POLITICA, HISTORIA YDRAMA
EN EL CERCO DE ZAMORA
la comedia segunda de las Mocedades
del Cid de Guillén de Castro
POLITICA, HISTORIA YDRAMA
EN EL CERCO DE ZAMORA
la con1edia segunda de las Mocedades
del Cid de Guillén de Castro
Alberto Montaner Frutos
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA, 1989
POLITICA, HISTORIA YDRAMA
EN EL CERCO DE ZAMORA
I.a comedia segunda de las Mocedades
del Cid de Guillén de Castro
FICHA CATALOGRÁFICA
MONTANER FRUTOS, Alberto
Política, historia y drama en el cerco de Zamora: La comedia segunda de
las Mocedades del Cid de Guillén de Castro/ Alberto Montaner Frutos. Zaragoza: Universidad, Prensas Universitarias, 1989
220 p.; 22 cm.- (Humanidades; 11)
ISBN 84-7733-107-3
1. Castro, Guillen de .- Las mocedades del Cid - Crítica e interpretación
I. Universidad de Zaragoza. Prensas Universitarias, ed.
860 Castro, Guillen de 7 Mocedades del Cid. 06
© ALBERTO MONT ANER FRUTOS
De la presente edición Prensas Universitarias de Zaragoza
11 edición: junio de 1989
Edita:
Universidad de Zaragoza
Prensas Universitarias de Zaragoza
Ciudad Universitaria (Geo lógicas)
50009 ZARAGOZA (España)
Diseño de cubierta: M 1 Pilar Aísa
Coordinación: M~ Carmen Juan
Composición y maquetación: Concha Relancio. Secretariado de Publicaciones
Imprime: ARPirelieve, S.A.
I.S.B.N.: 84-7733-107-3
D.L.: Z-1.019-89
TABVLA GR.ATVLATORIA
Todo investigador contrae, en el curso de su trabajo, numerosas
deudas de agradecimiento con aquéllos que, de una forma u otra, le
han facilitado la culminación de su tarea. El autor de la presente
obra quiere, al ver ésta la luz, dar las gracias especialmente a
quienes de un modo más directo la han hecho posible: primeramente
a la profesora Dra. Aurora Egida, catedrática de Literatura
Española de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Zaragoza, por sus orientaciones y valiosas sugerencias sobre el plan
de redacción de esta obra; en segundo lugar, a Fernando Montaner,
por su colaboración en el desarrollo de los conceptos vertidos en la
introducción y en algunos excursos teóricos que, por necesidades de la
argumentación, se han introducido en el cuerpo de la obra; por
último, a Lola Mejías, por su paciente y esmerada mecanografía de
un original lleno de enmiendas y adiciones de no fácil lectura. A
ellos, y a quienes de un modo no por indirecto menos decisivo han
contribuido a que ahora pueda presentarse este estudio, vaya mi
más sincero agradecimiento.
INDICE DE ABREVIATURAS
I.
Abrevia turas bibliog ráfica s
CGV: Cr6nica General Vulgata .
C.l.Can.: Corpvs lvris Canonici absolvtiss<imvm> . In III partes distinctum:
qvarvm prima Decretvm Gratiani, emendatum & notis illustratum:
Cum glossis diuersorum. Gregorii XIII Pont. Max. ivssv editvm. Edi-
tio novissima. Lvgdvni. Sumptibus Nicolai Iullieron Typographi Regij & Iloannis lullieron, fra trum. M.DC.XXIV.
C./.Ci.: Corpus Juris Civilis romani, in quo lnstitutiones, Digesta, ad codicem Florent inum emendata, Codex item et Novel/ae ( ... ) exhibentur, cum notis integris Dionysii Gothofredi. Coloniae Munatianae.
Sumptibus Fratrum Cramer . MOCCLVI. 2 vols.
CMS: Juan de la Cueva, "Comedia de la Mverte del rey don Sancho, y reto
de \'.amora, por don Diego Ordóñez", Comedias y tragedias, ed. F.A.
de Icaza, S.B.E., Madrid, MCMXVII, v.l, p. 11-53.
CPC:
Cr6nica Particular del Cid o Crónica del famoso cauallero Cid Ruydiez campeador, ed. Fr. Jua n de Velorado, a costa del monasterio de
San Pedro de Cardeña, por Fadrique Alemán de Basilea, Burgos,
1512 (reed. facs. Kraus Reprint Co., New York, 1967).
CR: Lorenzo de Sepú lveda, Cancionero de Romances (Sevilla, 1584), ed. A.
Rodríguez-Moñino, Castalia, Madrid, 1967.
Cr1344: Crónica de 1344, que orden6 el Conde de Barcelós, don Pedro Alfonso, edd. M 1 S. de And rés et D. Catalán, Credos, Madrid, 1971.
CVR: Crónica de Veinte Reyes.
DCECH: Co rominas, ].-Pascual, J.A. Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, B.R.H., Credos, Madrid, 1980 ss., 6 vols. (apare-
cidos 5).
10
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLTflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
11
HCLE: Rico, F. -direc.-, Historia y Crítica de la Literatura Española. Ed.
Crítica, Barcelona, 1979 ss., 8 vols.
Nota
HRC: Escobar, J. de, Historia y Romancero del Cid (Lisboa, 1605), ed. A.
Rodríguez-Moñino, pról. F. A.-A. Lec, Castalia, Madrid, 1973.
Además del uso de las abreviaturas preinsertas, las obras a las que se
ha remitido en este trabajo, cuyas referencias completas pueden verse en
el correspondiente índice bibliográfico, se citan de dos modos distintos: si
se trata de obras de creación o de fuentes documentales antiguas (antes
del s. XIX), se señala el autor y el título, entero o abreviado, del texto aludido; sin son obras de crítica y erudición contemporáneas, se mencionan el
autor y la fecha de la edición empleada. Salvo indicación específica, en
este último caso el número que siga a la fecha será siempre el de la paginación de las ediciones citadas. En todas las citas textuales se han conservado la ortografía y, dentro de lo posible, los signos críticos del editor, salvo
que, en todos los casos, la ese alta ha sido transcrita como baja y el signo tironiano como &. Empleo los paréntesis cuadrados [ ] para resolver las
abreviaturas de los originales cuando están marcadas por signos
especiales y los paréntesis angulares < > para mis adiciones, bien en abreviaturas no señaladas en el texto (sin signo general de abreviatura), bien
en caso de enmienda textual. Cuando ha sido preciso añadir una aclaración contextual, lo he hecho entre paréntesis cuadrados, pero con otro tipo
de letra que el cuerpo de la cita (itálicas si redondas, y viceversa). Por
último, he de aclarar que vid. y cfr. no se han usado indistintamente, sino
que en el primer caso se indica que las ideas o datos expuestos proceden
directamente de la obra a que remito, y, en el segundo, que en dicha obra
se hallaran materiales que apoyan la opinión antes vertida, pero no ésta
como tal.
MCi: Guillén de Castro, Las Mocedades del Cid . Comedia primera. ed. V.
Said Armesto, Espasa-Calpe, Madrid, 1975 (81 ); ed. L. García Lorenzo, Cátedra, Madrid, 1978 (21); cd. C. Faliu-Lacourt, Taurus, Madrid,
1988.
MCii: Guillén de Castro, Las Mocedades del Cid. Comedia segunda., ed.
V. Said Armesto, ibídem; Las hazañas del Cid, ed. J.G. Weiger, Puvill, Barcelona, 1980.
NRFH: Nueva Revista de Filología Hispánica.
PCG: Primera Crónica General, cd. R. Menéndez Pida!, Credos, Madrid,
1955 (2i), 2 vols.
PDE: Sánchcz, F. y Porqueras, A. --cdd.- Preceptiva dramática española
del Renacimiento y el Barroco, B.R.H., Credos, Madrid, 1971 (211 ).
RH: Lucas Rodríguez, Romancero historiado (Alcalá, 1582), ed. A.
Rodríguez-Moñino, Castalia, Madrid, 1967
II.
Abreviaturas jurídicas
c.:
C,Cod.:
Ca.:
col.:
cons.:
Decr.:
ff.:
For.:
L.:
lib.:
obser.:
Pand.:
pte.:
q.:
rub.:
tit.:
vs2 :
capítulo
Codex
causa
columna
consilium, co nsideratio
Decreta les
Pandectae
forus
!ex, ley
libro
observancia
Pandectae seu Digesta
parte
quaestio
rúbrica
título
versículo
l. INTRODUCCION
El objeto del presente estudio es analizar la Comedia segunda de
las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, a partir de las interrelaciones que pueden establecerse entre las normas estética, ideológica y antropo-cosmológica que dan lugar a la obra. Se parte, para
ello, de la concepción básica de que el texto artístico, como todo producto cultural, se elabora en relación con un determinado contexto,
que es el que presta por un lado los elementos constitutivos de la obra
(aunque susceptibles de ser dotados de una organización peculiar por
el autor) y su significado, por otro. Es decir, el texto presenta una estructura dada, elaborada de acuerdo con determinadas normas de
actuación de la sociedad en que se sitúa (y que se pueden aceptar o
transgredir, haciendo variar la norma), y dentro de él se pueden
distinguir dos niveles: uno denotativo, referido a la materialidad
de su composición, y otro connotativo, referido al haz de sugerencias
que el objeto artístico puede despertar en el sujeto (lector, espectador, etc.), no tanto en cuanto reminiscencias personales, cuyo estudio
no entra dentro del ámbito de la ciencia de la literatura, sino como
el denominador común de esas connotaciones, es decir, el sentido que,
desde los presupuestos culturales asumidos por ese sujeto, se otorga
al nivel denotativo de la obra.
Para analizar tales aspectos, se pueden considerar en la obra de
arte tres normas fundamentales: la estética, que permite el modelado de la obra en cuanto a su lectura como texto artístico (es decir,
permite que determinados rasgos estructurales sean identificados
como "estéticos" y leídos como tales); la ideológica, que organiza
las ideas sociales tanto explícitas como implícitas del texto, permitiendo que el lector descodifique las implícitas y pueda relacionar
14
ALBERTO MONTANER FRUTOS
unas y otras en una visión general (aunque ésta esté sólo parcialmente reflejada en la obra) sobre la constitución de la sociedad, tanto en un plano político, como jurídico, económico, etc.; por último,
hay que considerar la norma antropo-cosmológica, que supone la
plasmación, consciente o inconsciente, y la lectura, también consciente o inconsciente, de una visión general de la constitución del
hombre y del mundo, que sirve de fundamento teórico a la norma
ideológica, y de oriente último a las concepciones éticas y
pragmáticas del individuo. Para analizar, desde esta perspectiva,
la obra de Castro, se ha atendido, primeramente, a sus componentes
dramáticos, que incluyen tanto personajes como acciones. Se han distinguido, a este propósito, dos aspectos fundamentales: por un lado,
las líneas argumentales simples o "esferas", que aquí son tres, centradas en las figuras de doña Urraca, don Sancho y don Alonso; por
otro, el mecanismo por el que se ha estructurado MCii a partir de un
argumento preestablecido, que ha sido necesario adaptar a las exigencias del género dramático en boga, la comedia nueva.
Junto con este aspecto, se ha estudiado la norma ideológica plasmada en la obra, a partir de las relaciones que la disposición del
material narrativo guardaba con las ideas sociopolíticas coetáneas,
tanto en los conceptos más o menos explícitos (tiranía, traición)
como en los implícitos (validez del tiranicidio, extensión del delito), y con la visión subyacente de la sociedad, cuyo concepto esencial
es la necesidad del equilibrio entre los dos elementos teóricos considerados en el marco del absolutismo barroco: el Soberano y los
Súbditos, el Poder y el Pueblo.
Por último, se ha examinado la norma antropo-cosmológica,
esencialmente en cuanto fundamentadora de la visión social que
transmite la ideológica, a través del concepto básico del providencialismo divino como garantía última del mantenimiento del sistema establecido.
Por lo que atañe al estilo, como elemento de la norma estética, se
han tenido en cuenta sólo algunas cuestiones concretas que revertían
en la comprensión global de la obra, pero sin hacer un estudio total
de sus mecanismos propios dentro de MCii, ya que no existe hasta
ahora ningún método sistemático que permita realizar este
análisis, de no ser los estudios de la retórica tradicional, que son
esencialmente puntuales y no holísticos, por lo que no proporcionan
POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
15
una descripción completa y operativa de la microestructura de la
obra.
Puede decirse, para finalizar, que el propósito último de la utilización de los conceptos metodológicos anteriormente expuestos
(para cuyo desarrollo, cfr. Montaner, 1987, 123-42) responde al intento de reconstruir lo más fielmente posible el significado de la
obra, en este caso MCii, dentro de la estructura sociocultural que
constituyó su contexto originario.
11. LA ESTRUCTURA DE LA OBRA
El argumento que d e la tradición heredaba Guillén de Castro y
que, con las modificaciones oportunas, plasmó en MCii, puede resumirse en pocas palabras: tras la muerte de Fernando I, sus hijos, entre los que aquél había repartido el reino, se enzarzan en una lucha
fratricida en la que don Alonso (el futuro Alfonso VI de Castilla y
León) y don Sancho (es decir, Sancho II de Castilla) pu gnaban por
unificar, bajo un único monarca, el reino dividido por su difunto padre. En la guerra entablada entre ambos hermanos, es d on Sancho
quien obtiene el triunfo sobre don Alonso, el cual, tras diversas vicisitudes, halla refugio en e l reino taifa de Toledo. El monarca
castellano, entretanto, pretende culminar su proceso de unificación
arrebatando a su hermana Dª Urraca el feudo que don Fernando le
dejara: Zamora y parte del Infantado. Para cumplir su propósito,
don Sancho cerca Zamora, pero uno de los sitiados, Bellido Dolfos,
que se ha pasado a su bando con intenciones dolosas, logra alejarlo
de su campamento, so pretexto de indicarle un paso franco en la
muralla, y le da muerte. Pensando los castellanos que doña Urraca
y, en general, el concejo zamorano estaban implicados en el magnicidio, deciden retar a Zamora, misión que se delega en Diego
Ordóñez de Lara. Son entonces los hijos de Arias Gonzalo, el ayo
de la infanta, quienes toman a su cargo la defensa de la ciudad en
las lides suscitadas. En éstas, don Diego vence a tres de los cuatro
hijos de Arias Gonzalo, pero, en la tercera lid, su oponente logra
hacerle salir del palenque, por lo que, en las versiones medievales,
el pleito queda sin resolver. Tras esto, don Alonso regresa del destierro y, después de jurar en manos del Cid que no tuvo parte en la
muerte de su hermano, accede al trono, logrando por fin unificar los
reinos.
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Al actualizar este argumento preestablecido y tradicional,
Guillén de Castro elabora MCii a partir de dos acciones, en el sentido dramático del término, que conforman tres esferas narrativas, en
el sentido que les da Propp (1977)1. Las dos acciones corresponden a
los dos discursos narrativos que se disocian a partir del v. 183
(MCii, jor. I), uno representado por don Alonso, que parte hacia Toledo, y el otro por don Sancho, que se dirige a Zamora. En consecuencia, las esferas, que son lo realmente operativo a la hora de comprender el mecanismo dramático de la obra, responden a una
correlación de protagonistas de la acción y espacios geográficos que
puede sintetizarse en el siguiente esquema (cfr. García Lorenzo,
1976, 121):
los sitiados, que designaré A, puede analizarse segú n el sigu iente
desglose estructuraI3:
18
dentro = Zamora
{dentro . ..... Dª Urraca
fuera ....... D. Sancho
Castilla-León
{
fuera
= Toledo ... ............ . ....... D. Alonso
De este modo puede apreciarse claramente que las dos primeras
esferas son paralelas, e implican el doble punto de vista empleado
para desarrollar el tema del cerco de Zamora, según los sucesos se
contemplen desde el campo castellano (extramuros) o desde el zamorano (intramuros)2 • Atendiendo a este doble enfoque, la esfera d e
1 Entiendo aquí acción en el sentido de la "fábula" aristotélica (µueos}, es decir, la que se da circa unam actionem totam et perfectam, habentem princzpium, et
medium et finem .. . (Aristóteles, Poética, 59a 18-20) y esfera en el sentido de Propp
(1977):"Numerosas funciones se agrupan lógicamente según determinadas esferas. Estas esferas corresponden a los personajes que realizan las funciones. Son esferas de
acción" (p. 19) En ambos casos, la noción aquí empleada se ajusta a la consideración
del relato estudiado: acción en cuanto unidad argumental aplicable a los dos temas,
el de los amores de don Alonso y Zaida y el del cerco de Zamora; esfera en cuanto un
conjunto de funciones solidarias entre sí, centradas en unos personajes que las desarrollan, y que poseen autonomía en el relato. Desde esta persfectiva, parece que hablar
de tres argumentos, como hace Leavitt (1971, 438), no es de todo correcto, puesto q ue
si argumentum est ficta res quae tamen fieri potest (ad Herennium, ap. Lausberg,
1969, § 290.3.a.), toda la obr a responde a un solo argumento, y si se toma, como en
Quintiliano, por sinónimo del µú0o(; aristotélico (vid. Lausberg, 1969, § 1188 y Curtius, 1976, 11, 639-40), entonces hay dos, según lo dicho.
2 En este sentido, Castro utiliza como medio de plasmación escénica de la estructura argumental la oposición de niveles entre el plano bajo o del escenario (sitia-
19
ESFERA A:
I. Situación inicial (MCii , v. 183-1509)
Zamora es cercada por los castellanos (a, K). Para intenta r
poner fin a esta situación, Bellido sale de la ciudad y, habiendores) y el alto o de los balcones (sitiados), d e forma qu e el sistema d e emparejamientos queda del siguiente modo:
castellanos vs. zamoranos
extramuros/ intramuros= situación narrativa
plano bajo / plano alto = localización escénica
Este procedimiento de u bicación no es constante, pues, con la habitual ambigü edad del espacio escénico en una dramaturgia con traventora del principio de la
unidad de acción y que, al mismo tiem po, carece de una escenografía que permita objetivar visualmente l os diferentes ámbitos que presenta, el nivel d e la palestra da
cabida indistintamente a las tres esferas, mecanismo que no deja de tener su importancia a la hora de caracterizar ética y funcionalmente a los personajes. De todos
modos, la organización espacial que prepondera en MCii es la del esquem a preinserto,
p ues de las veces en que el espacio zamorano aparece representado en escena, la extensión en versos correspondiente a su aparición en el plano alto es el 61,3 % del total,
lo que responde no solo a la lógica disposición de los cercados en las murallas de su
ciudad y de los asaltantes al pie, sino que, como se verá en su momento, transmite connotativamente una apreciación moral e ideológica de los contendientes. En cuanto al
uso del plano alto en la dramaturgia de Castro, cfr. Faliu-Lacourt (1986, 16).
3 Tras la indicación de cada elemento de la estructura señalo su función dentro
de ésta, pues la mera enumeración no permite discernir las relaciones internas que organizan el material narrativo y, por ende, lo dotan de sentido. Indico esa función
mediante la notación morfológica de Propp (1977). Pero, para salvar las distancias
entre la estructura para la que Propp elaboró su morfología y el presente tex to
(aunque basado en materiales tradicionales y folclóricos), ad opto una actitud flexible en el uso de las funciones del texto, al hilo de las consideraciones elaboradas ror
Brémond (1973) y adaptando el mecanismo a las necesidades concretas del análisis
que ~e ocupa. Respecto de este cuadro, el significado de los símbolos empleados es el
s1g wente:
a.: situación inicial
1C fechoría previa a la agresión
JS: el agresor es muerto sin combate
neg. K: no se consigue levantar el cerco (ne&ación de la función K, u t infra)
Al9: fechoría consistente en la declaracion de guerra (aquí, en el riepto)
B2: envío del héroe
Hl: combate con el agresor
neg. JI: victoria del agresor (negación de la función Jl, victoria del h éroe)
contr. JI: del combate no se siguela función lógicamente conectada con él ()1 o neg.
]1)
K: reparación de la fechoría
Respecto de la actuación de Bellido, la no connivencia de los zamoranos con
su magnicidio, puesta de manifiesto en el desenlace, podría hacer pensar en aislar
su actuación de la del resto de Zamora. Sin embargo, en tanto que refleja el sentimiento común de los sitiados (cfr. MCii, v. 586-616), es preciso mantenerla dentro d e
dicha esfera, en perfecta coherencia con el resto del proceso narrativo, como se irá
viendo. ·
20
ALBERTO MONTANER FRUTOS
do obtenido la confianza de D. Sancho, le da muerte (}5), pero
el cerco no es levantado (neg. K).
11. Agresión (v. 1510-1625).
Los castellanos retan a los zamoranos de traidores (A19).
III. Reparación de la agresión .
1. Se decide que sean los hijos de Arias Gonzalo, y él mismo,
en último lugar, si hiciese falta, quienes mantengan el reto
por parte de Zamora (B 2) (v. 1866-2085).
2. Realización de las tres lides: en la primera muere D. Pedro
Arias (H 1 neg. J1), y en la segunda D. Diego Arias (Hl neg.
}1). La tercera lid (H 1 ), de D. Rodrigo Arias, queda indecisa
(contr. J1) (v. 2086-585).
3. Los jueces del campo, aunque dan por vencedor a D. Diego
Ordóñez, consideran exculpada a Zamora (K) (v. 2586-682).
Por su parte, la esfera de los sitiadores puede estructurarse de
estemodo4:
ESFERA B:
I. Situación inicial (MCii, v. 71-542)
Habiendo vencido a D. Alonso en Golpcjares, D. Sancho sitia
Zamora (a) .
II. Preparativos para la agresión (v. 543-951)
Bellido se introduce en el real de D. Sancho (el) y Arias Gonzalo avisa al rey sobre el carácter traidor de Bellido (~2), pero
éste ofrece al rey la entrega de Zamora (11 1 ) y D. Sancho acepta (81 ).
III. Agresión (v. 952-1162)
Bellido mata a D. Sancho con su propio venablo (A 14).
4 Los símbolos nuevos son: E1: el agresor interroga a la víctima (entiéndase en
sentido lato, que se pone en relación con e1la; cfr. Propp, 1977, 40)
'
l;, 1 : la víctima recibe información sobre el agresor
TJj: el a~~r intenta engañar a_la víctima
8 : la victima se somete al engano del agresor
A14 : fechoría consistente en la muerte de la víctima por el agresor
BI: convocatoria del héroe
C: comienzo de la oposición al agresor
U: castigo del falso héroe o del agresor
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
21
IV . Reparación de la agresión
1. Los castellanos deciden retar a los zamoranos de traidores,
y D. Diego Ordóñez se ofrece como lidiador y se le acepta
(B 1 ), por lo que va a comunicar el reto a los zamoranos (C)
(v. 1336-625).
2. Se establecen los términos del reto: cinco lides singulares. D.
Diego vence en la primera a D. Pedro Arias (HlJ1) y a D.
Diego Arias en la segunda (H 1J1). El tercer duelo (Hl), contra D. Rodrigo Arias, queda indeciso (contr. )1) (v. 2086585).
3. Reunidos los jueces del campo, deciden dar por vencedor a D.
Diego Ordóñez, pero a Zamora por libre del delito imputado (K), mientras que Bellido ha sido ejecutado (U) (v. 2586682).
Estas dos esferas se relacionan entre sí por medio del mecanismo denominado por Brémond (1973) "encadenamiento por enlace", que supone la consideración de un doble punto de vista, en lugar del de un
único h éroe, de modo que un mismo hecho posee distintas funciones
en cada esfera, procedimiento frecuente en Castro, a quien le gusta
emplear varios enfoques en el relato de los acontecimientos (vid.
Faliu-Lacourt, 1988, 20-1). Así pues, pueden establecerse las equivalencias presentadas en el cuadro l.
Se aprecia de este modo cómo una misma acción o fábula admite
una interpretación distinta, desde una visión estrictamente intranarrativa, tan sólo modificando la función sintáctica de los elementos implicados, de modo que los mismos personajes, realizando las
mismas acciones, es decir, poseyendo la misma categoría morfológica, varían el tipo de sus relaciones de la misma manera que la
transformación pasiva convierte al sujeto en adi tamento (o complemento agente) y al implemento (o complemento directo) en sujeto.
En el caso de MCii es la convivencia de esta doble visión, explicitada en las palabras de los personajes, la que genera las dos esferas referidas, por cuanto cada una de ellas supone una distinta localización en el sistema relacional de los mismos elementoss. Para ve5 Evi?en,temente, la correspondencia entre ambas es_feras, aunque es muy estrecha, no es b1un1voca, .pues hay sucesos que poseen su funeton sólo en determinado segmento de la secuencia, y al trasladarlos la pi erden: así todas las funciones que se encuentran en el episodio B.11 carecen d e correlato en A.l porque pertenecen al plano de
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
22
ESFERA ZAMORANA (A)
Episodios
Funciones
O'.
ESFERA CASTELLANA (B)
Episodios
Funcio nes
ponen una agresión y una reparación según el siguiente esquema
quiásmico.
A.I:
II
repa ra ción
A.II-III:
Al4
III
B
IV.1
neg. K
11
e
Ill.l
111.2
B2
Hl
----Hl ___ _____ __ __
IV.2
neg. J1
J1
Hl
Hl
neg. J1
J1
H l
contr. J1
H 1
contr. J 1
u
III 3
K
B.11-TII:
evento
O'.
K
Js
23
IV.3
K
Cuadro l. Equivalencias entre las fun ciones de las esferas A y B.
rificar esto se ha de partir de que el tema se organiza evidentemente en dos grandes núcleos: el d e la muerte del rey (episodio I
de la esfera A, y I-II d e la esfera B), y el del reto a la ciudad (episodios A.II-III y B.III-IV); estos dos núcleos poseen funciones antagónicas en cada una d e las esferas, pues si en A implican respectivamente una reparación y una agresión, en B, por el contrario, sula preparación d e la fechoría, y no encuentran equivalente en el plano d e la reparación de la misma, al que corresponderían en A.
agres ión
X
agresión. . . . . . .
mue rte d el rey
B. IV:
reparación . . . .
reto
Esto supone una inversión de presupuestos en cada esfera, es decir, la
existencia de dos sistemas interpretativos opuestos y paralelos dentro d e la obra. En este caso, tales sistemas operan sobre los núcleos
narrativos descritos, que, en términos jurídicos, implican un regicidio y el reto a un concejo; teniendo en cuenta, pues, que la esfera A es
la de los defensores del concejo, y la B, la de los partidarios del rey,
se explica esa contraposición d e consideraciones respecto de los
núcleos ya definidos6 .
Imbricada con esta acción se encuentra, como se ha visto, la que
tiene como núcleo temático el destierro de D. Alonso y sus amores con
Zaida, culminados por su regreso, entronización y matrimonio, que
cierran la obra, sucesos que conforman la tercera de las esferas constituyentes del relato, cuya organización interna puede analizarse
así7:
6 Podría establecerse esta misma polaridad teniendo en cuenta el carácter de
sitiadores /sitiados, según el análisis anteriormente efectuado, pero creo que esta dicotomía d eja más clara la relación y obvia el inco nveniente, apuntado en la n . 3, d e la
asimilación o no de la actuación de Bellido a la de los cercados. Sobre la influencia
de la norma ideológica, ut ínfra, § IV.
7 Mientras que en los otros casos he dado a cada episodio el epígrafe correspondiente al momento de la secuencia a que pertenecían las funciones que agrupaba, en
este caso, por tratarse de dos secuencias entrelazadas (ut ínfra), adopto epígrafes netamente descriptivos. Los símbolos nuevos son:
A9: fechoría consistente en la expulsión
al: carencia de novia
M: planteamiento de una tarea difícil
N: resolución de la tarea difícil
~
el auxiliar se pone a disposición d el héroe espontáneamente
contr. ~: ausencia de consecuencia de M (No neg. N)
Pr6: tentativa d e suprimir al héroe
24
ALBERTO MONTANER FRlITOS
POLIT/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
25
ESFERA C:
I. La derrota (v. 1-70)
00
D. Alonso, vencido por don Sancho (a), ha de exilarse en Toledo (A9).
~
:,,:
2. Alonso escapa de la muerte al pasar las pruebas que realiza
Alimaimón para ver si duerme:
a) no se inmuta cuando hablan de matarlo (MN)
b) finge tener la boca húmeda (MN)
c) cuando el rey de Toledo va a hacer la prueba del pelo y
del alfanje (M), Zaida interviene (F69 ) e interrumpe las
pruebas (contr. N). Alimaimón se da por satisfecho (K),
pero pretende encarcelarlo luego (Pr6) (v. 1698-843)
3. Peransules llega con la noticia de la muerte del rey don Sancho, y gracias a su astucia (F\), Alonso y Zaida huyen con
él de Toledo (Rs 1 ) (v. 1844-65).
II I. El regreso (v. 2683-864)
Don Alonso, antes de ser coronado, ha de realizar la jura ante
el Cid, (M) a lo que aquél accede (N), para después ser aclamado como rey y casarse con Za ida (Wº0 ).
Como puede apreciarse, frente al desarrollo lineal d e A y B, C presenta una acumulación de elementos cuya naturaleza puede hacerlos
parecer incoherentes, puesto que la fechoría inicial no parece estar
en relación con las pruebas subsecuentes, ni con el desenlace. Sin embargo, la coherencia interna de esta esfera queda patente si consideramos las dos secuencias que la componen 8, una de las cuales se organiza en torno a la fechoría A9 y la otra en tomo a la carencia a 1, del
modo visualizado en el cuadro II9 .
~
....,.
-';
II. El destierro
1. En Toledo se conocen Zaida y don Alonso, enamorados de
lonh mutuamente, y que pretenden casarse (a 1) (v. 274-438 y
1626-97).
8
u
:r:
....,.
--
'i;
=..
i
=..
:r:
00
"'e:
ºº
-:r:....,.
~
fe:
§
=
e::
...
-;,,
P:.
...
i:!:::
,o "'
z
,o
.ti
e:
ou
1
§
....
-
...
=
~
<C
:,,:
~
e:
-
N
.,.,
u
-
wg
"'o
ü
"'
:E
ce
u
<C
"'
uJ'
-.,
<C
tS
"'
seJaJsa
s'
e
]
...
N
tS
wg:
2
z
:E
z
~
-
Rsl: el héroe es socorrido: rápida h uida
o
:E
"'
u
i::
,o°'
l<
matrimonio y subida al trono
8 Una secuencia es el conjunto de las funciones situadas entre una carencia o fechoría y su reparación o entre una situación inicial (ex) subvertida (a/ A) y un desenlace (F, K, W, etc.) (vid. Propp, 1977, 107).
en las dos funciones confluyentes, una de cada secuencia: la
9 Subdivido
subida al trono (W0) y el matrimonio (Wº).
ID
'ü
u
tS
e:
Q)
z
.ti
§
...
~
o..
a)
i:!:::
:,,:
'<>"'
u
"'i::
o
:,,:
"'<C
<ti
1::
ce
,o
1
o
>
:e
N
,o"'
"'"'e:
o
·o
::E
.t,
§
~
z
-"'
tS
u
26
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Pero como en el texto se presentan entrelazadas, las funciones de
transición Pr6 y Rs1, que normalmente se hallarían en el paso de la
primera a la segunda secuencia, aquí se hallan en la segunda para
dar paso a la resolución de la primera. Del mismo modo, el desenlace, que iría normalmente al final de la segunda secuencia se halla
aquí en la primera, aglutinando en wi las culminaciones correspondientes a ambas secuencias por separado 10.
Desde un punto de vista narrativo, el mecanismo por el que estas
esferas se presentan en el texto es el de entrelazamiento o alternancia, mediante el cual se suspende el desarrollo de una de ellas para
presentar el de otra, cuyo transcurso temporal extratextual se considera simultáneo, aunque sin atender a un ajuste cronológico concreto. En el caso de MCii, éste se omite casi por completo, y además las
escenas se suceden temporalmente, de modo que toda escena es posterior a la antecedente y anterior a la subsecuente, aunque sea de otra
esfera, lo que ocasiona que los sucesos simultáneos de las otras esferas se hayan de referir y no sean representados.
Se desprende, pues, de lo expuesto, que la esfera C se convierte
en el vehículo de introducción y conclusión del discurso narrativo,
mientras que el espacio central del mismo es reservado para la
acción compartida por A y B, tan sólo interrumpida en algunos momentos por incisos de C, que actúan, dada su temática, como contrapunto y anticlímax respecto de los sucesos luctuosos de la "acción
principal" (A+B), para servir al final de desenlace a todo el conjunto, no sólo porque desde una perspectiva argumental el ascenso d e
don Alonso al trono resuelva el conflicto planteado en la secuencia
10 De hecho, el matrimonio (WO) podría haberse dado inmediatamente después de K, puesto que la prueba anterior era la que permitía conocer la entereza y
compenetración de los amantes. Ellos mismos lo expresan así, y la escena concluye con
una admonición del desenlace aglutinante de ambas secuencias:
<;:ayda Levanta, mi Alfonso amado
y d el peligro te alexa.
R. Alons. Mi querida <;ayda, dexa
que bese lo que has pisado;
que más méritos arguyo
de tu calidad inmensa.
<;ayda ¿Qué hize por tu defensa
en dar un pecho que es tuyo?
R. Alons. Tú eres m1 seguro puerto. (. .. )
¡Tú serás Reyna cfo España!
<;ayda ¡Con ser tuya me contento!
(MCii, v. 1834-43 y 1864-5)
POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
27
28
POLrf/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
las intervenciones de personajes de las distintas esferas puede verse
en la Fig. 1, y la proporción de sus longitudes en versos y la acumulación de funciones impulsoras del relato (funciones narrativas) en
cada una se hallará en la Fig. 2. La falta de correlación directa entre extensión y funciones se debe a que en la esfera A predominan las
series retórico-literarias o discursivas (parlamentos y soliloquios
de I)i Urraca, Arias y Bellido), mientras que, en la C, la concisión
exige que en determinados momentos se acumulen las funciones narrativas que permitan el desarrollo factual de los acontecimientos,
si bien predominantemente referidos antes que representados.
%
45
40
35
30
25
20
15
10
5
A
Figura 2.-
29
B
e
Esferas
Porcentajes de la ex tensión en versos (en negro) y de la acumulación de
funáones (en blanco) por esferas
C1 por el destronamiento y en las otras dos esferas a través del regicidio (J 5 = A14 ), sino porque la marca final por excelencia es el doble
triunfo del héroe mediante W~, el matrimonio y la subida al trono 11. El sistema de entrelazamiento es el que muestra el cuadro III,
donde puede apreciarse la sucesión y alternancia de las distintas
secuencias12, mientras que la distribución de la masa textual entre
11 Vid. Propp (1977, 72-3 y 141). Para la influencia de la norma estética de la
comedia nueva en este desenlace, vid. infra § 111.2.
12 Junto a todas estas secuencias, pueden considerarse otras dos, que no he
señalado aparte, por estar subsumidas en movimientos dramáticos m ás amplios y
funcionalmente más importantes dentro del texto. Se trata de los dos momentos en que
Rodrigo es desterrado, primero por don Sancho, como castigo al ~erµís que ~ a Bellido (MCii, v. 885-945), secuencia que puede estructurarse como {A ~9 neg. A ) pues
Del análisis precedente puede extraerse con facilidad la evidencia de que, mientras resulta patente la cohesión de las dos primeras esferas, organizadas en torno a un solo tema, por lo demás, el
heredado de la tradición como estructura unitaria, scilicet, el de la
muerte del rey don Sancho y reto de Diego Ordóñez, la conexión presentada con el conjunto por la esfera C, que responde a una fábula
distinta, es mucho menos trabada, limitándose a ofrecer unos elementos introductores o concluyentes, sin que las otras escenas de la
misma, pese a su función contrapuntística, logren una verdadera integración estructural en el discurso narrativo 13 . Ahora bien, si se
contemplan estas tres esferas desde la norma ideológica que las anima, coadyuvando a la conformación del texto y a su lectura en el
seno de una sociedad dada, en este caso la española de la monarquía
absoluta de los Austrias y del triunfo de la Contrarreforma14 , se
podrá ver con más claridad hasta qué punto esa presencia de dos acel rey se retracta a continuación gracias a las advertencias de don Diego Ordóñez;
después, por don Alonso tras la jura (y casi a instanáas del propio Rodrigo), destierro
cond onado por la intervención de doña Urraca y Arias (v. 2818-50), y que puede
describirse igualmente como (A9 F69 neg. A9 ). La segunda secuencia, exigida por el
argumento preestableádo, no es demasiado coherente ni con la conducta anterior del
Cia ni con la de don Alonso, pero se ha sabido aprovechar el rasgo de la norma
estética que implicaba la preferencia por paradigmas prefijados, para que, sin
perder un suceso no muy adecuado a la acción previa, aquél reforzase el carácter
conclusivo de la escena final (ut infra § 111.1 y IV.4).
13 No es de extTañar, por tanto, que desde teorías que hacen delJ"tlicio estético
la labor última del crítico, se haya incufpado a la obra, evidentemente esde normas
estéticas e ideológicas ajenas al original, de falta de unidad. Un repertorio de este
tipo de opiniones puede verse en Leavitt (1971, 432-3), quien defiende (p . 438) la
íntima reíación de los ··tres argumentos" (ut supra n. 1) en torno al motivo central de
"la grave falta de Sancho".
14 La obra es de 1613, según Frenzel (1976, 93b) y de 1610-1615 según Bruerton
(ap. Faliu-Lacourt, 1988, 12). Se editó por primera vez en Valencia, por F. Mey, en
1618, y luego en 1621 (vid. Said, 1975, XXVI; Garáa Lorenzo, 1978, 53, y Weiger,
1980, 12 y 13).
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
dones coaliga un contenido ideológico con las necesidades estéticas
de la comedia nueva 15 para ofrecer un todo coherente.
Por otro lado, y en confluencia con esta visión, se halla la teoría
post-renacentista, que vendría a cristalizar en la formulación del
teórico del absolutismo, Bodino, de que
30
En este sentido, lo que contextualmente implicaban tales esferas
en la época de MCii no era solo una serie de figuras concretas en un
episodio particular, puesto que éste, en cuanto relato histórico, se
adscribía al carácter de speculum morale tradicionalmente otorgada a la historia, según la teoría heredada de la Edad Media, de la
que es buen ejemplo el siguiente pasaje alfonsí:
Mas por que los estudios de los fechos de los omnes ~ dem~dan en
muchas guisas, fueron sobresto apercebudos los sabios ~nc1anos, et
escrivieron los fechos tan bien de los locos como de los sab10s, (. .. ) tan
bien de los que fizieron mal cuerno de los que fizieron bien, por que
los que después vi niessen por los fechos de los buenos punnasen en
fazer bien, et por los de los malos se castigassen de fazer mal.
(PCG, "Prólogo", p. 3b y vid. en gral. p. 3a-4b).
Y cuya pervivencia queda patente en el siguiente pasaje de una obra
de 1604 sobre los sucesos de Zaragoza de 1591-92:
he hecho este tratado donde los buenos vean admirables exemplos
que imitar, y los malos castigos y justas penas que temer para dejarlo
de ser, y ser para con su Dios, su Rey y su Patria lo que deben.
(Martínez del Villar, Apología, fil 7v)
De que este concepto estaba vigente en la poesía 16, en cuanto narrase res gestae (reales o fingidas), da razón su presencia como topos
del exordio en obras a veces muy diferentes, como Los doze trabajos
de Hércules (p. 7-11) de Enrique Villena, la Historia de Oliveros de
Castilla (p. 25) o el Palmerín de Inglaterra (v. I, lib. I, p. 13), presencia justificada a través de la concepción retórica del prodesse:
"fin de la historia es el docere" (Lausberg, 1969, § 290.3.a.~.).
15 Analizo la cuestión en el § IIl.2. Pueden resumirse, por lo que a esto se refiere, en la búsgueda de lUla doble trama, de las cuales al menos lUla fuese amorosa, Y
en la preferencta por el final en boda.
.
.
,
16 Poesía como mímesis, no de lo sucedido, sino de lo quepo~~ suceder, en el
sentido que a estos conceptos da Aristótel~, Poética, 51~3fr~lb7, ".1S1ón que fw:idamentaba en la época la diferencia entre literatura e h1stonograf1a, ambas baJO la
común consideración de artes. Cfr. Díaz Rengifo, Arte Poética, c. III, p. 3-4; ~,
Arte Nuevo, v. 50-4, y López Pinciano, Philosophía, v. 11. ep. III, p. 195 ss. y vid. mfra § III.3.
31
es la Historia la que nos permite seguir las leyes de los antiguos, dispersas aquí y allá, para operar su síntesis; en realidad, lo mejor del
derecho se esconde en la Historia17.
Estos datos del contexto socio-cultural de MCii permiten entender que la comedia tendía a ofrecer una interpretación generalizante de su contenido, ligada a la estructura ideológica coetánea y
trasmitida esencialmente por vía connotativa. Desde esa perspectiva, don Sancho y los castellanos correspondían a los detentadores
del poder absoluto asentado, y Bellido y los zamoranos a los miembros de la comunidad social, según la dicotomía básica Pueblo/
Soberano o Sociedad/Estado propias de la concepción absolutista
que adquirió su mayor cohesión teórica en Les six livres de la République (1576) de Bodino18, para desaparecer después en las formulaciones de Hobbes y Bossuet19 . Dado este análisis, se aprecia que lo
que en la norma modeladora del material narrativo son agresiones o
17 Bodino, "Epístola dedicatoria" del Methodus ad facilem Historiarum cognitionem (1566), ap. Chevallier (1979, 38).
18 Vid. los comentarios de Bravo (1985), Ebenstein (1965, 417-22), Chevallier
(1979, 3€r49) y Lauer (1987, 49-52). La formulación de Bodino es especialmente interesante para el estudio de la norma ideológica de MCii porque se difWldió en España, si
bien depurada de su galican ismo, tanto mediante la traducción de Gaspar de Añastro
lsunza (Turín, 1590; vid. Bravo, 1985, LXXVII), como a través del Tratado del
príncipe cristiano (1595) de Rivadeneira, quien lo sigue ad uerbum en algWlos pasajes,
por eiemplo en la definición del tirano (ut infra, esp. § IV.l), alUlque, para el jesuita,
Bodino fuese tan execrable como Maquiavelo, al que, por otra parte, también siguieron en determinadas cuestiones él y_ otros teóricos antimaqwavélicos (vid. Bravo,
1985, LXV y Ruiz de la Cuesta, 1984, 31).
19 Vid. Chevallier (1979, 57-8 y 68-71). Hobbes, para paliar esta dicotomía,
generadora precisamente de tensiones polares como las que refleja MCii, recurrió a la
actualización del viejo topos de la estructura social como lUl cuerpo humano, donde todos los miembros son igualmente necesarios, pero cuya cabeza, y por lo tanto órgano
rector indiscutible e incontestable, es el rey. Esta teoría estaba ya cristalizada en el
discurso político altomedieval (vid. Juan de Salisbury, Policraticus , lib. V, c. 2, p.
347-8 y c. 6, p. 361 ss.), pero en la formulación de Hobbes esto supone además la existencia de lUl contrato social cohesionador de ese cuerpo, por el cual '1os hombres naturales se constituyen en sociedad política y se someten a lUl soberano" (Chevallier,
1979, 57). De este modo, todo atentado contra el monarca desaparece del plano
teórico, pues los miembros del cuerpo no pueden sino acatar las órdenes de la cabeza, y
no hay posibilidad de p lantear un conflicto "entre los derechos de la multitud erigida en 'persona', en 'pueblo', y el soberano, ó rgano de la personalidad del Estado"
(Chevallier, 1979, 58), según la dicotomía mantenida por Bodino. Para el desarrollo
del concepto de cuerpo social en la literatura española, vid. Rico (1986, 108-17).
32
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
reparaciones (según las esferas), en la norma ideológica responden a
las concepciones políticas básicas de la relación poder/ sociedad en
el marco del absolutismo contrarreformista. De este modo la estructura de la primera acción (A .Y B) admite, desde los presupuestos
políticos cristalizados a fines del siglo XVI y vigentes durante el
siglo XVII, la siguiente lectura política:
pues, cuando el soberano, conculcando los principios sagrados de su
dignidad, "degenera en tirano" (según la terminología de la época).
¿Es lícito, entonces, acabar con él? La respuesta dada en MCii es
aparentemente ambigua (vid. Crapotta, 1984, 148): de hecho el tirano muere a manos de Bellido, pero éste es, a su vez, considerado
reo de traición, y su culpa se hace extensiva a Zamora. La exculpación de ésta y el castigo del regicida parecen dejar claro que el tiranicidio es condenado y que el pueblo(= Zamora) no lo ha apoyado
(ni habría podido hacerlo) contra su rey. Pero el hecho es que el
monarca era tirano y ha muerto, y su final ha sido ordenado por la
Providencia Divina:
vs.
B: el Pueblo
Príncipe
/
tirano
traición
/
/
tiranicidio <JS)
A: el Soberano
(A14)
(C)
justo castigo
abuso de poder (A 19)
Se aprecia así cómo lo que refleja MCii, al relatar estos sucesos,
es el desarrollo de la relación soberano/pueblo en el caso extremo
considerado por toda la teoría monárquica, desde Platón y Aristóteles hasta la caída del Antiguo Régimen: la tiranía2º. El supuesto teórico es, evidentemente, el de que el monarca emplee indebidamente su poder, pues, en ausencia de los conceptos políticos de igualdad y de libertad, no se discute ni la legitimidad, ni la equidad ni
la operatividad de la monarquía per se2 1 . El conflicto se plantea,
20 Cfr. Chevallier (1979, 46) y los materiales aportados por Ebenstein (1965) y
Lauer (1987, 17-48), donde puede a preciarse cómo teoriza6an sobre el tema los
grandes escritores políticos, desde Anstóteles y Polibio hasta Stephanus Junius Brutus en su Vindicacíae contra tyrannos (1579), obra de gran influencia en la Europa prot~tante, pasando. P?r obr~s tan diversas com~ el Policraticus (ca. 1170) de Juan de Salisbury, ~1 de Regzmzne Prznczpum de.Sto. Tomas de.Aqwno o eJ 'f?efensor Pacis (1324)
de Mars11io de Padua. Para las opm10nes de los pnnc1pales teoncos españoles de los
ss. XVI-XVII (Báñez, Molina, Soto, Vitoria, Suárez, Rivadeneira y Mariana), vid.
Crapotta (1984, 39-48), Lauer (1987, 56-69), Vega (1966) y Ruiz de la Cuesta (1984,
230-7). En cuanto a la inequívoca adscripción de don Sancho al arquetipo del tirano,
vid. in{ra, § IV.1.
2Í Ni siquiera se ofrece el punto de vista que la teoría pactista había venido
elaborando desde los ss. XIV-XV, que tanta importancia había tenido en la conformación de la superestructura ideológica en que se apoyaron los insurrectos de los sucesos de Aragón de 1591 y 1592 y cuya defensa del tiranicidio era explícita (vid. Chevallier, 1979, 37 y Crapotta, 1984, 46-8). Así pues, frente a la visión contractual de la
monarquía, basada enla concepción del derecho romano del poder político conferido
por magistratura, idea renovada con el resurgimiento del romanismo jurídico a partir
del s. XIII (vid. García-Pelayo, 1968, 123 ss.) y divulgada en el s. XVI por los influyentes tratados de Francisco Hotman, Franco Gallia sive tractatus isagogicus de regimine regum Galliae et de jure succesionis (Ginebra, 1573) y de Jerónimo de Blancas,
Aragonensium Rerum Commentarii (Zara&oza, 1588), la posición de Guillén de Castro se sitúa bajo el modelo de la monarqwa absoluta por la gracia de Dios, trazado en
obras tan significativas del pensamiento contrarreformista como el de Rege et Regis
Bellido (. .. )
33
¡Cielo, cielo soberano,
valedme en esta ocasión!
Esfor<;ad mi cora<;ón,
pues castigáys con mi mano22,
por lo que, a fin de cuentas, el tiranicidio no puede verse, en abstracto,
como absolutamente rechazable, y el propio tirano lo reconoce así:
Don Sancho
¡Ah, traydor!
