal patrimonio, puesto que, cuando el receptor conoce previamente la estructura del contenido del mensaje, conforme éste se va emitiendo, se generan en aquél unas expectativas, independientemente de la presencia o no en el discurso de una norma estética, pero actuando de igual manera. Por tanto, si una norma estética busca suscitar expectación podrá hacerlo tomando como base del objeto de su modelado aquello que los receptores con_ozcan, para que éstos lo vayan encontrando y reconociendo, y, precisamente, aquello que la mayoría conoce es el patrimonio cultural heredado, que respecto de la literatura, se centra, en cuanto material adoptable para nuevas obras de arte, en los discursos histórico y poético anteriores, y es esto lo que tal rasgo de la norma de la comedia nueva conlleva: la adopción de argumentos preestablecidos (históricos o tenidos por tales) y de textos (romances, letrillas, etc.) que los han trasmitido, o que pueden relacionarse con ellos, los cuales actúan generando y colmando las expectativas del auditono, es decir, satisfaciendo las aspiraciones de su gusto, en la doble acepción hedonística y estética del término. Puede, pues, concluirse que la estructura de MCii está motivada por el deseo fundamental de captar la atención y provocar el deleite del auditorio, en cuanto fines en sí mismos de la comedia, y en cuanto medios para la transmisión connotativa de determinadas escalas de valores y pautas de conducta. La actualización de un paradigma argumental preestablecido, a través de los mecanismos de la imitación compuesta, ha sido el vehículo utilizado para la consecución de ambos objetivos: en cuanto posibilita la conexión con la sensibilidad del público, por una parte, y en cuanto permite transmitir con la mayor fiabilidad un mensaje ideológico, por otra. Esto no es- POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA 69 tablece una mera correlación entre repetición y captación, y entre modificación y adoctrinamiento, pues, como se ha visto, la remodelación influía sobre el attentum parare y el delectare mientras que el argumento en sí, y por ello ha sido recreado, incluía, explícitamente o no, gran parte del mensaje ideológico y cosmológico de la obra. No en vano la relación que el Barroco establece con la Edad Media es, en el plano teórico, la de una sociedad dada con su perdido paraíso utópico, marcado en este caso por la vigencia de los esquemas teocéntrico y estamental, aunque, desde un punto de vista histórico, esa añoranza54 descansase sobre una visión idealizada de esa época pretérita. 2. Comedia frente a tragedia Una vez visto el proceso de actualización del argumento desde la perspectiva de éste, es decir, considerando las modificaciones que la estructura prefijada ha experimentado al adecuarse a unas nuevas normas modeladoras, es preciso completar la visión de la nueva recreación atendiendo no ya a lo que significan internamente los cambios respecto del paradigma previo, sino a lo que tales variaciones tienen de imposición por parte del género que recibe tal actualización. Ya antes se ha visto que determinadas remodelaciones se debían a exigencias de la comedia nueva; sin embargo, las modificaciones se han considerado esencialmente desde el punto de vista de su valor intranarrativo, en cuanto reorganizaban el sistema relacional de personajes y actuaciones, sin que se tuviese especialmente en cuenta cuáles de los cambios podían deberse al modelado concreto de la norma estética del género dramático. Es ahora necesario considerar esas influencias extranarrativas en la conformación de la obra conservada. 54 Patente, por ejemplo, en la Epistola satfrica y censoria d e Quevedo (en Poesfa original, nº 146, vid. esp. vv. 31-129). En otros aspectos puede rastrearse esta nostalgia idealizadora, no sófo en los libros de caballerla, ya en declive, sino en el romancero morisco, en el uso de la "fabla antigua" (cfr. Durán, 1945, 1, 478b) y otros elementos. Para las conexiones del discurso teórico medieval con el barroco, Vid Frutos (1956, 21 ss.) ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA. HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA Para conseguir una visión adecuada de cómo la norma de la comedia nueva ha influido en la estructuración de MCii es preciso realizar un recorrido metodológico desde los presupuestos teóricos heredados de la preceptiva aristotélica hasta la praxis de la comedia "de Castilla" o "de nuestro tiempo" (como decían los tratadistas coetáneos), que seguramente Castro no necesitó realizar, pues la norma estética lo había hecho por él, pero que permitirá clarificar esa acomodación del argumento previo al molde dramático en que fue vertido. Considerando, pues, los géneros clásicos y el argumento tal y como se había concebido originariamente en el *Cantar de Sancho II prosificado en las crónicas, se puede apreciar que la obra podría haberse caracterizado sin gran dificultad como tragedia55 . En efecto, en cuanto al decoro, actuaban en ella personajes graves y elevados (reyes, príncipes, nobles capitanes); en cuanto al desarrollo de la fábula, predominaban los casos luctuosos; respecto del origen de la fábula, era histórico; psíquicamente, predominaban los afectos patéticos (temor y conmiseración); en el plano moral, mostraba acciones de las que huir y a las que aborrecer; en lo que atañe al estilo, todos estos caracteres lo hacían apto para la elocución sublime. Sin embargo, quedaba un problema: el desenlace. Según la concepción clásica y, más aún, la visión usual en la época56, la tragedia precisaba de "tristes y lamentables fines" (Martí, Segunda parte del Guzmán, in PDE, nº 16, p. 130), y el tema del cerco de Zamora, o quedaba suspenso, lo que atentaba contra la regla de clausura habitual en la comedia nueva y obligada en la tragedia clásica57 , o se convertía en una final feliz, según la solución dada por Juan de la Cueva, quien prefirió por esto para CMS el apelativo de "comedia", pese a que en todos sus otros rasgos se tratase de una tragedia. Desde esta perspectiva, el argumento, al adecuarse al género dramático, tendría que adoptar un final feliz. El resultado sería así una tragedia doble, "ya que el cuerpo de toda la fábula es trágico y para en fclicidad"ss, lo que aún queda más claro atendiendo a la definición de López Pinciano59: 70 55 La caracterización de la tragedia se realizó a partir de Aristóteles, cuya Poi!tica está especialmente consagrada, de principio a fin, a este tema. En cuanto a los ras~os que comento en el texto, y que responden a las diferencias esenciales con la comedia, trata del decoro d e los ~rsonajes en 49b 9-10; del tipo de acción inútada en 49b 24 y 52 a 1-4; de la historicidad de la fábula, aunque su planteamiento difiere del de sus comentaristas, en 51 b 15-19 y 51 b 23-26; de los afectos en 49b 27-28, 52a 1-4 y 53b 10-14; del estilo en 49a 25, 49a 2S-31; del desenlace en 53a 12-17, 55b 24-28 et pass. Entre los preceptistas dramáticos españoles de los ss. XVI-XVII es frecuente la comparación de la comedia y de la tragedia, contraponiendo sus rasgos diferenciales. Enumeraciones d e este tipo se hallan en Martí, Segunda parte de Iiz vida de Guzmán de Alfarache (in PDE, nº T6, p. 131); en Mártir Rizo, Poi!tica, pi. III, c. I (in PDE, n° 39, p. 227-8), y en López Pinciano, Philosophia, v. III, ep. IX, p. 19-20. Un sucinto, pero adecuado resumen de la confrontación teórica de ambos generas y_ su actualización real en el marco de la comedia nueva puede verse en Blecua (1983, 8-10). 56 Esta visión, hoy lexicalizada en castellano, era también la que denotaba el uso coloquial de los términos, como se aprecia en los siguientes pasajes de Cervantes: IULIA ¿No ves que yo los mandé de aqueste modo hazer para la farsa o comedia que querían mis donzellas hacer? 71 las que dizen dobles, adonde ay acciones de dos, la vna principal, y la otra menos principal, en las quales el vno es ve[n)cido y muerto y el otro queda, no sólo viuo, mas ve(n) cedor. (Philosophia, v. III, ep. IX, p. 26) POROA Harase sin ellas; mas qui<;á será tragedia. (El laberinto de amor, jor. I, p. 302a) ALGUAZIL De que todo sea comedia, y no tragedia, me alegro, y assí, a mi ronda, señores, con vuestra licencia bueluo. (La entretenida, jor. III, p. 408a) Para una visión parecida en Lope, vid. Curtius (1976, 11, 593). Pero además de poseer este sentido Jato, algunos preceptistas atribuían a ambos géneros como único rasgo diferencial el del tipo de desenlace, desdichado para la tragedia y dichoso para la comedia, como Carvallo, Cisne de Apolo (in PDE nº 14, p. 120); Caramuel, Primus Calam us, ep. XXI, not. 111 (in PDE, nº 52, p. 299-300) y, traduciendo a Caramuel, Alcázar, Ortografía castellana (in PDE, nº 56, p. 332). 57 Esta norma de clausura en la dramatur&ia griega es patente en las consideraciones de Aristóteles sobre la estructura de la fabula. Entre otros posibles ejemplos, cfr. : Positum autem est a nobis tra8oediam perfectae atque totius actionis esse imitationem, habentis aliquam magnitudinem, totum autem est habens principium et medium et finem (Poi!tica, 50b 24-26). Respecto de la comedia nueva, recuérdense los versos de Lope: Pero la solución no la permita Hasta que llegue la postrera scena (Arte Nuevo, v. 234-5) 58 Cascales, Tablas poi!ticas (in PDE, n° 33, p. 197). En términos similares se exresa González de Salas, Nueva idea de la tragedia antigua (in PDE, nº 44, p. 260-1). a distinción (y el rechazo) proceden ya de Aristóteles (Poi!tica, 53a 30-33). 59 Respecto de esta cita, y por lo que se refiere al argumento preestablecido, se han de considerar como correlato de esas dos "acciones" las dos esferas A y B. E 72 ALBERTO MONTANER FRUTOS POUTICA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA Esto era posible, además, porque se trataba de una tragedia morata, es decir, aquella en la que el personaje de malas costumbres pasa de la felicidad a la infelicidad, y el de buenas costumbres, a la inversa60 . Lo que se precisaba, pues, para acabar de hacer del argumento una obra al gusto de la época62 era la inclusión de episodios líricos con función suspensiva. Estos, lógicamente, no podían introducirse sin más en el desarrollo del plano trágico: ni el argumento previo ni el carácter de los personajes lo permitía. En cambio, la tercera esfera presentada, la que hacía más propiamente de MCii una "tragedia doble", sí que admitía tales escenas líricas, sobre datos heredados de la tradición, aunque renovadoramente interpretados (ut supra), lo que además acentuaba el contraste de esta acción con la luctuosa del cerco zamorano. De este modo, mediante los amores de don Alonso y Zaida, la presunta tragedia se acomoda definitivamente a las estructuras preponderantes en la dramaturgia del momento: seguirá siendo "trágica", pero ya será "comedia". Sobre esto, ténganse en cuenta las siguientes reflexiones de Blecua (1983, 9-10): Ahora bien, la obra, para quedar así, se enfrentaba con dos problemas interrelacionados: por un lado, el "final feliz" no quedaba suficientemente marcado por ese desenlace ecuánime del duelo, escasa alegría en comparación con el desastrado fin de don Sancho; por otro, la comedia nueva no admitía desarrollos estrictamente trágicos y prefería el esquema de la tragicomedia: Lo trágico y lo cómico mezclado, Y Terencio con Séneca -aunque sea Como otro Minotauro de PasifeHarán graue una parte, otra ridícula, Que aquesta variedad deleyta mucho, Buen exemplo nos da naturaleza Que por tal variedad tiene belleza. (Lope, Arte Nuevo, v. 174-80) La propia historia ofrecía el modo de solucionar el primer conflicto, añadiendo el tema de don Alonso, cuya evolución (destronamiento, destierro, regreso y restauración) respondía perfectamente a la acción "menos principal" que el Pinciano daba como característica de la tragedia morata doble: la obra podía así cerrarse con la entronización de don Alonso en claro, marcado y apoteósico contraste con el final trágico de don Sancho. Ahora bien, ¿cómo introducir lo "ridículo" y cómo adecuarlo a lo "grave"? La solución estaba en el aire, la ofrecía, casi la imponía, el propio dinamismo de la comedia nueva: En la comedia lírica, que contiene la maraña amorosa y dulce, debe armar la traza en la novela y para adorno vestilla de episodios trágicos y heroicos. Y en la comedia trágica, que se funda en lo melancólico y fúnebre de la lástima que dispone, aunque cargue todo el artificio sobre el horror, para sus¡ensión del auditorio, debe mezclalla de episodios heroicos y líricos6 . 60 Vid. López Pinciano, Philosophfa, v. II, ep. VIII, p. 320-1 y 332. Se trataría de la muerte de don Sancho, en cuanto tirano, y d e la exención de Zamora, inocente del delito inculpado. 61 Pellicer, Idea de la comedia de Castilla, precepto 16" (in PDE, n" 45, p. 271); el mismo Pellicer había declarado en el precepto So, "en todas las comedias ha 73 Hay otro tipo [de "comedia"]; menos frecuente, que son tragedias por acción, pero en ellas hacen su aparición personajes cómicos, y, en general, son tragedias mixtas, con doble desenlace ejemplar: el vicio es castigado; la virtud recompensada. Parece claro que el público de los corrales de comedias no era demasiado partidario de experimentar afectos patéticos en el desenlace, aunque a lo largo de la acción gustara de la alternativa de aquellos y de los ridículos en continuo desasosiego anímico. Sin embargo, hay un elemento interesante que permite apreciar la posición de Guillén respecto del modelo de Lope, o, en otros términos, de la norma individual del autor valenciano frente a la genérica d el "a rte nuevo". En efecto, y en concordancia con la síntesis de Pellicer, los lances trágicos (el "contexto", en términos de Bances), a lternan con los líricos o eróticos ("episodios" para Bances), pero no hay ninguna figura de donaire, ni siquiera ocasional como en otras de haber amores" (ibfd. p. 267). Ideas similares transmiten Boyl, A un licenciado que deseaba hacer comedias, v. 101-8 (in PDE, n" 30, p . 184) y Bances, Teatro de los teatros, que distin~e, a este respecto, el contexto y el episodio: "El contexto es aquella trabazón y union de acasos y 1ances de que se adorna el suceso. Y el episodio son los amores o personajes que se suponen por hennosear las historias" (in PDE, nº 57, p. 351). Sobre este tema, vid. et. Porqueras (1971, 26) 62 Sobre la ausencia de una tragedia coetánea en España pueden verse las reflexiones de Cascales, Tablas poéticas (in PDE, n" 33, p. 201-2). Sobre la preferencia por modelos tragicómicos, vid. R. de Turia, Apologético de las comedias españolas (in PDE, nº 39, p. 177 y 180) y Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, I (in PDE, nº 36, p. 211). ALBERTO MONTANER FRUTOS POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA obras de Guillén63 . Se diría que su concepción de la "comedia trágica" presenta concomitancias con la que los preceptistas aristotélicos tenían de las tragicomedias: De este modo se consigue una plena adscripción al vigente concepto de comedia, donde la alternancia de lo patético y de lo amoroso se culmina con la recompensa de todos los virtuosos (Zamora exenta, don Diego vencedor, don Alonso reentronizado) y con el final expresamente diseñado para catalizar la emotividad simpática del auditorio en la "catástrofe" o "éxodo" del drama: la boda de los galanes, a la que tiende también Castro en otras ocasiones (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 16). El resultado es una obra inserta claramente en las tendencias comunes del teatro coetáneo, cuya apelación al efecto coordinado de la conmoción y del deleite, así como de lo conocido y de lo nuevo, satisfaciendo, en último término, pero a la vez suspendiendo las expectativas del público, provocaba el mayor agrado de los oyentes, en fórmula cristalizada cuya función daría acertadamente el Pinciano, aunque fuese para rebatirla desde su postura neoaristotélica, por boca de uno de sus dialogantes: 74 que no tienen lo ridículo que a una pura comedia conviene, y que faltan burlas muchas y palabras de donayre mucho en essas acciones por guardar el decoro a los dioses, reyes y personas principales, a los quales es desconveniente la plática que engendra risa. (López Pinciano, Philosophw, v. III, ep. IX, p. 22) En este sentido, puede entenderse que el concepto del decoro ha marcado la actuación de Guillén, haciéndole apartarse del molde estricto de la comedia nueva, puesto que la estructura de MCii, tal y como ha quedado patente en el análisis, posee una cohesión interna que la creación de una esfera propiamente "ridícula" descompensaría, dando lugar a una diferente resolución del tema. En cambio, otra de las expectativas más claras del auditorio sí ha sido satisfecha: se trata de la boda, cuyo carácter absolutamente tópico, que llegaba a alterar la coherencia de algunas obras, ya fue puesto de manifiesto por Cervantes: Mañana en el teatro se hará una (se. comedia], donde por poco precio verán todos desde el principio al fin toda la tra<;a, y verán que no acaba en casamiento, cosa común y bista cien mil vezes64. 63 La afirmación tradicional de que las obras de Guillén caredan de gracioso ha sido rebatida por García Lorenzo (1976, 29-39, 42), quien, sin embargo, señala que la figura del donaire suele encamarse en diversos personajes. Así sucede en MCi con el pastor de los v. 1453 ss. y con el de los v. 2123 ss. (vid. Egida, 1979, 513). En este sentido puede decirse que Guillén no adopta en su totalidad la fórmula lopesca, bien por diversificar el papel de gracioso, bien, como en MCii, por eliminarlo (vid. et. García Lorenzo, 1978, 19-20, y Faliu-Lacourt, 1988, 14). 64 Pedro de Vrdemalas, jor. III,_p. 473b. En este mismo sentido se expresa Quevedo en la Premática del áesengano contra poetas güeros, chirles y hebenes (El Buscón, lib. II, c. 11, p. 167) y en El Alguacil Endemoniado (Sueños y discursos , F' 13r). Otros datos sobre la institucionalización de esta expectativa pueden verse en Juan de la Cueva, Ejemplar poético, ep. lll, v. 658-60 (in PDE , nª 19, p. 147); Rey de Artieda, Discursos ... de Artemidoro (m PDE, nª 18, p. 136); Bances, Teatro de los teatros (in PDE, nª 57, p. 348), y cfr. las siguientes palabras de Pellicer, que dan idea del grado de cristalización de esta fórmula poética: "Para alabar al héroe de modo que parezca verdad, no ha d e haber interesado personal en el papel primero. El cual na de atender el poeta siempre a casalle con la primera dama, y el segundo con la segunda, y consecutivamente los criados" (Idea de la comedia de Castilla, precepto f5°, in PDE, nª 45, p. 276). 75 Fadrique dixo: Esto a mi haze una gran dificultad, y es: si esta especie de acción trágica que dezís mezclada de cómica puede ser bien acostumbrada, y que enseñe mejores costumbres, y la más deleytosa de todas, ¿por qué no será la mejor de todas?; que la poesía para enseñar y deleytar se hizo, y parece que será mejor el poema que más deleytare y enseñare. (Philosophw, v. II, ep. VIII, p. 323) Desde esta consideración, que es la que los defensores de la comedia nueva harán suya, se comprende el proceso operado sobre el argumento desde una virtualidad trágica hasta una efectividad, cuando menos, tragicómica. Pero no es tal proceso lo único que refleja el modelado de la norma estética vigente, pues éste, claro está, conforma, además de los principales movimientos dramáticos, toda la organización del texto, por lo que será preciso ver qué otros elementos pueden considerarse influidos directamente por la norma de la comedia nueva, en cuanto rasgos que permitan la adscripción de MCii a dicho género. En primer lugar, se aprecia la falta de unidad de espacio y tiempo. La primera queda patente en la traslación, incluso en el seno de una misma jornada, de Zamora a Toledo. La segunda es evidente por los desplazamientos (de Golpejares a Toledo y Zamora, de Tole- 76 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA do a Zamora) a que se alude, pero sin que haya referencias claras a una serie de episodios con gran distanciamiento temporal. El tratamiento del tema en la obra revela que estos asuntos no planteaban a Castro los problemas conceptuales que, por ejemplo, a Cervantes65, y que en su norma estética eran aspectos perfectamente asumidos y nada conflictivos. da en el desenlace, sino en el desarrollo: supuesto que los oyentes conocen el final, habrá que ofrecérselo para satisfacer sus expectativas, pero la posibilidad de intrigarles se dará en la epítasis argumental, precisamente porque sabiendo qué eventos esenciales han de ocurrir, los espectadores no saben ni cuándo ni cómo los insertará el autor en la trama; de aquí el juego escénico de momentos que hacen avanzar la acción y momentos que la retardan, o el dejar el proceso en el aire al final del primer acto: el auditorio sabe qué va a pasar, pero, en esa dialéctica de certeza e incertidumbre que supone la espera de lo conocido, en general, pero desconocido en concreto (es decir, la relación paradigma/ actualización), surge el suspense, se incrementa la expectación, no de otra manera que la utilizada por gran parte del cine negro (policíaco o terrorífico) en nuestros días: el espectador sabe que el héroe o la heroína no van a perecer, pero no puede evitar la desazón que le provoca el suspense de la escena. Respecto de la partición en tres actos o jornadas, la principal consideración que puede hacerse es la que atañe al juego de las expectativas del auditorio. Se ha señalado antes que éste constituía un sistema de captación de los espectadores y una fuente de placer estético. Sin embargo, Lope parece aconsejar lo contrario66: En el acto primero ponga el caso, En segundo enlaze los sucessos De suerte q(ue], hasta el medio del tercero, Apenas juzgue nadie lo que pasa. Engañe siempre al gusto, y donde vea Que se dexa entender alguna cosa De muy lejos, de aquello q(ue) promete. (Arte Nuevo, v. 298-304) Ahora bien, esto se refiere más bien a la típica comedia de intriga o "de capa y espada" que a esta "comedia trágica", si bien en ella la búsqueda del suspense, como he analizado en el parágrafo IIl.1, es también patente. Aquí, claro está, el efecto sorpresivo no se 65 Cfr. El rufián d_ichoso, jor. 11, p. 211a-212b y Pedro de Vrdemalas, jor. III, p. 473b; así como las reflexiones que sobre el tema hace en el Qui1·ote pt. I c. XLVIII p. 523-4. ' ' ' 66 Ya Carvallo en el Cisne de Apelo (1602) había expuesto una doctrina semejante, y su análi~is del suspense sigu~ siendo válido: "En 1:i epítasis, que es la segunda parte, como eX1stenc1a d~ la comedia, hase de proseguir la materia con diferentes sucesos de los que se pudieran pensar, y otros vanos y revueltos casos, como haciendo ñ1;1dos, procur~ndo tener siempre el animo de los oyentes suspenso, ya alegres, ya tristes, ya admirados, y con deseo de saber el fin de los sucesos, porque cuanto esta suspensión y deseo fuese mayor, le será mas agradable después el fin, por serlo siempre lo que es más deseado" (in PDE, nº 14, p. 117). Sobre la necesidad de mantener el suspense, reruérdense los versos de Lope: Pero la solución no la permita Hasta q_ue llegue a la postrera scena, Porq[ue] en sabiendo el vulgo el fin q[ue] tiene Bue[ue el rostro a la puerta, y las espaldas Al q[ue] esperó tres noras cara a cara. Que no hay más q[ue] saber q(ue] en lo q[ue] para. (Arte Nuevo, v. 233-9) 77 Además de esto, puede señalarse también que la nómina de personajes, aunque heredadas de la tradición, se ajusta también a las preferencias de la comedia nueva, pues, como se ha señalado al final del § IIl.1, respecto de la norma ideológica, la recreación de un argumento prefijado supone que éste puede adaptarse en lo principal a la norma estética que lo retoma. Para que pueda apreciarse esta correspondencia entre los personajes de MCii y los genéricos de la comedia nueva, en relación además con su munus delectandi attentumque parandi, véase el siguiente fragmento de Boyl, al que se han dado los correlatos pertinentes con las dramatis personae de MCii: Supuesto al fin que el mayor de los que el aplauso aprueba, es ver fingir un traidor, .......................... un leal, aunque le ofendan, ................ un perseguido de quien la persecución desdeña ....................... un hombre a quien la fortuna o le sube o le atropella, ......................... un dadivoso Alejandro, una Erífile avarienta, un cruelísimo Nerón, ............................ una piadosa Fedra, ................................ Bellido Rodrigo I)l Urraca D. Alonso D. Sancho Zaida porque destas circunstancias el énfasis que se muestra suspende, y la suspensión de un cabello al vulgo cuelga. (A un licenciado ... , v. 113-28, in PDE, n 2 30, p. 184) En cuanto a la adaptación escénica de lo narrado, se adopta también una técnica asumida por la comedia nueva para no exceder del tiempo habitual en la representación: se trata de comenzar in medias res y poner luego en antecedentes al auditorio (cfr. MCii, v. 1-182), como aconsejaba Caramuel: Postulat ingenium Dispositio: nam res eo ordine, quo acciderunt, proponere, longa et taedio plena esset repraesen tatio . Habenda est ratio temporis: et, quia duabus horis (non vellent diutius Hispani manere in theatro) non possunt omnia repraesentari, a medio incipitur, et postea opportuno loco priora narrantur67 . Cabe, por último, señalar la presencia en el texto d e otro de los elementos característicos de la comedia nueva: la polimetría. La sipnosis de la versificación empleada puede verse en el cuadro V. La proporción de las estrofas es la siguiente68 : estrofas redondillas romance quintillas tercetos endec. sueltos n e de versos 1.363 737 385 346 33 % 47,5 25,7 13,4 12,1,1 79 POLff/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS 78 % en MCi 53,1 38,4 4,2,5 0,- Como se puede apreciar, la estrofa predominante es la redondilla, que abarca casi la mitad de los versos de MCii. Se aparta en ello d e la especialización ,que Lope da en el Arte nuevo, v. 313, a 67 Caramuel, Primus calamus, ep. XXI, not. VIII (in PDE, nº 52, p . 304). Esa p uesta en antecedentes procede del llamado "prólogo trágico": "Que, siendo puesto, de la manera que fué dicho, antes que el resto de la acción y dando por lo passado luz a lo porvenir, está siempre asido con la acción misma, de forma que no se puede desmembrar sin quedar manca la fábula" (López Pinciano, Philosophía, v. 11, ep. VIII, p. 371). . .. 68 Cfr. Weiger (1980, 27-8). Añado las pro~raones d e las estrofas d e MCn ~ue aparecen también en M C i, según los datos de Garda Lorenzo (1978, 51) y FahuLacourt (1988, 33-4) para que se puedan comparar los mecanismos de ambas obras. este esquema métrico como vehículo predilecto de las escenas amorosas, para adoptar un uso semejante al propugnado por Pellicer, Idea de la comedia, precepto 22 (in PDE, n 2 45, p. 267), que considera a la redondilla y a la quintilla como formas aptas "para enlazar la maraña de la comedia". El uso del romance, segunda estrofa en frecuencia, pero ya bastante alejada de la anterior, responde a pa- ESTROFAS VERSOS EPISODIOS ACTOS I romance 1-182 C.I tercetos 183-273 A.l quintillas 274-438 tercetos 439-542 8.1 redondillas 543-810 8.11 r omance 811-950 redondillas 951-1166 romance 1167-1262 terce tos 1263-1413 redondillas 1414-1509 romance 1510-1 625 redondillas 1626-1865 C.IIl.2-3 quintillas 1866-2085 A.IIl.1 redondillas 2086-2505 ro mance 2506-2585 redond illas 2586-2649 endecasílabos sueltos 2650-2682 redondillas 2683-2742 romance 2743-2864 C.II .1 A.l B.III 11 8 :IV.1 A.11 B.IV.2 A.111.2 B.IV3 A.lll.3 Cuadro V. Sinop sis d e la versificación de MCii C III III ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA trones semejantes, y se utiliza en las escenas donde se inserta un romance conocido (para los cuales, vid. supra§ Ul.1). (y, por ende, ideológica) del auditorio, buscando, en los diversos juegos de contrastes ya comentados y en la objetivación de lo que el público iba a reconocer como rasgo artístico, el deleite y la captación de los oyentes. 80 v. 1-182: ¿Morir os quereys, mi padre? (95 ss) v. 811 -951 : Muy grandes voces se oyeron (811 ss) v. 1167-1262: ¡Afuera, afuera, Rodrigo! (1167 ss) v. 1510-1625: ¡Ah, ~amoranos covardes! (1566 ss) v. 2506-2585: A pie está don Diego Ordóñez (2506 ss) v. 2743-2864: Villanos te maten, Alonso (2789 ss) Las quintillas aparecen sólo en dos ocasiones sin una función homogénea, pues actúan tanto en el primer episodio toledano (v. 274438) como en la vela de armas de Arias Gonzalo y sus hijos (v. 18662085). En todo caso, sí resulta patente su contraste, entre los tercetos en el primer caso y entre las redondillas en el segundo. Los tercetos, como pedían Lope y Pellicer69 , son "para cosas graves", por lo que aquí, frente a MCi, tienen un uso bastante considerable, dada la mayor abundancia de situaciones trágicas. Por último, puede señalarse el uso, no muy frecuente en la comedia nueva70, de endecasílabos blancos, en la escena en que Rodrigo anuncia a don Diego Ordóñez el fallo de los jueces del campo y la llegada de don Alonso. Probablemente su uso se debe a una voluntad de separar los acontecimientos luctuosos anteriores de la culminación feliz d e la comedia, dando un tono elevado, pero sin las connotaciones "trágicas" del terceto, a esta escena de transición (cfr. Weiger, 1980, 28-9). Puede, pues, concluirse de este análisis que la obra, resultante de la adaptación dramática del tema del cerco de Zamora, se ha constituido en un claro representante de la comedia nueva, aunque con algunas peculiaridades respecto del modelo lopesco (vid. Crapotta, 1984, 179 y Faliu-Lacourt, 1988, 18). Esto permite mostrar cómo la norma modeladora ha actuado sobre el material preexistente hasta adecuarlo plenamente a las corrientes estéticas vigentes, es deci r, hasta convertirlo en el vehículo apropiado para la lectura estética 69 Lope, Arte Nuevo, v. 312; Pellicer, Idea, prec. 2° (in PDE, nº 45, p. 266). Las ideas de Lope sobre las estrofas y su uso en la elocución las retoma Caramuel Primus calamus, ep. XXI, n. XXVI (in PDE, n° 52, p. 316). 70 En 1635 escribía Pellicer en su láea, prec. 2°: "Días ha que con justa razón andan desterradas de la comedia los esdrújulos, por duros en la asonancia, y los versos libres o sueltos por destemplados en la armonía" (in PDE, nª 45, p. 266). 81 3. Historia y poesía, docere et delectare Hasta aquí se ha visto cómo MCii se ha conformado en tanto actualización de un paradigma anterior, que ha sido estructurado de acuerdo con las pautas vigentes, tanto en el terreno artístico como en el de las ideas sociopolíticas y antropo-cosmológicas; pero, para poder tener una visión más completa de la inserción de la obra en su contexto cultural, es preciso atender a ese fenómeno de actualización y a los fines del mismo desde la perspectiva teórica coetánea. En los ss. XVI-XVII, y en virtud de la preceptiva neoaristotélica, un material narrativo como el que sirvió de base a MCii hubiera sido considerado historia, en tanto narraba hechos realmente sucedidos71, mientras que el molde utilizado para verterlo hubiera sido tenido por poesía, siendo la diferencia entre ambos, no la presencia o ausencia de una marca de litjeratúrnost', pues no era considerada la historia (cuya musa era Clío) menos artística que los géneros poéticos, sino el caracter "mimético" de la poesía frente al de la historia . De todos modos, MCii, en cuanto tragedia, podía haber utilizado "lícitamente" la historia, pues era, no sólo costumbre admitida, sino uso recomendado 72 , pero ¿podía hacerlo con igual licitud teórica desde su nueva situación de comedia? Por un lado, la consuetudo dramática coetánea lo permitía, y así lo recogen los apologistas de la "comedia de Castilla", desde las comedias "a noticia" de 71 Según pedía Aristóteles: nam historicus et poeta non ea, quad aut cum metro dicant aut sine metro, ínter se differunt ( .. . ) sed in hoc est differentia, quad unus quidem /acta dicit, alter vero qualza fieri debent. Quamobrem et res magis philosophica et melior poesis est quam historia: nam poesis magis universalia, historia magis singularia dicit (Poética, Sla 38-51b 7). 72 Respecto de la introducción de la historia en la tragedia ya había hablado Aristóteles, Poética, 51b 15-19, pero sus consideraciones sobre fa apelación "a nombres que han existido" (tc:íiv )'EVOµtvov ~voµchov, ibúl. 51b 15) fueron muy ampliadas por sus comentaristas y segmdores. Para la preceptiva española, vid. López Pinciano, Philosoph(a, v. II, ep. VIIl, 330-1 y 347-8, y González de Salas, Nueva idea de la tragedia antigua (in PDE, nº 44, p. 258). . 82 ALBERTO MONTANER FRUTOS Torres Naharro (vid. PDE, n 2 5, p. 64) hasta las consideraciones de Carvallo: Mas ya ahora se hacen comedias de historias ciertas, así profanas como divinas, y aun d e personas físicas que ansí las quiero llamar a las que de suyo son espirituales o intelectuales(. .. ) Es la comedia espejo de la vida, imagen de verdad, de Eupole hallada (. .. ) fueron materia fábulas inciertas y agora historias físicas o ciertas. (Cisne de Apolo, in PDE, n 2 14, p. 116) POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 83 a descubrirse empezó el uso de la comedia porque todos se animasen a emprender cosas tan buenas, heroicas y principales, viendo que se representan públicamente los hechos, las hazañas y grandezas de tan insignes varones, así en armas como en letras. (A. de Rojas, Loa de la Comedia, v. 61-70, in PDE n2 15, p. 122) Por otro lado, se tenía como legitimación de esto la apócrifa definición tuliana de la comedia, ya presente en los versos del fragmento preinserto, según la cual Cicerón, al que Donato atribuía la máxima, consideraba la comedia lmitatio uitae, speculum consuetudinis et imago ueritatis 73 , apotegma que, como ha señalado Blecua (1983, 13) era prácticamente el mismo con que Cicerón, esta vez con autenticidad, había definido la historia: Testis temporum, uitae memoria, magistra, nuntia ueritatis (de Oratore, II). Este acercamiento de misiones, a través de una visión habitualmente compartida, permitía a la comedia apropiarse, no sólo de los materiales susceptibles de narración, sino de los fines mismos de la historia (el docere singularmente), puesto que el empleo de sucesos históricos poseía, respecto de la influencia en el auditorio, una efectividad recalcada por todos los preceptistas, tanto los neoaristotélicos, como los partidarios del nuevo teatro: Ahora bien, la historia podía ser sugerente y no "perfecta", tanto para los fines ideológicos como para los estéticos. Ante la cuestión que inmediatamente se suscita, es decir, si el poeta puede o no modificar la historia, la teoría dramática del momento responde sin vacilac~ón, sobre la ~uella d~ Ari~tóteles, que no sólo puede, sino que, en virtud de sus fmes mas universales, y de su principio básico, la imitación, debe hacerlo para dar al argumento auténtico carácter poético: las convenientes para ella [se. la compasión] son personas graves, las quales naturalmente mueven más a co[m]passión, quanto de más alto estado vienen a mayor mi seria; y las personas que son conocidas de todos por las Historias antiguas y poemas, será[n] más a propósito: lo uno, porque, como conocidas, haze[n] más co[m)passión y lo otro; porque, como públicas, hazen más fee y verosimilitud en la acción. (López Pinciano, Philosophía, v. II, ep. VIII, p. 330-1) ¡como si la ciencia de Apolo se estrechase a la recolección histórica y no pudiese fabricar, sobre cimientos de personas verdaderas, arquitecturas d el ingenio fingidas! 74 73 La refiere Donato en el Commentum Terentii, V, 1, vid. Blecua (1983, 13) y Porqueras (1971, 21 -2). Esta definición formaba parte de las concepciones teóricas usuales, y se refieren a ella casi todos los apologistas de la comedia nueva. Puede encontrarse en Juan de la Cueva, El uiaje de S"annio, LI (in PDE, nº 9, p. 74); en Carvallo, Cisne de Apo1o (in PDE, nº 14, p. 115); en Asustín de Rojas, Loa de la comedia, v. 7980 (in PDE, nº 15, p. 122); l Cervantes, Qui¡ote, pt. !, c. XL VIJI, p. 523; en Rey de Artieda, Discursos ... de Artemidoro (in PDE, nº 18, p. 136) y, en fin, en el propio Lope, que explicita la relación de la comedia con la historia en su Arte Nueoo, v. 123-7. se ha de notar que cuando la acción es histórica, si no pasó la cosa como debiera pasar según el arte, eso que falta lo ha de suplir el poeta, ampliando, quitando, mudando, cuanto más convenga a la buena imitación. (Cascales, Tablas Poéticas, in PDE, nº 33, p. 194) o, como reclamaba Tirso de Molina, Como se puede apreciar, la dialéctica historia/poesía se resolvía mediante la modificación del material previo en virtud de las necesidades expresivas del texto que lo acogía . 74 Tirso, Cigarrales de Toledo ,I (in PDE, n° 36, p. 208). Ideas semejantes exponen González de Salas, Nueua Idea (in PDE, nº 44, ¡:,. 259) y Bances, Teatro de los teatr.os, que, desde una rostura apologética de la comeilia nueva señala que "así como la pmtura llega despues de la naturaleza y la enmienda imitándola ( ... ) así la poesía llega después de la historia y imitándola la enmienda. Porque aquélla rone los sucesos como ~~'.Y ésta los exorna com~ debían ser, añadiéndoles perfeccion para aprender en ellos (m PDE, n 0 57, p. 341; vtd. et. p. 350). 84 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLfTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Es, como se ha visto, el modus operandi de MCii, donde el relato histórico, sin desenlace propiamente dicho, sin contrapunto distensivo del tema trágico, con actitudes menos netas (pese a proceder en realidad de otro discurso literario), era remodelado de acuerdo con el nuevo gusto, con las nuevas ideas; en suma, se hacía coetáneo. El efecto, esto se ha analizado antes también, era, por un lado, dejar más nítido el mensaje ideológico, delimitando con más claridad las actuaciones, motivos y responsabilidades de los personajes y dando un d esenlace ejemplar al desarrollo dramático mediante la reentronización de don Alonso, buen rey frente a la tiranía de don Sancho¡ el castigo de Bellido, que muere descuartizado; la exención de Zamora, frente a las acusaciones desorbitadas de los castellanos, y la victoria de don Diego Ordóñez, que dejaba a salvo la integridad moral del partido del monarca; por otra parte, esto permitía acrecentar los elementos reconocibles como estéticos y por lo tanto susceptibles de una lectura artística y capaces de deleitar al público, apelando al contraste de los efectos patéticos (temor y conmiseración, <po~o<; y EN::O<;) y los simpáticos o suaves (el amor, el cariño), de los tiempos rápidos y lentos, de la creación y de la satisfacción de expectativas, tanto argumentales como verbales, a través de la inclusión de romances conocidos ... En suma, logrando la consecución del deleite mediante la creación de secuencias climáticas y anticlimáticas en continuo contraste, según el principio d e variedad tan grato a la estética barroca: histórica a las exigencias de la poesía, la cual podía así desarrollar las dos finalidades que la norma vigente, haciendo suyo el precepto horaciano, le exigía: El teatro del Siglo de Oro, como la estética de s~ época, parte d .1 prin~ cipio de la variedad como generadora del deleite. En la frase 7que s1 per troppo variar Natura é bella, mucho más el Arte" (Agudeza, LX), cifrará Gracián la estética renacentista llevada al límite (. .. ) La sucesión de escenas lentas y rápidas, el cambio brusco de efectos, la polimetría son todos ellos rasgos esenciales de un teatro que busca la unidad en la variedad y que, sin abandonar el desarrollo d e la "fábula", concede igual atención a las series literarias, o retórico-literarias, conocidas por el público. (Blecua, 1983, 15) 85 pero quien quisiere saber el principal fin exterior en que ha de poner los ojos quando compusiere, Horado nos lo enseña en este verso. Aut prodesse volunt, aut delectare Poetae [de Arte Poetica, v. 333]: En el cual dize, que los Poetas han de pretender con la poesía aprovechar, y deleitar. Aprovecharán con la materia, si fuere de suyo buena: y deleitaran con la suavidad del metro. Mas porque los hombres se enfadan, y hartan presto de oyr las cosas que mas les convienen, para que de buena gana les den oydos, muchas vezes es menester ai;ucarar!as, y hazerlas gustosas con el lenguaje, en que se proponen. (Díaz Rengifo, Arte Poética, c. IIII, p. 6; añado la referencia entre corchetes) En cuanto a la relación de ambos términos ( docere y delectare) parece evidente que si, de acuerdo con un discurso teórico impregnando de ascetismo y neoestoicismo, como es el que en gran parte informa el Barroco 75, la preceptiva y los apologistas recalcaban la faceta moral, la práctica dramática ofrecía diversos grados de combinación de ambos factores, desde obras con una gran carga doctrinal, como los autos sacramentales, a juegos escénicos esencialmente lúdicos como los entremeses, y en la propia comedia, es decir el texto en tres jornadas, las proporciones también eran variables (cfr. Russell, 1978, 4712), pero, en general, puede decirse que, si había obras de muy escasa o nula intención doctrinal, ninguna, en cuanto objeto cultural, dejaba de estar modelada por una norma ideológica. Llegados a este punto, será preciso analizar el sentido de esa voluntad docente en relación con el contexto de la época. En una de la s interpretaciones mejor documentadas del fenómeno barroco de la cultura de masas, Maravall (1983) ha sintetizado así la cuestión sobre la base de los dos presupuestos estéticos que se acaban de analizar: MCii se muestra así, una vez más, como un típico producto d e su Por eso la novedad interesa tanto al escritor barroco. Es una manera de hacer tragar, endulzadamente, deleitosamente -según norma de la época, y se aprecia, con lo antedicho, el modo en que la prop~a norma modeladora coetánea asumía esa dialéctica paradigma/ actualización bajo el concepto de la adecuación de la materia 75 Vid. Frutos (1952, 33-6) y Maravall (1983, 156, 321 et al.). Sobre el delectando pariterque monendo como topos de la captatio beneuolentiae y otras consideraciones interesantes sobre la naturaleza del concepto do cendi en la literatura "profana" de los ss. XVI-XVII, vid. Rusell (1972, 446-50). 