Mas es tan justo el castigo
como tu mano traidora.
(MCii, v. 109.y;)
Es, pues, este doble conflicto, el del tiranicidio deseado pero rechazado por el pueblo y al tiempo condenado pero asumido por el
Soberano, el que late en MCii, y el que se articula dramáticamente
institutione 1ibri 111 (Toledo, 1599) de Juan de Mariana y el citado Trlltado del
Príncipe Cristiano de Rivadeneira. No es ocioso señalar que estas dos obras fueron reeditadas en fechas cercanas a la redacción de MCii, el de Rege en Frankfurt, Typis
Wechelianis, 1611, y el Tratlldo en las Obras del Padre Pedro de Rivadeneyrll, agora
de nuevo revistas llcrecentadas, Madrid, por Luis Sánchez, 1604-1605, 2 vols. El
carácter de Rex vicarius Dei y todos los conceptos semejantes quedan implícitos en la
declaración de Bellido, poco antes de asesinar a don Sancho:
ciega el alma, ¿con qué espanto,
en qué inconvenientes piensa?
si es un hombre sin defensa
¿ cómo el ser Rey puede tanto?
(MCii, v. 1075-8)
22 MCii, v. 1087-90. La importancia del .. impulso divino.. en la caracterización
de Bellido ya fue notada por Leavitt (1971, 430-2, 434 y 436), pero ha sido exagerada
por Delgado (1984, 23 y 83-5). Vid. una posición más acertada en Crapotta (1984, 148)
y Lauer (1987, 106-7).
ALBERTO MONTANER FRl.JTOS
POUTICA, HIITORIA Y DRAMA F,N EL CERCO DE ZAMORA
en la disociación de las esferas A y B, marcadas claramente por la
relación extra-/intramuros (escénicamente, por la correlación plano
bajo/plano alto) y por la oposición militar tropas del rey/
habitantes del concejo, soslayando otros problemas, como el hecho
de que Urraca, según la tradición, era cuasi soberana de los territorios otorgados por su padre en el lecho de muerte23, y, en todo caso,
vasalla de don Alonso, en cuyo reino estaba el enclave zamorano,
por lo que, en términos más precisos, se habría tratado de la lucha
entre dos estados independientes, y no entre el monarca y una facción
del pueblo. Sin embargo, desde la perspectiva absolutista del estado quasi tunica inconsutilis 24 , es decir, indivisible, el tema de la
partición de los reinos no podía ser la base de la polémica, pues esta
desmembración del territorio sujeto a la corona no podía considerarse positivamente, por lo que, en aquel momento, lo verdaderamente interesante, respecto de las concepciones políticas vigentes,
era la cuestión del tiranicidio, de modo que, seguramente sin una
voluntad de reelaborar el tema, y guiado más bien por el interés de
las dos esferas ya aludidas, Guillén de Castro, como hiciera antes
Juan de la Cueva en CMS, plantea la cuestión en términos vasalláticos, es decir, los zamoranos, aunque vasallos de [)I Urraca,
son súbditos de don Sancho, según el modelo de perpetuación de las
relaciones feudales bajo la monarquía autoritaria, primero, y la absoluta, después25.
34
23 En M~i el reparto territorial_ parece situar a todos los hermanos en un perfecto plano de igualdad, salvada la diferente extensión e importancia de los reinos:
Rey De don Alonso es León
y_ Asturias, con quanto abrac;a
Tierra de Campos; y dexo
a Galicia y a Vizcaya
a don García. A mis hijas
doña Elvira y doña Urraca
doy a Toro y a Zamora,
y que igualmente se partan
el lnfantado.
(MCi, v. 2827-35)
.
E_st~ '!lismo pla_nteamiento se aprecia en las crónicas y en los romances. En la
versión p~m1tiva, recogida en PC_G (c. S:13, p. 493b-494a), se habla de que ..Temiendo
que despues de su muerte que aune contienda et pelea entre sus fijos, F,'rtioles el regno
(. .. ) pues el rey don Femando en la partición que fizo de los regnos .. .'
433 b) donde
queda claro q~e tod<:>5 los ~erritorios e~an co~sider~os reinos l':°r igua , aunque luego
no se llame remas m a dona Urraca m a dona EIV1ra. Esta versión es sustancialmente
la misma que refiere CPC, c. xxvij-xxviij, F Xlra-Xlra, aunque esta versión da la
r~zón a don Sancho en el tema de 1!1 partición: «mas esto q[ue) el asmo facialo por
b1e[n) mas fuera peor por q[ue] nascio dende gran daño & gra[n) mal. Ca mejor fuera
q[ue) los houiera ~~xa<;10 al fijo mayor" (c. xxvij, f" Xlrb). La versión de CVR, seguida
con _algunas modificaaones por Cr. 1344 y conocida en los ss. XVI- XVII por las citas
realizadas por Ambrosio de Morales de esta última crónica en su Crónica gmual de
España (AI~_alá, 1574, 3 vols.) relata que, habiendo repartido don Femando ros reinos
entre sus hiJOS varones, no había contado con doña Urraca (en CVR se omite a doña Elvira, restituida en Cr. 1344), por lo que ésta pide al Gd que interceda por ella ante su
padre. Hecho esto, don Femando propone a sus hijos que den parte de sus tierras a su
he~an.a, a lo que s".>lo accede don Alfonso: "(. .. ) e agora, senor, semejame que non
qwer nmguno de rrus hermanos catar por lo que vos dexistes que diesemos a doña
Urraca alguna cosa en que biuiese; e pues que asi es ~uierole yo dar de la mi tierra en
que biva porque vos non seades pecador contra ella ... ' (CVR in Mdz. Pidal, 1980, 2501), de modo que, aunque después don Femando incrementa sus posesiones con tierras
g~egas y castellanas, doña Ur~aca quedaría esencialmente vinculada al reino leones. De todos modos, en la versión adoptada por Castro en el relato mediante el que
el Cid pone en antecedentes al auditono (MCii, v. 95-126), es don Femando el que
otorga directamente sus tierras a doña Urraca, siguiendo el texto del más célebre romance viejo que trata del asunto, recordado tam6ién por Cervantes en el Qvijote, pi.
11, c. V, p. 615, y recogido en los principales romanceros anteriores a 1600, que es el que
comienza Moriros quereys mi padre, y donde el agonizante monarca se expresa en los
siguientes términos, tras escuchar las quejas de su hija:
allá en Castilla la vieja
vn rincon se me oluidaua:
c;amora tiene por nombre
c;amora la bien cercada(. .. )
<r·
35
quien vos la tomare hija
la mí maldicion le cayga.
(CR, p. 302b; Débax, 1982, nº 15, v. 27-30 y 35-6; Durán, 1945, nº 763; AIvar, 1981, p. 290, v. 12-3 y 16; cfr. MCii, v. 117-22)
24 Concepto ya presente en el tratado De Monarchia (ca. 1310) de Dante: "Sí,
por consigui~te, afgunas dignidades (como dicen) han sido enajenadas del imperio
por Constantino, se fiabrfa rasgado la túnica inconsútil que no osaron rasgar ni siquiera los que perforaron con la fanza el costado de Cristo, Dios verdadero (... ) Ahora
bien, como dividir el imperio sería destruirlo, ya que el imperio consiste en la unidad
de la monarquía universal, resulta manifiesto que no le es lícito dividir el imperio a
la autoridad que desempeña el imperio" (in Ebenstein, 1965, 3()()). Reco!?ó la idea Renato Choppin en su tratado De Uomanio Franciae libri ll1 (1574), de qwen la tomó a
su vez ef Jurista aragonés Martínez del Villar: "Los dividieron /se. los reinos] los
Reyes de Aragón, como los de Castilla, hasta que por leyes que establecieron se privaron de poderlo hacer, y con razón: porque Regnum, como dice Renato Chopino, ha de
ser tunica inamsutilis" (Apologfa, f'T19Sv).
25 Nótese, a este propósito, 'U1e (como ya vio Crapotta, 1984, 155-7) la guerra
de don Sancho es considerada injusta, tanto aquí como en CMS, no por pretender reunir
los reinos partidos por don Fernando, sino porque al hacerlo contravenía la voluntad
expresada in articulo mortis por su padre, según la exponían los romances (ut supra) y
recalca el propio Castro (vid. MCi,, v. 121-36 y 143-50). Esta misma postura se halla
en los romances que tratan del tema, especialmente los que refieren directamente la
muerte de don Sancho, como el de Gabriel Lobo Lasso de la Vega, Mirando se sale
Febo, y el de Lorenzo de Sepúlveda, En el real de Zamora (ambos en Durán, 1945, nº
781 y 782 respectivamente; el de SepúJveda, en CR, p. 207a-208a). En este sentido, incluso desde posturas jurídicas como la de Martínez del Villar, que consideraba ilícita
la reunión de los reinos, se recalcaba el carácter de desacato a la soberana voluntad
del que era a la vez Monarca y pater familias: "Pero porque con la misma historia del
Rey aon Femando, y sus hijos conste, que la división que fiizo de sus Reynos fue porque
ya havian acabado las leyes Goticas, se ha de saver que tuvo efecto, y q ue aunque don
Sancho contravino a ella, y quito a sus hermanos los Reynos, no se alabo dello, porque
ALBERTO MONTANER FRUI'OS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Así pues, se tiene por un lado un rey que se excede presuntamente
en sus funciones y, por otro, un pueblo que no puede soportar la opresión: esto conduce al tiranicidio. Ahora bien, éste, desde la perspectiva del poder, es un mero regicidio injusto, por lo que se da una traición que hay que castigar; pero, al pretenderlo, se extiende la culpa
de un individuo a toda una comunidad, lo que es contra derecho. El
resultado final de esta confrontación, al dar por vencedor a don Diego, pero por libre a Zamora, implica un prevalecimiento de la mesura, un equilibrio entre los polos Poder/Súbditos, Estado/Sociedad,
Soberano/Pueblo: desde el punto de vista estricto de la resolución
jurídica, la victoria de don Diego implica que hubo traición, es decir, que el tiranicidio no se contempla como justo, sino como alevoso
(por lo que el monarca puede protegerse de los ataques del pueblo),·y
la exención de Zamora supone que tampoco el Estado puede extralimitarse en sus funciones, y ha de ajustarse al marco de la ley, al
menos de la natural, según pedía Bodin:
denar como traidor al regicida, y la de los súbditos, que ven reconocida su inocencia, es decir, que ponen coto a los excesos del poder. Es
de notar, sin embargo, que esta resolución deja sin satisfacer
explícitamente el problema plé.. ,teado en la primera parte del conflicto (JS = A14, episodios A.I = B.UI), puesto que escamotea el problema inicial para centrarlo en el segundo (C = A 19, episodios A.U =
B.IV), puesto que no llega a debatirse la validez del tiranicidio. De
hecho, las conclusiones implícitas en el d esarrollo ideológico son
contradictorias: el Estado ha conseguido de la Sociedad una protestación de inocencia que deja claro que el tiranicidio es una traición
que la Sociedad rechaza, pues no se defiende arguyendo que la
muerte de don Sancho fuera justa, sino que alega su exención de la
culpa, lo que supone el apriori de la lealtad de los súbditos y la iniquidad de cualquier tipo de regicidio, pero, por otro lado, el tirano
ha muerto, lo cual era necesario para el equilibrio del sistema.
36
En cuanto a las leyes divinas y naturales, todos los príncipes de la tierra están sujetos a ellas y no tienen poder para contravenírlas, si no
quieren ser culpables de lesa majestad divina.
(Républíque, lib. l., c. VIII, p. 53).
y por tanto se ha de seguir el principio de que
Delicta singulorum, Vniversitati non obsunt.
(Martinez del Villar, Appendix, p. 137)
De este modo, el problema se resuelve de iure mediante la salvaguardia de ambas integridades: la del príncipe, que puede conlo castigo Dios verificando la maldición que le hecho el Padre, muriendo muy en
breve, y a cuchillo, y sin haver tenido hijos" (Martínez del Villat, Apolog(a, f"
197v). [o que se viene, pues, a subrayar es el carácter fratricida de la lucha de don
Sancho, lo cual servirá para caracterizarlo en el episodio inicial de MCii como tirano, al mostrar su crueldad para con don Alonso bajo el mismo prisma con que lo juzgaba
Mariana pocos años antes: S11nctius Castellae Rex, ne /ICceptas superiori bello iniurias armis persequeretur, nouo bello impeditus est: quod aduersus germanos fratres
impium ac ne(arium suscepit, imperij auidus, pracepsque ad aplendam cupiditatem
ferebatur, viribus & potentia ferox. fratrum imbecillitas animas faciebat: neque satis
concordes animi ad propulsanáum periculum commune communíbus armis. aequi atque
honesti abiecta cura. tantum apud Sanctium Regem auaricia poterat, & vtilitatis
studium. _Igitu_r q~m mllXimllS potest copias armat, omni paternae ditioni parans (de
Rebus H1spanrae, lib. IX, c. VIII, p. 417-8).
37
Hasta aquí, Castro no se aparta de las recreaciones precedentes,
y el planteamiento político expuesto es básicamente igual al de Juan
de la Cueva en CMS. Pero MCii va a dar un paso más en la resolución de ese conflicto inherente a la dicotomía planteada, al hacer
de Bellido un instrumento de la justicia divina . De ese modo se obtiene la lealtad absoluta de los súbditos, que van a considerar el tiranicidio como traición y a su ejecutor como reo de muerte, al asegurárseles que la Providencia elegirá su instrumento y llevará a
cabo su castigo: la venganza se convierte así en un acto pasivo de esperanza en la justicia divina. Lógicamente, esta argumentación supone dar la razón a la sociedad, pero a la vez disuadirla, o, lo que es
lo mismo, garantizar en teoría el equilibrio del sistema para conseguirlo en la práctica, pero a la inversa, pues cuando se asegura que
Dios vengará al Pueblo, se está evitando que éste se vengue por sí
mismo. Esto es, evidentemente, un discurso paralelo, ajeno al sistema político analizado, pues si éste opera claramente como un aparato justificador y sustentador de la estructura estatal, no deja de
afectar desde sus convicciones internas a los detentadores del poder,
no sólo porque su creencia en la Divina Providencia no fuera tan propia en esa cultura del ámbito "dominador" como del "dominado",
sino porque una situación tiránica podía realmente hacer a más de
un "Bellido" considerarse el brazo armado de la justicia divina,
como es el caso notorio del enardecido presunto lector de Mariana,
39
ALBERTO MONTANER FRUT0.5
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA
Franc;ois Ravaillac, que acabó en París con la vida de Enrique IV el
14 de mayo de 161026.
Una vez solucionado ese problema, la obra hubiera podido
darse por conclusa, pero dos factores apoyaban la búsqueda de una
culminación: por una parte, el gusto por la acción cerrada que es patente en la comedia nueva, y cuya traducción narrativa en Wº0 ya
he comentado; por otra, el mostrar que la Providencia no sólo elimina a los malos monarcas, sino que suscita otros buenos. Y esa es la
función de la esfera C: dotar de un buen rey a la corona nuevamente
unificada, concluir la obra con el restablecimiento definitivo del
equilibrio del sistema absolutista. En efecto, don Alonso es mostrado como el que sufre con paciencia, aunque defendiéndose con valor,
la ira fratricida de su hermano. Su estancia en Toledo permite retratarlo, frente a la tensión paralela de las esferas A y B, cuyo discurso rompe en intencionado anticlímax, como un galán cortés, bueno
y enamorado, pero a la vez como el futuro conquistador de Toledo,
capaz de guardar su sangre fría ante Alimaimón y de cumplir su deber moral al prestar su juramento ante el Cid. Se aprecia, así, cómo
el entrelazamiento de la esfera C no corresponde a un mero capricho
del autor, ni siquiera a la sola influencia de una norma estética que
favorecía su presencia, sino que, en la unidad solidaria de la estructura textual, responde a los mecanismos modeladores de las normas
ideológica y cosmológica: de la ideológica porque permitía caracterizar a don Sancho como tirano antes del núcleo conflictivo del
cerco de Zamora y prefigurar a don Alonso como el modelo del
príncipe cristiano; de la cosmológica, porque habiendo la Providencia acabado con el tirano, venía a mostrar ahora la armonía
intrínseca del sistema establecido, poniendo en el trono a la figura
digna de ser el uicarius Dei que la teoría absolutista exigía27.
De este modo, el sistema político así diseñado se muestra, en
esta plasmación, como coherente y armónico, capaz, pues, de supe-
rar sus propios desequilibrios internos y de mantenerse sólido y protector de sus integrantes, visión que constituye una clara propaganda
acerca de la pretendida bondad del sistema, de modo que el espectador, asumiendo las categorías y reflexiones ofrecidas por el suceso
dramático, tendería a sentirse más integrado y solidario con una estructura política cuyo discurso teórico paralelo le aseguraba su salvaguardia de los excesos del poder, y le daba fundadas esperanzas
de tener buenos gobernantes.
38
26 No es se$'-1;o que el magnicida hubiese leído el de R.e$e, pero el parlamento
de París considero el texto de Mariana como posible justificacion y causa eficiente del
delito, por Jo que el libro fue quemado públicamente por mano del verdugo, por decreto den de junio de 1610 (vid. "Epílogo del traductor" a de Rege, p. III; Jackson, v.
XIII, p. 410b y Ruiz de la Cuesta, 1984, 234).
27 La íntima cohesión de las nonnas ideológica y cosmológica, en tanto ~ue dos
planos fundamentales, aunque más globalizador el segundo, del mismo discurso
teórico, es aquí evidente. Respecto del papel divino en la entronización de un monarca, recuérdese el caso de David (1 5am, 16, 1-13; 17, 1-18, 9) y para el arquetipo del
buen rey transmitido por el teatro barroco, vid. Hormigón (1988, 159 ss.).
Una vez aclarada la función de las tres esferas integrantes d e
MCii como resultado del modelado conjunto de las normas esté tica,
ideológica y cosmológica, cabe preguntarse por el papel asignado en
la obra al personaje que le da título: Rodrigo Díaz de Vivar. Podría
pensarse, dado su carácter de figura situada al margen de los eventos esenciales que se dan en la acción, de los cuales apenas si protagoniza la jura de don Alonso, la cual pierde además casi toda su carga dramática, como corresponde a su inclusión en la esfera C, que es
un personaje secundario en la acción28, pero esto no puede mantenerse
al observar con cierto detalle sus actuaciones en la obra .
En efecto, al analizar el papel de Rodrigo se aprecia la existencia de dos secuencias paralelas, donde el "agresor" es el monarca,
primero don Sancho, don Alonso después (vid. n. 12). Esto deja clara
su situación de "independencia" frente a los reyes: él no es un adulador como Bellido, sino que se presenta como el modelo del buen consejero que nunca miente a su señor por conveniencia, pues el que tal
hace "ofende gravemente a Dios, y aun al Rey justo", como señala
Martínez del Villar, Apología, fO 188r, para añadir que los que dicen al rey honestamente su parecer
28 En este sentido concluye Leavitt (1971, 435), post Santelices: "En realidad
el Cid como carácter, tal vez ocupa aquí el segundo o tercer lugar y sus hazañas -si
es que las hay- son de escaso bríllo. No es el aspecto heroico el que Castro ha realzado aquí, sino el aspecto humano; su noble7.a y rectitud resaltan más que sus proezas". Esta consideración se basa en una interpretación literal d el título postizo de
MCii: Las hazañas del Cid (basado en la tabla d e contenidos de fa edición
príncipe). Evidentemente no se trata aquí de acciones bélicas de Rodrigo, sino, y en
eso estoy de acuerdo con ambos autores, de destacar sus valores morales, segun el
modelo del Cid del •cantar de Sancho 11 prosificado en las crónicas y al que Menéndez Pida! (1959, 71-2) caracteriza como consejero y guía de los príncipes enfrentados,
pero, al tiem~, vasallo de uno de ellos y con relación de amistad, luego hecha
amor, con doña Urraca.
40
ALBERTO MONTANER FRUTOS
son los que merecen ser del consejo de los Reyes; y no aquellos que
tienen por crime n laese majestatis no responderles a la medida de su
gusto
POUTICA, HISTORIA Y DRAMA F.N El CERCO DE ZAMORA
mite los valores de la comedia nueva, la monarquía absoluta y el
ideario político y religioso de la Contrarreforma.
(Ibídem, f2 188r)
Se aprecian así su honestidad y rectitud, virtudes que va a poner en
juego al actuar como mediador en la resolución de todos los conflictos
planteados: primeramente advirtiendo a don Sancho de la perfidia
de Bellido, como consejero prudente de un monarca al que sólo su ceguedad (su tiranía) conduce al desastre; en segundo lugar, como fiel
del campo en el reto a los zamoranos, donde procura siempre contrarrestar con su mesura el ímpetu arrebatado de don Diego
Ordóñez; por último, al tomar la jura a don Alonso, requisito que
permite a éste acceder sin mácula a la corona, que el rey, tras condonarle el destierro, recibe de su mano. En resumen, el Cid está omnipresente en el texto y su figura, como contrapunto de todos los excesos, se sitúa en el centro de todo el argumento. No es, en efecto,
protagonista absoluto en ningún momento, frente al argumento del
ciclo de mocedades recreado por Castro en MCi, pero sin su figura y
sin su actuación la trama se desintegraría (cfr. Crapotta, 1984, 148,
n. 1 y 156-8; Delgado, 1984, 80; Weiger, 1980, 13-16). Aunque en un
discreto segundo plano, su papel es imprescindible para el transcurso de la narración, y su vinculación ética y afectiva con los personajes y actitudes que conforman las tres esferas lo convierten en un
auténtico axis de la acción, un eje sobre el que se articula la dialéctica trinitaria de la obra, como refleja la Fig. 3, donde la esfera A, la
tesis, plantea la situación de la Sociedad, frente a la B, la
antítesis, que refleja la del Estado, oposición que queda superada
mediante la esfera C, la síntesis, que viene a reconstruir el orden del
mundo alterado por la imperfección de una de sus partes, síntesis
que, en definitiva, justifica ese orden establecido por cuanto demuestra que, si bien la radical imperfección humana permite esos
desajustes del sistema, éste, en cuanto establecido por sanción divina, posee los mecanismos suficientes como para eliminar los elementos alterados y proseguir su funcionamiento con fluidez y seguridad.
De esta manera, y al proponer connotativamente este haz de sugerencias, MCii se muestra como un producto propio de su tiempo,
una obra que estética, ideológica y cosmológicamente asume y tras-
41
Alfonso + Z.aida
A
B
Urraca + Arias
+
Hnos. Arias
Bellido
O. Diego
D. Sancho
- - oposición directa
+ conjunción directa
Figura 3.- Personajes y esferas en tomo al axis cidiano
111.
EL GENERO
Una vez vista la estructura global de MCii es preciso analizar
con más detalle las normas modeladoras del texto para aclarar en lo
posible el conjunto de las características de la obra, no sólo por lo que
se refiere a la organización interna del texto, sino también a su engarce con una sincronía sociocultural determinada.
Parece lo más conveniente para comenzar este estudio, el hacerlo por la norma estética, cuyo concurso es el más patente en la obra
tanto por ser la que permite reconocerla como objeto artístico, como
por ser la que más claramente influye sobre el nivel denotativo.
Para ello consideraré tres factores esenciales, íntimamente ligados
a la norma estética de la comedia nueva, como marco coetáneo al que
referir MCii, y que inciden particularmente en la estructura analizada en el § 11: la recreación de un argumento preexistente, la separación de comedia y tragedia, y las relaciones entre historia y
poesía.
1.
La actualización del paradigma argumental
Es bien sabido que una de las preferencias de la comedia lopesca,
ya apuntada en el teatro de la generación de Juan de la Cueva, fue la
adopción de temas procedentes de la tradición española, épica o
folclórica 29, y es también patente que ese proceso de adaptación del
29 Para el caso de la tradición épica, al que pertenece MCií, puede verse nna
visión general en Menéndez Pidal (1959, c. VI, p. 175 ss.). Para el caso concreto d el
Cid como objeto de esa corriente, vid. Frenzel (1976, 53a-55a), que incluye el r~rtorio
de esas recreaciones en el conjunto de la producción cidiana del momento. Un util com-
44
POUTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
argumento de un ámbito como el romanceril a otro como el dramático,
poseedor de otras convenciones y de otras exigencias materiales,
marcadas por la duración de la obra y la limitación del espacio escérúco, suponía una reorganización de los materiales previos30.
Aquéllos de que disponía Castro son bastante bien conocidos. Se
trata, primeramente, del texto del *Cantar de Sancho II prosificado en PCG y en sus refundiciones, y conocido en la época a través de
las versiones de CPC y de CGV31, cuyas relaciones textuales pueden
pendio de las versiones dramáticas del terna en los Siglos de Oro puede verse en
Harnel (1910), mientras que un análisis general sobre la caracterización del Cid barroco puede verse en Egido (1979). Sobre el f roceso de introducción de este rasgo de la
norma, y el papel de Juan de la Cueva en e uso del romancero, pueden verse las precisiones de Bataillon (1964, ep. 212-3), la réplica de Wardropper (1955, vid. esp.
156) y, con reservas, la visión general de Rtúz Ramón (1971, I, 119 ss.). Da un útil panorama de las ideas sobre el tema Peña (1980, 547-8).
30 Esa nueva conformación nace precisamente del proceso d e adecuación entre
el paradigma que ofrece unos elementos argumentales prefijados, la necesidad de
adaptar éstos al modelo elegido y las expectativas del auditorio de captar una lectura incardinada en la realiaad sociocultural que está viviendo. Se aprecia así claramente que toda la actualización de un paradigma conlleva, corno ya señaló
Barthes (1971, § 1.1.1 y l.1.4), un proceso dialéctico, entendiendo por tal la serie de
ajustes paulatinos que conducen a una estructura textual estable (es decir, satisfactona para el autor, que suspende en ese punto el proceso conformativo) entre los elementos constituyentes del texto, que suponen que la recreación presenta una serie de variaciones estructurales que, pese a las modificaciones operadas, permiten reconocer el
paradigma argumental previo, entendiendo por tal una determinada relación de funciones narrativas y de personajes que las desempeñan, cuyas relaciones entre sí vienen
dadas por su situación en el sintagma textual así conformado. Esas mismas relaciones
son las que, manteniéndose flexibles, permiten al paradigma ofrecerse corno modelo
más o menos neutro, de modo que resaltando unas u otras, y modificando su jerarquía,
el paradigma puede actualizarse bajo diversas normas modeladoras sin que, por la
permanencia de funciones y persona1es, la recreación deje de adscribirse a dicho argumento prefijado. Esto permite ver con claridad que la pervivencia de un paradigma
argumental depende por un lado de su flexibilidad para ser adaptado, y por lo tanto
incardinado en nuevos contextos, y a la vez para mantener una identificación nítida
de sí mismo, que satisfaga las expectativas de los espectadores d e reconocer un mundo
argumental ya asumido, pues, como ya ha señalado Barthes (1971, § l.1.2), el autor
que recoge elementos folclóricos y legendarios, o, en general, cualqtúer argumento p reestablecido, d ebe acogerse a la relativa rigidez de dichos temas y a seguir sus fuentes
de cerca, si no qtúere sufrir el rechazo general de un público receptor que asuma el contenido ideológico d e tales argumentos. Esto puede ejemplificarse en el contraste entre
los best sellers y el arte de vanguardia actualmente, contraste generalizable a todas
las obras que se adecúen o no a las expectativas colectivas, a la Weltanschauung del
público mayoritario (cfr. Escarpit, 1971, 82-3, 99 et pass.) En este sentido no de¡a de
ser característico el "populismo' mostrado por Lope en el Arte Nuevo (vid. esp. v. 428 y dr·. Sánchez-Porqueras, 1971, 365-87), que hace de la comedia nueva el vehículo
idóneo tanto para este tipo de argumentos como para la función propagandistica que
desempeñó el teatro en el Siglo d e Oro.
31 CPC apareció por vez primera en Burgos en 1512, (edición por la que cito,
vid. índice de abreviaturas), y se reimpremió en 1552 en Medina del Campo, por
Francisco del Canto, a costa de Alexo de Herrera, y en 1593 en Burgos, por Philippe
de Junta y_ Juan Baptista Varesio (vid. Gayangos, 1963, LXXXVa y [ee, 1973, 14). En
cuanto a CGV la ed1tio prínceps se imprimió en Zamora en 1541, por Agustín de Paz y
/
Versión regia
(ms. E)
45
Estoria de
España
Versión concisa
/
PCG (ms. T)
Abreviación
perdida
Crónica de Castilla
/ \
CVR
~,!
CGV
CPC
Figura 4.-
Arbol genealógico simplificado de las crónicas alfonsíes.
apreciarse en la Fig. 4. Este material cronístico fue, a su vez, difundido en forma de romances por el CR de Sepúlveda, que recoge diez
textos sobre el tema del cerco de Zamora, de los cuales seis son
cronísticos, y tres, tradicionales o "viejos"32. Siguiendo la secuencia
Juan Picardo, con el título de l.As quatro partes enteras de la Crónica de España ( ... )
vista y emendada ( .. .) por el maestro Florián Doca[m]po (vid. Rodríguez-Moñino,
1967a, 11). Esta versión es también conocida como Tercera Crónica General en la terminología pidaliana. El texto editado por Ocampo parece proceder de dos refundiciones previas yuxtapuestas, la General Vulgata, propiamente dicha, para los reyes
de Asturias y León liasta Vermundo III, y la Ocampiana, para los reyes de Castilla
desde Fernando I (vid. Menéndez Pida!, 1971, 129-30, 133, 140-4, 148).
32 El texto fechado más antiguo a:mocido apareció en Anveres en 1501 , "en casa
de luan Steelsio", con el título de Romances nuevamente sacados de historias antiguas de Úl crónica de España compuestos por Lorenc;o de Sepulveda, pero es casi seguro
que hubo una edición perdida en Sevilla, ca. 1550 (vid. Rodríguez-Moñino, 1967a, 9-
46
ALBERTO MONfANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CF.RCO DE ZAMORA
cronológica, el segundo grupo de fuentes lo constituyen una serie de
romances viejos, en general del s. XV, y otra de romances nuevos sueltos, que se inspiran en aquellos o en los cronísticos, recogidos en su
mayoría por la Silva de 1550, por las diversas ediciones del Cancionero de Romances (1550-1573) de Martín Nucio, por la Rosa Española
(1573) de Timoneda y por el Romancero General (1600 sqq.), además
de los aparecidos en diversos pliegos sueltos33 • Por último, hay que
tener en cuenta las compilaciones de Lucas Rodríguez y de Escobar; la
primera, RJf.34, constituye el primer conjunto d e romances ordenados
en un desarrollo coherente que no depende directamente de las
fuentes cronísticas, y además todos salvo el cuarto, Ya Diego
Ordóñez se parte, documentado en el Cancionero de Anveres de 1550
y en la Rosa de Timoneda (vid . Rodríguez-Moñino, 1967b,14) son de
nuevo cuño. La de Escobar, HRC, posee también singular importancia, pues, además de haber influido claramente en la estructura de
MCi, está lejos de ser una recolección neutra del material ro-
mancístico, ya que realiza una refundición estética e ideológicamente marcada del material previo35 . En cuanto al terreno del
drama, Guillén tenía el antecedente de CMS, de Juan de la Cueva,
representada en 1579 (vid. CMS, p. 12) y publicada en 1588.
10 y 41-51). Este texto conoció tres refundiciones, aparte de la versión prístina perdida, la A, representada por la edición de Nucio, Anvers, s.a., y sus sucesoras; la B,
procedente de la edición de Alcalá de 1563, y la C, que arranca de la edición de Sevilla de 1584. En este corpus se incluyen diez romances sobre el cerco de Zamora, de
los cuales El Rey don Sancho reynaua, En el real de (amora, Llegado es el Rey don
Sancho y Muerto es el rey don Sancho se encuentran desde la versión A, y En Toledo
estaua Alfonso, De (amora sale Dolfos, Después que Vellido Dolfos, Afuera fuera
Rodrigo, Moriros quereys mi padre y Por aquel postigo viejo se incorporan en la redacción B, y todos ellos se encuentran en la familia C, de la que, en cambio, se excluyó
otro romance del ciclo: Don Sancho reyna en Castilla, presente en los textos de la serie A e incorporado a HRC, nº XXIII (vid. Rodriguez-Moñino, 1967a, pass. y Lee, 1973,
27-8). Para otras referencias a CR, vid. Durán (1945, 11, 689a-692b) y sobre el romancero cronístico vid. Menéndez Pida! (1959, 161 y 1971, 108-11).
33 Vid. Alvar (1981, 289-304), Lee (1973, 25-33), Débax (1982, 200-8), Durán
(1945, II, 697a-b, 6921l-693a) y Menéndez Pida! (1971, 111-7).
34 La primera edición, hoy en paradero desconocido, apareció en Alcalá, por
Hernan Ramírez, en 1581, con el título de Romancero historilldo con mucha variedad
de glossas y sonetos (vid. Rodríguez-Moñino, 1967b, 24). Lucas Rodríguez no fue el
autor, sino el compilador de esta colección, en la que dispuso todo un apartado dedicado al tema del cerco de Zamora, bajo la rúbrica de "Historia zamorana, desde que
Vellido Dolfos mato por tra):'cion al rey don Sancho, hasta que Arias Gorn;alo Jloraua la muerte de sus hijos" (RH, p. 94), serie que agrupa diez romances numerados
correlativamente, de gran interés para el argumento aquí estudiado, como ya señaló
Rodriguez-Moñino (1967b, 14-15), pues es la primera agrupación ordenada de romances nuevos no cronísticos que tratan de dicho asunto. Respecto de laJ?rocedencia de estos textos, se ha de notar que, pese a la aserción de Rodríguez-Momno (1967b, 14), el
segundo romance del conjunto, Mverto yaze el rey don Sancho (RH, p. 97a-b), no es una
versión con variantes del Mverto es el rey don Sancho (CR, p- 200a-221a) de
Sepúlveda, sino un romance enteramente distinto, salvo la coincidencia de los _dos
primeros versos. Por último, hay que señalar, sobre esta obra, 9.ue de todos los con¡untos textuales aquí considerados, fue éste el que más influjo directo obró sobre MCii,
como se irá viendo en el análisis.
47
Para poder analizar el modo en que se ha producido la actualización de ese paradigma argumental, en cuanto a la disposición
episódica, es preciso recurrir a la comparación con los únicos modelos
que poseen una estructura procesual definida: las crónicas, RH, HRC
y CMS. Si se observa en el cuadro IV la sínopsis de esas recreaciones
previas36, se verá que éstas son bastante semejantes entre sí, frente a
lo que sucede con el ciclo de Mocedades. En efecto, las principales
variaciones se centran en la supresión de elementos cronísticos que
podían resultar superfluos para la acción, como la eliminación de lo
sucedido a don Alonso en Toledo (PCG, c. 826-7) y de la conquista de
León y Toro por don Sancho (PCG, c. 828-9) o el consejo de Arias Gonzalo de rendir Zamora (PCG, c. 834), que podía cambiar el sentido
de la acción de Bellido. En general, se aprecia que, frente a las anteriores recreaciones, MCii es la que más novedades dispositivas introduce. Por una parte, porque mantiene el uso de las dos acciones
presentes en las crónicas, aunque las dota de un nuevo emplazamiento y de un nuevo significado; por otra, porque reorganiza las escenas
en virtud de nuevas interpretaciones narrativas. Así, pasa directamente de la batalla de Golpejares al cerco de Zamora, respecto de
don Sancho, y a la estancia en Toledo, respecto de don Alonso. En lo
relativo al asedio, se suprime la embajada inicial del Cid a la ciudad, pero los otros elementos que esta conllevaba (el lamento de
35 Por una parte, porque pretende dar una estructura unitaria a lo que los romances presentaban como escenas sueltas, lo que le obligaba a eliminar pasajes, a
añadir fragmentos o a intercambiar versos (cfr. Lee, 1973, 25 ss.), y por otra, por9ue,
como ha señalado Caza! (1978), el texto así unificado se convierte, por la se1ecaón
previa y por los retoques de Escobar, en el portador de una id eología oficialista, en la
que se muestran, especialmente al estamento nobiliario, las virtudes de la monarquía
absoluta y las del propio estamento unido por inquebrantable lealtad a aquélla. Respecto del conjunto de textos así articulados, por lo que atañe al ciclo del cerco de Zamora (nº XXII-XXXVII), los números, XXII, XX1II, XXV, XXVII, XXIX, XXXII,
XXXIIII y XXXV froceden de CR, el XXX y el XXXIII del Romancero General de 1600,
el XXXI de RH, e XXXVII de la RoSll Espanola de Timoneda y el XXXVI de un pliego
suelto, mientras que el XXV es de fuente desconocida (vid. Lee, 1973, 27-31).
36 Se dan fos capítulos de PCG (que ocupan las pp. 502a-519b), los de CGV
(según el ms. F), para fa que sigo la ed. pare. de Alvar (1981, 248-79, post C. Reig), las
páginas de CMS y el nº de los romances de RH y HRC; he subrayado, en los epígrafes,
aquellos episodios de los que han podido restaurarse versos del •cantar de Sancho II,
según la reconstrucción de Alvar (1981, 281-8).
48
AIBERTO MONTANER FRUTOS
doña Urraca y el destierro de Rodrigo) quedan reservados para su
uso ulterior. Sí se conserva, en cambio, la decisión de los zamoranos,
alentados por Arias Gonzalo, de servir a la infanta y no rendir la
plaza. De este modo, se evita presentar aquí al Cid como portador
de las condiciones de claudicación, lo que realza su carácter de mediador neutro en todo el conflicto, papel previamente señalado por
el hecho de haber permitido huir a don Alonso tras su derrota, en
lugar de apresarlo y conducirlo a Burgos, como relataban crónicas y
romances (cfr. Crapotta, 1984, 158).
Después del mencionado episodio de la adhesión de los zamoranos a su señora, que marca la continuación de la lucha fratricida y
crea las consiguientes expectativas sobre el desarrollo subsecuente de
la acción, se sitúa la primera escena toledana, que presenta la primera conversación de don Alonso y Zaida, personaje cuya presencia aquí
es una innovación de MCii (ut infra). Este episodio permite crear un
paréntesis en la narración, a la vez que ofrece nuevos elementos de interés, al introducir otra acción paralela. El anticlímax se convierte
así en portador de valores propios, atractivos de por sí, al mismo
tiempo que en un acicate, en cuanto suspensión del otro proceso argumental, para aumentar la expectación por la acción interrumpida,
mientras que el contraste de los dos temas, el del odio y el del amor,
crean un contrapunto o claroscuro muy del gusto del Barroco, contraste
cuya función dramática y afectiva analizaré más adelante.
Cerrado este paréntesis, y frente a la citada mediación de Rodrigo en las versiones previas, aquí va a establecerse directamente
la comunicación entre don Sancho y doña Urraca (aprovechando la
ya aludida correlación plano bajo/plano alto), que permite crear
una escena dotada de mayor tensión, donde el diálogo de los dos
hermanos da lugar a la introducción, completamente original de
Castro, de la visión de don Fernando con el venablo sangriento
(MCii, v. 519-42), espectáculo patético cuya misión esencial es
preparar, narrativa e ideológicamente, la muerte de don Sancho,
advertido pero impenitente37.
37 Esto ya Jo señaló Santelices, según refiere Leavitt (1971 , 434-5), quien recalca la importancia de la visión en la creación de elementos cohesionadores de la trama, toda vez que la admonición de don Femando hace a don Sancho armarse contra su
anunciado enemigo con sus mismas armas, lo que hará verosímil después que lleve el
venablo en el campo y se ejecute con él el regiadio (vid. et. Crapotta, 1984, 161).
49
POUflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Cuadro IV.- Sipnosis de la estructura de las recreaciones previas a MCii
Sucesos narrados
PCG
Batalla de Golpejares
D. Alonso huye a Toledo ayudado
por D" Urraca y Peransules
Augurios sobre D. Alonso en Toledo
D. Sancho ocupa León
D. Sancho arrebata Toro a
o• Elvira
824-5
D. Sancho cerca Zamora
D. Sancho enu{a al Cid 11, pedir
la entrega de Zamora
Los zamoranos se declaran fieles a
D@ Urraca y ésta rehúsa entregar
la ciudad
El Cid vuelve con la respuesta y es
desterrado por D. Sancho, quien le
perdona a petición de sus nobles
Arias Gonzalo y sus hijos retan a los
castellanos, de quienes vencen a dos
condes
Arias aconseja a 0 1 Urraca que entregue la villa y se exilie en Toledo
Bellido se infeuda a D. Sancho y los
de Zamora Je previenen contra él
Bellido da muerte al rey y el Cid
Je persigue, sin alcanzarlo
CCV
CMS
RH
HRC
XXIII
826
827
828
829
830
XV I
XVII
831
XVIII
14-6
832
XIX
16-9
833
XX
XXIIII
XXVXXVIXXVII
XXVIII
834
XXI
835
XXII
20-5
836
837
XXIII
XXIV
25-7
Oña (•)
Reto de D. Diego Ordóñez
838
839
XXV
XXVI
27-28
29-35
11111IV
XXX
XXXIXXXII
D. Alonso, alertado por D" Urraca,
regresa de Toledo (bj
Preparativos para el reto
840
841
XXVll
XXVIII
36-41
V
842
843
XXIX
XXX
41-2
42-3
VI
XXXIIXXXIII
844
XXXI
43-5
VII
VIII
IX-X
Apresamiento de Bellido en Zamora
Muerte de D. Sancho y entierro en
Muerte de Pedro Arias
Muerte de Diego Arias
Muerte de Rodrigo Arias; el pleito
queda por dirimir (e)
Resolución del juicio
Lamento de Arias por sus hijos
Llegada de D. Alonso y jura en
Santa Gadea (d)
845
XXIX
XI
XXXIII!
XXXVXXXVII
(ª) El entierro se suprime en CMS, RH y HRC; (b) En HRC esto se pospone al nº XXXV;
(e) Salvo en CMS y RH; (d) En HRC hay triplicación de la Jura. El cambio de cap. en
CCV se debe al cambio de reinado.
50
ALBERTO MONTANER FRlITOS
POUTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
No es, pues, casual que los planes de Bellido comiencen a desarrollarse a partir de este momento, siguiendo en este proceso un esquema similar al de las recreaciones recogidas en el cuadro IV. Sin
embargo, Guillén introduce una interesante variación, y es que sitúa
aquí el destierro del Cid por don Sancho. En las actualizaciones anteriores este destierro había servido para mostrar el temperamento
irascible y el apasionamiento ciego de don Sancho, al involucrar a
su propio consejero, tildándole de traidor, en la decisión, más bien
llena de coraje, de los zamoranos. Sin embargo, en MCii, y para esa
caracterización previa, ya había servido el diálogo entre doña
Urraca y don Sancho, que dejaba, además, a Rodrigo en mejor posición como conciliador, para lo que ahora podía utilizarse el destierro como correlato de la intervención de Bellido: el tirano es codicioso, busca, no a los buenos consejeros, sino a aquellos que pueden
satisfacer sus ansias38, por lo tanto acoge a Bellido, aunque se le ha
avisado de su posible traición, y rechaza a Rodrigo. Esta sustitución
marca el talante del monarca, que prefiere la adulación a la sinceridad, la voluntad dudosa a la clara y, en definitiva, el ardid a la
lucha limpia. Además, y en un plano estrictamente narrativo, el
alejamiento del Cid facilita la salida de don Sancho y Bellido solos, así como la vuelta de Rodrigo, al que el rey perdona por intercesión de don Diego, permite la persecución no culminada del traidor,
que lleva al Cid hasta los muros de Zamora.
Se produce así, como en el episodio toledano anteriormente inserto,
una especie de remanso lírico que, aunque posee su propia tensión interna, modula de otra manera los registros narrativos y permite suscitar aunadamente sensación de suspense y de contemplación, deseos
de proseguir con la narración y de permanecer en este punto.
Va a ser entonces cuando Castro introduzca el otro de los elementos pospuestos de la embajada, una secuencia de elaboración tradicional y de matiz amoroso: el apóstrofe de IY Urraca a Rodrigo, que
crea un nuevo compás de espera en la acción, pues ha quedado en suspenso lo que haya sido de don Sancho, al que se ha dejado agonizante con don Diego Ordóñez. La escena genera un nuevo paréntesis
de tema amoroso, pero, acorde con su inserción en la parte luctuosa
de la obra, son quejas lo que se presentan, por lo que adoptan esa forma apostrófica, provocadora del pathos (cfr. Lausberg, 1969, § 762).
38 Así, al caracterizar al príncipe cristiano frente al tirano, Rivadeneira dice
(siguiendo a Bodino, République, Lib. 11, c. IV, p. 100-101): "el WlO se huelga _de ser
avisado con libertad y aWl reprendido con modestia cuando ha errado, el_otro ninguna
cosa aborrece más que a hombre grave, libre y virtuoso que le pueda avisar o repre1;der; (. ..) el WlO busca los mejores hombres de su reino para darfes cargos y of1c1os mas
hermosos, el otro los da a los hombres de mala vida para servirse de ellos corno de esponja, que cuando está seca, se moja y mojada se exprime" (Tratado, lib. 11, c. IX, p.
104).
51
La secuencia suspensiva se resuelve por fin con el impulso
dinámico y la tensión estalla por ambas partes: los zamoranos prenden a Bellido y los castellanos lloran al rey muerto. A partir de
aquí, en la estructura de la obra no aparecen innovaciones. Incluso la
escena intercalada toledana se corresponde a la situación del c. 840
en PCG. Sin embargo, Castro introduce una variación que afecta al
desarrollo de la esfera C, pues los augurios sobre don Alonso que en
PCG se narraban en la primera alternancia del relato del cerco con
el del exilio, aquí se trasladan a este lugar, lo que permite convertirlos en prueba de la entereza y lealtad de los amantes, al introducir a Zaida en la acción, dando mucha menos importancia al relato
de la fuga en sí. Además, al situar esta escena al final del segundo
acto, entre el reto y su ejecución, se genera un amplio movimiento de
distensión que permite relajar la narración tras los intensos momentos del reto, para poder después dar el necesario realce a los combates judiciales. Es de notar, por último, que siguiendo a CMS y a
RH, MCii incorpora la mención de la sentencia de los jueces del campo, si bien este episodio no posee aquí el desarrollo discursivo en
tempo lento que adopta en la obra Juan de la Cueva, en cuya estética
predominaban todavía los largos y pausados parlamentos de endecasílabos, frente a la mayor agilidad de la comedia nueva (vid.
Wardropper, 1955).
Resulta así más patente el modus operandi de la norma modeladora de MCii; el argumento resulta considerablemente condensado
y, en relación con CMS, mucho más dinámico, puesto que en menor extensión se relatan más sucesos. Estos, por otra parte, se han ordenado
de modo que una serie de secuencias anticlimáticas permitan mantener el realce de las situaciones más tensas, y se han dispuesto de
tal manera que expresen nuevos matices al variar su ubicación y, con
ella, su sentido, buscando así una mayor cohesión tanto de los hechos narrativos entre sí como del desarrollo ideológico que conllevan. En este sentido, es interesante observar que la mayor parte
de los reajustes son previos al duelo y que, conservando todos los epi-
ALBERTO MONfANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
sodios consagrados por la tradición, la ordenación efectuada jalona
de una manera más explícita e intencionadamente más marcada el
proceso que conduce a la muerte de don Sancho, a la vez que permite
dar a los personajes unos caracteres más netos, como ya he comentado en el caso del Cid, que den más coherencia a su función en el desarrollo argumental.
innovación de Castro, se suprime la prisión de don Alfonso y su traslado a Burgos, ya que éste escapa, con la colaboración pasiva del
Cid, directamente desde Golpejares a Toledo (cfr. García Lorenzo,
1976, 121 y Crapotta, 1984, 158). Se agiliza así la acción y, además,
se realza la ecuanimidad prudente de Rodrigo frente al desenfreno
fratricida de don Sancho.
Una vez vista la relación de la estructura episódica de MCii con
la de sus antecedentes, se hace preciso analizar cuáles de los elementos heredados han servido para corporeizar ese andamiaje, y
cómo se han engastado en él, lo que completará la visión de los mecanismos actualizadores y de su manera de conformar el texto.
El episodio inicial (C.I.), de la batalla de las Vegas del Carrión (MCii, v. 1-84), podría haberse basado en los relatos
cronísticos o en los romances de Sepúlveda El Rey don Sancho reynaua (CR, p. 206a-207a; HRC, n 2 XXII) y Don Sancho reyna en Castilla (HRC, n 2 XXIII; Durán, 1945, n 2 765); sin embargo, y significativamente, se ha seguido el romance viejo Entre dos reyes cristianos
(in Alvar, 1981, 291-2), que permite modificar la narración, según lo
ya apuntado, en dos direcciones. Por un lado, se tiende a condensar
la acción, dando un relato en el que ya ha desaparecido el asalto
nocturno al campamento de don Alonso, para ofrecer directamente
la secuencia final de la batalla: liberación de don Sancho por Rodrigo (en MCii acompañado de don Diego Ordóñez), y captura de
don Alonso. Por otro lado, se eliminan situaciones poco rentables
para el desarrollo dado al tema: primeramente, y siguiendo al romance citado, el que el rey leonés sea capturado estando acogido a
sagrado, lo cual era sacrilegio39, acción que incluso para caracterizar a un tirano podía verse como excesiva, máxime teniendo en cuenta que ese crimen se hubiera extendido a todo su ejército, y que la
acción de don Alonso podía dañar su imagen de futuro buen monarca,
pues haber buscado refugio en una iglesia en lugar de combatir en el
campo podía verse como señal de cobardía, todo lo cual hubiera alterado el ulterior proceso narrativo. En segundo lugar, y esto es una
Aprovechando precisamente este enfrentamiento de dos posturas vitales y éticas, introduce Guillén los reproches del Cid a don
Sancho por contravenir la voluntad testamentaria de su padre
(MCii, v. 85-182), inspirándose en el romance Rey don Sancho, rey
don Sancho / ya que te apuntan las barbas (in Alvar, 1981, 293),
donde se refiere una escena semejante con ocasión de unas Cortes,
pero siguiendo para el relato de la partición de los reinos el célebre
romance viejo Morir vos queredes, padre. Esta inclusión no busca,
claro está, el mero efecto del texto reconocido por el auditorio, sino
que permite poner al público en antecedentes, ya que la obra ha comenzado in medias res, aspecto en el que me detendré posteriorm ente (vid. infra § III.2). Este relato sirve así para explicar las acciones antecedentes y las subsecuentes, y para plasmar el auténtico
carácter de la lucha d e don Sancho, iniustum bellum no sólo por ser
fratricida, sino por atentar contra la sagrada voluntad del difunto
(vid. n. 25). Además se genera mediante esta exposición un espacio
de transición entre la batalla de Golpejares y el cerco de Zamora,
necesario para que la condensación argumental no se convierta en un
apresurado amontonamiento de sucesos. De este m odo, MCii deja
clara su técnica de contrastar tiempos rápidos y tiempos lentos, correlativa a una sucesión d e clímax y anticlímax que, a través de un
contraste secundario odio/amor, lucha/paz (pertinente para las escenas amorosas intercaladas), articula la obra en una serie de contrastes típicamente barrocos (ut infra).
52
39 Así lo disponla el C. Si oobis fraires, tit. de Sardica, Decr. En Castilla el
derecho de asilo estaba regulado por las Partidas, 1, lit. XI, L. 2: "Franqueza ha la
Eglesia, e su ceme[n)terio en otras cosas (.. .): ca todo orne que fuyere a ella, por mal
que ouiesse fecho, por debda que deuiesse, o por otra cosa qualquier, deue ser y amparado, e non lo deuen ende sacar por fuerc;a, nin matar lo, nin dalle pena en el cuerpo
ninguna, nin cercar lo al derredor de la Eglesia: nin del cementerio, nin vedar que non
le cíen a comer, nin a beuer" (Partidas, I, f" 101 ra).
53
Como ya he señalado, la desaparición de la embajada del Cid
permite pasar directamente de la decisión de don Sancho de conquistar Zamora a la de los zamoranos de defenderla, creando así un
nuevo contraste dramático en el que se van perfilando los caracteres
de los personajes. El pasaje de la declaración de lealtad de los zam oranos (MCii, v. 183-273; epis. A.I) procede, según se ha visto, de
las crónicas, pero podía inspirarse así mismo en el romance Entrado
ha el Cid en <;amara (HRC, n 2 XXVII; Durán, 1945, n 2 770). Y, si-
54
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
guiendo con la técnica comentada, se introduce ahora la escena de la
anagnórisis de los dos amantes de lonh, Zaida y don Alonso (MCii,
v. 274-438, epis. C.11). Sus relaciones en el ámbito toledano son
como ya indicó Leavitt (1971, 434, post Santelices), una novedad d~
Castro, puesto que ni las crónicas ni los romances aluden al asunto40.
Además de la función anticlimática ya señalada, y en cuanto al desarrollo d~ la esfera C, el ep~sodio permite caracterizar a una perfecta pareJa de galanes, segun el concepto de la comedia nueva,
cuyas relaciones se enmarcan en los modelos típicos del amor idealizado divulgado por la égloga pastoril y la lírica petrarquista, de
modo que ambos se van caracterizando como la pareja ideal cuyo enlace y entronización darán la adecuada culminación a la comedia
(cfr. Weiger, 1980, 17-8).
Puede además señalarse como coadyuvante de esta invención el
gusto por lo morisco mistificado que se expandió en torno a 1600, y
que permitía dar al contraste aludido una traducción escénica de
exotismo y colorido, no exenta de erotismo41 _
40 Zaida (ár. _sayyida, "señora") ~parece en _P CG, al tratar de las mujeres de
don Alonso,. en los siguientes términos: La otra armga que el rey don Alfonso ouo fue
la <;:ayda, fi¡a de Abenhebet rey de Sevilla. Mas esta como qwer que lo digan algunos, non fue barragana del rey, ~as mugier uelada; (. .. ) Tomo esta Cayda el rey don
Alfonso _pera auer a Toledo me10r paraaa et tornola cristiana; (. .. ) l::t ouo el rey en
ella u.~ fi¡o a que dixieron Sancho Alffonsso, el que mataron despues en la batalla de
\:eles (PCG, c.,847, p. 521a~b). Pero Castro parece seguir la opinión de otros histonad(?res d e su _epoca, espeaalmente la de Garibay, sin otra alteración que la de dar
a Za1da por pnmera espo~, o, ~l m;nos, que_la de situar la boda antes de la toma
de Toledo. El texto de Ganbay ~ice: El Arc;ob1spo_don R?<lrigo [de &bus Hispaniae,
VI, 20] (. .. ) por sext~ muger senala a la Reyna dona Mana, q[ue) fue cognominada
Zayda, la qua! fue h1¡a de Almuncamuz Aben Amet Rey Moro de Sevilla, y dexando
el nombre pnmero de Zayda llamose en el Christianismo Maria, quando se caso con
el Rey don Alo_nso. (. .. ) Muerta dende a poco la Reyna doña Beatriz, caso el Rey don
Alonso su ma?do con la Reyna_ doña Maria la Zayda, con la qual es cosa muy cierta,
que ya en el ano venidero de mil y ochenta y siete, en que los Moros Almorabides entr~ron _en España_, estaua casado, y huvo d:lla al Infante d<;>n Sancho". (Compendio
Historial, v. 11, hb. XI, c. XIII!, p. 30-1; anado la referenaa entre corchetes). Actualmente
sa'?e, gracias a las inves~aciones de Lévi-Provenc;al (1934), que Zaida
no er~ la_ hija, s~no la_ nuera de al-Mu tamid de Sevilla, casada con el hijo de éste,
al-Ma mun 1bn Abbad, muerto por los almorávides en Córdoba (26 de marzo de
1091). Tra~ este suceso, º". peut, des lors, conceooir que, pleine de ressentiment contre
les ,meurtners. de son. man et bient6t les géóliers de son beau-pere, la veuve d'alMa man se so1t réfug1é~ dans les possessions d'Alphonse VI, a travers la Sierra Morena,. et que,, la, elle. soit. devenue, apres avoir abzuré l 'Islam et embrassé la religion
c~rétienne, l 1pouse 1llég1t!me du roi de Castille. Et il est permis, sans grand risque
d erreur, de fil;er cette ~nion a une date asse:z. rapprochée de celle de la prise de Cordoue et de _Sev1Ue, a_ 1f! [in 1e 1091 o~. au début de 1092 (Lévi-Provenc;al, 1934, 7-8).
La concubina, o qwza mu¡er velada , como prefiere PCG, de Alfonso VI fue la madre
del Infante don Sancho, muerto en la batana de Uclés (1108), de cuyo parto murió,
seguramen,te (a la _luz de los datos de su epitafio), el 12 de septiembre de 1093 (ib{d.
p. 8). Me~ende_z P1d~l (1969, 11, 762-6) supone que la llegada de Zaida ante Alfonso
se produ¡o haca abril de 1091, pero no por propia iniciativa, sino mandada por su
suegro. Respecto de su muerte, señal~ que _el epitafio d e Sahagún no especifica si fue
del parto de don Sancho del que munó Za1da, por lo que la fecha no se puede precisar.
se
55
Frente a esta escena y en nuevo contrapunto, se sitúa el ya comentado diálogo directo entre doña Urraca y don Sancho, al que sigue la
aparición de don Fernando (MCii, v. 455-542), motivo original de
Castro, como ya he dicho. A las consideraciones realizadas anteriormente se puede añadir aquí que esta escena había de provocar un
gran sentimiento patético, fruto de la estética barroca del maravillar, del extraneare42, en especial contraste con el episodio amoroso
antecedente. Es de notar, así mismo, que el correlato de los dos planos
alto
vs.
intramuros
/
/
/
sitiados
Urraca
(+)
\IS.
bajo
extramuros
sitiadores
Sancho
(-)
41 En este sentido, recuérdese que Zaida era el nombre de uno de los persona¡·es
más célebres del romancero morisco (vid. Durán, 1945, nº 51-69). Sobre la maurofi ia
literaria de los Siglos d e Oro y esa introducción de lo éxotico en escena, téngase en
cuenta que: "En contraste con esa realidad social conocida por todos, la idealización
poética de las novelas y, sobre todo, la de los romances moriscos, se d ebatió hacia la
creación de un mundo esplendente de belleza, en el que aparecían hermosas criaturas,
de sentimientos conmovidos por una romántica violencia, sólo pendientes del amor
( ...); y esto en el marco de palacios y jardines, escenarios de fiestas y zambras" (López
Estrada, 1980, 81; vid. et. p. 19-20). Considero adecuado, pues, el comentario de [eavitt (1971, 433), cuando señala que "Zaida sale a escena con vestimentas moriscas que
seguramente no ocultan su belleza física -Las curvas están en su sitio y el 'sex-appeal'
bien visible a todo el auditorio", lo que concuerda con "la presencia fascinadora del
cuerpo" en el teatro de Guillén d e Castro (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 15).
42 En su sentido prístino de "sacar de sí", por cuanto conlleva la inmersión del
espectador en el pathos de la obra. Según las concepciones retóricas, el taedium como
situación media del público, es decir, en cuanto estado de ánimo habitual, ha de ser
roto por el opus poeticum. De entre los medios ci..ue hay para ello, y por lo que se refiere a MCii, destaca el uso del rieoc; frente al 1ta8oc;. El primero produce de1ectatio, y
el segundo, el sobrecogimiento. Evidentemente, la dialectica clúnax/anticlímax anteriormente descrita, se.sustenta en estas concepciones retóricas. En cuanto al mx8oc;,
en este caso es consegwdo mediante el q,6~oc;, es decir, el estremecimiento de terror,
afecto provocado por la primera de las linvá. (las cosas que inspiran miedo): la visión
de objetos o hechos temibles. Por otro lado, y desde el momento en qu e la estructura
del significante es, mediante el modelado estético, solidaria de la del significado, y,
a su vez, la estructura del signo lo es con la de la connotación que transmite, no es de
extrañar que a ese mecanismo provocador d el 1tá.8oc; en el plano escénico-narrativo le
corresponda uno semejante en el plano verbal: se trata de un zeugma semánticamente
complejo, marcado por las asociaciones irreductibles
56
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POUTICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA
queda subrayado por la aparición del fantasma regio, y no sólo por
la incorporación del plano inferior, del que procede la imagen, sino,
por contraste, del superior. En efecto, el diálogo se había planteado
en los siguientes términos:
Queda así establecida una posición que se resuelve del siguiente
modo: al aparecer don Femando desde el plano inferior, asociado al
inframundo infernal en todo la dramaturgia barroca43, y ligarlo a la
actuación de don Sancho (puesto que si no lo sustenta la tierra, pasará
de ésta al inframundo), automáticamente las referencias celestiales
se suman al nivel de doña Urraca; si don Femando sale de la tierra
para amonestar al rey castellano, bajará del cielo para ayudar a su
hermana, y si es al cielo al que ofende don Sancho es por atacar a
doña Urraca . En definitiva, si el dardo ensangrentado procede del inframundo, la mano justiciera será mandada por el cielo, y el esquema
resultante queda claramente polarizado al alejar los extremos:
Urraca
D. Sancho
¡Padre, buelve por mí en trance tan fiero!
¿Que esso te anima, y esso me inqui'eta?
¿Tu padre llamas? ¡Para hacerme guerra
baxe del cielo, o salga de la tierra! ...
(MCii, v. 515-8)
y el aparecido dice a su hijo:
Rey Fer.
Quien no obedece al padre ofende al cielo,
y nunca tierra firme le sustenta.
(MCii, v. 522-3)
Se produce de este modo una doble recurrencia sobre los mismos elementos; por un lado, el paralelismo del v. 518
baxe del cielo
b
a
/
salga de la tierra
a'
b'
por otro, el quiasmo de los v. 522-3:
*:d'X''':'°
tierra firme
le sustenta
b'
a'
esso
para hazerme guerra
quien no obedece
{te anima
me inquieta
baxe del cielo
{ salga de la tierra
ofende al cielo
{ nunca tierra firme le sustenta
donde la equipolencia sintá~tica de secuencias semánticamente contrapuestas genera
esa misma ruptura del taedium correspondiente al 1tó.8o~. Para estos conceptos, vid.
Lausberg (1969, § 705-7 y 1219-24).
57
(+) plano superior
i
plano alto / plano bajo
,1,
plano inferior(-)
Es lógico, pues, que la siguiente escena (MCii, v. 543-662) consista en
la presentación del plan de Bellido, cuyo monólogo atormentado,
aunque original de Guillén, poseía un antecedente en el que en semejantes circunstancias, pero con distinta orientación, hace el mismo
personaje en CMS, jor. I, p. 20-1. El diálogo subsecuente con doña
Urraca y don Arias está inspirado en los relatos cronísticos y, como
en ellos, tiene la doble función de dejar en la duda la responsabilidad de doña Urraca y de hacer verosímil a los ojos de los zamoranos
y de los castellanos el cambio de bando de Bellido, que aquí gana en
coherencia interna al eliminar el propósito de Arias Gonzalo de
rendir la ciudad, pues, al continuar los sitiados resistiendo, era más
lógico que quien proponía la entrega de la ciudad cambiara de campo, de modo que su actuación resultara así mas verosímil. Respecto
de la actuación de doña Urraca, su diálogo con Bellido no parece exculparla precisamente:
43 Bastará recordar el siguiente pasaje de la acotación de una comedia cervantina: "Apártase Malgesí a un lado del teatro, saca vn libro pequeño, pónese a leer en él, y
luego sale vna figura d e demonio por lo hueco del teatro y ponese al lado de Malgesí
{Cervantes, La casa de los zelos, jor. I, p. 67b). Puede verse también La destrui~ión de
Numancia, jor. 11, p. 630b. Los ejemplos podrían multiplicarse. Sobre este asunto y, en
general, sobre la forma y funcion de los espacios teatrales en los corrales de comedias,
vid. Arróniz (1977). Somera, pero precisa, es la descripción de Jauralde (1983, 210).
58
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Bellido
Dame la mano, y confía
de mi industria y de mi suerte
el darte con una muerte
Zamora libre en un día.
Escucha, Señora .. .
Urraca
¡Calla,
si es trayción; y en mi querella
escusará el no sabella
la culpa de no escusalla!
(MCii, v. 603-10)
Sin embargo, ver en la infanta a un trasunto de Pilatos, como señala
Santelices (ap. Leavitt, 1971, 435) resulta ciertamente aventurado.
Es cierto que en esta primera escena, y en correlación con el Judas
Bellido, la actitud de esquivar la responsabilidad del crimen recuerda la actitud del procurador romano, pero en el resto de la obra
se evidencian su desconocimiento del objetivo de Bellido y su condolencia por la muerte de su hermano (cfr. MCii, v. 655-62, 1149-50,
1414-29, 1454-86 et pass.) que impiden concordar con Crapotta (1984,
471) cuando opina que doña Urraca is the most morally insidious
character of the comedia (vid. en cambio Lauer, 1987, 107). Todo
este pasaje, pues, en correlación con la aparición de don Fernando,
preludia, creando expectativas, y prepara, generando las situaciones que la hagan posible, la muerte de don Sancho.
Los sucesos siguientes se enlazan con rapidez, siguiendo la estructura del romance De c;amora sale Dolfos (CR, p. 292a-293b;
HRC, n 2 XXIX; Durán, 1945, n2 779), que sitúa los acontecimientos en
el siguiente orden: llegada de Bellido al real - aviso de Arias Gonzalo desde el adarve - exposición del plan de Bellido a don Sancho
para tomar Zamora - salida de ambos al campo y muerte de don
Sancho por la espalda. Pero, una vez más, Castro adapta y transforma; por un lado, el mensaje de Arias adopta la formulación de los
dos celebérrimos romances viejos que comienzan, Rey don Sancho,
Rey don Sancho 44 , uniendo elementos de ambas versiones; por otro,
introduce aquí el destierro de Rodrigo, cuya función ya ha sido indicada, y para cuyo relato pudo inspirarse en las crónicas o en el ro44 Para la versión extensa, vid. Alvar (1981, 297-7) y Durán (1945, n" 777).
Para la concisa, también encabezada Giuirte, guarte, rey Don Sancho, vid. Débax
(1982, nQ 17) y Durán (1945, nQ 778).
POLff/CA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA
59
manee Entrado ha el Cid en c;amora (HRC, n 2 XXVII; Durán, 1945, n 2
770), que rehace los v. 65-175 de Llegado es el rey don Sancho (CR, p.
210b). Además, para aumentar el suspense, MCii interrumpe la narración al situar el final del primer acto cuando el Cid ya ha partido, pero con don Diego en su búsqueda por orden del rey, y, al tiempo,
don Sancho y Bellido se preparan para salir solos del real. Todas las
interrogantes quedan en pie: ¿Culminará Bellido sus pérfidos
planes? ¿Llegará el héroe a tiempo para salvar a la víctima? ¿No
logrará Zamora verse libre de su sitiador? ¿Ni siquiera la traición
de Bellido servirá para algo? El corte suspensivo de la acción provoca un evidente aumento de las expectativas, pero además tiene la
virtud técnica, respecto del attentum parare, de que el espectador no
sabe realmente por quién sentir q>Ó~cx; o lAfoc;, terror o compasión
(vid. Lausberg, 1969, § 1223), pues, aunque las líneas argumentales
apuntan hacia la consumación del asesinato, y por lo tanto disponen
los afectos del auditorio en una cierta dirección, por otro lado, el
mismo paréntesis impuesto invita a considerar otras posibilidades,
aunque sea inconscientemente. De este modo las expectativas puramente intraargumentales se asocian con las connotativas, emotivas,
que éstas han despertado en el espectador, que de este modo tienden
a guardar el interés por el relato, incluso con la diversión, en sus dos
sentidos coetáneos de entretenimiento y separación, que respecto de
aquél suponían los espectáculos escénicos intermedios.
Cuando el relato continúa (MCii, v. 952-1098), el Cid regresa con
don Diego, y, al echar de menos a don Sancho y a Bellido, empiezan
a buscarlos. Pero ya es tarde: el magnicida se ha alejado con el monarca y, cuando el venablo pasa a sus manos, lo asesina por la espalda. Para el detalle que hace posible el cambio de manos del arma
predestinada, el que don Sancho haya de hacer sus necesidades45, se
sigue la versión cronística y la del romance referido, De c;amora sale
Dolfos, pero añade un matiz que aumenta la verosimilitud: don Sancho no da espontáneamente el venablo a Bellido, sino que, al bajar
por un terraplén, se le cae, y es el regicida quien lo coge.
45 Motivo que tanto escandalizó a los críticos decimonónicos, vid. Leavitt
(1971, 429-30). En el romance de Lucas Rodríguez Estando del rey don Sancho (RH, ng
I; Durán, 1945, nQ 780) se relata que el venablo había sido escondido por Bellido previamente cerca del postigo. Como ha señalado Leavitt (1971, 436), Bellido (en virtud
de lo pronosticado aquí y en MCí, v. 1535-43) ha de matar al rey precisamente con esa
arma, y no se siente capaz de hacerlo antes, pese a que intenta cometer el crimen con
un puñal (MCii, v. 1022-30).
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Consumado el crimen, Bellido sale huyendo y el Cid, que lo ve,
lo persigue (MCii, v. 1099-162), pero sólo con la sospecha de que
haya hecho algo, sin conocer el magnicidio, en lo que adopta la versión del romance Rey don Sancho, rey don Sancho (in Alvar, 1981, p.
297, v. 38-46), frente a la del otro romance citado, donde Rodrigo ha
visto lo sucedido. La ignorancia del Cid permite que éste no entre en
Zamora a buscar al traidor a toda costa, y, a la vez, que se detenga
ante las murallas, desde cuyo adarve le apostrofa, en dolidas quejas
amorosas, doña Urraca (MCii, v. 1167-262), para cuyas palabras
Castro adopta otro conocidísimo romance viejo: Afuera, afuera Rodrigo46, cuya función parentética ya ha sido analizada, y cuyo patetismo se logra suscitando el tA.t:o~ la compasión, para con la doble
víctima de la codicia de su hermano y el desamor de Rodrigo.
Con el traslado de la acción a Zamora (MCii, v. 1414-509), se
presenta el apresamiento de Bellido, hecho al que en el romance
Rey don Sancho, rey don Sancho (in Alvar, 1981, p. 297, v. 40-1) tan
sólo se hacía una alusión, y para el relato del cual Guillén ha retomado las versiones cronísticas. Mientras esto se desarrollaba, los
zamoranos ven llegar a un caballero enlutado (MCii, v. 1510-65): es
don Diego Ordóñez, cuya patética figura (de nuevo la visión espantable moviendo a <¡>()~oc;), ha recogido Castro de la efectista descripción del romance de la compilación de Lucas Rodríguez, Con el
rostro entristecido (RH, n 2 III; Durán, 1945, n 2 786). Cuando el enlutado se detiene ante las murallas, profiere su célebre reto, para el
cual, así como para la reacción de Arias Gonzalo, se ha seguido otro
romance de la misma colección, Ya Diego Ordóñez se parte (RH, nº
IV; Durán, 1945, n 2 787), que Guillén reproduce casi literalmente
(MCii, v. 1566-625). Por .o tra parte, la fórmula del reto contenida en
el texto publicado por Rodríguez estaba tomada a su vez y ad uerbum de las crónicas, y había sido difundida por otros muchos romances, seguramente por la impresión causada por la exposición reitera ti va y, para la mentalidad de la época, completamente desaforada, del reto47.
60
La escena siguiente cambia de nuevo el movimiento patético hacia el cpo~oc; en el diálogo entre don Sancho agonizante y don Diego,
al que luego se suma el Cid (MCii, v. 1263-1339), suceso original de
Castro, aunque inspirado en el diálogo final entre el rey y Rodrigo,
que refieren las crónicas (cfr. PCG, c. 838, 512a-513a) y el romance de
Sepúlveda En el real de ~mora (CR, p. 207a-208a; Durán, 1945, nº
782). En MCii este diálogo se suprime porque tiene como finalidad
el que el agonizante testimonie que el Cid, si había seguido el bando
de don Sancho, no era responsable de las luchas fratricidas del monarca asesinado. Lógicamente, al haber MCii caracterizado ya
antes al Cid como imparcial, especialmente al dejar huir a don Alfonso y al no llevar la propuesta de rendición a Zamora, este hecho
no tenía razón de ser, mientras que el diálogo con don Diego Ordóñez
posibilitaba el enardecimiento vengador de éste. En cuanto al ofrecimiento de don Diego para llevar a cabo el reto, incluido el velado
reproche al Cid (MCii, v. 1340-1413), adopta aquí la disposición
del romance de la compilación de Lucas Rodríguez, Muerto yaze el
rey don Sancho (RH, nº II; HRC, nº XXI; Durán, 1945, nº 784).
46 Vid. CR, p. 301b-302a; HRC nº XXV y XXVI; Débax (1982, nº 16); Durán
(1945, nº 774) y Alvar (1981, 290-1). Retóricamente se trata de una sermocinatio o 111locutio, por la que doña Urraca describe sus emociones internas, respondiendo a una
situación provocada por el movimiento pasional que la anima, es decir, describe un
mí8o~. Como esta sennocin11tio busca la conmiser11t10 del auditorio, se trata de lo que
la Retórica designa corno 11llocutio p11sion11lis o f¡801totfa 1ta8r¡nlCI\ (vid . Lausberg,
1960 § 1131). Por otro lado, al dirigirse a Rodrigo, constituye como he señalado anteriormente, un caso de apóstrofe, que es asimismo un vehículo típico del mÍ8o~ (vid.
Lausberg, 1969, § 762 y Curtius, 1976, II, 629).
61
Dejando en el aire la tensión provocada por la dudosa razón de
los contendientes, la obra presenta a continuación el episodio C.11
(MCii, v. 1626-1865), es decir, regresa al ámbito toledano, oponiendo su carácter de delectatio, propia de la digressio (vid. Lausberg,
1969, § 290.2 y 340), al 1tá8oc; de la narración antecedente. Para el
desarrollo de estos sucesos, Castro puede haber tomado el material
directamente de las crónicas, o del romance de Sepúlveda, En Toledo
estaua Alfonso (CR, p. 291a-292b; HRC, nº XXXV; Durán, 1945, nº
767), con la innovación ya señalada de incluir a Zaida en el argumento y hacerla partícipe de las pruebas de don Alonso. Respecto de
la recepción de la noticia del regicidio, y de los preparativos para
la fuga, la concisión de las referencias y el soslayamiento del tema
47 El mismo texto puede verse con más o menos variaciones, ~ro sustancialmente idéntico, en los romances Despues que Vellido Dolfos (HRC, n XXXII; Durán,
1945, n° 789; Alvar, 1981, 301-2), Y11 se 511/e Diego Ordoñez (Durán, 1945, n° 1896, vol.
11, p. 695a-b; Alvar, 1981, 299-300), y el que parece ser el más antiguo, Y11 c11b11lg11
Diego Ordoñez (Durán, 1945, nº 791; Alvar, 1981, 299), que, según Durán, parece pertenecer a la época de la tradición oral, pero reformado en el s. XVI. De la popufaridad del asunto es reflejo la referencia que por boca del ingenioso hidalgo hace Cervantes, Quijote, pt. II, c. XXVII, p. 792.
Al.BERTO MONTANER FRUTOS
POUTJCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
no permiten fijar una fuente concreta del evento, adaptado libremente de las crónicas y romances.
el descanso y colación que entre la primera y la segunda justa le
ofrece Rodrigo, y que, como ha señalado Said (1975, 244), correspondían a un uso jurídico medieval, destinado a paliar la desigualdad del retador enfrentado a los cinco del concejo. Por otro lado, es
otra novedad de MCii el que Arias Gonzalo baje a ser padrino de su
tercer hijo, Rodrigo Arias, y toda la escena de la agonía de éste reclamando la victoria, que es de nuevo un recurso patético que busca el
eAW~ del auditorio.
62
Con la frontera del tercer acto tras el episodio C.II, se vuelve a
crear un compás de espera que afecta al traslado de don Alonso a
Zamora y a la ejecución del reto de don Diego Ordóñez. El viaje del
futuro monarca y de su amada se da como simultáneo al reto y no se
narra, mientras que éste se describe con abundantes detalles. Se relatan primero los preparativos de los zamoranos, con el diálogo de
Arias Gonzalo y sus hijos, y la petición de doña Urraca a su ayo
para que sea el último en salir al campo, a lo que el venerable Arias
accede a su pesar (MCii, v. 1866-2085). El episodio había sido referido en las crónicas y recreado en el romance Tristes van los zamoranos (Durán, 1945, n 2 795).
Para el relato de los combates singulares (MCii, v. 2110-585),
Castro se ha inspirado en los romances de la compilación de Lucas
Rodríguez, Ya está esperando don Diego y Mverto auia don Diego
Ordoñez (RH, n2 VI-VII; Durán, 1945, n 2 797-8) con algunas interesantes variaciones respecto del número, edad y nombre de los hijos de
Arias Gonzalo (vid. Weiger, 1980, 18-25). Es de notar que las acciones de los contendientes son referidas por los demás personajes,
por una doble causa: la primordial, en este caso, es que el escenario
no permitía, por sus dimensiones, representar un duelo a caballo; la
secundaria, pero no menos influyente en otros casos (como antes en el
asesinato de don Sancho), es la convención implícita del teatro de la
época de no sacar muertes a escena, siguiendo el precepto horaciano,
que retomaría López Pinciano, Philosophia (v. II, ep. IlI, p. 379):
non tamen intus
Digna geri promes in scenam: multaque talles
Ex oculis, quae mox narret facundia praesens.
Nec pueros coram populo Medea trucidet,
Aut humana palam coquat extra nefarius Atreus .
(Horacio, de Arte Poetica, v. 182-6)
Se ha de señalar también que, de las diversas versiones, ésta
era la que más patente dejaba la arrogancia de don Diego, cuya figura ha caracterizado Castro con cuidado, incluso en el detalle aparentemente nimio de despreciar aquí, lo que no hace en el romance,
63
El desenlace se aproxima. Sólo el monólogo de don Diego
Ordóñez, (MCii, 2586-97) que se siente aviltado y traidor a su causa,
siguiendo de nuevo un romance de Lucas Rodríguez, A pie está el
fuerte don Diego (RH, n 2 VIII; Durán, 1945, n 2 799), logra aumentar
la tensión dramática, llegando incluso a pensar en desesperarse, es
decir, en suicidarse48 • Pero la entrada del Cid (MCii, 2648-82) con el
fallo del jurado que le da por vencedor a él y por libre a Zamora, y
con la noticia de la llegada de don Alonso, marca ya la inflexión final del argumento. Consumada la acción de las esferas A y B, el desenlace de C permitirá finalizar convenientemente la comedia.
De este modo, el episodio final (MCii, v. 2683-864) se construye
como el cúmulo de consecuencias de todos los sucesos previos, incluida la reconciliación moral de Arias y don Diego, sin seguir estrictamente ningún romance concreto, ni el relato de las crónicas, en que se
inspira libremente. Tan sólo para el rito de la jura en sí (MCii, v.
2780-825) se acude, una vez más, a los·romances viejos, en este caso
En Santa Águeda de Burgos49 y En Santa Gadea de Burgos50 , que quedan subsumidos, en el texto original de Castro, y adaptados así
según un proceso de asunción de materiales previos que conlleva una
48 La frase de don Diego es "¡Yo he sido afrenta de España! / ¡lréme a desesperar!" (MCii, v. 2646-7). Y, como señala Covarrubias: ,"~esesperarse es matarse de
qualquiera manera por despecho; pecado contra el Espmtu San.to. No se les da a los
tales sepultura, queda su memoria infamada y sus bienes confiscados y, lo peor de
todo, es que van a hazer compañía a Judas. ~t? n~. se entiende de los qu~. estando fu~ra
de juyzio lo hizieron, como los locos o freneticos (Tesoro, p. 458b, s.v. d~esper:rr ).
Este detalle es también innovación de Castro, destinada a recalcar aun mas el
carácter de don Diego.
49 Vid. Durán (1945, nº 811). Se trata de la versión del Cancionero de romances
de 1550. Débax (1982, nº 18) y Di Stefano (1988, 147) ~tan el romance se~ el ms.
Eg.-1875 de la British Ubrery, que presenta un texto diferente, pero que comienza con
este mismo verso.
SO Vid. HRC, nº XXXVII; Durán (1945, nº 812); Alvar (1981, 304). Sobre el
tema de la jura y su desarrollo en las crónicas y romances, vid. Horrent (1973, 159-93)
y Di Stefano (1988).
65
ALBERTO MONTANER FRITTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
reelaboración tanto del nivel d enotativo como del connotativo,
modelados en conjunto por la acción de las normas vigentes, pues,
como se ha puesto de manifiesto, las modificaciones que aparentemente inciden sólo en la percepción estética del material narrativo,
en cuanto lo dotan de mayor cohesión, concisión y agilidad, lo hacen
también en el diseño ideológico y cosmológico, al delinútar caracteres, acciones y responsabilidades, del mismo modo que variaciones que parecen proceder sólo de las normas ideológica o cosmológica, al reflejar motivaciones o actitudes de los personajes,
tienen una repercusión en la lectura estética de la obra, por cuanto
influyen en la etopeya, en el decoro y en la verosinúlitud de los personajes y sus acciones.
Así pues, en éste, como en otros casos, el autor ha escogido lo que
le parecía mejor de lo que tenía ante sus ojos, y lo ha dispuesto en el
lugar que consideraba más apto para sus fines, como pedía Quintiliano:
64
Procediendo de esta manera, es evidente que Castro se acoge al
procedinúento retórico más en boga durante el siglo precedente: la
inútación compuesta51 . Desde luego no se trata aquí del concepto
básico del autor que extrae lo mejor de varios modelos para, uniéndolos en el crisol del propio estilo, superarlos o, al menos, igualarlos. Sin embargo, se trata de una posibilidad de la imitatio plurium
bonorum ya empleada por los humanistas, consistente en atender, no
sólo al estilo, sino también a los materiales argumentales, como en
el caso de El Crótalon, puesto de manifiesto por Rallo (1982, 46-8),
sin que los textos inútados hubiesen de ser necesariamente de los
grandes autores clásicos. Se trata aquí de un uso de textos de diversa
procedencia y estilo, no meramente acumulados, sino dispuestos en
una estructura global que, sin hacerles perder su naturaleza previa,
los dota de un sentido unitario y renovador, en cuanto establece una
serie de relaciones, antes inexistentes, con los demás elementos de la
obra, al ser introducidos en un sistema que les atribuye una función
nueva y peculiar respecto del conjunto de constituyentes del mismo.
No se presenta, pues, aquí, un ensamblaje caprichoso y forzado d e
cuantos más romances mejor, como alguna vez se ha dicho 52, sino de
una obra que posee su propia estructura y significado.
51 La imitación compuesta, en Fray Luis de León y, en general, en la teoríay
¡,ráctica renacentistas, ha sido estudiada Por Lázaro Carreter (1979). Para El
Crótalon, pero también con una visión de coniunto del tema, vid. Rallo (1982, 41-36).
La Retórica clásica no definía de un modo particular a este tipo de imitatio, que otros
filólogos han denominado "imitación concentradora", pero fa describía al hablar de
la imitatio en general (vid. Lausberg, 1969, § 1143-4).
52 Un repertorio de este tipo de consideraciones puede verse en Leavitt (1971 ,
429 y 433) y en Lauer (1987, 104). Para García Lorenzo (1979, 125), la obra es "una su-
plurium bona ponamus ante oculos, ut aliud ex alio haereat et, cuique
loco conven iat , aptemus.
(ap. Lausberg, 1969, § 1144)
MCii cobra así su sentido como estructuración solidaria d e materiales recogidos de la tradición, no meramente agregados, sino interconectados y modificados para dar lugar a ese producto nuevo nacido d e la dialéctica entre la nueva orientación y lo prefijado,
propia d el proceso de actualización del paradigma argumental ya
establecido.
Una última consideración a propósito de este fenómeno es la que
puede establecerse en torno a la naturaleza estética d e ese proceso
actualizador en sí. Al principio de este parágrafo (§ III.1) he
señalado que se trataba de un hecho de nonna, pero cabe preguntarse
cuál es el rendimiento del mismo, o, en otras palabras, cómo ha llegado a fijarse en la norma. Las limitaciones de una preferencia como
ésta ya han quedado de manifiesto en la n. 30, pero semejante rasgo
de norma posee también su funcionalidad, precisamente sobre la
base d el mismo hecho que lo hace limitado, es decir, las expectativas del auditorio, pues la operatividad del mecanismo depende de
los fines a los que sirva.
Si se atiende a los efectos psicológicos de la satisfacción de las
expectativas, se apreciará que éstas funcionan de modo semejante
para cualquier estructura prefijada y actualizada en el discurso. En
este sentido, creo que pueden hacerse extensivas a la comedia las
consideraciones de Stageberg (1948) sobre el andanúaje d el soneto,
cuando expresa:
cesión de sucesos, tratados por Guillén en extensión m~ _que ei:i profundidad". Evidentemente, estas apreciaciones proceden de normas estetícas dif1:re~tes de que modeló MCii y no ayudan en absoluto a comprender el texto. Apreoaaones mas ponderadas sobre el uso que Castro hace aquí de sus fu entes, pueden verse en Crapotta (1984,
150-1 y 168).
!ª
66
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Yet this framework is a valuable factor in the aesthetic transaction in
that it performs two useful functions: it helps to channel and control
the perceptual experience of the sonnet, and it supplies especial
sources of aesthetic pleasure. (p. 132)
Respecto a la primera función, es evidente que contribuye a la
mejor captación y retención de la obra, pues, como señala el propio
Stageberg (1948, 133):
in perception, familiarity with what to look for is determinative of the
nature of the percept and makes for ease of apprehension. It is a sort
of pre-perception or partía/ acquaintanceship with the meaning of the
perceptual content, and implies the existence of a cognitive scheme of
experienced phenomena within which the present percept fits ( ... ) and
these expectancies will cause the parts [se. of the sonnet] to coalesce
more easily into the resultant perceptual form.
Lógicamente, la aprehensión de una estructura preestablecida
se ve favorecida por la atención apriorística del receptor hacia los
elementos que espera ver en la secuencia, y por la facilidad de captación que implica el reconocimiento de situaciones previamente
admitidas. Estos factores contribuyen, así, a una mayor precisión y
nitidez de la percepción del objeto considerado, cuyo sistema de relaciones internas (intranarrativas, en este caso), queda acogido y
retenido con mayor fijación, por lo cual su comprensión, en cuanto patentización de la estructura global del texto, queda también asegurada. Ahora bien, ese mismo acto de comprensión de la configuración relacional de la obra supone la asunción de los mecanismos que
han permitido el desarrollo argumental de la misma, esto es, implica la aceptación de aquellas motivaciones que la recreación contemplada ha introducido como causa motriz del proceso narrativo,
y como esas motivaciones llevan implícitos, por basarse en ellos, los
valores ideológicos de la norma con que el texto se ha modelado,
tales valores son recibidos, de manera implícita, pero acentuada
mediante el proceso de retención explicado, por el auditorio, con lo
que se consigue la trasmisión de las concepciones que animan la mentalidad del autor y, como en este caso (ut infra), las del auditorio.
De este modo, el rasgo de norma consistente en la actualización de
un determinado paradigma argumental, y el método de la imitación
compuesta, que permiten a la vez remodelar el mensaje y aprovechar las expectativa s del auditorio, cobran, a través del proceso
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
"conocimiento previo
cado53.
~
atención
~
67
fijación", su más claro signifi-
Respecto de la segunda función, el causar un "placer estético",
me parece que la reflexión de Stageberg (1948, 137) es también aplicable a este otro tipo de estructuras. Dicho autor relaciona el papel
de la rima en el soneto con la función de la tónica en la música tonal
y del do en la diatónica, como elementos conclusivos de la secuencia
sonora, siguiendo las teorías de Lanz. Sus palabras finales sobre la
rima son también válidas para las expectativas argumentales aquí
consideradas, sobre todo si se tiene en cuenta la presencia de segmentos enteros del discurso conocidos previamente y en forma aislada
por el público:
we can still maintain with justice that the end-rime words being prominent in consciousness, and being part of a preknown scheme, do engender strong expectancies which are pleasurably satisfied by the return of expected sounds.
(Stageberg, 1948, 137)
Sobre la efectividad emotiva de la satisfacción de este tipo de
expectativas es elocuente la alusión de Díaz Rengifo, precisamente
a propósito del tema de MCii:
Quien no ha experimentado en sí los afectos que se de spiertan en el
corac;on, quando oye cantar alguno de los romances viejos que andan
de los zamoranos, o de otros casos lastimosos, los quales si los oyeran
en pro sa, sin duda no los mouieran?
(Arte Poética, c.v., p. 9)
En este sentido, hay que tener en cuenta que en el campo de los
estímulos estéticos, los signos aparecen vinculados por una noción de
necesidad que se remite a costumbres arraigadas en la sensibilidad
del público (Eco, 1979, 122), por lo que éste busca precisame nte
aquellos signos a los cuales y a cuyas relaciones considera estéticos
53 Desde otra perspectiva teórica, Eco (197_9, 148-521 ,156 ss., 1~8-9) justifica la
facilidad perceptiva ar~entando que la menor informaoon
(es deor, la mayor predecibilidad del conterudo) supone en el ámbito de la funció~ estética la mayor perceptibilidad del contenido, por lo cual, cuando se busca esenoalmente la clarid~d comunicativa frente a la aportación de mayores novedades, :'E: ye~e al estereotipo, al
sintagma cristalizado, como el más apto para la transm1s1on directa de una ideología.
68
ALBERTO MONTANER FRUTOS
de por sí, fenómeno que, a partir del uso de textos prefijados (procedentes, pero no sólo de la tradición oral), opera de una manera evidente en la comedia nueva (vid. Vázquez, 1988, esp. 164-5). Desde
est~ perspectiva, se comprende mejor cómo la satisfacción de expectativas del pasado cultural comunitario se ha convertido en un rasgo de la norma estética. En efecto, si lo que ésta propone son modelados que el lector busca realizados en una obra, el conocimiento del
pasado cultural común funciona por sí mismo de igual modo, porque
cuando se utiliza ese patrimonio heredado, se puede establecer
fácilmente un sistema de expectación, que es inherente a la misma
estructura del conocimiento de tal patrimonio, puesto que, cuando el
receptor conoce previamente la estructura del contenido del mensaje,
conforme éste se va emitiendo, se generan en aquél unas expectativas, independientemente de la presencia o no en el discurso de una
norma estética, pero actuando de igual manera. Por tanto, si una
norma estética busca suscitar expectación podrá hacerlo tomando
como base del objeto de su modelado aquello que los receptores con_ozcan, para que éstos lo vayan encontrando y reconociendo, y, precisamente, aquello que la mayoría conoce es el patrimonio cultural
heredado, que respecto de la literatura, se centra, en cuanto material adoptable para nuevas obras de arte, en los discursos histórico
y poético anteriores, y es esto lo que tal rasgo de la norma de la comedia nueva conlleva: la adopción de argumentos preestablecidos
(históricos o tenidos por tales) y de textos (romances, letrillas, etc.)
que los han trasmitido, o que pueden relacionarse con ellos, los
cuales actúan generando y colmando las expectativas del auditono,
es decir, satisfaciendo las aspiraciones de su gusto, en la doble acepción hedonística y estética del término.
Puede, pues, concluirse que la estructura de MCii está motivada
por el deseo fundamental de captar la atención y provocar el deleite del auditorio, en cuanto fines en sí mismos de la comedia, y en
cuanto medios para la transmisión connotativa de determinadas escalas de valores y pautas de conducta. La actualización de un paradigma argumental preestablecido, a través de los mecanismos de la
imitación compuesta, ha sido el vehículo utilizado para la consecución de ambos objetivos: en cuanto posibilita la conexión con la sensibilidad del público, por una parte, y en cuanto permite transmitir
con la mayor fiabilidad un mensaje ideológico, por otra. Esto no es-
POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA
69
tablece una mera correlación entre repetición y captación, y entre
modificación y adoctrinamiento, pues, como se ha visto, la remodelación influía sobre el attentum parare y el delectare mientras que
el argumento en sí, y por ello ha sido recreado, incluía, explícitamente o no, gran parte del mensaje ideológico y cosmológico de
la obra. No en vano la relación que el Barroco establece con la Edad
Media es, en el plano teórico, la de una sociedad dada con su perdido paraíso utópico, marcado en este caso por la vigencia de los esquemas teocéntrico y estamental, aunque, desde un punto de vista
histórico, esa añoranza54 descansase sobre una visión idealizada de
esa época pretérita.
2. Comedia frente a tragedia
Una vez visto el proceso de actualización del argumento desde
la perspectiva de éste, es decir, considerando las modificaciones que
la estructura prefijada ha experimentado al adecuarse a unas nuevas normas modeladoras, es preciso completar la visión de la nueva
recreación atendiendo no ya a lo que significan internamente los
cambios respecto del paradigma previo, sino a lo que tales variaciones tienen de imposición por parte del género que recibe tal actualización. Ya antes se ha visto que determinadas remodelaciones
se debían a exigencias de la comedia nueva; sin embargo, las modificaciones se han considerado esencialmente desde el punto de vista
de su valor intranarrativo, en cuanto reorganizaban el sistema relacional de personajes y actuaciones, sin que se tuviese especialmente
en cuenta cuáles de los cambios podían deberse al modelado concreto
de la norma estética del género dramático. Es ahora necesario considerar esas influencias extranarrativas en la conformación de la
obra conservada.
54 Patente, por ejemplo, en la Epistola satfrica y censoria d e Quevedo (en
Poesfa original, nº 146, vid. esp. vv. 31-129). En otros aspectos puede rastrearse esta
nostalgia idealizadora, no sófo en los libros de caballerla, ya en declive, sino en el
romancero morisco, en el uso de la "fabla antigua" (cfr. Durán, 1945, 1, 478b) y otros
elementos. Para las conexiones del discurso teórico medieval con el barroco, Vid Frutos (1956, 21 ss.)
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA. HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA
Para conseguir una visión adecuada de cómo la norma de la comedia nueva ha influido en la estructuración de MCii es preciso
realizar un recorrido metodológico desde los presupuestos teóricos
heredados de la preceptiva aristotélica hasta la praxis de la comedia "de Castilla" o "de nuestro tiempo" (como decían los tratadistas coetáneos), que seguramente Castro no necesitó realizar, pues
la norma estética lo había hecho por él, pero que permitirá clarificar esa acomodación del argumento previo al molde dramático en
que fue vertido.
Considerando, pues, los géneros clásicos y el argumento tal y
como se había concebido originariamente en el *Cantar de Sancho II
prosificado en las crónicas, se puede apreciar que la obra podría haberse caracterizado sin gran dificultad como tragedia55 . En efecto,
en cuanto al decoro, actuaban en ella personajes graves y elevados
(reyes, príncipes, nobles capitanes); en cuanto al desarrollo de la
fábula, predominaban los casos luctuosos; respecto del origen de la
fábula, era histórico; psíquicamente, predominaban los afectos patéticos (temor y conmiseración); en el plano moral, mostraba acciones de las que huir y a las que aborrecer; en lo que atañe al estilo,
todos estos caracteres lo hacían apto para la elocución sublime. Sin
embargo, quedaba un problema: el desenlace. Según la concepción
clásica y, más aún, la visión usual en la época56, la tragedia precisaba de "tristes y lamentables fines" (Martí, Segunda parte del
Guzmán, in PDE, nº 16, p. 130), y el tema del cerco de Zamora, o quedaba suspenso, lo que atentaba contra la regla de clausura habitual
en la comedia nueva y obligada en la tragedia clásica57 , o se convertía en una final feliz, según la solución dada por Juan de la Cueva, quien prefirió por esto para CMS el apelativo de "comedia",
pese a que en todos sus otros rasgos se tratase de una tragedia.