86 ALBERTO MONTANER FRUTOS sempiterna preceptiva horaciana-, todo un sistema de reforzamiento de la tradición monárquico-señorial. (Maravall, 1983, 457) Partiendo de esta consideración, Maravall (1972 y 1983) ha caracterizado la cultura y en particular el teatro español de esta época mediante los rasgos esenciales del dirigismo y del conservadurismo. El primer elemento implicaría una doble faceta según la cual el mensaje transmitido por la obra literaria y, en general, el artístico, estaría dirigido por los detentadores del poder, es decir, respondería a sus concepciones sociales y, consiguientemente, pretendería dirigir a los espectadores, orientando sus conductas según esas concepciones, que, en virtud del segundo elemento indicado, responderían a una visión inmovilista de la realidad y buscarían el mantenimiento a ultranza del sistema (vid. et. Hormigón, 1988, 159-61). Desde tal perspectiva, el delectare estaría totalmente subsumido en el docere, por lo que al emplear el concepto justificador de la innovación escénica, el gusto, Lope sabía muy bien que esa apelación al gusto libre era la manera de dejar a la masa huérfana de resistencia ante la eficaz acción configuradora de los resortes que la cultura barroca ponía en manos del artista y, por consiguiente, del poderoso a cuyo servicio trabajaba aquél. (Maravall, 1983, 294) No parece que estas conclusiones puedan, pese a la coherencia de la argumentación de Maravall, aceptarse sin reparos, y menos para la obra de Guillén de Castro, que era un mediano terrateniente que nunca dependió directamente de un mecenas y que pertenecía al ambiente del núcleo burgués de Valencia76 . Ciertamente, la actividad y la obra del dramaturgo valenciano se inscriben en las coordenadas socio-culturales del régimen establecido, pero esto había de suceder con la mayor parte de los españoles de la época, pues, si no, el sistema se habría transformado. Es preciso, pues, introducir algunas matizaciones en la explicación de Maravall para comprender mejor, a mi juicio, el alcance y el modo de la uoluntas docendi del teatro del siglo XVII, y de MCii en particular. 76 Véanse los resúmenes biográficos d e Said (1945, XIII ss.) y García Lorenzo (1978, 12 ss.). El carácter "burgués" ael teatro de Guillén ha sido puesto de manifiesto por García Lorenzo (1976, 52 y 1978, 23), si bien su familia parece haber sido hidalga (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 7 y 9). POLITICA , HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 87 En primer lugar, creo que no hay que enfatizar tanto el carácter explícitamente doctrinal de la dramaturgia barroca, especialmente con esa visión dirigista que parece basarse en la consideración subyacente de un aparato homogéneo y coordinado de propaganda y represión psicosocial, el cual, evidentemente, no existía. Había, sí, mecenas y academias, pero ¿podía esa red asistemática organizar la emisión de una serie constante de mensajes educativo-alienadores impuestos a un auditorio maleable, amorfo y sin ideas? No parece probable que esa relación directores/ dirigidos haya podido ser posible, ni en la sociedad barroca ni en casi ninguna otra (cfr. Hormigón, 1988, 181). A mi ver, si el teatro era, y esto parece probado por los propios textos, un vehículo de transmisión de los valores del sistema (no de distinto modo que los demás productos culturales de una sociedad dada), esto se debía a que la Weltanschauung propia del autor y la del auditorio coincidían77, y no sólo porque hubiese una especie de contubernio del poder que maquiavélicamente moviese los resortes de la educación de las masas. Esto, en mi opinión, implica dos cosas fundamentales: primeramente, que el público 78 se deleitaba ante valores, estéticos e ideo77 Sobre este aspecto, vid. Eco (1979, 56-7) y Escarpit (1971, 44 ss. y 99-100). Este último autor señala (p. 99) cómo toda comunidad de ctiltura comporta una comunidad de evidencias, que se constituye como "conciencia colectiva" efe la comunidad. Así, toda colectividad "segrega" una ideología que es aceptada en general corno evidente o axiomática, generando una Weltanschauung de la que todo escritor depende, es decir, se crea un marco ideológico propio del público-medio social al que el autor se dirige, marco que el autor no puede trasgredir so pena de verse rechazado por esa comunidad para la que escribe. En otros términos, eí emisor d ebe modelar su mensaje de acuerdo con la norma ideológica vigente, si quiere comunicarse con un público determinado, que tenderá a rechazar todas las manifestaciones que superen su horizonte de expectativas, fundam entalmente porque se escapan a sus modelos asuntivos de comprensión, que operan esencialmente mediante el reconocimiento de patrones ya previamente ubicados en el sistema relacional del discurso teórico aceptado. Evidentemente, se reproduce aquí la dialéctica propia d e la emisión/recepción de todo mensaje, esta vez en cuanto al código ideológico que permite cifrarlo y descifrarlo, mediante la cual el autor da a su público lo que éste le solicita, pero, al dárselo, afianza el gusto d el público Oo educa en lo que ha de pedir), por lo que éste sigue reclamándolo, en un círculo cerrado de suscitar y colmar expectativas. 78 El carácter del público de los corrales es un problema discutido. Al margen de la presencia, espacialmente jerarquizada, de tocios los estamentos, Maravall (1972 y 1983) considera que el espectáculo se dirigía específicamente a la plebe de las grandes ciudades, especialmente a las masas procedentes de la emigración rural, que habrían perdido su cultura folclórica y campesina propia, y que, de este modo, la sustituirían por una cultura esencialmente kitsch (vid. ~aravall, 1983, 187 ss.). Otros críticos, sin embargo (corno Arróniz, 1977), piensan en un público esencialmente burgués, de artesanos y pequeños comerciantes, mientras que los estudios documentales propiamente dichos (Sentaurens, ap. Jauralde, 1983, 216) apuntan a que, contando con 88 ALBBffO MONTANER FRUTOS lógicos, asumidos previamente por él, es decir, los que podía "leer" con sus normas descodificadoras, sin tener necesariamente que ser un asimilador pasivo, una especie de tabla rasa para el cálamo doctrinal del dramaturgo, imagen insostenible desde la perspectiva de individuos adultos en el seno de una sociedad en cuyo sistema de representaciones culturales se hallaban insertos; en segundo lugar, que el autor actualiza siempre su norma ideológica en la obra aunque no sea de modo consciente79, y si aquélla coincide con la del auditorio que acude a su representación, no es preciso pensar en un deseo docendi absolutamente explícito. Ahora bien, es verdad que el escritor, si está incardinado en el sistema, como es el caso de Castro, tenderá a plasmar en su obra el dato de que son los valores asumidos por la sociedad los que funcionan en el mundo y permiten resolver los problemas en él suscitados, y en este proceso podrá (explícitamente o no, con plena consciencia o sin ella) modelar el texto de modo que queden realzados determinados elementos de la norma ideológica, así como la efectividad de los mismos80, pero para ello se remitirá, preferentemente, al discurso teórico, sin "reflejar" necesariamente y de la asistencia continua de la aristocracia y la alta burocracia, la clase media (oficiales, estudiantes, comerciantes, religiosos, etc.) parece haber sido el público más numeroso y constante de los corrales. 79 La elaboración de una obra refleja siempre, y en general de modo inconsciente, las concepciones de su autor, sencillamente porque éste ordena, jerarquiza, enfa tiza o explica según su propia visión del mundo (cfr. Eco, 1979, 56--7), de la misma manera que los rasgos de la personalidad y del carácter se plasman inconscientemente en los tests proyectivos, de los cuales el T.A.T. consiste, precisamente, en narrar historias sugeridas por una serie determinada de láminas (vid. Frutos, 1957). Desarrollo esta cuestión en Montaner (1987, 140). 80 Los dos conceptos esenciales que, a mi modo de ver, informan los mensajes ideológicos transmitidos por la comedia nueva son el de la honra y el del absolutismo, el primero como principio rector del comportamiento individual (plano de lo privado), el segundo como elemento sustancial de la actuación colectiva (plano de lo público), de modo que el engarce de ambos imperativos y de ambos planos permitiese el funcionam iento del sistema social vigente. En ambos casos, sin embargo, su presentación teatral dista de ser un puro reflejo d el auténtico comportamiento social, pues es obvio que ambos factores, pese a las opiniones de Garáa Lorenzo (1978, 93) para el primero y Maravall (1972) para el segundo, están r,resentados en las comedias de un modo "exagerado", pues lo que se pretendía era difundir su sustento ideológico, esto es, se buscaba, por una parte, dotar de unas motivaciones internas y, por tanto, convencionales, a la comedia, tal y como ya las poseía la lírica amorosa, y, por otra, exaltar hiperbólicamente la letra de unos preceptos de los cuales era el espíritu lo 9ue se quería incardmar en la mente de los espectadores, pues sólo se trataba de justificar y afianzar sus bases ideológicas, las cuales únicamente en sus consecuencias últimas, como es el caso de la tensión dramática, podían abocar a tal proceder. Es, pues, de este modo oomo se exaltan los conceptos de honra, linaje, estamento, deber y, sobre todo, la prudencia, que atempera a los demás para que cumplan exclusivamente su función soaal. POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 89 modo directo la realidad81 , y, además, creará unas motivaciones narrativas que permitan la plasmación escénica de tales valores, teniendo en cuenta que aquéllas han de impulsar el propio proceso dramático, tanto como motivar a los espectadores. Se aprecia así que el autor no puede reflejar los conceptos en su función implícita, desleída a veces, subconsciente en cualquier caso, que adoptan en la realidad: tiene que hacerlos aparentes, destacados, casi extremos para que sean "aceptables", es decir, para que sean intranarrativamente verosímiles82 y para que resulten patentes al auditorio, no de tal modo que asuma su expresión denotativa, frecuentemente hiperbólica, sino su huella connotativa; no para que actúen estrictamente como los personajes de la comedia, sino para que la norma ideológica que es capaz en casos extremos de sus81 Pues, como hecho de la superestructura modelado por la norma ideológica, tenderá a plasmar, no los hechos de la estructura, sino el discurso construido sobre ésta (vid. Escarpit, 1971, 11-12, post Hazard, Lovejoy y Carré), teniendo en cuenta que se trata más bien de un conjunto de aspiraciones que, estrictamente, de un reflejo de la realidad tal cual es, lo que, como se ha visto en fa nota precedente, es de capital importancia para comprender el auténtico alcance de los conceptos de honra y soberanía en la comediografía del s. XVII. 82 Es de notar que la relación ya comentada entre el "ser" histórico y el "deber ser" poético se fundamenta en último término en el concepto de verosimilitud, según el prmcipio aristotélico del tuc~: Eligenda autem sunt quae fíeri non possunt et uerísimília sunt, magis quam quae fíerí possunt et parum apposita sunt ad persuadendum (foi!tica, 60a 26-28, pero la aDÓCiosis es en el texto griego tan sólo µÍV..w\ffl O'l.lV<X'tCX a.m8a.va, "antes que lo posí'ble increíble"), concepto eminentemente ligado al de lo argumentalmente necesario (ClV<X)'ICO:to~): verum ut simpliciter se definita dicam, in quanta magnitudine secundurn verisimile aut necessarium deinceps nascentibus rebus contigit in prosperam fortunam . .. (Poi!tica, 51a 12-14; las redondas son mías). Por su parte, López Pinciano, al analizar esta cuestión, comentando precisamente el pasaje 60a 26-28 de la Poética, pone unos ejemplos que muestran cómo el concepto de verosimilitud no era sinónimo de realismo sino de satisfacción de expectativas y de coherencia interna: Pues tomo a pregu[n]tar: ¿El sol es posible q[ue] sea mayor que la tierra? P[inciano]: Y aun necessario, si los matemáticos enseñan verdad. F[adrique): Pues haced vn poema actiuo o oomún desso; vereys cómo se ryen las ge[n]tes, llenadas de la incredulidad y falta de verisimilitud para con ellas. ¿Veys cómo hay cosa possible y no verisímil? Y que sea vna cosa imposible y_ verisimil ( ... ) miraa a la República de Platón, la qual es muy verisimil al parecer ordinario, y si un poco la exprimís la hállaréis impossible. (Philosophia, v. II, ep. V, p. 69) Se puede comprender mejor así cóm0 conceptos de una aplicación tan extremada y casuística como la honra fuesen verosímiles, es decir, aceptados como motivación intranarrativa de procesos dramáticos, pero imposibles, es decir, no vinculados necesariamene a una práctica real correlativa. Creo que de este modo puede comprenderse mejor la ri!5!dez de unas normas capaces de generar esas situaciones límite tan del gusto de la estetica barroca, del mismo modo que1a resignación de los ultrajados por el monarca en los textos aducidos por Maravall (1972, 122 ss.). 90 ALBERTO MONTANER FRUTOS citar tales reacciones, sea asumida en la cotidianeid ,d más o menos intrascendente o rutinaria, permitiendo así la consolidación y el equilibrio del sistema social vigente. Se inserta en este punto el segundo elemento señalado por Maravall (1972 y 1983, espec. 269 ss.), el del conservadurismo, que en este caso vendría teñido de reaccionarismo en tanto en cuanto pretendía perpetuar sistemas de relaciones caducas (especialmente las señoriales) y rechazar cualquier novedad que alterara el sistema. El carácter netamente conservador es evidente, si se entiende por tal la tendencia del discurso teórico a justificar la situación coetánea, y por lo tanto a buscar la permanencia del sistema social que lo produce y al que explica, pero, desde esta perspectiva, toda norma ideológica de una sociedad vigente es conservadora, lo que implica más bien la constatación de una efectividad histórica que la de u na posición relativa de ese discurso respecto de las coordenadas de la sociedad en que se integra, si bien su propio compromiso con ella excluye el rupturismo de los extremos de la ideología política. En cuanto al reaccionarismo, depende de lo que en una sociedad como la barroca se entienda por "progreso" y otras nociones claramente posteriores83, a falta de las cuales la teoría política "rupturista" debía 83 Recuérdese al respecto la ambigüedad d el tema del mundo al revés, que perspectivas actuales han podido ver como un elemento contestatario, pero que en 1os ss. XVI-XVII marcaba más bien un pensamiento "conservador" o, más estrictamente, la visión de quien, estando de acuerdo en general con el sistema establecido, pensaba que debía perfeccionarse por una recuperación m ás completa de un mo delo utópico dado por la tradición, oponiendo lo que es a lo que, moralmente, debiera ser (cfr. Maravall, 1983, 315-7 y, especialmente, Vaíllo, 1982, que ve el tópico en Quevedo como el producto de una "óptica reaccionaria" -vid. p. 187-8). De todos modos, hay que tener en cuen ta que un discurso rupturista, es decir, en desacuerdo con el sistema social vigente, no ,rodía expresarse en el s. XVII, ni hasta entrado el s. XV III, en clave "progresista', sencillamente porque el haz semántico constituido en tomo al axis conceptual d e la "modificación de las estructuras sociales mediante la inclusión de elementos nuevos" no estaba constituido todavía. En efecto, la familia léxica de progreso sólo contaba en el s . XVII con dicho término, que era un latinismo introducido ca. 1570 por Aldana y Herrera, que no fue recogido en el Tesoro (1611) d e Covarrubias, y ~ue fue retomado por Villamediana (t1622), con el sentido etimológico _general de 'avance, acción de ir hacia delante" (DCECH, v . !, p. 77a, s.v. "agredir"; Jackson, v. XVII, p. 391b, s.v.). Solo posteriormente pasó a significar "adelantamiento, perfeccionamiento" (cfr. Maravall, 1983, 343), pero con un sen tido tan poco marcai:io ideológicamente que podía situarse sin p robíemas junto al término hoy contrapuesto en el plano político: "... no tanto por vía de mitigacion, cuanto por necesario medio para su m ejor conservación y pro~resos" (Fr. Franasco d e Sta. María, ap. J ackson, v. XVII, p. 391b; subrayo). Los d emas miembros d e esta familia léxica son todos p osteriores: progresivo aparece en Autoridades, pero sólo denotando "que va hacia delante", pues su contenido político no aparece documentado hasta Larra (vid. DCECH, loe. cit., y Jackson, loe. cit); progresar y progresista se incorporaron al diccionario académico en POL!TfCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 91 n ecesariamente ser reformad ora, es decir, había de adoptar posiciones d e vuelta a modelos ideales a través de la utopía en el pasado o en los orígenes, fenómeno que generaba esa añoranza de la Edad Media a que antes he aludido (ut supra § 111.1 in fine), mientras que lo "moderno" era precisamente lo coetáneo (vid. n. 83), es decir, en el plano político, los discursos teóricos absolutistas desde Bodino a Hobbes. Para analizar esto en relación con MCii, puede ser particularmente esclarecedor comparar la visión que da Maravall (1972, esp. 122-123) de la exaltación del absolutismo en el teatro barroco con la que ofrece el caso concreto de la obra que aquí se contempla. Según el análisis de Maravall, la comedia barroca expone el poder absoluto del monarca sin paliativos, condenándose toda acción contra el rey, y muy especialmente el tiranicidio, todo lo cual constituiría la exaltación d el único principio capaz de garantizar el mantenimiento de una sociedad de privilegios: el poder real, soberano, absoluto e irresistible, que se representaría así como la nueva e inquebrantable base de una estratificación privilegiada que sólo así se sostendría. Esta visión parece responder al modelo propuesto por MCii, y, sin embargo, esta obra, en la que el tiranicida muere y es universalla edición d e 1864 (DCECH, loe. cit.); pero en Jackson (v . XV II, p. 389a) sólo el segundo término tiene un significado ideológico explícito. Con la familia d e moderno ocurre otro tanto. Esta palabra se encuen tra definida por Covarrubias como "lo que nuevamente es hecho en respeto de lo antiguo ( ... ) Autor moderno, el que ha pocos años que escrivió, y por eso no tiene tanta autoridad como los antiguos" (Tesoro, p. 809a, s.v.). Mode rnidad y modernizar faltan aun en Jackson (v. XIV, P.· 221 c), que recoge sólo las entradas modernamente y moderno, con la locución, ejemplificada en un texto de L. F. d e Moratfn, "a la moderna", referida m ás bien a costumbres que a ideas. Por su parte, reaccionario no se documenta hasta el diccionario de la Academia de 1843 (DCECH, v. !, p. 43b, s.v. "acta"). Por último, cabe destacar 9ue la noción de reformación (como se decía en la época) no conllevaba la connotacion de "avance" que le otorgó el pensamiento político del s. XIX, sino todo lo contrario: "Reforma r. Bolver a dar forma a una cosa que se avía estragado, y mudado de su ser y condición" (Covarrubias, Tesoro, p . 899b, s.v.). Se comprende así que en el pensamiento político del s. XVII no se pueda d istinguir claramente un espectro ideológico con una serie de gamas desde los que propugnan la vuelta a estructuras anteriores has ta los que reclaman un nuevo orden social que acabe con el vigente. Se puede entender, d e este modo, que el pensamiento ruptunsta de los ss. XVf-XVII, incluso el que desde una perspectiva actual puede parecer "renovador", adoptase con frecu encia fórmulas de una rigidez moral y una falta d e compromiso con l as nuevas realidades (especialmente el mercantilismo o la movilidad social) que muchas veces p ueden parecer, d esde fuera del contexto en que se produjeron, no sólo anacrónicas, sino "reaccionarias", mientras que, por el contrario, ideas aparentemente "progresistas", como la del tiranicidio, eran un residuo de u na visión periclitada d el _poder, e incluso, en manos d e pensadores claramente ortodoxos como Mariana, una formula de apoyo teórico al sistema absolutista. ALBERTO MONT ANER FRUTOS POLIT/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA mente execrado como traidor, presenta también la muerte del tirano, y no una muerte cualquiera, sino la más ignominiosa: en situación degradada, como todas las que tienen que ver en esta cultura con el bajo vientre, a traición y por la espalda, a manos de un cobarde y con su propio venablo. Desde luego, frente a esto, está la entronización de don Alonso, garante de la continuidad del sistema. Pero incluso Rodrigo se permite tomarle la jura, llegando casi a forzar voluntariamente su destierro, que además le es magnánimamente condonado por el rey, con lo que el Cid vuelve con su honra y su orgullo impolutos. Hay que tener presente, además, que Guillén, y otros autores, habían llevado a escena tiranicidios y rebeliones84, en lo que puede apreciarse la falta de un mensaje homogéneo en cuanto a la presunta voluntad dirigista del arte del momento. cialismo que cristalizaría con Bossuet en el pensamiento histórico barroco (vid. Frutos, 1952, 48). Las ideas de Castro no son originales ni estrictamente nuevas, pero su desarrollo, y su ubicación dentro del panorama teórico del momento lo acercan más a esas posturas de compromiso absoluto con el modelo vigente, el hic et nunc político, que a discursos más impregnados de rupturismo anacrónico y deseo de vuelta a modelos utópicos periclitados. No se puede traducir esto exactamente a conceptos políticos actuales, ni decir tajantemente si su pensamiento es más avanzado que retrógrado. En todo caso, su postura pertenece, históricamente, a un compromiso entre los dos modelos esenciales vigentes en su momento, pero decididamente incardinado, en MCii, en la línea más "moderna", cronológicamente, del pensamiento coetáneo85. Hay, sí, un deseo de "conservación de la república", una defensa de los valores del sistema, pero esto se transmite al auditorio desde diversas perspectivas. A fin de cuentas, la defensa del tiranicidio era propugnada sobre todo por la teoría pactista, y ésta procedía del pensamiento político bajomedieval, como procedimiento de articulación del modelo feudal sobre el gobierno conjunto de los meliores et maiores terrae, frente al progresivo afianzamiento de la monarquía autoritaria, que daría paso al absolutismo de los ss. XVIIXVIII (vid. García-Pelayo, 1968, 123-7 y 157-61). En el otro extremo estaba lo "moderno", el pensamiento político galicanista, el absolutismo radical que negaba por completo la licitación del regicidio (vid. Chevallier, 1979, 47-8, 57 ss. y 77 ss.; Ebenstein, 1969, 428-9 y 455-6). Entre estos dos modelos, el pensamiento contrarreformista de Mariana o de Rivadeneira representaba un término medio de justificación de la sociedad vigente pero todavía con el espíritu de "reformación", sobre el concepto del príncipe cristiano, inserto en sus exposiciones doctrinales. 85 Por otra parte, la postura de Sanchis (1981) incide sobre el problema de un presunto carácter subversivo del teatro, basándose en los ataques sistemáticos de determinados moralistas y en las ocasionales prohibiciones reales. Su visión, d esde luego, permite rerlantear, junto a las consideraciones que ya he realizado, el dirigismo monocorde de drama español de la época, pero, en cambio, las relaciones preinsertas sobre la visión coetánea ae la política, tampoco parecen justificar ese carácter marginado y subversivo que Sanchis le atribuye. l'ara comprender mejor la polémica sobre la licitud del teatro hay que considerar, en primer lugar, que los críticos perteneáan a un sector cuyo compromiso con el sistema vigente no era total, sino mediatizado por una exigencia de "reformación" (ut supra) basado en un rigorismo moral más que político, como es el caso de Mariana, de Rege, lib. III, c. XVI y de Spectaculis, o de Rivadeneira, Tratado de la tribulación, c. XI, actitud de cuyo carácter individual y no oficial aporta evidentes datos Rusell (1978, 459-68). Por otro lado, se desprende de tales ataques (cuya sinopsis puede verse en Sanchis, 1981, 126-8) que la condena se refería especialmente a cuestiones religiosas y de conducta privada (sobre todo, de decoro sexual), que no eran ni oficiales ni fundamentales, mientras que el contenido socio político se escapaba a condenas más graves o profundas, como, por otro lado, muestran las apologías de la moralidad de la comedia, que aluden también a esos problemas de decoro, negándolos o justificándolos, y no a cuestiones de contenido ideológico (vid. Rey de Artieda, Discursos ... de Artemidoro, in PDE, nº 18, p. 137-40, y Bances, Teatro de los teatros, in PDE, nº 57, p. 347-51). En cuanto a las prohibiciones e intentos de "reformación" del teatro por parte del aparato estatal, hay que tener en cuenta que el poder político se mostró oscilante en este tema, sin una línea clara de actuación, frente a lo cual no hay que olvidar el paulatino auge del teatro cortesano, donde las obras escenificadas no eran sustancialmente distintas de las de los corrales. En última instancia, el problema de la licitud del teatro establece, en el plano del discurso teórico, la propia dialéctica del docere y el delectare, por cuanto, para una sociedad como la contrarreformista, la búsqueda del deleite era un factor sospechoso, siempre cercano al pecado, mientras que el adoctrinamiento en la piedad era uno de los fines primordiales de la religiosidad tridentina. La contraposición de ambas facetas se traducirá así en el enfrentamiento de quienes pensaban que la satisfacción del gusto no era compensada por la enseñanza que a través de ella se podía inculcar, y de quienes, en cambio, veían en el deleite útil un vehículo importante de contentamiento (estético e ideoló$ico) del auditorio, sin que las consideraciones últimas de ninguno de los bandos, m la práctica dramática desarrollada simultáneamente atentasen contra la arquitectura basica d el sistema. 92 En este cuadro de visiones políticas, MCii representa un acercamiento del contenido ideológico al pensamiento "moderno": caracteriza al tirano aún como Bodino, pero niega la licitud del tiranicidio, valiéndose, para salvaguardar el sistema, del providen84 Vid. Crapotta (1984, 21 -38), Ga1 , Lorenzo (1976, 56-71), Lauer (1987, pass.) y Said (1975, 209-10). Sobre las rebeliones populares en el teatro de Lope, vid. Blecua (1983, 11-25), quien ve acertadamente en ellas ejemplos ex contrario para que los gobernantes no "degeneren en tiranos", papel que Delgado (1984, 27) otorga también a los tiranicidios dramatizados por Castro. 93 IV. LA IDEOLOGIA Una vez analizado el sentido que tanto la transmisión de una ideología como la orientación de ésta tienen en el teatro barroco y, especialmente, en MCii, es preciso proceder a considerar el contenido concreto de ese mensaje inserto en la obra y de qué modo la norma ideológica ha influido en la caracterización de los personajes y en el desarrollo de las acciones, para que reflejen implícitamente el sistema de valores de aquélla. En este sentido, hay que tener en cuenta que en la obra no hay ninguna declaración explícita que condense el pensamiento del autor, sino que éste se va plasmando en la obra a través de las motivaciones dramáticas, por lo que su captación opera desde el nivel connotativo y no desde el denotativo, de modo que los espectadores no reciben directamente los conceptos sociopolíticos que animan el drama, sino que éstos se plasman dinámicamente en el proceso narrativo, que los sugiere connotativamente al auditorio. El problema metodológico que esta situación plantea al crítico es el de identificar los rasgos de norma, puesto que éstos no están patentes, sino inmanentes, en el discurso. Para analizarlos hará falta, pues, confrontar el texto con otros discursos teóricos coetáneos para sintetizar así las ideas características de la norma ideológica del texto y su relación con el contexto cultural en que se ha producido, es decir, deducir la norma ideológica individual y relacionarla con la colectiva. Esto implica, lógicamente, tener en cuenta elementos que quizá no fueron conscientemente modelados por el autor, pero que están igualmente presentes en el texto y responden del mismo modo a las normas ideológicas vigentes. No se trata, pues, de concretar la voluntad del emisor, sino lo que trasmite su obra, es decir, el conjunto de representaciones culturales que, intencionadamente o no, han sido plasmadas en MCii. Del mismo modo, tampoco se sugiere aquí que ALBERTO MONT ANER FRUTOS 96 este cúmulo de ideas fuese asimilado en su totalidad por el auditorio, es decir, que fuese capaz de explicitarlo, sino que esa estructura ideológica era la que éste había asumido connotativamente por el mero hecho de retener los sucesos en su memoria (ut supra). Por otra parte, el uso de textos coetáneos como medio de objetivación de esas ideas sociopolíticas no supone la presentación de un corpus de fuentes del autor, sino de una serie de representantes de las ideas vigentes, las cuales pudo conocer Guillén por muy diversas vías, pues formaban parte, aunque quizá con formulaciones menos técnicas, de la "conciencia colectiva", y se ha acudido a ellas por la evidente razón de que eran precisos discursos teóricos explícitos que posibilitasen el reconocimento del discurso implícito en MCii y su localización en el panorama ideológico coetáneo . l. Tiranía y principado Comenzando por el problema inicial planteado en MCii, es necesario justificar el carácter de tirano de don Sancho, factor esencial en la explicación de la norma ideológica y de su modelado del texto, tal y como se ha analizado anteriormente. Frente a esta aserción que he venido reiterando, la única ocurrencia que en MCii, en claro contraste con CMS, tiene la palabra tirano, parece contradecir tal opinión: Bellido Hijo 1º ¿Trayción es poner la mano en un rey que fue tirano? Nunca es tirano el Señor. (MCii, v . 1487-9) Sin embargo, esta frase final no rebate la caracterización de don Sancho, sino que expone, como ya señaló Said (1975, 209), la teoría política ortodoxa dentro del absolutismo: no es que don Sancho no fuera tirano, sino que todo monarca absoluto, por el hecho de serlo, no puede ser tirano, o mejor dicho, no puede ser consi1erado como-~rano, y es ilícito oponerse a él. La solución de este posible deseqmhbrio del sistema, como ya he señalado, vendrá dada, para Castro, POL!TICA, 1-J!STOR!A Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 97 al menos_ en :sta obra, por la labor de la providencia divina, aspecto ~ue analizare al estudiar, en concreto, la actuación de Bellido (vid. znfra § IV.2), y al final de este apartado, al estudiar la muerte de don Sancho. Una vez a_clara~o este punto, es preciso salvar otro problema antes de apr:ciar que rasgos del tirano concurren en don Sancho, y es el .de su caracter de tyrannus ab origine o de tyrannus a regimine86. El pnmero era el usurpador, rasgo básico del tirano según la definición de las Partidas: Tyrano ta[~]to quiere dezir, como Señor q[ueJ es apoderado, en algund Reyno, o tierra por fuer<;a: o por engaño, o por traycio[n]. Estos tales s~m, e de tal natura, q[ue] despues, q[ue] son bie[n] apoderados en la tierra, aman mas de fazer su pro, rnaguer sea daño dela tierra que la pro comunal, de todos, porque sie[mJpre biue[n] a mala sospecha dela pffdff~ ' Y a este tipo de tirano, claramente identificable con el príncipe ma. T 88 qm~ve '.c? ., t~~os l~s tratadistas lo consideraban reo de muerte, y su tiramc1d10 licito, mcluso los autores más claramente contrarios a este procedimiento, como Bodino: H:m?s dicho que es. tirano 9~ien por su propio esfuerzo se erige en pnnc1pe soberano, sm eleccton, ni derecho hereditario ni suerte ni ¡usta guerr~, ni vocación especial de Dios. A él se refier~n las leye's y auto.res ant1 9uos, cuando disponen se le dé muerte, e incluso que sus asesinos reciban una gran recompensaB9_ t(u~d 86 Según la distinción del P. Suárez; Baldo establece otra similar en el Tracta- dLayer,, Tyrannia, entre el tyran~us ex defectu tituli y el tyrannus ex parte exercitii 1987, 37 Y 67-8; Rwz de la Luesta, 1984, 232-3). Para todo lo relacionado VI · con la tirama de don Sancho he temdo en cuenta las exposiciones de Crapotta (1984 ' 147-78), Delgado (198~, 75-88) y Lauer (1987, 104-7). 87 Partidas, II, tít. J,_ L. 10, f" 6va. Gregorio López, en la glosa a dicho asa ·e (n_ota g), aduce co~o ratif1caaón _la definición de Baldo en áe Tyrannia: d{cit[u~J etia['!ll tyran_nus qui vult occu¡,are zllud quod est propriu[m} principis & punitur poena mortis (Partidas , loe. at., f" 6 b). . Sobre el texto legal alfonsí, recuérdese que estaba vigente como derecho supletono para todos los aspectos !1º recogidos en las leyes de ra Nueva Reco ilación. 8_8 La conqwsta y el como mantenerla son, jllllto al dolo bien empleado los casos esenciales a los que dedica Maquiavelo ll Príncipe. De los 26 capítulos de la 'obra tres (\:-Vll)_se refieren al nuevo_pnncipado adquirido por las annas, uno (VII) trata de his, qui per scelera ad przncipatum pervenere (p. 41) y dos (XVII-XVlll) esp~óf1camente del uso adecuado del dolo y la crueldad corno modo de asegurar la perv1vencia del pnnc1pado. 89 Bodino, ~épublique,_ lib. 11, c. V, p. 102; vid. et. Ebenstein (1965, 248). Nótese que en la expos1c1on de Bodino, y en otras obras de la misma índole, la defensa del ALBERTO MOl\11'ANER FRUTOS POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA En cambio, el segundo tipo de tirano era el que, siendo legítimo se comportaba de manera opuesta a su carácter (para lo cual, ut infra), según recoge, como mera posibilidad, la citada ley de Alfonso X: la partición de don Fernando91 era completamente inaceptable para el estad~ ab~oluti~t~, que había heredado sobre este tema el concepto ~e la ma~1~nab1hdad de la Corona, según la metáfora de la tunica z~con~utzl~s ya citada (vid. § II y n . 24), concepto que en 1442 hab1a cnstahzado en una ley paccionada del rey y las Cortes de Castilla 98 Otrosí dezimos: que maguer a lguno, ouiesse, ganado Señorío del Reyno, por alguna de las dichas razones: si el vsasse mal de su poderío en las maneras q[ue] desuso diximos: en esta ley, q[ue]l p u ede[n] dezir las gentes tyrano: e tornarse el Señorio q[u]era derecho, en torticiero. (Partidas, II, tít. I, L. 10, fº 6v a) A éste, la designación de tirano se le daba, según concebían los tratadistas, de modo translaticio (cfr. Gregorio López, in Partidas, not. N ad legem cit. fº 6v b-7r a), por lo que el tiranicidio era objeto de discusión9(), y, en el caso de MCii, como se ve porlos versos citados al inicio de este apartado, explícita1:1ente rechazado . Ante esta doble perspectiva, la cuestión que se suscita es que don Sancho, según la versión ofrecida tanto por la historia como por la leyenda, era tan sólo monarca legítimo de Castilla, y sus pretensiones unificadoras, aunque determinadas crónicas, como CPC, las considerasen justas, implicaban la usurpación de los territorios legalmente pertenecientes, por voluntad testamentaria de don Fernando, a sus hermanos, constituidos en reyes independientes y soberanos. Lógicamente, de haber mantenido esta concepción del tema, el argumento habría carecido de todo el interés ideológico que conllevaba en la época la consideración del tirano, pues siendo un usurpador y su tiranicidio legítimo, .el conflicto teórico desaparecía. Por otro lado, la concepción patrimonialista del reino que subyacía en tirarucidio del usurpador se constituye, por contraste, en una exal tación del monarca legítimo, al que, en cambio no se podrá expulsar del trono. 90 Las opiniones eran básicamente dos: la de los que pensaban que el tiranicidio, o al menos la deposición, eran legítimos siempre que el monarca contraviniese los principios rectores de su dignidad (posición de los pactistas, como Stephen Junius Brutus o Hotman), y la de quienes opinaban gue el tiranicidio no era nunca legítimo, pues sólo Dios podia juzgar a los reyes (opinion de los defensores de la monarquía de derecho divino, desde Sto. Tomás a Quevedo). Entre ambas posiciones polares estaban quienes, aceptando la procedencia divina del poder regio, creían que en casos extremos podía llegarse al tiranicidio (Mariana, Fr. Domingo de Soto), o, al menos, al destronamiento (Fox Morcillo, Luis de Malina), mientras que, por último, algunos consideraban ilícito oponerse al monar.ca, pero admitían la resistencia pasiva mediante la desobediencia (Juan Márquez, Alfonso de Castro, Diego de Covarrubias). Vid. la bibliografía señalada en la nota 20. 99 en la q~e se establ~ce _qu ~ l~s ciudades, villas y lugares con sus términos a~1 ~orno las 1unsd1cc1ones, hayan sido y sean inalienables e imprescrzptzbles para siempre jamás y hayan quedado y queden siempre en la Corona real . (García-Pelayo, 1968, 43) De este modo, se comprende que el don Sancho de MCii aparezca de facto y constantemente como el rey legítimo, calidad que nadie pone en duda, lo que queda especialmente claro en el acatamiento de que es objeto por parte de Arias Gonzalo, quien, de ser consíderado don Sancho como usurpador, era el personaje óptimo para declararlo: D. Sancho Arias Gonc;alo, ¡ríndeme a <;amoral Contempla el oro en mi Real cabec;a Y el azero en mi mano vencedora. Si soy tu Rey, buen viejo .. . Arias ¡Cosa es llana! (MCii, v. 465-9) 91 La escen~ preli1;1inar de ~a partición presentada en MCi, v. 2719-890 resenta como motivacwn de esta, no solo el concepto patrimonialista y familiar 2:1 estado,_defenc:tido por _!'eran~ules (a favor de don Alonso y don García) y Arias (a favor de do.!1ª Urraca Y dona Elvua), frente a la concepción absolutista y nacional que Diego ~a'.nez propone a favor de don Sancho, sino también por el carácter tiránico de este ultimo, del ~ue al fm_al de es~ escena se .dan claras muestras, y frente al cual el rey, en su rerudenaa, se vera unped1do, en un mtento_d~ limitar_ su poder y de garantizar la de ensa de sus hermanos, de ado~tar el pr_m ap10 de pnmogenitura (via. Crapotta, 1_984! 154-5). Desde ~te punto de y1sta, M~i plante!! una serie de anticipaciones justificativas, frente a la idea de la unidad naaonal ba¡o la monarquía absoluta del proceder de don Femand? e.n ~l r_eparto de sus reinos, que, si no acaba de foder ~erse, por parte de una pmma 1deologtca 9ue sustenta la inenajenabilidad de territorio estatal, _como autenti<;amente Justo, tiene en su disculpa que se realiza por culpa de la tiran1a que se preve en don Sancho, por lo que éste aparece, en último término, como la c~usa_ real de ese ~esafuero de su padre. En cualquier caso, en MCii, el tema no suscita mngun comentano, y lo que se destaca es la violación por parte del rey presente de la voluntad testamentaria del rey difunto. ALBERTO MONTANER FRUTOS 100 D. Sancho Arias ( .. .) Mi fe me anima, y mi valor me abona; d esta manera la victoria allano. ¿qué mano ha de atreverse a mi persona? Nadie te ha de ofender, Rey soberano. 92 De este modo, se oblitera el problema de la partición, implícitamente rechazado desde una concepción del territorio estatal como inenajenable, y el carácter del tirano queda circunscrito al modelo au ténticamente problemático y cuya posible existencia suponía una debilidad en la cohesión teórica del sistema, el tyrannus a regimine. La situación de Zamora sería así la de un territorio poseído en régimen señorial por doña Urraca, de quien los zamoranos serían vasallos, pero, en cuanto naturales de los dominios de la Corona castellanoleonesa, aquí claramente centrada en Castilla, como título principal93, súbditos de don Sancho, según los presupuestos establecidos a partir del s. XIII, con la cristalización del naturalismo jurídico, que surgió a raíz de la decidida penetración del aristotelismo en el campo del derecho, y que establecía que los individuos estaban automáticamente vinculados al príncipe de la tierra, y, en las concepciones absolutistas, al monarca como cabeza visible y rectora del Estado, por su naturaleza, es decir, en virtud de su ligazón al territorio y a la sociedad por nacimiento, concepción que obviaba los lazos de infeudación y permitía la adscripción inmediata y solidaria de todos los "naturales" a su nación (vid. García-Pelayo, 1968, 114-6). Situados, pues, los personajes en el lugar que la norma ideológica les deparaba, la actuación de don Sancho puede considerarse tiránica desde la misma acción rechazada como usurpación, pues, del mismo modo que el tyrannus ab origine se hacía tal por arrogarse una sobe- POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 101 ranía a la cual no tenía derecho, el tyrannus a regimine quedaba marcado por n~ re~petar las leyes naturales, especialmente la del dere- cho de los subdttos a la plena posesión de sus propiedades privadas: La monarquía real o legítima es aquélla en la que los súbditos obedecen l~s !~yes d el n:ionarca y el monarca las leyes naturales, gozando los subd1tos ,de _la, b?ertad natural y de la propiedad de sus bienes ( ... ) La monarqma t1ranica es aquélla en la que el monarca, menospreciando las !~yes naturales: a~usa d e las personas libres como de esclavos y de los bienes de los subd1tos como de los suyos propios. (Bodi no, Repúblique, lib. II, c. 11, p . 94) Que la actuación de don Sancho pueda asimilarse a este modelo de conducta queda explicitado por la propia doña Urraca, cuando se lamenta del comportamiento de su hermano al principio de la obra: Urraca Mi d1;sventura todo lo atropella; y ass1, parece que en la suerte mía son rayos los efectos d e mi estrella. Si es que don Sancho (cuya mano impía doña Elvira dexó desheredada · y preso tiene en Luna a don G;rcía) en el trance feroz desta jornada venciese a don Alonso, justamente podré temer los filos de su espada. (MCii, v. 189-98) . Puede apreciarse en este fragmento cómo el monarca castellano, sm respetar ni los legítimos títulos de sus hermanos ni sus deberes como príncipe cristiano, ha arrebatado ya sus posesiones a doña EIVJra y a don García, está en trance de hacerlo (de hecho aunque doña _urraca no lo sabe, lo ha hecho ya) con don Alonso, y se propone culmmar sus proyectos despojando a la infanta de su herencia contraviniendo expresamente las obligaciones del deber regio' estipuladas por el derecho canónico vigente: 1 MCii, v. 487-90. Vid . et. v. 815 y 1450-53. Y nótese que los v. 1488-9 reproducidos al principio de este§ IV.1, no están P.uestos e!1 boc~ de castellanos, sino de uno de los h1¡os de Arias Gonzalo. Sobre la actitud de este, vid. Crapotta (1984, 173-4). 93 Los monarcas castellano-leoneses antepusieron siempre, desde Alfonso X, el 92 título real castellano, pese a que por antigüedad corresponáía la preferencia al.leonés. Y recuérdese que antes de la extens\ó_n cancilleresca de_!os títul~s de _Rex Hfspartiae o Hispartiarum Rex, los Reyes Catohcos dieron tamb1en la pnmac1a al titulo castellano. Esta visión castellanocéntrica de España, presente a menudo en Castro (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 30), era común en la época, como muestran en clave irónica los versos del heterónimo de Lope, Tomé de Burguillos: Créeme Juana, y llámate Juanil~a; mira que /a me¡or parte de Esparta , pudiendo Casta, se llamó Castilla. (Lope, Rimas de Tomé de Burguillos, p. 43; subrayo) Regum officium est proprium facere judicium atque justitiam: et liberare. de_ man~ ca_l~mniant~um vi oppressos: et peregrinis populisque, et v1du1s, qui fac1l1us opprimuntur a potentibus prebere auxilium94. 94 C. Regum 23~ q. 5 (D~cr. pte. II, Ca. XXHI, ~- _V, c. XXIII). La glosa vulgata in uerbo OpreSS(!S espeofica_: Hzc vzdetur, q~d 11 1ud1CJu{m] seculare specl11t defendere opressos, & v1dU11s, & pupzllos (C.I.Can., col. 1345, nº 70, not. d). POLrrtCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS 102 Es evidente que don Sancho no sólo no es el que ayuda a los oprimidos, sino que es él quien los subyuga, con el agrava~te de que s~n sus propios hermanos y dos de ellos son mujeres, y ~uerfanas, por ,º ue su crimen se presenta, a los ojos de la norma ~1g~~te, con:~ mas ~xccrablc, y cae por completo dentro de la descnpc1on trad1c1onal del tirano: tyranus e.st qui violenta dominatione populum premit, qui nihil actum putat: nisi papulum devoret. (Lucas de Penna, ap. Martínez del Villar, Apología, fil 213v) -. a~. - don Sancho toda consideración relativa a ,la estaPosponL, , bilidad del reino, a la justicia de sus actos o al in_ter~s comun para centrarse l'n su obsesivo propósito. Todo el terntono ha de esta~ bajo su directo dominio y no piensa detenerse ante nada para conse guirlo: Si a mis hermanos persigo, bastante ha ~ido la causa: mis enemigos ~on todos, beveré su sangre ingrata, v no han de tener má s tierra que quando _enci~a les cayga, solamente siete pies . A mi hermana doña Urraca he de quitalle a <;a mora .. · 103 con la ruina de sus súbditos engrandece su casa; el uno venga las injurias de Dios y de la República, y perdona las suyas, el otro venga cruelmente las suyas y perdona las ajenas95 . Todos estos rasgos se aprecian claramente en el personaje del monarca castellano, que no duda, por tanto, en suscitar una guerra injusta96 contra sus hermanos, pues tal es la que le enfrenta con ellos, como desde el principio, y refiriéndose a la batalla de Golpejares, deja claro un personaje tan poco sospechoso como el propio Cid: Rodrigo Tarde llegamos, don Diego don Diego Ordóñez de Lara. Tan cruel como dudosa comen~óse la batalla ( ... ) todo es valor español y todo sangre cristiana; todo es sangre, todo es fuego; aquí mueren y allí matan; el peso oprime a la tierra y al cielo ofende La causa. (MCii, v. 7-10 y 17-22; subrayo) Y si la misión del buen príncipe era mantener la paz en su territorio y sólo acometer el iustum bellum 97 , el tirano se señalaba por (MCii, v . 155-ó3) Como se puede apreciar, ni el fratricidio asusta al tirano, ~on t_al de . . tal y como pedían las caractenzac1ones satisfacer sus ansias, coetáneas: ;~;f'.~u;~~~:u: .~r;f/.~:f\;:::s!i. ~~~:;:1~::i~;.:~ 0 . , , d . d f . , y el sexo de doña Urraca y doña En este contexto, l_a s1tuaaon e m_ e ci~~~lo rrniten asimilar sus figuras El vira, así como la presenaa de un ªY.0 ,1Ad~~s or el t~ canónico. Nótese, a este con las de las viudas Y pupilos senMt d Jara o• Urraca por huérfana de madre, 1 propósito, que Cas~o ~ .preocupa en ~a impcrtancia de Arias Gonzalo como contra la verdad h1stonca, para enc¡rMeGil) . consejero suyo (Weiger, 1980, 11, post . . 95 Rivadeneira, Tratado del Príncipe Cristiano , lib. 11, c. IX, p . 130-4. Sobre esta contraposición del bien público y los intereses particulares se basan las definiciones del tirano de Sto. Tomas de Aquino, de Regimine Prind]!um (in Ebenstein, 1965, 272-3) y de Marsilio de l'adua, Defensor Pacis (ibíd . p . 327). Vid. et. Mariana, de Rege, lib. I, c. V, p. 62 y Bodino, République, lib. 11, c. IV, P· 100. 96 Segú n el !'. Vitoria, en su Relectio de iure belli, · el fin de la guerra es la eaz y la segu ridad d e la República" (ap. Ruiz de la Cuesta, 1984, 184), opinión recogida también por Martfnez del Villar, Appendix, p . 109, n. b. y p . 222, y fundamentaaa en los d octores de la Iglesia (vid. del mismo, Apologfa, f" 213v). Frente a esto, la lucha emprendida por don Sancho tenía como único fin arrebatar a sus hermanos su parte de la herencia paterna, en virtud de su ambición pclítica. Además su lucha era fratricida y, por ir contra los designios paternos, impía (ut supra nota 25), por lo que al buscar el propio beneficio a costa del a1eno, su comportamiento quedaba claramente adscrito al del tira no (cfr. Rivadeneira, del Príncipe, lib. JI, c. IX, p. 104). Por último, hay que recordar que el inicio de un iniustum bellum prefiguraba su desastrado final, según las idea~ coetáneas: Porque de la injusta guerra lamas se vee otro sucesso. (1 lernando de Soto, Emblemas, fil 47v) 97 El Príncipe cristiano y el buen rey debían procurar, ante todo, la paz venturosa de su reino, yendo a la guerra sólo en casos extremos y siempre bajo los supuestos del iustum bellum; esta concepción se halla ya en San Agustín (vid. Ebenstein, 1965, 214-24) y en la Edad Media se consideró uno de los deberes de la Corona: Est enim corona regis {acere justitiam et judicium, et tenere pacem (Bracton, de Legibus, 1, xxiv, ALBERTO MONTANER FRUTOS 104 suscitar, como aquí, guerras civiles y discordias internas para aprovecharse de la situación, pensando siempre en deuorare populum, como decía Lucas de Penna, según el pasaje ya citado. El resultado de esa actitud era, además, el uso de un rigor desordenado y de un apetito inclemente dominado por la ira, cuya plasmación en el don Sancho de MCii no deja lugar a dudas sobre su carácter tiránico. Al hilo del discurso narrativo de la propia obra, se destaca primeramente su sed de venganza: Rodrigo D. Sancho Rodrigo POLITfCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA D. Sancho Si al enemigo que huye le hazen puente de plata, ¿por qué a un hermano persigues? (. .. ) Tu Magestad se reporte, porque no es malicia tanta digna de un cristiano pecho. ¡El corac;ón se me abrasa' ¡No me enojes, don Rodrigo! que como rémora paras mi furia! ... Señor, perdona; no has de pasar de esta raya-. ¿Tu misma sangre persigues? ¿Tu misma sangre derramas? (MCií, v. 73-5 y 77-86) El monarca castellano, como el tirano de Bodino, "sólo tiene en cuenta su propio interés, venganza o placer" (République, lib. II, c. IV, p . 100), y no se adecúa al precepto que pide la continencia del monarca, que aquí se deja arrebatar por sus pasiones (ira, codicia, intemperancia), en lugar de controlarlas: Príncipes multu[m] laudantur, & gloria[m], & honore[m] consequuntur, ex castitate et continentia ( ... ) Et non solum príncipes laudantur huíusmodi co{n]tíne[n]tía carnali, sed et[ iam] ex co[n]tinentia gulae, auaritíae, & ambitionis, & superbiae98. ap. García-Pelayo, 1968, 35), y Dante también expresó en de Monarchia conceptos semejantes (vid. Ebenstein, 1965, 301 ss.). En el s. XVI, Cassanaeus consideraba este principio como apotegma político evidente: Honor regis, & principis in pace subditoru(m] co[n]sistit (Catalogus, pt. V, con s. 16, fº 109v a), y, ya en el XVII, escribía Martínez del Villar, acerca del príncipe: munus eius est, subditos in pace tueri, et justiti[a]e dignitatem (Appendix, p. 135, not. C). 98 Cassanaeus (1.e., Barthélemy Chasseneux) en su Catalogus Cloriae Mundi, pte. V, cons. 11, f" 107vb-108ra. En términos semejantes disponían ya las Partidas que 105 ¡Ea, valientes godos no vencidos Y vencedores siempre, nuevos Martesr Pues que nos sobra gente, repartidos a <;amora asaltad por varias partes· que tanto se defienda, de corridos, ' a puñadas batid sus baluartes a puntapiés sus torres haz~ piec;as sus murallas romped con las cabec;~s. (MCii, v. 455-62; sigo la puntuación de Said 1975 , h , 160, frente a la de Weiger 1980 61 sentido) ' , , que no ace para cristalizar en una exaltación de su venganza implacab]e: D. Sancho th-º~vil~ano! Ya estoy de enojo ciego. ,m, valor,_ q~e en mi vengan~a apoya, C1r_10n ca.rtagines, Aquiles griego, ~era sobre Cartago y sobre Troya. ,Guerra, guerra! ¡<;amora a sangre y fuego! CMCii, v. 495-9) expresión propia de su condición, pues El rey hace profesión de guardar la . d d . . . tiene cuenta con Dios ni con fe ni ~e ~ , ~a _¡ust1c1a, la fe; el tirano no vida de su p ueblo, cabeza del cuer n 1ust1c1a._(. ._. ) el uno es alma y cada una de sus súbditos; el otro etc:~he)i3 repudbhca y como padre de 1 0 ver ugo Y atonnentador. . (Rivadeneira, del Príncipe, líb. II, c. IX, p . 103 y 105) Como se ha visto hasta aquí só]o con I d . aparición fantasmagórica de don' Fernando :s h~~osspre~1os a Ja presen_tado, como injusto, vengativo, intem~ra~te•J; d:;ia~:;oha pero aun mas, pues todos estos rasgos se fundamentan sob . . .. esencial rayano en lo sacrílego, y cuyo recuerdo es omnip~=~~;:e;l "el Rey, non deue cobdiciar ene] cora h . 9v~). _Sobre la necesidad de tem lan;;:an enonrra sobe¡ma es~ pro" (II, tít. III, L. 3, fO Pnncrpe, lib. 11, c. XXI p 134-5 ypMarian del _gobemlibante, vid.. et. Rivadeneira del ' · a, e Kege, . 1, c. V, p. 57. ' POLIT/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONT Al\'ER FRITTOS 106 me encargó la tutela de la infanta. Leyes suyas defiendo, que atropellas con tanta fuer<;a y con injuria tanta; ¡y los Reyes que son Cristianos Reyes, no rompen fueros, ni derogan leyes! texto: don Sancho, con mano impía, según la expresión de doña Urraca (ut supra) ha transgredido las _últimas voluntades de su padre, como le hace ver el prudente Rodrigo: Y apenas murió el buen Rey, -quando la mano levanta~ (sin mirar que dúsde el cielo con la suya te amena<;a), y a tu hermano don Gar<;ia desheredas v maltratas( ... ) Ilast,1, Rl'Y ,inn Sancho, ba_sta que a tus hermanos les quites los Rl'YO\)S y la cspcran<;a dú cot>ra\los; de sus cuellos d rígidt) ,lZl'rtl ap,uta. Acuérd,lte ck que rompes a tu p,1dn.' la p.ilat>_ra, v temed Sl'r desdichado ~i su m.1\dicit)n tl' akan<;a (MCii, 127-32 y 13B-46) Al actuar de esta manera, don Sancho se mostraba, segú~ exigian las dcfinicicmcs preinsertas, co~o infra~tor de las l~yes divinas naturales, a las que prefería sus 1mpuls_1~as apet~;1cias Y su, visiónypersonal e intransigente del poder J:>Ohtl~o: hac1endose as1 acreedor, como le señalaba Rodrigo, del castigo d1vmo: y quie re Dios que los hijos tengan tanta obed!encia Y \esp_eto !ai~~s::; dres en todo que no es marav illa que castigue cua quier haya en esto ,' y cualquiera desacato y desabrimiento que se les hace. (Rivadcncira, de la Trib11lación , c. XlX, p . 82) y al pasar por encima de este precepto básico, don Sancho atr~· t· ·a que como se ha v1spellaba todos los conceptos de derech o y ¡us lCl ' . to, constituían la base del officium regium, P.ªª inte~tar imponer s_u voluntad incontestable sobre sus súbditos,_ s1~ considerar que:~bia conculcado los fundamentos mismos de la dignidad que detenta a. Arias También lo fue tu padre [se. rey] , en quien de es[trellas contemplo circuida el alma santa y heredero también de sus querellas 107 D. Sancho Arias ¡Eres traydor! ¡No soy! Yel mismo cielo defiende mi justicia averiguada. (MCii, v. 471-80) Puede apreciarse así cómo del precepto general de la aceptación de las leyes divinas, entre las que se contaba, como se ha visto, la obediencia a los padres, se ha pasado a la cuestión de las leyes humanas, entendiendo como tal el contenido concreto de la voluntad testamentaria de don Fernando, traslación que sirve para mostrar dos posturas diferentes respecto de ese tipo de ley en relación con el soberano que las establece, lo que permite perfilar mejor la norma ideológica que ha mod elado MCii, y, por lo tanto, el tipo de tirano que representa don Sancho. En efecto, éste tilda de traidor, gravísima acusación en la época (ut infra), a Arias Gonzalo, porque el ayo de doña Urraca se niega a acatar sus designios, que él considera aceptables pese a quebrantar las leyes del reino. Se adscribe así a la corriente del absolutismo radical que propugnaba que "el príncipe está exento de la autoridad de las leyes"99 , del tal modo que su voluntad es incontrastable y disputare cum príncipe non licet de potentia 100 , llegando a la fórmula de que venie{n)s col n)tra p{re)ceptu[m] principis, peccat mortaliter101. Evidentemente, esta falta de sujeción a la propia ley podía 99 Bodino, République (lib. 1, c. Vlll, p . 53). Estos mismos conceptos sostenía Cassanaeus, también ga lica nista, escribiendo sue Prínceps quod vult fi.eri habetur pro facto (Catalogus, pte. V, cons. 24, § xiv, f" 112 b) y Prínceps potest tollere leges posítiuas, q/ui/a no/ni subjicitur illis, sed illae sibi (íbíd. § cxxxv, fO 116va). 100 La máxima deriva de la L. disputare , C. de crimine sacrilegii y de la L. quod prínci;,i placuit, ff. de Constitutionibus y esta expresión es la cristallzada en la glosa del celebre jurista Baldo de Perusia (o de Ubaldis), en sus Commentaria, v. 1, f" 28v, n. 4 in Pand., lib. 1, tit. de Const., L. 1. El mismo autor defendió esta opinión en el lib. 1, cons. 259 de sus Consiliorum libri quinque, Francoforti, 1589. Siguieron también este principio Bártolo de Sassoferrato en su Tractatus de insigniis et annis, § 3 y Decio en sus Consília iuris, cons. 588 (cfr. Cassanaeus, Catalogus, f" 12rb y Martínez del Villar, Apología, fº 125r). 101 Cassanaeu s, Catalogus, pte. V, cons. 24, § clxii, f" 117vb. En otro pasaje expresa que disputare de rotestate principis incurrit[ur) crime[n] sacrílegii (íb(d. § lix, 108 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA interpretarse como la justificación completa de la arbitrariedad del príncipe, y sus resonancias estaban demasiado cercanas al maquiavelismo para que la teoría política española, impregnada de deseos de reformación cristiana, la aceptase 102 . Antes bien, ese desprecio por las leyes era considerado, como aquí se puede apreciar, un rasgo de tiranía, a cuya práctica se asimilaba tanto al príncipe político de Maquiavelo como al galicanista de Bodino, de modo que la actuación de don Sancho quedaba referida a estos arquetipos del "mal rey". Frente a éste, el príncipe cristiano al que alude Arias había de seguir las leyes, so pena de enfrentarse a la misma Divinidad: un tirano es el gue oprime al pueblo con un dominio basado en la fuerza, mientras que un príncipe es el que gobierna de acuerdo con las leyes. La ley es un regalo de Dios, un modelo de equidad, norma de justicia ( ... ) Pero la ley es atacada por la violencia o el engaño; se la destruye con una crueldad parecida a la del león, o se la va minando con insidias viperinas. En cualquier caso, es claro que al obrar así se ataca a la gracia divina y, en cierto modo, se convoca al combate a Dios mismo. (Juan de Salisbury, Policraticus, lib. VIII, c. 17, p. 715) Este pasaje del antiguo tratado del secretario de Sto. Tomás Becket, obra que tanto influyó, directa o indirectamente, en el penf<l 113rb). En este terreno, Castro se sitúa del lado de quienes consideraban que el monarca sí estaba sujeto a las leyes del reino, y que además era lícito discutir con él sobre sus decisiones, "porque en esto se hace grande servicio a los Principes justos, como lo decía bien Erasmo Cavendum est enim ab illis , qui sic execati libere janctant, Principum voluntatem legem esse. Erroneum etiam est asserere, esse sacrilegium de potestate principis disputare: imo sacrilegium es t, id asserere, praeterquam si Ymperium Turcrcum sil (Martínez del Villar, l\pologfa, fO 125v). 102 Para una mentalidad coetánea, esa falta de respeto a las leyes, juradas por el monarca, equivalía a la posibilidad de romper en cualquier momento la promesa dada, lo que implicaba una conducta similar a la propuesta por Maquiavelo: non di manco si vede per esperienzia ne'nostri tempi, quelli príncipe avere [atto gran casa che della fede hanna tenuta poco canto, e che hanno saputa con l'astuzia ª8girare e'cervelli delli uomini: et alla fine hanno superato quelli che si sano fondati in sulla lealta ( .. .) Non puó per tanto uno signare prudente, ni! debbe, osservare la fede , quando tale osservanzia 11 torni contra, e che sano spente le cagioni che la feciono prometiere (11 Príncipe, c. XVII, p. 84-5). Y este compcrtamiento había sido explícitamente condenado por Rivadeneira: 'Y porque Maqu1avelo e nseña c¡ue debe el prindpe algunas veces quebrantar su palabra y su fe, y los políticos deste tiempo así lo hacen, como dijimos, conviene mucho que el pri.ncipe esté muy advertido, y que mire bien primero lo que dice, promete y jura; pe~o despues q1:!e sea m':ly ~ons(ante y firme en cumplir lo que según Dios hubiese prometido y ¡urado (del Prmc1pe, hb. 11, c. XV, p. 130). 109 2l~t samiento político posterior e . 1 ranía (cfr. Ebenstein, 1965,' ;:nte en esta cuestión de la tiexplicitación del pensamiento pol't~ ~se, 1967), ofrece una clara Arias Gonzalo ·t I ico pasmado en las palabras de violación de 1:s~;;~:/~e:1r;:n:er ;n toda ~u e~tensión cómo la postura del mismo Dios visión I on dancho l.~phca una toma de tos de la obra y que es 'una clafa asma. a tarr:i?•en en otros momentuación de Bellido en el s1·g . t prefigurac1on de la posterior ac' men e caso: Arias ~Por qué pierdes el ánimo, Señora? ves q~e. está <::amora bien cercada? ¿ e tu 1ushc1a en la divina mano no ves lucir la no torcida espada? ~o (MCii, v. 248-51, puntúo con Weiger, 1980, 54) Es precisamente sobre la at ti ., como se va a construir la esce~a e; zac1on ?e estos l:':esupuestos e .marcara la mflex1on de la trayectoria pujante de don San h del momento previo a la visió~ do d ac1~ su fatal desenlace. Se trata directo del monarca castellan e don e;ando, en el que el diálogo e~ana, claro vehículo de la máxima tensión dramática ~ ~ tina mente se han ido introdu:iee~~ o os os conce~tos que paulaopuestos tirano/sojuzgado en o para caractenzar al par de lación directa al mundo de' ultr~~:::~ndo que conduce a la interpe- h .e:~ texto rasgos del tirano ¡Ah: nobles de Castilla! ¡ln¡·usto herma sediento de m1· s rD no ............ .. . injusticia angre. e mi pecho la saca. agora, que se opone en vano ....................... . venganza ª tu rigor, del mío satisfecho Liega, Y para que el cielo te d~·;~·;,~;..::.'.'.'.'.'.'.·.·::.·.'.'.'.·.·.·:. inclemencia acreedor del {castigo divino ~ve mi s~ngre, que también es tuya . ............ .. fratrici dio ¡Teme a m1 padre, en quien venganza espero ...:::::::: no obedece a su {padre de tu injusticia! ····-···············-································ transgresor de la [ley D. Sancho . . ¡Oh, vil ¿Quién te respeta? ................ .. soberbia 1S1;1b1d, soldados! ¡Venga un ballesterol .... .. .. ¡Pasele el cora,;ón una saeta• · crueldad U rraca ¡Padre, vuelve por mí en tran~e· tan fiero! . Urraca 110 ALBERTO MONT ANER FRUTOS D. Sancho ¿ Que esso te anima y esso me inquieta? ¿Tu padre llamas? ¡Para hacerme guerra baxe del cielo, o salga de la tierra! ............. .... ........ soberbía impía (MCii, v. 505-18, puntúo con Weiger, 1980, 62-3) Todo el apasionamiento de don Sancho se vierte en este diálogo, donde su extremado comportamiento le lleva a cometer el peor pecado en que un soberano podía incurrir, la soberbia, que se veía tradicionalmente como la fuente de los otros pecados capitales: E maguer tenga en sí muchas bestiales costumbres, la sobervia es aquella entendida por el león que da el enojo mayor, por ser cabec;a de los vic;ios e primero en orden de las culpas mortales. Este faze vanos e vazios de bien a los estados que le siguen. Contra el qua! cada uno de los dichos estados se devria levantar e oponer a defendimiento del bien comun a quien mucho nuze. (Enrique de Villena, Los doze trabajos, c. II, p. 26) Y es precisamente este pecado el que ocupa la posición principal entre los vicios atribuidos al tirano en la alegoría del mal gobierno pintada por Ambrosio Lorenzetti en el Palazzo Pubblico de Siena entre 1338 y 1339: El lugar central lo ocupa la soberbia, una Soberbia que se desvía de las representaciones iconográficas usuales al tener como atributos el gladio de la crueldad en su mano derecha y el yugo de la servidumbre en la izquierda. Tales atributos son significativos de una politización del pecado destinada a configurar la idea de la soberbia política como origen de la tiranía. (García-Pelayo, 1968, 331) Es, evidentemente, esta configuración.del pecado referido la que informa las palabras de don Sancho, quien, confiado en su propia supremacía, se atreve a desdeñar, no ya a su hermana, sino a su padre y a sus obligaciones para con él, especialmente la reverencia debida a un difunto que (además) se halla presumiblemente en la gloria (cfr. MCii, v. 471-2), lo que equivale casi a enfrentarse con Dios, aunque, claro está, semejante sacrilegio no podía admitirse en los escenarios de la Contrarreforma. Sin embargo, las connotaciones de la exclamación final del monarca hubieron de estar netamente asociadas a ese extremo de soberbia impía, pues, como ya se ha visto, POL!T!CA , HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA I 11 su transgresión de las leyes lo o onían o· frontal, cuyo alcance queda , ~ a tos de un modo bastante consideraciones de Juan de ;:¡¡;ªi;~tente a la luz de las siguientes El príncipe es como una ima en d l o· . . no lo es de la fuerza adversarfa l e a ivm1.~ad, mientras que el tiraimita a aquél gue guiso llevar ~ depravacwn. d_e Lucifer, puesto gue Altísimo en todo menos en su bo~d:~~o al Agu1lon y ser semejante al r (Policraticus, lib. VIII, c. 17, p. 715 ) concepción aún vigente en el sigl XVII . 0 ' como refle¡a el siguiente texto de 1604: Est. enim (ut ait Joannes de terra Rubea . arti.) Prínceps verus ima o D ·. t contra rebelles zn 2 tracta. 3 dinis: et Luciferarie pravftatis e:, yranu~ vero est. adversari[a]e fortituradice> mala <pesti'era> pull zlmatgo .borzgo tyr~nz est iniquitas: et <de t . J' · u a ar or securz qualib t · 'd d pu tyranz est imago diaboli et t t b. e zncz en a: cati legionum impugnantis cdr co u ,t.ªr v~r zs Pl~tar<chi> animi prefecncz zz zmpz¡, quasz senatus iniquitatis Í03. ' Ante los datos aducidos la escena an I' claramente como la culm1·n' . , d a izada ha de considerarse acion e esa progresiva · ·, d e don Sancho como t' caractenzac1on tierras de sus hermano;an~~ gue comi;nza con la apropiación de las este acto de sob b' y anza agm su mayor atrevimiento104 con er 1a extrema La · ·, d ' dor del venablo présago qued~ astP:-:~~IOn e ?ºn. ~ernando portacomo consecuencia de la cul . . d mente ¡ustif1cada, y se sitúa de la tiranía y el apasionami:~~~c:endoe ese proceso de enfatización puesta de la Divinidad a sus . n Sancho, y a modo de resclaro en sus reproches y en s provocaciones. El monarca difunto es us amenazas: :r Sa!e de la tierra el Rey Don Fernando con g rzento.- Visión. un venablo en la mano san103 Martínez del Villar A ola ía f" lo demoniaco, compárese cóm~ lci I g ,, 213v. Sobre esta relación del tirano con ''En . el centro está la repelente fiJ;r!s1;1;~ ~orenzet.ti en_ su alegoría del mal gobierno: msp1r,ada en las representaciones hab1~ales del demonio, como expresión d t1rama; bajo el manto viste una armad e ca'.acter satamco del status político de la d_erecha y sostiene una copa de venenoura, apneta. tensamente un puñal en la mano s1mbolo de la bestialidad temperament=~· ~~1zq1;11e;dr a sus pies, un macho cabrío _104 Nótese que todos los ras 05 • arcia- .e ayo, 1968, 332). ' previos a este diálogo. g antenonnente llld1cados pertenecen a episodios tªn?, ALBERTOMONTANER FRUTOS 112 Rey Fer. Detén, Sancho, la mano, que violenta es injusta. (. .. ) Quien no obedece al padre ofende al cielo, y nunca tierra firma le sustenta. Tu muerte, Rey don Sancho, te revelo, cuyo i[ n]strumento el cielo soberano puso a tus ojos y d ejó en mi mano ... (MCii, v. 519-20 y 522-6) La modificación que estas palabras suponían en la correlación plano alto=sitiados/plano bajo=sitiadores ya ha sido comentada, y a ello tan sólo hay que añadir que el modelado de la norma ideológica también ha contribuido a esa conformación de la escena, por cuanto así se plasmaba la acentuación de la oposición tirano/ súbditos y la postura de la Divinidad respecto de tal enfrentamiento. Una vez objetivado esto en escena, es evidente que había de producirse una inflexión en el desarrollo narrativo, pues don Sancho ya era inexcusablemente consciente de lo que sus acciones implicaban, y el desenlace de esta tensa situación aquí llevada a su máximo sólo podía darse por dos caminos: o don Sancho reformaba su actitud y, reconociendo sus culpas, abandonaba su comportamiento tiránico y se salvaba, o persistía en sus designios y, de acuerdo con el vaticinio de su padre, moría atravesado por un venablo. La historia, es decir, el argumento preestablecido, ya había mostrado el final del monarca castellano, pero ahora Castro debía hacerlo posible en consonancia con los planteamientos estéticos e ideológicos adoptados para el conjunto de La obra. Cuando Ja turbación producida por el evento se pasa, y, siguiendo los consejos de don Diego Ordóñez, el rey castellano decide no dar crédito a la visión que ha tenido (MCii, v. 663 ss.), se evidencia que la soberbia de don Sancho no ha menguado, sino que se manifiesta en idénticos términos, de modo que, sin saberlo, él mismo se está condenando: D . Sancho ( .. . ) Todo mi valor lo abrasa a todo mi fuer<;a obligo; y si la estrella que sigo con venablos me amena<;a, para poderme igualar en las armas al contrario, en la mano de ordinario POLrTICA, HISTORIA y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA 113 un venablo he de llevar. Iguales armas tenemos la Fortuna y yo. (MCii, v. 715-24) Al rechazar el aviso divino no 11 propia coherencia del argumentfcond:cvar ~ cabo su enmienda, la don Sancho, que al no darse cu e a, a muerte desastrada de tud hará posible evitar e enft~ del qu~ ~lo el abandonar su actise ma trag1co se p · · , , . rap1damente en él, mediante los mis d' ' rec1p1ta mas de evadirlo mos me ios con que se cree capaz cionado ni~ Y_~s~ a~niue el propio discurso narrativo no ha proporrey consigo f;pref;r: ~e:~~tº' e~e venablo que pretende llevar el tema se suponen a un a~ditorioºc:~~van los conocimientos que del sa r la muerte de don Sancho (cfr ara , c~m~ ~I arma que ha de causus rasgos neo-senequistas, Crap;ita, 1:~1fs'~~~c~~º6ten~~t;/scena y En esta tesitura, se ha de tener ta b . , nuación de su tiranía or m ien presente que la contipara la mentalidad de~a ¡arte del monarca castellano, conllevaba, fº , poca, una premonición de s segun una concepción que ya h b' u pronto m, ger en su corte al fugitivo don A~o~:;xpuesto el rey de Toledo al acoAlimaym . R. Alons. Alimaym. Es la Fortuna muger en las mudan<;as y el nombre. Soy desdichado, y mi hermano para que el mundo se asombr~ ~s hombre que, con ser hombr~, tiene su rueda en la mano. Ayúdale en popa el viento· mas no siempre ha de du.z'.ar que no dura lo violento. ' (MCii, v. 2&3-91) idea que era común en la época: . . el que por fuer<;a y sin otro términ cios, será temido pero no amado o c¡u1~1ere. governar, y tratar negosu GoviemolOS_ ' y sien o v10Jento, no será perpetuo f 105 Ju~n de Borja, Empresas morales t [ . . " otros tratadistas: Sic etia[m] co[m] b , 8· , P· 22. Esta misma op1ruon sostenían pro a <eatus> Tho<mas> Li<bro> 1 de regi- ALBERTO MONTANER FRUTOS 114 Es en esta coyuntura, en el momento en que don Sancho acaba de tomar la decisión que le conducirá inevitablemente a ese fin pronosticado, cuando Bellido abandona Zamora y se presenta ante el rey para ofrecerle la conquista de la ciudad, haciendo así aparición el vehículo de la justicia divina que dará fin a un proceso ya irreversible. Sin embargo, el desarrollo de este proceso no va a forzar el carácter del monarca, antes bien, el tirano y el traidor van a actuar de acuerdo con las personalidades de que ya se les había dotado, de modo que la coherencia de d icho desarrollo queda bien afianzada. En efecto, don Sancho se va a comportar desde la llegada de Bellido con las mismas peculiaridades ya señaladas, de tal manera que sus actos respondan positivamente a los atribuidos al tirano, o bien supongan la omisión patente de los que el buen rey hubiese realizado en semejantes circunstancias. Comienza así por no desconfiar de Bellido, de quien don Diego Ordóñez, al poco de presentarse el fugitivo ante el rey, ya señala en un aparte que "este es traydor" (MCii, v. 781); antes bien, tras escuchar su propuesta de entregarle Zamora, piensa declararlo su valido: D. Sancho Bellido de Olfos, si esso tu espada y crédito abona, serás segunda persona en mis Reynos ... (MCii, v . 800-3) y al admitir a Bellido en su privanza, siendo un reconocido traidor (carácter que en toda la obra se da al De Olfos como rasgo absoluto de su personalidad, dando a entender así que tiende naturalmente a la alevosía), el monarca está actuando claramente como un tirano: Aquél [se. el rey] busca personas decentes para los cargos; éste [se. el tirano] los cubre con ladrones y malvados para servirse de ellos. (Bodino, République, lib. II, c. IV, p . 101; ut supra n . 38) mi<ne> princip<um> c. 10. q[uod] solo timare tyranni regimen subste[n]tat[ur], rmde & timeri se a subditis totaliter inte[n]tione f[ro]c ura[n]t . & cu[m] timar sil debile fundame[n]tu[m] tyra[n)ni, dominiu[m] no[n pot[est] esse diuturnu[m], ibiq[ue] re[ert Aristo<teles> in politica , q[ui] multis tyra[n]nis enumeratis, eoru[m] dominiu[m] demo[n]s trat breui tempore Juisse fi nitum (Gregorio López, glossa in Partidas, 11, tít. II, L. 10, not. K, f" 6vb); Ex quo dubita[n]du[m] est, q[uoa] non perea[n]t, & dies suos finiant, prout alij príncipes , & reges q[ui] male vixeru[n]t, ac suos subditos male rexeru[n]t (Cassanaeus, Catalogus, p t. V, cons. 1, fº 104rb). POLTI'!CA, HlSTOR!A y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 115 b~:/~id~~: una vez más, atenta contra el estado y se enfrenta a la ., , . el buen Concejo da perfecto ser re engrandece al pueblo, y los do[ dt~t:~1on, a ~u Prmc1pe, sustenta y buenos y leales ministros de Dio, p g I Pn nc1pe y su Concejo, son nuesta y abate por tierra a su Prl~ci or ~ contrario, el mal Concejo desaber <el> Príncipe y su Conc . pe ... ) el pueblo se destruye, es a vasallos y esclavos del diabl 10:10, <se> rebelan contra Dios y se hacen o . Incluso aunque Bellido no fuese (MsoCsJ:~choso por otras razones, la adulación de que hace obJ'eto al ll , v. 749-80 y 785 ) tan patente que suscita el referey 'd . ss. , que es , n o comentario de d D ' h ana aparecer, ante un auditorio coet' on iego, lo consejero, pues el uso de la li . aneo, com~ un presunto mal búsqueda del propio provecho ~on1Jª connotaba inmediatamente la , . , me uso como en este d el prmc1pe ObJ'eto de tal ad 1 . , R , , caso, en contra . . . u ac1on. ecuerdese a este , . , propos1to un s1gruf1cativo pasaJ·e del tan d1'f d'd A un I o madzs : ¡O reyes y grandes señores que el mundo , , tros anexo y conuenible este I gouernays, quanto es a vosopongáys en vuestros secretos h~:~~:td~ rara que d~I V?S acordando do de vosotros los semejantes ue estos uena conc1enc1a (. .. ) alexandan pensando y traba¡·ando q ( ... ) que por vuestras cortes an. como con muchas r · encubiertas engañosas de vos alexar d 1 . . I~on¡as, con muchas Señor cuyos ministros soys solam t e seru1cw de aquel vuestro honrrasW7_ ' en e porque ellos Y sus fijos alcanqen Siendo, pues, el apasionamiento ci d d ego e on Sancho, propio de su tiranía (ut infra) el que le . .d su reino, sino cont~a su mis~;p1 e ver en Bellido no un mal contra que su actitud no ha . d persona, se aprecia claramente tanto vana o, como que cada vez se h , . de las penas de la ·usticia d . . ace mas digno na! la que en cons~nancia co1vmla, y es su propia invidencia pasio. ' n as pautas ya marcadas l I nor progreso de la acción I b If para e u te, e a oca a m desastrado que por tan . 106 Fadrique Furió El Con · Vega, 1966, 51-2). Sobre 1; necesid:: Je co~~e{:¡ros ,del_Príncipe (Anveres, 1569), c. I (in y prudentes, vid. Rivadeneira, del Princ(pe l'b P[¡1nCI1xxªrpele al consejo de los sabios 107 Amadfs de Gaula lib II e LXI ' 1 · , c. U-XXV, p. 135 ss. Soto, Emblemas , f" 110v-1 Ú v; ·M;rtínez 71°br1e los aduladores, vid. et. R ar, po ogfa, fº 188r; Mariana, de ege, hb. I, c. V, p. 61. Jef'Ju~3a. ALBERTO MONTANER FRUTOS 116 errada vía pretendía esquivar, porque, como señalaba un apotegma coetáneo, POLTTICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA D. Sancho Del todo estoy persuadido que es traydor Arias Gorn:;alo. Rodrigo Arias Gom;alo procede como Cavallero honrado y hay en su pecho lealtad, como valor en sus brac:;os; y cuanto dixo de ti (A Bellido) es cierto y averiguado: que lo sabe el mundo, y yo lo defenderé en el campo, y no a un traydor solamente. non potitur longo Imperio; qui fida ab infidis consiliis nescit discernere , (Martínez del Villar, Appendix, p . 272, in marg.) Pero estas consideraciones no quedan sólo implícitas,yues, al hilo del desarrollo tradicional del argumento preestablecido, don Sancho va a recibir el aviso de Arias Gonzalo, que, desde. el adarve zamorano, le pone en guardia ante las asechanzas de Belhdo: / \rias ¡Ah, Rey! ¡Ah, Señor!(. .. ) De un traydor te guarda ( ... ) ... que de <:;amora ha salido, Ilcllido de Olfos llamado, traydor, hijo de trayd~res (.. . ) Matarte qmere; toma mi consejo llano; no digas que no te aviso, no acuerdes tarde, don Sancho (MCii, 815,817, 819-21 y 827-30) Ahora, el rey está advertido y si antes sus ansias no le hacían ver el peligro, ahora éste le ha sido desvelado por las palabras del ayo de la infanta . Pero, una vez más, la temeridad de don Sanch~ va a preferir el "mal camino", impulsado por las promesas y_l~s ex cusas de Bellido, que la vía propuesta como correcta, contraviruendo de nuevo lo que se esperaba del buen rey: El sexto aviso es, que oiga el Príncipe con at:nción y buena gana cti::r: las informaciones y acusaciones que se le diesen en _favor Y en . de los nombrados [s e. para su Concejo], pero que a nmguno crea, smo que lo remita todo a su examen y prueba. (Furió, El Concejo, c. IV, in Vega, 1966, 71) Frente a estas recomendaciones, don Sancho deci~e de inmediato no dar crédito a Arias, al que de nuevo tilda de traidor (ut supr~), pero esta vez Rodrigo va a aportar su juicio recto y prudente, s~gun el carácter que se le ha atribuido en MCii, para contrarrestar e negativo influjo de Bellido: 117 (MCii, v. 855-65) Sin embargo, el monarca se deja de nuevo convencer por las insidiosas razones de BeJlido, quien acusa al Cid de estar en connivencia con los zamoranos por su parentesco con Arias y su antigua relación sentimental con doña Urraca (MCii, v. 868-85), ante lo cual Rodrigo no puede evitar darle un mentís que, al producirse ante la persona del soberano, constituía un crimen de lesa majestad 1º8 que don Sancho, apremiado por Bellido, se apresura a castigar con el destierro (MCii, v. 885-907). Los versos finales de esta escena expresan claramente el empecinamiento del monarca y contribuyen a esa paulatina configuración del desastre: Rodrigo ( .. . )Y guárdate de traydores; porque a los reyes ingratos suele castigar el cielo. ¡El te guarde muchos años! 108 Rodrigo comete crimen laesae maiestatis por agredir, aunque sea verbalmente, a alguien en presencia del rey. No se trataba de wta "grave transgresión de la etiqueta", como anota Said (1975, 180), sino de un auténtico cielito, porque el mentís era una fórmula de desafío, que aquí no cumple los requisitos legales (cfr. Partidas, VII, tit. 111, L. 4, F 19va-b), por lo cual se convierte en una injuria (dr. Nueva Recopiilación, lib. Vlll, tft. X, L. 2), y, dado que el ámbito en el que se encontraba el rey excluía toda violencia contra terceros, este hecho se convertía en una ofensa al propio monarca: Vbi est principis ibi est securitas (. .. ) Hinc videmus Palatia principum importare tale/mí securita te[m], & offe{n]dentes alique[m] in illis capitaliter punien t(ur]: & is tud obseruat{ur] in omnibus Palatiis ( .. .) et no[n] solu[m] Palatium tali gaudet priuilegium, sed et{iam] co[n)finia Palatii (Cassanaeus, Catalogus, pte. V, cons. 24, 9 cxxv, f" 116ra). Además, pudiendo implícitamente considerarse a Bellido como consejero del rey, Rodrigo ha violado su impunidad y ha ofendido directamente a don Sancho (cfr. MCii, v. 887-91): Assiste[n]tes principi consequunt & dign itate[m), & nobilitate[m], & immunitate[m] (Cassanaeus, ibid. § cxxvi, f" 116ra);Yio1at Principem, qui Mag istratum aut minis trum eius violat (Martínez del Villar, Appendix, p . 186). POLff!CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 119 ALBERTO MONT ANER FRUTOS 118 D. Sancho Rodrigp D. Diego ¡Vete!(. ..) ¡Vete! Voyme, y todos te acompañamos. (MCii, v. 899-903 y 905-6, puntúo con Weiger, 1980, 77). En esta secuencia se observa una acumulación de rasgos caract. rrespondencia con la escena que pre urizadores del tirano, que, en co d · · · del fin para la h d <liaba la visión de don Fernando, sirve e pnncip10 ;;:,~:t~;,,;:;'~~ ,!; ~~~~::,¡: :.~~:;.;.,u:or:,~i;,;~;~º: p~~: pugnaban: r , d D" os ayuda al príncipe cristiaMas sobre todas las cosas despue~. i c~losos de su servicio y del no el consejo de hombres s_ab1os, ie es ~ y dirección el príncipe se bien público (. .. ) porque sm este con~eJ~ '. pondrá en gran peligro de perderse a s1 mismo y a su remo. (Rivadeneira, del Príncipe, lib. 11, c. X.Xlll , P· 135-6) . R d · obceca y lo rechaza . r sus deAdemás, ante el reproche fmal de o ngo, ~e con insistencia, sin atender a sus palabras y solo m~v1do po . t ue Bellido le ha prometido satisfacer, en lo que seos d e conqms a, q se muestra de nuevo como tirano: . formado libremente y censurado cuanAquél [se. el 'e:[1 gu[sta dlet_ser rnJ aborrece al hombre grave, de espíritu do ha errado; este se . e zrano , libre y virtuoso . (Bodino, République, lib. ll, c. IV, p. 100) d ·do segu' n señala el procomo d esagra . , p or u'lti' mo , se muestra · . ec1 ' aunque qmzas ~~::e:tr~: pio R?drigo~;:a t}~::~tfc~rd~e:~:~a;e; 1::1\ido, siguiendo excesiva , es ' . d ba· así aquella tendencia que Rivadene!Ta con ena . , . . l anza que al agradecimiento( ... ) El que es ser mas_1~chnados a a v~~~rse-el príncipe por deudor, que es con que le deben y no coPagar los servicios nace. de e que todos conozcan cosa pesad~, porque qu1_er El en arse se funda en deuda que tiene el nocer que el debe a nadie. v g . f e dél culpado y en querer que Je pague y satis acers . (Rivadeneira, del Pr(ncipe, lib . 