Desde esta perspectiva, el argumento, al adecuarse al género
dramático, tendría que adoptar un final feliz. El resultado sería así
una tragedia doble, "ya que el cuerpo de toda la fábula es trágico y
para en fclicidad"ss, lo que aún queda más claro atendiendo a la definición de López Pinciano59:
70
55 La caracterización de la tragedia se realizó a partir de Aristóteles, cuya
Poi!tica está especialmente consagrada, de principio a fin, a este tema. En cuanto a
los ras~os que comento en el texto, y que responden a las diferencias esenciales con la
comedia, trata del decoro d e los ~rsonajes en 49b 9-10; del tipo de acción inútada en
49b 24 y 52 a 1-4; de la historicidad de la fábula, aunque su planteamiento difiere
del de sus comentaristas, en 51 b 15-19 y 51 b 23-26; de los afectos en 49b 27-28, 52a 1-4 y
53b 10-14; del estilo en 49a 25, 49a 2S-31; del desenlace en 53a 12-17, 55b 24-28 et pass.
Entre los preceptistas dramáticos españoles de los ss. XVI-XVII es frecuente la comparación de la comedia y de la tragedia, contraponiendo sus rasgos diferenciales.
Enumeraciones d e este tipo se hallan en Martí, Segunda parte de Iiz vida de Guzmán
de Alfarache (in PDE, nº T6, p. 131); en Mártir Rizo, Poi!tica, pi. III, c. I (in PDE, n°
39, p. 227-8), y en López Pinciano, Philosophia, v. III, ep. IX, p. 19-20. Un sucinto,
pero adecuado resumen de la confrontación teórica de ambos generas y_ su actualización real en el marco de la comedia nueva puede verse en Blecua (1983, 8-10).
56 Esta visión, hoy lexicalizada en castellano, era también la que denotaba el
uso coloquial de los términos, como se aprecia en los siguientes pasajes de Cervantes:
IULIA
¿No ves que yo los mandé
de aqueste modo hazer
para la farsa o comedia
que querían mis donzellas
hacer?
71
las que dizen dobles, adonde ay acciones de dos, la vna principal, y la
otra menos principal, en las quales el vno es ve[n)cido y muerto y el
otro queda, no sólo viuo, mas ve(n) cedor.
(Philosophia,
v. III, ep. IX, p. 26)
POROA
Harase sin ellas;
mas qui<;á será tragedia.
(El laberinto de amor, jor. I, p. 302a)
ALGUAZIL
De que todo sea comedia,
y no tragedia, me alegro,
y assí, a mi ronda, señores,
con vuestra licencia bueluo.
(La entretenida, jor. III, p. 408a)
Para una visión parecida en Lope, vid. Curtius (1976, 11, 593). Pero además
de poseer este sentido Jato, algunos preceptistas atribuían a ambos géneros como único
rasgo diferencial el del tipo de desenlace, desdichado para la tragedia y dichoso
para la comedia, como Carvallo, Cisne de Apolo (in PDE nº 14, p. 120); Caramuel,
Primus Calam us, ep. XXI, not. 111 (in PDE, nº 52, p. 299-300) y, traduciendo a Caramuel, Alcázar, Ortografía castellana (in PDE, nº 56, p. 332).
57 Esta norma de clausura en la dramatur&ia griega es patente en las consideraciones de Aristóteles sobre la estructura de la fabula. Entre otros posibles ejemplos,
cfr. : Positum autem est a nobis tra8oediam perfectae atque totius actionis esse imitationem, habentis aliquam magnitudinem, totum autem est habens principium et medium et finem (Poi!tica, 50b 24-26).
Respecto de la comedia nueva, recuérdense los versos de Lope:
Pero la solución no la permita
Hasta que llegue la postrera scena
(Arte Nuevo, v. 234-5)
58 Cascales, Tablas poi!ticas (in PDE, n° 33, p. 197). En términos similares se exresa González de Salas, Nueva idea de la tragedia antigua (in PDE, nº 44, p. 260-1).
a distinción (y el rechazo) proceden ya de Aristóteles (Poi!tica, 53a 30-33).
59 Respecto de esta cita, y por lo que se refiere al argumento preestablecido, se
han de considerar como correlato de esas dos "acciones" las dos esferas A y B.
E
72
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POUTICA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA
Esto era posible, además, porque se trataba de una tragedia
morata, es decir, aquella en la que el personaje de malas costumbres
pasa de la felicidad a la infelicidad, y el de buenas costumbres, a
la inversa60 .
Lo que se precisaba, pues, para acabar de hacer del argumento
una obra al gusto de la época62 era la inclusión de episodios líricos
con función suspensiva. Estos, lógicamente, no podían introducirse
sin más en el desarrollo del plano trágico: ni el argumento previo ni
el carácter de los personajes lo permitía. En cambio, la tercera esfera presentada, la que hacía más propiamente de MCii una
"tragedia doble", sí que admitía tales escenas líricas, sobre datos
heredados de la tradición, aunque renovadoramente interpretados
(ut supra), lo que además acentuaba el contraste de esta acción con
la luctuosa del cerco zamorano. De este modo, mediante los amores
de don Alonso y Zaida, la presunta tragedia se acomoda definitivamente a las estructuras preponderantes en la dramaturgia del
momento: seguirá siendo "trágica", pero ya será "comedia". Sobre
esto, ténganse en cuenta las siguientes reflexiones de Blecua (1983,
9-10):
Ahora bien, la obra, para quedar así, se enfrentaba con dos problemas interrelacionados: por un lado, el "final feliz" no quedaba
suficientemente marcado por ese desenlace ecuánime del duelo, escasa alegría en comparación con el desastrado fin de don Sancho;
por otro, la comedia nueva no admitía desarrollos estrictamente
trágicos y prefería el esquema de la tragicomedia:
Lo trágico y lo cómico mezclado,
Y Terencio con Séneca -aunque sea
Como otro Minotauro de PasifeHarán graue una parte, otra ridícula,
Que aquesta variedad deleyta mucho,
Buen exemplo nos da naturaleza
Que por tal variedad tiene belleza.
(Lope, Arte Nuevo, v. 174-80)
La propia historia ofrecía el modo de solucionar el primer conflicto, añadiendo el tema de don Alonso, cuya evolución (destronamiento, destierro, regreso y restauración) respondía perfectamente
a la acción "menos principal" que el Pinciano daba como característica de la tragedia morata doble: la obra podía así cerrarse con
la entronización de don Alonso en claro, marcado y apoteósico contraste con el final trágico de don Sancho. Ahora bien, ¿cómo introducir lo "ridículo" y cómo adecuarlo a lo "grave"? La solución estaba en el aire, la ofrecía, casi la imponía, el propio dinamismo de la
comedia nueva:
En la comedia lírica, que contiene la maraña amorosa y dulce, debe
armar la traza en la novela y para adorno vestilla de episodios trágicos
y heroicos. Y en la comedia trágica, que se funda en lo melancólico y
fúnebre de la lástima que dispone, aunque cargue todo el artificio sobre el horror, para sus¡ensión del auditorio, debe mezclalla de episodios heroicos y líricos6 .
60 Vid. López Pinciano, Philosophfa, v. II, ep. VIII, p. 320-1 y 332. Se trataría
de la muerte de don Sancho, en cuanto tirano, y d e la exención de Zamora, inocente
del delito inculpado.
61 Pellicer, Idea de la comedia de Castilla, precepto 16" (in PDE, n" 45, p.
271); el mismo Pellicer había declarado en el precepto So, "en todas las comedias ha
73
Hay otro tipo [de "comedia"]; menos frecuente, que son tragedias por
acción, pero en ellas hacen su aparición personajes cómicos, y, en
general, son tragedias mixtas, con doble desenlace ejemplar: el vicio
es castigado; la virtud recompensada. Parece claro que el público de
los corrales de comedias no era demasiado partidario de experimentar afectos patéticos en el desenlace, aunque a lo largo de la acción
gustara de la alternativa de aquellos y de los ridículos en continuo desasosiego anímico.
Sin embargo, hay un elemento interesante que permite apreciar
la posición de Guillén respecto del modelo de Lope, o, en otros términos, de la norma individual del autor valenciano frente a la genérica d el "a rte nuevo". En efecto, y en concordancia con la síntesis de
Pellicer, los lances trágicos (el "contexto", en términos de Bances),
a lternan con los líricos o eróticos ("episodios" para Bances), pero no
hay ninguna figura de donaire, ni siquiera ocasional como en otras
de haber amores" (ibfd. p. 267). Ideas similares transmiten Boyl, A un licenciado que
deseaba hacer comedias, v. 101-8 (in PDE, n" 30, p . 184) y Bances, Teatro de los teatros, que distin~e, a este respecto, el contexto y el episodio: "El contexto es aquella
trabazón y union de acasos y 1ances de que se adorna el suceso. Y el episodio son los
amores o personajes que se suponen por hennosear las historias" (in PDE, nº 57, p.
351). Sobre este tema, vid. et. Porqueras (1971, 26)
62 Sobre la ausencia de una tragedia coetánea en España pueden verse las reflexiones de Cascales, Tablas poéticas (in PDE, n" 33, p. 201-2). Sobre la preferencia
por modelos tragicómicos, vid. R. de Turia, Apologético de las comedias españolas (in
PDE, nº 39, p. 177 y 180) y Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, I (in PDE, nº 36,
p. 211).
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA
obras de Guillén63 . Se diría que su concepción de la "comedia
trágica" presenta concomitancias con la que los preceptistas aristotélicos tenían de las tragicomedias:
De este modo se consigue una plena adscripción al vigente concepto de comedia, donde la alternancia de lo patético y de lo amoroso se culmina con la recompensa de todos los virtuosos (Zamora
exenta, don Diego vencedor, don Alonso reentronizado) y con el final
expresamente diseñado para catalizar la emotividad simpática
del auditorio en la "catástrofe" o "éxodo" del drama: la boda de los
galanes, a la que tiende también Castro en otras ocasiones (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 16).
El resultado es una obra inserta claramente en las tendencias comunes del teatro coetáneo, cuya apelación al efecto coordinado de la
conmoción y del deleite, así como de lo conocido y de lo nuevo, satisfaciendo, en último término, pero a la vez suspendiendo las expectativas del público, provocaba el mayor agrado de los oyentes, en
fórmula cristalizada cuya función daría acertadamente el Pinciano,
aunque fuese para rebatirla desde su postura neoaristotélica, por
boca de uno de sus dialogantes:
74
que no tienen lo ridículo que a una pura comedia conviene, y que faltan burlas muchas y palabras de donayre mucho en essas acciones
por guardar el decoro a los dioses, reyes y personas principales, a los
quales es desconveniente la plática que engendra risa.
(López Pinciano, Philosophw, v. III, ep. IX, p. 22)
En este sentido, puede entenderse que el concepto del decoro ha
marcado la actuación de Guillén, haciéndole apartarse del molde
estricto de la comedia nueva, puesto que la estructura de MCii, tal y
como ha quedado patente en el análisis, posee una cohesión interna
que la creación de una esfera propiamente "ridícula" descompensaría, dando lugar a una diferente resolución del tema. En cambio,
otra de las expectativas más claras del auditorio sí ha sido satisfecha: se trata de la boda, cuyo carácter absolutamente tópico, que
llegaba a alterar la coherencia de algunas obras, ya fue puesto de
manifiesto por Cervantes:
Mañana en el teatro se hará una (se. comedia],
donde por poco precio verán todos
desde el principio al fin toda la tra<;a,
y verán que no acaba en casamiento,
cosa común y bista cien mil vezes64.
63 La afirmación tradicional de que las obras de Guillén caredan de gracioso
ha sido rebatida por García Lorenzo (1976, 29-39, 42), quien, sin embargo, señala que
la figura del donaire suele encamarse en diversos personajes. Así sucede en MCi con el
pastor de los v. 1453 ss. y con el de los v. 2123 ss. (vid. Egida, 1979, 513). En este sentido puede decirse que Guillén no adopta en su totalidad la fórmula lopesca, bien por
diversificar el papel de gracioso, bien, como en MCii, por eliminarlo (vid. et. García
Lorenzo, 1978, 19-20, y Faliu-Lacourt, 1988, 14).
64 Pedro de Vrdemalas, jor. III,_p. 473b. En este mismo sentido se expresa Quevedo en la Premática del áesengano contra poetas güeros, chirles y hebenes (El
Buscón, lib. II, c. 11, p. 167) y en El Alguacil Endemoniado (Sueños y discursos , F' 13r).
Otros datos sobre la institucionalización de esta expectativa pueden verse en Juan de
la Cueva, Ejemplar poético, ep. lll, v. 658-60 (in PDE , nª 19, p. 147); Rey de Artieda,
Discursos ... de Artemidoro (m PDE, nª 18, p. 136); Bances, Teatro de los teatros (in
PDE, nª 57, p. 348), y cfr. las siguientes palabras de Pellicer, que dan idea del grado
de cristalización de esta fórmula poética: "Para alabar al héroe de modo que parezca verdad, no ha d e haber interesado personal en el papel primero. El cual na de
atender el poeta siempre a casalle con la primera dama, y el segundo con la segunda,
y consecutivamente los criados" (Idea de la comedia de Castilla, precepto f5°, in
PDE, nª 45, p. 276).
75
Fadrique dixo: Esto a mi haze una gran dificultad, y es: si esta especie
de acción trágica que dezís mezclada de cómica puede ser bien acostumbrada, y que enseñe mejores costumbres, y la más deleytosa de
todas, ¿por qué no será la mejor de todas?; que la poesía para enseñar
y deleytar se hizo, y parece que será mejor el poema que más deleytare y enseñare.
(Philosophw, v. II, ep. VIII, p. 323)
Desde esta consideración, que es la que los defensores de la comedia nueva harán suya, se comprende el proceso operado sobre el argumento desde una virtualidad trágica hasta una efectividad,
cuando menos, tragicómica. Pero no es tal proceso lo único que refleja
el modelado de la norma estética vigente, pues éste, claro está, conforma, además de los principales movimientos dramáticos, toda la
organización del texto, por lo que será preciso ver qué otros elementos pueden considerarse influidos directamente por la norma de la
comedia nueva, en cuanto rasgos que permitan la adscripción de
MCii a dicho género.
En primer lugar, se aprecia la falta de unidad de espacio y
tiempo. La primera queda patente en la traslación, incluso en el seno
de una misma jornada, de Zamora a Toledo. La segunda es evidente
por los desplazamientos (de Golpejares a Toledo y Zamora, de Tole-
76
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA
do a Zamora) a que se alude, pero sin que haya referencias claras a
una serie de episodios con gran distanciamiento temporal. El tratamiento del tema en la obra revela que estos asuntos no planteaban a
Castro los problemas conceptuales que, por ejemplo, a Cervantes65, y
que en su norma estética eran aspectos perfectamente asumidos y
nada conflictivos.
da en el desenlace, sino en el desarrollo: supuesto que los oyentes
conocen el final, habrá que ofrecérselo para satisfacer sus expectativas, pero la posibilidad de intrigarles se dará en la epítasis argumental, precisamente porque sabiendo qué eventos esenciales han
de ocurrir, los espectadores no saben ni cuándo ni cómo los insertará
el autor en la trama; de aquí el juego escénico de momentos que hacen avanzar la acción y momentos que la retardan, o el dejar el
proceso en el aire al final del primer acto: el auditorio sabe qué va
a pasar, pero, en esa dialéctica de certeza e incertidumbre que supone la espera de lo conocido, en general, pero desconocido en concreto (es decir, la relación paradigma/ actualización), surge el suspense, se incrementa la expectación, no de otra manera que la
utilizada por gran parte del cine negro (policíaco o terrorífico) en
nuestros días: el espectador sabe que el héroe o la heroína no van a
perecer, pero no puede evitar la desazón que le provoca el suspense
de la escena.
Respecto de la partición en tres actos o jornadas, la principal
consideración que puede hacerse es la que atañe al juego de las expectativas del auditorio. Se ha señalado antes que éste constituía
un sistema de captación de los espectadores y una fuente de placer
estético. Sin embargo, Lope parece aconsejar lo contrario66:
En el acto primero ponga el caso,
En segundo enlaze los sucessos
De suerte q(ue], hasta el medio del tercero,
Apenas juzgue nadie lo que pasa.
Engañe siempre al gusto, y donde vea
Que se dexa entender alguna cosa
De muy lejos, de aquello q(ue) promete.
(Arte Nuevo, v. 298-304)
Ahora bien, esto se refiere más bien a la típica comedia de intriga o "de capa y espada" que a esta "comedia trágica", si bien en
ella la búsqueda del suspense, como he analizado en el parágrafo
IIl.1, es también patente. Aquí, claro está, el efecto sorpresivo no se
65 Cfr. El rufián d_ichoso, jor. 11, p. 211a-212b y Pedro de Vrdemalas, jor. III, p.
473b; así como las reflexiones que sobre el tema hace en el Qui1·ote pt. I c. XLVIII p.
523-4.
'
'
'
66 Ya Carvallo en el Cisne de Apelo (1602) había expuesto una doctrina semejante, y su análi~is del suspense sigu~ siendo válido: "En 1:i epítasis, que es la segunda
parte, como eX1stenc1a d~ la comedia, hase de proseguir la materia con diferentes
sucesos de los que se pudieran pensar, y otros vanos y revueltos casos, como haciendo
ñ1;1dos, procur~ndo tener siempre el animo de los oyentes suspenso, ya alegres, ya
tristes, ya admirados, y con deseo de saber el fin de los sucesos, porque cuanto esta
suspensión y deseo fuese mayor, le será mas agradable después el fin, por serlo siempre lo que es más deseado" (in PDE, nº 14, p. 117).
Sobre la necesidad de mantener el suspense, reruérdense los versos de Lope:
Pero la solución no la permita
Hasta q_ue llegue a la postrera scena,
Porq[ue] en sabiendo el vulgo el fin q[ue] tiene
Bue[ue el rostro a la puerta, y las espaldas
Al q[ue] esperó tres noras cara a cara.
Que no hay más q[ue] saber q(ue] en lo q[ue] para.
(Arte Nuevo, v. 233-9)
77
Además de esto, puede señalarse también que la nómina de personajes, aunque heredadas de la tradición, se ajusta también a las
preferencias de la comedia nueva, pues, como se ha señalado al final del § IIl.1, respecto de la norma ideológica, la recreación de un
argumento prefijado supone que éste puede adaptarse en lo principal a la norma estética que lo retoma. Para que pueda apreciarse
esta correspondencia entre los personajes de MCii y los genéricos de
la comedia nueva, en relación además con su munus delectandi attentumque parandi, véase el siguiente fragmento de Boyl, al que se
han dado los correlatos pertinentes con las dramatis personae de
MCii:
Supuesto al fin que el mayor
de los que el aplauso aprueba,
es ver fingir un traidor, ..........................
un leal, aunque le ofendan, ................
un perseguido de quien
la persecución desdeña .......................
un hombre a quien la fortuna
o le sube o le atropella, .........................
un dadivoso Alejandro,
una Erífile avarienta,
un cruelísimo Nerón, ............................
una piadosa Fedra, ................................
Bellido
Rodrigo
I)l
Urraca
D. Alonso
D. Sancho
Zaida
porque destas circunstancias
el énfasis que se muestra
suspende, y la suspensión
de un cabello al vulgo cuelga.
(A un licenciado ... , v. 113-28, in PDE, n 2 30, p. 184)
En cuanto a la adaptación escénica de lo narrado, se adopta
también una técnica asumida por la comedia nueva para no exceder
del tiempo habitual en la representación: se trata de comenzar in
medias res y poner luego en antecedentes al auditorio (cfr. MCii, v.
1-182), como aconsejaba Caramuel:
Postulat ingenium Dispositio: nam res eo ordine, quo acciderunt, proponere, longa et taedio plena esset repraesen tatio . Habenda est ratio
temporis: et, quia duabus horis (non vellent diutius Hispani manere in
theatro) non possunt omnia repraesentari, a medio incipitur, et postea opportuno loco priora narrantur67 .
Cabe, por último, señalar la presencia en el texto d e otro de los
elementos característicos de la comedia nueva: la polimetría. La
sipnosis de la versificación empleada puede verse en el cuadro V.
La proporción de las estrofas es la siguiente68 :
estrofas
redondillas
romance
quintillas
tercetos
endec. sueltos
n e de versos
1.363
737
385
346
33
%
47,5
25,7
13,4
12,1,1
79
POLff/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
78
% en MCi
53,1
38,4
4,2,5
0,-
Como se puede apreciar, la estrofa predominante es la redondilla, que abarca casi la mitad de los versos de MCii. Se aparta en
ello d e la especialización ,que Lope da en el Arte nuevo, v. 313, a
67 Caramuel, Primus calamus, ep. XXI, not. VIII (in PDE, nº 52, p . 304). Esa
p uesta en antecedentes procede del llamado "prólogo trágico": "Que, siendo puesto,
de la manera que fué dicho, antes que el resto de la acción y dando por lo passado luz
a lo porvenir, está siempre asido con la acción misma, de forma que no se puede desmembrar sin quedar manca la fábula" (López Pinciano, Philosophía, v. 11, ep. VIII,
p. 371).
.
..
68 Cfr. Weiger (1980, 27-8). Añado las pro~raones d e las estrofas d e MCn ~ue
aparecen también en M C i, según los datos de Garda Lorenzo (1978, 51) y FahuLacourt (1988, 33-4) para que se puedan comparar los mecanismos de ambas obras.
este esquema métrico como vehículo predilecto de las escenas amorosas, para adoptar un uso semejante al propugnado por Pellicer,
Idea de la comedia, precepto 22 (in PDE, n 2 45, p. 267), que considera
a la redondilla y a la quintilla como formas aptas "para enlazar la
maraña de la comedia". El uso del romance, segunda estrofa en frecuencia, pero ya bastante alejada de la anterior, responde a pa-
ESTROFAS
VERSOS
EPISODIOS
ACTOS
I
romance
1-182
C.I
tercetos
183-273
A.l
quintillas
274-438
tercetos
439-542
8.1
redondillas
543-810
8.11
r omance
811-950
redondillas
951-1166
romance
1167-1262
terce tos
1263-1413
redondillas
1414-1509
romance
1510-1 625
redondillas
1626-1865
C.IIl.2-3
quintillas
1866-2085
A.IIl.1
redondillas
2086-2505
ro mance
2506-2585
redond illas
2586-2649
endecasílabos
sueltos
2650-2682
redondillas
2683-2742
romance
2743-2864
C.II .1
A.l
B.III
11
8 :IV.1
A.11
B.IV.2
A.111.2
B.IV3
A.lll.3
Cuadro V. Sinop sis d e la versificación de MCii
C III
III
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
trones semejantes, y se utiliza en las escenas donde se inserta un romance conocido (para los cuales, vid. supra§ Ul.1).
(y, por ende, ideológica) del auditorio, buscando, en los diversos juegos de contrastes ya comentados y en la objetivación de lo que el
público iba a reconocer como rasgo artístico, el deleite y la captación de los oyentes.
80
v. 1-182: ¿Morir os quereys, mi padre? (95 ss)
v. 811 -951 : Muy grandes voces se oyeron (811 ss)
v. 1167-1262: ¡Afuera, afuera, Rodrigo! (1167 ss)
v. 1510-1625: ¡Ah, ~amoranos covardes! (1566 ss)
v. 2506-2585: A pie está don Diego Ordóñez (2506 ss)
v. 2743-2864: Villanos te maten, Alonso (2789 ss)
Las quintillas aparecen sólo en dos ocasiones sin una función homogénea, pues actúan tanto en el primer episodio toledano (v. 274438) como en la vela de armas de Arias Gonzalo y sus hijos (v. 18662085). En todo caso, sí resulta patente su contraste, entre los tercetos
en el primer caso y entre las redondillas en el segundo.
Los tercetos, como pedían Lope y Pellicer69 , son "para cosas
graves", por lo que aquí, frente a MCi, tienen un uso bastante considerable, dada la mayor abundancia de situaciones trágicas. Por
último, puede señalarse el uso, no muy frecuente en la comedia nueva70, de endecasílabos blancos, en la escena en que Rodrigo anuncia a
don Diego Ordóñez el fallo de los jueces del campo y la llegada de
don Alonso. Probablemente su uso se debe a una voluntad de separar
los acontecimientos luctuosos anteriores de la culminación feliz d e
la comedia, dando un tono elevado, pero sin las connotaciones
"trágicas" del terceto, a esta escena de transición (cfr. Weiger, 1980,
28-9).
Puede, pues, concluirse de este análisis que la obra, resultante de
la adaptación dramática del tema del cerco de Zamora, se ha constituido en un claro representante de la comedia nueva, aunque con
algunas peculiaridades respecto del modelo lopesco (vid. Crapotta,
1984, 179 y Faliu-Lacourt, 1988, 18). Esto permite mostrar cómo la
norma modeladora ha actuado sobre el material preexistente hasta
adecuarlo plenamente a las corrientes estéticas vigentes, es deci r,
hasta convertirlo en el vehículo apropiado para la lectura estética
69 Lope, Arte Nuevo, v. 312; Pellicer, Idea, prec. 2° (in PDE, nº 45, p. 266). Las
ideas de Lope sobre las estrofas y su uso en la elocución las retoma Caramuel Primus
calamus, ep. XXI, n. XXVI (in PDE, n° 52, p. 316).
70 En 1635 escribía Pellicer en su láea, prec. 2°: "Días ha que con justa razón andan desterradas de la comedia los esdrújulos, por duros en la asonancia, y los versos
libres o sueltos por destemplados en la armonía" (in PDE, nª 45, p. 266).
81
3. Historia y poesía, docere et delectare
Hasta aquí se ha visto cómo MCii se ha conformado en tanto actualización de un paradigma anterior, que ha sido estructurado de
acuerdo con las pautas vigentes, tanto en el terreno artístico como en
el de las ideas sociopolíticas y antropo-cosmológicas; pero, para
poder tener una visión más completa de la inserción de la obra en su
contexto cultural, es preciso atender a ese fenómeno de actualización
y a los fines del mismo desde la perspectiva teórica coetánea.
En los ss. XVI-XVII, y en virtud de la preceptiva neoaristotélica, un material narrativo como el que sirvió de base a MCii hubiera
sido considerado historia, en tanto narraba hechos realmente sucedidos71, mientras que el molde utilizado para verterlo hubiera sido
tenido por poesía, siendo la diferencia entre ambos, no la presencia
o ausencia de una marca de litjeratúrnost', pues no era considerada
la historia (cuya musa era Clío) menos artística que los géneros poéticos, sino el caracter "mimético" de la poesía frente al de la historia . De todos modos, MCii, en cuanto tragedia, podía haber utilizado "lícitamente" la historia, pues era, no sólo costumbre admitida,
sino uso recomendado 72 , pero ¿podía hacerlo con igual licitud
teórica desde su nueva situación de comedia? Por un lado, la consuetudo dramática coetánea lo permitía, y así lo recogen los apologistas de la "comedia de Castilla", desde las comedias "a noticia" de
71 Según pedía Aristóteles: nam historicus et poeta non ea, quad aut cum metro
dicant aut sine metro, ínter se differunt ( .. . ) sed in hoc est differentia, quad unus quidem /acta dicit, alter vero qualza fieri debent. Quamobrem et res magis philosophica et melior poesis est quam historia: nam poesis magis universalia, historia magis
singularia dicit (Poética, Sla 38-51b 7).
72 Respecto de la introducción de la historia en la tragedia ya había hablado
Aristóteles, Poética, 51b 15-19, pero sus consideraciones sobre fa apelación "a nombres
que han existido" (tc:íiv )'EVOµtvov ~voµchov, ibúl. 51b 15) fueron muy ampliadas por
sus comentaristas y segmdores. Para la preceptiva española, vid. López Pinciano,
Philosoph(a, v. II, ep. VIIl, 330-1 y 347-8, y González de Salas, Nueva idea de la
tragedia antigua (in PDE, nº 44, p. 258).
.
82
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Torres Naharro (vid. PDE, n 2 5, p. 64) hasta las consideraciones de
Carvallo:
Mas ya ahora se hacen comedias de historias ciertas, así profanas
como divinas, y aun d e personas físicas que ansí las quiero llamar a las
que de suyo son espirituales o intelectuales(. .. )
Es la comedia espejo de la vida,
imagen de verdad, de Eupole hallada (. .. )
fueron materia fábulas inciertas
y agora historias físicas o ciertas.
(Cisne de Apolo, in PDE, n 2 14, p. 116)
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
83
a descubrirse empezó
el uso de la comedia
porque todos se animasen
a emprender cosas tan buenas,
heroicas y principales,
viendo que se representan
públicamente los hechos,
las hazañas y grandezas
de tan insignes varones,
así en armas como en letras.
(A. de Rojas, Loa de la Comedia, v. 61-70, in PDE n2 15, p. 122)
Por otro lado, se tenía como legitimación de esto la apócrifa definición tuliana de la comedia, ya presente en los versos del fragmento preinserto, según la cual Cicerón, al que Donato atribuía la
máxima, consideraba la comedia lmitatio uitae, speculum consuetudinis et imago ueritatis 73 , apotegma que, como ha señalado Blecua
(1983, 13) era prácticamente el mismo con que Cicerón, esta vez con
autenticidad, había definido la historia: Testis temporum, uitae
memoria, magistra, nuntia ueritatis (de Oratore, II). Este acercamiento de misiones, a través de una visión habitualmente compartida, permitía a la comedia apropiarse, no sólo de los materiales susceptibles de narración, sino de los fines mismos de la historia (el
docere singularmente), puesto que el empleo de sucesos históricos
poseía, respecto de la influencia en el auditorio, una efectividad recalcada por todos los preceptistas, tanto los neoaristotélicos, como
los partidarios del nuevo teatro:
Ahora bien, la historia podía ser sugerente y no "perfecta", tanto para los fines ideológicos como para los estéticos. Ante la cuestión
que inmediatamente se suscita, es decir, si el poeta puede o no modificar la historia, la teoría dramática del momento responde sin vacilac~ón, sobre la ~uella d~ Ari~tóteles, que no sólo puede, sino que,
en virtud de sus fmes mas universales, y de su principio básico, la
imitación, debe hacerlo para dar al argumento auténtico carácter
poético:
las convenientes para ella [se. la compasión] son personas graves, las
quales naturalmente mueven más a co[m]passión, quanto de más alto
estado vienen a mayor mi seria; y las personas que son conocidas de
todos por las Historias antiguas y poemas, será[n] más a propósito: lo
uno, porque, como conocidas, haze[n] más co[m)passión y lo otro;
porque, como públicas, hazen más fee y verosimilitud en la acción.
(López Pinciano, Philosophía, v. II, ep. VIII, p. 330-1)
¡como si la ciencia de Apolo se estrechase a la recolección histórica y
no pudiese fabricar, sobre cimientos de personas verdaderas, arquitecturas d el ingenio fingidas! 74
73 La refiere Donato en el Commentum Terentii, V, 1, vid. Blecua (1983, 13) y
Porqueras (1971, 21 -2). Esta definición formaba parte de las concepciones teóricas
usuales, y se refieren a ella casi todos los apologistas de la comedia nueva. Puede encontrarse en Juan de la Cueva, El uiaje de S"annio, LI (in PDE, nº 9, p. 74); en Carvallo,
Cisne de Apo1o (in PDE, nº 14, p. 115); en Asustín de Rojas, Loa de la comedia, v. 7980 (in PDE, nº 15, p. 122); l Cervantes, Qui¡ote, pt. !, c. XL VIJI, p. 523; en Rey de Artieda, Discursos ... de Artemidoro (in PDE, nº 18, p. 136) y, en fin, en el propio Lope,
que explicita la relación de la comedia con la historia en su Arte Nueoo, v. 123-7.
se ha de notar que cuando la acción es histórica, si no pasó la cosa
como debiera pasar según el arte, eso que falta lo ha de suplir el poeta, ampliando, quitando, mudando, cuanto más convenga a la buena
imitación.
(Cascales, Tablas Poéticas, in PDE, nº 33, p. 194)
o, como reclamaba Tirso de Molina,
Como se puede apreciar, la dialéctica historia/poesía se resolvía mediante la modificación del material previo en virtud de
las necesidades expresivas del texto que lo acogía .
74 Tirso, Cigarrales de Toledo ,I (in PDE, n° 36, p. 208). Ideas semejantes exponen González de Salas, Nueua Idea (in PDE, nº 44, ¡:,. 259) y Bances, Teatro de los teatr.os, que, desde una rostura apologética de la comeilia nueva señala que "así como la
pmtura llega despues de la naturaleza y la enmienda imitándola ( ... ) así la poesía
llega después de la historia y imitándola la enmienda. Porque aquélla rone los sucesos como ~~'.Y ésta los exorna com~ debían ser, añadiéndoles perfeccion para aprender en ellos (m PDE, n 0 57, p. 341; vtd. et. p. 350).
84
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLfTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Es, como se ha visto, el modus operandi de MCii, donde el relato
histórico, sin desenlace propiamente dicho, sin contrapunto distensivo del tema trágico, con actitudes menos netas (pese a proceder en
realidad de otro discurso literario), era remodelado de acuerdo con
el nuevo gusto, con las nuevas ideas; en suma, se hacía coetáneo. El
efecto, esto se ha analizado antes también, era, por un lado, dejar
más nítido el mensaje ideológico, delimitando con más claridad las
actuaciones, motivos y responsabilidades de los personajes y dando
un d esenlace ejemplar al desarrollo dramático mediante la reentronización de don Alonso, buen rey frente a la tiranía de don Sancho¡ el castigo de Bellido, que muere descuartizado; la exención de
Zamora, frente a las acusaciones desorbitadas de los castellanos, y
la victoria de don Diego Ordóñez, que dejaba a salvo la integridad
moral del partido del monarca; por otra parte, esto permitía acrecentar los elementos reconocibles como estéticos y por lo tanto susceptibles de una lectura artística y capaces de deleitar al público,
apelando al contraste de los efectos patéticos (temor y conmiseración, <po~o<; y EN::O<;) y los simpáticos o suaves (el amor, el cariño),
de los tiempos rápidos y lentos, de la creación y de la satisfacción
de expectativas, tanto argumentales como verbales, a través de la
inclusión de romances conocidos ... En suma, logrando la consecución
del deleite mediante la creación de secuencias climáticas y anticlimáticas en continuo contraste, según el principio d e variedad tan
grato a la estética barroca:
histórica a las exigencias de la poesía, la cual podía así desarrollar las dos finalidades que la norma vigente, haciendo suyo el precepto horaciano, le exigía:
El teatro del Siglo de Oro, como la estética de s~ época, parte d .1 prin~
cipio de la variedad como generadora del deleite. En la frase 7que s1
per troppo variar Natura é bella, mucho más el Arte" (Agudeza, LX),
cifrará Gracián la estética renacentista llevada al límite (. .. ) La sucesión de escenas lentas y rápidas, el cambio brusco de efectos, la polimetría son todos ellos rasgos esenciales de un teatro que busca la unidad en la variedad y que, sin abandonar el desarrollo d e la "fábula",
concede igual atención a las series literarias, o retórico-literarias, conocidas por el público.
(Blecua, 1983, 15)
85
pero quien quisiere saber el principal fin exterior en que ha de poner
los ojos quando compusiere, Horado nos lo enseña en este verso. Aut
prodesse volunt, aut delectare Poetae [de Arte Poetica, v. 333]: En el
cual dize, que los Poetas han de pretender con la poesía aprovechar, y
deleitar. Aprovecharán con la materia, si fuere de suyo buena: y deleitaran con la suavidad del metro. Mas porque los hombres se enfadan,
y hartan presto de oyr las cosas que mas les convienen, para que de
buena gana les den oydos, muchas vezes es menester ai;ucarar!as, y
hazerlas gustosas con el lenguaje, en que se proponen.
(Díaz Rengifo, Arte Poética, c. IIII, p. 6; añado la referencia entre corchetes)
En cuanto a la relación de ambos términos ( docere y delectare) parece evidente que si, de acuerdo con un discurso teórico impregnando
de ascetismo y neoestoicismo, como es el que en gran parte informa el
Barroco 75, la preceptiva y los apologistas recalcaban la faceta moral, la práctica dramática ofrecía diversos grados de combinación
de ambos factores, desde obras con una gran carga doctrinal, como los
autos sacramentales, a juegos escénicos esencialmente lúdicos como
los entremeses, y en la propia comedia, es decir el texto en tres jornadas, las proporciones también eran variables (cfr. Russell, 1978, 4712), pero, en general, puede decirse que, si había obras de muy escasa
o nula intención doctrinal, ninguna, en cuanto objeto cultural, dejaba
de estar modelada por una norma ideológica.
Llegados a este punto, será preciso analizar el sentido de esa
voluntad docente en relación con el contexto de la época. En una de
la s interpretaciones mejor documentadas del fenómeno barroco de la
cultura de masas, Maravall (1983) ha sintetizado así la cuestión sobre la base de los dos presupuestos estéticos que se acaban de analizar:
MCii se muestra así, una vez más, como un típico producto d e su
Por eso la novedad interesa tanto al escritor barroco. Es una manera
de hacer tragar, endulzadamente, deleitosamente -según norma de la
época, y se aprecia, con lo antedicho, el modo en que la prop~a norma modeladora coetánea asumía esa dialéctica paradigma/
actualización bajo el concepto de la adecuación de la materia
75 Vid. Frutos (1952, 33-6) y Maravall (1983, 156, 321 et al.). Sobre el delectando pariterque monendo como topos de la captatio beneuolentiae y otras consideraciones interesantes sobre la naturaleza del concepto do cendi en la literatura
"profana" de los ss. XVI-XVII, vid. Rusell (1972, 446-50).
86
ALBERTO MONTANER FRUTOS
sempiterna preceptiva horaciana-, todo un sistema de reforzamiento
de la tradición monárquico-señorial.
(Maravall, 1983, 457)
Partiendo de esta consideración, Maravall (1972 y 1983) ha caracterizado la cultura y en particular el teatro español de esta época mediante los rasgos esenciales del dirigismo y del conservadurismo. El primer elemento implicaría una doble faceta según la cual el
mensaje transmitido por la obra literaria y, en general, el artístico,
estaría dirigido por los detentadores del poder, es decir, respondería a sus concepciones sociales y, consiguientemente, pretendería
dirigir a los espectadores, orientando sus conductas según esas concepciones, que, en virtud del segundo elemento indicado, responderían a una visión inmovilista de la realidad y buscarían el mantenimiento a ultranza del sistema (vid. et. Hormigón, 1988, 159-61).
Desde tal perspectiva, el delectare estaría totalmente subsumido
en el docere, por lo que al emplear el concepto justificador de la innovación escénica, el gusto,
Lope sabía muy bien que esa apelación al gusto libre era la manera
de dejar a la masa huérfana de resistencia ante la eficaz acción configuradora de los resortes que la cultura barroca ponía en manos del artista y, por consiguiente, del poderoso a cuyo servicio trabajaba aquél.
(Maravall, 1983, 294)
No parece que estas conclusiones puedan, pese a la coherencia de
la argumentación de Maravall, aceptarse sin reparos, y menos para
la obra de Guillén de Castro, que era un mediano terrateniente que
nunca dependió directamente de un mecenas y que pertenecía al ambiente del núcleo burgués de Valencia76 . Ciertamente, la actividad
y la obra del dramaturgo valenciano se inscriben en las coordenadas
socio-culturales del régimen establecido, pero esto había de suceder
con la mayor parte de los españoles de la época, pues, si no, el sistema se habría transformado. Es preciso, pues, introducir algunas matizaciones en la explicación de Maravall para comprender mejor, a
mi juicio, el alcance y el modo de la uoluntas docendi del teatro del
siglo XVII, y de MCii en particular.
76 Véanse los resúmenes biográficos d e Said (1945, XIII ss.) y García Lorenzo
(1978, 12 ss.). El carácter "burgués" ael teatro de Guillén ha sido puesto de manifiesto
por García Lorenzo (1976, 52 y 1978, 23), si bien su familia parece haber sido hidalga
(vid. Faliu-Lacourt, 1988, 7 y 9).
POLITICA , HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
87
En primer lugar, creo que no hay que enfatizar tanto el carácter
explícitamente doctrinal de la dramaturgia barroca, especialmente
con esa visión dirigista que parece basarse en la consideración subyacente de un aparato homogéneo y coordinado de propaganda y
represión psicosocial, el cual, evidentemente, no existía. Había, sí,
mecenas y academias, pero ¿podía esa red asistemática organizar
la emisión de una serie constante de mensajes educativo-alienadores
impuestos a un auditorio maleable, amorfo y sin ideas? No parece
probable que esa relación directores/ dirigidos haya podido ser posible, ni en la sociedad barroca ni en casi ninguna otra (cfr. Hormigón, 1988, 181). A mi ver, si el teatro era, y esto parece probado
por los propios textos, un vehículo de transmisión de los valores del
sistema (no de distinto modo que los demás productos culturales de
una sociedad dada), esto se debía a que la Weltanschauung propia
del autor y la del auditorio coincidían77, y no sólo porque hubiese
una especie de contubernio del poder que maquiavélicamente moviese los resortes de la educación de las masas.
Esto, en mi opinión, implica dos cosas fundamentales: primeramente, que el público 78 se deleitaba ante valores, estéticos e ideo77 Sobre este aspecto, vid. Eco (1979, 56-7) y Escarpit (1971, 44 ss. y 99-100).
Este último autor señala (p. 99) cómo toda comunidad de ctiltura comporta una comunidad de evidencias, que se constituye como "conciencia colectiva" efe la comunidad.
Así, toda colectividad "segrega" una ideología que es aceptada en general corno evidente o axiomática, generando una Weltanschauung de la que todo escritor depende,
es decir, se crea un marco ideológico propio del público-medio social al que el autor se
dirige, marco que el autor no puede trasgredir so pena de verse rechazado por esa comunidad para la que escribe. En otros términos, eí emisor d ebe modelar su mensaje de
acuerdo con la norma ideológica vigente, si quiere comunicarse con un público determinado, que tenderá a rechazar todas las manifestaciones que superen su horizonte de
expectativas, fundam entalmente porque se escapan a sus modelos asuntivos de comprensión, que operan esencialmente mediante el reconocimiento de patrones ya previamente ubicados en el sistema relacional del discurso teórico aceptado. Evidentemente, se reproduce aquí la dialéctica propia d e la emisión/recepción de todo mensaje, esta vez en cuanto al código ideológico que permite cifrarlo y descifrarlo, mediante la cual el autor da a su público lo que éste le solicita, pero, al dárselo, afianza
el gusto d el público Oo educa en lo que ha de pedir), por lo que éste sigue reclamándolo, en un círculo cerrado de suscitar y colmar expectativas.
78 El carácter del público de los corrales es un problema discutido. Al margen
de la presencia, espacialmente jerarquizada, de tocios los estamentos, Maravall
(1972 y 1983) considera que el espectáculo se dirigía específicamente a la plebe de las
grandes ciudades, especialmente a las masas procedentes de la emigración rural, que
habrían perdido su cultura folclórica y campesina propia, y que, de este modo, la sustituirían por una cultura esencialmente kitsch (vid. ~aravall, 1983, 187 ss.). Otros
críticos, sin embargo (corno Arróniz, 1977), piensan en un público esencialmente burgués, de artesanos y pequeños comerciantes, mientras que los estudios documentales
propiamente dichos (Sentaurens, ap. Jauralde, 1983, 216) apuntan a que, contando con
88
ALBBffO MONTANER FRUTOS
lógicos, asumidos previamente por él, es decir, los que podía "leer"
con sus normas descodificadoras, sin tener necesariamente que ser un
asimilador pasivo, una especie de tabla rasa para el cálamo doctrinal del dramaturgo, imagen insostenible desde la perspectiva de individuos adultos en el seno de una sociedad en cuyo sistema de representaciones culturales se hallaban insertos; en segundo lugar, que
el autor actualiza siempre su norma ideológica en la obra aunque no
sea de modo consciente79, y si aquélla coincide con la del auditorio
que acude a su representación, no es preciso pensar en un deseo docendi absolutamente explícito. Ahora bien, es verdad que el escritor, si
está incardinado en el sistema, como es el caso de Castro, tenderá a
plasmar en su obra el dato de que son los valores asumidos por la sociedad los que funcionan en el mundo y permiten resolver los problemas en él suscitados, y en este proceso podrá (explícitamente o no,
con plena consciencia o sin ella) modelar el texto de modo que queden realzados determinados elementos de la norma ideológica, así
como la efectividad de los mismos80, pero para ello se remitirá, preferentemente, al discurso teórico, sin "reflejar" necesariamente y de
la asistencia continua de la aristocracia y la alta burocracia, la clase media (oficiales, estudiantes, comerciantes, religiosos, etc.) parece haber sido el público más
numeroso y constante de los corrales.
79 La elaboración de una obra refleja siempre, y en general de modo inconsciente, las concepciones de su autor, sencillamente porque éste ordena, jerarquiza, enfa tiza o explica según su propia visión del mundo (cfr. Eco, 1979, 56--7), de la misma
manera que los rasgos de la personalidad y del carácter se plasman inconscientemente en los tests proyectivos, de los cuales el T.A.T. consiste, precisamente, en
narrar historias sugeridas por una serie determinada de láminas (vid. Frutos, 1957).
Desarrollo esta cuestión en Montaner (1987, 140).
80 Los dos conceptos esenciales que, a mi modo de ver, informan los mensajes
ideológicos transmitidos por la comedia nueva son el de la honra y el del absolutismo, el primero como principio rector del comportamiento individual (plano de lo privado), el segundo como elemento sustancial de la actuación colectiva (plano de lo
público), de modo que el engarce de ambos imperativos y de ambos planos permitiese
el funcionam iento del sistema social vigente. En ambos casos, sin embargo, su presentación teatral dista de ser un puro reflejo d el auténtico comportamiento social, pues
es obvio que ambos factores, pese a las opiniones de Garáa Lorenzo (1978, 93) para el
primero y Maravall (1972) para el segundo, están r,resentados en las comedias de un
modo "exagerado", pues lo que se pretendía era difundir su sustento ideológico, esto
es, se buscaba, por una parte, dotar de unas motivaciones internas y, por tanto, convencionales, a la comedia, tal y como ya las poseía la lírica amorosa, y, por otra,
exaltar hiperbólicamente la letra de unos preceptos de los cuales era el espíritu lo
9ue se quería incardmar en la mente de los espectadores, pues sólo se trataba de justificar y afianzar sus bases ideológicas, las cuales únicamente en sus consecuencias
últimas, como es el caso de la tensión dramática, podían abocar a tal proceder. Es,
pues, de este modo oomo se exaltan los conceptos de honra, linaje, estamento, deber y,
sobre todo, la prudencia, que atempera a los demás para que cumplan exclusivamente
su función soaal.
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
89
modo directo la realidad81 , y, además, creará unas motivaciones
narrativas que permitan la plasmación escénica de tales valores,
teniendo en cuenta que aquéllas han de impulsar el propio proceso
dramático, tanto como motivar a los espectadores.
Se aprecia así que el autor no puede reflejar los conceptos en su
función implícita, desleída a veces, subconsciente en cualquier caso,
que adoptan en la realidad: tiene que hacerlos aparentes, destacados, casi extremos para que sean "aceptables", es decir, para que
sean intranarrativamente verosímiles82 y para que resulten patentes al auditorio, no de tal modo que asuma su expresión denotativa, frecuentemente hiperbólica, sino su huella connotativa; no para
que actúen estrictamente como los personajes de la comedia, sino
para que la norma ideológica que es capaz en casos extremos de sus81 Pues, como hecho de la superestructura modelado por la norma ideológica,
tenderá a plasmar, no los hechos de la estructura, sino el discurso construido sobre
ésta (vid. Escarpit, 1971, 11-12, post Hazard, Lovejoy y Carré), teniendo en cuenta que
se trata más bien de un conjunto de aspiraciones que, estrictamente, de un reflejo de la
realidad tal cual es, lo que, como se ha visto en fa nota precedente, es de capital importancia para comprender el auténtico alcance de los conceptos de honra y soberanía
en la comediografía del s. XVII.