11, c. Vlll, P· 127) Como se puede apreciar, la correlación agradecimiento/venganza es, incluso en el plano de los signos lingüísticos empleados, la misma en el tratado del jesuita y en MCii, lo que aún evidencia más la adscripción arquetípica de don Sancho a la figura del tirano, y la norma ideológica que ha conformado el texto de Guillén. El resultado de este cúmulo de elementos es que don Sancho ha actuado de tal modo que todos los fieles se han apartado de su lado (incluso los más incondicionales, como don Diego) y se ha quedado solo con el traidor: D . Sancho Por dar crédito a tus labios, le niego a todos, Bellido; (MCii, v. 908-9) lo que respondía también a la caracterización del tirano: Ciertamente el tirano siempre procura perseguir á todos y humillarlos injustamente, pero con especialidad toda su furia se dirije contra los hombres poderosos y virtuosos¡ y estos siempre le son más sospechosos que los malos, porque la virtud agena en todos tiempos es temible á aquellos. (Mariana, de Rege, lib. I, c. V, p. 63) El aislamiento que voluntariamente ha permitido, si no generado, el monarca castellano, supone no sólo la coyuntura propicia para que Bellido acometa el magnicidio proyectado, sino la constatación de que ha sido su proceder, y no otra causa, el que le ha conducido a tal sítuación. Su destino no era ineluctable: el aviso divino, el consejo de los fieles, su propia reflexión, podían haberle hecho modificar sus acciones y, arrepintiéndose, salvarse. Pero, y eso es lo que ha expresado implícita, pero marcadamente, Castro en su obra, ha sido la falta de enmienda, la obstinación del monarca castellano la que lo ha llevado a esta situación (cfr. Crapotta, 1984, 154 y 164-5). No hay, claro está, angustia; el don Sancho de MCii, salvo con ocasión de la aparición del fantasma de don Fernando, se escapa a la visión del tirano atormentado de Rivadeneira 109; su soberbia, su 109 ''El wio {se. el rey] goza de wia quietud segura y dulce tranquilidad, el otro [se. el tirano] es atormentado del verdugo de la propia conciencia y de un perpetuo temor" (Rivadeneira, del Prineipe, lib. Il, c. IX, p. 105). Vid. et. Bodino, Répub1ique, lib . U, c. IV, p. 101 y Mariana, de Rege, lib. !, c. VII, p. 81. ALBERTOMONTANER FRUTOS 120 autoconfianza no le permiten ni sospechar el peligro. Incluso cuando reconoce que aventura su vida al salir solo con Bellido del real, no da a esta constatación mayor importancia (MCii, v. 946-8), contraviniendo por última vez y de modo fatal lo preceptuado para el buen príncipe, que prius securitati, quam ceteris rebus debet consulerc (Ma rtínez del Villar, Appendix, p. 190). El acto primero se cierra así con estas significativas frases: D. S,m c/w Tú mi privan<;a has de ser Be llidC1 -Tú has de morir a mis manos-. (Ap.) (MCii , v. 949-50; corrijo la numeración con Weiger, 1980, 79) El ckcto suspensivo generado por esta situación climática interrumpida (11t ;;ri¡1m) se resuelve, según lo previsto por el paradigma argumental, y lo prefigurado en las palabras y en los hechos de esta obra, con la muerte ignominiosa de don Sancho a manos de Bellido, quien lo asesina por la espalda con su propio venablo y huye110 , situación en la que no podía menos que verse un trasunto de la frase evangélica: Jesús entonce~ le dijo: Vuelve tu espada a su vaina, pues quien toma la espada, a espada morirá. (Mt. 26, S2) El tirano ha sucumbido, al fin, víctima de su propia conducta, muerto con su misma lanza 111 , y entonces, aunque ya es tarde para 11 0 MCii, v. 1068-99. Este rasgo procedente de la tradición y presente ya en el •Cantar de Sancho JI prosificado en PCG, responde a un motivo foldórico; cfr. los siguientes de la clasificación de Thompson (1966), K. B1B.1, Man killed with sword, which he himself is tricked into passing to captured enemy, y K 818.2, Ciantess killed with the s pear she herself has given hero. 111 Es interesan te tener en cuenta, respecto de la muerte de don Sancho con su propio venablo, la explicación de Juan de Borja a su emblema Bis pereo, que representa a un águila herida de una saeta emplumada con sus propias plumas: "Ninguna cosa se siente mas, que verse uno herir, y maltratar de sus propias armas;( ... ) que doblado se sienten las heridas con las propias armas. Porque el que la recibe, no solo tiene razon de quexarse de su enemigo; sino también de sí mismo, que dió las armas, con que le hiriessen " (Borja, Empresas morales , ple. 1, p. 18). Es te tifo de castigo se consideraba propio del tirano. Así, Hernando de Soto, hablando de tirano Falaris y de un toro de metal que usaba para torturar a sus víctimas, dice que "permitió la divina bondad que viniesse el a tener el propio martirio, y muerte, que rrocede poco a poco en la vengan c;a la yra del Señor, y despues carga la mano en e castigo por lo q[ue) antes le suspende· (Soto, Emblemas, fO 95v). Como se puede apreciar, ambos POLfTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 121 salvar :u cuerpo, h~rido de muerte, reconoce su culpa, despierta de su sueno, salva al fm su alma ... Toda una lección de desengaño barroco en clave neo-senequista (vid. Lauer, 1987, 105). Bellido De las espaldas al pecho queda pasado. D . Sancho ¡Ah, traydor! Mas es tan justo e l castigo como tu mano traydora . (MCii, v . 1093-7) Guillén podía haber dejado así la muerte de don Sanch el parad 1·gm o, porque a argumental no ofrecía ninguna estructura suficientemente m_arcada ~orno para condicionar el desarrollo del tema, ero esto _hubiera tenido dos inconvenientes esenciales. El primero Jejar mo~1r a_l rey .en esa tesitura, con un arrepentimiento tan es~ueto e~_u1vaha _casi a mostrar su condenación, según pedía la caracteriza~ c10n del tirano: e~ u~o fscj el rey] aguarda por premio una vida eterna y felicísima el o r_o 1se. e tzran_of no puede escapar, si no se enmienda, del fuego eterno, e uno en vida, es reverenciado y servido y en la <muerte> deseado Y llorado, el otro mientras que ':'ive es temido y honrado y des ués de muerto menospreciado y escupidol12. P El segundo inconveniente se cifraba en que la falta de la , de d S h 1· d, a goma . . on anc o ~pe 1a que éste patentizara la labor de la justicia divm~ en su _castJ~o . Por ambas causas, el monarca castellano sostendra un soldo'.u10 ~rimero~ y despu~s un diálogo, que le permitirá, por un lado, arrepentirse (evitando as1 sugerir claramente que un rey castellano estuviese efectivamente condenado; cfr. Leavitt, 1971 431-2) _Y,_ po~ ~tro, exponer la lección moral del castigo providenciaÍ de la m¡ust1c1a y de la tiranía . Las palabras fundamentales para comprender el final de don Sancho son estas: ti pos de consideraciones han operado en la conformación de MC ··. 1 · u. por a primera, don San,cho aparece como causa última de su ro ia muerte· la segunda, se aprecia el caracter de ca5tigo de la Divinidad que tir~nicidio , ~ 1_12 Rivadcne1ra, del Principe, lib. II, c. IX, p. 1cfs° Por muerte la edición orla eF ~cl fr~~e~!.~i~-;~::te ~~;:;~e~;~/v1d~~':?'~ l~eíº:~~~?vfir~leModsticldeRéla pub lique, hb. 11, c. IV, p. 101. · e · mo, - ALBERTO MONT ANER FRUTOS 122 D. Sancho D. Diego D. Sancho Al cielo santo le pide ayuda, porque tenga agora consuelo un hombre que le ofende tanto . ¡Muero, don Diego! Muera quien te llora. ¡Ah, injustos hados! ¡Ah, ~~aydor Bellido, sin duda sabe en tu tra1cion c;amora! Vengam;a espero, si justicia pido . ¡Cielo! c;amora es causa. No, don Diego. Causa es de causas quien la causa h a sido. Fui hijo inobediente, estu:ve cieg?, y el cielo me castiga, a quien le p1do que entre agua y sang~e ~e. perdo_ne el fuego . Sólo instrumento a su ¡usticia he sido; q ue de matar a un Rey atrevimiento 113 . no tuviera <;amora, m. Bell"d 1 o Se aprecia aquí cómo don Sancho adquiere al fin conciencia de sus culpas y, aunque ya sólo de cara a u~a buena ~-uerte, ~ ar_r~piente. Por otro lado, él mismo ofrece la 1_nt~rpretac1on del tiranicidio que, según he explicado ya en el§ 11, m fine, es la pro~uesta por la norma ideológica con que Castro ha modelado su º?ra._e~ ac~o _en sí es una traición, pero responde a los designios de la ¡usttcia d1vma (como acertadamente ha visto Lauer, 1987, 107, frente a algunas reticencias de Crapotta, 1984, 148 y 150-1, y al excesivo énfasis p~esto en el tiranicidio por Delgado, 1984, 29 y 83-8). E_n efecto_, segun l_ a explicación de la teoría política medieval, asumida aqm por Gu11lén y, en la misma época, por otros autores 11 4 : Es pues, el príncipe, como muchos le definen, la pú~lica potestad Y cierta imagen en la tierra de la Divina Magestad. Reside sm duda en los príncipes cierta grandeza del poder divino, cuando los hombres se someten a sus mandatos y muchas veces of:e~en sus cabez~s al cuchillo para ser cortadas, y por_ un impulso d1:vino, <son temidos de: aquéllos para quienes son motivo de temor. Pienso que esto no pued . 115 realizarse si no es por vol untad d e D 10s . 113 MCii v. 1278-92. El v. 1290 ha de entenderse, no como que don Sanc~o ha sido el instrwn~nto ejecutor de la ju~ticia divina, sino que se ha convertido en e medio para que la providencia se manifieste. La l.. 114 Así, or ejemplo, Vélei de Guevara en La serrana de la Vera o en una de la sierra (vJ. Mar~vall, 19p721~. ¡·b IV e 1 p 306. El texto abarcado por 115 Juan de Sal1sbury o 1crat1cus, .1 • , · , • .d C ,. , · an gul ares es en' es t a edia"ón "tema a" , pero esto no hace senil o . om¡o los parentes1s POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 123 Ante esta visión del poder regio, cobran su auténtico significado los versos finales del fragmento antes citado: estando el monarca protegido por una especie de halo de temor reverente (y cfr. MCii, v. 1075-8, en mi not. 21 ), sólo una mano conducida por la providencia ha podido ejecutar tal crimen, que es en realidad un castigo divino . Una vez más, es la doctrina elaborada por Juan de Salisbury la que fundamenta estas consideraciones (cfr. Rouse, 1967, 703-5 y 709): Que el fin de los tiranos es miserable. Y que Dios se venga de ellos si falla el poder humano. (. .. ) El fin de los tiranos es una confusión que conduce ciertamente a la muerte, si perseveran en su maldad, o al perdón, si se convierten. Porque cuando un padre ha usado el látigo para corrección de sus hijos, lo echa a la hoguera . (. .. ) La maldad es siempre castigada por el Señor, aunque unas veces utilice su propio dardo y otras el dardo de los hombres como pena de los impíos. (Policraticus, lib. VIII, c. 21, p. 743) Evidentemente, don Sancho ha sido plasmado en MCii a la luz de una visión semejante a ésta: obtendrá el perdón gracias a su arrepentimiento final, pero su muerte había sido ya marcada por la afrenta y la traición, habiendo elegido la justicia divina esta vez e) dardo de los hombres, según la expresión del obispo de Chartres, para castigar "la mano impía" (ut supra) del monarca castellano, porque éste, salvo cuando ya era demasiado tarde, no ha sabido reaccionar ante los mensajes de enmienda que le llegaban. De ahí la casuística escolástica de ese verso puesto en boca del agonizante soberano: "Causa es de causas quien la causa ha sido" (MCii, v. 1286), puesto que, en efecto, sólo su perseverancia impenitente ha causado el desastre que ahora lloran sus vasa1los. La lección final es propia de un speculum principis: el monarca que atropella su corona, como de don Sancho dice Rodrigo (MCii, v. 980), cae abatido al final por la justicia divina. Después de analizar los datos antecedentes, creo que no se puede dudar de que, aunque implícitamente, don Sancho ha sido retratado como un tirano en todas sus actuaciones fundamentales, salvo en la agonía expiatoria que le permite hacerse acreedor del perdón divisegw, la traducción que da Ebenstein (1965, 339), pero como su versión está basada en otra fijación del texto, me he limitado a enmendar la forma verbal y la preposición subsiguiente. 124 ALBERTO MONTANER FRUTOS no, como antes lo había sido de su castigo. Y esta caracterización no está superpuesta al personaje, sino que informa sus acciones y sus palabras, hasta el punto de motivar coherentemente todo el proceso que conduce a su muerte, es decir, llegando a ser la causa motriz perfectamente coordinada de unos sucesos que estaban dados de antemano por el argumento prefijado. Es patente, así, que se dan una serie de jalones que prefiguran y posibilitan, en el plano denotativo, y, a la vez, impulsan y justifican, en el connotativo, el magnicidio cometido por Bellido en la persona de don Sancho. Esos hitos proccsuales vienen marcados por tres hechos esencicllcs: el establecimiento del cerco, tras la victoria sobre don Alonso; la aparición de don Femando, y la infeudación de Bellido. Cada uno de estos momentos presenta consigo un haz de elementos qul', por un lado, exponen la conducta del tirano, por cómo reacciona clntl' los fenómenos que se le presentan, y por otro, marcan Ja correlación ~k cauSC1-decto que, en el plano connotativo, implican estas escenas. Así, L'I asedio de Zamora presenta a don Sancho como un tirano, que ha provocado una guerra injusta y ha quebrantado las leyes di\;nas y humanas, llegando, en su soberbia impía, a despreciar los poderes celestiales. Ante este comportamiento, Ja visión de don Femando, que puede parecer, en el plano denotativo, como meramente yuxtapuesta a lo anterior, se presenta como clara consecuencia de la actuación previa d e don Sancho, y supone el aviso de la providencia para que el tirano se enmiende; pero éste persevera, con igual soberbia e intemperancia que antes. La consecuencia lógica de esto es que aparezca un instrumento de justicia divina que lleve a cabo el castigo del ensoberbecido monarca: es entonces cuando aparece Bellido, que si logra llevar a cabo su propósito es porque don Sancho, al continuar con su actitud, comete una serie de errores, todos ellos ligados, como se ha visto, a su caracterización como mal rey, cegado por la pasión, que le conducen fatalmente a la muerte, al favorecer sin saberlo los planes de Bellido. Como ha señalado Leavitt (1971, 431), se introducen de este modo los tres elementos principales de la primera mitad de MCii: la víctima (o el culpable), es decir, don Sancho; el instrumento de la muerte, que el rey castellano adoptará tras la visión de su padre, esto es, el venablo, y, por último, el asesino (o el verdugo) . Se puede apreciar así la íntima cohesión d e las normas estética e ideológica: POLrr!CA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 125 la "fábula" traduce los moti vos ideoló . , de impulso a aquélla. gicos y estos, a su vez, sirven Una vez visto el modo . , 1 . , en que e 1 tirano es presentado en Me · como a presencia d e este se conviert , . . ll, y primera mitad de la obra cabe 1 . e en autentico e1e motor de la nera en que se le resen;a e re ~1onar a don Sancho, y a la masempeñan igual pa~l pero dn MC~z, con _ l~s otras figuras que deducción dramática d~ Guilé~: cºa expl1~to, ~n el resto de la prodestacarse que frente a los t' stro . Pnn:ieramente, puede estima el honor El amor ir:n~s de Progne y Filomena, Cuánto se el mal comprt~ien d ~ons an e y El perfecto caballero, en MCii vos políticos e monarca obedece exclusivamente a moti' pues, aunque ello provoq d S odio contra sus herrn .. , ue en on ancho la ira y el mismo pod anos, su amb1c1on esencial es la de alcanzar el er que tuvo su padre · obras citadas se caracteriza . ' m~enl tras que los tiranos de las otras .1, . n esencia mente por su a 1 1. del plano de Jo mitidos por la dram t . b1c to de los dos valores esenciales trasª urgia arroca la honra y 1 , que no agotan, al particularizarla 1' ., a m~narq , pero caso de Me· ' a actuac1on del tirano, frente al . u, en que se da el enfrentamient d . los dos componentes de lo ' bl" . 1 S . o irecto y radical entre pu ico. a oc1edad y el Estado. b 1 ., En cuanto al pensamiento q tiranicidio mantiene Castro e ue so re a cuestion del tirano y del en las dos p rimeras citadas sen sus dotras olbras, hay ~u resaltar que 1 pro uce e arrepentmuent d 1 1 rey, o que, claro está, resuelve la situación En cu t 1 ~ e ma restantes, sí que se produce el t' .. d. . ano a as os obras trata, además de un monarc 1 ~;.arnc1 10. En El amor constante se e.xigía Mari~, de Rege, lib.ªI er ~t· cuya muerte se llega, como liberación previa de los grand;s d ~ · esp. P· 76-7), tras una de1 bre la tiranía del rey Esta ob e remo, ante el clamor público so. · ra, que parece ser una de sus · prod ucc1ones (vid. Crapotta 1984 49 G , primeras ofrece una visió n de la relaciÓn ent~ la ~ey ayr~;beonz, 19716, 56), mulga que ·ti d rano que a pro, m 1 ga a, es 1a misma presente en MCii: pªr~ :~ , ~dsaªn i~/e; .as púb7;~ sa/ :~ctlo Je~ 116 Me baso en los datos de Cra tta (1984 (1976: 59-71 y 175-6), Lauer (1987, 93f09 Del~ado (1984), García Lorenzo podra verse ampliado el análisis del ~Y dd (19 .5, 209-10). En estos autores del que yo doy ahora tan sólo unas levfsrnºotaesma e la t.1ranía en Guillén de Castro comparativas. ' 126 POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS Si eres, como dices, Rey ¿es muy bueno que los Reyes nos pongan y quiten leyes y no sepan guardar ley? Al que estas leyes pregona, merecería por ello que se le bajase al cuello a ser lazo la corona. (jor. ll, ap. Said, 1975, 210) Por último, en El perfecto caballero (1610-1615 según Bruerton, vid. Faliu-Lacourt, 1988, 12 y García Lorenzo, 1976, 62), el tirano es usurpador, por lo que su tiranicidio no ofrecería mayor importanc~ , en el plano ideológico, si no fuera porque en esta obra aparece un hidalgo español, don Miguel Centellas, que, pese a estar involucrado en el triángulo amoroso suscitado por el deseo ilícito del_ tira_n?, _Y poder, por tanto, tener espíritu de venganza, recha za el hramc1dio como indigno de su "nobleza española": pues no consiento ni hallo razón, justicia ni ley, que obligue a matar al rey sin ser traidor el vasallo. (ed. Juliá, vol. Il, p. 167 a, a p. García Lorenzo, 1976, 63) Se trata del mismo pensamiento que subyace en MCii (donde no se llega é!- esa incoherencia d e las opiniones y los hechos gracias a la recurrencia al castigo divino p or mano del traidor ), lo que corresponde, en último término, y aunque pueda parecer paradójico, a la opinión d el propio Mariana: e ntre tanta multitud de tiranos como hubo en tiempos posteriores, pocos podemos e numerar que hayan sido n;ue rtos con el hierro de sus súbditos: en España apenas se encontrara alguno, au~qe esto debe atribuírse á Ja fidelidad constante de Jos esp añoles y a la bondad de los príncipes, quienes ejercieron la potestad real que recibiero n con el mejor derecho, del modo mas humano y modesto . (Mariana, de Rege, lib. l, c. VI, p . 77) Se comprende así por qué el carácter tiránic? de Sancho qu~da implícito en MCii, y por qué ni siquiera se suscita el tema del tira- nic 127 ~di o, salv~. en la excusa de Bellido, que es pronta y radicalmente ata¡ada (MCu, v. 1487-9, cfr. Lauer, 1987, 107). En este sentido no d_eja de_ ser significativo que, al narrar hechos fingidos en un e~pa ­ c10 ale¡ado, Hungría, el tiranicidio del tyrannus a regimine sea aceptado (en El amor constante), mientras que en El perfecto caballero, al acer~s 1~ narración en el espacio ha sta Nápoles, los hechos, tamb1en fmgidos, presentan el tiranicidio de un usurpador, ac~ptble en abstracto, pero al que la "lealtad española" no puede de1ar _de pone~ reservas. ~?r último, la máxima cercanía espacial (Cashlla=aqm) d e MCzi, y la utilización en ella de hechos históricos suponen la condena radical del tiranicidio, pero, a la vez, una solución mucho más elaborada. Probablemente no es casual que la secuencia cronológica sea precisamente esta misma: El amor constante (antes de 1608, quizá antes de 1599), El perfecto caballero (ca. 1610) y MCii (ca . 1613) 117 , por lo que puede verse en las difere~ts prou e~ ta ~ ideológicas de estas obras la evolución del pensam iento de Gmllen, hasta dar en este texto con su exposición más trabada y con la norma mejor incardinada en las corrientes socioculturales del momento. 2. Traición y tiranicidio ve~ analizado el carácter tiránico de don Sancho, y el modo este influye ~n la conformación de la obra, es preciso analizar l~ figura de su asesmo (o verdugo), no sólo por ser el ejecutor matenal d_e _la muerte de _don Sancho, sino porque es, en el plano ~ramhco, el antagonista directo d el monarca castellano, y sostiene, en el p lano ideológico, el papel simétrico del que desempeña el rey, no por ser su oponente esencial como representante de la Sociedad frente al Estado (lo que correspondería más bien a doña Urraca), sino porque ocupa el mismo ámbito de lo negativo, dentro en U n ~ ~ue 117 El amor constante se pu_blicó en 1608 en las Doze comedias famosas de quatro poetas naturales ( .. .) de Valenc111 y, por su falta de influencia lopesca puede datarse según Juliá,_Bruerton y Froldi, entre 1?93 y 1599. Respecto de las o tra ~ dos obras, p<_Xlrfan_ ser coetaneas (antes de 1615, segun Bruerton), pero MCii parece posterior. Vid. Faliu-Lacourt (1988, 12), Frenzel (1976, 93b), García Lorenzo (1 976 56 y 62 · 1978 14 y 22) y Hamel (1910, 13-4). ' ' ' POLTf!CA. HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONT ANER FRUTOS 128 vim vi repeliere licet, et jura armantur cu arma sumuntur; presertim quando c1.v1·¡ z· g lmd .ad doman depell_andum tyrannum a zo non potuit11B _ de la esfera (narrativa y social) en que se encuentra, en virtud de su carácter de traidor. Para comprender adecuadamente la presentación de Bellido hay que partir de la base de que su comportamiento es constantemente rechazado en la obra, lo que se ha traducido, dado el carácter implícito de los juicios últimos de valor sobre lo narrado, en la configuración del personaje qu e conllevan su s acciones y palabras, y en lo que los demás ven en él. De este modo, puede apreciarse que en ningún momento se hace que Bellido adopte actitudes plenamente admisibles, sino que se le muestra siempre de tal manera que, por una cau sa u otra, su actuación sea reprobable. Así lo ha visto acertadamente Lauer (1987, 106-7) frente a interpretaciones de Bellido como un personaje positivo, total (Delgado, 1984, 83-8) o parcialmente (Crapotta, 1984, 147 y 150-1). Así, desde el mismo momento en que se anuncia su entrada en escena, se ponen en boca de Arias, que, como se ha podido ver, se caracteriza por su integridad, lealtad y prudencia (por lo cual su testimonio es más apreciable desde la propia norma ideológica del texto) palabras que denotan su rechazo de Bellido: Ped. Ar. Urraca Arias Así pues, doña Urraca podría enfrentar bellum , pues no era ella 1 , se a don Sancho en iustum · , ª que se hab1a leva t d smo el quien pretendía despo·arla d ~ ~ o contra el tirano, por lo tanto la infanta pod1'a acJ tuar en e sus defelegi timas pertenencias . ,y paz y la seguridad de su señorío nsa propia y asegurar la Desde esta perspectiva incluso y _sus vasallos (ut supra not. 96). d ~d1a h~ber llevado a cabo alguna estratagema, sin meno~ab to que e su mtegndad moral y jurídica, puesStratagemata in bello justo licent, & sun t necessaria CMartíncz del Villar, Appendix, p. 189) Dolus bonus est , si· comm1ttatur . in hostes publicas (Jbíd. p. 220) Fraus in be11'is, saepe operatu r ídem quod virtus (fbíd. p. 189) y el enví? de Bellido, de ha ber sido hecho ber mediado infeudac1'0' por dona Urraca y no ha.. n expresa podía q · , h b pos1hvamente, pues: ' mza a erse considerado Bellido de Olfos viene. ¡Ay, luzes bellas! D ~sdc !ucgo, no es lícito adular a l ami la.<; orc1a'> del tirano. Porque es lícito a~ºte r o es~ ~ per m ~..t~d o acariciar vida. y e'> que quitar la vida a l f ar a quien es hc1to quita r la ·u.,t o, porque el que toma la e trad no no sólo es Jícito, smo · . spa a merece perecer por la equitativo espad a. y Malas nuevas serán Sí, no lo dudes, pues él tan presto se obligó a traellas. (MCii, v . 225-7) De este modo, el tiranicida queda marcado desde el principio como situado en una posición excéntrica respecto del sistema de valores asumidos por e l núcleo zamorano (la sociedad, ideológicamente; la esfera A, narrativamente), elemento importante para comprender las acciones ulteriores de Bellido, porque éste, al pretender liberar a Zamora del modo en que lo hace, choca frontalm ente con los principios expuestos, precisamente, por Arias Gonzalo y sus hijos. En este sentido, hay que tener en cuenta que el hecho de defender la ciudad era positivo, pues 129 J <Juan de Saltsbury, Policraticus, lib . 111, c. 15, p. 303) .Como S<: puede a preciar por este . . do ¡ustifica r la actuación d . ~sa¡e, SI Castro hubiese querie su t1ramc1da hubie d'd pero es patente que prete n d 1a ' 1o contrano '. Parra po 11 1d o hacerlo , ' rr:iuy cla ro que Bellido era un ser vil . a e o, ebia dejar c1oncs de tal modo que . d 1 y, por tanto, lo eran sus actua, ' , sien o e tiranicidio d 11 un acto igua lmente vil . Para transrru. tir . esta impresión . una e e alas, este era auditorio ~ ~}ti Te~rcR n~ Baldo, Commentaria V V f'O 31 lf'clesiis (Co~; lib. 1, tít. ÍJ, ~ n Baldo ~; ~ ~r:sbzf;¡ 'tra y d~ · ~t. dc varrubias, Tesoro, p. 973b, s.v ... . ?; ' t 1 ~losa y ¡ ÍJ:~, Ap~g,v¡i> fe: 9~i!nmus, I l ~&!tb Martínez dei 3, s.v. tyrannus crudelis", in C. de SacroL. 5 C: l~ fi~ e) ! C~ 130 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA , H!STOR!A Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Guillén se ha valido en MCii de dos mecanismos complementarios: por una parte, ha retratado a Bellido com o traidor y cobarde; por o tra, ha quitado toda posible h eroicidad a sus acciones. El resultado no es tanto una justificación de la iniquidad de cualquier regicidio, planteamiento que se usa como p remisa, y no como conclusión, sino la persuasión de la vileza d el acto a través del carácter y la conducta del que lo realiza en la obra, buscando m ás la complicidad emotiva del auditorio que su convencimiento racional, como corresponde a un d esarrollo ideológico trasmitido connotativamente. El uso de estos mecanismos de persuasión no es, por lo demás, gratuito, pues estos op eran, como la tiranía de don Sancho, como elementos motores del desarrollo dramático. Su uso permite caracterizar a Bellido desde el momento en que se produce su introducción op erativa en escena, significativamente tras la aparición d e don Fernando, cuando comienza a urdir sus planes y él mismo reconoce que: De este modo, el concepto de traición va a quedar indefectiblemente ligado al comportamiento posterior de Bellido, pero no sólo por sus planes, sino porque la alevosía se va a considerar como algo inherente a la personalidad del De Olfos, como el propio personaje reconoce, re firiéndose a su vida anterior: En todas mis esperani;as, en todas mis inte nciones, con recelos y trayciones aseguré mis venganc;as. (MCii, v. 559-62) En este contexto, traición no es sólo el crimen de lesa m ajestad, claro está, sino la sistemática falta d e lealtad: (Covarrubias, Tesoro, p . 973b, s.v.) Esto permite t~ nt o explicar sus acciones posteriores, en coherencia con _el persona¡e, como plantear el cons tante rechazo de las mismas, segun lo expuesto. Por lo que se refiere a esta caracterización una vez explicitada por el propio Bellido, va a ser con stante en bo~a de los demás personajes. Así, Arias Gonzalo lo llama traidor cuando el ~e Olfos lo ca lu m~ia ante doña Urraca (MCii, v. 646), y cuando Bep or los hijos del ayo (Jo que forma parte de su lltdo huye persgn~o plan para d ar cred1b1hdad a su cambio d e bando) es la infanta quien dice: ' -¿qué. intención le havrá obligado a Bellido? No la entiendo y este impensado rigor me a temori<;a, ¡ay cuytad a!, p ues yo soy tan d esdichada como Bellido es traydor-. (Ap.) (MCii, v . 657-62) Extra ña resol ución encam ina mi espera ni;a; si es vengani;a, no hay vengani;a sin asomos de trayc;ión. (MCii, v. 547-50) Trayción. Vale alevosía y engaño, d el verbo latino trado, is, por ~ ntr ega atento que el traydor pone al que enga ña en ma nos de sus e nemigos. 13 1 r , Y ya se ha comentado antes I~ impresión que, a poco de llega r al real de ~on Sancho, causa el transfuga en don Diego, quien lo con si,_ v. 781). Esta insistencia no se prod era tr ~ 1d o r en un apa rte (M~i d~e so l~ para preparar en el ani mo d el auditorio la acció n del ti ramCJda, ~ mo q_u e implica también el que los oyentes se vayan situa~d o msens1blemente en contra del personaje y, por ta nto, de sus ac1? ~ es. Se trata_ d e un recu~o perfectamente codificado por la Reton_ca, Y que a~n un mecanismo de la captatio beneuolentiae del e:ord10, la capt~zo _ab a~uersiom persona, y o tro de la peroratzo: la ~ L vwmc; o i_ndzgnatzo. Ambos procedimientos tratan d e ducere odzum in aduersanos. En el primer caso, se trata de disponer a favor d e la causa defendida a los jueces u oyentes, suscitando el rechazo de la causa d el adversario: 1 r iorum autem, si eos aut in odium aut in invidiam aut in ab adver~ contemptzonem adducemus: in odium ducentur si quod eor um spurce, superbe, crudeliter, malitiose factum proferet ur. (Cicerón ap . Lausberg, 1969, § 276) Como se puede apreciar, el p roceder de Bellido ha sido elaborado de modo que resulte fácil. rechazarlo por cruel, malicioso o repugnante. Lo mismo cabe decir del uso de la indignatio, que "es como un ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA trallazo sobre el público para que se indisponga con la causa de la parte contraria" (Lausberg, 1969, § 438), y para la que se ha utilizado el décimo de los argumenta a persona, puesto que se busca la indignación del auditorio con el De Olfos, causa animi naturae. En efecto, la reiterada acusación de traidor propone una etopeya absolutamente negativa de Bellido, porque Se añaden aquí, al argumentum ab animi natura, nuevos loci a persona que conlleven la indignatio contra el futuro regicida. El primero es el rechazo secundum genus, pues, según Quintiliano, 132 Trayción es uno delos mayores yerros, e de nuestos, en que los ornes ptuxkn caer, e tanto la touieron por mala los sabios a ntiguos, que conosci~·r las cosas derechamente, que la conpararon a la gafed ad: ca bien assi como la gafedad es mal, que prende por todo el cuer po, e despues que es presa non se puede tirar, ni a melezi nar, de manera, que pm--da guarescer el ql ue ] la ha. (Partidas, VII, tít. 11, in rub., f2 15" a) E traycion ~·s l,1 mas vil cosa, e la peor, que puede caer en cora<;on de orne. E n,1scen della tres cosas, que son contrarias a la lealtad, e son estas: Tuerto, mentira, e vileza. E estas tres cosas fazen al cora<;on del orne tan tlaco que yerra contra Dios, e contra su señor natural, e contra todos los o rnes faciendo lo que non d eue fazer. (Partida,:, VII, tít. 11, L. 1, f2 1sv a) No es, p ues, casual, que el máximo énfasis en esta acusación se haga cuando Bellido está ya a los pies de don Sancho, pues, así como en esa escena el tirano acumula los rasgos y errores propios de su condición (ut supra), el tránsfuga pone en juego todos los recursos de su alevosía. Las advertencias de Arias imputan a Bellido graves crímenes, que no pueden dejar lugar a dudas, ni sobre su catadura ni sobre sus propósitos: ¡Ah Rey! ¡Ah Señor!(. .. ) De un traydor te guarda( ... ) que de ~amor ha salido, Bellido de Olfos llamado, traydor, hijo de traydores. El hechizo de sus labios no te engañe, que a su padre y a su misma sangre ingrato, Jo mató y echó en un río; (MCíi, v. 815, 817 y 819-25) 133 símiles parentibus ac maio~bus suis. filii plerumque creduntur, et nonnumquam ad honeste turpzterque vrvendum inde causae fi unt. (ap. Lausberg, 1969, § 376.1) y el linaje de traidores 119 marcaba al individuo : E sin todo esto es tan fuer te maletia, q ue no[n ] faze mal a l que la ha e:is1 tan solamente: mas aun al linaje q [ue] por la liña derecha del descienden, e a los que con el moran. Otrosi en a quella manera mesma faze la traycion en la fama del orne, ca ella la daña e \a corro[m]pe ( ) e denegrece, e manzilla la fama de los que de aquel li ñaje d escind~ maguer non ayan en ella culpa: de guisa que qu edan todavía enfama: dos por ella. (Partidas, VII, tít. II, in rub ., f2 1sv a-b) La acusi?~ de parricidio constituye, por su parte, un argumentum ex.praeterztzs, pues supone la relación d e los hechos anteriores de Bellido con los que piensa poner en práctica. Y si Castro ha tomad? e~ta imputación de otro romance que el empleado para aludir al "lma¡e de traidores" (ut supra § JII.2), es porque este nuevo crimen daba mayor cohe~ i ~n al personaje, primeramente, p orque sentaba un antecedente analog1co d.e! magnicidio, pues la imagen del monarca como padre d e una fam1ha p uesta bajo la Corona era tradicionaJ120 y, en ~egundo lugar, porque como antagonista simétrico de don San~ ch o, s1 el rey castellano había desobedecido gravemen te a su padre, . 119 .. Com.o señala Said (_19?5~ 178), se hizo a Bellido partícipe de un '1ina·e de traidores en diversos te. xtos h zstoncos, suponiéndose que descendía de Gonzalo) qu envenen? a Sancho el Go~d, y d e Rodrig<;> Vela, asesino d el Infante García. Sob;e ¡ 0 ~ de~cn . z ents de los traidores, la L. qu1squis cum militibus § Filii e ad L ¡ r {ªJ~St1j {Codh l~. IX, tít. VIII, L. ~, ~ - 1, in C./.Ci, v. 11, p. 3fÍ4a) dispo~ía qu~ l~ fn~ amza e qu":. u 1era col!'etido traic10n se extendiese a la segunda generación rivando a los h10~ de sus b1en~s y haciéndolos incapaces para Ja sucesión atern~ Martíz:¡ez d el V11lar, Apolog!a,. fl' 100r y 137r). Las Partidas, VII, tít. 11, [ 2, f" 16rb ss. legislaban en un sentido sumlar. Vid. la extensa glosa de Gregorio López sobre ese aspecto (not. a ad dzctam L. f" 16va-b). 120 Según escribe Martíne.z del Vila~, el. príncipe tutor potius, quam dominus {~ (Ap~nd 1 x, p. 194, n. d) y S1cz;t pater lzberzs, imperare debet , ut tutissimus sil pen~ix, P· 195, n.~) Cf~ . ad~ms lo que dice Cassanaeus: Magis est obediendu[m] p;zncipi, q[uam] ea.tri. Quza pnnceps est a[n]i[m]a republicae, & sic patriae cui ot1us parere debet f1l1us q[uam] patri (Catalogus, pt. V, cons. 24, § cxvii, fº 11 a-b/'. kfr. sr 134 POUf!CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONT ANER FRUTOS Se hace así patente que Bellido, en cuanto instrumento del cielo, r esponde a la tipología de Judas, frente a otros posibles modelos como Aod o Gedeón121 , tiranicidas y libertadores de Israel suscitad os por Yahvé. Y esto no se plasma sólo en la alevosía de su comportamiento sino también en la cobardía (cfr. Crapotta, 1984, 161 ), que constituye el otro rasgo fundamental de su carácter, como corresponde a la necesidad ideológica de privar al personaje de todo componente heroico. Esa cobardía es expresada por el propio De Olfos en su monólogo inicial: Bellido más vil aún, había asesinado al suyo. Por otra _parte,_ ~a muerte'i nominiosa del padre insepulto es una nueva pre_hgu~cion del omin~s fin de don Sancho, entre otras cosas, porque s1 aquel era traidor, éste era tirano. Esto conduce al tema d e la consideración de Bellido como instrumento de la justicia di vina. Lo dicho hasta ahora no parece -~nc r­ dar con el carácter que se supone a un enviado de la prov1 encia, pero es el mismo Bellido el que explica esto: Mas toda el alma se admira d el valor que en mí no afloja. ¿Quién me anima? ¿quié n me arroja? ¿quién me tienta, o quién me inspira? ( ... ) Algún impulso divn~ da fuego a mi p ensamie nto, del cielo soy instrum ento, aunque malo, peregrino. (MCii, v. 567-70) Y hoy n i medroso me espanto, ni covarde me re tiro, con saber que a tanto aspiro y ver que aventuro tanto. (. .. ) De este m odo pued e entenderse mejor esa correlación entre la muerte de su ~adre traidor y la de su rey tir~no . ~mbos actos son execrables en sí, pero su sentido úl~imo y prov1d e n~1al no~ como permite comprender el siguiente pasaie de Juan de Sahsbury. · e de Aquel por quien sólo exisToda po testad es bue na pa~qu e pro~en od bº Pe ro al mismo tiemten todas las cosas y de quien proc e t. o ~;b i e n ~al para el que po esa potestad a veces no es buena, StI_lO f!' d d unla ~ je r cita o para aquel contra quien se e ¡ erc1t:~ndA;l q~e ~ac to de v ista universal sea buena, ya que es e bien de nuestros males. (Policraticus, lib. Vlll, c. 18, P· 727) Recuérdese, ad emás, que_ para 135 Buch~n, en Jeotos, el tiranicida pod1a ser tam ie n un ~o;r (vid. Lau er, 1987, 106). Esta idea se reitera tras el r egic di ~ por boca d ~ d~n justificar la necesidad de castigar el cnmen cometido. Abrasaré a <;amora; pagrá~o , que no porque el castigo es ¡usto, es bueno, dexa de ser el instrumento malo. (MCii, v. 1296-8) :~ ; ~; r:i e Diego, para Aquí esperaré a la Infa nta. Mas ya viene. Loco estoy de ver que covarde soy y la muerte no me espanta. (MCii, v. 555-8, 563-6 y 571-4) La actitud de Bellido resulta de este modo aún má s degradada, puesto que ni siquiera es su valor personal el que anima su actuación y sólo la existencia d e ese "impulso di vino" le permite perseverar e n sus planes. Tanto es así que a la hora de acabar con d on Sancho, p ese a que sus engaños previos han conseguido dejarlo a su merced, duda, y sólo la conjunción de un nuevo sentimiento del impulso divino y la completa indefensión de don Sancho, por estar defecando y haber perdido el venablo, le permiten acometer su propósito. Es en este sentido como se han de entender los titubeos del tiranicida y no, según creyó Leavitt (1971 , 456), seguido por Delgado (1984, 85), porque el influjo de la Divinidad se d esvaneciese cada vez que don 121 La historia de Aod ('Eh:ud en hebreo y Ayod o Ajoth en otras transcripciones) se narra en Jue. 3, 12-30, donde se refiere la muerte gue dio a Eglón, rey de los moabitas, que tenía enseñoreados a los israelitas. Sto. Tomas consideró este episodio ejemplo para los tiranicidas en su de Regimine principum, lib. I, c. 6 (a¡>. Gregario López, glossa in Partidas , 11, tít. 3, L. 10, not. g, f" 6vb). Gedeón liberó a Israel de la opresión d e los madianitas, vid. Jue. 6-8. ALBERTO MONTANER FRUTOS 136 POLITICA , HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Sancho pensase en levantar el cerco, porq~ ;n ningún ~oment, superada la turbación producida por la v1s1on de su ~1funto padre: piensa el monarca en abandonar el sitio. ~n solo e¡~mplo bastara para a preciar que es sólo la propia cobardia de Be~hdo,. Y. ;'~na fluctuación del impulso que le guía, lo que motiva su mdec1s1on : O. Sancho Segura esperan<;a llevo de que has de darme a <;amora -Covarde soy; ¿qué haré agora?- (Ap.) Bellido, mucho te devo. Serás mi segunda parte, serás mano de mi espada. Seré tu esclavo, - y soy nada, [~arte) pues no me atrevo a matarte- He/lid e• D. s,wdrn idcol0giranwntc para inducir al auditorio el rechazo de sus actos, just.tm,l'nlt' a \,1 inversa de como ~etraó Mariana a Jacobo Clemente, el ascsi no dt' E nriquc 111 de Francia en 1589: alguna O...'spués dt' h.llwr entregado las cartas (. .. ) y sin tu~bación !'-.K,1 un pu1,,1\ qut' t'i mismo había env~ado con c1~rtas yerbas, Y se ¡0 c\.n·a al n'v en la parte inferior del vientre. ¡Admirable v_alor de ánimo. menrnr:1t>k hazaña! / ... y una vez encarcelado] p~recia tam\:>ién que St' ait'graba, en medio de_ los golpes y d~ las hendas, d_e ha~ bcr con su !'-.rngrc \ii:>t'rtado de la tiranía ~ su patna )'. ~ sus concmda danos; v al mismo tiempo se complac1a de adqu1nr con esto un nombre .famoso en la historia. (de Rege. lib. 1, c. VI, p. 68-9) Se aprecia así la diferente actitud de ambos autores hacia el hecho mismo del tiranicidio, tan sólo a través de su manera de pre122 qu!ise~:trl Lo ue se sitúa en correlación con otros d os fenóm e.i:ios ya ~t . r;:~cf !J:\~ ~f': J?~ ct~d (;J~f, señal~o: - ~: s:9r6~ Bellido ¡~ tiene 0 ~ 0 ~ Jnuvenablo. La 'explicación dada ahora, sobre la cobardía del De O~,s e~ ¡ ~ en conflicto con estas otras, sino que la com¡:>l~en!p' li:'J:znel carácb de ~1Ct{roe /~:.rle),ºto ª 1:~[)ª exª~abl ~u sentar al autor del mismo, tan positiva en el tratado del jesuita como negativa en la comedia del dramaturgo valenciano, pese a Ja equiparación que entre ambas pretende hacer Delgado (1984, 85-6). Una vez analizado el carácter de Bellido, se hace preciso, según lo señalado anteriormente, ver el modo en que su fin, es decir, Ja eliminación del tirano, queda viciado por sus medios. En efecto, tal y como se ha podido comproba r antes, el De Olfos se halla comprometido en un iustum bellum y por tanto podía haber actuado con razón e n la defensa de Zamora, al menos según el modelo adoptado por Arias Gonzalo: D. Sancho Arias E ,.itkn !t'nwntl', la etopeya del tiranicida está aquí marcada ,cOI ¡di~ de actuación, Y la de castigo divino de la muerte de don Sancho. Se aprecia as[, una vez mas, a daridad de las normas a la hora de modelar el texto. f 123 MCii v. 1047-54. Nótese, de paso, que el v. 1052 supone una nueva pre 1guraci6n del fina( pues, en efecto, Bellido será la mano que porte el arma del rey, pero para asesinarlo. 137 D. Sancho Arias (. .. ) ¿Qué mano ha de atreverse a mi persona? Nad ie te ha de ofender, Rey soberano. Pues ¿qué harás? Respetando tu corona, si subes solo, besaré tu mano; pero el que te acompat'le, por mis bra<;os al sucio ha de volver hecho peda<;os. (MCii, v . 489-94) Pero, frente a esta conducta, la de Bellido queda constantemente teñida de alevosía. Primeramente, calumnia a Arias Gonzalo y a sus hijos ante d oña Urraca como el solo objeto de dar verosimilitud a su huida al real de don Sancho (MCii, v. 617 ss.), procedimiento que vuelve a utilizar, bajo Ja forma de argumentum ad hominem, para desca lificar a Rodrigo y que don Sancho no dé crédito a las acusaciones de Arias que el Cid apoya (MCii, v. 868 ss.). Sin embargo, el hecho más grave que comete Bellido es la infeudación dolosa a don Sancho, por cuanto se realiza con voluntad premeditada de conculcar los vínculos vasalláticos. El tránsfuga realiza su infeudación cuando acaba de llegar al real de don Sancho, de modo que, por Ja lealtad que se supone al vasallo, el monarca castellano conceda más fe a sus palabras: Bellido (. .. )Yo he procurado, Señor, que pongan los <;amoranos a su justicia en tus manos y a ~amor en tu valor. POLrrICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONT ANER FRUTOS 138 Este cúmulo de elementos, concentrados en el momento en que el De Olfos se encuentra ante don Sancho, supone, como ya he señalado al tratar de la etopeya del tiranicida, la preparación d el desenlace fatal de la trayectoria d el monarca castellano, puesto que las actitudes de ambos personajes no dejan en absoluto lugar a dudas sobre cómo puede acabar esa alianza, por una parte paradójica, pero tan coherente, dados sus caracteres, del traidor y del tirano. No bastó mi diligencia Ja fuen;a d e mi verdad, y acudiendo a mi l~ta he venido a tu obed1enc1a. ¿No m e admites p or vasallo? Sí, pues Ja mano te doy. (Bésale Bellido la mano) Pues agora que Jo soy, e n obligación m e ha llo de darte a <;amora; (MCii, v. 784-96) D. San cho Bellido Se posibilita así que Bellido incurra en deli to de traición, nam ut dicatur aliquis reus laesae majestatis et rebellis, oportet quod sit subditus124 y aunque aquí Bellido ya era súbdito de d on S a~c ho , e r~ ~aslo de doña Urraca, por lo que se procede a una nueva mfeu?ac1on ex~rsa para no dejar duda alguna sobre _la inqu~ad de Belhdo, el caracter de su crimen y la pena que merec1a por ello. Que Jos vasallos de señores que tomaren armas, o ~or otra vía_ directa, indirecta, re sistieran rebelánd ose a sus señore.s 1p5? fa~ incurran 0 en pena de muerte natural: y otras que fuere(n] bien vistas · De este modo, incluso para los defensores del tiranicidio, Bellido quedaba incapacitado para ello: Por Ja autoridad de la Sagrada Escritura es lícito y g~ois ma tarfi~ tiranos públicos, con tal que el q ue los mate no este hgado por dad al tirano 126 . V~ l arÍ fn 6 tn~\gf ~t .ª teJ~ J~ t e - s ~o:;rÚb épsl.0 g/ª'· fO 124 Mar tínez del Bar~ci, en su comen t ar2.~ 1 . 1JicJ;i~s Consilia iuris'. así como la de Abbas Pall, tit._1, c. 4) y en el cons. t . e \· C Quoniam tit. de Hereticis; la de juan Bernardo norm1tanus en su comen ano ª · . ' (C 1u !"1,1apud F ~iesta Robles ecrim~n t F Cornº Díaz de Lugo en su Practica criminalis canonica mellas, 1565, c. XIX) la d~ Lulio _~ laros:i'b~%tu;hí cometido criRe ni ellos sus vasallos, entonces, como lo 6 y 7. Por o tra parte, ~ no a er. s1 o v~ mdien d l e Dl tmra es ¡eso~: ~ :o p~oes ~dintra?' dicho delicto, ni caer en las penas de ce e oc o S ' P (, fº 244r-v) rebelión" (Martínez del ymar, Apolog a, F . A · · M D LXXXV in Monsoriu, 125 For. de Rebell1one vassalloru"!, on nn1 · · , Fp 1 ~-· Sobre la relación de Svmma, fº 275v. Vid..et. Martpín,E;Z del V1lll!lbr, VAp lo ~gÓ l26 l an de Sahsbury o 1crat1cus, 1 · Il ' · ' · . Ló fidelidad c~nulad por e1 'traidor, cfr. el siguiente pasaje de Gregono pez, que J; d omh 139 Respecto del desarrollo factual que conduce a la consumación del regicidio, es interesante señalar que, como ha visto Leavitt (1971, 436), la actuación de don Sancho al creer a Bellido denuncia algo extraño, "no hay explicación fu era de algo sobrenatural para tan loca conducta". En realidad, según se ha visto, la obcecación propia del tirano bastaba para justificar esto, pero, en efecto, desde una perspectiva coetánea, el factor sobrenatural (en correlación antité tica con el que mueve a Bellido) podía haber influido sobre el irreflexivo comportamiento del rey de Castilla, pues éste había recibido aviso divino de que, de seguir en su actitud, recibiría un castigo providencial, y a quienes la venganza d el cielo persigue, no hay delitos en que no incurran, pues les q uita el consejo y les tu rba el juicio. (Ma riana, de Rege, lib. I, c. VI, p. 66) Por otra parte, y en cuanto pena infligida por la justicia de Dios, el papel de Bellido puede quedar más claro a la luz del siguiente relato, transmitido por Juan de Salisbury, post Vita Sancti Basilii, c. 36-7: Sin embargo, Dios se compadeció por las preces del gran Basilio y d e otros san tos y envió al Mártir Mercurio, el cual, por encargo de la bienaventurada Virgen, atravesó en el campam en to a l tira no [se. Juliano el Apóstata] con una lanza y obligó al impío m oribundo a confesar que Cris to, el "Galileo", a quien perseguía, era el venced o r y había triunfado de él. (Policraticus, lib VIII, c. 21, p. 745) 1 además permite apreciar con claridad la asimilación del comportamiento de Bellido al de Juaas, en cuanto traidor: Nota mores proditoris: na[m] signa fidelitatis ostendit suauia & dulcia verba profert, amplexatu r, applaudit, blande ridet, maxima pollicetur, obtestatur Deum, sub pacis foedere osculatur, ad iurandum est pronus, libe[n]ter adulatur, q[uod] est ca usa proditionis (glossa in Partidas, VII, tít. 11, L. 1, not. c, fO 15va). 140 ALBERTO MONT ANER FRUTOS Una visión similar es la que impregna la escena del regicidio de MCii, con la salvedad de que el instrumento de la venganza divina es aquí vil y no excelso, y puede comprenderse así cómo las connotaciones del venablo en manos del tiranicida quedan asociadas a su carácter de vínculo del castigo providencial, de modo que la escena heredada de la tradición cobre una serie de nuevos sentidos que permitan justificarla en su estructura y ubicación no sólo por las exigencias del argumento preestablecido, sino también por la propia coherencia del discurso narrativo aquí planteado. En este aspecto, las propias palabras de Bellido al asesinar a don Sancho no dejan lugar a dudas sobre el carácter de su acción: ¡Cielo, cielo soberano, valedme en esta ocasión! Esfor<;ad mi cora<;ón, pues castigáys con mi mano. (MCii, v. 1087-90, corrijo con Weiger, 1980, 86) Por último, respecto de la actuación de Bellido, hay que hacer notar que la consumación del regicidio lo hace reo del más grave de los crímenes laesae maiestatis: E caen los ornes en yerro de traycion de muchas maneras (. .. ) La primera, e la mayor, e la que mas fuertemente deue ser escarmentada es, si se trabaja algund orne de muerte de su Rey. (Partidas , VII, tít. 11, L. 1, fl2 1sv a) Esta consideración se hace patente en la reiteración que de nuevo se da en la obra del término "traidor", que, hasta el reto de don Diego Ordóñez, en que ese nuevo terna se constituye en centro de la acción, se enuncia nueve veces, mientras que "traición" aparece siete veces en el mismo espacio, y las expresiones "mano traidora" y "sangre traidora" aparecen en dos y una ocasiones respectivarnente127. Con127 Los versos son los siguientes (A y B indican si la palabra está puesta en boca de los sitiados o de los sitiadores): A:1430, 1452, 1486, 1500 traydor B:1092, 1094, 1100, 1292 A: 1419, 1461, 1487, 1501 trayci6n B:1283, 1359, 1571 t t P OLfflCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ~uy e~ este u~o. el ~?ble 141 proceso de la caracterización de Bellido a t;:~n ~:e'. ~ m~ral Y de sus acciones, puesto que ahora la . n ec o concreto y presente lo que permite d J~r absolu,tamente clara la condición del crime~ de Bellido ind e~ c1en?o as1 el rechazo del auditorio, según los procedimien'tos ua ~:;1os, y de cuya eficacia ha dejado Lope un interesante ~!s 10 Los casos de la honra son mejores Porque mueuen con fuerc;a a toda ge[n)te Con ellas las acciones virtuosas ' Que la virtud es do[n)dequiera ~mad Pues que vemos, si acaso un recitan te' Haze vn traydor, es ta[n) odioso a todos Que lo q[ue] va a comprar no se le veln)de[n] y h_uye el vulgo dél qualn]do le encue[n)tra ' ' Y s1 es leal le prestan y combidan y hasta los principales le ho[n]ra[n) y ama[n). (Arte Nuevo, v. 327-37) ;~ ~i!el;r ª~;i ~ ~cuª ºso~e el! fin regicida, el cual, habiéndose refugiado en Zamora hab' g ee ia si o encarcelado por orden de doña Urraca, ha sido ajustic~do: D. Diego Rodrigo D. Diego .¿ j Dios te guarde! y ¿qué se ha hecho del traydor Bellido? Condénanle al castigo merecido. Atan a cuatro colas de cavallos los quatro 9u.ª1:ºs de su cuerpo infame, para que, d1v1d1dos y furiosos le hagan quatro piec;as, dando exemplo a los demás vasallos. Justamente merece tal castigo tal delitol28. mano traydora = B = 1096, 1334 sangre traydora = A= 1440 128 MCii, v. 2659-67 Nótese como t W . ( 9 asperz~ creado por la alit~rcón del fone~ ;ªk/ e1ger 1 80, 29 y 143), .el efecto de do mediante el descuartizamien to no es 0 . . 1 dn eCtos versos. El castigo de Bellicuente la mención d e la ejecución d 1 . .n gma e astro, pero tampoco era fretomar el dato de fuentes históricas :o~e;¡c1dan . las fuentes ht~rais. Guillén pudo as a 1c10nes al Sumario del Despensero de 142 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLrTICA, HISTORIA y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA Tras haber contemplado el proceso d esarrollado por el De Olfos a lo largo de MCii, puede concluirse, como para el caso de don Sancho en cuanto tirano, que el personaje no sólo ha servido para llevar a cabo una acción simplemente considerada en sí misma como traición, sino que se ha procedido a una adecuación de las necesidades expresivas tanto de la norma ideológica (y de la cosmológica, ut infra) como de la estética, de tal modo que el tratamiento de la figura d e Bellido posea una cohesión intranarrativa basada en una caracterización homogénea, en e ste caso bajo los factores de la traición, la cobardía y el impulso divino y, como consecuencia de ello, el auditorio asuma connotativamente el haz d e elementos ideológicos implícitos que se hallan en el origen d e la actuación d el personaje y d e la postura que las otras dramatis personae adoptan respecto d e él, elementos que suponen el rechazo por inicuo de todo tipo de regicidio y la confianza en la providencia divina que, de un modo u otro, suscitará un instrumento de su justicia. 143 Incluso David (. .. ) aun teniend o qu , . b iend o tenido frecuentemente e.s,oportar ~n.gra v 1 s1mo tirano y hanarlo, confiando en la mis e ri co r ~1ts:; eh marl o~ p:efirió p erdocado. Decidió . or, que pod1a librarle sin peScñor tras un 'a~ed f~;dpac1 e ntem a que fuese visitad o por el o <'ª~e en la batalla, ~ n:i u riese de otra form a por justo juicio de Di~s muy út il y seguro a saber· si l;s .... s.te modo d e ehmmar ti ranos es clemencia de Dio ~ llenos de h ~ l~1 1 d os recurren al p atrocinio d e la nos inocentes, a partan con dev~ pªe y, l elv~ n .tando al Señor sus ma. . r ces e at1go que los aflige. (Pol1crat 1cu s, lib. Vlll, c. 21 , p. 742) , Se proporciona así el modelo de actuación . . cstan admitidos en el ámbito d 1 propio de quienes . e mo narca y de los demás · b d e1 remo en general, garantizando de . nuem ros plcn adecuadamente con su a 1 . este modo que, s1 todos cumestablecido . , p pe' Dios, como garante de un sistema p or su sanc1on se encargará d , equilibrio y prosiga en su fu,ncionamiento. e que este mantenga su De esta manera, el cuerpo social, ante los abusos del Estado, puede optar por dos modelos esenciales: el de Rodrigo, que responde al concepto de Bossuet de que los súbditos no deben oponer a la violencia d e los príncipes más que exhortaciones respetuosas, sin reb elarse ni murmurar, y oraciones por su conversión. (ap. Chevallier, 1979, 79) o bien el de doña Urraca, ligado a la visión de Juan de Salisbury: la J{eina doña Leonor, o la Historia de los Reyes Godos de Julián del Cas tillo, o el Libro de la s grandezas de Pedro de Medina (vid. Said 1975, 259-60). El traidor estaba condenado, según las Partidas (VII, tít. 11, L. 2, f" 16fa), a la pena de muerte, pero no especificaban más. En el derecho foral aragonés se establecía que el traido r fuese arrastrado (Obser. 2 de Proditionibus, lib. VIn, in Mo nsoriu, Svmma, f" 357r). En cuanto al descuartizamiento, era una d e las muertes al uso en la jurisprudencia criminal d el Antiguo Régimen, aplicada casi exclusivamente en los casos d e regicidio. En la Gran Enciclopedia l..arousse (Planeta, Barcelona, 1962, 21 , v. lll, p. 785c) puede verse reproducida wia estampa coetánea que recoge la muerte de Ravaillac, el asesino de Enrique IV de Francia (ut supra), por este procedimiento, cu ya única diferencia respecto de la descripción de Rodrigo es que el reo está colocado sobre un tablado durante la ejecución. ES posible que la cercanía de este célebre suceso (1610) influyese en el tipo de muerte s upuesta para Bellido, jwito con los anteced entes historiográficos ya señalados. En todo caso, es patente que aquí Cas tro ha querido suscitar de nuevo el <p<>(}O<; del auditorio, buscando la ejemplandad del castigo (sobre este aspecto en la doctrina jurídica de la época, vid. Ruiz d e la Cuesta, 1984, 218-27). 3 . Delicta singulorum Después de la consumación del magnicidio MC" tar, como ya se ha visto en el § II al a !' 1, zz va a una i~fl ex i ón argumental que, sigu i e ~z: C:.~!utra paradigma, supone la modificación d 1 . p o~ u para_ yasar del tema de l tirancd ~ ~: = ~ t~nd ers d rdonez que c be . . º ~ ;~ir p ~ rt~? ~ ~s s; ~s; e ;~ hacer~o const~ fe ~ Sancho, tan sólo Be llid ºci:~r = ~hvm ción, acude al concepto Bellido Hijo 1º os. fnmera~ ti~a ~a ~ nt e). o~=su;a l~ ~: . expenmend e la obra, es t o por el e l ro e ~a to, on 1ego ~ Sobre este punto, es interesante e nt e, que tras la muerte de don ~ : e; n~:ay ~ I c~:iulpa- ¿Trayción es poner la mano en u n rey que fué tirano? N unca es tirano el Señor (MCii, v. 1487-9) 144 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLff!CA, HIITORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA y, en segundo lugar, que a partir del reto de don Diego, el concepto de traición ya no vuelve a aparecer, hasta el relato de la ejecución de Bellido, que coincide con la resolución judicial sobre la lid dudosa y con la llegada de don Alonso, en una clara culminación de todos los asuntos pendientes antes de proceder a la apoteosis final. Esta traslación del interés narrativo es lógica, toda vez que el tiranicidio ha sido declarado inicuo y, por lo tanto, no se podía siquiera permitir que la dilucidación de su legitimidad se plantease a través del reto y las lides subsiguientes. Ante esta situación, y dado que el argumento preestablecido lo favorecía, se va a plantear un doble tema: por un lado, la necesidad del castigo de la traición y, por otro, el problema de la extensión del delito. Se lograba así que todos aceptasen como premisa incontrovertible la ilicitud del regicidio, y, en el plano dramático, que se invirtiesen los papeles, pues si en la cuestión del tiranicidio se daba la razón al Estado, en la de la persecución del delito se le otorgaba a la Sociedad, sin que, por otro lado, se rompiese la correlación sitiados-oprimidos/sitiadores-opresores, puesto que, tanto en el caso de la tiranía como en el del re to, la acción negativa inicial (funciones K y A l9 respectivamente) procedían de la injerencia de la esfera B en la A (cfr. el cuadro I). El resultado es, como ya he comentado, lograr de la Sociedad una protestación de lealtad como base indefectible de su comportamiento, y d el Estado un reconocimiento de la necesidad de no extralimitarse en sus funciones, lo que, aunque tibiamente, podría reflejar que, ya que no era lícito proceder directamente contra un posible tirano, al menos el aparato estatal podía ser controlado por medios judiciales, como pedía Martínez del Villar: principi resistendum non est, nisi remediis civilibus tantum (Appendix, p. 235), lo que Barcia y planteaba así: cúm ille si intolerabilis tyrannus est ( ... ) resistere cum reuerentia possit (De Regno et Regali Potestate, Parisiis, 1600, III, 8, 159, ap. Lauer, 1987, 55). En todo caso, este desenlace permite restaurar, desde el plano narrativo (es decir, como configuración de una norma ideológica), el equilibrio preciso para el buen funcionamiento del sistema. El principio desencadenante del proceso es puesto en boca de don Diego, que, en su apasionamiento, va a actuar como alter ego de don Sancho, sustentando todo el peso de la acción vengativa contra Zamora: D. Diego D. Sancho D. DieRn D. Sanchn D. Diegn 145 Iguale a la desdicha el sentimiento; y si al agravio la vengarn;a igualo, bolarán sus cenizas por el viento. Abrasaré a <;amora; pagarálo, que no porque el castigo es justo, es bueno, dexa de ser el instrumento malo. Alborótese el mund o, quede lleno de horror, de asombro, de dolor, de espanto; que yo he de ser el rayo de este trueno. ¡Ah, don Diego! .. . ¡Ah, Señor! No llores tanto. Mi muerte mira, muda essa esperarn;a, de quien qui<;á se ofende el cielo santo. ¡Fundada está e n justicia esta vengarn;a!129 El planteamiento de don Diego Ordóñez es, en principio, ade, en lo que tiene de deseo de castigar el delito, por dos razones: pnmeramentc porque Maiestas lfa]esa, suam injuriam condonare non potcst (Martínez del Villar, Appendix, p. 186), y, en segundo término, porque punire malos qui negligit; injuriam facit bonis (lbíd. p. 19 8); y~r otro lado,. su actitu_d no es completamente correcta, porque 1'.º d1s~ngue en la .•mputaci?n del del ito, sin tener en cuenta que deli cta sirzgulornm, zn s1ngul1s auctoribus punienda (Jbíd. p. 137), ni considera que, incluso en el caso de que realmente toda Zamora estuviese implicada, no siempre se la podía acusar in solidum: c u~do Si la vniuersidad hazc maleficio, o daño a algun singular della, Jos singulares d ella no pueden ser conuenidos sino los officiales 130 . 12 ~ .. MCii, v._1293-305. Said (1975, 201) edila los v. 1302-3 con la siguiente punua~1ót n . No ll?res tanto /. m1 muerte; mira .. . muda essa esperan<;a" (casi igual en 'V'.'e1ger, 19~0 , 9:i), pero eso mtroduce un ¡9ro col0<1uial, con "mira", que no parece proP.1? del estilo su_bl!me de los terc~os "tragicos" (u t supra), además de que esa expres10n. es a1ena al 1diolecto de Guillen, al ~enos l'.n esta obra, mientras que con la puntuactón q~e pr~ong se reconstruye el típico qwasmo de los versos bimembres de Cas, .median te la yu xta posición, una relación antitética entre Ja tro: que 1mpli~an protas1s y la apodos1s, y en este caso, una relació n de consecutividad implícita pues s~ supone que 1a consideración de la justa causa de la muerte de d on Sancho ha d e servir a d on Diego, tanto para no p retender nuevas causas injustas (exemplum mora/e) como para comprend er precisamente lo injusto de la venganza que se propone acomete'r (argumentum 1und1cum). 130, Obser. 5 de In.iuriis, lib. VIII , in Monsoriu, Svmma, fO 357r. Doy este texto legal a titulo comparativo, porque pertenece al derecho foral aragonés, no al real ALBERTO .\10NTANER FRUTOS 146 de tal modo que, de no poder castigar a los auténticos responsables del crimen, delictum satius est impunitum reliqui, quam innocentes damnari (Martínez del Villar, Appendix, p. 206), pues in delictis maior pars minori non nocet (Jbíd, p. 138). Frente a la posición de don Diego, es una vez más la mesura de Rodrigo la que habrá de plantear las cosas en sus límites adecuados: POLrrlCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 147 briesse ~1 Rey, dezimos que deue ser perdonado el yerro que fizo de consentir en su cora<;on, de ser en tal fabla. Edemas tenemos por bien que! den avn gualardon, por el bien que fizo en descubrir el fecho. (Partidas, VII, tít. 11, L. 5, f218v b) Sobre est? hay.que tener además en cuenta que el propio Arias Gonzalo hab1a d e¡ado claro el sentido de su mensaje (cfr Crapotta 1984, 164-5): • I D. Diego (. .. )Pues, ¿quién duda, si fueron valedores de un acto tan atroz, tan torpe y feo, que todos en c;amora son traydor es? Rodrigo Que lo fué Arias Gom;alo no lo creo, pues aú n lleva su voz el ayre vano con que qu iso estorbar tan mal deseo. Protesto que si sucede lo que digo, en mi desca rgo, q ue no pued<a> dar el mundo de tan desastrado caso ni a tu descuydo d isculpa, ni culpa a los <;amoranosl31_ <MCii, v. 1362-67) La postura del Cid se adscribe con esta aserción a lo que la teoría jurídica y, por decirlo así, el sentido común de la época consideraban justo: quia ad hoc, ut maior pars possit praejudicare universitati secundum legem, quod major pars ff. admu n i, requiritur quod illo tendant ad utilitatem, vel salutem non tendal ad damnum, sed quando tradunt ad damnum et delictum, req uiritur quod omnes concordent: alias contraditio unius faceret, ne videat ur gestum ab ipsa Vniversitate. (N. Bocrius, de Sediciosis, §V II, n 2 2, ap. Mtz. del Villar, Apología, fº 104r) y, respecto del aviso de Arias, hay que tener en cuenta que, incluso aunque el ayo de doña Urraca hubiese estado coaligado con Bellido, su delación le excul paba del crimen: Proditioni consen tiens, poenam redimit, denuntiata proditione Regí. (Martínez del Villar, Appendix, p. 120) si en la voluntad de alguno entrase d e fazer traycion con otros d e consuno, e ante que fiziessen jura sobre el pleyto d e Ja traycion lo descucastcllano. Por otra parte, cuando la responsabilidad de un delito se sabía ciertamente compartida in solidum, el propio texto señala: "Hase de no.~ar que do[n]~ 5<?.1' muchos delinque[n]les, todos juntamente pueden ser condenados (Obser. l de lnzurn s, lib. V III, in op. cit. fº 356v) Sin, ~mba rgo , don Diego Ordóñez ofrece otro dato, judicial y retoncamente correspondiente a los Jacta in tempore insequenti contemplados en el status coniecturae de la quaestio (cfr. Lausberg 1?69, § 164), que permite hacer dudar razonablemente de la inoce ~ Cia de los zamoranos: D. Diego Que tuvo_valedores os prometo; que no pudiera hazer, siendo Be llido causa tan leve, tan notable efcto. . Y aunque no fuera assí, trayción ha sido, siendo deste delicto sabidores haver al delincuente recogido.' (MCií, v. 1356-61) D_e ser. verdad 1~ visión de don Diego, Zamora, en efecto, se haría comph ce d el crimen laesae maiestatis de Bellido: La onzena [se. manera de traydon] es, qua[n]do algun orne es acusado o reptado sobre fecho de traycion, e otro alguno lo suelta 0 le aguis~ por que se vaya. (Partidas, VII, tít. 11, L. 1, f216v a) ,, 13~. MCii,,v. 831-6. En el verso 833 Said (1975, 179) y Wei er (1980 74) leen p~ed , que l ~s 1ona la consecutio temporum de la apódosis de la c~ ndic o n~I que h de JI en sub¡untivo. ' a ALBERTO MONTANER FRUTOS 148 Ante esta situación, se propone retar a los zamoranos d e trai~n med~? d ores, pero si el duelo que supone ese reto es para Rodri?~ de averiguar la connivencia o no d e la ciudad en el reg1c1d10 (M~t, v. 1353-5 y 1365-70), para don Diego, que no duda d e la c.ulpab1hd ad de la uniuersitas zamorana, el reto y el duelo se convierten en una p ena de por sí, en el acto mismo d e la ven~az, qu~ es lo ~ue el alter ego de don Sancho hubiera deseado re~h.zas1 ~as aven~u ­ ciones (vid. MCii, v. 1340-9). Según la casuist1ca ¡und1ca de la epoca el d esafío suscitado por Rodrigo daría lugar a un duelo manifesta;ivo de verdad, mientras que la postura de Ordóñez suscitaría un duelo defensivo del honor, o vindicativo de la honra (cfr. Jackson , VII, 950c-952c); pero la naturaleza y carácter del reto y las lides que se realizan para solventarlo se dilucidarán en su momento. Antes de pasar a la efectista escena d el enlutado don Diego profiriendo la arcaica fórmula del riepto, la obra, según su típico mecanismo de alternancia, presenta lo que está sucediendo tras las murallas de Zamora, a fin d e que no pueda caber duda alguna sobre la inocencia tanto de la ciudad como de doña Urraca 132. En efecto, Bellido cuando entra en Zamora, no encuentra el sagrado133 que esperaba: sino que es apresado. Es más, Arias propone su e j ec ~ci ón , pero doña Urraca, con buen sentido, prefiere mantenerlo con vida: Urraca (. .. ) Pre ndeldo, echaldo en cadenas pero no le d eys la muerte.(. .. ) Arias ¿Cómo e n d elito ta n grave? pues dirá quie n dello trata, que quien su muerte dilata algo en su s trayciones sabe. Y ¿no será Jo mas cierto, pues Ja ocasión nos obliga, d ezir que por que no diga los cómplices Jo h emos muerto? (. .. ) Y si es que los Castellanos dizen que culpa te nemos, Ja disculpa les p ondremos y el de linquente e n las manos. Ur raca 132 Sobre la ciudad, se cuenta con la exculpación .Yª comentada que conlleva el aviso a don Sancho. Respecto de doña Urraca, se r e ~ e i a constantemente su falta d e conocimiento de los planes de Bellido, como ya he senalado en el§ 11.1. 133 Vid. MCii, v. 1161-2. Sobre el acogerse a sagrado, cfr. supra. n. 39. P OLfTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO D E Z AMORA Arias Son tus razones, Señora, de tu discreción tributo. U rraca Cu bran d e funesto luto las murallas d e (amera, y vean el sentimiento con que esta desdicha pago, mi inocencia, en lo que hago, y mi pena, en Jo que siento-. 149 CMCii, v. 1455-65y1470-81) Se consigue de este modo, intra narrativamente, aplazar la ejecución de Bellido hasta el final d e las lides, lo que causa el efecto ya comentado, y, extranarrativamente, dar a los espectadores el número s ~ficent de datos para que, a la luz de su conocimiento d el paradigma argumental, generen nuevas expectativas razonadas sobre el descnlac: del reto, F:uesto que, al conocer eventos que don Diego ignora, aprecian el desa¡uste entre lo que sería justo, es decir, reconocer la inoc:~a de Za mora y dar e l debido castigo a Bellido, y lo que obra Ordonez, .que .p re tende indiscriminadamente extender la culpa a toda la um11cr:;1frzs zamorana, lo que, a los ojos del auditorio, justifica d ?~ ~ e la propia lógica de la obra el desenlace ya conocido por la trad1c1on y la resolución de su indefinición que aquí, como en RH y CMS (11t supm), se propone. Se produce tras la escena comentada la llegada d e don Diego ante las mura llas de la ciudad, donde desafía a los zamoranos con la a~ ti g u a versión d el reto que, inspirada en la solidaridad penal considerada por el derecho germánico, se había convertido en una expresión incomprensible ya para el autor de la versión del *Cantar de Sa ncho JI prosificado en PCG, como se deduce de las palábras de extrañeza de Arias Gonzalo (vid. Menéndez Pida!, 1959, 62-3). Esa misma admiración ante una acu sación que se con sidera totalmente desorbitada es la que se quiere provocar en el auditorio d e MCii a través, también, de las palabras del ayo de doña Urraca. Arias Don Diego Ordóñez d e Lara, en Jo que agora havéys dicho hablastes como valiente pero no como e nte ndido. En Jo que hicieron los grandes ¿qué culpa tie nen los chicos?' ALBERTO MONTANER FRUTOS 150 D. Diego Y ¿qu é merecen los m~ertos en lo que hizieron los b 1vos? Y ·qué an culpado en <;amora cafles, plac;as, edif~o? ¿qué saben de se nhm~ entos los que no tienen sentidos? ·Sabéys cómo e stá ordenado ~ por ley establecido . que el que retare a Conse¡o ha de matarse con cinco? Ya lo sé; y con cinco mil a matarme m e a p ercibo. (MCii, v. 1596-613) El reto, entonces, cambia de sentido, y de ser una necesidad ·urídica, la susci tación de un pleito legal resuelto, en este caso, por ~na lid, para determinar Ja culpabilidad de un ~cusado (el retado), ~ía Rod.rigo134, pasa a co~ver tir se en un abuso lesegún lo que p r op gal; en una pretension no a¡ustada a derecho. /ex dictans ut unus puniatur pro alio, et sic. filius P!º pat:e'. est valde quare ri urosa exorvitansque ab aequitate naturali , et a ¡u_re. d1~zno, est interpretanda: nec debet, nec fien aliqua exten. ( ) Sabiend o pues a tirania infamar a los h1¡os por los padres, Y mas a los que no lo son, quanto mas lo sabra infamar a todo un Rcyno por tan pocos ma 1os.?135 st~icme pot~ ~ºch . MC ii v 1351 ss. Sobre el carácter del reto, té~gase en cuenta lo 134 Cf acusamiento que faze vn fidalgo a otro por r. cspcc. . , ,;R. t 1 fi ( ) E este riepto tiene a pro que disponían las Partidas: _iep 0 es corte profa<;andolo de la trayaon, 0 del al:~c d:'ech~ por el, del tuerto, e de la es _carrera pa_r I11 L 1 f" 18vb). a aquel que lo faze, por . ~ue deshonra que! f1z1eron (P_artidas, Vlf, tit. ' d.e delitos de traición y alevosía (ParEl reto sólo ~ta efectuarse ª~ciarse mediante pesquisas, presental'd (Partidas, VII, tit. Ill, L. 4, f" 19va). El tida s, VII, tft. 111, L. 3, 19'b), Y P°:ffa ción de pruebas (documen tos Y. t_es gos fl o Óa menudo con el desafío, como fórmula reto, como forma de dcrh~pub, e l ?~ ua uelo como modo tanto de averiguación 0 de derecho pnvado, de m ~ e ª 1 . 0 rame~ t e por el derecho canónico, incluso como de vindicación, fue prohi Pn~ de Tren to (vid. Covarrubias, Tesoro, 453b 0 , r el derecho civil regio, que en expresamen te en las deas1ones ~ dJsp~ s Í~ eys Católicos en 1480 en Toledo y 487a, s.v. "desafiar" Y "duelo) España se plas!'"Ó.en una ley pr~m ª) Jackson, v. Vll, p. 951b). Se com(Nueva Recop1lac1ón" hb._ XII, 11¿. X d\ Íi~om o ordalía 0 juioo de Dios, incluso prende asf que del pnm1t1vo car. cter . er ~ como éste apenas haya más que leves en ~n . texto. ta.n n .eta m e n~ e pro6lf~ª is), mientra; que su carácter vindica tiV<;>, remm1scenaas (vid. MC!t, 1 bX. rohibido pero llevado a cabo en la realiparalelo al del duelo pnva o, tarn ien P . tifü:'ación de un procedimiento desusadad y en el teatro, es el que se conserva como JU S do a Jos ojos de los espcta~o r es. f" 137 -v La ley a que se refiere es la L. 135 Martínez del V1l!ar, ~p(olc!f.ía, ~ 9) De la misma opinión era Balquisquis, C. ad L. fuliam ma¡estat1s v1 . supra n. 1 · l d'1t J''lfª d POLrrICA, HISTORIA Y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA 151 Ante esta situación el planteamiento de don Diego estaba viciado de origen, y contrariaba el espíritu del reto como mecanismo judicial, pues Qvien quiere reptar a otro deue Jo faze r desta manera, cata[n]do primerame[n)te, si aquella razo[n] porq[ue) quiere reptar es a ta l q [ue] caya traycion o aleue. E otrosí deue ser cie rto, s i aquel co[n )tra quie[n) quiere fazer el riepto, es en culpa. (Partidas, VII, tít. III, L. 4, fl2 19v a) En efecto, O rdóñez, como señala Arias Gonzalo, acu sa a seres a los que no alcanza la responsabilidad jurídica, pero, además, no puede poseer certeza suficiente para realizar una acu sación in solidum, pues si d e su visión del status coniecturae de la causa se desprendía una posible connivencia de Zamora, del factum in tempore antecedenti, expuesto por Rod rigo, se seguía con más nitidez que la responsabilidad colectiva no podía exigirse a la ciudad, pues al menos de un ciudadano se conocía la repulsa del delito, y dado que delictis factum etiam maioris partís non nocet minori (Martínez del Villar, Apología, f2 240r), la pesquisa previa impedía el reto a la uniuersitas zamorana, pues Qui e[ni]m prouocat alique[m] ad bel/u[m], vel d uel/ u[m] impingens ei crimina, tenet[ur] probare per indicia, vel coniecturas: q[ui]a pugna aequiparatur torturae, q[uae] non debet fieri nul/is índicijs praecedentibus, & qualia indicia sufficiant, est in arbitrio (. .. ) Regís in isto casu: alioquin q[ ui]libet desperatus, alíum ad pugnam sine causa prouocaret. (G. López, g lossa in Partidas, VII, tít. III, L. 4, not. a, fll 19v a) Y, a este respecto, hay que tener en cuenta que el monarca difunto había desaconsejado a don Diego, como se ha visto, que perseverase en su propósito, "de quien qui~á se ofende el cielo santo" (v. 1304). De este modo, Ordóñez se convierte en el alter ego de don Sancho, puesto que, como él, aplica leyes, que, según la expresión citada de Martínez del Villar, "saben a tiranía", y con sus pretensiones llega a conculcar las leyes divinas y naturales, pues do, Commentaria , v. III, f" 59v-69v (glossa in L. Gallus, ff. de Liberis et postumis heredibus, Pand. lib. XXVIII, tit. 11, L. 2'9), a quien sigue Martínez del Villar, ¡·unto a Angelo de Oavi, de Legibus; Decius, Consilia ¡uris, cons. 64, y otros juristas de a época. 152 ALBERTO MONTANER FRtrrOS POLTTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Dicat enim · ratio natural is, quod gesta debean t ad au ctores su os restringí, non extendi ad alias qui culpa carent 136 . En este sentido, hay que recordar que al emperador Teodosio, por un castigo indiscriminado que aplicó a los ciudadanos de Tesa lónica por la muerte de sus magistrados, se le condenó expresamente, a instancias de S. Ambrosio, por el C. cum apud, 11 , q. 3141. Y actuando como lo hace, transgrede también las leyes humanas, al violar lo preceptuado por el derecho romano 13 7 sobre la posible imputación d el d elito de un individuo a terceros: Quedaba don Diego, de esta forma, como expresión evidente d e un ª?uso de poder que, para legitimar su postura de intangibilidad, manifestada en la ilicitud d el tiranicidio, se proponía llevar a cabo una r~pesió a todas luces desproporcionada, n o ya a la magnitud del cnmen, smo a la responsabilidad penal por él generada. El res.ultado ~e esta actuación tan claramente desorbitada es que las h?es susotadas para sustanciar el proceso incoado por el reto se convierte n, como ya he señalado, en una auténtica reivindicación de la inocencia de los zamoranos, generando, por rechazo, el mismo fin que eradm~t ~r ~ t ~ ndía don_Di.ego, es d ecir, la universal aceptación de que el ttramc1d10 no pod1a smo ser una forma de traición. Sancimus ibi esse poenam ubi & n oxia est . Propinquos, not os familiares procul a calumnia summovemus, quos reos sceleris societas non facit. Nec enim adfinitas, ve! amicitia nefariu m crimen admittunt. Peccata igitu r suos tenean t auctores, n ec ulterius progrediatur metus, quam reperiatu r delictum . Hoc sing ulis quibusque Jud icibus in timetur138. Tambié n establecía e sta restricción del delito el derecho canónico refiriéndose además a la extensión d e la culpa a una comunidad: Non d[ebetur] aliquis alteri[us] odio pregrauari ( ... ) Exemplu[m] istius regule ponit[ur] C. de inoffi<iosso> testame[n]to. L. si quis in suo. § legis au[n]t. U bi dicitur q[uod] mater no[n] debet exheredare tiliu[m] propter delictu(m] a marito eiusde[m] filij patre co(m]missum 13 . Delictu[m] persone non debet in da[m]no ecclesie redundare ( ... ) Si abbas vel monachus vel alius cleric[ us] delinquat iniuria[m] fa ciendo vel da[m]nu[m] da[n]do ve[ alicui eius possessione[m] v iole[n]ter occupa[n]do , eccl[esi]e n o[n] tene[n]t: q[uia] delictu[m) p[er]so ne no[n] d[ebet] in da[m]nu[m] eccl[esi]e redu[n]dare1 4D. 136 Martinez del Villar, Apología, f" 136v, quien añade, siguiendo a Baldo y a Saliceo, sobre las leyes in quo unus tenetur pro alio, que tales constituciones se dan co.ntra jus naturale, ac divinum. Vid. Baldo, Commentaria , v. lll, f" 104v-105v (glossa m rub. C. Res inter alias, Cod. lib. VII, tit. LVI). 137 Recuérdese, sobre esto, que el d erecho romano y no el real era el que enseñaba, junto con el canónico, en las universidades europea,s d esde ~ l s. XIII hasta el s. XVlll, y era tenido como fuente general del derecho (vid. Garaa-Pelayo, 1968, 97ss.). . . 138 L. Sancimus ibi, C. de Poenis (Cod. lib. IX, tit. XLVII, L. 22, m C.I.Ci. v. ll, p. 403b). Legislaba en el mismo sentido la L. Neque ex eius, C. Ne filius pro paire (Cod. lib. IV, tit. XIII, L. 1, in C. l.Ci. v. II, p. 15Sa), mientras que la L. Semper adversus possesores, § Si in sepulchro, ff. Quod Vi aut clam di spo ~ía la r e~ p~nabild solidaria en caso de delito colectivo: Opus enim quod a plunbus P.ro indiviso (actum est, singulos in solidum ob!igare., Si t~men proprio q.uis eorum consilio hoc fecent, ci-:m ornnibus esse agendurn: scilicet in solidum (Pand. hb. XLIII, ht. XXIV, L. 15, § 2, m C.1.Ci. v. !, p. 3'82a). 139 Se trata del C. Non debetur, tit. de Regulis Iuris, Decr. con la g losa d e Dinus, de Regulis Iuris, f" lxiiij v. . . de Dmu.s, de . Regulis 140 C. Delictum, tit. de Regulis Iuris. Decr. con la .g l o~a Iuris, f" cxx v. También disponía en este sentido el C. Vtife, tit. de Regulis Iuns, Decr.: 153 r _ a~ coadyuvar a la aceptación connotativa d e esta propuesta , se ha recurrido, como en el caso de Bellido, a la indignatzo, instrumentada a través d el argumentum animi naturae. En efecto, si lo que se pretende es que el auditorio, como Z amora, considere la imputación de Ordóñez exagerada, por el mero hecho de que su fidelidad ja más le habría permitido siquiera la complicidad pasi142 va con el traidor, es conveniente que la actuación de don Diego impela a ello por contraste, para lo cual se le caracteriza como un individuo iracundo, soberbio, y desmesurado cuya t5pptc; (orgullo, pero también ultraje y d esenfreno) contrasta con la cortesía de sus adversarios (vid. Crapotta, 1984, 177). De este modo, como ha señalado Leavitt (1971 , 435), Castro se asegura así que el público no simpatizará "con un hombre que ha m a tado a los hijos de Arias Gon1~picta . Vtile .'!º n debet per inut,ile [se. insep_arabile) vitiari (vid. Dinus, de Rg. Iuris, f" l ~xv 1¡ r, y Mtnz. d el V11lar, Appendix, p . 137), y lo mismo el C. Quaesivit. tit. de His quae si metus 'D el causa fiunt, Decr . Lib. l. 1~ Decr. pt. II, Ca. XI, q. 111, c. LXIX, in C. 1.Can. col. 954-6. Vid. e t. Martínez del V11Iar, Apologfa, f" 66r-v, 83r y 100v, y Appendix, p . 144-5. 142.. La . able~t eoda . sobre la base de que crimina aliorum qui potest corrigere, nec com git; sibr commuma facrt ..(Martínez del Villar, Appendix, p. 163). Nó tese que, a la luz de los v. 607-10 de MCu , en boca de doña Urraca, relacionados con los v. 149 ss. dichos por Bellido, podría parecer que la infanta incurrió así en delito d e traición. Sm e~ b arg? no sabe qué planea Bellido, por lo que no ha consentido, stricto sensu, en el delito, 1!uentras que en los v. 1503 ss. se d esmiente al De Olfos, que actúa movido por el ans1~ de ~varse , como correspond.e.a su cobardía. De este modo, esa pequeña mcoherenaa m1oal queda salvada, permitiendo a la vez con ella que Bellióo ponga sus planes en marcha, sin los cuales no habría habido acción. 152 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLrTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA Dica! ~nim · ratio ~aturl!s, quod gesta debeant ad auctores restrmg1, non extend1 ad a/ros qui culpa carent136_ 5 u s 0 y. actuando como lo hace, transgrede también las leyes humanas al ~o prec~uado por el derecho romano137 sobre la posible ¡'mputacion del dehto de un individuo a terceros: viola~ Sancimus ibi esse poenam b · & · · re l . u 1 nox1a est. Propmquos, notos familias_ procu ~alumn.1_ summovemus, quos reos sceleris societas non faczt. N:c. enrm adfinztas, ve/ amicitia nefarium crimen admittunt Peccata 1 g 1t~r suos t~nea auctores, nec ulterius progrediatur metus · ;:~Ta. repenatur del1ctum. Hoc singulis quibusque Judicibus intme~ ª !~mbié . ~stablecí esta restricción del delito el derecho refmendose además a la extensión de Ja culpa a una com _ u ~c nomc mdad: No n d[eb~ur] aliquis alteri[us] odio pregrauari ( ... ) Exemplu[m] istius romt[ur]_ c._ ~e inoffi<iosso> testame[n]to. L. si quis in s uo § le gis au n]t .. Ub1 d1c1tur q[uod] mater no[n] debet exheredare fiÍiu[m propter del1ctu[m] a marito eiusde[m] filij patre co[m]missum139 l r~gule Delictu[m] persone non debet in da[ m]no ecclesie redundare (. ) s · ~ abbas vel monachus ve/ alius cleric[us] delinquat iniuria[m] ¡;~ iend vel da[m]nu[m] _da[n]do ve/ alicui eius possessione[m] viole[n]ter occu~a[bn]dlo ,_ eccl[es1 ]e no[n] tene[n]t: q[uia] delictu[m] p[er]sone no[n] e et m da[m]nu[m] eccl[esi]e redu[n]dare140_ Sa!ic~ 6 so~!\ ~: ~:ir, Apología, f" 136v, qtúen añade, siguiendo a Baldo y a .j'¡~usBlr;f¿/º alzo , tqu ~ talesllclonstituciones se dan contra jus 'naturale ac ~ivnu rub. C. Res in t;r alias, Cod: lib. VII, tit.' LVJ)men aria, v. 'f" 104v-105v (glossa in e n sci!~a s. XVIII )~o 97ss.). ' Recuérdese, sobr':! esto, que el d~recho romano y no el real era el ue ~on.l canómf, en las universidades europeas desde el s. Xlll hast~ el em o como ucnte general del derecho (vid. García-Pelayo, 1968, 138 L. ~ancimus ibi, C. de Poenis (Cod. lib. IX, tit. XL VII L 22 · · p. 403b). Legislaba en el mismo sentido la L Neque ex eius 'C. N' fi~· C.I.Ci. v. II, ;~d. ~s:e tit. ~I, L. 1, in C.I.Ci. 11, ~ " 1S5a), mientras que.la s~u:i/e;ºa ~d1! ~l:tirus ºcmr . nci~us. l. nus, ~9 Re~lªJ:r.dbtu, v. esse agendum: sci1Fce1 in solidu::r v. 1, p. 382a). ~r°!:f. l e~7 c~d úl~'.s ~ir:; xí'.í!C tf;nx~!J1ºL. !~/'.erib}a1: Í.. , t~5e , r§it, 2 c~m , m lit. de Regulis Iuris, Decr. con la glosa de Di- · . 140 C. Delictum, lit. de Regulis luris. Decr. con la glosa de Dinu d R luris, f" cxx v. También disponía en este sentido el C· Vtife, tiºt . de Regu l is.s'¡uris, e. egulzs Decr.: 153 En este sentido, hay que recordar que al emperador Teodosio, por un castigo indiscriminado que aplicó a los ciudadanos de Tesalónica por la muerte de sus magistrados, se le condenó expresamente, a instancias de S. Ambrosio, por el C. cum apud, 11, q. 3141 . Quedaba don Diego, de esta forma, como expresión evidente d e un abuso de poder que, para legitimar su postura de intangibilidad, manifestada en la ilicitud del tiranicidio, se proponía llevar a cabo una represión a todas luces desproporcionada, no ya a Ja magnitud d el crimen, sino a la responsabilidad penal por él generada. El resultado de esta actuación tan claramente desorbitada es que las lides suscitadas para sustanciar el proceso incoado por el reto se convierten, como ya he señalado, en una auténtica reivindicación de la inocencia de los zamoranos, generando, por rechazo, el mismo fin que erradamente pretendía don Diego, es decir, la universal aceptación de que d tiranicidio no podía sino ser una forma de traición. Para coadyuvar a la aceptación connotativa de esta propuesta implícita, se ha recurrido, como en el caso de Bellido, a la indignatio, instrumentada a través del argumentum animi naturae. En efecto, si lo que se pretende es que el auditorio, como Zamora, considere la imputación de Ordóñez exagerada, por el mero hecho de que su fidelidad jamás le habría permitido siquiera la complicidad pasiva 142 con el traidor, es conveniente que la actuación d e don Diego impela a ello por contraste, para lo cual se le caracteriza como un individuo iracundo, soberbio, y desmesurado cuya t~pu; (orgullo, pero también ultraje y desenfreno) contrasta con la cortesía de sus adversarios (vid. Crapotta, 1984, 177). De este modo, como ha señalado Lea vi tt (1971, 435), Castro se asegura así que el público no simpatizará "con un hombre que ha matado a los hijos de Arias GonVtile non debet per inutile [se. inseparabile] vitiari (vid. Dinus, de Rg. luris, f" lxxxvij r, y Mtnz. d el Villar, Appendix, p . 137), y Jo mismo el C. Quaesivit. lit. de His quae si metus vel causa fiunt , Decr. Lió. L . , 141 Decr. pt. 11, Ca. XI, q. 111, c. LXIX, m C.l.Can. col. 954-6. Vid. et. Martmez del Villar, Apología, f" 66r-v, 83r y 100v, y Appendix, p. 144-5. 142 La establecida sobre la base d e que crimina aliorum qui potest corrigere, nec corrigit; sibi comrnunia facit (Martinez d el Villar, Appendix, p . 163). Nótese que, a la luz de los v. 607-10 de MCii, en boca d e doña Urraca, relacionados con los v. 149 ss. dichos por Bellido, podría parec~ que la infanta incurrió así e_n delit? de traición. Sin embargo no sabe qué planea Belhdo, por lo que no ha consenhdo, stncto sensu,_en el delito, mientras que en los v . 1503 ss. se desmiente al De Olfos, que actúa movido por el ansia de salvarse, como corresponde a su cobardía. De este modo, es~ pequeña incoherencia inicial queda salvada, permitiendo a la vez con ella que Bellido ponga sus planes en marcha, sin los cuales no habría habido acción. 