82 Es de notar que la relación ya comentada entre el "ser" histórico y el "deber
ser" poético se fundamenta en último término en el concepto de verosimilitud, según el
prmcipio aristotélico del tuc~: Eligenda autem sunt quae fíeri non possunt et uerísimília sunt, magis quam quae fíerí possunt et parum apposita sunt ad persuadendum
(foi!tica, 60a 26-28, pero la aDÓCiosis es en el texto griego tan sólo µÍV..w\ffl O'l.lV<X'tCX
a.m8a.va, "antes que lo posí'ble increíble"), concepto eminentemente ligado al de lo
argumentalmente necesario (ClV<X)'ICO:to~): verum ut simpliciter se definita dicam, in
quanta magnitudine secundurn verisimile aut necessarium deinceps nascentibus rebus
contigit in prosperam fortunam . .. (Poi!tica, 51a 12-14; las redondas son mías). Por su
parte, López Pinciano, al analizar esta cuestión, comentando precisamente el pasaje
60a 26-28 de la Poética, pone unos ejemplos que muestran cómo el concepto de verosimilitud no era sinónimo de realismo sino de satisfacción de expectativas y de coherencia interna:
Pues tomo a pregu[n]tar: ¿El sol es posible q[ue] sea mayor que la tierra?
P[inciano]: Y aun necessario, si los matemáticos enseñan verdad.
F[adrique): Pues haced vn poema actiuo o oomún desso; vereys cómo se
ryen las ge[n]tes, llenadas de la incredulidad y falta de verisimilitud
para con ellas. ¿Veys cómo hay cosa possible y no verisímil? Y que sea vna
cosa imposible y_ verisimil ( ... ) miraa a la República de Platón, la qual es
muy verisimil al parecer ordinario, y si un poco la exprimís la hállaréis
impossible.
(Philosophia, v. II, ep. V, p. 69)
Se puede comprender mejor así cóm0 conceptos de una aplicación tan extremada y casuística como la honra fuesen verosímiles, es decir, aceptados como motivación intranarrativa de procesos dramáticos, pero imposibles, es decir, no vinculados necesariamene a una práctica real correlativa. Creo que de este modo puede comprenderse mejor la ri!5!dez de unas normas capaces de generar esas situaciones límite
tan del gusto de la estetica barroca, del mismo modo que1a resignación de los ultrajados
por el monarca en los textos aducidos por Maravall (1972, 122 ss.).
90
ALBERTO MONTANER FRUTOS
citar tales reacciones, sea asumida en la cotidianeid ,d más o menos
intrascendente o rutinaria, permitiendo así la consolidación y el
equilibrio del sistema social vigente.
Se inserta en este punto el segundo elemento señalado por Maravall (1972 y 1983, espec. 269 ss.), el del conservadurismo, que en este
caso vendría teñido de reaccionarismo en tanto en cuanto pretendía
perpetuar sistemas de relaciones caducas (especialmente las
señoriales) y rechazar cualquier novedad que alterara el sistema.
El carácter netamente conservador es evidente, si se entiende por tal
la tendencia del discurso teórico a justificar la situación coetánea, y
por lo tanto a buscar la permanencia del sistema social que lo produce y al que explica, pero, desde esta perspectiva, toda norma
ideológica de una sociedad vigente es conservadora, lo que implica
más bien la constatación de una efectividad histórica que la de u na
posición relativa de ese discurso respecto de las coordenadas de la
sociedad en que se integra, si bien su propio compromiso con ella excluye el rupturismo de los extremos de la ideología política. En
cuanto al reaccionarismo, depende de lo que en una sociedad como la
barroca se entienda por "progreso" y otras nociones claramente posteriores83, a falta de las cuales la teoría política "rupturista" debía
83 Recuérdese al respecto la ambigüedad d el tema del mundo al revés, que
perspectivas actuales han podido ver como un elemento contestatario, pero que en 1os
ss. XVI-XVII marcaba más bien un pensamiento "conservador" o, más estrictamente,
la visión de quien, estando de acuerdo en general con el sistema establecido, pensaba
que debía perfeccionarse por una recuperación m ás completa de un mo delo utópico
dado por la tradición, oponiendo lo que es a lo que, moralmente, debiera ser (cfr. Maravall, 1983, 315-7 y, especialmente, Vaíllo, 1982, que ve el tópico en Quevedo como
el producto de una "óptica reaccionaria" -vid. p. 187-8). De todos modos, hay que tener en cuen ta que un discurso rupturista, es decir, en desacuerdo con el sistema social
vigente, no ,rodía expresarse en el s. XVII, ni hasta entrado el s. XV III, en clave
"progresista', sencillamente porque el haz semántico constituido en tomo al axis conceptual d e la "modificación de las estructuras sociales mediante la inclusión de elementos nuevos" no estaba constituido todavía. En efecto, la familia léxica de progreso sólo contaba en el s . XVII con dicho término, que era un latinismo introducido ca.
1570 por Aldana y Herrera, que no fue recogido en el Tesoro (1611) d e Covarrubias, y
~ue fue retomado por Villamediana (t1622), con el sentido etimológico _general de
'avance, acción de ir hacia delante" (DCECH, v . !, p. 77a, s.v. "agredir"; Jackson, v.
XVII, p. 391b, s.v.). Solo posteriormente pasó a significar "adelantamiento, perfeccionamiento" (cfr. Maravall, 1983, 343), pero con un sen tido tan poco marcai:io ideológicamente que podía situarse sin p robíemas junto al término hoy contrapuesto en el
plano político: "... no tanto por vía de mitigacion, cuanto por necesario medio para su
m ejor conservación y pro~resos" (Fr. Franasco d e Sta. María, ap. J ackson, v. XVII, p.
391b; subrayo). Los d emas miembros d e esta familia léxica son todos p osteriores: progresivo aparece en Autoridades, pero sólo denotando "que va hacia delante", pues su
contenido político no aparece documentado hasta Larra (vid. DCECH, loe. cit., y
Jackson, loe. cit); progresar y progresista se incorporaron al diccionario académico en
POL!TfCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
91
n ecesariamente ser reformad ora, es decir, había de adoptar posiciones d e vuelta a modelos ideales a través de la utopía en el pasado o en los orígenes, fenómeno que generaba esa añoranza de la Edad
Media a que antes he aludido (ut supra § 111.1 in fine), mientras que
lo "moderno" era precisamente lo coetáneo (vid. n. 83), es decir, en el
plano político, los discursos teóricos absolutistas desde Bodino a
Hobbes.
Para analizar esto en relación con MCii, puede ser particularmente esclarecedor comparar la visión que da Maravall (1972, esp.
122-123) de la exaltación del absolutismo en el teatro barroco con la
que ofrece el caso concreto de la obra que aquí se contempla. Según el
análisis de Maravall, la comedia barroca expone el poder absoluto
del monarca sin paliativos, condenándose toda acción contra el rey,
y muy especialmente el tiranicidio, todo lo cual constituiría la
exaltación d el único principio capaz de garantizar el mantenimiento de una sociedad de privilegios: el poder real, soberano, absoluto e
irresistible, que se representaría así como la nueva e inquebrantable
base de una estratificación privilegiada que sólo así se sostendría.
Esta visión parece responder al modelo propuesto por MCii, y,
sin embargo, esta obra, en la que el tiranicida muere y es universalla edición d e 1864 (DCECH, loe. cit.); pero en Jackson (v . XV II, p. 389a) sólo el segundo
término tiene un significado ideológico explícito.
Con la familia d e moderno ocurre otro tanto. Esta palabra se encuen tra definida por Covarrubias como "lo que nuevamente es hecho en respeto de lo antiguo
( ... ) Autor moderno, el que ha pocos años que escrivió, y por eso no tiene tanta autoridad como los antiguos" (Tesoro, p. 809a, s.v.). Mode rnidad y modernizar faltan aun en
Jackson (v. XIV, P.· 221 c), que recoge sólo las entradas modernamente y moderno, con la
locución, ejemplificada en un texto de L. F. d e Moratfn, "a la moderna", referida m ás
bien a costumbres que a ideas. Por su parte, reaccionario no se documenta hasta el diccionario de la Academia de 1843 (DCECH, v. !, p. 43b, s.v. "acta"). Por último, cabe
destacar 9ue la noción de reformación (como se decía en la época) no conllevaba la
connotacion de "avance" que le otorgó el pensamiento político del s. XIX, sino todo lo
contrario: "Reforma r. Bolver a dar forma a una cosa que se avía estragado, y mudado
de su ser y condición" (Covarrubias, Tesoro, p . 899b, s.v.).
Se comprende así que en el pensamiento político del s. XVII no se pueda d istinguir claramente un espectro ideológico con una serie de gamas desde los que propugnan la vuelta a estructuras anteriores has ta los que reclaman un nuevo orden social
que acabe con el vigente. Se puede entender, d e este modo, que el pensamiento ruptunsta de los ss. XVf-XVII, incluso el que desde una perspectiva actual puede parecer
"renovador", adoptase con frecu encia fórmulas de una rigidez moral y una falta d e
compromiso con l as nuevas realidades (especialmente el mercantilismo o la movilidad social) que muchas veces p ueden parecer, d esde fuera del contexto en que se produjeron, no sólo anacrónicas, sino "reaccionarias", mientras que, por el contrario,
ideas aparentemente "progresistas", como la del tiranicidio, eran un residuo de u na
visión periclitada d el _poder, e incluso, en manos d e pensadores claramente ortodoxos
como Mariana, una formula de apoyo teórico al sistema absolutista.
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
POLIT/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
mente execrado como traidor, presenta también la muerte del tirano, y no una muerte cualquiera, sino la más ignominiosa: en situación
degradada, como todas las que tienen que ver en esta cultura con el
bajo vientre, a traición y por la espalda, a manos de un cobarde y con
su propio venablo. Desde luego, frente a esto, está la entronización
de don Alonso, garante de la continuidad del sistema. Pero incluso
Rodrigo se permite tomarle la jura, llegando casi a forzar voluntariamente su destierro, que además le es magnánimamente condonado
por el rey, con lo que el Cid vuelve con su honra y su orgullo impolutos. Hay que tener presente, además, que Guillén, y otros autores,
habían llevado a escena tiranicidios y rebeliones84, en lo que puede
apreciarse la falta de un mensaje homogéneo en cuanto a la presunta
voluntad dirigista del arte del momento.
cialismo que cristalizaría con Bossuet en el pensamiento histórico
barroco (vid. Frutos, 1952, 48). Las ideas de Castro no son originales
ni estrictamente nuevas, pero su desarrollo, y su ubicación dentro del
panorama teórico del momento lo acercan más a esas posturas de
compromiso absoluto con el modelo vigente, el hic et nunc político,
que a discursos más impregnados de rupturismo anacrónico y deseo
de vuelta a modelos utópicos periclitados. No se puede traducir esto
exactamente a conceptos políticos actuales, ni decir tajantemente si
su pensamiento es más avanzado que retrógrado. En todo caso, su
postura pertenece, históricamente, a un compromiso entre los dos
modelos esenciales vigentes en su momento, pero decididamente incardinado, en MCii, en la línea más "moderna", cronológicamente,
del pensamiento coetáneo85.
Hay, sí, un deseo de "conservación de la república", una defensa
de los valores del sistema, pero esto se transmite al auditorio desde
diversas perspectivas. A fin de cuentas, la defensa del tiranicidio
era propugnada sobre todo por la teoría pactista, y ésta procedía
del pensamiento político bajomedieval, como procedimiento de articulación del modelo feudal sobre el gobierno conjunto de los meliores et maiores terrae, frente al progresivo afianzamiento de la monarquía autoritaria, que daría paso al absolutismo de los ss. XVIIXVIII (vid. García-Pelayo, 1968, 123-7 y 157-61). En el otro extremo
estaba lo "moderno", el pensamiento político galicanista, el absolutismo radical que negaba por completo la licitación del regicidio
(vid. Chevallier, 1979, 47-8, 57 ss. y 77 ss.; Ebenstein, 1969, 428-9 y
455-6). Entre estos dos modelos, el pensamiento contrarreformista de
Mariana o de Rivadeneira representaba un término medio de justificación de la sociedad vigente pero todavía con el espíritu de
"reformación", sobre el concepto del príncipe cristiano, inserto en sus
exposiciones doctrinales.
85 Por otra parte, la postura de Sanchis (1981) incide sobre el problema de un
presunto carácter subversivo del teatro, basándose en los ataques sistemáticos de determinados moralistas y en las ocasionales prohibiciones reales. Su visión, d esde luego, permite rerlantear, junto a las consideraciones que ya he realizado, el dirigismo
monocorde de drama español de la época, pero, en cambio, las relaciones preinsertas
sobre la visión coetánea ae la política, tampoco parecen justificar ese carácter marginado y subversivo que Sanchis le atribuye. l'ara comprender mejor la polémica sobre
la licitud del teatro hay que considerar, en primer lugar, que los críticos perteneáan
a un sector cuyo compromiso con el sistema vigente no era total, sino mediatizado por
una exigencia de "reformación" (ut supra) basado en un rigorismo moral más que
político, como es el caso de Mariana, de Rege, lib. III, c. XVI y de Spectaculis, o de Rivadeneira, Tratado de la tribulación, c. XI, actitud de cuyo carácter individual y no
oficial aporta evidentes datos Rusell (1978, 459-68). Por otro lado, se desprende de
tales ataques (cuya sinopsis puede verse en Sanchis, 1981, 126-8) que la condena se refería especialmente a cuestiones religiosas y de conducta privada (sobre todo, de decoro sexual), que no eran ni oficiales ni fundamentales, mientras que el contenido socio político se escapaba a condenas más graves o profundas, como, por otro lado,
muestran las apologías de la moralidad de la comedia, que aluden también a esos
problemas de decoro, negándolos o justificándolos, y no a cuestiones de contenido
ideológico (vid. Rey de Artieda, Discursos ... de Artemidoro, in PDE, nº 18, p. 137-40, y
Bances, Teatro de los teatros, in PDE, nº 57, p. 347-51).
En cuanto a las prohibiciones e intentos de "reformación" del teatro por
parte del aparato estatal, hay que tener en cuenta que el poder político se mostró oscilante en este tema, sin una línea clara de actuación, frente a lo cual no hay que olvidar el paulatino auge del teatro cortesano, donde las obras escenificadas no eran sustancialmente distintas de las de los corrales.
En última instancia, el problema de la licitud del teatro establece, en el
plano del discurso teórico, la propia dialéctica del docere y el delectare, por cuanto,
para una sociedad como la contrarreformista, la búsqueda del deleite era un factor
sospechoso, siempre cercano al pecado, mientras que el adoctrinamiento en la piedad
era uno de los fines primordiales de la religiosidad tridentina. La contraposición de
ambas facetas se traducirá así en el enfrentamiento de quienes pensaban que la satisfacción del gusto no era compensada por la enseñanza que a través de ella se podía inculcar, y de quienes, en cambio, veían en el deleite útil un vehículo importante de contentamiento (estético e ideoló$ico) del auditorio, sin que las consideraciones últimas
de ninguno de los bandos, m la práctica dramática desarrollada simultáneamente
atentasen contra la arquitectura basica d el sistema.
92
En este cuadro de visiones políticas, MCii representa un acercamiento del contenido ideológico al pensamiento "moderno": caracteriza al tirano aún como Bodino, pero niega la licitud del tiranicidio, valiéndose, para salvaguardar el sistema, del providen84 Vid. Crapotta (1984, 21 -38), Ga1 , Lorenzo (1976, 56-71), Lauer (1987,
pass.) y Said (1975, 209-10). Sobre las rebeliones populares en el teatro de Lope, vid.
Blecua (1983, 11-25), quien ve acertadamente en ellas ejemplos ex contrario para que
los gobernantes no "degeneren en tiranos", papel que Delgado (1984, 27) otorga también a los tiranicidios dramatizados por Castro.
93
IV.
LA IDEOLOGIA
Una vez analizado el sentido que tanto la transmisión de una
ideología como la orientación de ésta tienen en el teatro barroco y,
especialmente, en MCii, es preciso proceder a considerar el contenido concreto de ese mensaje inserto en la obra y de qué modo la norma
ideológica ha influido en la caracterización de los personajes y en el
desarrollo de las acciones, para que reflejen implícitamente el sistema de valores de aquélla. En este sentido, hay que tener en cuenta
que en la obra no hay ninguna declaración explícita que condense el
pensamiento del autor, sino que éste se va plasmando en la obra a
través de las motivaciones dramáticas, por lo que su captación opera desde el nivel connotativo y no desde el denotativo, de modo que
los espectadores no reciben directamente los conceptos sociopolíticos
que animan el drama, sino que éstos se plasman dinámicamente en el
proceso narrativo, que los sugiere connotativamente al auditorio.
El problema metodológico que esta situación plantea al crítico
es el de identificar los rasgos de norma, puesto que éstos no están patentes, sino inmanentes, en el discurso. Para analizarlos hará falta,
pues, confrontar el texto con otros discursos teóricos coetáneos para
sintetizar así las ideas características de la norma ideológica del
texto y su relación con el contexto cultural en que se ha producido, es
decir, deducir la norma ideológica individual y relacionarla con la
colectiva. Esto implica, lógicamente, tener en cuenta elementos que
quizá no fueron conscientemente modelados por el autor, pero que
están igualmente presentes en el texto y responden del mismo modo a
las normas ideológicas vigentes. No se trata, pues, de concretar la
voluntad del emisor, sino lo que trasmite su obra, es decir, el conjunto
de representaciones culturales que, intencionadamente o no, han sido
plasmadas en MCii. Del mismo modo, tampoco se sugiere aquí que
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
96
este cúmulo de ideas fuese asimilado en su totalidad por el auditorio, es decir, que fuese capaz de explicitarlo, sino que esa estructura
ideológica era la que éste había asumido connotativamente por el
mero hecho de retener los sucesos en su memoria (ut supra). Por otra
parte, el uso de textos coetáneos como medio de objetivación de esas
ideas sociopolíticas no supone la presentación de un corpus de
fuentes del autor, sino de una serie de representantes de las ideas
vigentes, las cuales pudo conocer Guillén por muy diversas vías,
pues formaban parte, aunque quizá con formulaciones menos técnicas, de la "conciencia colectiva", y se ha acudido a ellas por la evidente razón de que eran precisos discursos teóricos explícitos que
posibilitasen el reconocimento del discurso implícito en MCii y su
localización en el panorama ideológico coetáneo .
l. Tiranía y principado
Comenzando por el problema inicial planteado en MCii, es necesario justificar el carácter de tirano de don Sancho, factor esencial
en la explicación de la norma ideológica y de su modelado del texto,
tal y como se ha analizado anteriormente. Frente a esta aserción
que he venido reiterando, la única ocurrencia que en MCii, en claro
contraste con CMS, tiene la palabra tirano, parece contradecir tal
opinión:
Bellido
Hijo 1º
¿Trayción es poner la mano
en un rey que fue tirano?
Nunca es tirano el Señor.
(MCii, v . 1487-9)
Sin embargo, esta frase final no rebate la caracterización de don
Sancho, sino que expone, como ya señaló Said (1975, 209), la teoría
política ortodoxa dentro del absolutismo: no es que don Sancho no
fuera tirano, sino que todo monarca absoluto, por el hecho de serlo,
no puede ser tirano, o mejor dicho, no puede ser consi1erado como-~rano, y es ilícito oponerse a él. La solución de este posible deseqmhbrio del sistema, como ya he señalado, vendrá dada, para Castro,
POL!TICA, 1-J!STOR!A Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
97
al menos_ en :sta obra, por la labor de la providencia divina, aspecto
~ue analizare al estudiar, en concreto, la actuación de Bellido (vid.
znfra § IV.2), y al final de este apartado, al estudiar la muerte de
don Sancho.
Una vez a_clara~o este punto, es preciso salvar otro problema
antes de apr:ciar que rasgos del tirano concurren en don Sancho, y es
el .de su caracter de tyrannus ab origine o de tyrannus a regimine86. El
pnmero era el usurpador, rasgo básico del tirano según la definición
de las Partidas:
Tyrano ta[~]to quiere dezir, como Señor q[ueJ es apoderado, en algund
Reyno, o tierra por fuer<;a: o por engaño, o por traycio[n]. Estos tales
s~m, e de tal natura, q[ue] despues, q[ue] son bie[n] apoderados en la
tierra, aman mas de fazer su pro, rnaguer sea daño dela tierra que la
pro comunal, de todos, porque sie[mJpre biue[n] a mala sospecha dela
pffdff~
'
Y a este tipo de tirano, claramente identificable con el príncipe ma. T 88
qm~ve '.c? ., t~~os l~s tratadistas lo consideraban reo de muerte, y
su tiramc1d10 licito, mcluso los autores más claramente contrarios a
este procedimiento, como Bodino:
H:m?s dicho que es. tirano 9~ien por su propio esfuerzo se erige en
pnnc1pe soberano, sm eleccton, ni derecho hereditario ni suerte ni
¡usta guerr~, ni vocación especial de Dios. A él se refier~n las leye's y
auto.res ant1 9uos, cuando disponen se le dé muerte, e incluso que sus
asesinos reciban una gran recompensaB9_
t(u~d
86
Según la distinción del P. Suárez; Baldo establece otra similar en el Tracta-
dLayer,,
Tyrannia, entre el tyran~us ex defectu tituli y el tyrannus ex parte exercitii
1987, 37 Y 67-8; Rwz de la Luesta, 1984, 232-3). Para todo lo relacionado
VI ·
con la tirama de don Sancho he temdo en cuenta las exposiciones de Crapotta (1984
'
147-78), Delgado (198~, 75-88) y Lauer (1987, 104-7).
87 Partidas, II, tít. J,_ L. 10, f" 6va. Gregorio López, en la glosa a dicho asa ·e
(n_ota g), aduce co~o ratif1caaón _la definición de Baldo en áe Tyrannia: d{cit[u~J
etia['!ll tyran_nus qui vult occu¡,are zllud quod est propriu[m} principis & punitur poena
mortis (Partidas , loe. at., f" 6 b).
. Sobre el texto legal alfonsí, recuérdese que estaba vigente como derecho supletono para todos los aspectos !1º recogidos en las leyes de ra Nueva Reco ilación.
8_8 La conqwsta y el como mantenerla son, jllllto al dolo bien empleado los casos
esenciales a los que dedica Maquiavelo ll Príncipe. De los 26 capítulos de la 'obra tres
(\:-Vll)_se refieren al nuevo_pnncipado adquirido por las annas, uno (VII) trata de
his, qui per scelera ad przncipatum pervenere (p. 41) y dos (XVII-XVlll) esp~óf1camente del uso adecuado del dolo y la crueldad corno modo de asegurar la perv1vencia del pnnc1pado.
89 Bodino, ~épublique,_ lib. 11, c. V, p. 102; vid. et. Ebenstein (1965, 248). Nótese
que en la expos1c1on de Bodino, y en otras obras de la misma índole, la defensa del
ALBERTO MOl\11'ANER FRUTOS
POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
En cambio, el segundo tipo de tirano era el que, siendo legítimo se
comportaba de manera opuesta a su carácter (para lo cual, ut infra),
según recoge, como mera posibilidad, la citada ley de Alfonso X:
la partición de don Fernando91 era completamente inaceptable para
el estad~ ab~oluti~t~, que había heredado sobre este tema el concepto ~e la ma~1~nab1hdad de la Corona, según la metáfora de la tunica z~con~utzl~s ya citada (vid. § II y n . 24), concepto que en 1442
hab1a cnstahzado en una ley paccionada del rey y las Cortes de
Castilla
98
Otrosí dezimos: que maguer a lguno, ouiesse, ganado Señorío del Reyno, por alguna de las dichas razones: si el vsasse mal de su poderío en
las maneras q[ue] desuso diximos: en esta ley, q[ue]l p u ede[n] dezir las
gentes tyrano: e tornarse el Señorio q[u]era derecho, en torticiero.
(Partidas, II, tít. I, L. 10, fº 6v a)
A éste, la designación de tirano se le daba, según concebían los tratadistas, de modo translaticio (cfr. Gregorio López, in Partidas, not.
N ad legem cit. fº 6v b-7r a), por lo que el tiranicidio era objeto de
discusión9(), y, en el caso de MCii, como se ve porlos versos citados al
inicio de este apartado, explícita1:1ente rechazado .
Ante esta doble perspectiva, la cuestión que se suscita es que don
Sancho, según la versión ofrecida tanto por la historia como por la
leyenda, era tan sólo monarca legítimo de Castilla, y sus pretensiones unificadoras, aunque determinadas crónicas, como CPC, las
considerasen justas, implicaban la usurpación de los territorios legalmente pertenecientes, por voluntad testamentaria de don Fernando, a sus hermanos, constituidos en reyes independientes y soberanos.
Lógicamente, de haber mantenido esta concepción del tema, el
argumento habría carecido de todo el interés ideológico que conllevaba en la época la consideración del tirano, pues siendo un usurpador y su tiranicidio legítimo, .el conflicto teórico desaparecía. Por
otro lado, la concepción patrimonialista del reino que subyacía en
tirarucidio del usurpador se constituye, por contraste, en una exal tación del monarca
legítimo, al que, en cambio no se podrá expulsar del trono.
90 Las opiniones eran básicamente dos: la de los que pensaban que el tiranicidio, o al menos la deposición, eran legítimos siempre que el monarca contraviniese los
principios rectores de su dignidad (posición de los pactistas, como Stephen Junius
Brutus o Hotman), y la de quienes opinaban gue el tiranicidio no era nunca legítimo,
pues sólo Dios podia juzgar a los reyes (opinion de los defensores de la monarquía de
derecho divino, desde Sto. Tomás a Quevedo). Entre ambas posiciones polares estaban quienes, aceptando la procedencia divina del poder regio, creían que en casos extremos podía llegarse al tiranicidio (Mariana, Fr. Domingo de Soto), o, al menos, al
destronamiento (Fox Morcillo, Luis de Malina), mientras que, por último, algunos consideraban ilícito oponerse al monar.ca, pero admitían la resistencia pasiva mediante
la desobediencia (Juan Márquez, Alfonso de Castro, Diego de Covarrubias). Vid. la
bibliografía señalada en la nota 20.
99
en la q~e se establ~ce _qu ~ l~s ciudades, villas y lugares con sus términos a~1 ~orno las 1unsd1cc1ones, hayan sido y sean inalienables e imprescrzptzbles para siempre jamás y hayan quedado y queden siempre
en la Corona real .
(García-Pelayo, 1968, 43)
De este modo, se comprende que el don Sancho de MCii aparezca
de facto y constantemente como el rey legítimo, calidad que nadie
pone en duda, lo que queda especialmente claro en el acatamiento de
que es objeto por parte de Arias Gonzalo, quien, de ser consíderado
don Sancho como usurpador, era el personaje óptimo para declararlo:
D. Sancho
Arias Gonc;alo, ¡ríndeme a <;amoral
Contempla el oro en mi Real cabec;a
Y el azero en mi mano vencedora.
Si soy tu Rey, buen viejo .. .
Arias
¡Cosa es llana!
(MCii, v. 465-9)
91 La escen~ preli1;1inar de ~a partición presentada en MCi, v. 2719-890 resenta como motivacwn de esta, no solo el concepto patrimonialista y familiar 2:1 estado,_defenc:tido por _!'eran~ules (a favor de don Alonso y don García) y Arias (a favor de
do.!1ª Urraca Y dona Elvua), frente a la concepción absolutista y nacional que Diego
~a'.nez propone a favor de don Sancho, sino también por el carácter tiránico de este
ultimo, del ~ue al fm_al de es~ escena se .dan claras muestras, y frente al cual el rey, en
su rerudenaa, se vera unped1do, en un mtento_d~ limitar_ su poder y de garantizar la
de ensa de sus hermanos, de ado~tar el pr_m ap10 de pnmogenitura (via. Crapotta,
1_984! 154-5). Desde ~te punto de y1sta, M~i plante!! una serie de anticipaciones justificativas, frente a la idea de la unidad naaonal ba¡o la monarquía absoluta del proceder de don Femand? e.n ~l r_eparto de sus reinos, que, si no acaba de foder ~erse, por
parte de una pmma 1deologtca 9ue sustenta la inenajenabilidad de territorio estatal, _como autenti<;amente Justo, tiene en su disculpa que se realiza por culpa de la tiran1a que se preve en don Sancho, por lo que éste aparece, en último término, como la
c~usa_ real de ese ~esafuero de su padre. En cualquier caso, en MCii, el tema no suscita
mngun comentano, y lo que se destaca es la violación por parte del rey presente de la
voluntad testamentaria del rey difunto.
ALBERTO MONTANER FRUTOS
100
D. Sancho
Arias
( .. .) Mi fe me anima, y mi valor me abona;
d esta manera la victoria allano.
¿qué mano ha de atreverse a mi persona?
Nadie te ha de ofender, Rey soberano. 92
De este modo, se oblitera el problema de la partición,
implícitamente rechazado desde una concepción del territorio estatal como inenajenable, y el carácter del tirano queda circunscrito al
modelo au ténticamente problemático y cuya posible existencia suponía una debilidad en la cohesión teórica del sistema, el tyrannus a
regimine. La situación de Zamora sería así la de un territorio poseído
en régimen señorial por doña Urraca, de quien los zamoranos serían
vasallos, pero, en cuanto naturales de los dominios de la Corona castellanoleonesa, aquí claramente centrada en Castilla, como título
principal93, súbditos de don Sancho, según los presupuestos establecidos a partir del s. XIII, con la cristalización del naturalismo jurídico,
que surgió a raíz de la decidida penetración del aristotelismo en el
campo del derecho, y que establecía que los individuos estaban automáticamente vinculados al príncipe de la tierra, y, en las concepciones absolutistas, al monarca como cabeza visible y rectora del Estado, por su naturaleza, es decir, en virtud de su ligazón al territorio
y a la sociedad por nacimiento, concepción que obviaba los lazos de
infeudación y permitía la adscripción inmediata y solidaria de todos los "naturales" a su nación (vid. García-Pelayo, 1968, 114-6).
Situados, pues, los personajes en el lugar que la norma ideológica
les deparaba, la actuación de don Sancho puede considerarse tiránica
desde la misma acción rechazada como usurpación, pues, del mismo
modo que el tyrannus ab origine se hacía tal por arrogarse una sobe-
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
101
ranía a la cual no tenía derecho, el tyrannus a regimine quedaba marcado por n~ re~petar las leyes naturales, especialmente la del dere-
cho de los subdttos a la plena posesión de sus propiedades privadas:
La monarquía real o legítima es aquélla en la que los súbditos obedecen l~s !~yes d el n:ionarca y el monarca las leyes naturales, gozando
los subd1tos ,de _la, b?ertad natural y de la propiedad de sus bienes ( ... )
La monarqma t1ranica es aquélla en la que el monarca, menospreciando las !~yes naturales: a~usa d e las personas libres como de esclavos y
de los bienes de los subd1tos como de los suyos propios.
(Bodi no, Repúblique, lib. II, c. 11, p . 94)
Que la actuación de don Sancho pueda asimilarse a este modelo de
conducta queda explicitado por la propia doña Urraca, cuando se lamenta del comportamiento de su hermano al principio de la obra:
Urraca
Mi d1;sventura todo lo atropella;
y ass1, parece que en la suerte mía
son rayos los efectos d e mi estrella.
Si es que don Sancho (cuya mano impía
doña Elvira dexó desheredada
·
y preso tiene en Luna a don G;rcía)
en el trance feroz desta jornada
venciese a don Alonso, justamente
podré temer los filos de su espada.
(MCii, v. 189-98)
. Puede apreciarse en este fragmento cómo el monarca castellano,
sm respetar ni los legítimos títulos de sus hermanos ni sus deberes
como príncipe cristiano, ha arrebatado ya sus posesiones a doña EIVJra y a don García, está en trance de hacerlo (de hecho aunque
doña _urraca no lo sabe, lo ha hecho ya) con don Alonso, y se propone
culmmar sus proyectos despojando a la infanta de su herencia contraviniendo expresamente las obligaciones del deber regio' estipuladas por el derecho canónico vigente:
1
MCii, v. 487-90. Vid . et. v. 815 y 1450-53. Y nótese que los v. 1488-9 reproducidos al principio de este§ IV.1, no están P.uestos e!1 boc~ de castellanos, sino de uno
de los h1¡os de Arias Gonzalo. Sobre la actitud de este, vid. Crapotta (1984, 173-4).
93 Los monarcas castellano-leoneses antepusieron siempre, desde Alfonso X, el
92
título real castellano, pese a que por antigüedad corresponáía la preferencia al.leonés. Y recuérdese que antes de la extens\ó_n cancilleresca de_!os títul~s de _Rex Hfspartiae o Hispartiarum Rex, los Reyes Catohcos dieron tamb1en la pnmac1a al titulo
castellano. Esta visión castellanocéntrica de España, presente a menudo en Castro
(vid. Faliu-Lacourt, 1988, 30), era común en la época, como muestran en clave irónica
los versos del heterónimo de Lope, Tomé de Burguillos:
Créeme Juana, y llámate Juanil~a;
mira que /a me¡or parte de Esparta ,
pudiendo Casta, se llamó Castilla.
(Lope, Rimas de Tomé de Burguillos, p. 43; subrayo)
Regum officium est proprium facere judicium atque justitiam: et liberare. de_ man~ ca_l~mniant~um vi oppressos: et peregrinis populisque,
et v1du1s, qui fac1l1us opprimuntur a potentibus prebere auxilium94.
94 C. Regum 23~ q. 5 (D~cr. pte. II, Ca. XXHI, ~- _V, c. XXIII). La glosa vulgata in
uerbo OpreSS(!S espeofica_: Hzc vzdetur, q~d 11 1ud1CJu{m] seculare specl11t defendere
opressos, & v1dU11s, & pupzllos (C.I.Can., col. 1345, nº 70, not. d).
POLrrtCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
102
Es evidente que don Sancho no sólo no es el que ayuda a los oprimidos, sino que es él quien los subyuga, con el agrava~te de que s~n
sus propios hermanos y dos de ellos son mujeres, y ~uerfanas, por ,º
ue su crimen se presenta, a los ojos de la norma ~1g~~te, con:~ mas
~xccrablc, y cae por completo dentro de la descnpc1on trad1c1onal
del tirano:
tyranus e.st qui violenta dominatione populum premit, qui nihil actum
putat: nisi papulum devoret.
(Lucas de Penna, ap. Martínez del Villar, Apología, fil 213v)
-. a~.
- don Sancho toda consideración relativa
a ,la estaPosponL,
,
bilidad del reino, a la justicia de sus actos o al in_ter~s comun para
centrarse l'n su obsesivo propósito. Todo el terntono ha de esta~
bajo su directo dominio y no piensa detenerse ante nada para conse
guirlo:
Si a mis hermanos persigo,
bastante ha ~ido la causa:
mis enemigos ~on todos,
beveré su sangre ingrata,
v no han de tener má s tierra
que quando _enci~a les cayga,
solamente siete pies .
A mi hermana doña Urraca
he de quitalle a <;a mora .. ·
103
con la ruina de sus súbditos engrandece su casa; el uno venga las injurias de Dios y de la República, y perdona las suyas, el otro venga cruelmente las suyas y perdona las ajenas95 .
Todos estos rasgos se aprecian claramente en el personaje del monarca castellano, que no duda, por tanto, en suscitar una guerra injusta96
contra sus hermanos, pues tal es la que le enfrenta con ellos, como
desde el principio, y refiriéndose a la batalla de Golpejares, deja
claro un personaje tan poco sospechoso como el propio Cid:
Rodrigo
Tarde llegamos, don Diego
don Diego Ordóñez de Lara.
Tan cruel como dudosa
comen~óse la batalla ( ... )
todo es valor español
y todo sangre cristiana;
todo es sangre, todo es fuego;
aquí mueren y allí matan;
el peso oprime a la tierra
y al cielo ofende La causa.
(MCii, v. 7-10 y 17-22; subrayo)
Y si la misión del buen príncipe era mantener la paz en su territorio y sólo acometer el iustum bellum 97 , el tirano se señalaba por
(MCii, v . 155-ó3)
Como se puede apreciar, ni el fratricidio asusta al tirano, ~on t_al de
.
.
tal y como pedían las caractenzac1ones
satisfacer sus ansias,
coetáneas:
;~;f'.~u;~~~:u: .~r;f/.~:f\;:::s!i. ~~~:;:1~::i~;.:~
0
.
, , d . d f . , y el sexo de doña Urraca y doña
En este contexto, l_a s1tuaaon e m_ e ci~~~lo
rrniten asimilar sus figuras
El vira, así como la presenaa de un ªY.0 ,1Ad~~s or el t~
canónico. Nótese, a este
con las de las viudas Y pupilos senMt d Jara o• Urraca por huérfana de madre,
1
propósito, que Cas~o ~ .preocupa en
~a impcrtancia de Arias Gonzalo como
contra la verdad h1stonca, para enc¡rMeGil)
.
consejero suyo (Weiger, 1980, 11, post . .
95 Rivadeneira, Tratado del Príncipe Cristiano , lib. 11, c. IX, p . 130-4. Sobre
esta contraposición del bien público y los intereses particulares se basan las definiciones del tirano de Sto. Tomas de Aquino, de Regimine Prind]!um (in Ebenstein, 1965,
272-3) y de Marsilio de l'adua, Defensor Pacis (ibíd . p . 327). Vid. et. Mariana, de
Rege, lib. I, c. V, p. 62 y Bodino, République, lib. 11, c. IV, P· 100.
96 Segú n el !'. Vitoria, en su Relectio de iure belli, · el fin de la guerra es la eaz
y la segu ridad d e la República" (ap. Ruiz de la Cuesta, 1984, 184), opinión recogida
también por Martfnez del Villar, Appendix, p . 109, n. b. y p . 222, y fundamentaaa en
los d octores de la Iglesia (vid. del mismo, Apologfa, f" 213v). Frente a esto, la lucha
emprendida por don Sancho tenía como único fin arrebatar a sus hermanos su parte de
la herencia paterna, en virtud de su ambición pclítica. Además su lucha era fratricida y, por ir contra los designios paternos, impía (ut supra nota 25), por lo que al buscar
el propio beneficio a costa del a1eno, su comportamiento quedaba claramente adscrito
al del tira no (cfr. Rivadeneira, del Príncipe, lib. JI, c. IX, p. 104). Por último, hay que
recordar que el inicio de un iniustum bellum prefiguraba su desastrado final, según las
idea~ coetáneas:
Porque de la injusta guerra
lamas se vee otro sucesso.
(1 lernando de Soto, Emblemas, fil 47v)
97 El Príncipe cristiano y el buen rey debían procurar, ante todo, la paz venturosa de su reino, yendo a la guerra sólo en casos extremos y siempre bajo los supuestos
del iustum bellum; esta concepción se halla ya en San Agustín (vid. Ebenstein, 1965,
214-24) y en la Edad Media se consideró uno de los deberes de la Corona: Est enim corona regis {acere justitiam et judicium, et tenere pacem (Bracton, de Legibus, 1, xxiv,
ALBERTO MONTANER FRUTOS
104
suscitar, como aquí, guerras civiles y discordias internas para
aprovecharse de la situación, pensando siempre en deuorare populum, como decía Lucas de Penna, según el pasaje ya citado. El resultado de esa actitud era, además, el uso de un rigor desordenado y de
un apetito inclemente dominado por la ira, cuya plasmación en el
don Sancho de MCii no deja lugar a dudas sobre su carácter tiránico.
Al hilo del discurso narrativo de la propia obra, se destaca primeramente su sed de venganza:
Rodrigo
D. Sancho
Rodrigo
POLITfCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
D. Sancho
Si al enemigo que huye
le hazen puente de plata,
¿por qué a un hermano persigues? (. .. )
Tu Magestad se reporte,
porque no es malicia tanta
digna de un cristiano pecho.
¡El corac;ón se me abrasa'
¡No me enojes, don Rodrigo!
que como rémora paras
mi furia! ...
Señor, perdona;
no has de pasar de esta raya-.
¿Tu misma sangre persigues?
¿Tu misma sangre derramas?
(MCií, v. 73-5 y 77-86)
El monarca castellano, como el tirano de Bodino, "sólo tiene en
cuenta su propio interés, venganza o placer" (République, lib. II, c.
IV, p . 100), y no se adecúa al precepto que pide la continencia del
monarca, que aquí se deja arrebatar por sus pasiones (ira, codicia,
intemperancia), en lugar de controlarlas:
Príncipes multu[m] laudantur, & gloria[m], & honore[m] consequuntur, ex castitate et continentia ( ... ) Et non solum príncipes laudantur
huíusmodi co{n]tíne[n]tía carnali, sed et[ iam] ex co[n]tinentia gulae,
auaritíae, & ambitionis, & superbiae98.
ap. García-Pelayo, 1968, 35), y Dante también expresó en de Monarchia conceptos
semejantes (vid. Ebenstein, 1965, 301 ss.). En el s. XVI, Cassanaeus consideraba este
principio como apotegma político evidente: Honor regis, & principis in pace subditoru(m] co[n]sistit (Catalogus, pt. V, con s. 16, fº 109v a), y, ya en el XVII, escribía
Martínez del Villar, acerca del príncipe: munus eius est, subditos in pace tueri, et justiti[a]e dignitatem (Appendix, p. 135, not. C).
98 Cassanaeus (1.e., Barthélemy Chasseneux) en su Catalogus Cloriae Mundi,
pte. V, cons. 11, f" 107vb-108ra. En términos semejantes disponían ya las Partidas que
105
¡Ea, valientes godos no vencidos
Y vencedores siempre, nuevos Martesr
Pues que nos sobra gente, repartidos
a <;amora asaltad por varias partes·
que tanto se defienda, de corridos, '
a puñadas batid sus baluartes
a puntapiés sus torres haz~ piec;as
sus murallas romped con las cabec;~s.
(MCii, v. 455-62; sigo la puntuación de Said 1975
, h ,
160, frente a la de Weiger 1980 61
sentido)
'
, , que no ace
para cristalizar en una exaltación de su venganza implacab]e:
D. Sancho
th-º~vil~ano!
Ya estoy de enojo ciego.
,m, valor,_ q~e en mi vengan~a apoya,
C1r_10n ca.rtagines, Aquiles griego,
~era sobre Cartago y sobre Troya.
,Guerra, guerra! ¡<;amora a sangre y fuego!
CMCii, v. 495-9)
expresión propia de su condición, pues
El rey hace profesión de guardar la . d d
. . .
tiene cuenta con Dios ni con fe ni ~e
~ , ~a _¡ust1c1a, la fe; el tirano no
vida de su p ueblo, cabeza del cuer n 1ust1c1a._(. ._. ) el uno es alma y
cada una de sus súbditos; el otro etc:~he)i3 repudbhca y como padre de
1 0 ver ugo Y atonnentador.
.
(Rivadeneira, del Príncipe, líb. II, c. IX, p . 103 y 105)
Como se ha visto hasta aquí só]o con I d
.
aparición fantasmagórica de don' Fernando :s h~~osspre~1os a Ja
presen_tado, como injusto, vengativo, intem~ra~te•J; d:;ia~:;oha
pero aun mas, pues todos estos rasgos se fundamentan sob
. . ..
esencial rayano en lo sacrílego, y cuyo recuerdo es omnip~=~~;:e;l
"el Rey, non deue cobdiciar ene] cora
h
.
9v~). _Sobre la necesidad de tem lan;;:an enonrra sobe¡ma es~ pro" (II, tít. III, L. 3, fO
Pnncrpe, lib. 11, c. XXI p 134-5 ypMarian del _gobemlibante, vid.. et. Rivadeneira del
' ·
a, e Kege, . 1, c. V, p. 57.
'
POLIT/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONT Al\'ER FRITTOS
106
me encargó la tutela de la infanta.
Leyes suyas defiendo, que atropellas
con tanta fuer<;a y con injuria tanta;
¡y los Reyes que son Cristianos Reyes,
no rompen fueros, ni derogan leyes!
texto: don Sancho, con mano impía, según la expresión de doña Urraca (ut supra) ha transgredido las _últimas voluntades de su padre,
como le hace ver el prudente Rodrigo:
Y apenas murió el buen Rey,
-quando la mano levanta~
(sin mirar que dúsde el cielo
con la suya te amena<;a),
y a tu hermano don Gar<;ia
desheredas v maltratas( ... )
Ilast,1, Rl'Y ,inn Sancho, ba_sta
que a tus hermanos les quites
los Rl'YO\)S y la cspcran<;a
dú cot>ra\los; de sus cuellos
d rígidt) ,lZl'rtl ap,uta.
Acuérd,lte ck que rompes
a tu p,1dn.' la p.ilat>_ra,
v temed Sl'r desdichado
~i su m.1\dicit)n tl' akan<;a
(MCii, 127-32 y 13B-46)
Al actuar de esta manera, don Sancho se mostraba, segú~
exigian las dcfinicicmcs preinsertas, co~o infra~tor de las l~yes divinas naturales, a las que prefería sus 1mpuls_1~as apet~;1cias Y su,
visiónypersonal e intransigente del poder J:>Ohtl~o: hac1endose as1
acreedor, como le señalaba Rodrigo, del castigo d1vmo:
y quie re Dios que los hijos tengan tanta obed!encia Y \esp_eto !ai~~s::;
dres en todo que no es marav illa que castigue cua quier
haya en esto ,' y cualquiera desacato y desabrimiento que se les hace.
(Rivadcncira, de la Trib11lación , c. XlX, p . 82)
y al pasar por encima de este precepto básico, don Sancho atr~· t· ·a que como se ha v1spellaba todos los conceptos de derech o y ¡us lCl
'
.
to, constituían la base del officium regium, P.ªª inte~tar imponer s_u
voluntad incontestable sobre sus súbditos,_ s1~ considerar que:~bia
conculcado los fundamentos mismos de la dignidad que detenta a.
Arias
También lo fue tu padre [se. rey] , en quien de es[trellas
contemplo circuida el alma santa
y heredero también de sus querellas
107
D. Sancho
Arias
¡Eres traydor!
¡No soy! Yel mismo cielo
defiende mi justicia averiguada.
(MCii, v. 471-80)
Puede apreciarse así cómo del precepto general de la aceptación
de las leyes divinas, entre las que se contaba, como se ha visto, la
obediencia a los padres, se ha pasado a la cuestión de las leyes humanas, entendiendo como tal el contenido concreto de la voluntad
testamentaria de don Fernando, traslación que sirve para mostrar
dos posturas diferentes respecto de ese tipo de ley en relación con el
soberano que las establece, lo que permite perfilar mejor la norma
ideológica que ha mod elado MCii, y, por lo tanto, el tipo de tirano
que representa don Sancho.
En efecto, éste tilda de traidor, gravísima acusación en la época
(ut infra), a Arias Gonzalo, porque el ayo de doña Urraca se niega a
acatar sus designios, que él considera aceptables pese a quebrantar
las leyes del reino. Se adscribe así a la corriente del absolutismo
radical que propugnaba que "el príncipe está exento de la autoridad
de las leyes"99 , del tal modo que su voluntad es incontrastable y disputare cum príncipe non licet de potentia 100 , llegando a la fórmula
de que venie{n)s col n)tra p{re)ceptu[m] principis, peccat mortaliter101. Evidentemente, esta falta de sujeción a la propia ley podía
99 Bodino, République (lib. 1, c. Vlll, p . 53). Estos mismos conceptos sostenía
Cassanaeus, también ga lica nista, escribiendo sue Prínceps quod vult fi.eri habetur pro
facto (Catalogus, pte. V, cons. 24, § xiv, f" 112 b) y Prínceps potest tollere leges posítiuas, q/ui/a no/ni subjicitur illis, sed illae sibi (íbíd. § cxxxv, fO 116va).
100 La máxima deriva de la L. disputare , C. de crimine sacrilegii y de la L. quod
prínci;,i placuit, ff. de Constitutionibus y esta expresión es la cristallzada en la glosa
del celebre jurista Baldo de Perusia (o de Ubaldis), en sus Commentaria, v. 1, f" 28v,
n. 4 in Pand., lib. 1, tit. de Const., L. 1. El mismo autor defendió esta opinión en el lib.