154 ALBERTO MmffANER FRITTOS zalo" Obíd. p. 436). Esta etopeya, además, correspondía a lo que se esperaba del defensor de una concepción jurídica tan extremada: Statum in. quo unus tenetur pro alío numquam tamquam odiosus de. d1 .(..:) Nam e'.iam. si expresse hoc vellet non valeret, tambet ext~n qu~m 1niq~ s 1mun et 1.rrat1onab1/e. (. .. ) et ideo quia irrationabile odzum contmet [se. ~ex c1ta~ ), non debet aliqua tenus fieri extensio ( ... ) t~1 ones, qu1bus pater pro filio, ve[ e contra filius pro statuta, et. const1 patre punztur, sapzunt quamdam tyranidem. (Martínez del Villar, Apología, f2136v-137r) La caracterización de don Diego bajo estas pautas, aunque apuntada a~tes del asesinato de don Sancho, se desarrolla sobre todo (de~ 1:11.smo modo que su participación en la narración) a partir d el regic1d10, Y ya antes de desafiar a los zamoranos ha dejado clara su desmesura e ira (MCii, v. 1293-303 y 1341-46), pero es especialm~nte en el reto y en las lides donde más se patentiza esto. En el pnmer caso, a través de la misma fórmula del desafío y de la bravata de los ~itad.os v. 1612-3; en el segundo, mediante expresiones cuya sobcr~1a e inclemencia son evidentes, razón por la que de Jos textos previos sobre ese episodio eligió Castro como modelo los romances de RH (uf supra): D. Diego Arias D. Diego Arias Urraca D. Diego Rodrigo D. Diego Don Arias, embía otro hijo; qu e éste ya tiene recado. Ya te le estoy previniendo. Y yo lo estoy esperando. ¡Don Diego! vence matando, pero no aflixas diziendo. ¡Más valiente que piadoso y cortés eres, don Diego! ¡Vengo a mi Rey! y estoy ciego de cólera, estoy furioso. Sí; mas en esta jornada advierte, por vida mía, que nunca la cortesía quitó la fuen;a a la espada. Rigor haya sólo en quien sigue venganc;a tan fiera. (MCii, v. 2248-63) POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 155 En términos semejantes se expresa otra vez el retador en los v. 236477, tras la muerte de don Diego Arias, el segundo hijo del ayo de la infanta, lo que provoca del mesurado Rodrigo una nueva reconvención. Se prepara así el desenlace de la tercera lid, de tal manera que, cuando don Diego intente entrar de nuevo en el palenque, el auditorio se identifique plenamente con quienes le niegan ese derecho: Urra ca ¡Ah, Jüeces Castellanos, con rectitud esta causa, según fueros de Castilla, juzgad! C. Nuño Sí haremos, Infanta; y para hazerlo, a don Diego le mandamos que se vaya(. .. ) R od rigo Vete, don Diego; que según los fueros mandan, con más acuerdo es razón dar al vencedor la palma. (MCii, v. 2538-43 y 2548-51) Sin embargo, tras esta escena, bastante humillante para Ordóñez, se da un leve giro a su carácter, pues su despecho, convertido en autocensura, actúa de nueva capta tío beneuolentiae de 1 público (MCii, v. 2586-657), que predispone al auditorio a aceptar la sentencia de los jueces del campo, que, dando por vencedor a don Diego, exculpa a Zamora, de modo que la causa de la venganza regia y el honor del que la defiende tampoco queden en entredicho, lo que sería contraproducente, además de contrario a una interpretación equitativa de un duelo en el que no ha habido un claro vencedor. Paralelamente a esta etopeya negativa de don Diego, se ha generado un constante beneuolum parare en tomo a los personajes de la centrado esfera A, especialmente mediante la suscitación del ~Af:oc;, en doña Urraca, Arias y sus hijos, destacando, en este sentido, la patética agonía de don Rodrigo Arias, original de Guillén, en la que el malherido luchador reclama, con sus últimos ánimos, la victoria (MCii, v . 2502-77), todo lo cual supone, evidentemente, conducir la simpatía del auditorio hacia la causa zamorana. Ante esta situación, la sentencia se produce more Salomoniaco, d ando parcialmente razón a ambos contendientes: hubo traición, POLfflCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 157 ALBERTO MONTANER FRlITOS 156 pero sólo un traidor. Subyace aquí la idea, además de los aspectos políticos ya indicados, de que si el tirano ha caído víctima de la justicia divina, la culpa no puede imputarse al cuerpo social, sino al propio monarca que, con su actuación, ha provocado la intervención de la providencia, de modo que si todo tiranicidio se conceptúa como traición, en salvaguardia del Estado, por el contrario, y como compensación, se garantiza que no se podrá provocar una represión incondicional en caso de que tal hecho se produzca, lo que propone la equilibrada contrapartida del control del poder soberano en salvaguardia de la Sociedad, lo que equivale a decir que si un mal rey provoca la aparición de un Judas, la existencia y la actuación de éste no pueden achacarse a los súbditos del monarca, ni les cabe responsabilidad por ello, pues es apotegma asumido que Judas proditor, nihil detrahere potuit Collegio Apostolico 143 , quedando la culpa última, salvada la del ejecutor del crimen, en el tirano, ya que, como el propio don Sancho declaraba, "causa es de causas quien la causa ha sido" (MCii, v. 1286). 4. Elbuenrey Después de la resolución de los conflictos suscitados en torno al tiranicidio y a la traición, es decir, una vez recuperado el equilibrio de las dos facetas del sistema, era preciso dotarlo de nuevo de cabeza, corazón o alma, según las expresiones metafóricas coetáneas para aludir al monarca como elemento rector y vivificador de la República, es decir, de la nación. Para ello se acude, como se ha señalado antes, a la entronización de don Alonso, como heredero legítimo por línea agnaticia tras el deceso del titular, sin hijos e intestado. Pero aquí no interesa sólo mostrar la efectividad del derecho sucesorio para la adecuada preservación del Estado, sino que, de acuerdo con la mentalidad providencialista que impregna la obra, tras la eliminación de los extremos viciados de la sociedad (el tirano y el traidor), la justicia divina, como garante último de la monarquía absoluta, dará el trono a un buen rey, culminando el 143 Martínez del Villar, Appendix, p . 149. Vid. et. eiusdem, Apología, f" 99v. e~talci po~ proceso con la restauración apoteósica del ~ren cual a un rey justo, don Fernando, sucede, ehmman o a ma d. y, eta se e ancho un nuevo soberano modélico, don Alonso. ~ª.come ;rará a~í con el final feliz pedido por la no~a est:1c~ d~a e~; d"a nueva final que transmitirá connotattvamen. e a l b~nda de' una sociedad que resuelve tan satisfactonamente sus conflictos internos. . t. MCii ha desarrollado toda la esfera Para lograr este ob ¡e ivo, d d mitía además de incluir el tema amoroso como a ecua o e, que perta deÍ tema trágico y como posibilitador del desenlace en contrapun . d d Al 0 que la mera boda, una caracterización más efectiva e on . on~ referencia a sus virtudes, según el precepto horaciano. Aut a~itur Se ni~s res in scenis, aut a~ refertur. irritan! animos de~isa ~er _aurem, Q~am quae ,:unt oculis sub1ecta fidelibus , et quae IT'se sibi tmdit spectator. (Horacio, de Arte Poetica, v. 179-82) ne esencialmente la etopeya de f e De este modo, la es era_ ~:lo contrario que con las caractedon Alonso, buscando preosa_ d ir se pretende el beneuolum . · de Bellido o don Dlcgo, es ec ' . , f" nzaooncs h . . . stifique su entronizac1on 1parare, de m odo_ que esta ¡~:ra ~m: J~arcteizd por el ~0oc;, no nal. Por esto mismo, la es t do los rasgos esenciales del e pues se busca, presen an • • por e1 1tCL oc;, 1 fectos suaves es decir, la s1mcarácter de don Alonso, mover. os, a onstaem~ a los remansos , d"t · que lo asooara e patta del au t ono, . d" él referidos salvo en las esde paz (delectatio) que los ep1so ws a . ' cenas introductorias, tienen en la comedia. . . . .. 1 la obra y si el ep1sod10 m1c1a La figura d e don A_lonso enmarca ho ant~s de asediar Zamora, (C.l) permitía caractenzar ª don Sane del rey de León, justifi., "ble la entrada en escena hacía tamb1en post ·r do su caracterización en el corneando su exilio en Tol~ y peri:u ten t tal situación. Se aprecia bate, pues no se le vera postenormen e en así su valentía: I R. Alonso ·Ah vasallos! ¡Ah, Leoneses! 1 ' ¿Agora el animo os fa l ta.? POLITICA. HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONT ANER FRlITOS 158 Capitán ¿Donde vas, Rey don Alonso? Alimaym. R. Alonso ¡A m orir! R. Alonso Capitán R. Alonso ¡Espera, aguarda!. .. El Cid, ¿no es un hombre solo? ¿Más su nombre os acobarda que mi desdicha os obliga? ¡Sant'iago! ¡Cierra, España! Pierde el miedo N unca le supe tener; sólo desdicha he tenido, pues quando pen sé vencer, entonces quedé vencido. (MCii, v. 278-82) ~s es tenido recalcando que el resultado de la batalla de G~ lpejar como desgracia de fortuna, no como prueba de la mcapac1dad de don (MCii, v. 49-56) De e sta forma se muestra claramente la índole de su virtud, acomodándose a lo que los tratadistas coetáneos juzgaban digno de un rey: Alonso: Alimaym. Principes laudant{ ur] ex fo rtitudine, q{ uae] est una ex quatuor uirtutibu~ cardinalib{ us] habe{n]s i{n] se donu{m] fortitudinis & p[re]cepta, ut res1stat[ur] hostibus, ut formido sit. (Cassa nacus, Catalogu s, pte. V, cons. 12, 159 ~ 108r b) [Pri ncepsl militi{a]e debet inte[n)tus esse (Ma rtíncz del Villar, Appendix, p . 188) [Princeps] non minus fortis, quam sapiens esse debet. (Ibídem, p. 191) Tras este episodio bélico, la acción de la esfera C se traslada a Toledo, donde se procederá a caracterizar progresivamente a don Alonso al margen d e las desgracias de la guerra, lo que realza más su figura, pues, como ya he comentado al tratar de la actuación de don Sancho, el rey spectare magis ad pacem, quam ad bellum debet (Martínez del Villar, Appendix, p . 190), y por ello don Alonso se presentará connotati vamente en su coronación, frente a la imagen ofrecida por su hermano, de una manera más conforme a lo que se esperaba del buen rey: Nihil est ei magis in votis; quam ut subditos incolumes, ac florentes videat. (Ma rtínez del Villar, Appendix, p. 167) Sin embargo, y para que no pueda quedar duda alguna sobre el carácter de don Alonso, a propósito de su derrota, es el valor del desposeído monarca lo primero que se manifiesta: Sólo tú puedes tener por victoria el vencimiento;. pues causaron los despo1os d e tu valor sin segundo generales los enojos, y es tu d esd icha en ~l mundo llorada con tantos 01os; tanto que en Toledo agora si llora un niño en la cuna, sus padres p iensan que llora también tu mala fortuna. El mundo entero te adora. (MCii, v. 307-18) El último verso de este pasaje es el que, en cierto senti~o, da la clave de la misión de la esfera C: el hacer a d.on Alonso motivo de la admiración de todos. No es casual que, precisamente tras estos versos se dé a Zaida entrada en escena, puesto que ella, como am ante de Íonh, cuyo sentimiento ha sido provocado por l~ f.ama de don Alonso144, supone una particularización de ese sentlm~o g~neral d e admiración. El momento de la ~gi:'cón es ademas ~rticu; mente interesante porque incluye el umco dato prosopograhco so l el rey, que, aunque indeterminado,. permite ofrecer la laus ex p:chritudine propia del laudantur hommes (cfr. Lausberg, 1969, § 2 S. III. B.1): . de de Rodri~ Toledano 144 Este motivo no es original de Castr~, smo qu :{!a~ de la mora -Zaida (vid. en de Rebus Hispa níae, VI, 20, a partir qu1za d~ de un motivo folclórico, el T. 11 Menéndei: ~id<: I! 1969 ,Thll, 762). En {tf~)aFÍlg í~ loue with person neuer seen, con la de Ja clas1ficac1on de ompson . · · · variante T.11.1, Loue from mere ment1on or descnpt1on. 'ra 160 Alimaym. <;ayda R. Alonso <;ayda R. Alonso <;ayda ALBERTO MONTANER FRUTOS ¡Zayda! ¡Alonso! ¡Alimaymón! Ya mis penas glorias son. -Bello galán-Bella damaPoco debes a tu fama . Corta anduvo tu opinión. (MCii, v. 334-48) POlff/CA, HISTORIA Y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA Aparte. Ap. y recuérdese, a este res t 1 ., siognómica que ligab pe¡c o, a concepc1on tradicional de la fi¡· , . ' a e aspecto exterior a 1 ps1qmcas y morales teoría act ¡· d as cua idades ua iza a en la época b ' t d por o ras como el Examen de ingenios de H . uar e e 5 an Juan y c . providencialista provenía d e la Edad Medí~: uya interpretación El Señor, por su parte, le otorgó la hermo provenía del placer, sino de la virt d p sura, porque aquel atavío no lleza, para que apareciera a los OJ.~s .d o; edso el Señor aumentó su bee 0 os con una hermosura incom parable. (Juan de Salisbury, Policraticus, lib. VIII, c. 20, p. 741) Este tipo de relación aparece im lícito M .. de la belleza d e don Alonso14S p de la ~n Cu, cua~do del elogio por boca de la misma Zaida a / f . ama d~ la misma, se pasa, de León, de modo que al fin~! d el enr la celebridad general del rey amor de ambos galanes la he~ a escn~ tras las declaraciones de convertido ya en belleza' moral: osura f1s1ca de don Alonso se ha <;ayda R. Alonso ¡Gran Alonso! ¡C::ayda hermosa! (MCii, v. 426) siguiendo así la concepción usual de que pulchritudinis duo sunt genera v nu[m] . appellamus, alteru[m] virile qi:a[ 1 d' "!1ul1e[bre q.u~[m] uenustate[m] ' m zgmtate m] d1c1mus (Cassanaeus, Catalogus, pte. IX, cons. 28, f2 ;73v a) l 145 Se trata, de nuevo de un motivo tr di . P· 504b. Para la hermosura e~ el panegíric d 1 ~na' que aparece ya en PCG, c. 287 o e so rano, vid. Curtius (1976, 1, 260-2).' ª 161 Una vez efectuada la declaración del amor de lejos que los dos príncipes se profesan, el primer episodio toledano se cierra con una alusión de ambos amantes a la religión de su amado, como único obstáculo moral que se opone a su amor146. <;ayda R. Alon so -¡Ay, cielo, si fuera moro! - ¡Ay, Dios, si cristiana fuera!(MCii, v. 437-8) (Aparte) (Ap.) No se trata aquí, claro está, de un problema meramente social, como podían serlo la diferencia estamental o de clase, sino de una cuestión que, para la mentalidad contrarreformista, afectaba a la misma esencia de lo humano, de modo que aquí la virtud de los amantes queda puesta de manifiesto porque en su escala d e valores la relig ión se antepone a lo mundano, y el decoro ético y moral prevalece sobre el impulso amoroso, puesto que lo contrario revelaría, a los ojos del auditorio coetáneo, una perversión moral y una lascivia impura, completamente inconcebibles en el arquetipo del buen monarca. La resolución de este conflicto se dará en el siguiente episodio toledano, cuya estructura es simétrica respecto de la del episodio anterior, pues ahora se sitúa primero la escena de amor y en segundo lugar, y como núcleo d ramático, la relación entre don Alonso y Alimaimón, de modo que, en conjunto, los episodios C. II. 1-2 adoptan la siguiente disposición temática: valor-amor/amor-valor. La acción de este episodio transcurre en los jardines de Toledo, cuyo ambiente es el de un típico locus amoenus147 , lo que aún contra146 Nótese de nuevo cómo una realidad ten sional es presentada por Castro desde los dos polos en que se plantea, y cómo la estructura del significante refleja la del significado, mediante la conjunción del paralelismo y el quiasmo, buscando la mayor expresividad y efectividad posibles en los dos versos bimembres: ¡Ay, cielo, si fuera moro! a b e ¡Ay, Dios, si cristiana fuera! a' e' b' de modo que el esquema resultante es b c a / 1 c'xb. a / 147 Dada la falta de escenografía, el jardin es descrito mediante lo que García Lorenzo (1978, 122) ha denominado "decorado verbal", aquí puesto en boca d e Zaida (MCii, v. 1623-34) y de don Alonso (v. 1640-9), y cuya iconografía (retóricamente 162 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLTTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA pone más la acción de esta esfera con la d 1 permite enmarcar adecuadamente el d' 'J e as otras dos, A y B, y 1 og~ ~mors de don Alonso Y Zaida cuyas relaciones a son ex al , ,rtsas, dialogo e~ el cual la princesa mora refiere, con gra~ al cristianismo. El tema es u~a i e monar~ leones, su conversión de los romances fronterizos148 co d_e la hte~aur de cautivos y so aludido, no podía real . , pe o aqm, en razon del decoro religiozar la unión de los amante,zsarse i::odr.el mze~o deseo de institucionali, Y as1 ice a1da: ª f <:;ayda R. Alonso <:;ayda Sólo no puedo por ti ser cristiana. ¿Cómo assí? Por que por mí lo he de ser. Conocí la ceguedad de mi ley, y la he mudado· y assí, aunque por ti he I~gado a conocer la verdad pues ~ ha fragu~do e n mi pecho acto tan hbre, no es justo dezir que ~e por tu gusto lo que ha sido en mi provecho149. hlasmada en una ElCq>pamc; o descri t. ) as cristalinas, flores a~oár;sefb1:S 2 ~res Y 2d8e0-agu) 6). 148 Cfr. Cervantes Los baños de A 410 ss. El tópico llegó a ~r tan manido c;~e, 1 · ' ¡ozanos la típica( fdel locu_s amoenus: c r. Curtius 1976 l ' t De esta manera, la hija del rey de Sevilla muestra su gran discreción, como señala don Alonso, a la par que éste queda adornado de una nueva virtud, la propagación de la fe, pues han sido sus palabras las que han iluminado a la princesa musulmana en su conversión. Afianzada así la relación de los amantes, ya predispuesta para concluir en boda, se pasa a las pruebas a que Ali maimón somete a don Alonso, que no solo realzan la entereza del monarca y lo presentan como futuro conquistador de Toledo (MCii, v. 1780-97), sino que muestran el valor, la discreción y la calidad del amor de Zaida, que queda así caracterizada por completo como digna compañera del rey justo (MCii, v. 1800 ss.). La acción toledana se cierra, por último, con la llegada de Peransules (epis. C.III, v. 1844 ss.), que comunica a don Alonso la muerte de su hermano, lo que además de marcar la inflexión del argumento hacia la coronación del nuevo monarca, permite dar otro rasgo más de la etopeya del rey justo, que, frente a la violencia fratricida del difunto (cfr. esp. MCii, v. 61-75), no sólo no le guarda rencor, sino que muestra una sincera condolencia, como la que, aunque con otros fines dramáticos, se había puesto en boca de doña Urraca (ut supra): c;.ayda ¿Peransules? Perans. Señor, ya nuestro Rey don Sancho es muerto. ¡Válame Dios! ¿Qué he perdido mi hermano? ¡El alma lo siente! 150 ' ' ¡or. !, p. 12?b ss. y Quijote., pt. !, c. XL, d1a de las Mocedades del Cid, burlesca: o para que Cancer fo parodiase en su conf~Mor. Pues g~e a mi Rey dizir puedo?(. .. ) Rey. Que s1 el me embio vn presente ~ue yo le embiare vn futuro ' Mor. ues advie.rte en tanto goz~, que me qwero Christianar. Rey. Por aora no ha lugar Mor. Porque? · Rey. Porque sois muy mozo. , Vase. Mor. J\!o v1 Rey mas a¡·ustado! Cond. Siempre en tero o hallaras. La in. No pudiera dezir mas vn Seneca comentado. (jor. J, p. 7b) Nótese el e · · 149 MCJI, v. 1667-77 87) ~a .la~do "rimas retÓico-damá~=·ª(;n lo que Casalduero (1948, ~emantics . Se trata de aquellas oalabras . araa o;enzo (1978, 112) "rimas .~ras de una determinada situaci6n dranáti~ nma que actúan ~orn claves descifraaon'. y que, basándose en la ma or facilid a, tanto po~ su sentido como por su iteraen nma (cfr. Stageberg, 1948 ÍJ4) l ad de captaaon y retención de fas palabras ' , sue en presentar conformaciones antitéticas y 163 D. Alonso Una vez regresado el futuro monarca a Zamora, podría haberse procedido a la coronación directamente, tras realizar la jura que la zeugmáticas, sirviendo así para señalar desde la estructura del signifi.c ante rasgos relevantes del significado. En este caso, el esquema que suponen fas nmas peclio / provecho y justo/gusto es el siguiente: mi pecho l10 justo + tu gusto! mi provecho lo que conceptualmente supone 9ue, fren te al pur? deseo terrenal (el. afecto, el gusto), lo que ha movido su libre a1bedno (m1 pecho) ha sido lo ¡usto, es decir, el d eseo de un bien trascendente (mi provecho). Se trata. de un típico desarrollo de la mentalidad religiosa y psicológica del momento (cfr. infra § V.1) . l es habla de nuestro Rey, Y 150 MCii, v. 1844-7. Nótese, de paso, que P e~ans_u que antes, en el primer diálo_go enl:le don Alonso y Altmaimón, no se habl . e~ absoluto de la pérdida del trono leones por parte del exiliado, de modo que,_por om1s16n, se supone también que don Sancho es e[ auténtico soberano de todo e1 remo. 164 ALBERTO MONTANER FRUTOS tradición exigía, pero aun antes inclus0 d , . cena preliminar que perm't , e esta se introduce una es· 1 e mostrar como el con la esfera zamorana en rey Justo se reconcilia cuanto representant d 1 .. , , e fectuada contra el Estado p f 1 . , e e a opos1c1on Arias Gonzalo: , ar icu anzandola en la relación con Urraca R. Alonso Arias Y si tú, hermano y Señor, con el alma agradecida pagas deudas de la vida las que devo del honor ' ¿~ómo pagallas pod~é a m1 padre Arias Gon~al? Un ~ey, he rmana, no es malo por fiador; yo lo seré· mí por tí pagaré, y po~ nunca le podré pagar. Los pies te quiero besar. (MCii, v. 2703-13) Cumple así una vez más don AJ pues onso con lo que de él se esperaba, [Princepsl ivstus nullum servitium sine pr[ J . tu[m] sine supplicio. a em10 linquit, neque de/ic(Martínez del Villar' Appendix, P · 136, no.t e) , . Ante este evidente cúmulo de virtud en la escena siguiente, se procede a la . esd parece logico que, cuando rey de Castilla, todos acaten , . Jura e don Alonso como nuevo unammemente al monarca: Arias Todos Españoles valerosos t ela~os Leoneses y Cas Gallegos y Vizcainos, ' Montañeses y Asturianos· Juráys a Alonso por Rey? ¡Sí, juramos! ¡Sí, juramos! (MCii, v. 2763-7) Sin embargo, Rodrigo no efectúa el ·ur mores de la complicidad de d Al J amen,to, pues, ante los rula muerte de don Sancho es p~;. onso, ~ traves del propio Cid, en , c1so que e nuevo monarca deje clara POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 165 su inocencia. Y don Alonso, que no trasgrede las leyes como su difunto hermano, acepta que le sea tomada la jura, pues eius maiestate dignum est, se legibus obligatu[m) profiteri (Martínez del Villar, Appendix, p. 318, not. Y). Rodrigo se encarga entonces de tomarle el juramento, prescindiendo aquí de los doce compurgadores tradi cionales 151 , cuyo sentido jurídico ya había desaparecido, pero manteniendo la fórmula de confusión y las tres iteraciones, a las que también se ha privado de su contenido originaJ1 5 2, para convertir151 Los doce compurgadores o con juradores aparecen en las crónicas (PCG, c. 845, p. 519a; CGV, c. 1 d el reinado de don Alonso, in Alvar, 1981, 278), pero desaparecen en casi todos los romances. Esta figura procedía del d erecho germánico, y consistía en una serie de individuos que juraban, junto con el principal otorgante d e la ¡·ura, o bien la verdad objetiva del hecho en cuestión (iuramentum de ueritate), o bien a del juramento principal por ellos confirmado (iuramentum de credulitate). Vid. Menéndez Pida! (1%9, !, 197). 152 La confusión era un adjunto del juramento, por el que el otorgante accedía por el amén a una petición de desgracias sobre su persona si juraba en falso, que podía conllevar también un deseo de que el juramentado fuese favorecido por Dios, si era verdad o cumplía lo jurado (vid. Partidas, 111, tít. XI, L. 19, fº 60vb}. Esta ceremonia estaba ya establecida en el Fuero Real, lib. 11, tit. XII, L. 1• (vid. Menéndez Pida!, 1969, 1, 197-8). La triplicación era también un procedimiento d el rito judicial para reafirmar la validez del juramento, según disponía el Fuero Juzgo, lib. III, tít. 11, L. 9 (vid. Menéndez Pida!, 1969, 1, 198). Fn MCii se siguen fuentes diversas, pues los adminículos del jur.amento (ballesta, candado y Evangelios) proceden de los romances v iejos En Santa Agueda de Burgos (versión del Canc. 1550) y En Sancta Gadea de Burgos (vid. supra n. 49 y 50), mientras que el número de iteraciones, que variaba de 1 a 3 en crónicas y romances (vid. Horrent, 1973, 163; Di Stefano, 1988, p. 154-5, n. 20, y 1567, y Durán, 1945, nº 807-15), sigue aquí el modelo originario de la triplicación, según la versión d e los romances En Toledo estaua Alfonso (HRC, n° XXXV; Durán, 1945, n° 808), Muerto es el rlt'f don Sancho (CR, p. 220a-221a; Durán, 1945, nº 809) y Por la muerte que le dieron (Durán, 1945, nº 815), que siguen en esto a la redacción regia (ms. E) d e PCG, c. 845, p. 519b, y a CPC, c. lxxvj-lxxviij, f" XXVrb-XXVva . Respecto del uso de estos procedimientos en MCii (v. 2780-817), no se ha distinguido aquí claramente, siguiendo en esto las versiones romanásticas, entre la jura y la confusión, de modo que la triplicació n, que en el procedimiento original exigía la iteración d e las dos fórmu las, de juramento y de confusión, y d e las dos respuestas, "sí, juro" y "amén" respectivamente (cfr. Di Stefano, 1988, 153-4), se convierte aquí en una contaminatio de ambos elementos, de modo que el primer juramento se compone de un texto de confusión con respuesta de jura; el segundo es una confusión propiamente dicha, con su res¡;iuesta correcta, pero que, como se refiere al hecho y no al juramento en sí, cobra el sentido de este último, y, por último, el tercero sí que es propiamente un juramento, tanto en lo profuesto como en lo con testado. Cabe añadirse a esto que en la versión primitiva no es e uso en sí de los procedimientos descritos lo que causa el enojo del monarca, sino el que un particular se atreva a tomar la jura a un rey, pero posteriormente, a partir d e los romances viejos, perdido el sentido originario de este rito legal, se lo consideró una arbitrariedad de Rodrif?O, por lo que se exageraron aún más los términos de la confusión, y ésta y la triplicaaón se vieron como un acto de presión del Cid contra don Alonso, de d onde el verso 2821 de MCii, "Mucho me a¡;irietas, Rodrigo", que no aparece en el •cantar de Sancho JI (cfr. Alvar, 1981, 288), m en las crónicas, pero sí en la versión manuscrita del romance viejo En Sa,nta Agueda de Burgo ~ ~¡;>ébax, 198.2, nº 18, de la v. 41 y Di Stefano, 1988, 147, v. 21a}. Tamb1en es fruto de esta v1s1on la. r~Jaci:ón jura con el destierro, establecida por vez pnmera en los tres romances v1eJ0S atados. POLITICA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 166 167 ALBERTO MONTANER FRUTOS las, siguiendo a los romances, en un exceso de celo de Rodrigo. Ante esta situación, el monarca no puede por menos que advertir al Cid que su actitud raya en el desacato: Y, Cid, <a> un Rey <de> un vasallo ya es ésse poco respeto y ya es éste mucho enfado. Mucho me aprietas, Rodrigo. ¿Es bien que te atrevas tanto a quien después de rodillas has de besalle la mano?153 Rodrigo, entonces, responde en un tono que disuena en parte de la moderación con que en MCii actúa de continuo, al amenazar al rey con exiliarse, actitud que queda explicada intranarrativamente por el paralelismo de esta situación con la sucedida antes con don Sancho (ut supra n. 12) y extranarrativamente por la actitud mucho más desorbitada de Rodrigo en los romances viejos sobre el tema, que debían de ser del dominio común del auditorio. Tras el desplante del Cid, D. Alonso, aunque sin acudir a la fórmula explícita empleada por don Sancho, y dado que no puede dejar de castigar este desacato, que era crimen de lesa majestad, lo destierra, salvando así su dignidad. Lógicamen te, el final requerido tanto por la norma estética como por la ideológica que conforman MCii, no podía incluir el enfrentamiento de dos de los personajes-clave del proceso dramático, de modo que, gracias a la intervención de doña Urraca y Arias Gonzalo, don Alonso, usando de la clemencia propia del buen monarca 154 , no sólo llama de nuevo a su lado a Rodrigo, sino que lo hace actuar como maestro de ceremonias de la coronación. De esta forma se aprovecha del tal modo el conflicto heredado por la tradición que per153 MCii, v. 2817-24. En el v. 2817 Said (1975, 267) y Weiger (1984, 149) editan ..Y, Gd, d e un Rey a un vasallo", pero el error es evidente: el adyacente de finalidad es el rey al que se respeta, y el de origen el vasallo que lo hace, y no a la inversa, como aparece en la lección editada, por 1o que enmiendo. 154 Es un rasgo típico de la caracterización del buen rey; vid. Juan d e Salisbury, Policraticus, lib. IV, c. 8, p. 329 ss.; Cassanaeus, Catalogus , pte. V., cons. 6, fO 106vb; Rivadeneira, del Princzpe, lib, 11, c. XVIII, p. 151-2; Martínez d el Villar, Appendi:r, p . 184 y 195, not. c. Incluso Maquiavelo proponía esta cualidad, aunque siempre dentro de un orden: Scendendo appresso alle altre preallegate qWilitd, dico che ciascuno príncipe debbe desiderare di esser tenuta pietoso, e non crudele: non di manco debbe avvertire di non usare mal questa pietá (ll Príncipe, c. XVII, p. 79-80). . , a oteósica de los últimos vermite acrecentar aun más~ s~1n m~narc; se anuncia que Zaida sos: se produce la recon1~ r último el rey la toma por espose ha bautizado como Mana, y, po l . o~ y de elementos gowsos sa. La concentración. de ~ctores c~ :e~1v roceso dramático, el nuevo sella así, como culmmac10n absodl h s~n de la Sociedad y del Esequilibrio del reino, la restaura a co e tado barrocos. V. LA COSMOVISION El tercer factor conformante de MCii es, como ya he señalado, la no rma cosmológica, es decir, aquella que fundamenta desde el discurso teórico las concepciones últimas de una sociedad sobre su funcionamiento, es decir, la que estructura la visión del ho mbre y del mundo que explican, para esa sociedad, el comportamiento de sus individuos y la situación de éstos y de su colectividad en el cosmos. Es a esta norma a la que m enos alusiones explícitas he realizado en las páginas anteceden tes, aunque su eje central, el providencialismo, ha sido tenido lógica y necesariamente en cuenta, por la ra zón de que en ésta, como en muchas otras obras, los elementos modelados por ella quedan habitualmente subsumidos en la presentación, explícita o no, de los valores transmitidos por la norma ideológica, como es el caso del providencialismo aludido, según se ha podido observar en el análisis del apartado anterior. Pero no por ello se ha de colegir la menor importancia de la labor modeladora de la norma cosmológica, sino que se ha de ver en ello, dado que tanto ésta como la ideológica operan fundamentalmente sobre el nivel connotativo, una íntima solidaridad de ambas normas, en general, como expresión de una misma superestructura, interdependientes. El problema es que, dada la mayor abstracción de la norma cosmológica, su influencia directa es menos netamente perceptible, por lo qu e, a la hora del análisis, es más clarificador hacer hincapié en el papel de la norma ideológica al tratar de los mecanismos generales de la obra y separar el estudio de la cosmológica, como explicación teóricamente previa y preestructurante de la anterior. 170 ALBERTO MOl\'TANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA En ~unto a la transmisión de concepciones antropo-cosmológicas esta opera, como en toda obra literaria donde tales conten~d.os 1~orm e n connotativamente la obra, según los modos mitopoyeticos , J'?rque en ést?s, al. carecerse de conceptos y leyes universale~ _ex phc1~os, es la h1stona, a temporalizada, la que cumple su func10~ exphcati~ y fund.amentadora, entendiendo por historia el contenido narrativo del mito. En este sentido, no ha de verse MCii c~mo un te~ d es ~nado a explicar los fundamentos cosmológicos del d~scuro teonco vigente, sino, al revés, como un producto de dicho discurso que adopta tales elementos básicos y los transmite por el me~o hecho d e que son tales factores los que sustentan la visión de la SOCiedad desde la que la obra se actualiza y, al dar motivaciones al ª .rgumento preestablecido, ocasiona una recurrencia, la de la histon~ como speculum m~rale, por la que se autoexplica y jus tifica, cumphendo .~n este se~hdo la misión originaria del mito, es decir, la pro~c1n de un discurso explicativo del mundo sobre percepciones mtmhtvas, Y no, como el pensamiento lógico, sobre análisis racionales156. e~ f~c1on M~1, 1?: este modo, el argumento preestablecido, al actualizarse en de los modelos teóricos vigentes en el momento de su recreac1on, Y ~o en ~rtu ~e una reconstrucción arqueológica, hace de su anacronismo 1deo l og~c una ucronía ahistórica capaz de presentar como verdaderos universalmente los principios rectores de la suP?re s ~rctu a vigente, por el mero hecho de que esa historia parad1g1;1a hca se revela ya como portadora de los valores contemporane?s. En ~se aspecto, MCii se incardina en una larga serie de r e~ r ea~ 10ns c1d1anas del Barroco, cuya función mítica, es decir, exphc~ t1~a d e la ~ocieda y del mundo por vía intuitiva y analog1ca, ya ha sido puesta d e manifiesto por Eoido (1979 espc 499-503). t:J" I • 155 Desarroll? .los fund'.lm entos teóricos d e esta aserción en Montaner (1987, 132-36). Para un anahs1s seme¡ante aplicado al teatro barroco, v id. Hormigón (1988) . 1 5~ _\'.1d. M o nt~er (1987, loe. cit.). En este caso, en cuanto transmisor d e conte-· ~ 1 df s e1.deticos ~ ~r.v es d e un e':emplum histórico, M Cii actúa mediante las pautas s 1 s. El mito no tiene la universalidad ni la lucidez d e una asevera.~ a ~1opye c1on teonca. Es concreto, aun .c uando pretenda ser d e una validez ina tacable. Exi e q(tue skef le re1c9o80 nozca8 por med10 d e la fe, y no p re tende justificarse ante la erític~ " ffran o rt, , 1 -9) 171 l . Afición y libertad Como acabo de señalar, la transmisión d e contenidos ideológicos se ha efectuado en MCii a través de la captación emotiva, por parte del auditorio, de los principios sugeridos por la acción dramática, y, según ha podido apreciarse a lo largo del§ IV, uno de los recursos empleados para operar sobre la emotividad del público era el acercamiento o el distanciamiento que suscitaban los personajes, de modo que a través d el locus a persona se motivaba la simpatía o la an tipatía hacia una u otra de las dramatis personae, mecanismo que, por el mitopoyético principio de contigüidad, conllevaba intuiti vamente la aceptación o el rechazo d e las ideas implícitas en el comportamiento de tal individuo, de forma que elementos cuya negatividad estuviese fuera de discusión, conllevasen, el asociarse a ellos, la repulsa de otros conceptos quizá más susceptibles de aceptación, pero que eran los que se pretendía hacer rechazar. Sin embargo, este procedimiento no implica necesariamente una añagaza malintencionada, sino que responde a un rasgo d e la norma antropo-cosmológica, según el cual se entiende que el que tiene la razón se comporta de modo razonable, es decir, que un personaje cuya etopeya es positiva conllevará necesariamente ideas positivas, mientras que las concepciones rechazables sólo podrán surgir en el ánimo de personas moralmente reprobables, lo que incide con claridad en la cuestión de la estructura psíquica y anímica del ser humano. Esto es especialmente evidente en el caso de la oposición apasionamiento / mesura, a la que he ido aludiendo, sin realizar un análisis más d etallado, en el curso d e las explicaciones anteriores. Tal oposición se manifiesta esenci almente en el contraste o frecido por don Sancho y don Diego por una parte, y Arias y Rodrigo por otra, y permite mostrar cómo la caracterización psicológica estaba relacionada con un juicio moral sobre el personaje. En efecto, como se ha visto, don Sancho y d on Diego actúan sucesivamente de un modo muy semejante: tienen un objetivo concreto al que supeditan toda su actuación, de tal modo que su consecución cifra todos sus esfuerzos y cualquier obstáculo intermedio les mueve a ira. Así don Sancho, cuando Rodrigo le impide que continúe la persecución de don Alonso, responde airadamente, diciendo que: 172 ALBERTO MONTANER FRUTOS ¡El corac;ón se me abrasa! ¡No me enojes, don Rodrigo, que como rémora paras mi furia! ... (MCii, v. 80-3) y poco después se produce este diálogo: Tarde llegamos, don Diego, don Diego Ordóñez de Lara. Tan cruel como dudosa comern;óse Ja batalla;(. .. ) ¡No imagino que hará falta! D. Diego ¡Acometamos! ¡Bien poco havrá que la hizo! Rodrigo ¡Ya me enojo si no callas! (MCii, v. 171-6) Rodrigo (. .. ) pero vame juramento y no saldrá de mi bayna mi espada contra <;a mora. D. Sancho Rodrigo D. Sancho Pero quizá el pasaje más significativo sea el siguiente no por casualidad dirigido al otro hombre prudente de la obra, Ari;s Gonzalo: ¡Ah, vil.lano! Ya estoy d e enojo ciego. H.º}'.' _mi valor, que en mi venganc;a apoya, C1p_ion cartaginés, Aquiles griego sera sobre Cartago y sobre Troya. ¡Guerra, guerra! ¡<;amora a sangre y fuego! (MCii, v. 495-9) De don Diego pueden encontrarse ejemplos muy semejantes como ~ 9) sosu airada petición de venganza contra Zamora (MCii, v. 134 bre la que los circunstantes opinan de esta manera: C. García Dice don Diego bien. C. N uño Tiene don Diego sangre del gran Mudarra. Rodrigo fHJirviendo agora da lugar a l e nojo, y no al sosiego. (MCii, v. 1350-2) Las palabras del Cid son las que dan la clave de la situación: el enojo produce obcecación, el sosiego permite la reflexión serena, y este 173 emparejamiento es constante en la obra. Nótese, a este respecto, que antes de que don Diego centrase sus anhelos en la venganza, ya se le había predispuesto a la adopción de tal postura, al presentarlo como impetuoso e irreflexivo. El mismo contraste que en el fragmento preinserto se produce entre la prudencia de Rodrigo y el arrebato de don Diego se había introducido ya en la primera escena: Rodrigo Rodrigo D. Sancho POLrTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA D. Diego ¡Espera! ¡Muero por sacar Ja espada! Reconozcamos primero, y por la parte mas flaca acometa nuestra gente. CMCii, v . 7-10 y 23-7) Se comprenden así los excesos verbales a los que la combinación de su impetuosidad y de su ofuscación por el deseo de venganza le llevan en el transcurso de las lides: ¡Vengo a mi Rey y estoy ciego de cólera, estoy furioso! (. .. ) Rigor haya sólo en quien sigue venganc;a tan fiera. (MCii, v. 2256-7 y 2262-3; cfr. et. v. 2364 ss.) Como puede apreciarse a la luz de estos ejemplos, y de los análisis ya efectuados en los § III.1 y IIl.4, tanto don Sancho corno don Diego se hallan en lo que la psicología coetánea, de base escolástica, entendía como apasionado o aficionado. Por una parte, la afición conllevaba la fijación de un deseo en el apetito, pues Aficionarse [ vale] enamorarse y acod iciarse. Aficionado, enamorado. (Covarrubias, Tesoro, p. 46b, s.v. "aficionar") y el apasionamiento implicaba la alteración del ánimo detectada en los dos personajes referidos: 174 ALBERTO MONTANER FRUTOS Apassionarse, to ma r passión y congoxa por alguna cosa. Apasionado, e l aficionado o e l congoxado o afligido. (Covarrubias, Tesoro, p. 130a, s.v.) donde "afición" y "pasión" corresponden, en la distinció n escolástica entre voluntad, como potencia del alma, y los afectos o apetitos, como sentimientos o tendencias (vid. Frutos, 1952, 194 ss. y 231 ss.), a estos últimos. En este sentido, el apasionado es el que tiene "afectado" el ánimo por un deseo concreto, por cuya consecución se muestra "congoxado o afligido", pues Afectar vale a petecer y procurar alguna cosa con a nsia y ahinco (. .. ) Afectación, el cu ydado extraordinario y demasiad a diligencia que uno tiene, o en palabras o e n atavío o en otra cualquier cosa. Y afectado el nota do desde vicio. (Covarrubias, Tesoro, p. 46a, s.v.) Nótese cómo ya en esta definición la afectación es considerada viciosa . En efecto, la afición o pasión, al estar producida por los afectos, se ligaba al apetito concupiscible, y por lo tanto era moralmente reprobable, consideración que si aquí es implícita, queda expresada en otros dramaturgos barrocos, como cristalización de la misma visión antropológica: es lo más corrie nte que las personificaciones calderonia nas de Jos Afectos Jos refiera n a la vida sentime ntal, ligándolos muy esp ecialmente a las pasiones viciosas, esto es, a los p ecados capitales. De aquí que todo el juego escénico de los Afectos tenga un cla ro sentido moral ( ... ) la alteració n producida por los Afectos se centra y culmina en el corazón. (Frutos, 1952, 232-3) Y ese dato final corresponde netamente al corazón abrasado de don Sancho (v. 80) y a la sangre hirviente de don Diego (v. 1351), de modo que sus alteraciones psicosomáticas corresponden a los efectos atribuidos a los Afectos sobre el organismo: ... aquí la vista se perturba; titubea el labio; la voz delira; la lengua se me e ntorpece; POLITICA, J-1/STORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZA MORA 175 el cabello se me e riza; el corazó n, rey de todo, tan desfallecido anima, que cua nto más abrasadas late con alas más tibias 157 Se explica así, no sólo la obcecación del entendimiento que el apasiona miento conlleva 158, por la que tanto don Sa~cho como don Diego son incapaces de d iscernir lo recto de lo errone?, lo con~;­ nien te de lo inadecuado o, en fin, lo jus to de lo injusto, sino tamb1en hasta qu é punto tal comportamiento anímic_o ? e ~uncia una perturbación moral, un estado próximo, cuando no 1dentico, al d el pecado, lo que, para el pensamiento coetáneo, justifi caba esa correlación de una e topeya nega tiva y un comportamiento r: f'.robable, de t,al modo que, al subrayar el primer elemento, dramatica mente mas rentable y más fácil de plasmar, se deducía inmedia tamente el segundo, el cual hubiera exigido a la hora de d emostrar su iniq_u idad un,os de~ sarrollos doctrinales improcedentes en una comedia como esta, s1 bien hay que señalar cómo la negatividad de las acciones ~o se c~n ­ cluye solamente de la caracterización de quienes las realizan, smo también de las consecuencias de las mismas, en cuanto perturbadoras de la paz y el equilibrio del reino. En este sentido, la presentació n de don Sancho y de don ~iego pertenece al mismo ámbit? que la cart~izón ~e los parc~les o faciosos, según la ortografia d e Covarrub1as, es d ecir, los apasiona157 Calderón, El segundo blasón de Austria, ap. _Frutos, 1952, 233. Vid . _ibfd. otros ejemplos, y cfr. la definición de afecto en Covarrub1as, Teso~, p. 46a, s.v. N()tese cómo además de la ya citada referencia al corazón, los dos apasionados d ~ MCu aluden, ~o rno en el asaje de Cald erón, a la alteración, .!l'ás o menos metafon ca, de la vista por causa su pasión, tradu.cida en eno¡o (MC11, v. 495 y 2262). , . l 58 Este aspecto queda patente en los siguientes ".ersos de W\ anommo P.oeta riojano, publicados por Pr~dencio de Sandova! en _su Pnmera p~rte de las fundaciones de los Monasterios de S. Ben1to (Madnd, por Lw s Sánchez, 1601). Tencis aunque sois piedra mas blan.dura que el corazón de un hombre apass1onado, que aquel con su pasion (que es cual locura) nos niega lo que haveis vos confesado. (ap. Martínez del Villar, Apologfa, 1" 17v) . . , y respecto del aficionado, compárese este pasa¡e d~l prop10 Martmez del Villar: "que el amor desu casa y naturaleza había cegado los o¡os de tan claros ep t~!'