1, cons. 259 de sus Consiliorum libri quinque, Francoforti, 1589. Siguieron también este
principio Bártolo de Sassoferrato en su Tractatus de insigniis et annis, § 3 y Decio en
sus Consília iuris, cons. 588 (cfr. Cassanaeus, Catalogus, f" 12rb y Martínez del Villar, Apología, fº 125r).
101 Cassanaeu s, Catalogus, pte. V, cons. 24, § clxii, f" 117vb. En otro pasaje expresa que disputare de rotestate principis incurrit[ur) crime[n] sacrílegii (íb(d. § lix,
108
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA
interpretarse como la justificación completa de la arbitrariedad
del príncipe, y sus resonancias estaban demasiado cercanas al maquiavelismo para que la teoría política española, impregnada de
deseos de reformación cristiana, la aceptase 102 . Antes bien, ese desprecio por las leyes era considerado, como aquí se puede apreciar,
un rasgo de tiranía, a cuya práctica se asimilaba tanto al príncipe
político de Maquiavelo como al galicanista de Bodino, de modo
que la actuación de don Sancho quedaba referida a estos arquetipos
del "mal rey". Frente a éste, el príncipe cristiano al que alude
Arias había de seguir las leyes, so pena de enfrentarse a la misma
Divinidad:
un tirano es el gue oprime al pueblo con un dominio basado en la
fuerza, mientras que un príncipe es el que gobierna de acuerdo con
las leyes. La ley es un regalo de Dios, un modelo de equidad, norma
de justicia ( ... ) Pero la ley es atacada por la violencia o el engaño; se la
destruye con una crueldad parecida a la del león, o se la va minando
con insidias viperinas. En cualquier caso, es claro que al obrar así se
ataca a la gracia divina y, en cierto modo, se convoca al combate a
Dios mismo.
(Juan de Salisbury, Policraticus, lib. VIII, c. 17, p. 715)
Este pasaje del antiguo tratado del secretario de Sto. Tomás
Becket, obra que tanto influyó, directa o indirectamente, en el penf<l 113rb). En este terreno, Castro se sitúa del lado de quienes consideraban que el monarca sí estaba sujeto a las leyes del reino, y que además era lícito discutir con él sobre sus decisiones, "porque en esto se hace grande servicio a los Principes justos, como
lo decía bien Erasmo Cavendum est enim ab illis , qui sic execati libere janctant, Principum voluntatem legem esse. Erroneum etiam est asserere, esse sacrilegium de potestate principis disputare: imo sacrilegium es t, id asserere, praeterquam si Ymperium
Turcrcum sil (Martínez del Villar, l\pologfa, fO 125v).
102 Para una mentalidad coetánea, esa falta de respeto a las leyes, juradas
por el monarca, equivalía a la posibilidad de romper en cualquier momento la promesa dada, lo que implicaba una conducta similar a la propuesta por Maquiavelo:
non di manco si vede per esperienzia ne'nostri tempi, quelli príncipe avere [atto gran
casa che della fede hanna tenuta poco canto, e che hanno saputa con l'astuzia ª8girare e'cervelli delli uomini: et alla fine hanno superato quelli che si sano fondati in
sulla lealta ( .. .) Non puó per tanto uno signare prudente, ni! debbe, osservare la fede ,
quando tale osservanzia 11 torni contra, e che sano spente le cagioni che la feciono
prometiere (11 Príncipe, c. XVII, p. 84-5).
Y este compcrtamiento había sido explícitamente condenado por Rivadeneira: 'Y porque Maqu1avelo e nseña c¡ue debe el prindpe algunas veces quebrantar su
palabra y su fe, y los políticos deste tiempo así lo hacen, como dijimos, conviene mucho que el pri.ncipe esté muy advertido, y que mire bien primero lo que dice, promete y
jura; pe~o despues q1:!e sea m':ly ~ons(ante y firme en cumplir lo que según Dios hubiese
prometido y ¡urado (del Prmc1pe, hb. 11, c. XV, p. 130).
109
2l~t
samiento político posterior e
. 1
ranía (cfr. Ebenstein, 1965,'
;:nte en esta cuestión de la tiexplicitación del pensamiento pol't~
~se, 1967), ofrece una clara
Arias Gonzalo
·t
I ico pasmado en las palabras de
violación de 1:s~;;~:/~e:1r;:n:er ;n toda ~u e~tensión cómo la
postura del mismo Dios visión I on dancho l.~phca una toma de
tos de la obra y que es 'una clafa asma. a tarr:i?•en en otros momentuación de Bellido en el s1·g . t prefigurac1on de la posterior ac'
men e caso:
Arias
~Por qué pierdes el ánimo, Señora?
ves q~e. está <::amora bien cercada?
¿ e tu 1ushc1a en la divina mano
no ves lucir la no torcida espada?
~o
(MCii, v. 248-51, puntúo con Weiger, 1980, 54)
Es precisamente sobre la at ti
.,
como se va a construir la esce~a e; zac1on ?e estos l:':esupuestos
e .marcara la mflex1on de la trayectoria pujante de don San h
del momento previo a la visió~ do d ac1~ su fatal desenlace. Se trata
directo del monarca castellan e don e;ando, en el que el diálogo
e~ana, claro vehículo de
la máxima tensión dramática ~ ~
tina mente se han ido introdu:iee~~ o os os conce~tos que paulaopuestos tirano/sojuzgado en
o para caractenzar al par de
lación directa al mundo de' ultr~~:::~ndo que conduce a la interpe-
h
.e:~
texto
rasgos del tirano
¡Ah: nobles de Castilla! ¡ln¡·usto herma
sediento de m1· s
rD
no ............ .. . injusticia
angre. e mi pecho
la saca. agora, que se opone en vano ....................... . venganza
ª tu rigor, del mío satisfecho
Liega, Y para que el cielo te d~·;~·;,~;..::.'.'.'.'.'.'.·.·::.·.'.'.'.·.·.·:. inclemencia
acreedor del
{castigo divino
~ve mi s~ngre, que también es tuya . ............ ..
fratrici dio
¡Teme a m1 padre, en quien venganza espero ...::::::::
no obedece a su
{padre
de tu injusticia!
····-···············-································ transgresor de la
[ley
D. Sancho
.
.
¡Oh, vil ¿Quién te respeta? ................ ..
soberbia
1S1;1b1d, soldados! ¡Venga un ballesterol
.... .. ..
¡Pasele el cora,;ón una saeta•
·
crueldad
U rraca
¡Padre, vuelve por mí en tran~e· tan fiero!
.
Urraca
110
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
D. Sancho ¿ Que esso te anima y esso me inquieta?
¿Tu padre llamas? ¡Para hacerme guerra
baxe del cielo, o salga de la tierra! ............. .... ........ soberbía impía
(MCii, v. 505-18, puntúo con Weiger, 1980, 62-3)
Todo el apasionamiento de don Sancho se vierte en este diálogo,
donde su extremado comportamiento le lleva a cometer el peor pecado en que un soberano podía incurrir, la soberbia, que se veía tradicionalmente como la fuente de los otros pecados capitales:
E maguer tenga en sí muchas bestiales costumbres, la sobervia es
aquella entendida por el león que da el enojo mayor, por ser cabec;a
de los vic;ios e primero en orden de las culpas mortales. Este faze vanos e vazios de bien a los estados que le siguen. Contra el qua! cada
uno de los dichos estados se devria levantar e oponer a defendimiento
del bien comun a quien mucho nuze.
(Enrique de Villena, Los doze trabajos, c. II, p. 26)
Y es precisamente este pecado el que ocupa la posición principal entre los vicios atribuidos al tirano en la alegoría del mal gobierno
pintada por Ambrosio Lorenzetti en el Palazzo Pubblico de Siena
entre 1338 y 1339:
El lugar central lo ocupa la soberbia, una Soberbia que se desvía de
las representaciones iconográficas usuales al tener como atributos el
gladio de la crueldad en su mano derecha y el yugo de la servidumbre
en la izquierda. Tales atributos son significativos de una politización
del pecado destinada a configurar la idea de la soberbia política como
origen de la tiranía.
(García-Pelayo, 1968, 331)
Es, evidentemente, esta configuración.del pecado referido la que
informa las palabras de don Sancho, quien, confiado en su propia supremacía, se atreve a desdeñar, no ya a su hermana, sino a su padre
y a sus obligaciones para con él, especialmente la reverencia debida
a un difunto que (además) se halla presumiblemente en la gloria
(cfr. MCii, v. 471-2), lo que equivale casi a enfrentarse con Dios,
aunque, claro está, semejante sacrilegio no podía admitirse en los
escenarios de la Contrarreforma. Sin embargo, las connotaciones de
la exclamación final del monarca hubieron de estar netamente asociadas a ese extremo de soberbia impía, pues, como ya se ha visto,
POL!T!CA , HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
I 11
su transgresión de las leyes lo o onían o·
frontal, cuyo alcance queda , ~
a tos de un modo bastante
consideraciones de Juan de ;:¡¡;ªi;~tente a la luz de las siguientes
El príncipe es como una ima en d l o· . .
no lo es de la fuerza adversarfa l e a ivm1.~ad, mientras que el tiraimita a aquél gue guiso llevar
~ depravacwn. d_e Lucifer, puesto gue
Altísimo en todo menos en su bo~d:~~o al Agu1lon y ser semejante al
r
(Policraticus, lib. VIII, c. 17, p. 715 )
concepción aún vigente en el sigl XVII
.
0
' como refle¡a el siguiente texto de 1604:
Est. enim (ut ait Joannes de terra Rubea
.
arti.) Prínceps verus ima o D ·. t
contra rebelles zn 2 tracta. 3
dinis: et Luciferarie pravftatis e:, yranu~ vero est. adversari[a]e fortituradice> mala <pesti'era> pull zlmatgo .borzgo tyr~nz est iniquitas: et <de
t
.
J' ·
u a ar or securz qualib t · 'd d
pu tyranz est imago diaboli et t t
b.
e zncz en a: cati legionum impugnantis cdr co u ,t.ªr v~r zs Pl~tar<chi> animi prefecncz zz zmpz¡, quasz senatus iniquitatis Í03.
'
Ante los datos aducidos la escena an I'
claramente como la culm1·n' . , d
a izada ha de considerarse
acion e esa progresiva
·
·,
d e don Sancho como t'
caractenzac1on
tierras de sus hermano;an~~ gue comi;nza con la apropiación de las
este acto de sob b'
y
anza agm su mayor atrevimiento104 con
er 1a extrema La
· ·, d
'
dor del venablo présago qued~ astP:-:~~IOn e ?ºn. ~ernando portacomo consecuencia de la cul .
. d mente ¡ustif1cada, y se sitúa
de la tiranía y el apasionami:~~~c:endoe ese proceso de enfatización
puesta de la Divinidad a sus
. n Sancho, y a modo de resclaro en sus reproches y en s provocaciones. El monarca difunto es
us amenazas:
:r
Sa!e de la tierra el Rey Don Fernando con
g rzento.- Visión.
un venablo en la mano san103 Martínez del Villar A ola ía f"
lo demoniaco, compárese cóm~ lci I g ,, 213v. Sobre esta relación del tirano con
''En . el centro está la repelente fiJ;r!s1;1;~ ~orenzet.ti en_ su alegoría del mal gobierno:
msp1r,ada en las representaciones
hab1~ales del demonio, como expresión d
t1rama; bajo el manto viste una armad
e ca'.acter satamco del status político de la
d_erecha y sostiene una copa de venenoura, apneta. tensamente un puñal en la mano
s1mbolo de la bestialidad temperament=~· ~~1zq1;11e;dr a sus pies, un macho cabrío
_104 Nótese que todos los ras 05
• arcia- .e ayo, 1968, 332).
'
previos a este diálogo.
g antenonnente llld1cados pertenecen a episodios
tªn?,
ALBERTOMONTANER FRUTOS
112
Rey Fer.
Detén, Sancho, la mano, que violenta
es injusta. (. .. )
Quien no obedece al padre ofende al cielo,
y nunca tierra firma le sustenta.
Tu muerte, Rey don Sancho, te revelo,
cuyo i[ n]strumento el cielo soberano
puso a tus ojos y d ejó en mi mano ...
(MCii, v. 519-20 y 522-6)
La modificación que estas palabras suponían en la correlación
plano alto=sitiados/plano bajo=sitiadores ya ha sido comentada, y
a ello tan sólo hay que añadir que el modelado de la norma ideológica también ha contribuido a esa conformación de la escena, por
cuanto así se plasmaba la acentuación de la oposición tirano/
súbditos y la postura de la Divinidad respecto de tal enfrentamiento. Una vez objetivado esto en escena, es evidente que había de producirse una inflexión en el desarrollo narrativo, pues don Sancho ya
era inexcusablemente consciente de lo que sus acciones implicaban, y
el desenlace de esta tensa situación aquí llevada a su máximo sólo
podía darse por dos caminos: o don Sancho reformaba su actitud y,
reconociendo sus culpas, abandonaba su comportamiento tiránico y
se salvaba, o persistía en sus designios y, de acuerdo con el vaticinio
de su padre, moría atravesado por un venablo. La historia, es decir,
el argumento preestablecido, ya había mostrado el final del monarca castellano, pero ahora Castro debía hacerlo posible en consonancia con los planteamientos estéticos e ideológicos adoptados para el
conjunto de La obra.
Cuando Ja turbación producida por el evento se pasa, y, siguiendo
los consejos de don Diego Ordóñez, el rey castellano decide no dar crédito a la visión que ha tenido (MCii, v. 663 ss.), se evidencia que la soberbia de don Sancho no ha menguado, sino que se manifiesta en idénticos términos, de modo que, sin saberlo, él mismo se está condenando:
D . Sancho
( .. . ) Todo mi valor lo abrasa
a todo mi fuer<;a obligo;
y si la estrella que sigo
con venablos me amena<;a,
para poderme igualar
en las armas al contrario,
en la mano de ordinario
POLrTICA, HISTORIA y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA
113
un venablo he de llevar.
Iguales armas tenemos
la Fortuna y yo.
(MCii, v. 715-24)
Al rechazar el aviso divino no 11
propia coherencia del argumentfcond:cvar ~ cabo su enmienda, la
don Sancho, que al no darse cu
e a, a muerte desastrada de
tud hará posible evitar e enft~ del qu~ ~lo el abandonar su actise ma trag1co se p
· ·
,
, .
rap1damente en él, mediante los mis
d' '
rec1p1ta mas
de evadirlo
mos me ios con que se cree capaz
cionado ni~ Y_~s~ a~niue el propio discurso narrativo no ha proporrey consigo f;pref;r: ~e:~~tº' e~e venablo que pretende llevar el
tema se suponen a un a~ditorioºc:~~van los conocimientos que del
sa r la muerte de don Sancho (cfr ara , c~m~ ~I arma que ha de causus rasgos neo-senequistas, Crap;ita, 1:~1fs'~~~c~~º6ten~~t;/scena y
En esta tesitura, se ha de tener ta b . ,
nuación de su tiranía or
m ien presente que la contipara la mentalidad de~a ¡arte del monarca castellano, conllevaba,
fº
,
poca, una premonición de s
segun una concepción que ya h b'
u pronto m,
ger en su corte al fugitivo don A~o~:;xpuesto el rey de Toledo al acoAlimaym .
R. Alons.
Alimaym.
Es la Fortuna muger
en las mudan<;as y el nombre.
Soy desdichado, y mi hermano
para que el mundo se asombr~
~s hombre que, con ser hombr~,
tiene su rueda en la mano.
Ayúdale en popa el viento·
mas no siempre ha de du.z'.ar
que no dura lo violento.
'
(MCii, v. 2&3-91)
idea que era común en la época:
. .
el que por fuer<;a y sin otro términ
cios, será temido pero no amado o c¡u1~1ere. governar, y tratar negosu GoviemolOS_
' y sien o v10Jento, no será perpetuo
f
105 Ju~n de Borja, Empresas morales t [
.
. "
otros tratadistas: Sic etia[m] co[m] b , 8· , P· 22. Esta misma op1ruon sostenían
pro a
<eatus> Tho<mas> Li<bro> 1 de regi-
ALBERTO MONTANER FRUTOS
114
Es en esta coyuntura, en el momento en que don Sancho acaba de
tomar la decisión que le conducirá inevitablemente a ese fin pronosticado, cuando Bellido abandona Zamora y se presenta ante el rey
para ofrecerle la conquista de la ciudad, haciendo así aparición el
vehículo de la justicia divina que dará fin a un proceso ya irreversible. Sin embargo, el desarrollo de este proceso no va a forzar el
carácter del monarca, antes bien, el tirano y el traidor van a actuar
de acuerdo con las personalidades de que ya se les había dotado, de
modo que la coherencia de d icho desarrollo queda bien afianzada.
En efecto, don Sancho se va a comportar desde la llegada de
Bellido con las mismas peculiaridades ya señaladas, de tal manera
que sus actos respondan positivamente a los atribuidos al tirano, o
bien supongan la omisión patente de los que el buen rey hubiese realizado en semejantes circunstancias. Comienza así por no desconfiar
de Bellido, de quien don Diego Ordóñez, al poco de presentarse el
fugitivo ante el rey, ya señala en un aparte que "este es traydor"
(MCii, v. 781); antes bien, tras escuchar su propuesta de entregarle
Zamora, piensa declararlo su valido:
D. Sancho
Bellido de Olfos, si esso
tu espada y crédito abona,
serás segunda persona
en mis Reynos ...
(MCii, v . 800-3)
y al admitir a Bellido en su privanza, siendo un reconocido traidor
(carácter que en toda la obra se da al De Olfos como rasgo absoluto
de su personalidad, dando a entender así que tiende naturalmente a
la alevosía), el monarca está actuando claramente como un tirano:
Aquél [se. el rey] busca personas decentes para los cargos; éste [se. el
tirano] los cubre con ladrones y malvados para servirse de ellos.
(Bodino, République, lib. II, c. IV, p . 101; ut supra n . 38)
mi<ne> princip<um> c. 10. q[uod] solo timare tyranni regimen subste[n]tat[ur], rmde
& timeri se a subditis totaliter inte[n]tione f[ro]c ura[n]t . & cu[m] timar sil debile fundame[n]tu[m] tyra[n)ni, dominiu[m] no[n pot[est] esse diuturnu[m], ibiq[ue] re[ert
Aristo<teles> in politica , q[ui] multis tyra[n]nis enumeratis, eoru[m] dominiu[m]
demo[n]s trat breui tempore Juisse fi nitum (Gregorio López, glossa in Partidas, 11, tít.
II, L. 10, not. K, f" 6vb); Ex quo dubita[n]du[m] est, q[uoa] non perea[n]t, & dies suos finiant, prout alij príncipes , & reges q[ui] male vixeru[n]t, ac suos subditos male rexeru[n]t (Cassanaeus, Catalogus, p t. V, cons. 1, fº 104rb).
POLTI'!CA, HlSTOR!A y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
115
b~:/~id~~: una vez más, atenta contra el estado y se enfrenta a la
.,
, .
el buen Concejo da perfecto ser re
engrandece al pueblo, y los do[ dt~t:~1on, a ~u Prmc1pe, sustenta y
buenos y leales ministros de Dio, p g I Pn nc1pe y su Concejo, son
nuesta y abate por tierra a su Prl~ci or ~ contrario, el mal Concejo desaber <el> Príncipe y su Conc .
pe ... ) el pueblo se destruye, es a
vasallos y esclavos del diabl 10:10, <se> rebelan contra Dios y se hacen
o
.
Incluso aunque Bellido no fuese
(MsoCsJ:~choso por otras razones, la
adulación de que hace obJ'eto al
ll , v. 749-80 y 785
)
tan patente que suscita el referey
'd
.
ss. , que es
,
n
o
comentario
de
d
D
'
h ana aparecer, ante un auditorio coet'
on iego, lo
consejero, pues el uso de la li
. aneo, com~ un presunto mal
búsqueda del propio provecho ~on1Jª connotaba inmediatamente la
, .
, me uso como en este
d el prmc1pe
ObJ'eto de tal ad 1 . , R , ,
caso, en contra
. . .
u ac1on. ecuerdese a este
, .
,
propos1to un
s1gruf1cativo pasaJ·e del tan d1'f d'd A
un I o madzs :
¡O reyes y grandes señores que el mundo
,
,
tros anexo y conuenible este
I gouernays, quanto es a vosopongáys en vuestros secretos h~:~~:td~ rara que d~I V?S acordando
do de vosotros los semejantes ue estos
uena conc1enc1a (. .. ) alexandan pensando y traba¡·ando q
(
...
) que por vuestras
cortes an.
como con muchas r
·
encubiertas engañosas de vos alexar d 1 .
. I~on¡as, con muchas
Señor cuyos ministros soys solam t
e seru1cw de aquel vuestro
honrrasW7_
'
en e porque ellos Y sus fijos alcanqen
Siendo, pues, el apasionamiento ci
d d
ego e on Sancho, propio de
su tiranía (ut infra) el que le . .d
su reino, sino cont~a su mis~;p1 e ver en Bellido no un mal contra
que su actitud no ha
. d
persona, se aprecia claramente tanto
vana o, como que cada vez se h
, .
de las penas de la ·usticia d . .
ace mas digno
na! la que en cons~nancia co1vmla, y es su propia invidencia pasio.
'
n as pautas ya marcadas
l I
nor progreso de la acción I b
If
para e u te, e a oca a m desastrado que por tan
.
106 Fadrique Furió El Con ·
Vega, 1966, 51-2). Sobre 1; necesid:: Je co~~e{:¡ros ,del_Príncipe (Anveres, 1569), c. I (in
y prudentes, vid. Rivadeneira, del Princ(pe l'b P[¡1nCI1xxªrpele al consejo de los sabios
107 Amadfs de Gaula lib II e LXI ' 1 · , c.
U-XXV, p. 135 ss.
Soto, Emblemas , f" 110v-1 Ú v; ·M;rtínez
71°br1e los aduladores, vid. et.
R
ar, po ogfa, fº 188r; Mariana, de
ege, hb. I, c. V, p. 61.
Jef'Ju~3a.
ALBERTO MONTANER FRUTOS
116
errada vía pretendía esquivar, porque, como señalaba un apotegma
coetáneo,
POLTTICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA
D. Sancho
Del todo estoy persuadido
que es traydor Arias Gorn:;alo.
Rodrigo
Arias Gom;alo procede
como Cavallero honrado
y hay en su pecho lealtad,
como valor en sus brac:;os;
y cuanto dixo de ti
(A Bellido)
es cierto y averiguado:
que lo sabe el mundo, y yo
lo defenderé en el campo,
y no a un traydor solamente.
non potitur longo Imperio; qui fida ab infidis consiliis nescit discernere ,
(Martínez del Villar, Appendix, p . 272, in marg.)
Pero estas consideraciones no quedan sólo implícitas,yues, al
hilo del desarrollo tradicional del argumento preestablecido, don
Sancho va a recibir el aviso de Arias Gonzalo, que, desde. el adarve
zamorano, le pone en guardia ante las asechanzas de Belhdo:
/ \rias
¡Ah, Rey! ¡Ah, Señor!(. .. )
De un traydor te guarda ( ... )
... que de <:;amora ha salido,
Ilcllido de Olfos llamado,
traydor, hijo de trayd~res (.. . )
Matarte qmere;
toma mi consejo llano;
no digas que no te aviso,
no acuerdes tarde, don Sancho
(MCii, 815,817, 819-21 y 827-30)
Ahora, el rey está advertido y si antes sus ansias no le hacían
ver el peligro, ahora éste le ha sido desvelado por las palabras del
ayo de la infanta . Pero, una vez más, la temeridad de don Sanch~
va a preferir el "mal camino", impulsado por las promesas y_l~s ex
cusas de Bellido, que la vía propuesta como correcta, contraviruendo
de nuevo lo que se esperaba del buen rey:
El sexto aviso es, que oiga el Príncipe con at:nción y buena gana cti::r:
las informaciones y acusaciones que se le diesen en _favor Y en
.
de los nombrados [s e. para su Concejo], pero que a nmguno crea, smo
que lo remita todo a su examen y prueba.
(Furió, El Concejo, c. IV, in Vega, 1966, 71)
Frente a estas recomendaciones, don Sancho deci~e de inmediato no dar crédito a Arias, al que de nuevo tilda de traidor (ut supr~),
pero esta vez Rodrigo va a aportar su juicio recto y prudente, s~gun
el carácter que se le ha atribuido en MCii, para contrarrestar e negativo influjo de Bellido:
117
(MCii, v. 855-65)
Sin embargo, el monarca se deja de nuevo convencer por las insidiosas razones de BeJlido, quien acusa al Cid de estar en connivencia con los zamoranos por su parentesco con Arias y su antigua relación sentimental con doña Urraca (MCii, v. 868-85), ante lo cual Rodrigo no puede evitar darle un mentís que, al producirse ante la
persona del soberano, constituía un crimen de lesa majestad 1º8 que
don Sancho, apremiado por Bellido, se apresura a castigar con el
destierro (MCii, v. 885-907). Los versos finales de esta escena expresan claramente el empecinamiento del monarca y contribuyen a esa
paulatina configuración del desastre:
Rodrigo
( .. . )Y guárdate de traydores;
porque a los reyes ingratos
suele castigar el cielo.
¡El te guarde muchos años!
108 Rodrigo comete crimen laesae maiestatis por agredir, aunque sea verbalmente, a alguien en presencia del rey. No se trataba de wta "grave transgresión de la
etiqueta", como anota Said (1975, 180), sino de un auténtico cielito, porque el mentís
era una fórmula de desafío, que aquí no cumple los requisitos legales (cfr. Partidas,
VII, tit. 111, L. 4, F 19va-b), por lo cual se convierte en una injuria (dr. Nueva Recopiilación, lib. Vlll, tft. X, L. 2), y, dado que el ámbito en el que se encontraba el rey excluía toda violencia contra terceros, este hecho se convertía en una ofensa al propio
monarca: Vbi est principis ibi est securitas (. .. ) Hinc videmus Palatia principum importare tale/mí securita te[m], & offe{n]dentes alique[m] in illis capitaliter punien t(ur]: & is tud obseruat{ur] in omnibus Palatiis ( .. .) et no[n] solu[m] Palatium tali gaudet priuilegium, sed et{iam] co[n)finia Palatii (Cassanaeus, Catalogus, pte. V, cons.
24, 9 cxxv, f" 116ra). Además, pudiendo implícitamente considerarse a Bellido como
consejero del rey, Rodrigo ha violado su impunidad y ha ofendido directamente a don
Sancho (cfr. MCii, v. 887-91): Assiste[n]tes principi consequunt & dign itate[m), & nobilitate[m], & immunitate[m] (Cassanaeus, ibid. § cxxvi, f" 116ra);Yio1at Principem,
qui Mag istratum aut minis trum eius violat (Martínez del Villar, Appendix, p . 186).
POLff!CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
119
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
118
D. Sancho
Rodrigp
D. Diego
¡Vete!(. ..) ¡Vete!
Voyme,
y todos te acompañamos.
(MCii, v. 899-903 y 905-6, puntúo con Weiger, 1980, 77).
En esta secuencia se observa una acumulación de rasgos caract.
rrespondencia con la escena que pre urizadores del tirano, que, en co
d
· · · del fin para la
h d
<liaba la visión de don Fernando, sirve e pnncip10
;;:,~:t~;,,;:;'~~ ,!; ~~~~::,¡: :.~~:;.;.,u:or:,~i;,;~;~º: p~~:
pugnaban:
r
, d D" os ayuda al príncipe cristiaMas sobre todas las cosas despue~.
i c~losos de su servicio y del
no el consejo de hombres s_ab1os, ie es ~ y dirección el príncipe se
bien público (. .. ) porque sm este con~eJ~
'.
pondrá en gran peligro de perderse a s1 mismo y a su remo.
(Rivadeneira, del Príncipe, lib. 11, c. X.Xlll , P· 135-6)
.
R d ·
obceca y lo rechaza
.
r sus deAdemás, ante el reproche fmal de o ngo, ~e
con insistencia, sin atender a sus palabras y solo m~v1do po
. t
ue Bellido le ha prometido satisfacer, en lo que
seos d e conqms a, q
se muestra de nuevo como tirano:
. formado libremente y censurado cuanAquél [se. el 'e:[1 gu[sta dlet_ser rnJ aborrece al hombre grave, de espíritu
do ha errado; este se . e zrano ,
libre y virtuoso .
(Bodino, République, lib. ll, c. IV, p. 100)
d ·do segu' n señala el procomo d esagra
. ,
p or u'lti' mo , se muestra
·
. ec1 '
aunque qmzas
~~::e:tr~:
pio R?drigo~;:a t}~::~tfc~rd~e:~:~a;e;
1::1\ido, siguiendo
excesiva , es
'
.
d
ba·
así aquella tendencia que Rivadene!Ta con ena .
, . .
l
anza que al agradecimiento( ... ) El
que es ser mas_1~chnados a a v~~~rse-el príncipe por deudor, que es
con
que le deben y no coPagar los servicios nace. de
e que todos conozcan
cosa pesad~, porque qu1_er El en arse se funda en deuda que tiene el
nocer que el debe a nadie.
v g
. f
e dél
culpado y en querer que Je pague y satis acers
.
(Rivadeneira, del Pr(ncipe, lib . 11, c. Vlll, P· 127)
Como se puede apreciar, la correlación agradecimiento/venganza es,
incluso en el plano de los signos lingüísticos empleados, la misma en
el tratado del jesuita y en MCii, lo que aún evidencia más la adscripción arquetípica de don Sancho a la figura del tirano, y la norma
ideológica que ha conformado el texto de Guillén. El resultado de
este cúmulo de elementos es que don Sancho ha actuado de tal modo
que todos los fieles se han apartado de su lado (incluso los más incondicionales, como don Diego) y se ha quedado solo con el traidor:
D . Sancho
Por dar crédito a tus labios,
le niego a todos, Bellido;
(MCii, v. 908-9)
lo que respondía también a la caracterización del tirano:
Ciertamente el tirano siempre procura perseguir á todos y humillarlos
injustamente, pero con especialidad toda su furia se dirije contra los
hombres poderosos y virtuosos¡ y estos siempre le son más sospechosos que los malos, porque la virtud agena en todos tiempos es temible
á aquellos.
(Mariana, de Rege, lib. I, c. V, p. 63)
El aislamiento que voluntariamente ha permitido, si no generado, el monarca castellano, supone no sólo la coyuntura propicia para
que Bellido acometa el magnicidio proyectado, sino la constatación
de que ha sido su proceder, y no otra causa, el que le ha conducido a
tal sítuación. Su destino no era ineluctable: el aviso divino, el consejo de los fieles, su propia reflexión, podían haberle hecho modificar
sus acciones y, arrepintiéndose, salvarse. Pero, y eso es lo que ha expresado implícita, pero marcadamente, Castro en su obra, ha sido
la falta de enmienda, la obstinación del monarca castellano la que
lo ha llevado a esta situación (cfr. Crapotta, 1984, 154 y 164-5).
No hay, claro está, angustia; el don Sancho de MCii, salvo con
ocasión de la aparición del fantasma de don Fernando, se escapa a
la visión del tirano atormentado de Rivadeneira 109; su soberbia, su
109 ''El wio {se. el rey] goza de wia quietud segura y dulce tranquilidad, el otro
[se. el tirano] es atormentado del verdugo de la propia conciencia y de un perpetuo
temor" (Rivadeneira, del Prineipe, lib. Il, c. IX, p. 105). Vid. et. Bodino, Répub1ique,
lib . U, c. IV, p. 101 y Mariana, de Rege, lib. !, c. VII, p. 81.
ALBERTOMONTANER FRUTOS
120
autoconfianza no le permiten ni sospechar el peligro. Incluso cuando
reconoce que aventura su vida al salir solo con Bellido del real, no
da a esta constatación mayor importancia (MCii, v. 946-8), contraviniendo por última vez y de modo fatal lo preceptuado para el
buen príncipe, que prius securitati, quam ceteris rebus debet consulerc (Ma rtínez del Villar, Appendix, p. 190). El acto primero se
cierra así con estas significativas frases:
D. S,m c/w
Tú mi privan<;a has de ser
Be llidC1
-Tú has de morir a mis manos-. (Ap.)
(MCii , v. 949-50; corrijo la numeración con Weiger, 1980, 79)
El ckcto suspensivo generado por esta situación climática interrumpida (11t ;;ri¡1m) se resuelve, según lo previsto por el paradigma
argumental, y lo prefigurado en las palabras y en los hechos de esta
obra, con la muerte ignominiosa de don Sancho a manos de Bellido,
quien lo asesina por la espalda con su propio venablo y huye110 , situación en la que no podía menos que verse un trasunto de la frase
evangélica:
Jesús entonce~ le dijo: Vuelve tu espada a su vaina, pues quien toma
la espada, a espada morirá.
(Mt. 26, S2)
El tirano ha sucumbido, al fin, víctima de su propia conducta,
muerto con su misma lanza 111 , y entonces, aunque ya es tarde para
11 0 MCii, v. 1068-99. Este rasgo procedente de la tradición y presente ya en el
•Cantar de Sancho JI prosificado en PCG, responde a un motivo foldórico; cfr. los siguientes de la clasificación de Thompson (1966), K. B1B.1, Man killed with sword,
which he himself is tricked into passing to captured enemy, y K 818.2, Ciantess
killed with the s pear she herself has given hero.
111 Es interesan te tener en cuenta, respecto de la muerte de don Sancho con su
propio venablo, la explicación de Juan de Borja a su emblema Bis pereo, que representa a un águila herida de una saeta emplumada con sus propias plumas: "Ninguna
cosa se siente mas, que verse uno herir, y maltratar de sus propias armas;( ... ) que doblado se sienten las heridas con las propias armas. Porque el que la recibe, no solo
tiene razon de quexarse de su enemigo; sino también de sí mismo, que dió las armas,
con que le hiriessen " (Borja, Empresas morales , ple. 1, p. 18). Es te tifo de castigo se
consideraba propio del tirano. Así, Hernando de Soto, hablando de tirano Falaris y
de un toro de metal que usaba para torturar a sus víctimas, dice que "permitió la divina bondad que viniesse el a tener el propio martirio, y muerte, que rrocede poco a
poco en la vengan c;a la yra del Señor, y despues carga la mano en e castigo por lo
q[ue) antes le suspende· (Soto, Emblemas, fO 95v). Como se puede apreciar, ambos
POLfTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
121
salvar :u cuerpo, h~rido de muerte, reconoce su culpa, despierta de
su sueno, salva al fm su alma ... Toda una lección de desengaño barroco en clave neo-senequista (vid. Lauer, 1987, 105).
Bellido
De las espaldas al pecho
queda pasado.
D . Sancho
¡Ah, traydor!
Mas es tan justo e l castigo
como tu mano traydora .
(MCii, v . 1093-7)
Guillén podía haber dejado así la muerte de don Sanch
el parad 1·gm
o, porque
a argumental no ofrecía ninguna estructura suficientemente m_arcada ~orno para condicionar el desarrollo del tema, ero
esto _hubiera tenido dos inconvenientes esenciales. El primero Jejar
mo~1r a_l rey .en esa tesitura, con un arrepentimiento tan es~ueto
e~_u1vaha _casi a mostrar su condenación, según pedía la caracteriza~
c10n del tirano:
e~ u~o fscj el rey] aguarda por premio una vida eterna y felicísima el
o r_o 1se. e tzran_of no puede escapar, si no se enmienda, del fuego eterno, e uno en vida, es reverenciado y servido y en la <muerte> deseado
Y llorado, el otro mientras que ':'ive es temido y honrado y des ués de
muerto menospreciado y escupidol12.
P
El segundo inconveniente se cifraba en que la falta de la
,
de d
S
h 1·
d,
a goma
. . on anc o ~pe 1a que éste patentizara la labor de la justicia
divm~ en su _castJ~o . Por ambas causas, el monarca castellano sostendra un soldo'.u10 ~rimero~ y despu~s un diálogo, que le permitirá,
por un lado, arrepentirse (evitando as1 sugerir claramente que un rey
castellano estuviese efectivamente condenado; cfr. Leavitt, 1971
431-2) _Y,_ po~ ~tro, exponer la lección moral del castigo providenciaÍ
de la m¡ust1c1a y de la tiranía . Las palabras fundamentales para
comprender el final de don Sancho son estas:
ti pos de consideraciones han operado en la conformación de MC ··.
1
·
u. por a primera, don
San,cho aparece como causa última de su ro ia muerte·
la segunda, se aprecia el
caracter de ca5tigo de la Divinidad que tir~nicidio , ~
1_12 Rivadcne1ra, del Principe, lib. II, c. IX, p. 1cfs° Por muerte la edición orla
eF
~cl
fr~~e~!.~i~-;~::te
~~;:;~e~;~/v1d~~':?'~ l~eíº:~~~?vfir~leModsticldeRéla
pub lique, hb. 11, c. IV, p. 101.
·
e ·
mo,
-
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
122
D. Sancho
D. Diego
D. Sancho
Al cielo santo
le pide ayuda, porque tenga agora
consuelo un hombre que le ofende tanto .
¡Muero, don Diego!
Muera quien te llora.
¡Ah, injustos hados! ¡Ah, ~~aydor Bellido,
sin duda sabe en tu tra1cion c;amora!
Vengam;a espero, si justicia pido .
¡Cielo! c;amora es causa.
No, don Diego.
Causa es de causas quien la causa h a sido.
Fui hijo inobediente, estu:ve cieg?,
y el cielo me castiga, a quien le p1do
que entre agua y sang~e ~e. perdo_ne el fuego .
Sólo instrumento a su ¡usticia he sido;
q ue de matar a un Rey atrevimiento
113 .
no tuviera <;amora, m. Bell"d
1 o
Se aprecia aquí cómo don Sancho adquiere al fin conciencia de
sus culpas y, aunque ya sólo de cara a u~a buena ~-uerte, ~ ar_r~piente. Por otro lado, él mismo ofrece la 1_nt~rpretac1on del tiranicidio que, según he explicado ya en el§ 11, m fine, es la pro~uesta por
la norma ideológica con que Castro ha modelado su º?ra._e~ ac~o _en
sí es una traición, pero responde a los designios de la ¡usttcia d1vma
(como acertadamente ha visto Lauer, 1987, 107, frente a algunas reticencias de Crapotta, 1984, 148 y 150-1, y al excesivo énfasis p~esto
en el tiranicidio por Delgado, 1984, 29 y 83-8). E_n efecto_, segun l_ a
explicación de la teoría política medieval, asumida aqm por Gu11lén y, en la misma época, por otros autores 11 4 :
Es pues, el príncipe, como muchos le definen, la pú~lica potestad Y
cierta imagen en la tierra de la Divina Magestad. Reside sm duda en
los príncipes cierta grandeza del poder divino, cuando los hombres se
someten a sus mandatos y muchas veces of:e~en sus cabez~s al cuchillo para ser cortadas, y por_ un impulso d1:vino, <son temidos de:
aquéllos para quienes son motivo de temor. Pienso que esto no pued
. 115
realizarse si no es por vol untad d e D 10s .
113 MCii v. 1278-92. El v. 1290 ha de entenderse, no como que don Sanc~o ha
sido el instrwn~nto ejecutor de la ju~ticia divina, sino que se ha convertido en e medio para que la providencia se manifieste.
La l..
114 Así, or ejemplo, Vélei de Guevara en La serrana de la Vera o en
una
de la sierra (vJ. Mar~vall, 19p721~.
¡·b IV e 1 p 306. El texto abarcado por
115 Juan de Sal1sbury o 1crat1cus, .1 • , · , •
.d C ,.
,
· an gul ares es en' es t a edia"ón "tema a" , pero esto no hace senil o . om¡o
los parentes1s
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
123
Ante esta visión del poder regio, cobran su auténtico significado
los versos finales del fragmento antes citado: estando el monarca
protegido por una especie de halo de temor reverente (y cfr. MCii, v.
1075-8, en mi not. 21 ), sólo una mano conducida por la providencia
ha podido ejecutar tal crimen, que es en realidad un castigo divino .
Una vez más, es la doctrina elaborada por Juan de Salisbury la que
fundamenta estas consideraciones (cfr. Rouse, 1967, 703-5 y 709):
Que el fin de los tiranos es miserable. Y que Dios se venga de ellos si
falla el poder humano. (. .. ) El fin de los tiranos es una confusión que
conduce ciertamente a la muerte, si perseveran en su maldad, o al
perdón, si se convierten. Porque cuando un padre ha usado el látigo
para corrección de sus hijos, lo echa a la hoguera . (. .. ) La maldad es
siempre castigada por el Señor, aunque unas veces utilice su propio
dardo y otras el dardo de los hombres como pena de los impíos.
(Policraticus, lib. VIII, c. 21, p. 743)
Evidentemente, don Sancho ha sido plasmado en MCii a la luz
de una visión semejante a ésta: obtendrá el perdón gracias a su arrepentimiento final, pero su muerte había sido ya marcada por la
afrenta y la traición, habiendo elegido la justicia divina esta vez e)
dardo de los hombres, según la expresión del obispo de Chartres,
para castigar "la mano impía" (ut supra) del monarca castellano,
porque éste, salvo cuando ya era demasiado tarde, no ha sabido reaccionar ante los mensajes de enmienda que le llegaban. De ahí la
casuística escolástica de ese verso puesto en boca del agonizante soberano: "Causa es de causas quien la causa ha sido" (MCii, v. 1286),
puesto que, en efecto, sólo su perseverancia impenitente ha causado
el desastre que ahora lloran sus vasa1los. La lección final es propia
de un speculum principis: el monarca que atropella su corona, como
de don Sancho dice Rodrigo (MCii, v. 980), cae abatido al final por
la justicia divina.
Después de analizar los datos antecedentes, creo que no se puede
dudar de que, aunque implícitamente, don Sancho ha sido retratado
como un tirano en todas sus actuaciones fundamentales, salvo en la
agonía expiatoria que le permite hacerse acreedor del perdón divisegw, la traducción que da Ebenstein (1965, 339), pero como su versión está basada en
otra fijación del texto, me he limitado a enmendar la forma verbal y la preposición
subsiguiente.
124
ALBERTO MONTANER FRUTOS
no, como antes lo había sido de su castigo. Y esta caracterización no
está superpuesta al personaje, sino que informa sus acciones y sus palabras, hasta el punto de motivar coherentemente todo el proceso
que conduce a su muerte, es decir, llegando a ser la causa motriz perfectamente coordinada de unos sucesos que estaban dados de antemano por el argumento prefijado.
Es patente, así, que se dan una serie de jalones que prefiguran y
posibilitan, en el plano denotativo, y, a la vez, impulsan y justifican, en el connotativo, el magnicidio cometido por Bellido en la persona de don Sancho. Esos hitos proccsuales vienen marcados por tres
hechos esencicllcs: el establecimiento del cerco, tras la victoria sobre don Alonso; la aparición de don Femando, y la infeudación de
Bellido. Cada uno de estos momentos presenta consigo un haz de elementos qul', por un lado, exponen la conducta del tirano, por cómo reacciona clntl' los fenómenos que se le presentan, y por otro, marcan Ja
correlación ~k
cauSC1-decto que, en el plano connotativo, implican
estas escenas. Así, L'I asedio de Zamora presenta a don Sancho como
un tirano, que ha provocado una guerra injusta y ha quebrantado las
leyes di\;nas y humanas, llegando, en su soberbia impía, a despreciar los poderes celestiales. Ante este comportamiento, Ja visión de
don Femando, que puede parecer, en el plano denotativo, como meramente yuxtapuesta a lo anterior, se presenta como clara consecuencia de la actuación previa d e don Sancho, y supone el aviso de
la providencia para que el tirano se enmiende; pero éste persevera,
con igual soberbia e intemperancia que antes.
La consecuencia lógica de esto es que aparezca un instrumento de
justicia divina que lleve a cabo el castigo del ensoberbecido monarca: es entonces cuando aparece Bellido, que si logra llevar a cabo su
propósito es porque don Sancho, al continuar con su actitud, comete
una serie de errores, todos ellos ligados, como se ha visto, a su caracterización como mal rey, cegado por la pasión, que le conducen fatalmente a la muerte, al favorecer sin saberlo los planes de Bellido.
Como ha señalado Leavitt (1971, 431), se introducen de este modo
los tres elementos principales de la primera mitad de MCii: la
víctima (o el culpable), es decir, don Sancho; el instrumento de la
muerte, que el rey castellano adoptará tras la visión de su padre,
esto es, el venablo, y, por último, el asesino (o el verdugo) . Se puede
apreciar así la íntima cohesión d e las normas estética e ideológica:
POLrr!CA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
125
la "fábula" traduce los moti vos ideoló .
,
de impulso a aquélla.
gicos y estos, a su vez, sirven
Una vez visto el modo
.
,
1
.
,
en que e 1 tirano es presentado en Me ·
como a presencia d e este se conviert
, .
.
ll, y
primera mitad de la obra cabe 1 . e en autentico e1e motor de la
nera en que se le resen;a e re ~1onar
a don Sancho, y a la masempeñan igual pa~l
pero dn MC~z,
con _ l~s
otras figuras que deducción dramática d~
Guilé~:
cºa expl1~to,
~n el resto de la prodestacarse que frente a los t'
stro . Pnn:ieramente, puede
estima el honor El amor
ir:n~s
de Progne y Filomena, Cuánto se
el mal comprt~ien
d ~ons
an e y El perfecto caballero, en MCii
vos políticos
e monarca obedece exclusivamente a moti' pues, aunque ello provoq
d
S
odio contra sus herrn
.. , ue en on ancho la ira y el
mismo pod
anos, su amb1c1on esencial es la de alcanzar el
er que tuvo su padre ·
obras citadas se caracteriza
. ' m~enl
tras que los tiranos de las otras
.1, .
n esencia mente por su a
1 1.
del plano de Jo
mitidos por la dram t
. b1c to de los dos valores esenciales trasª urgia arroca la honra y 1
,
que no agotan, al particularizarla 1'
.,
a m~narq
, pero
caso de Me·
' a actuac1on del tirano, frente al
.
u, en que se da el enfrentamient d .
los dos componentes de lo ' bl" . 1 S . o irecto y radical entre
pu ico. a oc1edad y el Estado.
b 1
.,
En cuanto al pensamiento q
tiranicidio mantiene Castro e ue so re a cuestion del tirano y del
en las dos p rimeras citadas sen sus dotras olbras, hay ~u
resaltar que
1
pro uce e arrepentmuent d 1
1
rey, o que, claro está, resuelve la situación En cu t
1 ~
e ma
restantes, sí que se produce el t'
.. d. .
ano a as os obras
trata, además de un monarc 1 ~;.arnc1
10. En El amor constante se
e.xigía Mari~,
de Rege, lib.ªI er ~t·
cuya muerte se llega, como
liberación previa de los grand;s d
~ · esp. P· 76-7), tras una de1
bre la tiranía del rey Esta ob
e remo, ante el clamor público so.
·
ra, que parece ser una de sus ·
prod ucc1ones (vid. Crapotta 1984 49 G
,
primeras
ofrece una visió n de la relaciÓn ent~
la ~ey
ayr~;beonz,
19716, 56),
mulga que ·ti d
rano que a pro, m 1 ga a, es 1a misma presente en MCii:
pªr~
:~ , ~dsaªn
i~/e;
.as
púb7;~
sa/
:~ctlo
Je~
116 Me baso en los datos de Cra tta (1984
(1976: 59-71 y 175-6), Lauer (1987, 93f09
Del~ado
(1984), García Lorenzo
podra verse ampliado el análisis del
~Y
dd (19 .5, 209-10). En estos autores
del que yo doy ahora tan sólo unas levfsrnºotaesma e la t.1ranía en Guillén de Castro
comparativas.
'
126
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Si eres, como dices, Rey
¿es muy bueno que los Reyes
nos pongan y quiten leyes
y no sepan guardar ley?
Al que estas leyes pregona,
merecería por ello
que se le bajase al cuello
a ser lazo la corona.