­ dimientos, que pudieran conocer mui bien la verdad que les ha escureado esta a 1aon tan poderosa" (Apologfa, f" 14v). . , t di Ambas caracterizaciones se acomodan a los compo rtam1cntos aqu1 es u ados y reafirman lo dicho al respecto. /e 177 ALBERTO MONTANER FRUTOS POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA dos de un bando, que no consideran más que el triunfo de su idea. Es evidente que los dos personajes contemplados se pueden asimilar a éstos, máxime cuando el núcleo mismo de sus acciones responde a idénticos patrones de conducta: campo sin más compañía que la de Bellido, teniendo además datos suficientes como para sospechar de él con fundamento. Esa ceguedad del parcial o aficionado (cfr. n . 158) queda aún más de manifiesto en el fragmento siguiente: 176 Y assi dice S. Antonino que los tales [se. los parciales] son como el frenético,. qui ~audens exponit se magnis periculis, nihil reputans ea, et hoc, quia ratione caret y no ai crueldad que no executen, pues como dice el mismo S. Antonino non invenitur tanta crudelitas in aliquo genere hominum quanta in partialibus: y da la razón : quia havitum odij semper habent contra homines contrariae partís, tam notos quam ignotos. (Martínez del Villar, Apología, f!2 112v) Se pueden explicar, desde esta perspectiva psicológica, algunos de los rasgos más sobresalientes del comportamiento de los dos apasionados que ahora se consideran. Por un lado, se comprende así mejor el furor con que don Sancho desea tomar Zamora a sangre y fuego (ut supra), o la pretensión de don Diego, en su deseo de venganza, de arrasar la ciudad: ¡Ah <;amora cruel! ¿Como no cierro con tus murallas? Hecho más honroso es hazer su vengarn;a que su entierro [se. el de don Sancho] ¡Ah, CastelJanos! ¡Ah, Bivar famoso! ¡Conde don Nuño! ¡Conde don García! Rete a <;amora un hombre valeroso, y después de provar su alevosía en el campo, abrasada en nuestro fuego demos a l viento su ceniza fría 159. Así mismo, las últimas líneas del pasaje explican la actitud de Ordóñez a la hora de retar a los zamoranos, puesto que sólo un apasionado de esta índole podía llegar a cometer un acto tan odioso (según los textos anteriormente aducidos) como extender a toda la colectividad la imputación y subsiguiente castigo del crimen perpetrado únicamente por Bellido. Por otra parte, este texto permite también comprender mejor por qué don Sancho se arriesga a salir al 159 MCii, v. 1341-9. Nótese que son estas palabras las que suscitan los comentaya referidos de los condes Nuño y Garaa, y de Rodrigo. Varios críticos han senalado a partir de este pasaje y otros similares la equiparación implícita de Zamora con Numancia (vid. Garaa Lorenzo, 1976, 122 y Weiger, 1980, 26). n~s . non videtur sub caelo esse stultior gens, quam partiales, qui ex apeti~ , et d es iderio malí parcia litatem et divisioni:".' afectant, P?nentes 1~ periculo substantiam temporalem, corpus, filios , consangumeos, am1cos, et eorum bona. (N. Boerius, de Sediciosis, ap. Mtz. del Villar, Apología f!2 112r) y estas consideraciones responden claramente a la base misma de la caracterización de don Sancho. El modelado de la norma antropo-cosmológica permite así fundamentar el de la ideológica, creando un sustento básico para explicar por qué detenninadas ideas y acciones son o no aceptables, del mismo modo que la norma ideológica, asentando sobre tales cimientos su desarrollo doctrinal, coadyuva a la actuación de la norma estética, al dotar de motivaciones traducibles en conflictos dramáticos al paradigma argumental preestablecido. Estas mismas reflexiones son válidas respecto de los dos personajes mesurados, cuyas acciones se consideran adec':1adas porque están basadas sobre un principio esencial del pensamiento barroco: la prudencia (cfr. n . 80). En efecto, Arias Gonzalo y Rodrigo se caracterizan de modo bastante semejante, en cuanto moderadores de la acción de los que les rodean, y como consejeros en las situac~on co~­ prometidas (vid. Crapotta, 1984, 156, 158 y 173-.4). La prmc1pal diferencia radica en que Arias se halla en un ambiente ~avorb.le a su actuación, por lo que sus reflexiones suelen ser atendidas, mientras que el Cid, al situarse en un ~edio hostil ~ sus propuestas, leg~ a colisionar con aquéllos a qmenes aconse¡a, don Sancho especialmente, pero también don Diego (vid. MCii, v. 1375 ss.). La etopeya del ayo de la infanta no deja lugar a d~as sobre lo dicho, pues desde el principio aparece claramente refle)ado como senex prudente, cuya auctoritas va a servir de apoyo moral y de gma práctica a doña Urraca: :1 Urraca Arias Gonzalo, si al consuelo mío no acude tu valor y tu consejo, fuerte es la pena, mujeril el brío. 178 ALBERTO MONTANER FRUTOS Arias Con el alma te sirvo y te aconsejo: suspende el llanto y sirva tu querella, pues es tan clara, a tu razón de espejo. (MCii, v. 183-8) Hasta t~I punto _esto es así, que cuando Bellido trae las nuevas mcontentble de don Sancho, Arias no sólo anima a la infant~, smo qu~ prefigura acertadamente el desenlace del suceso n:'~d1ate esa tecnica de anticipación preestructurante que en rela~ c1on con el providencialismo, ha usado tanto Castro en esta,obra: del av~ce Arias ¿Por qué pierd es e l ánimo, Señora? ¿No ves que está <;amora bien cercada? ¿De tu justicia en la divina mano no ves lucir la no torcida espada? Junta Consejo, diles de tu hermano e l injusto rigor, el mal intento, que yo aseguro que le salga vano. (MCii, v. 248-54, puntúo con Weiger, 1980, 54) Y__en este diálogo, las palabras del venerable ayo preparan tamb1en el desarrollo de la segunda parte de la acción, al decir que: Y ~n ~viendo un portillo en la muralla, mis h1¡os pondré en él después del pecho. ¡Veremos quien se atreve a derriballa! (MCii, v. 264-6) Posteriormente, el carácter de Arias Gonzalo es realzado por la mesura con que responde a las invectivas e injurias de don Sancho, de m~nera que el def~nsor ~e Zamora queda ensalzado por su integndad moral, al mismo tiempo que muestra cómo defenderse del poder regio sin ofender directamente al monarca, lo cual hace de él un claro modelo de recto proceder frente a la alevosía de Bellido la cual, por otra parte, viene a dar la razón a la "premonición" del a~o , ~ues, aunque .el no ha cometido la traición, e incluso ha hecho lo posible pa_ra e~1trla, h~ resultado beneficiado por ella, por cuanto ese c_ashgo d1vmo de¡a claro que, en su prudencia, Arias defendía efectivamente la causa justa. En este sentido, hay que tener en cuenta que cuando Arias Gonzalo avisa a don Sancho de la presumible in- POLITICA , HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 179 tención de Bellido, rasgo de evidente honradez por su parte, Rodrigo sale en su defensa ante las d escalificaciones del tirano: D. Sancho Del todo estoy persuadido que es traydor Arias Gom;alo. Rodrigo Arias Gom;alo procede como Cavallero honrado, y hay en su pecho lealtad, como valor en sus brac;os; (MCii, v. 857-60) Se cumplen de este modo, en alabanza de Arias, los apotegmas que dicen: Virtus etiam in hoste amabilis. (Martínez del Villar, Appendix, p . 213) Virtus propia vis est, etiam ab hoste admirationem elicere. (Ibídem, p. 99) Sin embargo, cuando el talante del ayo de doña Urraca va a quedar más de manifiesto es en todo lo referente al reto de don Diego Ordóñez. Primeramente, como se ha visto, en la contestación que da al d esafío, y a continuación, en lo relativo a la preparación de las lides, en las que él quiere ser el primero en luchar, postura en la que por una vez la mesura queda en segundo plano, ante un sentimiento de la honra que se ha de anteponer a todo. Salvado este impulso por la discreción de doña Urraca (MCii, v. 1916-2025), Arias se caracteriza por los consejos que, como buen padre, anciano y prudente, da a sus hijos (MCii, v. 2270 ss. y 2419 ss.) y, frente a las desmesuradas (apasionadas) expresiones de don Diego, por la moderación y contención con que responde, siguiendo aquí, como antes en la aceptación del desafío, el proceder más correcto: Y aunque (como dice la glosa) contra verbosos noli contendere verbis, sermo datur cunctis, animi patientia paucis: Y assi d ecía bien Justo Lipsio, verbosos valde et una sapientes non dum ego vidi. Pero (como e nseña S. Agustín) verbis moderatis injurias propulsare licet, ac convenit. (Martínez del Villar, Apología, f2 7v) 180 ALBERTO MONTANER FRUTOS y así, Arias un_as veces contesta con mesura y otras, sim leAdemas, como conviene a su carácter, no guarda re!or -;:;ente, ca~. 1uno ~n ?iego, lo que le lleva a expresarse, en el episodio fin~ ' en ols s1g~nt_e términos, que añaden un factor más de afianzamie nto a eqmhbno restaurado: t Este es don Diego d e Lara. ¡Oh, infelize Arias Gonc;alo! pues del que mató a mis hijos veo la espada y la mano; no porque a venganc;a obligue, qu; el m.atallos en el campo fue desdicha, y las desdichas si afligieron, no afrentaron. ' Y assí, la tierna memoria de mis hijos me ha obligado a lágrimas de dolor, Y no a venganc;as de agravio. (MCii, v. 2743-54) POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA llano rehusa taxativamente (MCii, v. 71 ss.). Posteriormente, previene a don Sancho contra Bellido, sin conseguir otro efecto que el de ser desterrado (MCii, v. 839 ss.), para luego, movido por su intuición, paralela a la prefigurativa de Arias, pero empleada aquí a posteriori de los sucesos intuidos, perseguir a Bellido cuando huye, aunque con tan mala suerte que, por no haber calzado espuelas, no logra dar alcance al fugitivo traidor (MCii, v. 1100 ss.), sino que permanece ante las murallas escuchando el apóstrofe que le dirige doña Urraca, al cual contesta con gran discreción, mostrando de nuevo su prudencia y su mesura (MCii, v. 1166 ss.). Más tarde será él quien procure moderar el arrebato de don Diego, tanto a la hora de plantear el reto como en el transcurso de las lides, donde, como ya he señalado, amonesta en dos ocasiones al lidiador por sus excesos verbales. Respecto de los duelos, es interesante señalar que el Cid prefiere adoptar un papel de máxima neutralidad: Sold . 2 9 Sold. J9 Arias . El ver de traydora hbre a mi patria <;amora, me ha servido de consuelo. (MCii, v. 2716-8) dand.o as~ la razón al adagio de que prudentis in manus situs est ffolelix exztus (Martínez del Villar, Appendix, p . 273, not. S). dEn ~uanto a Rodri.go, la mayor parte de sus consejos y actitudes mo era oras ya han sido referidos, pues su figura, aunque en nin , n mo~ e nto ac~ ra por completo el centro de atención, frente a lo~­ c~d1o en MCz, se deja sentir constantemente a lo largo de la obra s1emp_re se halla presente en los momentos esenciales. Así, su inte~ venc1on es la que pone en claro la injusticia de la guerra suscitada por don Sancho <""!Cii, v. 9 ss.), para poner después al auditorio en a~tecdns, media~t un "prólogo trágico" (ut supra), ue se convierte.ª la vez en apostrofe dirigido a don Sancho para q~e modere su actitud, a lo que, evidentemente, el apasionado monarca caste- 181 Sold. 2 9 Sold. 1 9 Sold. 2 9 Los Condes Nuño y García se sientan; Jüeces son. ¿Cómo esse cargo no han dado al gran Señor de Bivar? Tocan atabalillos. No Jo ha querido aceptar por no serlo apasionado ... ¡Pero allí está! ¿no le ves? Armando una tienda está. Para don Diego será. Es Fiel del campo. Assíes. (MCií, v. 2100-9) Así, el Cid prudente, temiendo ser parcial, pecar de "afición", en el juicio, al pertenecer a uno de los bandos, prefiere adoptar la figura del que vela por la pureza de todo el procedimiento160, pues, 160 En realidad, los fi eles del campo eran los jueces de la lid (vid. Said, 1975, 236-7), pero aquí se toma sólo en el sentido del que vela por la le& a li~ ~d del procedimiento, según los cometidos encomendados por las leyes alfons1es.: fieles q[ue) les demuestre[n), porq[ue) enhe[n)da[n_I e ~p an señalen el ca[m]po: e lo amojone(n), e g~lo ciertamente, porque lugares son los moiones d el campo de que.no[n l han a salir, s1 non p or mandado del Rey, o de los fieles, ( ... ) e dessue, ellos tuu1eren, los cauallos, e las armas que menester ouieren, deuen los fieles sahr del campo e estar y cerca para ver, e oyr lo que fizi ere[n ), e cli xeren" (Partidas, Vil, tít. V, L. 2, fO 21va). POLrrlCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 182 183 ALBERTO MONTANER FRUTOS como ha observad o Said (1975 237) G . , misión preponderante en el c uid~ d, mllen o torga a Rodrigo la los jueces cumplan las form l 'd do e que t.a nto los lidiadores como del reto. En este caso pareceae1 ~d es presentas en la jurisprudencia ' v1 ente que la pa · . ronomas1a implícita en 1os os sentidos de fiel d lo, .Y como leal, no solo a 's ~º: ~ante de la l ~ gitmda del d ueAr1as) y amigos (doña Urraca) y, . o a .sus panentes (don Diego y 'es mtenc1onada y s· para ensalzar la e topeya d el Cid. ' irve una vez más Por último, y como á rbitro de la situa . , . R d . c10n, debido a esa unión de m esura, neutralidad y lealtad ' es o ngo quie n se t n er y a tomar la jura a don Alon , , . a reve a propala obra d e que el orden y el ~Í·a.rnh ul tima en el proceso de mente restaurados. eqm I no van a ser real y definitivaSegún se evidencia en est · . Rodrigo, ambos representan e~ smops1s d e las tr~yecoias de Arias y renidad en el juicio, ue los o s~ esfera una acti.t ud semejante de sedon Sancho y d on DÍeg po ~ tanto al apasionamiento ciego de bien el Cid posee a ese o como a a alevosa actuación de Bellido si · 1d ' respecto un papel es as partes que Arias , encia e mediador entre 1 , mas comprometido con l d f no puede adoptar· En ambos casos sm . embargo a e 1ensa de Zamora . ' asada en la prudencia y la ' . ' a caracterización 1 b . mesura es evidente y c teno r, para comprender 1 l ., ' orno en e caso and l a re acion entre la eto l e comportamiento d e cada pe . peya Y a aceptación que pa ra la mental idad coetá n e :s~.na¡ sebha de tener en cuenta lo das. De este modo frente a l ig~ ica an las cualidades referibandos, ellos podía~ aparecer ~;naos,Y parciales de a mbos res o exentos", pues con:o decía bien Ge rónimo de Blancas "!' . . .t.1cons1ho, ib e. r~a t em nec m moderationem pos1tam cssc, non in , pertinacia p rec1p1 furore". (Martmez del Villar, Apología, f2 97v) y aunque la cita de Bla ncas alude sobr t0 d 0 . deriva da de los "fueros y libert d .. el ª la libertad política ma que la defendida por Arias oª R e ~' .en o que su actitud es la misrey, esta libertad se entendía ta bº., ngo en s~ enfrentamiento con el rn ien en sentido moral: la de paronomasia h'do te~1co , . Respecto de fiel, ya el '1eal" cfr 1a qduf.m.e .r,e f iero a continuación entre este senbrc l ~hno fidelis, eT que arda' fee. a e m1aon d e Covarrubias: "Fiel. Del nomY lealtad, el que trata verdad y no engaña a otros (Tesoro, p. S92b, s.v)~ Tiene libertad, dize San Ambrosio, lib. de Josepho, el que no ama, quien no teme, el que a ninguno haze daño, quien con segura esperanc;a de lo presente no teme lo venidero. Y no la tiene, dize Erasmo en sus Apothemas, el que a los vicios se rinde, sino sugeción desdichada y miserable esclavitud. Nema liber qui servit cupiditatibus. (Covarrubias, Tesoro, p. 765a, s.v.) Se comprende, ante estos datos, no sólo que el comportamiento de los d esapasion ados (es d ecir, los exentos d e amor, temor, odio o d esesperación, según la enumeración de S. Ambrosio) sea considerado positivamen te, dado que como obras suyas estarán libres de los v icios, sino que sean la moderación y la prudencia las cualidades que permitan garantizar el equilibrio del sistema, tanto en el plano ideológico como en el é tico. Por eso Arias y Rodrigo poseen tales virtudes, ya que, militando en facciones opuestas, saben siempre discern ir entre la justa defensa de lo que mantienen y el debido respeto y comprensión para la parte contraria. Ligada a esta equiparación del carácter y el comportamiento, puede verse presente en MCii una relación de éstos con la edad que permite establecer un correlato psicosomático del temperam ento, com o p rodu cto humoral, los actos del individuo, como fruto de tal temperamento, y la calificación moral de éstos a través de la estructura de aquél, lo que d a una mayor cohesión a la interrelación d e etopeya, comportamiento y calificación é tica que fundamenta gran parte de los rasgos de la obra. Esto queda patente en MCii sobre todo en la figura de don Sancho, a cuya arrebatada juventud se alude en varias ocasiones: Rodrigo Rodri go Conde Rodrigo D. Diego - ¡Ah, mal regido mancebo!(MCii, v. 907) ¿De Bellido se ha fiado? ¡Con estar tan avisado de que es un traydor Bellido! Es Rey mancebo, en efeto, y atropella su corona. (MCii, v. 976-80) Yo par este iré perdido.¡Oh, mancebo mal regido! POLff!CA, HISTORIA y DRAMA F.N EL CERCO DE ZA MORA ALBERTO MONTANER FRUTOS 184 Rodrigo ¡Oh, Rey mal aconsejado! (MCii, v . 1004-6) De estas citas se desprende la relación explícita que realiza Guillén entre la edad del rey y su temperamento apasionado, que es, como se ha visto, el que obceca su entendimiento161 como resulta obvio en el caso de su confianza irresponsable en Bellido, comportamiento cuya dependencia de su carácter y, a través de éste, de su edad, queda en el segundo de los pasajes aludidos netamente expuesta. Me parece, sin embargo, exagerada la opinión de Lauer (1987, 105) de que Sancho 's wickedness is the consequence of youth, and not of deep-seated vice, porque, tanto en éste como en los otros casos aquí tratados, este elemento temperamental inclina, pero no obliga, de modo que la coherencia edad-carácter-actuación es explicativa y no determinista. Por otro lado, Arias Gon<;alo es presentado como un v~nerabl anciano, en consonancia con su cargo de ayo, aunque todav1a capaz de empuñar las armas: Urraca Arias Las edades de Rodrigo y de don Diego no quedan especificadas, pero la de aquél, por ser mayor que don Sancho, como se sabe por MCi (cfr. v. 90 ss.), debe aproximarse a la edad varonil, mientras que Ordóñez, sin ser quizá tan joven como don Sancho, lo es'más que el Cid. Ambas hipótesis parecen aceptables a la luz de los siguientes versos: D. Diego No a escusarte bastara el juramento; mas no has dado en que el bolvernos todos a mirarte fue que tu edad y tu opinión honrada obliga a preferirte y respetarte. (MCii, v. 1375-9) de donde se deduce que Rodrigo está en su madurez, y que don Diego, pues no puede ser más viejo, es más joven que él. 161 A este respecto, nótese que el mancebo es "el moc;o que está en la edad que en latín llamamos adolescens" (Covarrubias, Tesoro, p . 784a, s .v.). En cuanto a "mal aconsejado" (expresión que ya Rodri!?o había enunciado en el v. 181), significa, como "mal regido", que tiene cegado el juicio y es incapaz de discernir lo conveniente de lo contraproducente, o, aún más, lo bueno d e lo malo, en virtud de la pasión que lo ofusca, sin referirse, claro está, a la calidad de sus consejeros, pese a la interpretación de Delgado (1984, 26), pues no puede decirse tal de quien tiene como auxillar al propio Rodrigo. Por otro lado, hay que recordar que el rey tirano en el teatro de la época solía ser joven y galán, mientras que el rey justo era f;eneralmente presentado como un hombre maduro, usualmente un barbas' (vid. Garaa Lorenzo, 1976, 53). 185 Dexad de hazer tan notable esceso ... Sustenta mi autoridad, padre del alma, que es peso más convenible a tu edad. Y p erdona si te doy pena en esto ... Dequeassí me trates, corrido estoy; pues si no soy Jo que fuí, ¡aún es algo lo que soy! La lanc;a puedo empuñar; y ha bien poco, te prometo, que saliendo a pelear, después d e pasado el peto, Ja rompí en el espaldar. Manos tengo; y si me hallo con la gota, esto no es ocasión para escusall?, pues a falta ded Jos pies, quatro me dará un cavallo. (MCii, v . 1926-45) Así pues, parece que, en términos generales, ~a distinción apasionados/prudentes se corresponde a una difer~c1a de edad_ se~ar­ ble en las clases jóvenes/maduros, correspondientes, ~n termmos coetáneos, a la distinción entre mocedad y edad varornl. E_sta con., que relaciona edad y temperamento era usual en la ~p.oca, y, ~º;a he señalado, se atribuía a la constit':1ción p~icosmat1 debida a los humores. De este modo, se ~ociab la iuventud co~ e~ apasionamiento, la soberbia y la irreflex1on, d etectados en don an cho y don Diego: ~rie'nca e de treinta años abajo, el entendimiento no está reposado, la es poca, la presunción mucha, el calor grande, Jos pe nsamkntos levantados, las flaquezas de naturaleza muchas. (furió, El Concejo, c. lll, in Vega, 1966, 61) 186 ALBERTO YfONTANER FRUTOS Frente a esta caracterización y a la de la decrepitud, la de la edad varonil o madurez, situada para Furió entre los treinta y los sesenta años, la presentaba como la edad más equilibrada, pues los maduros así como están casi en el medio entre lo muy verde y lo muy seco, así tienen los humores templados. Son reposados, tienen experiencia, tienen memoria, tienen fa cultades vivas, y en su ser natural corroboradas, buen discurso, el calor moderado, los pensamientos razonables, las fl aquezas no pueden ser muchas, tienen conveniente gravedad, pueden ir, volver a posta o sin ella; e l pueblo los respeta y se fía de ellos. (Furió, op. cit. c. 111, in Vega, 1966, 61) La similitud entre estas descripciones y las de los apasionados y los prudentes de MCii no puede ser casual, máxime cuando de los demás personajes que intervienen en escena no se da la menor referencia a la edad. Lógicamente, en estos casos, en que la oposición caracterológica era fundamental, resultaba especialmente clarificadora esta asociación de rasgos significativos: la edad sirve de base al temperamento, éste de directriz moral de la conducta, y ésta de plasmación de la completa etopeya del personaje, de modo que la calificación ética de su comportamiento se produce, según se ha ido viendo, tanto por el resultado de la actualización de determinados vicios o virtudes, cuanto por el efecto que causa sobre el entorno. El proceso de encadenamiento es el mismo que se ha advertido antes para las diversas normas que modelan cada uno de estos planos, y redunda, evidentemente, en la cohesión de los elementos constituyentes de la obra, al menos en lo referente a los personajes así construidos. En este sentido, hay que señalar que la norma cosmológica no ha modelado toda la obra sobre idénticas pautas, sino en virtud de las necesidades conjuntas de los otros dos modelados, ideológico y estético, de manera que no todos los personajes han recibido el mismo tipo de caracterización, antes bien, ésta se ha adecuado a la importancia narrativa del personaje, a las preferencias de la norma estética o a las necesidades de la ideológica . Sin embargo, sí puede concluirse, tanto de este análisis concreto como de los datos que se han ido aportando a lo largo de este estudio, que todos los personajes relevantes en cada esfera poseen una cohesión entre etopeya y actuaciones, y que ambos factores están relacionados con la trasmisión connotativa de la aceptación o rechazo de las motivaciones ideológicas que tales elementos implican. POLff!CA. HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 187 2. Símbolos y objetos míticos Junto a los mecanismos ya analizados, MCii se vale d e los procedimientos relacionales d el mito en uno de los factores e~, que ~s más evidente el influjo de la mitopoyesis sobre la ela~ ra cion estetica: la simbolización 162. A través de ell a, se logra su~itar en ~l e~­ pectador un haz de sugerencias que, sobre la Y.ª aludida base i_n.tu1tiva, le permite establecer una serie ~ ~onexi.s . ~ransempic que transmiten contenidos de muy dificil codihcac10n denotativa. En MCii, como ya en MCi (vid. García Lorenz~, 1 97~, 31.~ et pass. Y de simbohzacion es el que Egido, 1979, 506-14), el tipo p r edomi~ant atañe a los "objetos míticos", es decir, a aquellos elementos materiales, generalmente visualizables, que simbolz~;' un con~pt, una sensación 0 , más habitualmente, una constelac10n compleJa de elementos de ambas índoles, de tal modo que su sola presencia o men.ción en escena cataliza en el auditorio las emociones o ideas que di163 cho signo paraverbal representa · De los objetos míticos presentes en MCii, pese a la inter_esante presencia de la correlación espada-caballo-espuelas, como s1m~lo de las potencias y virtudes del caballero en ~l diálogo entr~ Rodngo y Urraca, tras la fallida persecución de Belhdo, o ~e las nendas ro1.1d, :: lamenta, el tas ante las que don Diego, después de la t~rcea más interesante, por su constancia y por su mcardmac1on en los valores de la norma antropo-cosmológica, lo que, como en. el caso de la etopeya, le permite fundamentar actitudes y pensa m1 e n~o s de los personajes del drama, es la sangre, a la que se alude en treinta y dos ocasiones. 162 Los mecanismos relacionales de la mit<_>-poyesis están en la b~cs ~ simbolización mítica stricto sensu como de la.poetica. o laá~:c ~ 'f:'!1ecáón da !usen: el de semejanza, que, opera~d sobre el e¡e pardi~e el e·e sintagmático 0 de la gar a la metáfora, Y el de con.tigll!dªJ• que, º~ación de ~te principio, el de ¡iars sucesión, o;gind 1¡ m~t <? nd~:(f º F~: !<Ío r t 1980 25 ss. y Montaner, 1987, 133-6). 1 1 pro º{(,3 ª ~ªte ~e;. ~s J;feáro· reali~ s~ :á7~1 i ~ri:lze.1d6nq en la obra hterana, aunque t 0 .s os sign . (! a·e naraverbal quinésico) o el discurso permite hablar de sign.os.geshculares e ~ e ~sa ueda im Hcito, pues icónicos (lenguaje p~avrb desc~ptivf · ~; aunquf~ta esté sfgnificativase ofrece una descnpoon enota iva h 1971 §u' 2 1) En se~ndo lugar, que los de contenido (vid. Bart es, 0 i~ én~i·s ~n polisémicos, centran sus mente ca r g~da símbolos.as1 transmitidos, ªJfC\~ por ~ l ~rpfo i ~ cultura que los produce, y cuya insug e reno~s en tom? a e¡es e imoclos P ºd E 1979 101-2). terpretacion garantiza de este m o (VI · co, • 1 1 POLITICA , HI STORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 188 189 ALBERTO MONTANER FRUTOS En cuanto a la alocución de doña Urraca, la infanta recuerda en ella a Rodrigo que las armas que constituyen su propia configuración como caballero y ahora vuelve contra Zamora le fueron otorgadas en la investidura por su padre, don Fernando, su madre, la reina, y ella misma 164 , ante lo cual el Cid retoma la enumeración que realiza doña Urraca, procediendo a un desarrollo amplificativo que muestre cómo él no las ha empleado contra la ciudad cercada. Así, dice d e la espada : Si tu padre me ciñó la espada que traygo al lado, por esso contra <;amora de la bayna no la saco, cumpliendo assí el juramento que me tomó agonizando. (MCii, v. 1203-8) Para alcanzar todo el sentido que la referencia a este objeto mítico implica aquí, hay que tener en cuenta que la espada era el instrumento reservado al caballero, cuyo sentido primario se enlazaba tanto con la herida en sí como con la capacidad de herir (como expresión de la determinación física), siendo, en consecuencia, un signo de libertad y de fuerza que reunía en sí la referencia a la determinación corporal y al impulso anímico (vid. Cirlot, 1979, 192-4; Montaner, 1987, 286-9; Morales, 1984, 141a; Zaniah, 1974, 181b), por lo que Rodrigo, al presentarse con ella ceñida, connota la renuncia a la lucha en general, por cuanto, en tal ámbito, la considera injusta, pero además refleja su estado de ánimo, su sumisión indefensa, ante las palabras de doña Urraca. Idéntico haz de sugerencias transmiten las alusiones al caballo y a las espuelas: Si tu madre y Reyna mía me honró con darme el cavallo, y tú con Ja espuela de oro me dexaste más honrado, por esso el cavallo agora detuvo el curso gallardo con que volaba otras vezes, tu disgusto adivinando; 164 Estos elementos están ya en el romance viejo aquí seguido, pero además la escena había sido recreada por extenso en M Ci, v. 41-129. y las espuelas también con que pudiera picallo, se escondieron, al buscallas, y al querellas me faltaron. (MCii, v. 1211-22) Se com leta con estas referencias el arnés de Rodrigo c_omo rega. p la vez el retrato simbólico del caballero, no solo porque 1o regio y, a ' , . . d 'l sino porque el ambos elementos estuvieran mtimamente 1iga os a e., . caballo representaba asimismo la energía y el mov1m1ento, la ~ue­ rra y el valor incluyendo significaciones alusivas a los deseos¡ e instintos exaltados, y al presagio d e la muertel65, ~ientras que. as esuelas simbolizaban al caballero, a su fuerza activa ~ a sus v1rtud~s ~orale s defensivas (Cirlot, 1979, 197), siendo ademad e~ e ~ P~ ámbito de MCii expresión, precisamente, del amor e onad ca 166. Así pues, ~l recurrir a esta glosa de los tres elementos e ro- t 0987 28?-6) Morales (1984, 80a) Y Za165 Vid. Cirlot (197?, 10 - 1 ),~t t ane r ecu;re ~ás 'ade lant e para provocar el niah (1974, 96a). A este. mismo sim o i.smo seU:en asume así todo el haz de connotaefccto contrario en la figura de don Diego.;i<:Impulso incon trolado, como corresponde ciones del caballo, d esde el valor guerrero 1 a su caracterización: C. Nuño ¡Qué bien se pone a caballo! C. García ¡Qué gallardo es el overo que mudó! C. Nuño Tal Cavallero merece tan buen cavallo. c. García Deve d e ser una pluma, si la espuela le provoca. c. Nuño Por los ojos y la boca arroja fuego y espuma. C. García Gallardamente procura. ser símbolo de la guerra, parece que abre la tierra quando sienta la herradura. (MCii v. 2318-29) 'd t' , . . , d l b 11 or el simbolismo aduc1 o, es a Evidentemente la descnpcion e ca. ~ t ~' lomo casi explícitamente se marde la época aparecía alesirviendo connotativamente de etopeya de su {~\ co ~ ografí ca en los v. 2320-2. Resp~to de la gu~ r :~belo ram ante o galopando, y armada.de gorizada en figura femenina, sobre u te con el lema Nulla calamitas sola, o bien casco y lanza, la cual llevaba un gallfrde . bolizaban el miedo y la muerte (vid. se la representaba medi~nt e dos coree es que s1m . Morales, 1984, 164a, y Lam. p. 163). . te del deseo es decir, si.mbohzando el 166 Este uso de la espuela co~J. aoca tían por Rodrigo, y sus celos mutuos, amor que tanto d oña Urraca <;<imo dona imena sen aparece varias veces en MCi: Xime na - Con la espuela qu.e le ha puesto el cora<;ón me ha picado-. (MCi, v. 78-9) 190 191 ALBERTO MONTANER FRUTOS POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA manee viejo, señalando la carencia que Rodrigo tiene d e ellos en el mismo momento en que la infanta le dirige ese apóstrofe, se logra un claro efecto de indefensión del caballero ante las quejas de la dama, q~e se concentra con gran efectividad en las siguientes palabras del Cid, en las que la amplificatio preinserta cobra, junto con los datos aquí aportados, su más claro significado: Una función semejante, como elemento catalizador del se~tim_n ­ to de los personajes y simbolización paraverbal. ~e su ~1tuac0n anímica, poseen las riendas rotas ante las que, ta~b1en med1ant~ una alocución patética, se lamenta don Diego en su tienda, tras habérsele denegado entrar de nuevo al palenque (MCii, v. 2600 ~s.) Sus palabras hacen de dicho objeto un auténtico emblema de lo que el cree su derrota: Pues si en mí, que te respeto y hasta tu sombra idolatro, lo irracional, lo insensible, muestra sentimiento humano, ¿por qué dizes que te enojo? ¿por qué piensas que te agravio? ¿qué disgusto te procuro? ¿qué decoro no te guardo? (MCii, v. 1223-30) De esta manera, habiendo suspendido Rodrigo la actividad de su espada, su caballo y sus espuelas, ha neutralizado simbólicamente su fuerza destructora, su ímpetu e incluso sus posibles deseos, que el caballo podría representar para él, y la espuela para la infanta, mostrándose en cambio quieto, moderado e incluso sumiso, pues llevando envainada la espada de su libertad y no montando el caballo de su energía, se somete turbado a las palabras de doña Urraca: y ... con venir arrogante, temeroso y temerario, advierte si te respeto y si decoro te guardo, pues a tu boz me detuve y a tu enojo estoy temblando. (MCii, v . 1247-52; sobre estos versos vid. Weiger, 1980,92) Ximena Si llevó para picallo la espuela que tú le diste, ¿qué mucho~ Urraca ¡Ximena, tente! porque ya el alma recela que no ha picado la espuela al cavallo solamente (MCI , v. 600-9) Vid. et. García Lorenzo (1976, 110-1y1978, 33-4). Dexadme solo, cerrad la tienda y no las heridas; sólo estas riendas partidas en la mano me dexad. Vanse los crúuios. Pondrélas a mi dolor, para que imite al cavallo, pues que no pude parallo, tan a costa de mi honor. Con causa podran culpar mi desacordado ser, pues no me dexé caer ni le acabé de matar. Con riendas el hombre sabio suele enfrenar su pasión, pero en mi estas riendas son como espuelas de mi agravio. Mal parece mi pesar en mis vitorias perdidas; pero son riendas partidas, y no le puede n parar. (MCii, v. 2598-618) Se evidencia así cómo Ordóñez no ha sabido ni aquí ni antes co~­ tener su pasión, obrando como desacordado (v. 2ffJ7) y no como sab10 ( 2610) es decir como prudente, pues "tener rienda en la lengua, [~le] hablar mod~raent e", y en cambio "yr a rienda suelta, [es] yr desapoderado" (Covarrubias, Tesoro, p. 904b, s.v.), de modo que la forma de su presunta derrota se plas_ma par~ebli:nt en _el símbolo de su vicio, el apasionamiento ciego, segun la s1gmhcac1on tradicional de las riendas, las cuales forman parte del simbolismo del carro y los caballos. Si~ndo el pri~e­ ro el símbolo d el cuerpo y los segundos de las fuerzas vitales, las n en- 192 ALBERTO MONTANER FRUTOS das simbolizan la relación en tre el alma y e l cuerpo, los nervios y la acción de la voluntad. (Cirlot, 1979, 387-8) De suerte que las riendas cortadas, como en la locución preinserta, citada por Covarrubias, implicaban la falta de control anímico de los afectos corporales o concupiscentes, y así don Diego se ha visto privado de la victoria a causa del mismo "movimiento del alma", según la expresión escolástica, que le ha llevado a cometer el desafuero del reto contra Zamora. En este sentido, ha de considerarse además que, si en virtud de la jurisprudencia del duelo, el mero hecho de salir del campo durante el combate suponía la derrota 167, aquí se añade simbólicamente la muerte de don Diego, en virtud, precisamente, del golpe de don Rodrigo Arias que hace al retador cruzar los mojones del palenque, pues "el acto de cortar las riendas es un equivalente simbólico de la muerte" (Cirlot, 1979, 389; Morales, 1984, 293a). Así pues, en este caso, como en el anterior, la simbolización plasmada en los referentes paraverbales acentúa la cohesión interna de los elementos textuales y permite la adición de nuevas sugerencias interpretativas a la exposición denotativa de los hechos, lo que, claramente, los hace más fácilmente asumibles por parte del auditorio. Frente al uso de los objetos míticos anteriormente estudiados, que informan tan solo un segmento de la acción, el mitologema de la sangre se emplea a lo largo de toda la obra y, en los diversos aspee167 Así lo disponían las Partidas, VII, tít. 1111, L. 4, f" 21vb, aunque en el caso de don Diego podía haber habido excusa, pues: "si por maldad del cauallo, o por rienda quebrada, o por otra ocasión manifiesta, segund bien vista de los fieles contra su voluntad e non por fuen;a del otro combatidor saliere alguno dellos del campo, si lue&o que pudiere de pie, o d e cauallo tornare al campo non sera ve[n]cido por tal salida ' (Partida s, loe. cit.). Como en este caso el origen d e la salida era el golpe de Rodrigo Arias, cabía la posibilidad de que los fieles considerasen el atravesar los límites d el palenque como consecuencia directa de la acción del retado, y lo diesen por "quito d el riepto", o que se atuviesen a la visión re flejada por el texto alfonsí, y permitiesen a d on Diego entrar de nuevo en la lid. Para que esta ambigüedad pueda resolverse del modo en que aquí se hace, Castro ha incluido, frente a sus posibles fu entes (CMS y RH), la agonía de don Rodrigo Arias, que, al no aceptar la derrota (dr. espec. v. 2514-5 y 2586-8), no puede ser considerado como perdedor, pues "si el reptado muriere enel campo: e non se otorgase por aleuoso, e non otorgare que fizo el fecho de que fue reptado muera por quito d el yerro. Ca razon es que sea quito quien defend.ie[n)do su verdad prende muerte" (Partidas, VII, tít. 1111, L. 4, f" 21vb-22ra). De esta manera, el ambiguo desenlace de la lid da base a la sentencia de los jueces del campo, que se fundamenta en las dos consideraciones citadas de las Partidas. 193 POLITlCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ., e humor tos de su significado, vertebra gran parte_ de la;cio~. d~i;'alor del vital por excelencia, la sangre era considera a se e ., cuerpo animado y fluido vivificador del mismo, por lo que se asoci~ a la esencia misma del individuo, a causa de lo cual en algunas ?11 tuvo por vehículo del alma (Morales, 1984, 297b), rruenturas se a ·, 1" aba al espíritu tras ue, en cuanto principio de la generacion, se ig . de raza, de la familia y de la comunidad (Morales, 1984, 297b, Z . h 1974 402b) Ambas concepciones se encuentran presentes en ~: inte;rlac~ds entre sí, aunque traducidas a conceptos 1; coetáneos. .. , _fanuh~, e~t - ~ En cuanto a la conexión de la sangre con el espírit~ se plasma en MCii como actualización de una conep10~ ya cnsta i · d 11 ·e168 por la cual dicho humor zada en el plano denotativo e engua¡ , . , 169 l se constituía en cuanto factor determinante de la generac1on , en e vehículo tra~miso de las cualidades del linaje, lo que fundamentaba la existencia de la hidalguía: porque los descendientes de tan ilustre varon se ha de ~resu , siempre y es mui debido se conserve su memona, y a seran , h .. casta, así en las hijas, como en los i¡os. (Martínez del Villar, Apología, f9141r) ~= frase con que el conde visión que se halla en la base de la ya citad~ Nuño se refiere al futuro retador de Zamora. ~:; Tiene don Diego sangre del gran Mudarra. (MCii, v. 1350-1) i~; . , que al afiliar al de Lara con el célebre vengador de los inSal:s170, suponía predisponerlo, con todas las cualidades "gnifica parentesco" (Covarrubias, Tesoro, p. 925b, 168 "'Sangre, a1gunas veces Sl s.v.). , d ¡ "ón de la sangre y el menstruo, que en recuer ese 1ªre ªao como el e uivalente femenino del 169 Sobre este aspe!~, la fisiología antigu_a Y medi~rl era :n~ simbolismosqde fertilidad que éste. semen, lo que rela<;i?na a aqueDia conOrd0, ñez con la casa de Lara es legendana, como ). En este caso, como en el de 170 La relaaon de don . e~o. 1975 61 203 • decu~os ya señaló Sa.lazar y Castr~ (vid. ai~, que, en virtud de las concepde los personajes famosos contrapoBellido la tradicion tend10 a crear maies .ª ciones ~quí referidas, explicasen las actu~od:' tr aidores (cfr. Said, 1975, 178 y 203). niendo genealogías de leales a genil } ºg ~ Ós los 55 XV I-XVII, vid. Menéndez Pidal Respecto del tema de Mudarra y s u us1 n en . ALBERTO MONTM"ER FRUTOS 194 POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZA MORA Y si antes dixe que de sangre mía daría un Cavallero valeroso, por tí, do n Diego Ordóñez, lo decía. de tan gran antepasado, para ejecutar el desagravio de la alevosa muerte de don Sancho. .otra p~rte, este carácter d e la sangre tenía la contrapartida e exd1gd1r d el individuo que sus actos plasmaran esas cualidades h ere a as: d l~u e ~i endo hijo de algo no obra como tal, es pródigo de la honra qconse d e¡aron sus pasls7aldos, y más culpable que otros; pues la deviera rvar y aumentar ~sid e raci o ne que se patentizan también en la figura de don Dies D. Sancho ¡Escalas! ¡Ea, escalas, y de un buelo sube, do n Diego! D. Diego . El pomo de mi espada med ia <;a mora te pondrá en el suelo. ¡Sangre de Lara soy! última secuencia en que resulta operativa esta utilización .de la sangre como expresión d el parentesco se em lea para ¡ust1hcar la exención del Cid, obligado por juramento a n't luchar contra Za~or , d e ser el retador por parte de los castellanos en un ~ so que, ¡unto con la alusión a Mudarra, justifica plen a m e nt~ que el impetuoso don Diego acometa la tarea de desafiar a los zamoranos: . U _ n~ Rodrigo ~\ 1 09~. 1 ~).Y 2 Micuydado os dará de mi sangre un Cavallero; pues yo, como sabéys, tengo jurado d e no ir contra <;amora ( ... ) ~ br c los presuntos d escendientes d el moro bastardo, vid. ibfd., p. 1.7{ Covarrubias, Te ~ or : p. 591a, s.v. "fidalgo". Cfr. et. Rivadeneira, del Prin~JP ~!· ~ c ..Vlld· 124-dS.· As1 como el caballero que viene de ilustre sangre siendo ' e 1m1 .ª or e 1os que fundaron su casa, merece ser más honrado ue el ue no1 1o es br s u Virtud y por la d e sus abuelos; y así, cuando desdice d· Ja~ virtu<Jles d e l~s as ta.rdea (. .. ) no solamente no d ebe ser honrado y fav orecidu del prín · por ser malo y afrenta de sus antepasa% por . a erdnaodo de buenos, s i~ o ~astigdo y ruma y estrucoón d e Ja repu bhca". . l Respecto de la sangre como símbolo del principio vital, su empleo más evidente e inmediato es el de la caracterización d el combate, mediante su derramamiento que, por las implicaciones que supone la consideración d el inius tum bellum dentro d e la obra, añade una connotación negativa que corresponde a una visión coetánea, como la que refleja el siguiente pasaje de Covarrubias: Sangriento, el que está manchad o con sangre o es muy cruel. (MCii, v. 481-4) simb~hc (MCii, v. 1372-5y1404-6) P~r yu~ 195 (Tesoro, p . 925b, s.v. "sangre") Sirve así este humor para plasmar patéticamente la batalla d e Golpejares, con la que se inicia la obra, cuando Rodrigo exclama: todo es valor español y todo sangre cristiana; todo es sangre, todo es fuego. (MCíí, v. 17-9) y una utilización similar permite trasmitir la actitud de don Sancho, incluyendo una apreciación subyacente sobre la calificación ética de la misma, cuando, en uno de sus arrebatos de pasión, profiere el ya cita do verso ¡<;amora a sangre y fuego! (MCii, v. 499) mientras que, con ocasión del destierro de Rodrigo tras su mentís al De Olfos, este símbolo permite caracterizar los dos tipos de guerra, justa e injusta, en virtud de su objeto, plasmado en la sangre que se ha de derramar: Rodrigo Aquí esperemos m i gente, que buelve con poco gusto de ver su esperarn;a vana, pues yendo resuelta agora 196 ALBERTO MONTANER FRUTOS POL/TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA de agotar la sangre mora, buelve a verter la cristiana. (MCii, v. 957-62) Posteriormente, y con ocasión de las lides subsecuentes al reto este ~bjto mítico ~rá empicado de nuevo para dar lugar a nu eva~ descrzptiones pathetzcae, primero como presagio previo a la lucha: ¡Hasta el Sol está sangriento! ¡Sangriento el día ha de ser! (MCii, v. 2088-9) y después en relato del combate, que no transcurre en escena de modo que_ el <pÓ~oc; propio de esa si tuación sea trasmitido den tro de lo posible al auditorio: 1 Urraca Ya los dos con sangre roxa tiñen la menuda arena.(. .. ) Derribóle la celada, y haziendo dos de una pie<;a, le dexó cara y cabec;a toda en su sangre baf'lada. (. .. ) y Rodrigo le persigue sangriento, turbado y ciego ... Que no hay cuento ni pare; De la sangre que salía El campo cubierto se hae. (. .. ) Melisendra que lo vido A recibir se lo sale; Vído\e las armas blancas, Tintas en color de sangre. Con voz muy triste y llorosa Le empezó de preguntare: - Por Dios os ruego, Gayferos, Por Dios os quiero rogare, Si traeis alguna herida Queréismela vos mostrare, Que los moros eran tantos Quizá os habrán echo malc. (ed. cit., v . 1, p. 251a-b) En lo referente al sentido específico de la sangre vertida como señal de la victoria que se aprecia en estos versos, se emplea también en MCii, aunque aquí, en virtud de lo dicho, adopta un sesgo negativo, al referirse a don Sancho: Urraca (. .. )¿Venció don Sancho? Dí. Bellido Que venció, digo, con el mayor aplauso y mayor gloria que se ha v isto jamás. Urraca Bellido ¿Que oillo puedo? Con sangre dexa escrita su vitoria. (MCii, v. 2480-1, 2485-9 y 2496-7) Este recurso pertenece a un locus communis de la épica (vid. Montaner, 1987, 280-1), y se encuentran descripciones de esta índole tanto en la Chanson de Roland (v. gr. v. 1653-7 y 1665-6) como en el Cantar de los Nibelungos (v. gr. IV, 49d-50d y 65b-d), en el Poema de Mio Cid (v. gr. 726-9, 760-3, 778-81 o 1722-4) o en el Poema de Fernán González (v. gr. 487a-d y 499a-d). De entre los textos del Romancero, más co~i dos en la é~oca de Guillén, el célebre de Gayfeesta Gay/eros (Duran, 1945, n 11 377), ofrece dos pasajes ros, ~sentad muy ~lustra ti vos a este respecto, donde la sangre opera con funciones seme¡antes, salvada la posible connotación negativa de los combates reflejados en MCii: Si bien pelea Gayferos, El caballo mucho mase. Tantos mata de los moros 197 (MCii, v. 239-42) Dentro de la misma esfera semántica de la sangre como principio vital se encuentra la ya aludida consideración de la misma como vehículo del calor corporal necesario para la vida, lo que la hace especialmente apta para significar paraverbalmente los esta~o de ánimo de los personajes, especialmente cuando, como se ha VISto, el apasionamiento de algunos de ellos afecta al corazón y cuand?, en general, los efectos de las emociones se centra?an en las ~ t erac 1 ones de dicho órgano (cfr. Frutos, 1952, 233-4). As1, la turbac10n del medroso Bellido cuando no acaba de decidirse a matar a don Sancho se expresa del siguiente modo: 198 ALBERTO MONTAl'\'ER FRUTOS ¡De animoso estoy resuelto! Mas .. .. ¿qué yelo en sangre embuelto, por mis venas viene y va?( ... ) Pe ro ya cobro valor; ya e l yelo en mis venas arde. ¡Mataréle! que el covarde de lexos mata mejor. POLITICA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA za desesperanzada y la ira impotente, provocada por el mismo elemento que sustituye a las lágrimas, cuando dice: ¡Mi mal lograd a esperanc;a sangre por mis ojos llora! (MCii, v. 2238-9) "CMCii, v . 1072-4 y 1079-82) R La exacerbación del calor natural de la sangre se emplea tamb·, como correlación ~ e la citada adscripción de don Diego al lin a · e1~: Mud~ra, para ~na l ar el apasionamiento de Ordóñez, por bo1a de odngo, en los citados versos [HHrviendo agora {se. la sangre] da lugar al eno¡o, y no a l sosiego. En cuanto al simbolismo de la sangre como esencia del individuo y vehículo del alma, revierte aquí bajo la forma d e relación de dicho humor con la honra del individuo, de modo que la sangre es objeto de agravio y de venganza, según una concepción nítidamente explicitada en MCi: Diego L. (. .. )¡Rodrigo, dame los brac;os! ¡Hijo, esfuerc;a mi esperanc;a, y esta mancha de mi honor que al tuyo se estiende, lava con sangre; que sangre sola quita semejantes manchas!. .. (v. 486-91) (MCii, v. 1351 -2) empleo que se repite para subrayar cómo el honor es el único objeto c~paz de s~pera _ r en Arias Gonzalo a su prudente mesura, cuando insiste en salir a hdiar el primero contra don Diego: visión de cuya raigambre mítica dan fe las siguientes palabras de H eráclito: ¡Dame el peto y espalda r, q~e ya mi sangre alterada hierve en mi pecho! CMCii, v. 1966-7) . Más adelante, el mismo símbolo, en correlación con la referencia citada al ~ I sa n~i cn to, sirve para preparar el efecto patético del duelo, predisponiendo al <¡>o~ suscitado después por la descripción ya comentada: Sold. 7° 199 El mirar la empalizada la sangre al pecho retira .. . (MCii, 2090-91) Por último, este aspecto de la objetivación de las emocione s se emplea para acentuar el fA:o~ que respecto del bando zamorano conllevan las infaustas muertes de los dos hijos menores de Arias Gonzalo, de modo que en doña Urraca se traduzcan a la vez la triste- ,. '' ,.. / ~ X0:0atp0vtat O•O:AAOc_; <a\µa > mµan µmvoµ EVOl OlOV ~ac_; 1t1l A.fu &novú;ono 172 i1 El \ ' ne_; 7tEAOV Eµ- ' A menudo, el u so de este simbolismo de la sangre es ambivalente, como ya lo h abía sido en MCi (vid. espec. v. 890 ss.), pues cuando para unos representa la ofensa, significa el desagravio para otros. Esto sucede de manera muy notoria con un uso especialmente arcaizante de esa función purificadora que señala el texto d e Heráclito: la de beber la sangre del contrario173 . En boca de don Sancho, dicho acto ritual se equipara a la venganza: 172 Heráclito de Efeso, fr. 5 (in Kirk -Raven, 1979, nº 244, p. 298): "Vanamente se purifican de los delitos de sangre manchándose con sangre, como si el que se ha metido en el barro pretendiera limpiarse con barro". La visión criticad a por Heráclito y presente en las eaiabras de Diego Laínez, responde al m ismo esquema que el apo tegm a similia similibus curantur, cuya fundamen tación en el principio mitopoyético de la sem ejanza está fuera de duda. 173 Como ya señaló Said (1 975, 146), este aspecto de la venganza ritual corresponde al empleado por doña Sancha en el "Cantar de los siete Infantes de Lara, según la versión prosificada en la Cr. 1344: POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 200 Si a mis hermanos p ersigo, ba.stante ha sid o Ja causa: mis enemigos son todos bcveré su sa ngre ingrat~. (MCii, v. 155-8) y Ja de misma - U rraca, e1emplifica . dad don expresión Sancho y~ en boc 1 .ª d e d ona la cruelobjeto: i:e ac1ona con el agravio de que la infanta es ¡Ah: nobles de Castilla! ¡Injusto he rmano sediento de mi sangre! De mi p echo la sac_a agora, que se opone en vano a tu n gor, del mío satisfecho. Lleg~ , Y para que e l cielo te destruya. beve m1 sangre, que también es tuya. Esta utilización ritual del mitolo la función catártica señalada por H g~t 0 ~ 0 q~a; ª~: ~senda respond: en su origen a de~,'¡;:· !~:= .. la en los s; XVI-XVII ~era conceptualmente reflejado por el honor . ' sera en su sangre en cua t h' 1 , donde ese ¡ · 'd . ' 1 n ve 1cu o ammico deacto dicha o, como de desa- ;;:; 1 !:n ·engtsió r:;u~ió!ºt¡l ° sangr~ . "E el traydor c;erro Jos ¿·os e la non . . yaz1a, e vio correr d el sangre e · 'L d qwso mirar, e cato doña Sancha donde mercet ¡· ' ixo oa o sea Dios · aya por la . que m e iso, ca agora sera suelto el mi s , e grad - o e grac;ias <leste traydor'. Entonc;e finco los no·o ueno, que sone, que beuia de 1a sangre Me~é nd e z Pida!, 1971, 311 y 1986' 231)s ~par ~ e l para beuer de su sangre" (c. Xlí in ~os ara bes, como otros de dicho c.'mtar .coste mismo uso se documenta también en tre Unayn compuso con ocasión de la t o m~ demD at~hgu ¡un verso de la casida que lbn /wa-law malku lam ya'ti'lu' fi d. A,. '_llTUe ª pcr os AyraJbíes en 1221 ~u e dice: .. si hubieran vencido no1ma 1-na wulu ga • mala na fa·as¡a · h :na·¡ (y h b , 'd n , wa a·k·m-na pero hem os vencido nosotros h~ ª. na~ si 0 remisos en lamer nuestra sangre 13), donde se a precia ya la Jn 1965, nº 22, v.' za, frente a la clemencia de que los d ue ª asocia a a dicho tipo de vengansemejante, pero plenamente aceptadcfana ores hacen gala. Un acto ritual de sentido .. _ , se encuentra en fos textos bíblicos· D1lorel dSenor: Te haré volver de Basán, ¡ te sacaré · d e on o de los mares. P¡ra que puedas enrojecer tus pies en Ja sangre ¡ y a 1engua de tus perros en la sangre de tus e n~i gos (Sal. 68 - Vulg. 67-, 23-24) . Para la pervivencia de la acción d e beber sa , dramaturgia barroca, vid. Alvar (1970, 223) ngre como s1mbolo d e venganza en la co ~Xota óo : ~d m~l gravio. Sin embargo, aquí se recurre a este procedimiento, por una parte para caracterizar la crueldad del tirano, pues ya desde la Edad Media, como patentiza el texto de Ibn cunayn citado en la n. 173, tal uso tenía claras connotaciones de inclemencia, y, por otra, para mostrar la ambigüedad del símbolo, en un movimiento perspectivista propio del dualismo que estructura la visión del mundo en la época barroca (vid. Frutos, 1951, 181-4y1952, 42 ss.). Esta lectura bipolar de un mismo símbolo se manifiesta también, como correlación de las dos esferas A y B, en el caso de las lides, pues si don Diego Ordóñez se propone vengar la sangre derramada de don Sancho: Con valor y sin recelo iré a quitalle la vida, pues que la sangre vertida de mi Rey, clama en el cielo. (MCii, 2178-81) (MCii, v. 505-10, puntúo con Weiger, 1980, 62-3) materilz:~q 201 ALBERTO MONTANER FRUTOS en t es.", Ar~ e ry, al hacerlo mediante la muerte de los dos hijos de Arias Gonzalo, suscita el deseo de venganza de éste, quien amonesta a su hijo don Rodrigo de este modo: Y para vengar, Rodrigo, los h ermanos que te han muerto, en la espada y en la mano de tu contrario valiente mira la sangre inocente 174 de un hermano y de otro hermano . Así, el llevar la espada y el brazo tintos en la sangre del enemi75 go supone para don Diego, según la iconografía épica tradicional1 , 174 MCii, v. 2408-13. Nótese de nuevo el empare jamiento de las rimas semánticas o significativas: mano - valient / inocet-h erma ~_? , que encierra t?dc;> "'.¡ mensaje d e la redondilla. Por otro lado, ha de notarse tamb1en la estructura s1metr1ca, y P?r .lo tanto cerrada, d e tal redondilla, enm'.l_rcada por d os versos bimembres paralehsticos que encierran otros dos versos, tamb1en paralelos: AyB C+D --------- eje d e simetría C+D' A ' y B' d onde A, B, C, C, A' y B' son sustantivos y D, D' adjetivos. 175 Esto es patente en el Poema de Mio Cid (v. 778-81, 497-503 y 1722-4), donde se encuentra bastante d esarrollado dicho símbolo icónico como representación de la 202 POLITICA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS una señal de la victoria y, por tanto, dado el contexto, una plasmación paraverbal de la progresiva consecución de la venganza que busca, mientras que para el ayo de doña Urraca, dado que el intento de don Diego es radicalmente injusto en la forma en que lo aborda (ut supra), esa misma representación suscita la necesidad de vindicar un agravio, el de la muerte de sus dos hijos menores. De este modo, el mitologema así empleado permite crear toda una red de sugerencias capaz de ser suscitada por su sola presencia o mención, puesto que, en cuanto signo paraverbal icónico, simboliza el honor y la vida del individuo y puede aunar así las relaciones vida/muerte, agravio/ desagravio y crimen /castigo, lo que permite caracterizar, como se ha visto, a través de la referencia a un solo símbolo, los comportamientos y actitudes de ambas esferas, operativas tanto en el plano narrativo como ideológico, las cuales reciben así, a través del modelado de la norma an tropo-cosmológica, un elemento más de cohesión contrapuntística en torno a un mitologema claramente incardinado en la estructuración de la obra. Un caso particular en el uso de este símbolo lo constituye su empico en relación con Bellido, pues en éste la sangre como transmisora del linaje operaba en sentido negativo, al ser, como se ha visto, "hijo de traidores", calidad heredada que le lleva a agraviar a su propia sangre, al matar a su padre, agravio que, claro está, revierte en el propio Bellido, cuya figura moral queda doblemente dañada: por la viciada sangre de que procede, la cual le impele a la acción alevosa por principio, y por la deshonra a su propia sangre (es decir, a él mismo) que ha cometido con el parricidio. En esta tesitura, la alusión a derramar la sangre del De Olfos presenta siempre una connotación de pena criminal que excluye toda visión honorífica d e la venganza, como en las palabras que el mesurado Arias le dirige, en presencia de doña Urraca, tras las calumnias de Bellido: honra conseguida en el combate (vid. Montaner, 1987, 279-280). En otro texto más cercano a MCi1, y más directamente conocido en la época, el Olitleros de Castilla, se hace un uso similar de este símbolo d el brazo armado y ensangrentado (qu e ha dado lugar al dextrógero heráldico): "E Oliveros echó mano por Ja espada e entró entre sus enemigos como un león bravo, cortando brazos e cabezas, derribando hombres e caballos (. .. ) Su espada era de color d e sangre e asimismo la manopla e el brazo fasta el codo" (c. XXVl, p. 81). ""E él seguía siempre los que veía más feroces en la batalla e iba buscando los reyes, mas ellos fuían de encon trar con él. E el buen Oliveros traía la espada e el brazo derecho teñido en sangre" (c. XLII, p . 117). 203 mi respeto justo ha h echo que tu sangre no derrame. (MCii, v. 637-8) o, más adelante, cuando, de regreso en Zamora, es apresado el regicida: Arias Dexad, Señora, verter la sangre traydora del que la tuya ha vertido. (MCii, v. 1439-41) Frente a los conceptos anteriormente analizados, que relaci?naban el a avío y la venganza con la acción sobre la sangre ªJ_en~, MCii rec~g también el simbolismo del sacrificio, u~ o de los prmctpales de este mitologema (Cirlot, 1979, 389), refendo al de~ra­ miento de la propia sangre, que representa la entrega de lo md1vtdual a cambio de un ideal, más o menos elevado o transc~de, mediante el cual el que la ofrece espera purificar a su comumdad o a sí mismo. Se trata de una expresión también desobl~a, pu:s ~on Diego la utiliza con un sentido activo que le da un matiz her01co. Pagando en sangre a mi lealtad tributo,, con las nubes que engendra el llanto m10, hasta el Sol en su esfera pondrá luto. (MCii, v. 1411-3) mientras que los personajes de la esfera zamorana que al u~en ª·7-1~, lo hacen en un sentido pasivo, subrayando así el dolor de sacn teto necesario para la causa que defienden: Urraca Arias Sin cora<;ón me han dexado ... ¡qué de sangre me has costado, ay, infelice <;:amoral (MCii, v. 2447-9) (. .. )¡Ah, cielo, y por quántas venas ofrezco sangre a mi honor! (MCii, v. 2504-5) de manera ue, tras la exención de Zamora, Arias, dirigiendo -~n apóstrofe al ; ecuerdo de su hijo Rodrigo, ya muerto, une la expresmn 204 ALBERTO MONTANER FRUTOS de la sangre vertida como sacrificio purificador y de la sangre como humor alterado por la emoción, según el uso anteriormente visto: Yo tus haza ñas embidio, y tu muerte no llorara; pero esta sangre que es mía, tierno imán de mis entrañas llamando fuego a mis ojos, ' derrite nieve en mis canas. (MCii, v. 2566-71) s~ logra as!, de nuevo, que un mismo elemento sirva para diferenciar las ac_titudes características de cada esfera y, al mismo tiempo, para catahzar los afectos propios de cada una de ellas, el cpopoc; en la castellana y el ú.eoc; en la zamorana, como tan claramente muestra el apóstrofe patético puesto en boca del ayo de la infanta. El simbolismo catártico de la sangre cobra especial relevancia ª~?ciado al de la lanza, en el caso de don Sancho, pues la coordina: c_10n de ambos mitologemas, como ya se ha visto en el § IV.1 -in fine-, permite articular el proceso que va desde el momento en que el i:nonarca castellano se hace acreedor del castigo divino, hasta que este se cumple. .. ~n una primera instancia (MCii, v. 519 ss. y 671-4), se alude a la v1s1on premonitoria de don Sancho, en que su difunto padre se le aparece con un venablo sangriento, que se anuncia como instrumento de su f,Cna, lo que pone dicho objeto en relación con la "lanza que sangra de la leyenda del Graal, que posee un sentido simbólico general de sacrificio (Cirlot, 1979, 268; Montaner, 1987, 196-7). De este ~od?, se c?mprende que el uso del venablo por parte de Bellido no 1mphque solo el castigo providencial del tirano, sino también el reconocimiento de su culpa por parte de éste, es decir, que el sacrificio adquiere un sentido catártico por cuanto conlleva el arrepentimiento de don Sancho, que hace precisamente de su sangre ofrenda martirial que le permita obtener el perdón divino: Fuí hijo inobediente, estuve ciego, y el cielo me castiga, a quien le pido que entre agua y sangre me perdone el fuego. (MCii, v. 1287-9) POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 205 Said (1975, 200) interpreta que don Sancho pide a Dios "que le libre de las ~! ~mas etrna . ~ (= el fuego) , e n gracia a su bautismo(= agua) y a su martmo (=sangre) . (n. al v. 1289) lo cual es plausible, si bien el agua puede referirse igualmente a las lágrimas del dolor y de la contrición, mientras que el fuego, como indica Weiger (1980, 94), puede referirse a la propia cólera del monarca abatido. En cualquier caso, queda claro el sentido sacrifica! y catártico que el propio rey agonizante confiere al derramamiento d e su sangre, simbolismo que aún queda más claro si, a través del objeto mítico del venablo, tales sangre y agua se asocian a la Pasión de Cristo: pero llegando a Jesús, como le vieron ya muert,o, no le rompieron las p iernas, sino que uno de los soldados le atraveso con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. (Jn . 19, 34) El venablo empuñado por Bellido (= Judas) se convierte así en lanza de Longinos, que atestigua tanto el poder de la Providencia como la capacidad del hombre para arrepentirse, de modo que, de nuevo bajo el prisma del dualismo bai:oco, el castigo y el per?~n se materializan en un mismo símbolo, e¡e paraverbal de la acc1on: la sangre derramada, el sacrificio consumado. 3. La divina providencia El último de los aspectos simbólicos de la sangre, que se acaba de analizar revierte en el concepto esencial de los aportados por la norma c~smológia, pues es el que, explicando el funcionamiento d el mundo, permite justificar y garantizar la integridad del ~stema ~­ ciopolítico presentado en MCii. En este sentido, la actu10~ de Dios en el mundo da pie en la obra a dos temas estrechamente mt~rel­ cionados: el providencialismo como modo de comprender la histona 206 ALBERTO MONTANER FRUTOS y el libre albedrío como correlato de la actuación divina, que permite al hombre salvarse o condenarse por sus propias obras. Dos temas, como se ve, fundamentales en la problemática barroca sobre la concepción del mundo (vid. Frutos, 1951, 186-91y1952, 49-50y194214). El primer factor es evidente en el texto, pues no solo las referencias a la justicia divina y a su actuación en el mundo se ponen en boca de casi todos los personajes176, sino que ambas se patentizan tanto en la visión fantasmagórica de don Femando como en el hecho mismo de la muerte de don Sancho. La historia se ve así, al estilo de Bossuet o de Vico, como dirigida por la mano divina, idea procedente de S. Agustín, pero adaptada al trascendentalismo barroco (vid. Frutos, 1951, 186-8 y 1952, 47-9). Sin embargo, aquí no va a sugerir, lógicamente, una reflexión sobre la estructura de la historia (como los corsi de Vico), sino que se va a mostrar esa intervención divina, bajo la especie tan barroca del Deus ex machina, en un caso concreto, al modo en que la presentaban multitud de textos bíblicos, para muestra de los cuales puede servir el siguiente: POLrrtCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 207 y no es cosa nueba, ni apocrifa, asi por lo que hemos di~ho, como por lo que es notoria verdad , que nuestro Señor obrava m1lagros~e te por sus siervos en aquellas necesidades, siendo tanyocos y tan deb1.les las fuerzas de los Christianos, que peleaban con mumerables copias de infieles, y así en las batallas eran confortados p~r su gran clemencia con las visiones de Santos Abogados de la Chnshandad. (Martínez del Villar, Apología, f2 176r) y era esta visión con la que esa misma historiografía consideraba, como MCii, el caso de don Sancho: aunque on Sancho contravino a ella l se. la voluntad de su padre!, y quitó a sus hermanos los Reynos, no se alabó dello, por9ue lo castigo Dios verificando la maldición que le hecho el Padre, munendo muy en breve, y a cuchillo, y sin haver tenido hijos. (lbíd ., fº 197v) o este otro, que se relaciona directamente con el tipo de intervención de la providencia en MCii: De esta manera, se garantiza el mantenimiento del orden del mundo y Ja sociedad puede remitir su sa~vgurdi a u~a ~oluntad trascendente, que operará siempre con ~as rectiud~ eficacia que la humana, Jo que exime a ésta de recurnr a perturbaciones del orden establecido cuando su funcionamiento está viciado, como en el caso de la tiranía, pues lo que ha de hacer ~s depositar s~ ~onfia e~ l.a providencia divina, como ya he analizado a propos1to del ttramc1dio (ut supra § IV.1-2). lrritóse Yavé contra Salomón porque había apartado su corazón d e Yavé, Dios de Israel,(. .. ) Yavé dijo a Salomón: "Pues que así has obrado y has roto mi alianza y las leyes que yo te había prescrito, yo romperé de sobre ti tu reino y se lo entregaré a un siervo tuyo" (1Re.11, 9.11) Ahora bien, esta concepción del mundo, que implica la s~ l v~­ guardia de la colectividad, plantea un problema ~espto del m.~i­ viduo, y es el de la predestinación. En ef~cto, la misma mtervenc1on divina introduce un cierto factor de fatalidad que choca con la ortodoxia católica: Los hijos de Israel hicieron mal a los ojos de Yavé, y Yavé los entregó en manos de Madián durante siete años177. Estas mismas concepciones pueden hallarse en historiadores coetáneos de MCii: 176 Aluden a ello Rodrigo (v. 129-30, 144-50 y 899-901), Arias Gonzalo (v. 64951), doña Urraca (v. 509-12 y 575-8), don Femando (v. 522-6), Bellido (v. 567-70, 1087-90 y 1101-2), don Sancho (669-78, 1111-6, 1278-80, 1285-92, 1308-9, 1321-34 y 1337-40) y don Diego Ordóñez (v. 1296-8). Se trata de algo frecuente en las obras de Castro (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 13 y 21). 177 Jue. 6,1. En el mismo libro abundan expresiones semejantes. Vid. Jue. 2, 11 ss.; 3, 1-5; 3, 7 ss.; 4, 12; 10, 6 ss. et pass. Rey Fer. (... ) Tu muerte, Rey don Sancho, te revelo, cuyo i[n]strumento .el cielo. soberano puso a tus ojos y dejó en m1 mano ... (MCii, v. 524-6) o_rtodoxa El anuncio parece insoslayable, y, sin embargo, la d~ctrina era que los signos premonitorios (horóscopos, augunos, suenos, etc.) 208 podían ser variados por el uso del libre albedrío, capaz de vencer los apetitos concupiscibles (vid. Juan de Salisbury, Policraticus, lib. II, c. 25, p. 212 ss. y Frutos, 1952, 209-14). El problema se resuelve aquí mediante el diálogo entre don Diego y don Sancho (MCii, v. 663 ss.), pues aquél hace ver al rey que Si es que el cerco se levanta porque pesa en tu conciencia la justísima obediencia de tu padre, cosa es santa. Mas si es por esta visión fantástiga, ciega y vana, a tu valor, cosa es llana, que ofendes. cosa lo que le ha impedido reaccionar hasta que ya ~ra demasiado tard ~, si no para salvar su alma, sí para guardar su vida. Esta concepción del desarrollo dramático es la que se_ explic~a por boca del propio monarca agonizante en los versos refendos en ~ 176 la ue convierte la aparición de don Fernando, no en un~ n. . 'Y. oqen un aviso de la providencia divina para la correcc1on guno, sm , , t · ente acde don Sancho, al modo en que Calderon hana pos enorm tuar a La Ley en El Gran Teatro del Mundo: (Canta) Obrar bien, que Dios es Dios. (Recita) A cada uno por sí y a todos juntos, mi voz ha advertido; ya con esto su culpa será su error. (Canta) Ama al otro_ como a _tí, y obrar bien, que Dws es Dws. Ley (MCii, v. 687-94) Se plantea así la duda sobre el valor de la visión de don Sancho, lo que, en cierto modo, resta fuerza al aviso premonitorio 178, pero además, y esto es lo importante, se subraya que sólo un auténtico arrepentimiento, y no un temor momentáneo, tiene valor en tal coyuntura. De este modo, don Sancho, al que movía el espanto y no la conciencia de su culpa, mantiene su actitud, que le conduce al fin profetizado. Se deduce de ello que ha sido su ceguedad, y no otra 178 La argumentación de don Diego responde a las consideraciones más estric- tamente ortodoxas, pues tales visiones podían proceder de engaños diabólicos (a los gue alude Ordóñez a través de la hechicería; en los versos siguientes; cfr. sobre esto juan de Salisbury, Policraticus, lib. 11, c. 29, 236 ss.), o de un efecto psicosomático, es decir, ser una alucinación (posibilidad también señalada por don Diego). En general, en estos casos, como en las referencias a la astrología, también considerada duaosa en MCi (v. 1535-60), se trata más bien de traducciones poéticas de la acción de la providencia que del poder real de astros o espíritus sobre el hombre (vid. Frutos, 1952, 20t>9). El reproche de don Diego ha de entenderse, pues, referido a la credulidad de don Sancho, no a las reflexiones que sobre lo dicho por el aparecido se podrían suscitar, pero cuyo valor seria nulo de hacerse por miedo a un presunto fantasma, y no por arrepentinuento (vid. Crapotta, 1984, 152-3, donde se señala además que esta actitud más o menos escéptica hacia la astrología es habitual en Castro). Se soslaya aquí ahondar más en la cuestión de la presciencia divina, que, de aceptar la visión, implicaría un cierto determinismo, pero que se establece en los términos ortodoxos, pues la presciencia no anula la libertad, ya que don Sancho podría reconocer su culpa, si no por la visión, por las propias consideraciones de don Diego (como antes las de don RoCirigo o doña Urraca}. Respecto de las doctrinas teológicas coetáneas, el hecho de que don Sancho pueda prever providencialmente su futuro, parece que permite adscribir tal rasgo de norma a la visión bañecista del decreto divino predeterminante o concurso previo, frente al concurso simultáneo de los molinistas, pero aquí, como incluso en Calderón, la plasmación poética es demasiado imprecisa para poder determinar con certeza una cuestión tan concreta (vid. Frutos, 1952b). 209 POLITICA, HISTORIA y DRAMA F,N EL CERCO DE ZAMORA ALBERTO MONTANER FRUTOS (v. 941-8) y como don Sancho no ha reaccionado ante este aviso, sufrirá el castigo pertinente, pues Se hace notar que, antes de exi stir, al Pg~ ~r:epá, ~arec de v,oluntadÍ ~o s h~:= no pueden elegir su papeelse, mal es cosa suya, Y qu queda afirmado el libre albe drío. 0 ~lo cual (Frutos, 1974, 22-3) lo que revierte en que b" 1 el de cada uno sea de Rey o de Lo es~ncial es repreds.entar E 1~:.r :n~ftro del mundo, obrar bien, pues mendigo, cerno se ice en . ~· " sólo las obras son "la fama v1v1dora . y (Frutos, 1952, 263) Ya que como dice el Autor en el citado texto de Calderón: No porque pena te so?re, siendo pobre, es e n m1 ley 210 ALBERTO MONTANER FRUTOS mejor papel e l d el rey si hace bien el suyo el pobre; uno y otro de mí cobre todo el salario después que haya merecido, pues en cualquier papel se gana, que toda la vida humana represe ntaciones es. (v. 419-28) Sin embargo aquí, para salvar la situación de presentar la condenación de un rey castellano, se recurre a la agonía contrita de don Sancho, q11e posee una mayor e fectividad patética que su simple muerte, pues además de aducir las ventajas d el arrepentimiento, a unque sea tardío, h aciendo consideraciones piadosas sobre la "bue na muerte" y la misericordia divina, permite explicitar el carác ter providencial del castigo, lo que acentúa la lección m oral de la obra, especialmente e n cuanto se refiere a confiar a Dios la venganza del tirano. Se muestra así d el modo más nítido cómo la norma cosmológica está interrelacionada con las otras dos en la elaboración de la obra, pues permite tanto fundamentar la visión d e la sociedad que en ella se ofrece como, a través de tal visión, pero también directamente, dar una motivación plausible al d esarrollo de las acciones heredadas del argumento preestablecido. En este caso, adem ás, el m odelado de la norma cosmológica proporciona un elemento último y trascendente de comprensión del mundo y del hombre, qu e da razón tanto de la colectividad como del individuo en su relación con la totalidad de lo creado, de modo que, por encima de los avatares y de los conflictos que la imperfección humana provoca en el cosmos, y frente a la caída d el hombre en la tentación que le hace dejarse conducir por los apetitos, perturbando así, física y m e tafísicamente, el orden d el Creador, hay un garan te último de la armonía de lo creado, que con su justicia castiga al pecador, a unque dilate el momento de la pena, y, con su clemencia, da siempre lugar al arrepentim iento. De este m odo, MCii, a través del providencialismo, se estructura y cobra significado como plasmación de la con cepción última del Barroco acerca d el hombre, de la sociedad y del cosmos. POLff/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZA MORA 211 VI. RECAPITULACION Y CONCLUSIONES Tras el análisis llevado a cabo en los apartados antecedentes, puede llegarse a la conclusión d e que en MCii se da una estrecha relación entre las normas que modelan el texto, de modo que los elementos procedentes de cada una de ellas cobran sentido y lo dan a su vez en relación con los rasgos elaborados por las d emás, en una estructuración necesariamente solidaria (por cuanto determinada organización del significante, resultado d e ese triple .modelado, ~lo tra nsmite el significado que le corresponde, es decir, no hay dicotomía intratextual entre propósitos y logros, o entre fondo y forma), pero a la vez, lo que ya es un rasgo particular de la obra, ésta es intra narrativamente coherente, pues en ningún momento se produce un cambio en los presupuestos de la acción o de los caracteres de los personajes por la presión d e una de las normas sobre las exigenci.as de las demás. En este sentido, pueden fijarse una serie de paralehsmos qu e no sólo diseñan cada norma por separad o, sino que clarifican su modo de interrelación, así como su adscripción común a una superestructura m ás amplia, qu e las integra e, históricamente, las justifica. De este modo, se aprecia que el rasgo de la norma esté~ca que supone la actualización de un paradigma argumen.tal pre~10.' el tema del cerco de Zamora, responde por un lado a motivos artísticos, relacionados en último término con la referencia a las expectativas del auditorio, y por otro a motivos ideológicos, tanto a.causa de la facilidad que suponía para el docere, como e.n, virtud de.!ª ya señala da concepción de la h istoria, q ue perm1tla la asunc1on de tales materiales, dotándolos de sentido en un nuevo mar~o cultural. De igual manera, la elección de este argumento obedecia ~or una parte a una norma estética que se basaba en el contraste de tiempos \ 212 ALBERTO MONTANER FRUTOS !entos y rápidos, en la alte~!_"nci de los efectos patéticos (q>Ó~o<;, iAf:oc;) y de los simpáticos (~0oc;) y en el uso entrelazado de la narración y del remanso lírico 179 , mientras que, por otra, respondía a la norma ideológica que consideraba la sociedad como constituida por dos elementos complementarios, Sociedad y Estado, potencialmente conflictivos, cuyo equil ibrio había siempre de garantizar el propio sistema, avalado, y aquí entra ya la norma cosmológica, por la acción justiciera de la providencia divina. Se pued e destacar también en este sentido que si la norma estética imponía la necesidad d e un desenlace, preferentemente en boda, también las otras dos normas precisaban de una resolución d el conflicto teórico, según las concepciones sociales y religiosas vigentes, lo que se ha plasmado en el doble motivo final de la coronación y las nupcias. A esto hay que añadir que el modelado antropocosmológico ha permitido dotar d e caracteres a los personajes, que se traducían en un juicio ético de sus motivaciones ideológicas a través de los recursos retóricos de la norma estética, de modo que unos rasgos se imbricaban con otros para ofrecer una lectura, como ya se ha dicho, no sólo solidaria, sino coherente. En resumen, puede decirse que la interrelación de los tres modelados es, en este caso, muy estrecha, y que las normas que los sustentan se sitúan en el mismo ámbito cultural de principios del s. XVII. Así, la asunción de temas tradicionales, con la inclusión de textos previamente conocidos por el público, pero adaptándolos a una estructura de "comedia trágica", con dis tinto desenlace para los diversos personajes según la calificación moral de su conducta, y el predominio final de los afectos simpáticos frente a la alternancia previa de éstos y los patéticos, a través de dos acciones, una de las 179 Anteriormente he citado un pasaje de Blecua (1983), que daba tales rasgos como propios de la comedia de Lope, y lo mismo puede decirse de la de Calderón, sobre cu yo uso d e tales mecanismos señala Frutos (1 952) que "el contraste entre la rapidez y la morosidad es esencial a su técnica dramática. El ímpetu d e la acción, los diálogos rápidos y las entradas y salidas, de ritmo muy vivo, de los personajes, alternan, sabiamente, con la delectación en la len titud. ( ... ) ¿Se dio cuenta Calderón de que esta alternativa d e rapidez y de lentitud servía para fijar la atención d e los auditores? En todo caso, y si recurrla a este grupo consciente o inconscientemente, no creo que la alternativa sea determinada por esta razón superficial, sino por la concepción barroca del tiempo" (p. 61-2). En el caso d e MCii, considero que ambos fa ctores, desde la norma cosmológica y desde la norma estética, han confluido en la utilización d e tal procedimiento contrapuntístico, cuyo paralelo con las estructuras musicales coetaneas es señalado por el propio Frutos (íbíd). ' POLlTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA 213 cuales era d e tema amoroso, permiten la adscripción clara de la norma estética de MCii a la de la comedia nueva, tal y como se constituye tras el éxito de Lope de Vega, y cuyas fórmulas adoptó Guillén de Castro a partir de ca. 1600 (vid. García Lorenzo, 1976, 51y1978, 22). Por una parte, la defensa de la monarquía absoluta, condenando el tiranicidio, al que se reputa d e traición, pero, por otra la concesión a la sociedad d e cierto d erecho de resistencia activa, a través de procedimientos civiles, y donde toda ruptura d e las funciones propias de cada una (tanto la tiranía como la traición) implica el desorden del cuerpo de la monarquía, suponen la ubicación de la norma ideológica de MCii en un lugar intermedio entre las exposiciones más "idealistas" de Mariana o Rivadeneira, donde el absolutismo se ve paliado por la moral del "príncipe cristiano", y la más neta defensa del sistema vigente de Bodino o Bossuet. Por último, la consideración negativa d el arrebatamiento pasional, considerándolo como fruto de la voluntad d añada por los pecados capitales; el empleo del símbolo de la sangre en relación con las virtudes del individuo y con su honor y, muy especialmente, la soapelación última a la providencia como garante de la estruc~a cial establecida por su sanción, pero de tal modo que su actuac10n no interfiera en el libre albedrío del hombre, en cuanto ser susceptible de salvación o condenación eternas, inscriben la norma antropocosm ológica de esta obra en las principales corrientes del catolicismo postridentino propio d e la Contrarreforma. De aquí puede, finalmente, concluirse que MCii, en cuanto comn?;mas plejo estructural conformado por la interacción de las tr~s concurrentes especificadas, se muestra, tanto en la orgamzac1on de su nivel d enotativo, como en las sugerencias connotativas que éste transmite, como un claro producto de la cultura del Barroco, de modo que es en la lectura en él contextualizada co ~o MCii cobra, desde las perspectivas coetáneas del arte, de la sociedad y del hombre, su más íntimo sentido. BIBLIOGRAFIA ALFONSO X, Las Siete Partidas, nueu amente Glosadas p or el Ldo. Gregor io López, e n Salamanca, por And rea de Portonaris, Año M.D.L.V., 7 vols. Creed. facs. B.O.E., Madrid, 1974, 3 tom.). AL V AR, M. (1970) El romancero. Tradicionalidad y pervivencia, Planeta, Madrid . --- (1981) -ed.- Epica española medieval, Ed. Nacional, Madrid. Amadís de Gaula, ed. E.B. Place, C.S.l .C., Madrid, 1959-1969, 4 vol s. ARBERRY, E.J. (1965) -ed .- Arabic Poetry, Cambrige Univer sity Press. 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INDICE TABVI..A GRATVI..ATORIA .............................................................................. . 7 INDICE DE ABREVIATURAS ....................................................................... . 9 NOTA ............................................................................................................................. 11 I INTRODUCCION ..................................................................................... . 13 II LA ESTRUCTIJRA DE LA OBRA .... ............................ ...................... . 17 Ill EL GENERO .................................................................................................. . 43 1. La actualización del paradigma argumental ................. ········· ···· Comedia frente a tragedia ................................................................. . Historia y poesía, docere et deledare ....... .............................. ...... . 43 69 81 IV LA IDEOLOGIA .......................................................................................... . 95 Tiranía y principado .............................................................................. . Traición y tiranicidio ............................................................................. . Delida singulorum ........................................... ····· ································ El buen rey ................................................................. ········ ··············· ........ . 96 127 143 156 LA COSMOVISION .................................................................................. . 169 Afición y libertad .................................................... ··· ...... ·· ···············....... Símbolos y objetos míticos ................................................................. . La divina providencia ........................................................................... . 171 RECAPITULACION Y CONCLUSIONES ............. ... ................... . 211 BIBLIOGRAFIA ..................................................................................................... . 215 2 3. l. 2 3. 4. V l. 2 3. VI 187 205 INDICE DE CUADROS Y FIGURAS Cuadros 1 11 III IV V Equivalencias entre las funciones de las esferas A y B .................. Disposición de las funciones de la esfera C en secuencias .......... Alternancia de funciones en el proceso narrativo ........... ............ ..... Sinopsis de la estructura de las recreacio nes p revias a MCii ...... Sinopsis de la versificación de MCii ..................................... .................. 22. 25 25 49 79 Figu ras 1 Distribución de la masa textual por esferas ...... ................................. 2 Porcentajes de la extensión e n versos y de la acumulación de funciones por esferas ................................................................................... 3 Personajes y esferas en torno al axis cidiano ...................................... 4 Arbol genealógico simplificado de las crónicas alfonsícs ............. 'lJ 28 41 45 Humanidades l. Joaquín Lomba Fuentes, El orácu- lo de Narciso (Lectura del Poema de Parménides). (1986). 2. Luis Fernández Cifuentes, García Larca en el Teatro: La norma y la diferenc-ia. (1986). 3. Ignacio Izuzquiza, Henri Bergson: La arquitectura del deseo. (1986). 4. Gabriel Sopeña Genzor, Dioses, ética y ritos. Aproximaciones para una comprensión de la religiosidad entre los pueblos celtibéricos. (1987). S. 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