(jor. ll, ap. Said, 1975, 210)
Por último, en El perfecto caballero (1610-1615 según Bruerton,
vid. Faliu-Lacourt, 1988, 12 y García Lorenzo, 1976, 62), el tirano es
usurpador, por lo que su tiranicidio no ofrecería mayor importanc~
,
en el plano ideológico, si no fuera porque en esta obra aparece un hidalgo español, don Miguel Centellas, que, pese a estar involucrado
en el triángulo amoroso suscitado por el deseo ilícito del_ tira_n?, _Y
poder, por tanto, tener espíritu de venganza, recha za el hramc1dio
como indigno de su "nobleza española":
pues no consiento ni hallo
razón, justicia ni ley,
que obligue a matar al rey
sin ser traidor el vasallo.
(ed. Juliá, vol. Il, p. 167 a, a p. García Lorenzo, 1976, 63)
Se trata del mismo pensamiento que subyace en MCii (donde no
se llega é!- esa incoherencia d e las opiniones y los hechos gracias a
la recurrencia al castigo divino p or mano del traidor ), lo que corresponde, en último término, y aunque pueda parecer paradójico, a la
opinión d el propio Mariana:
e ntre tanta multitud de tiranos como hubo en tiempos posteriores, pocos podemos e numerar que hayan sido n;ue rtos con el hierro de sus
súbditos: en España apenas se encontrara alguno, au~qe
esto debe
atribuírse á Ja fidelidad constante de Jos esp añoles y a la bondad de
los príncipes, quienes ejercieron la potestad real que recibiero n con el
mejor derecho, del modo mas humano y modesto .
(Mariana, de Rege, lib. l, c. VI, p . 77)
Se comprende así por qué el carácter tiránic? de Sancho qu~da
implícito en MCii, y por qué ni siquiera se suscita el tema del tira-
nic
127
~di
o,
salv~.
en la excusa de Bellido, que es pronta y radicalmente
ata¡ada (MCu, v. 1487-9, cfr. Lauer, 1987, 107). En este sentido no
d_eja de_ ser significativo que, al narrar hechos fingidos en un e~pa
c10 ale¡ado, Hungría, el tiranicidio del tyrannus a regimine sea
aceptado (en El amor constante), mientras que en El perfecto caballero, al acer~s
1~
narración en el espacio ha sta Nápoles, los
hechos, tamb1en fmgidos, presentan el tiranicidio de un usurpador,
ac~ptble
en abstracto, pero al que la "lealtad española" no puede
de1ar _de pone~
reservas. ~?r
último, la máxima cercanía espacial
(Cashlla=aqm) d e MCzi, y la utilización en ella de hechos
históricos suponen la condena radical del tiranicidio, pero, a la
vez, una solución mucho más elaborada. Probablemente no es casual
que la secuencia cronológica sea precisamente esta misma: El amor
constante (antes de 1608, quizá antes de 1599), El perfecto caballero
(ca. 1610) y MCii (ca . 1613) 117 , por lo que puede verse en las difere~ts
prou
e~ ta ~ ideológicas de estas obras la evolución del pensam iento de Gmllen, hasta dar en este texto con su exposición más
trabada y con la norma mejor incardinada en las corrientes socioculturales del momento.
2. Traición y tiranicidio
ve~
analizado el carácter tiránico de don Sancho, y el modo
este influye ~n la conformación de la obra, es preciso analizar
l~
figura de su asesmo (o verdugo), no sólo por ser el ejecutor matenal d_e _la muerte de _don Sancho, sino porque es, en el plano
~ramhco,
el antagonista directo d el monarca castellano, y sostiene, en el p lano ideológico, el papel simétrico del que desempeña
el rey, no por ser su oponente esencial como representante de la Sociedad frente al Estado (lo que correspondería más bien a doña
Urraca), sino porque ocupa el mismo ámbito de lo negativo, dentro
en
U
n ~
~ue
117 El amor constante se pu_blicó en 1608 en las Doze comedias famosas de quatro poetas naturales ( .. .) de Valenc111 y, por su falta de influencia lopesca puede datarse según Juliá,_Bruerton y Froldi, entre 1?93 y 1599. Respecto de las o tra ~ dos obras,
p<_Xlrfan_ ser coetaneas (antes de 1615, segun Bruerton), pero MCii parece posterior.
Vid. Faliu-Lacourt (1988, 12), Frenzel (1976, 93b), García Lorenzo (1 976 56 y 62 · 1978
14 y 22) y Hamel (1910, 13-4).
'
'
'
POLTf!CA. HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
128
vim vi repeliere licet, et jura armantur cu
arma sumuntur; presertim quando c1.v1·¡ z· g lmd
.ad doman
depell_andum
tyrannum
a zo
non potuit11B
_
de la esfera (narrativa y social) en que se encuentra, en virtud de su
carácter de traidor.
Para comprender adecuadamente la presentación de Bellido
hay que partir de la base de que su comportamiento es constantemente rechazado en la obra, lo que se ha traducido, dado el carácter
implícito de los juicios últimos de valor sobre lo narrado, en la configuración del personaje qu e conllevan su s acciones y palabras, y en
lo que los demás ven en él. De este modo, puede apreciarse que en
ningún momento se hace que Bellido adopte actitudes plenamente
admisibles, sino que se le muestra siempre de tal manera que, por
una cau sa u otra, su actuación sea reprobable. Así lo ha visto acertadamente Lauer (1987, 106-7) frente a interpretaciones de Bellido
como un personaje positivo, total (Delgado, 1984, 83-8) o parcialmente (Crapotta, 1984, 147 y 150-1).
Así, desde el mismo momento en que se anuncia su entrada en escena, se ponen en boca de Arias, que, como se ha podido ver, se caracteriza por su integridad, lealtad y prudencia (por lo cual su testimonio es más apreciable desde la propia norma ideológica del texto) palabras que denotan su rechazo de Bellido:
Ped. Ar.
Urraca
Arias
Así pues, doña Urraca podría enfrentar
bellum , pues no era ella 1
, se a don Sancho en iustum
·
,
ª
que se hab1a leva t d
smo el quien pretendía despo·arla d
~ ~ o contra el tirano,
por lo tanto la infanta pod1'a acJ tuar en
e sus
defelegi timas pertenencias
.
,y
paz y la seguridad de su señorío
nsa propia y asegurar la
Desde esta perspectiva incluso y _sus vasallos (ut supra not. 96).
d ~d1a
h~ber
llevado a cabo alguna
estratagema, sin meno~ab
to que
e su mtegndad moral y jurídica, puesStratagemata in bello justo licent, & sun t necessaria
CMartíncz del Villar, Appendix, p. 189)
Dolus bonus est , si· comm1ttatur
.
in hostes publicas
(Jbíd. p. 220)
Fraus in be11'is, saepe operatu r ídem quod virtus
(fbíd. p. 189)
y el enví? de Bellido, de ha ber sido hecho
ber mediado infeudac1'0'
por dona Urraca y no ha..
n expresa podía q · , h b
pos1hvamente, pues:
'
mza a erse considerado
Bellido de Olfos viene.
¡Ay, luzes bellas!
D ~sdc
!ucgo, no es lícito adular a l ami
la.<; orc1a'> del tirano. Porque es lícito a~ºte
r o es~ ~ per m ~..t~d o acariciar
vida. y e'> que quitar la vida a l f
ar a quien es hc1to quita r la
·u.,t o, porque el que toma la e trad no no sólo es Jícito, smo
·
.
spa a merece perecer por la equitativo
espad a. y
Malas nuevas serán
Sí, no lo dudes,
pues él tan presto se obligó a traellas.
(MCii, v . 225-7)
De este modo, el tiranicida queda marcado desde el principio
como situado en una posición excéntrica respecto del sistema de valores asumidos por e l núcleo zamorano (la sociedad, ideológicamente; la esfera A, narrativamente), elemento importante
para comprender las acciones ulteriores de Bellido, porque éste, al
pretender liberar a Zamora del modo en que lo hace, choca frontalm ente con los principios expuestos, precisamente, por Arias Gonzalo
y sus hijos. En este sentido, hay que tener en cuenta que el hecho de
defender la ciudad era positivo, pues
129
J
<Juan de Saltsbury, Policraticus, lib . 111, c. 15, p. 303)
.Como S<: puede a preciar por este
. .
do ¡ustifica r la actuación d
. ~sa¡e,
SI Castro hubiese querie su t1ramc1da hubie
d'd
pero es patente que prete n d 1a
' 1o contrano
'. Parra po
11 1d o hacerlo
,
'
rr:iuy cla ro que Bellido era un ser vil
.
a e o, ebia dejar
c1oncs de tal modo que . d 1 y, por tanto, lo eran sus actua,
'
, sien o e tiranicidio
d 11
un acto igua lmente vil . Para transrru. tir
. esta impresión
. una e e alas,
este era
auditorio
~ ~}ti
Te~rcR
n~
Baldo, Commentaria V V f'O 31
lf'clesiis (Co~;
lib. 1, tít. ÍJ, ~ n Baldo ~;
~ ~r:sbzf;¡
'tra y d~ · ~t.
dc
varrubias, Tesoro, p. 973b, s.v ...
.
?; ' t 1 ~losa
y ¡ ÍJ:~, Ap~g,v¡i>
fe: 9~i!nmus,
I
l ~&!tb
Martínez dei
3, s.v. tyrannus crudelis", in
C. de SacroL.
5 C: l~
fi~ e) ! C~
130
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA , H!STOR!A Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Guillén se ha valido en MCii de dos mecanismos complementarios:
por una parte, ha retratado a Bellido com o traidor y cobarde; por
o tra, ha quitado toda posible h eroicidad a sus acciones. El resultado no es tanto una justificación de la iniquidad de cualquier regicidio, planteamiento que se usa como p remisa, y no como conclusión,
sino la persuasión de la vileza d el acto a través del carácter y la
conducta del que lo realiza en la obra, buscando m ás la complicidad
emotiva del auditorio que su convencimiento racional, como corresponde a un d esarrollo ideológico trasmitido connotativamente.
El uso de estos mecanismos de persuasión no es, por lo demás, gratuito, pues estos op eran, como la tiranía de don Sancho, como
elementos motores del desarrollo dramático. Su uso permite caracterizar a Bellido desde el momento en que se produce su introducción
op erativa en escena, significativamente tras la aparición d e don Fernando, cuando comienza a urdir sus planes y él mismo reconoce que:
De este modo, el concepto de traición va a quedar indefectiblemente ligado al comportamiento posterior de Bellido, pero no sólo
por sus planes, sino porque la alevosía se va a considerar como algo
inherente a la personalidad del De Olfos, como el propio personaje
reconoce, re firiéndose a su vida anterior:
En todas mis esperani;as,
en todas mis inte nciones,
con recelos y trayciones
aseguré mis venganc;as.
(MCii, v. 559-62)
En este contexto, traición no es sólo el crimen de lesa m ajestad,
claro está, sino la sistemática falta d e lealtad:
(Covarrubias, Tesoro, p . 973b, s.v.)
Esto permite t~ nt o explicar sus acciones posteriores, en coherencia
con _el persona¡e, como plantear el cons tante rechazo de las mismas,
segun lo expuesto. Por lo que se refiere a esta caracterización una
vez explicitada por el propio Bellido, va a ser con stante en bo~a
de
los demás personajes. Así, Arias Gonzalo lo llama traidor cuando el
~e Olfos lo ca lu m~ia
ante doña Urraca (MCii, v. 646), y cuando Bep or los hijos del ayo (Jo que forma parte de su
lltdo huye persgn~o
plan para d ar cred1b1hdad a su cambio d e bando) es la infanta
quien dice:
'
-¿qué. intención le havrá obligado
a Bellido? No la entiendo
y este impensado rigor
me a temori<;a, ¡ay cuytad a!,
p ues yo soy tan d esdichada
como Bellido es traydor-.
(Ap.)
(MCii, v . 657-62)
Extra ña resol ución
encam ina mi espera ni;a;
si es vengani;a, no hay vengani;a
sin asomos de trayc;ión.
(MCii, v. 547-50)
Trayción. Vale alevosía y engaño, d el verbo latino trado, is, por ~ ntr ega
atento que el traydor pone al que enga ña en ma nos de sus e nemigos.
13 1
r ,
Y ya se ha comentado antes I~ impresión que, a poco de llega r al
real de ~on
Sancho, causa el transfuga en don Diego, quien lo con si,_ v. 781). Esta insistencia no se prod era tr ~ 1d o r en un apa rte (M~i
d~e
so l~ para preparar en el ani mo d el auditorio la acció n del ti ramCJda, ~ mo
q_u e implica también el que los oyentes se vayan situa~d
o msens1blemente en contra del personaje y, por ta nto, de sus
ac1?
~ es.
Se trata_ d e un recu~o
perfectamente codificado por la
Reton_ca, Y que a~n
un mecanismo de la captatio beneuolentiae del
e:ord10, la capt~zo
_ab a~uersiom
persona, y o tro de la peroratzo: la ~ L vwmc;
o i_ndzgnatzo. Ambos procedimientos tratan d e ducere
odzum in aduersanos. En el primer caso, se trata de disponer a favor
d e la causa defendida a los jueces u oyentes, suscitando el rechazo de
la causa d el adversario:
1
r iorum
autem, si eos aut in odium aut in invidiam aut in
ab adver~
contemptzonem adducemus: in odium ducentur si quod eor um
spurce, superbe, crudeliter, malitiose factum proferet ur.
(Cicerón ap . Lausberg, 1969, § 276)
Como se puede apreciar, el p roceder de Bellido ha sido elaborado
de modo que resulte fácil. rechazarlo por cruel, malicioso o repugnante. Lo mismo cabe decir del uso de la indignatio, que "es como un
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
trallazo sobre el público para que se indisponga con la causa de la
parte contraria" (Lausberg, 1969, § 438), y para la que se ha utilizado el décimo de los argumenta a persona, puesto que se busca la indignación del auditorio con el De Olfos, causa animi naturae. En
efecto, la reiterada acusación de traidor propone una etopeya absolutamente negativa de Bellido, porque
Se añaden aquí, al argumentum ab animi natura, nuevos loci a persona que conlleven la indignatio contra el futuro regicida. El primero
es el rechazo secundum genus, pues, según Quintiliano,
132
Trayción es uno delos mayores yerros, e de nuestos, en que los ornes
ptuxkn caer, e tanto la touieron por mala los sabios a ntiguos, que conosci~·r
las cosas derechamente, que la conpararon a la gafed ad: ca
bien assi como la gafedad es mal, que prende por todo el cuer po, e
despues que es presa non se puede tirar, ni a melezi nar, de manera,
que pm--da guarescer el ql ue ] la ha.
(Partidas, VII, tít. 11, in rub., f2 15" a)
E traycion ~·s l,1 mas vil cosa, e la peor, que puede caer en cora<;on de
orne. E n,1scen della tres cosas, que son contrarias a la lealtad, e son
estas: Tuerto, mentira, e vileza. E estas tres cosas fazen al cora<;on del
orne tan tlaco que yerra contra Dios, e contra su señor natural, e contra todos los o rnes faciendo lo que non d eue fazer.
(Partida,:, VII, tít. 11, L. 1, f2 1sv a)
No es, p ues, casual, que el máximo énfasis en esta acusación se haga
cuando Bellido está ya a los pies de don Sancho, pues, así como en
esa escena el tirano acumula los rasgos y errores propios de su condición (ut supra), el tránsfuga pone en juego todos los recursos de su alevosía. Las advertencias de Arias imputan a Bellido graves crímenes, que no pueden dejar lugar a dudas, ni sobre su catadura ni sobre
sus propósitos:
¡Ah Rey! ¡Ah Señor!(. .. )
De un traydor te guarda( ... )
que de ~amor
ha salido,
Bellido de Olfos llamado,
traydor, hijo de traydores.
El hechizo de sus labios
no te engañe, que a su padre
y a su misma sangre ingrato,
Jo mató y echó en un río;
(MCíi, v. 815, 817 y 819-25)
133
símiles parentibus ac maio~bus
suis. filii plerumque creduntur, et nonnumquam ad honeste turpzterque vrvendum inde causae fi unt.
(ap. Lausberg, 1969, § 376.1)
y el linaje de traidores 119 marcaba al individuo :
E sin todo esto es tan fuer te maletia, q ue no[n ] faze mal a l que la ha
e:is1 tan solamente: mas aun al linaje q [ue] por la liña derecha del descienden, e a los que con el moran. Otrosi en a quella manera mesma
faze la traycion en la fama del orne, ca ella la daña e \a corro[m]pe ( )
e denegrece, e manzilla la fama de los que de aquel li ñaje d escind~
maguer non ayan en ella culpa: de guisa que qu edan todavía enfama:
dos por ella.
(Partidas, VII, tít. II, in rub ., f2 1sv a-b)
La acusi?~
de parricidio constituye, por su parte, un argumentum ex.praeterztzs, pues supone la relación d e los hechos anteriores
de Bellido con los que piensa poner en práctica. Y si Castro ha tomad? e~ta
imputación de otro romance que el empleado para aludir al
"lma¡e de traidores" (ut supra § JII.2), es porque este nuevo crimen
daba mayor cohe~
i ~n al personaje, primeramente, p orque sentaba un
antecedente analog1co d.e! magnicidio, pues la imagen del monarca
como padre d e una fam1ha p uesta bajo la Corona era tradicionaJ120
y, en ~egundo
lugar, porque como antagonista simétrico de don San~
ch o, s1 el rey castellano había desobedecido gravemen te a su padre,
. 119 .. Com.o señala Said (_19?5~
178), se hizo a Bellido partícipe de un '1ina·e de
traidores en diversos te. xtos h zstoncos, suponiéndose que descendía de Gonzalo) qu
envenen? a Sancho el Go~d,
y d e Rodrig<;> Vela, asesino d el Infante García. Sob;e ¡ 0 ~
de~cn
. z ents
de los traidores, la L. qu1squis cum militibus § Filii e ad L ¡ r
{ªJ~St1j
{Codh l~.
IX, tít. VIII, L. ~, ~ - 1, in C./.Ci, v. 11, p. 3fÍ4a) dispo~ía
qu~
l~ fn~
amza e qu":. u 1era col!'etido traic10n se extendiese a la segunda generación rivando a los h10~
de sus b1en~s
y haciéndolos incapaces para Ja sucesión atern~
Martíz:¡ez d el V11lar, Apolog!a,. fl' 100r y 137r). Las Partidas, VII, tít. 11, [ 2, f" 16rb
ss. legislaban en un sentido sumlar. Vid. la extensa glosa de Gregorio López sobre ese
aspecto (not. a ad dzctam L. f" 16va-b).
120 Según escribe Martíne.z del Vila~,
el. príncipe tutor potius, quam dominus
{~ (Ap~nd
1 x, p. 194, n. d) y S1cz;t pater lzberzs, imperare debet , ut tutissimus sil
pen~ix,
P· 195, n.~)
Cf~ . ad~ms
lo que dice Cassanaeus: Magis est obediendu[m]
p;zncipi, q[uam] ea.tri. Quza pnnceps est a[n]i[m]a republicae, & sic patriae cui ot1us parere debet f1l1us q[uam] patri (Catalogus, pt. V, cons. 24, § cxvii, fº 11 a-b/'.
kfr.
sr
134
POUf!CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
Se hace así patente que Bellido, en cuanto instrumento del cielo,
r esponde a la tipología de Judas, frente a otros posibles modelos
como Aod o Gedeón121 , tiranicidas y libertadores de Israel suscitad os por Yahvé. Y esto no se plasma sólo en la alevosía de su comportamiento sino también en la cobardía (cfr. Crapotta, 1984, 161 ), que
constituye el otro rasgo fundamental de su carácter, como corresponde a la necesidad ideológica de privar al personaje de todo componente heroico. Esa cobardía es expresada por el propio De Olfos
en su monólogo inicial:
Bellido más vil aún, había asesinado al suyo. Por otra _parte,_ ~a
muerte'i nominiosa del padre insepulto es una nueva pre_hgu~cion
del omin~s
fin de don Sancho, entre otras cosas, porque s1 aquel era
traidor, éste era tirano.
Esto conduce al tema d e la consideración de Bellido como instrumento de la justicia di vina. Lo dicho hasta ahora no parece -~nc
r
dar con el carácter que se supone a un enviado de la prov1 encia,
pero es el mismo Bellido el que explica esto:
Mas toda el alma se admira
d el valor que en mí no afloja.
¿Quién me anima? ¿quié n me arroja?
¿quién me tienta, o quién me inspira? ( ... )
Algún impulso divn~
da fuego a mi p ensamie nto,
del cielo soy instrum ento,
aunque malo, peregrino.
(MCii, v. 567-70)
Y hoy n i medroso me espanto,
ni covarde me re tiro,
con saber que a tanto aspiro
y ver que aventuro tanto. (. .. )
De este m odo pued e entenderse mejor esa correlación entre la
muerte de su ~adre
traidor y la de su rey tir~no
. ~mbos
actos son
execrables en sí, pero su sentido úl~imo
y prov1d
e n~1al
no~
como permite comprender el siguiente pasaie de Juan de Sahsbury.
· e de Aquel por quien sólo exisToda po testad es bue na pa~qu
e pro~en
od bº
Pe ro al mismo tiemten todas las cosas y de quien proc e t. o ~;b
i e n ~al
para el que
po esa potestad a veces no es buena, StI_lO f!'
d d
unla ~ je r cita
o para aquel contra quien se e ¡ erc1t:~ndA;l
q~e ~ac
to de v ista universal sea buena, ya que es e
bien de nuestros males.
(Policraticus, lib. Vlll, c. 18, P· 727)
Recuérdese, ad emás, que_ para
135
Buch~n,
en
Jeotos, el tiranicida pod1a ser tam ie n un
~o;r
(vid. Lau er, 1987, 106).
Esta idea se reitera tras el r egic
di ~ por boca d ~ d~n
justificar la necesidad de castigar el cnmen cometido.
Abrasaré a <;amora; pagrá~o
,
que no porque el castigo es ¡usto, es bueno,
dexa de ser el instrumento malo.
(MCii, v. 1296-8)
:~ ; ~; r:i
e
Diego, para
Aquí esperaré a la Infa nta.
Mas ya viene. Loco estoy
de ver que covarde soy
y la muerte no me espanta.
(MCii, v. 555-8, 563-6 y 571-4)
La actitud de Bellido resulta de este modo aún má s degradada,
puesto que ni siquiera es su valor personal el que anima su actuación
y sólo la existencia d e ese "impulso di vino" le permite perseverar
e n sus planes. Tanto es así que a la hora de acabar con d on Sancho,
p ese a que sus engaños previos han conseguido dejarlo a su merced,
duda, y sólo la conjunción de un nuevo sentimiento del impulso divino y la completa indefensión de don Sancho, por estar defecando y
haber perdido el venablo, le permiten acometer su propósito. Es en
este sentido como se han de entender los titubeos del tiranicida y no,
según creyó Leavitt (1971 , 456), seguido por Delgado (1984, 85),
porque el influjo de la Divinidad se d esvaneciese cada vez que don
121 La historia de Aod ('Eh:ud en hebreo y Ayod o Ajoth en otras transcripciones) se narra en Jue. 3, 12-30, donde se refiere la muerte gue dio a Eglón, rey de los
moabitas, que tenía enseñoreados a los israelitas. Sto. Tomas consideró este episodio
ejemplo para los tiranicidas en su de Regimine principum, lib. I, c. 6 (a¡>. Gregario
López, glossa in Partidas , 11, tít. 3, L. 10, not. g, f" 6vb). Gedeón liberó a Israel de la
opresión d e los madianitas, vid. Jue. 6-8.
ALBERTO MONTANER FRUTOS
136
POLITICA , HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Sancho pensase en levantar el cerco, porq~
;n ningún ~oment,
superada la turbación producida por la v1s1on de su ~1funto
padre:
piensa el monarca en abandonar el sitio. ~n
solo e¡~mplo
bastara
para a preciar que es sólo la propia cobardia de Be~hdo,.
Y. ;'~na
fluctuación del impulso que le guía, lo que motiva su mdec1s1on :
O. Sancho
Segura esperan<;a llevo
de que has de darme a <;amora
-Covarde soy; ¿qué haré agora?- (Ap.)
Bellido, mucho te devo.
Serás mi segunda parte,
serás mano de mi espada.
Seré tu esclavo, - y soy nada, [~arte)
pues no me atrevo a matarte-
He/lid e•
D. s,wdrn
idcol0giranwntc para inducir al auditorio el rechazo de sus actos,
just.tm,l'nlt' a \,1 inversa de como ~etraó
Mariana a Jacobo Clemente,
el ascsi no dt' E nriquc 111 de Francia en 1589:
alguna
O...'spués dt' h.llwr entregado las cartas (. .. ) y sin tu~bación
!'-.K,1 un pu1,,1\ qut' t'i mismo había env~ado
con c1~rtas
yerbas, Y
se ¡0 c\.n·a al n'v en la parte inferior del vientre. ¡Admirable v_alor de
ánimo. menrnr:1t>k hazaña! / ... y una vez encarcelado] p~recia
tam\:>ién que St' ait'graba, en medio de_ los golpes y d~ las hendas, d_e ha~
bcr con su !'-.rngrc \ii:>t'rtado de la tiranía ~ su patna )'. ~ sus concmda
danos; v al mismo tiempo se complac1a de adqu1nr con esto un
nombre .famoso en la historia.
(de Rege. lib. 1, c. VI, p. 68-9)
Se aprecia así la diferente actitud de ambos autores hacia el
hecho mismo del tiranicidio, tan sólo a través de su manera de pre122
qu!ise~:trl
Lo ue se sitúa en correlación con otros d os fenóm e.i:ios ya
~t . r;:~cf
!J:\~
~f':
J?~
ct~d
(;J~f,
señal~o:
- ~: s:9r6~
Bellido
¡~
tiene
0
~ 0 ~ Jnuvenablo. La 'explicación dada ahora, sobre la cobardía del De O~,s
e~ ¡ ~
en conflicto con estas otras, sino que la com¡:>l~en!p'
li:'J:znel carácb de
~1Ct{roe
/~:.rle),ºto
ª 1:~[)ª
exª~abl
~u
sentar al autor del mismo, tan positiva en el tratado del jesuita
como negativa en la comedia del dramaturgo valenciano, pese a Ja
equiparación que entre ambas pretende hacer Delgado (1984, 85-6).
Una vez analizado el carácter de Bellido, se hace preciso, según
lo señalado anteriormente, ver el modo en que su fin, es decir, Ja eliminación del tirano, queda viciado por sus medios. En efecto, tal y
como se ha podido comproba r antes, el De Olfos se halla comprometido en un iustum bellum y por tanto podía haber actuado con razón
e n la defensa de Zamora, al menos según el modelo adoptado por
Arias Gonzalo:
D. Sancho
Arias
E ,.itkn !t'nwntl', la etopeya del tiranicida está aquí marcada
,cOI ¡di~
de
actuación, Y la
de castigo divino de la muerte de don Sancho. Se aprecia as[, una vez mas, a
daridad de las normas a la hora de modelar el texto.
f
123 MCii v. 1047-54. Nótese, de paso, que el v. 1052 supone una nueva pre 1guraci6n del fina( pues, en efecto, Bellido será la mano que porte el arma del rey, pero
para asesinarlo.
137
D. Sancho
Arias
(. .. ) ¿Qué mano ha de atreverse a mi persona?
Nad ie te ha de ofender, Rey soberano.
Pues ¿qué harás?
Respetando tu corona,
si subes solo, besaré tu mano;
pero el que te acompat'le, por mis bra<;os
al sucio ha de volver hecho peda<;os.
(MCii, v . 489-94)
Pero, frente a esta conducta, la de Bellido queda constantemente
teñida de alevosía. Primeramente, calumnia a Arias Gonzalo y a
sus hijos ante d oña Urraca como el solo objeto de dar verosimilitud a
su huida al real de don Sancho (MCii, v. 617 ss.), procedimiento que
vuelve a utilizar, bajo Ja forma de argumentum ad hominem, para
desca lificar a Rodrigo y que don Sancho no dé crédito a las acusaciones de Arias que el Cid apoya (MCii, v. 868 ss.). Sin embargo, el
hecho más grave que comete Bellido es la infeudación dolosa a don
Sancho, por cuanto se realiza con voluntad premeditada de conculcar los vínculos vasalláticos. El tránsfuga realiza su infeudación
cuando acaba de llegar al real de don Sancho, de modo que, por Ja
lealtad que se supone al vasallo, el monarca castellano conceda más
fe a sus palabras:
Bellido
(. .. )Yo he procurado, Señor,
que pongan los <;amoranos
a su justicia en tus manos
y a ~amor
en tu valor.
POLrrICA, HISTORIA Y DRAMA F.N EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
138
Este cúmulo de elementos, concentrados en el momento en que el
De Olfos se encuentra ante don Sancho, supone, como ya he señalado
al tratar de la etopeya del tiranicida, la preparación d el desenlace
fatal de la trayectoria d el monarca castellano, puesto que las actitudes de ambos personajes no dejan en absoluto lugar a dudas sobre
cómo puede acabar esa alianza, por una parte paradójica, pero tan
coherente, dados sus caracteres, del traidor y del tirano.
No bastó mi diligencia
Ja fuen;a d e mi verdad,
y acudiendo a mi l~ta
he venido a tu obed1enc1a.
¿No m e admites p or vasallo?
Sí, pues Ja mano te doy.
(Bésale Bellido la mano)
Pues agora que Jo soy,
e n obligación m e ha llo
de darte a <;amora;
(MCii, v. 784-96)
D. San cho
Bellido
Se posibilita así que Bellido incurra en deli to de traición,
nam ut dicatur aliquis reus laesae majestatis et rebellis, oportet quod
sit subditus124
y aunque aquí Bellido ya era súbdito de d on S a~c
ho , e r~ ~aslo
de
doña Urraca, por lo que se procede a una nueva mfeu?ac1on ex~rsa
para no dejar duda alguna sobre _la inqu~ad
de Belhdo, el caracter
de su crimen y la pena que merec1a por ello.
Que Jos vasallos de señores que tomaren armas, o ~or
otra vía_ directa,
indirecta, re sistieran rebelánd ose a sus señore.s 1p5? fa~
incurran
0
en pena de muerte natural: y otras que fuere(n] bien vistas ·
De este modo, incluso para los defensores del tiranicidio, Bellido
quedaba incapacitado para ello:
Por Ja autoridad de la Sagrada Escritura es lícito y g~ois
ma tarfi~
tiranos públicos, con tal que el q ue los mate no este hgado por
dad al tirano 126 .
V~ l arÍ
fn 6 tn~\gf
~t .ª teJ~
J~ t
e -
s ~o:;rÚb
épsl.0 g/ª'· fO
124 Mar tínez del
Bar~ci,
en su comen
t ar2.~
1 . 1JicJ;i~s
Consilia iuris'. así como la de Abbas Pall, tit._1, c. 4) y en el cons. t . e \· C Quoniam tit. de Hereticis; la de juan Bernardo
norm1tanus en su comen ano ª ·
.
' (C 1u !"1,1apud F ~iesta Robles ecrim~n t F Cornº
Díaz de Lugo en su Practica criminalis canonica
mellas, 1565, c. XIX) la d~ Lulio
_~ laros:i'b~%tu;hí
cometido criRe ni ellos sus vasallos, entonces, como lo
6 y 7. Por o tra parte, ~ no a er. s1 o v~
mdien d l e Dl tmra es
¡eso~: ~ :o p~oes
~dintra?'
dicho delicto, ni caer en las penas de
ce e oc o S
'
P
(, fº 244r-v)
rebelión" (Martínez del ymar, Apolog a, F . A · · M D LXXXV in Monsoriu,
125 For. de Rebell1one vassalloru"!, on
nn1 · ·
,
Fp 1 ~-·
Sobre la relación de
Svmma, fº 275v. Vid..et. Martpín,E;Z del V1lll!lbr, VAp lo ~gÓ
l26 l an de Sahsbury o 1crat1cus, 1 · Il ' · ' ·
. Ló
fidelidad c~nulad
por e1 'traidor, cfr. el siguiente pasaje de Gregono
pez, que
J;
d
omh
139
Respecto del desarrollo factual que conduce a la consumación del
regicidio, es interesante señalar que, como ha visto Leavitt (1971,
436), la actuación de don Sancho al creer a Bellido denuncia algo extraño, "no hay explicación fu era de algo sobrenatural para tan loca
conducta". En realidad, según se ha visto, la obcecación propia del
tirano bastaba para justificar esto, pero, en efecto, desde una perspectiva coetánea, el factor sobrenatural (en correlación antité tica
con el que mueve a Bellido) podía haber influido sobre el irreflexivo comportamiento del rey de Castilla, pues éste había recibido
aviso divino de que, de seguir en su actitud, recibiría un castigo
providencial, y
a quienes la venganza d el cielo persigue, no hay delitos en que no incurran, pues les q uita el consejo y les tu rba el juicio.
(Ma riana, de Rege, lib. I, c. VI, p. 66)
Por otra parte, y en cuanto pena infligida por la justicia de Dios, el
papel de Bellido puede quedar más claro a la luz del siguiente relato,
transmitido por Juan de Salisbury, post Vita Sancti Basilii, c. 36-7:
Sin embargo, Dios se compadeció por las preces del gran Basilio y d e
otros san tos y envió al Mártir Mercurio, el cual, por encargo de la bienaventurada Virgen, atravesó en el campam en to a l tira no [se. Juliano el
Apóstata] con una lanza y obligó al impío m oribundo a confesar que
Cris to, el "Galileo", a quien perseguía, era el venced o r y había triunfado de él.
(Policraticus, lib VIII, c. 21, p. 745)
1
además permite apreciar con claridad la asimilación del comportamiento de Bellido
al de Juaas, en cuanto traidor: Nota mores proditoris: na[m] signa fidelitatis ostendit
suauia & dulcia verba profert, amplexatu r, applaudit, blande ridet, maxima pollicetur, obtestatur Deum, sub pacis foedere osculatur, ad iurandum est pronus, libe[n]ter
adulatur, q[uod] est ca usa proditionis (glossa in Partidas, VII, tít. 11, L. 1, not. c, fO
15va).
140
ALBERTO MONT ANER FRUTOS
Una visión similar es la que impregna la escena del regicidio de
MCii, con la salvedad de que el instrumento de la venganza divina
es aquí vil y no excelso, y puede comprenderse así cómo las connotaciones del venablo en manos del tiranicida quedan asociadas a su
carácter de vínculo del castigo providencial, de modo que la escena
heredada de la tradición cobre una serie de nuevos sentidos que permitan justificarla en su estructura y ubicación no sólo por las exigencias del argumento preestablecido, sino también por la propia coherencia del discurso narrativo aquí planteado. En este aspecto, las
propias palabras de Bellido al asesinar a don Sancho no dejan lugar
a dudas sobre el carácter de su acción:
¡Cielo, cielo soberano,
valedme en esta ocasión!
Esfor<;ad mi cora<;ón,
pues castigáys con mi mano.
(MCii, v. 1087-90, corrijo con Weiger, 1980, 86)
Por último, respecto de la actuación de Bellido, hay que hacer
notar que la consumación del regicidio lo hace reo del más grave de
los crímenes laesae maiestatis:
E caen los ornes en yerro de traycion de muchas maneras (. .. ) La primera, e la mayor, e la que mas fuertemente deue ser escarmentada
es, si se trabaja algund orne de muerte de su Rey.
(Partidas , VII, tít. 11, L. 1, fl2 1sv a)
Esta consideración se hace patente en la reiteración que de nuevo se
da en la obra del término "traidor", que, hasta el reto de don Diego
Ordóñez, en que ese nuevo terna se constituye en centro de la acción,
se enuncia nueve veces, mientras que "traición" aparece siete veces
en el mismo espacio, y las expresiones "mano traidora" y "sangre
traidora" aparecen en dos y una ocasiones respectivarnente127. Con127 Los versos son los siguientes (A y B indican si la palabra está puesta en
boca de los sitiados o de los sitiadores):
A:1430, 1452, 1486, 1500
traydor
B:1092, 1094, 1100, 1292
A: 1419, 1461, 1487, 1501
trayci6n
B:1283, 1359, 1571
t
t
P OLfflCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
~uy
e~
este
u~o.
el
~?ble
141
proceso de la caracterización de Bellido a
t;:~n
~:e'.
~ m~ral
Y de sus acciones, puesto que ahora la
.
n ec o concreto y presente lo que permite d
J~r absolu,tamente clara la condición del crime~
de Bellido ind e~
c1en?o as1 el rechazo del auditorio, según los procedimien'tos ua
~:;1os,
y de cuya eficacia ha dejado Lope un interesante ~!s 10
Los casos de la honra son mejores
Porque mueuen con fuerc;a a toda ge[n)te
Con ellas las acciones virtuosas
'
Que la virtud es do[n)dequiera ~mad
Pues que vemos, si acaso un recitan te'
Haze vn traydor, es ta[n) odioso a todos
Que lo q[ue] va a comprar no se le veln)de[n]
y h_uye el vulgo dél qualn]do le encue[n)tra '
'
Y s1 es leal le prestan y combidan
y hasta los principales le ho[n]ra[n) y ama[n).
(Arte Nuevo, v. 327-37)
;~ ~i!el;r
ª~;i
~ ~cuª
ºso~e
el!
fin
regicida, el cual, habiéndose refugiado en Zamora hab' g
ee
ia si o encarcelado por orden de doña Urraca, ha sido ajustic~do:
D. Diego
Rodrigo
D. Diego
.¿
j Dios te guarde!
y ¿qué se ha hecho del traydor Bellido?
Condénanle al castigo merecido.
Atan a cuatro colas de cavallos
los quatro 9u.ª1:ºs de su cuerpo infame,
para que, d1v1d1dos y furiosos
le hagan quatro piec;as, dando exemplo
a los demás vasallos.
Justamente
merece tal castigo tal delitol28.
mano traydora = B = 1096, 1334
sangre traydora = A= 1440
128 MCii, v. 2659-67 Nótese como
t W .
( 9
asperz~
creado por la alit~rcón
del fone~
;ªk/ e1ger 1 80, 29 y 143), .el efecto de
do mediante el descuartizamien to no es 0 . . 1 dn eCtos versos. El castigo de Bellicuente la mención d e la ejecución d 1
. .n gma e astro, pero tampoco era fretomar el dato de fuentes históricas :o~e;¡c1dan
. las fuentes ht~rais.
Guillén pudo
as a 1c10nes al Sumario del Despensero de
142
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLrTICA, HISTORIA y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA
Tras haber contemplado el proceso d esarrollado por el De Olfos
a lo largo de MCii, puede concluirse, como para el caso de don Sancho en cuanto tirano, que el personaje no sólo ha servido para llevar
a cabo una acción simplemente considerada en sí misma como traición, sino que se ha procedido a una adecuación de las necesidades
expresivas tanto de la norma ideológica (y de la cosmológica, ut infra) como de la estética, de tal modo que el tratamiento de la figura
d e Bellido posea una cohesión intranarrativa basada en una caracterización homogénea, en e ste caso bajo los factores de la traición,
la cobardía y el impulso divino y, como consecuencia de ello, el auditorio asuma connotativamente el haz d e elementos ideológicos
implícitos que se hallan en el origen d e la actuación d el personaje y
d e la postura que las otras dramatis personae adoptan respecto d e
él, elementos que suponen el rechazo por inicuo de todo tipo de regicidio y la confianza en la providencia divina que, de un modo u otro,
suscitará un instrumento de su justicia.
143
Incluso David (. .. ) aun teniend o qu
, .
b iend o tenido frecuentemente
e.s,oportar ~n.gra
v 1 s1mo
tirano y hanarlo, confiando en la mis
e ri co r ~1ts:;
eh marl
o~ p:efirió p erdocado. Decidió
.
or, que pod1a librarle sin peScñor tras un 'a~ed
f~;dpac1
e ntem
a que fuese visitad o por el
o <'ª~e
en la batalla, ~ n:i u riese de otra
form a por justo juicio de Di~s
muy út il y seguro a saber· si l;s .... s.te modo d e ehmmar ti ranos es
clemencia de Dio
~ llenos de h ~ l~1
1 d os recurren al p atrocinio d e la
nos inocentes, a partan con dev~
pªe y, l elv~
n .tando
al Señor sus ma.
.
r ces e at1go que los aflige.
(Pol1crat 1cu s, lib. Vlll, c. 21 , p. 742)
, Se proporciona así el modelo de actuación
.
.
cstan admitidos en el ámbito d 1
propio de quienes
.
e mo narca y de los demás · b
d e1 remo
en general, garantizando de
. nuem ros
plcn adecuadamente con su a 1 . este modo que, s1 todos cumestablecido
. , p pe' Dios, como garante de un sistema
p or su sanc1on se encargará d
,
equilibrio y prosiga en su fu,ncionamiento. e que este mantenga su
De esta manera, el cuerpo social, ante los abusos del Estado,
puede optar por dos modelos esenciales: el de Rodrigo, que responde
al concepto de Bossuet de que
los súbditos no deben oponer a la violencia d e los príncipes más que
exhortaciones respetuosas, sin reb elarse ni murmurar, y oraciones por
su conversión.
(ap. Chevallier, 1979, 79)
o bien el de doña Urraca, ligado a la visión de Juan de Salisbury:
la J{eina doña Leonor, o la Historia de los Reyes Godos de Julián del Cas tillo, o el Libro de la s grandezas de Pedro de Medina (vid. Said 1975, 259-60). El traidor estaba
condenado, según las Partidas (VII, tít. 11, L. 2, f" 16fa), a la pena de muerte, pero no
especificaban más. En el derecho foral aragonés se establecía que el traido r fuese
arrastrado (Obser. 2 de Proditionibus, lib. VIn, in Mo nsoriu, Svmma, f" 357r).
En cuanto al descuartizamiento, era una d e las muertes al uso en la jurisprudencia criminal d el Antiguo Régimen, aplicada casi exclusivamente en los casos d e
regicidio. En la Gran Enciclopedia l..arousse (Planeta, Barcelona, 1962, 21 , v. lll, p.
785c) puede verse reproducida wia estampa coetánea que recoge la muerte de Ravaillac, el asesino de Enrique IV de Francia (ut supra), por este procedimiento, cu ya única
diferencia respecto de la descripción de Rodrigo es que el reo está colocado sobre un
tablado durante la ejecución. ES posible que la cercanía de este célebre suceso (1610)
influyese en el tipo de muerte s upuesta para Bellido, jwito con los anteced entes historiográficos ya señalados. En todo caso, es patente que aquí Cas tro ha querido suscitar de nuevo el <p<>(}O<; del auditorio, buscando la ejemplandad del castigo (sobre este
aspecto en la doctrina jurídica de la época, vid. Ruiz d e la Cuesta, 1984, 218-27).
3 . Delicta singulorum
Después de la consumación del magnicidio MC"
tar, como ya se ha visto en el § II al a !'
1,
zz va a
una i~fl ex i ón argumental que, sigu
i e ~z:
C:.~!utra
paradigma, supone la modificación d 1
. p o~ u
para_ yasar del tema de l tirancd
~ ~:
= ~ t~nd ers d
rdonez que c
be .
.
º
~ ;~ir
p ~ rt~? ~ ~s s; ~s; e ;~
hacer~o const~
fe ~
Sancho, tan sólo Be llid
ºci:~r
= ~hvm
ción, acude al concepto
Bellido
Hijo 1º
os. fnmera~
ti~a
~a
~ nt e).
o~=su;a
l~ ~:
.
expenmend e la obra,
es t o por el
e l ro e ~a to,
on
1ego
~
Sobre este punto, es interesante
e nt e, que tras la muerte de don
~ : e; n~:ay
~ I c~:iulpa-
¿Trayción es poner la mano
en u n rey que fué tirano?
N unca es tirano el Señor
(MCii, v. 1487-9)
144
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLff!CA, HIITORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
y, en segundo lugar, que a partir del reto de don Diego, el concepto
de traición ya no vuelve a aparecer, hasta el relato de la ejecución
de Bellido, que coincide con la resolución judicial sobre la lid dudosa y con la llegada de don Alonso, en una clara culminación de todos
los asuntos pendientes antes de proceder a la apoteosis final.
Esta traslación del interés narrativo es lógica, toda vez que el
tiranicidio ha sido declarado inicuo y, por lo tanto, no se podía siquiera permitir que la dilucidación de su legitimidad se plantease
a través del reto y las lides subsiguientes. Ante esta situación, y
dado que el argumento preestablecido lo favorecía, se va a plantear
un doble tema: por un lado, la necesidad del castigo de la traición y,
por otro, el problema de la extensión del delito. Se lograba así que
todos aceptasen como premisa incontrovertible la ilicitud del regicidio, y, en el plano dramático, que se invirtiesen los papeles, pues
si en la cuestión del tiranicidio se daba la razón al Estado, en la de
la persecución del delito se le otorgaba a la Sociedad, sin que, por
otro lado, se rompiese la correlación sitiados-oprimidos/sitiadores-opresores, puesto que, tanto en el caso de la tiranía como en el
del re to, la acción negativa inicial (funciones K y A l9 respectivamente) procedían de la injerencia de la esfera B en la A (cfr. el cuadro I). El resultado es, como ya he comentado, lograr de la Sociedad
una protestación de lealtad como base indefectible de su comportamiento, y d el Estado un reconocimiento de la necesidad de no extralimitarse en sus funciones, lo que, aunque tibiamente, podría reflejar
que, ya que no era lícito proceder directamente contra un posible tirano, al menos el aparato estatal podía ser controlado por medios
judiciales, como pedía Martínez del Villar: principi resistendum
non est, nisi remediis civilibus tantum (Appendix, p. 235), lo que
Barcia y planteaba así: cúm ille si intolerabilis tyrannus est ( ... ) resistere cum reuerentia possit (De Regno et Regali Potestate, Parisiis, 1600, III, 8, 159, ap. Lauer, 1987, 55). En todo caso, este desenlace permite restaurar, desde el plano narrativo (es decir, como
configuración de una norma ideológica), el equilibrio preciso para el
buen funcionamiento del sistema.
El principio desencadenante del proceso es puesto en boca de don
Diego, que, en su apasionamiento, va a actuar como alter ego de don
Sancho, sustentando todo el peso de la acción vengativa contra Zamora:
D. Diego
D. Sancho
D. DieRn
D. Sanchn
D. Diegn
145
Iguale a la desdicha el sentimiento;
y si al agravio la vengarn;a igualo,
bolarán sus cenizas por el viento.
Abrasaré a <;amora; pagarálo,
que no porque el castigo es justo, es bueno,
dexa de ser el instrumento malo.
Alborótese el mund o, quede lleno
de horror, de asombro, de dolor, de espanto;
que yo he de ser el rayo de este trueno.
¡Ah, don Diego! .. .
¡Ah, Señor!
No llores tanto.
Mi muerte mira, muda essa esperarn;a,
de quien qui<;á se ofende el cielo santo.
¡Fundada está e n justicia esta vengarn;a!129
El planteamiento de don Diego Ordóñez es, en principio, ade, en lo que tiene de deseo de castigar el delito, por dos razones:
pnmeramentc porque Maiestas lfa]esa, suam injuriam condonare non
potcst (Martínez del Villar, Appendix, p. 186), y, en segundo término, porque punire malos qui negligit; injuriam facit bonis (lbíd. p.
19 8); y~r
otro lado,. su actitu_d no es completamente correcta, porque
1'.º d1s~ngue
en la .•mputaci?n del del ito, sin tener en cuenta que deli cta sirzgulornm, zn s1ngul1s auctoribus punienda (Jbíd. p. 137), ni
considera que, incluso en el caso de que realmente toda Zamora estuviese implicada, no siempre se la podía acusar in solidum:
c u~do
Si la vniuersidad hazc maleficio, o daño a algun singular della, Jos singulares d ella no pueden ser conuenidos sino los officiales 130
. 12 ~ .. MCii, v._1293-305. Said (1975, 201) edila los v. 1302-3 con la siguiente punua~1ót
n . No ll?res tanto /. m1 muerte; mira .. . muda essa esperan<;a" (casi igual en
'V'.'e1ger, 19~0
, 9:i), pero eso mtroduce un ¡9ro col0<1uial, con "mira", que no parece proP.1? del estilo su_bl!me de los terc~os
"tragicos" (u t supra), además de que esa expres10n. es a1ena al 1diolecto de Guillen, al ~enos
l'.n esta obra, mientras que con la puntuactón q~e
pr~ong
se reconstruye el típico qwasmo de los versos bimembres de Cas, .median te la yu xta posición, una relación antitética entre Ja
tro: que 1mpli~an
protas1s y la apodos1s, y en este caso, una relació n de consecutividad implícita pues
s~ supone que 1a consideración de la justa causa de la muerte de d on Sancho ha d e servir a d on Diego, tanto para no p retender nuevas causas injustas (exemplum mora/e)
como para comprend er precisamente lo injusto de la venganza que se propone acomete'r
(argumentum 1und1cum).
130, Obser. 5 de In.iuriis, lib. VIII , in Monsoriu, Svmma, fO 357r. Doy este texto
legal a titulo comparativo, porque pertenece al derecho foral aragonés, no al real
ALBERTO .\10NTANER FRUTOS
146
de tal modo que, de no poder castigar a los auténticos responsables
del crimen, delictum satius est impunitum reliqui, quam innocentes
damnari (Martínez del Villar, Appendix, p. 206), pues in delictis
maior pars minori non nocet (Jbíd, p. 138).
Frente a la posición de don Diego, es una vez más la mesura de
Rodrigo la que habrá de plantear las cosas en sus límites adecuados:
POLrrlCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
147
briesse ~1 Rey, dezimos que deue ser perdonado el yerro que fizo de
consentir en su cora<;on, de ser en tal fabla. Edemas tenemos por bien
que! den avn gualardon, por el bien que fizo en descubrir el fecho.
(Partidas, VII, tít. 11, L. 5, f218v b)
Sobre est? hay.que tener además en cuenta que el propio Arias Gonzalo hab1a d e¡ado claro el sentido de su mensaje (cfr Crapotta
1984, 164-5):
•
I
D. Diego
(. .. )Pues, ¿quién duda, si fueron valedores
de un acto tan atroz, tan torpe y feo,
que todos en c;amora son traydor es?
Rodrigo
Que lo fué Arias Gom;alo no lo creo,
pues aú n lleva su voz el ayre vano
con que qu iso estorbar tan mal deseo.
Protesto que si sucede
lo que digo, en mi desca rgo,
q ue no pued<a> dar el mundo
de tan desastrado caso
ni a tu descuydo d isculpa,
ni culpa a los <;amoranosl31_
<MCii, v. 1362-67)
La postura del Cid se adscribe con esta aserción a lo que la teoría
jurídica y, por decirlo así, el sentido común de la época consideraban
justo:
quia ad hoc, ut maior pars possit praejudicare universitati secundum
legem, quod major pars ff. admu n i, requiritur quod illo tendant ad utilitatem, vel salutem non tendal ad damnum, sed quando tradunt ad
damnum et delictum, req uiritur quod omnes concordent: alias contraditio unius faceret, ne videat ur gestum ab ipsa Vniversitate.
(N. Bocrius, de Sediciosis, §V II, n 2 2, ap. Mtz. del Villar, Apología, fº
104r)
y, respecto del aviso de Arias, hay que tener en cuenta que, incluso
aunque el ayo de doña Urraca hubiese estado coaligado con Bellido,
su delación le excul paba del crimen:
Proditioni consen tiens, poenam redimit, denuntiata proditione Regí.
(Martínez del Villar, Appendix, p. 120)
si en la voluntad de alguno entrase d e fazer traycion con otros d e consuno, e ante que fiziessen jura sobre el pleyto d e Ja traycion lo descucastcllano. Por otra parte, cuando la responsabilidad de un delito se sabía ciertamente compartida in solidum, el propio texto señala: "Hase de no.~ar
que do[n]~
5<?.1'
muchos delinque[n]les, todos juntamente pueden ser condenados (Obser. l de lnzurn s,
lib. V III, in op. cit. fº 356v)
Sin, ~mba
rgo , don Diego Ordóñez ofrece otro dato, judicial y
retoncamente correspondiente a los Jacta in tempore insequenti contemplados en el status coniecturae de la quaestio (cfr. Lausberg
1?69, § 164), que permite hacer dudar razonablemente de la inoce
~
Cia de los zamoranos:
D. Diego
Que tuvo_valedores os prometo;
que no pudiera hazer, siendo Be llido
causa tan leve, tan notable efcto.
. Y aunque no fuera assí, trayción ha sido,
siendo deste delicto sabidores
haver al delincuente recogido.'
(MCií, v. 1356-61)
D_e ser. verdad 1~ visión de don Diego, Zamora, en efecto, se haría
comph ce d el crimen laesae maiestatis de Bellido:
La onzena [se. manera de traydon] es, qua[n]do algun orne es acusado
o reptado sobre fecho de traycion, e otro alguno lo suelta 0 le aguis~
por que se vaya.
(Partidas, VII, tít. 11, L. 1, f216v a)
,,
13~.
MCii,,v. 831-6. En el verso 833 Said (1975, 179) y Wei er (1980 74) leen
p~ed
, que l ~s 1ona
la consecutio temporum de la apódosis de la c~ ndic
o n~I
que h
de JI en sub¡untivo.
'
a
ALBERTO MONTANER FRUTOS
148
Ante esta situación, se propone retar a los zamoranos d e trai~n
med~?
d ores, pero si el duelo que supone ese reto es para Rodri?~
de averiguar la connivencia o no d e la ciudad en el reg1c1d10 (M~t,
v. 1353-5 y 1365-70), para don Diego, que no duda d e la c.ulpab1hd ad de la uniuersitas zamorana, el reto y el duelo se convierten en
una p ena de por sí, en el acto mismo d e la ven~az,
qu~
es lo ~ue
el
alter ego de don Sancho hubiera deseado re~h.zas1
~as
aven~u
ciones (vid. MCii, v. 1340-9). Según la casuist1ca ¡und1ca de la epoca el d esafío suscitado por Rodrigo daría lugar a un duelo manifesta;ivo de verdad, mientras que la postura de Ordóñez suscitaría un
duelo defensivo del honor, o vindicativo de la honra (cfr. Jackson ,
VII, 950c-952c); pero la naturaleza y carácter del reto y las lides
que se realizan para solventarlo se dilucidarán en su momento.
Antes de pasar a la efectista escena d el enlutado don Diego profiriendo la arcaica fórmula del riepto, la obra, según su típico mecanismo de alternancia, presenta lo que está sucediendo tras las murallas de Zamora, a fin d e que no pueda caber duda alguna sobre la
inocencia tanto de la ciudad como de doña Urraca 132. En efecto, Bellido cuando entra en Zamora, no encuentra el sagrado133 que esperaba: sino que es apresado. Es más, Arias propone su e j ec ~ci ón , pero
doña Urraca, con buen sentido, prefiere mantenerlo con vida:
Urraca
(. .. ) Pre ndeldo, echaldo en cadenas
pero no le d eys la muerte.(. .. )
Arias
¿Cómo e n d elito ta n grave?
pues dirá quie n dello trata,
que quien su muerte dilata
algo en su s trayciones sabe.
Y ¿no será Jo mas cierto,
pues Ja ocasión nos obliga,
d ezir que por que no diga
los cómplices Jo h emos muerto? (. .. )
Y si es que los Castellanos
dizen que culpa te nemos,
Ja disculpa les p ondremos
y el de linquente e n las manos.
Ur raca
132 Sobre la ciudad, se cuenta con la exculpación .Yª comentada que conlleva el
aviso a don Sancho. Respecto de doña Urraca, se r e ~ e i a constantemente su falta d e
conocimiento de los planes de Bellido, como ya he senalado en el§ 11.1.
133 Vid. MCii, v. 1161-2. Sobre el acogerse a sagrado, cfr. supra. n. 39.
P OLfTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO D E Z AMORA
Arias
Son tus razones, Señora,
de tu discreción tributo.
U rraca
Cu bran d e funesto luto
las murallas d e (amera,
y vean el sentimiento
con que esta desdicha pago,
mi inocencia, en lo que hago,
y mi pena, en Jo que siento-.
149
CMCii, v. 1455-65y1470-81)
Se consigue de este modo, intra narrativamente, aplazar la ejecución
de Bellido hasta el final d e las lides, lo que causa el efecto ya comentado, y, extranarrativamente, dar a los espectadores el número
s ~ficent
de datos para que, a la luz de su conocimiento d el paradigma argumental, generen nuevas expectativas razonadas sobre el
descnlac: del reto, F:uesto que, al conocer eventos que don Diego ignora, aprecian el desa¡uste entre lo que sería justo, es decir, reconocer la
inoc:~a
de Za mora y dar e l debido castigo a Bellido, y lo que obra
Ordonez, .que .p re tende indiscriminadamente extender la culpa a
toda la um11cr:;1frzs zamorana, lo que, a los ojos del auditorio, justifica d ?~ ~ e la propia lógica de la obra el desenlace ya conocido por la
trad1c1on y la resolución de su indefinición que aquí, como en RH y
CMS (11t supm), se propone.
Se produce tras la escena comentada la llegada d e don Diego
ante las mura llas de la ciudad, donde desafía a los zamoranos con
la a~ ti g u a versión d el reto que, inspirada en la solidaridad penal
considerada por el derecho germánico, se había convertido en una
expresión incomprensible ya para el autor de la versión del *Cantar
de Sa ncho JI prosificado en PCG, como se deduce de las palábras de
extrañeza de Arias Gonzalo (vid. Menéndez Pida!, 1959, 62-3). Esa
misma admiración ante una acu sación que se con sidera totalmente
desorbitada es la que se quiere provocar en el auditorio d e MCii a
través, también, de las palabras del ayo de doña Urraca.
Arias
Don Diego Ordóñez d e Lara,
en Jo que agora havéys dicho
hablastes como valiente
pero no como e nte ndido.
En Jo que hicieron los grandes
¿qué culpa tie nen los chicos?'
ALBERTO MONTANER FRUTOS
150
D. Diego
Y ¿qu é merecen los m~ertos
en lo que hizieron los b 1vos?
Y ·qué an culpado en <;amora
cafles, plac;as, edif~o?
¿qué saben de se nhm~
entos
los que no tienen sentidos?
·Sabéys cómo e stá ordenado
~ por ley establecido
.
que el que retare a Conse¡o
ha de matarse con cinco?
Ya lo sé; y con cinco mil
a matarme m e a p ercibo.
(MCii, v. 1596-613)
El reto, entonces, cambia de sentido, y de ser una necesidad
·urídica, la susci tación de un pleito legal resuelto, en este caso, por
~na lid, para determinar Ja culpabilidad de un ~cusado
(el retado),
~ía
Rod.rigo134, pasa a co~ver
tir se en un abuso lesegún lo que p r op
gal; en una pretension no a¡ustada a derecho.
/ex dictans ut unus puniatur pro alio, et sic. filius P!º pat:e'. est valde
quare
ri urosa exorvitansque ab aequitate naturali , et a ¡u_re. d1~zno,
est interpretanda: nec debet, nec
fien aliqua exten. ( ) Sabiend o pues a tirania infamar a los h1¡os por los padres, Y
mas a los que no lo son, quanto mas lo sabra infamar a todo un
Rcyno por tan pocos ma 1os.?135
st~icme
pot~
~ºch
.
MC ii v 1351 ss. Sobre el carácter del reto, té~gase
en cuenta lo
134 Cf
acusamiento que faze vn fidalgo a otro por
r. cspcc. . , ,;R. t
1 fi ( ) E este riepto tiene a pro
que disponían las Partidas: _iep 0 es
corte profa<;andolo de la trayaon, 0 del al:~c
d:'ech~
por el, del tuerto, e de la
es _carrera pa_r I11 L 1 f" 18vb).
a aquel que lo faze, por . ~ue
deshonra que! f1z1eron (P_artidas, Vlf, tit. ' d.e delitos de traición y alevosía (ParEl reto sólo ~ta
efectuarse ª~ciarse
mediante pesquisas, presental'd (Partidas, VII, tit. Ill, L. 4, f" 19va). El
tida s, VII, tft. 111, L. 3, 19'b), Y P°:ffa
ción de pruebas (documen tos Y. t_es gos fl o Óa menudo con el desafío, como fórmula
reto, como forma de dcrh~pub,
e l ?~ ua uelo como modo tanto de averiguación
0
de derecho pnvado, de m
~ e ª 1 . 0 rame~
t e por el derecho canónico, incluso
como de vindicación, fue prohi
Pn~
de Tren to (vid. Covarrubias, Tesoro, 453b
0
,
r el derecho civil regio, que en
expresamen te en las deas1ones ~
dJsp~
s Í~
eys
Católicos en 1480 en Toledo
y 487a, s.v. "desafiar" Y "duelo)
España se plas!'"Ó.en una ley pr~m
ª)
Jackson, v. Vll, p. 951b). Se com(Nueva Recop1lac1ón" hb._ XII, 11¿. X d\ Íi~om
o ordalía 0 juioo de Dios, incluso
prende asf que del pnm1t1vo car. cter . er ~ como éste apenas haya más que leves
en ~n . texto. ta.n n .eta m e n~ e pro6lf~ª
is), mientra; que su carácter vindica tiV<;>,
remm1scenaas (vid. MC!t, 1
bX.
rohibido pero llevado a cabo en la realiparalelo al del duelo pnva o, tarn ien P . tifü:'ación de un procedimiento desusadad y en el teatro, es el que se conserva como JU S
do a Jos ojos de los espcta~o
r es.
f" 137 -v La ley a que se refiere es la L.
135 Martínez del V1l!ar, ~p(olc!f.ía,
~ 9) De la misma opinión era Balquisquis, C. ad L. fuliam ma¡estat1s v1 . supra n. 1 ·
l
d'1t
J''lfª
d
POLrrICA, HISTORIA Y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA
151
Ante esta situación el planteamiento de don Diego estaba viciado de origen, y contrariaba el espíritu del reto como mecanismo judicial, pues
Qvien quiere reptar a otro deue Jo faze r desta manera, cata[n]do
primerame[n)te, si aquella razo[n] porq[ue) quiere reptar es a ta l q [ue]
caya traycion o aleue. E otrosí deue ser cie rto, s i aquel co[n )tra quie[n)
quiere fazer el riepto, es en culpa.
(Partidas, VII, tít. III, L. 4, fl2 19v a)
En efecto, O rdóñez, como señala Arias Gonzalo, acu sa a seres a los
que no alcanza la responsabilidad jurídica, pero, además, no puede
poseer certeza suficiente para realizar una acu sación in solidum,
pues si d e su visión del status coniecturae de la causa se desprendía
una posible connivencia de Zamora, del factum in tempore antecedenti, expuesto por Rod rigo, se seguía con más nitidez que la responsabilidad colectiva no podía exigirse a la ciudad, pues al menos de
un ciudadano se conocía la repulsa del delito, y dado que delictis
factum etiam maioris partís non nocet minori (Martínez del Villar,
Apología, f2 240r), la pesquisa previa impedía el reto a la uniuersitas zamorana, pues
Qui e[ni]m prouocat alique[m] ad bel/u[m], vel d uel/ u[m] impingens ei
crimina, tenet[ur] probare per indicia, vel coniecturas: q[ui]a pugna
aequiparatur torturae, q[uae] non debet fieri nul/is índicijs praecedentibus, & qualia indicia sufficiant, est in arbitrio (. .. ) Regís in isto casu:
alioquin q[ ui]libet desperatus, alíum ad pugnam sine causa prouocaret.
(G. López, g lossa in Partidas, VII, tít. III, L. 4, not. a, fll 19v a)
Y, a este respecto, hay que tener en cuenta que el monarca difunto
había desaconsejado a don Diego, como se ha visto, que perseverase
en su propósito, "de quien qui~á
se ofende el cielo santo" (v. 1304).
De este modo, Ordóñez se convierte en el alter ego de don Sancho,
puesto que, como él, aplica leyes, que, según la expresión citada de
Martínez del Villar, "saben a tiranía", y con sus pretensiones llega
a conculcar las leyes divinas y naturales, pues
do, Commentaria , v. III, f" 59v-69v (glossa in L. Gallus, ff. de Liberis et postumis
heredibus, Pand. lib. XXVIII, tit. 11, L. 2'9), a quien sigue Martínez del Villar, ¡·unto a
Angelo de Oavi, de Legibus; Decius, Consilia ¡uris, cons. 64, y otros juristas de a época.
152
ALBERTO MONTANER FRtrrOS
POLTTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Dicat enim · ratio natural is, quod gesta debean t ad au ctores su os
restringí, non extendi ad alias qui culpa carent 136 .
En este sentido, hay que recordar que al emperador Teodosio, por un
castigo indiscriminado que aplicó a los ciudadanos de Tesa lónica
por la muerte de sus magistrados, se le condenó expresamente, a instancias de S. Ambrosio, por el C. cum apud, 11 , q. 3141.
Y actuando como lo hace, transgrede también las leyes humanas, al
violar lo preceptuado por el derecho romano 13 7 sobre la posible imputación d el d elito de un individuo a terceros:
Quedaba don Diego, de esta forma, como expresión evidente d e
un ª?uso de poder que, para legitimar su postura de intangibilidad,
manifestada en la ilicitud d el tiranicidio, se proponía llevar a cabo
una r~pesió
a todas luces desproporcionada, n o ya a la magnitud
del cnmen, smo a la responsabilidad penal por él generada. El res.ultado ~e
esta actuación tan claramente desorbitada es que las
h?es susotadas para sustanciar el proceso incoado por el reto se convierte n, como ya he señalado, en una auténtica reivindicación de la
inocencia de los zamoranos, generando, por rechazo, el mismo fin que
eradm~t
~r ~ t ~ ndía
don_Di.ego, es d ecir, la universal aceptación
de que el ttramc1d10 no pod1a smo ser una forma de traición.
Sancimus ibi esse poenam ubi & n oxia est . Propinquos, not os familiares procul a calumnia summovemus, quos reos sceleris societas non
facit. Nec enim adfinitas, ve! amicitia nefariu m crimen admittunt.
Peccata igitu r suos tenean t auctores, n ec ulterius progrediatur metus,
quam reperiatu r delictum . Hoc sing ulis quibusque Jud icibus in timetur138.
Tambié n establecía e sta restricción del delito el derecho
canónico refiriéndose además a la extensión d e la culpa a una comunidad:
Non d[ebetur] aliquis alteri[us] odio pregrauari ( ... ) Exemplu[m] istius
regule ponit[ur] C. de inoffi<iosso> testame[n]to. L. si quis in suo. § legis au[n]t. U bi dicitur q[uod] mater no[n] debet exheredare tiliu[m]
propter delictu(m] a marito eiusde[m] filij patre co(m]missum 13 .
Delictu[m] persone non debet in da[m]no ecclesie redundare ( ... ) Si
abbas vel monachus vel alius cleric[ us] delinquat iniuria[m] fa ciendo
vel da[m]nu[m] da[n]do ve[ alicui eius possessione[m] v iole[n]ter occupa[n]do , eccl[esi]e n o[n] tene[n]t: q[uia] delictu[m) p[er]so ne no[n]
d[ebet] in da[m]nu[m] eccl[esi]e redu[n]dare1 4D.
136 Martinez del Villar, Apología, f" 136v, quien añade, siguiendo a Baldo y a
Saliceo, sobre las leyes in quo unus tenetur pro alio, que tales constituciones se dan co.ntra jus naturale, ac divinum. Vid. Baldo, Commentaria , v. lll, f" 104v-105v (glossa m
rub. C. Res inter alias, Cod. lib. VII, tit. LVI).
137 Recuérdese, sobre esto, que el d erecho romano y no el real era el que
enseñaba, junto con el canónico, en las universidades europea,s d esde ~ l s. XIII hasta el
s. XVlll, y era tenido como fuente general del derecho (vid. Garaa-Pelayo, 1968,
97ss.).
.
.
138 L. Sancimus ibi, C. de Poenis (Cod. lib. IX, tit. XLVII, L. 22, m C.I.Ci. v. ll,
p. 403b). Legislaba en el mismo sentido la L. Neque ex eius, C. Ne filius pro paire
(Cod. lib. IV, tit. XIII, L. 1, in C. l.Ci. v. II, p. 15Sa), mientras que la L. Semper adversus possesores, § Si in sepulchro, ff. Quod Vi aut clam di spo
~ía
la r e~ p~nabild
solidaria en caso de delito colectivo: Opus enim quod a plunbus P.ro indiviso (actum
est, singulos in solidum ob!igare., Si t~men
proprio q.uis eorum consilio hoc fecent, ci-:m
ornnibus esse agendurn: scilicet in solidum (Pand. hb. XLIII, ht. XXIV, L. 15, § 2, m
C.1.Ci. v. !, p. 3'82a).
139 Se trata del C. Non debetur, tit. de Regulis Iuris, Decr. con la g losa d e Dinus, de Regulis Iuris, f" lxiiij v.
.
.
de Dmu.s, de . Regulis
140 C. Delictum, tit. de Regulis Iuris. Decr. con la .g l o~a
Iuris, f" cxx v. También disponía en este sentido el C. Vtife, tit. de Regulis Iuns, Decr.:
153
r _ a~
coadyuvar a la aceptación connotativa d e esta propuesta
, se ha recurrido, como en el caso de Bellido, a la indignatzo, instrumentada a través d el argumentum animi naturae. En efecto, si lo que se pretende es que el auditorio, como Z amora, considere
la imputación de Ordóñez exagerada, por el mero hecho de que su fidelidad ja más le habría permitido siquiera la complicidad pasi142
va con el traidor, es conveniente que la actuación de don Diego impela a ello por contraste, para lo cual se le caracteriza como un
individuo iracundo, soberbio, y desmesurado cuya t5pptc; (orgullo,
pero también ultraje y d esenfreno) contrasta con la cortesía de sus
adversarios (vid. Crapotta, 1984, 177). De este modo, como ha
señalado Leavitt (1971 , 435), Castro se asegura así que el público no
simpatizará "con un hombre que ha m a tado a los hijos de Arias Gon1~picta
.
Vtile .'!º n debet per inut,ile [se. insep_arabile) vitiari (vid. Dinus, de Rg. Iuris, f"
l ~xv
1¡ r, y Mtnz. d el V11lar, Appendix, p . 137), y lo mismo el C. Quaesivit. tit. de
His quae si metus 'D el causa fiunt, Decr . Lib. l.
1~
Decr. pt. II, Ca. XI, q. 111, c. LXIX, in C. 1.Can. col. 954-6. Vid. e t. Martínez
del V11Iar, Apologfa, f" 66r-v, 83r y 100v, y Appendix, p . 144-5.
142.. La . able~t
eoda
. sobre la base de que crimina aliorum qui potest corrigere,
nec com git; sibr commuma facrt ..(Martínez del Villar, Appendix, p. 163). Nó tese que,
a la luz de los v. 607-10 de MCu , en boca de doña Urraca, relacionados con los v. 149
ss. dichos por Bellido, podría parecer que la infanta incurrió así en delito d e traición.
Sm e~ b arg?
no sabe qué planea Bellido, por lo que no ha consentido, stricto sensu, en
el delito, 1!uentras que en los v. 1503 ss. se d esmiente al De Olfos, que actúa movido
por el ans1~
de ~varse
, como correspond.e.a su cobardía. De este modo, esa pequeña
mcoherenaa m1oal queda salvada, permitiendo a la vez con ella que Bellióo ponga
sus planes en marcha, sin los cuales no habría habido acción.
152
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLrTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
Dica! ~nim
· ratio ~aturl!s,
quod gesta debeant ad auctores
restrmg1, non extend1 ad a/ros qui culpa carent136_
5
u s
0
y. actuando como lo hace, transgrede también las leyes humanas al
~o prec~uado
por el derecho romano137 sobre la posible ¡'mputacion del dehto de un individuo a terceros:
viola~
Sancimus ibi esse poenam b · &
·
·
re
l
.
u 1
nox1a est. Propmquos, notos familias_ procu
~alumn.1_
summovemus, quos reos sceleris societas non
faczt. N:c. enrm adfinztas, ve/ amicitia nefarium crimen admittunt
Peccata 1 g 1t~r
suos t~nea
auctores, nec ulterius progrediatur metus ·
;:~Ta.
repenatur del1ctum. Hoc singulis quibusque Judicibus intme~
ª
!~mbié
. ~stablecí
esta restricción del delito el derecho
refmendose además a la extensión de Ja culpa a una com _
u
~c nomc
mdad:
No n
d[eb~ur]
aliquis alteri[us] odio pregrauari ( ... ) Exemplu[m] istius
romt[ur]_ c._ ~e
inoffi<iosso> testame[n]to. L. si quis in s uo § le
gis au n]t .. Ub1 d1c1tur q[uod] mater no[n] debet exheredare fiÍiu[m propter del1ctu[m] a marito eiusde[m] filij patre co[m]missum139
l
r~gule
Delictu[m] persone non debet in da[ m]no ecclesie redundare (. ) s ·
~
abbas vel monachus ve/ alius cleric[us] delinquat iniuria[m] ¡;~ iend
vel da[m]nu[m] _da[n]do ve/ alicui eius possessione[m] viole[n]ter occu~a[bn]dlo
,_ eccl[es1 ]e no[n] tene[n]t: q[uia] delictu[m] p[er]sone no[n]
e et m da[m]nu[m] eccl[esi]e redu[n]dare140_
Sa!ic~
6
so~!\
~: ~:ir,
Apología, f" 136v, qtúen añade, siguiendo a Baldo y a
.j'¡~usBlr;f¿/º
alzo , tqu ~ talesllclonstituciones se dan contra jus 'naturale ac ~ivnu
rub. C. Res in t;r alias, Cod: lib. VII, tit.' LVJ)men aria, v. 'f" 104v-105v (glossa in
e n sci!~a
s. XVIII )~o
97ss.). '
Recuérdese, sobr':! esto, que el d~recho
romano y no el real era el ue
~on.l
canómf, en las universidades europeas desde el s. Xlll hast~
el
em o como ucnte general del derecho (vid. García-Pelayo, 1968,
138 L. ~ancimus
ibi, C. de Poenis (Cod. lib. IX, tit. XL VII L 22 ·
·
p. 403b). Legislaba en el mismo sentido la L Neque ex eius 'C. N' fi~· C.I.Ci. v. II,
;~d.
~s:e
tit. ~I,
L. 1, in C.I.Ci. 11, ~ " 1S5a), mientras que.la s~u:i/e;ºa
~d1!
~l:tirus
ºcmr . nci~us.
l.
nus,
~9 Re~lªJ:r.dbtu,
v.
esse agendum: sci1Fce1 in solidu::r
v. 1, p. 382a).
~r°!:f.
l
e~7 c~d
úl~'.s
~ir:;
xí'.í!C tf;nx~!J1ºL.
!~/'.erib}a1:
Í..
,
t~5e
,
r§it,
2 c~m , m
lit. de Regulis Iuris, Decr. con la glosa de Di-
·
. 140 C. Delictum, lit. de Regulis luris. Decr. con la glosa de Dinu d R
luris, f" cxx v. También disponía en este sentido el C· Vtife, tiºt . de Regu l is.s'¡uris,
e. egulzs
Decr.:
153
En este sentido, hay que recordar que al emperador Teodosio, por un
castigo indiscriminado que aplicó a los ciudadanos de Tesalónica
por la muerte de sus magistrados, se le condenó expresamente, a instancias de S. Ambrosio, por el C. cum apud, 11, q. 3141 .
Quedaba don Diego, de esta forma, como expresión evidente d e
un abuso de poder que, para legitimar su postura de intangibilidad,
manifestada en la ilicitud del tiranicidio, se proponía llevar a cabo
una represión a todas luces desproporcionada, no ya a Ja magnitud
d el crimen, sino a la responsabilidad penal por él generada. El resultado de esta actuación tan claramente desorbitada es que las
lides suscitadas para sustanciar el proceso incoado por el reto se convierten, como ya he señalado, en una auténtica reivindicación de la
inocencia de los zamoranos, generando, por rechazo, el mismo fin que
erradamente pretendía don Diego, es decir, la universal aceptación
de que d tiranicidio no podía sino ser una forma de traición.
Para coadyuvar a la aceptación connotativa de esta propuesta
implícita, se ha recurrido, como en el caso de Bellido, a la indignatio, instrumentada a través del argumentum animi naturae. En efecto, si lo que se pretende es que el auditorio, como Zamora, considere
la imputación de Ordóñez exagerada, por el mero hecho de que su fidelidad jamás le habría permitido siquiera la complicidad pasiva 142 con el traidor, es conveniente que la actuación d e don Diego impela a ello por contraste, para lo cual se le caracteriza como un
individuo iracundo, soberbio, y desmesurado cuya t~pu;
(orgullo,
pero también ultraje y desenfreno) contrasta con la cortesía de sus
adversarios (vid. Crapotta, 1984, 177). De este modo, como ha
señalado Lea vi tt (1971, 435), Castro se asegura así que el público no
simpatizará "con un hombre que ha matado a los hijos de Arias GonVtile non debet per inutile [se. inseparabile] vitiari (vid. Dinus, de Rg. luris, f"
lxxxvij r, y Mtnz. d el Villar, Appendix, p . 137), y Jo mismo el C. Quaesivit. lit. de
His quae si metus vel causa fiunt , Decr. Lió. L
.
,
141 Decr. pt. 11, Ca. XI, q. 111, c. LXIX, m C.l.Can. col. 954-6. Vid. et. Martmez
del Villar, Apología, f" 66r-v, 83r y 100v, y Appendix, p. 144-5.
142 La establecida sobre la base d e que crimina aliorum qui potest corrigere,
nec corrigit; sibi comrnunia facit (Martinez d el Villar, Appendix, p . 163). Nótese que,
a la luz de los v. 607-10 de MCii, en boca d e doña Urraca, relacionados con los v. 149
ss. dichos por Bellido, podría parec~
que la infanta incurrió así e_n delit? de traición.
Sin embargo no sabe qué planea Belhdo, por lo que no ha consenhdo, stncto sensu,_en
el delito, mientras que en los v . 1503 ss. se desmiente al De Olfos, que actúa movido
por el ansia de salvarse, como corresponde a su cobardía. De este modo, es~
pequeña
incoherencia inicial queda salvada, permitiendo a la vez con ella que Bellido ponga
sus planes en marcha, sin los cuales no habría habido acción.
154
ALBERTO MmffANER FRITTOS
zalo" Obíd. p. 436). Esta etopeya, además, correspondía a lo que se
esperaba del defensor de una concepción jurídica tan extremada:
Statum in. quo unus tenetur pro alío numquam tamquam odiosus de. d1 .(..:) Nam e'.iam. si expresse hoc vellet non valeret, tambet ext~n
qu~m
1niq~
s 1mun
et 1.rrat1onab1/e. (. .. ) et ideo quia irrationabile
odzum contmet [se. ~ex
c1ta~
), non debet aliqua tenus fieri extensio ( ... )
t~1
ones,
qu1bus pater pro filio, ve[ e contra filius pro
statuta, et. const1
patre punztur, sapzunt quamdam tyranidem.
(Martínez del Villar, Apología, f2136v-137r)
La caracterización de don Diego bajo estas pautas, aunque apuntada a~tes
del asesinato de don Sancho, se desarrolla sobre todo
(de~
1:11.smo modo que su participación en la narración) a partir d el
regic1d10, Y ya antes de desafiar a los zamoranos ha dejado clara su
desmesura e ira (MCii, v. 1293-303 y 1341-46), pero es especialm~nte
en el reto y en las lides donde más se patentiza esto. En el
pnmer caso, a través de la misma fórmula del desafío y de la bravata de los ~itad.os
v. 1612-3; en el segundo, mediante expresiones
cuya sobcr~1a
e inclemencia son evidentes, razón por la que de Jos
textos previos sobre ese episodio eligió Castro como modelo los romances de RH (uf supra):
D. Diego
Arias
D. Diego
Arias
Urraca
D. Diego
Rodrigo
D. Diego
Don Arias, embía otro hijo;
qu e éste ya tiene recado.
Ya te le estoy previniendo.
Y yo lo estoy esperando.
¡Don Diego! vence matando,
pero no aflixas diziendo.
¡Más valiente que piadoso
y cortés eres, don Diego!
¡Vengo a mi Rey! y estoy ciego
de cólera, estoy furioso.
Sí; mas en esta jornada
advierte, por vida mía,
que nunca la cortesía
quitó la fuen;a a la espada.
Rigor haya sólo en quien
sigue venganc;a tan fiera.
(MCii, v. 2248-63)
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
155
En términos semejantes se expresa otra vez el retador en los v. 236477, tras la muerte de don Diego Arias, el segundo hijo del ayo de la
infanta, lo que provoca del mesurado Rodrigo una nueva reconvención. Se prepara así el desenlace de la tercera lid, de tal manera
que, cuando don Diego intente entrar de nuevo en el palenque, el auditorio se identifique plenamente con quienes le niegan ese derecho:
Urra ca
¡Ah, Jüeces Castellanos,
con rectitud esta causa,
según fueros de Castilla,
juzgad!
C. Nuño
Sí haremos, Infanta;
y para hazerlo, a don Diego
le mandamos que se vaya(. .. )
R od rigo
Vete, don Diego;
que según los fueros mandan,
con más acuerdo es razón
dar al vencedor la palma.
(MCii, v. 2538-43 y 2548-51)
Sin embargo, tras esta escena, bastante humillante para
Ordóñez, se da un leve giro a su carácter, pues su despecho, convertido en autocensura, actúa de nueva capta tío beneuolentiae de 1
público (MCii, v. 2586-657), que predispone al auditorio a aceptar
la sentencia de los jueces del campo, que, dando por vencedor a don
Diego, exculpa a Zamora, de modo que la causa de la venganza regia y el honor del que la defiende tampoco queden en entredicho, lo
que sería contraproducente, además de contrario a una interpretación equitativa de un duelo en el que no ha habido un claro vencedor.
Paralelamente a esta etopeya negativa de don Diego, se ha generado un constante beneuolum parare en tomo a los personajes de la
centrado
esfera A, especialmente mediante la suscitación del ~Af:oc;,
en doña Urraca, Arias y sus hijos, destacando, en este sentido, la patética agonía de don Rodrigo Arias, original de Guillén, en la que el
malherido luchador reclama, con sus últimos ánimos, la victoria
(MCii, v . 2502-77), todo lo cual supone, evidentemente, conducir la
simpatía del auditorio hacia la causa zamorana.
Ante esta situación, la sentencia se produce more Salomoniaco,
d ando parcialmente razón a ambos contendientes: hubo traición,
POLfflCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
157
ALBERTO MONTANER FRlITOS
156
pero sólo un traidor. Subyace aquí la idea, además de los aspectos
políticos ya indicados, de que si el tirano ha caído víctima de la
justicia divina, la culpa no puede imputarse al cuerpo social, sino al
propio monarca que, con su actuación, ha provocado la intervención
de la providencia, de modo que si todo tiranicidio se conceptúa como
traición, en salvaguardia del Estado, por el contrario, y como compensación, se garantiza que no se podrá provocar una represión incondicional en caso de que tal hecho se produzca, lo que propone la
equilibrada contrapartida del control del poder soberano en salvaguardia de la Sociedad, lo que equivale a decir que si un mal rey
provoca la aparición de un Judas, la existencia y la actuación de
éste no pueden achacarse a los súbditos del monarca, ni les cabe responsabilidad por ello, pues es apotegma asumido que Judas
proditor, nihil detrahere potuit Collegio Apostolico 143 , quedando
la culpa última, salvada la del ejecutor del crimen, en el tirano, ya
que, como el propio don Sancho declaraba, "causa es de causas quien
la causa ha sido" (MCii, v. 1286).
4. Elbuenrey
Después de la resolución de los conflictos suscitados en torno al
tiranicidio y a la traición, es decir, una vez recuperado el equilibrio
de las dos facetas del sistema, era preciso dotarlo de nuevo de cabeza, corazón o alma, según las expresiones metafóricas coetáneas
para aludir al monarca como elemento rector y vivificador de la
República, es decir, de la nación. Para ello se acude, como se ha
señalado antes, a la entronización de don Alonso, como heredero
legítimo por línea agnaticia tras el deceso del titular, sin hijos e intestado. Pero aquí no interesa sólo mostrar la efectividad del derecho sucesorio para la adecuada preservación del Estado, sino que,
de acuerdo con la mentalidad providencialista que impregna la
obra, tras la eliminación de los extremos viciados de la sociedad (el
tirano y el traidor), la justicia divina, como garante último de la
monarquía absoluta, dará el trono a un buen rey, culminando el
143 Martínez del Villar, Appendix, p . 149. Vid. et. eiusdem, Apología, f" 99v.
e~talci
po~
proceso con la restauración apoteósica del ~ren
cual a un rey justo, don Fernando, sucede, ehmman o a ma d. y, eta se e
ancho un nuevo soberano modélico, don Alonso. ~ª.come
;rará a~í
con el final feliz pedido por la no~a
est:1c~
d~a
e~;
d"a nueva final que transmitirá connotattvamen. e a l
b~nda
de' una sociedad que resuelve tan satisfactonamente sus conflictos internos.
. t.
MCii ha desarrollado toda la esfera
Para lograr este ob ¡e ivo,
d
d
mitía además de incluir el tema amoroso como a ecua o
e, que perta deÍ tema trágico y como posibilitador del desenlace en
contrapun
. d d
Al
0 que la mera
boda, una caracterización más efectiva e on . on~
referencia a sus virtudes, según el precepto horaciano.
Aut a~itur
Se ni~s
res in scenis, aut a~
refertur.
irritan! animos de~isa
~er
_aurem,
Q~am
quae ,:unt oculis sub1ecta fidelibus , et quae
IT'se sibi tmdit spectator.
(Horacio, de Arte Poetica, v. 179-82)
ne esencialmente la etopeya de
f
e
De este modo, la es era_ ~:lo
contrario que con las caractedon Alonso, buscando preosa_
d ir se pretende el beneuolum
. ·
de Bellido o don Dlcgo, es ec '
. , f"
nzaooncs
h . . . stifique su entronizac1on 1parare, de m odo_ que esta ¡~:ra
~m:
J~arcteizd
por el ~0oc;,
no
nal. Por esto mismo, la es
t do los rasgos esenciales del
e pues se busca, presen
an
•
•
por e1 1tCL oc;,
1
fectos suaves es decir, la s1mcarácter de don Alonso, mover. os, a onstaem~
a los remansos
,
d"t · que lo asooara e
patta del au t ono,
. d"
él referidos salvo en las esde paz (delectatio) que los ep1so ws a .
'
cenas introductorias, tienen en la comedia.
.
. . .. 1
la obra y si el ep1sod10 m1c1a
La figura d e don A_lonso enmarca ho ant~s
de asediar Zamora,
(C.l) permitía caractenzar ª don Sane
del rey de León, justifi.,
"ble la entrada en escena
hacía tamb1en post
·r do su caracterización en el corneando su exilio en Tol~
y peri:u ten t
tal situación. Se aprecia
bate, pues no se le vera postenormen e en
así su valentía:
I
R. Alonso
·Ah vasallos! ¡Ah, Leoneses!
1
'
¿Agora
el animo os fa l ta.?
POLITICA. HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONT ANER FRlITOS
158
Capitán
¿Donde vas, Rey don Alonso?
Alimaym.
R. Alonso
¡A m orir!
R. Alonso
Capitán
R. Alonso
¡Espera, aguarda!. ..
El Cid, ¿no es un hombre solo?
¿Más su nombre os acobarda
que mi desdicha os obliga?
¡Sant'iago! ¡Cierra, España!
Pierde el miedo
N unca le supe tener;
sólo desdicha he tenido,
pues quando pen sé vencer,
entonces quedé vencido.
(MCii, v. 278-82)
~s es tenido
recalcando que el resultado de la batalla de G~ lpejar
como desgracia de fortuna, no como prueba de la mcapac1dad de don
(MCii, v. 49-56)
De e sta forma se muestra claramente la índole de su virtud, acomodándose a lo que los tratadistas coetáneos juzgaban digno de un rey:
Alonso:
Alimaym.
Principes laudant{ ur] ex fo rtitudine, q{ uae] est una ex quatuor uirtutibu~
cardinalib{ us] habe{n]s i{n] se donu{m] fortitudinis & p[re]cepta, ut
res1stat[ur] hostibus, ut formido sit.
(Cassa nacus, Catalogu s, pte. V, cons. 12,
159
~
108r b)
[Pri ncepsl militi{a]e debet inte[n)tus esse
(Ma rtíncz del Villar, Appendix, p . 188)
[Princeps] non minus fortis, quam sapiens esse debet.
(Ibídem, p. 191)
Tras este episodio bélico, la acción de la esfera C se traslada a
Toledo, donde se procederá a caracterizar progresivamente a don
Alonso al margen d e las desgracias de la guerra, lo que realza más
su figura, pues, como ya he comentado al tratar de la actuación de
don Sancho, el rey spectare magis ad pacem, quam ad bellum debet
(Martínez del Villar, Appendix, p . 190), y por ello don Alonso se
presentará connotati vamente en su coronación, frente a la imagen
ofrecida por su hermano, de una manera más conforme a lo que se esperaba del buen rey:
Nihil est ei magis in votis; quam ut subditos incolumes, ac florentes videat.
(Ma rtínez del Villar, Appendix, p. 167)
Sin embargo, y para que no pueda quedar duda alguna sobre el
carácter de don Alonso, a propósito de su derrota, es el valor del
desposeído monarca lo primero que se manifiesta:
Sólo tú puedes tener
por victoria el vencimiento;.
pues causaron los despo1os
d e tu valor sin segundo
generales los enojos,
y es tu d esd icha en ~l mundo
llorada con tantos 01os;
tanto que en Toledo agora
si llora un niño en la cuna,
sus padres p iensan que llora
también tu mala fortuna.
El mundo entero te adora.
(MCii, v. 307-18)
El último verso de este pasaje es el que, en cierto senti~o,
da la
clave de la misión de la esfera C: el hacer a d.on Alonso motivo de la
admiración de todos. No es casual que, precisamente tras estos versos se dé a Zaida entrada en escena, puesto que ella, como am ante
de Íonh, cuyo sentimiento ha sido provocado por l~ f.ama de don
Alonso144, supone una particularización de ese sentlm~o
g~neral
d e admiración. El momento de la ~gi:'cón
es ademas ~rticu;
mente interesante porque incluye el umco dato prosopograhco so l
el rey, que, aunque indeterminado,. permite ofrecer la laus ex p:chritudine propia del laudantur hommes (cfr. Lausberg, 1969, § 2 S.
III. B.1):
.
de de Rodri~
Toledano
144 Este motivo no es original de Castr~,
smo qu :{!a~
de la mora -Zaida (vid.
en de Rebus Hispa níae, VI, 20, a partir qu1za d~
de un motivo folclórico, el T. 11
Menéndei: ~id<:
I! 1969 ,Thll, 762). En {tf~)aFÍlg
í~ loue with person neuer seen, con la
de Ja clas1ficac1on de
ompson
. ·
· ·
variante T.11.1, Loue from mere ment1on or descnpt1on.
'ra
160
Alimaym.
<;ayda
R. Alonso
<;ayda
R. Alonso
<;ayda
ALBERTO MONTANER FRUTOS
¡Zayda!
¡Alonso! ¡Alimaymón!
Ya mis penas glorias son.
-Bello galán-Bella damaPoco debes a tu fama .
Corta anduvo tu opinión.
(MCii, v. 334-48)
POlff/CA, HISTORIA Y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA
Aparte.
Ap.
y recuérdese, a este res
t 1
.,
siognómica que ligab pe¡c o, a concepc1on tradicional de la fi¡·
, .
'
a e aspecto exterior a 1
ps1qmcas y morales teoría act ¡· d
as cua idades
ua
iza
a
en
la
época
b
'
t d
por o ras como
el Examen de ingenios de H
.
uar e e 5 an Juan y c
.
providencialista provenía d e la Edad Medí~:
uya interpretación
El Señor, por su parte, le otorgó la hermo
provenía del placer, sino de la virt d p sura, porque aquel atavío no
lleza, para que apareciera a los OJ.~s
.d o; edso el Señor aumentó su bee 0 os con una hermosura incom parable.
(Juan de Salisbury, Policraticus, lib. VIII, c. 20, p. 741)
Este tipo de relación aparece im lícito
M ..
de la belleza d e don Alonso14S p de la ~n
Cu, cua~do
del elogio
por boca de la misma Zaida a / f .
ama d~ la misma, se pasa,
de León, de modo que al fin~!
d el enr la celebridad general del rey
amor de ambos galanes la he~
a escn~
tras las declaraciones de
convertido ya en belleza' moral: osura f1s1ca de don Alonso se ha
<;ayda
R. Alonso
¡Gran Alonso!
¡C::ayda hermosa!
(MCii, v. 426)
siguiendo así la concepción usual de que
pulchritudinis duo sunt genera v nu[m]
.
appellamus, alteru[m] virile qi:a[ 1 d' "!1ul1e[bre q.u~[m]
uenustate[m]
'
m
zgmtate m] d1c1mus
(Cassanaeus, Catalogus, pte. IX, cons. 28, f2 ;73v a)
l
145 Se trata, de nuevo de un motivo tr di .
P· 504b. Para la hermosura e~ el panegíric d 1 ~na'
que aparece ya en PCG, c. 287
o e so rano, vid. Curtius (1976, 1, 260-2).'
ª
161
Una vez efectuada la declaración del amor de lejos que los dos
príncipes se profesan, el primer episodio toledano se cierra con una
alusión de ambos amantes a la religión de su amado, como único
obstáculo moral que se opone a su amor146.
<;ayda
R. Alon so
-¡Ay, cielo, si fuera moro!
- ¡Ay, Dios, si cristiana fuera!(MCii, v. 437-8)
(Aparte)
(Ap.)
No se trata aquí, claro está, de un problema meramente social, como
podían serlo la diferencia estamental o de clase, sino de una cuestión que, para la mentalidad contrarreformista, afectaba a la misma esencia de lo humano, de modo que aquí la virtud de los amantes
queda puesta de manifiesto porque en su escala d e valores la relig ión se antepone a lo mundano, y el decoro ético y moral prevalece
sobre el impulso amoroso, puesto que lo contrario revelaría, a los ojos
del auditorio coetáneo, una perversión moral y una lascivia impura,
completamente inconcebibles en el arquetipo del buen monarca.
La resolución de este conflicto se dará en el siguiente episodio
toledano, cuya estructura es simétrica respecto de la del episodio
anterior, pues ahora se sitúa primero la escena de amor y en segundo
lugar, y como núcleo d ramático, la relación entre don Alonso y Alimaimón, de modo que, en conjunto, los episodios C. II. 1-2 adoptan la
siguiente disposición temática: valor-amor/amor-valor.
La acción de este episodio transcurre en los jardines de Toledo,
cuyo ambiente es el de un típico locus amoenus147 , lo que aún contra146 Nótese de nuevo cómo una realidad ten sional es presentada por Castro desde los dos polos en que se plantea, y cómo la estructura del significante refleja la del
significado, mediante la conjunción del paralelismo y el quiasmo, buscando la mayor
expresividad y efectividad posibles en los dos versos bimembres:
¡Ay, cielo,
si fuera
moro!
a
b
e
¡Ay, Dios, si cristiana
fuera!
a'
e'
b'
de modo que el esquema resultante es
b
c
a
/
1
c'xb.
a
/
147 Dada la falta de escenografía, el jardin es descrito mediante lo que García
Lorenzo (1978, 122) ha denominado "decorado verbal", aquí puesto en boca d e Zaida
(MCii, v. 1623-34) y de don Alonso (v. 1640-9), y cuya iconografía (retóricamente
162
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLTTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
pone más la acción de esta esfera con la d 1
permite enmarcar adecuadamente el d' 'J e as otras dos, A y B, y
1
og~
~mors
de don Alonso
Y Zaida cuyas relaciones a son ex
al
, ,rtsas, dialogo e~ el cual la princesa mora refiere, con gra~
al cristianismo. El tema es u~a
i e monar~
leones, su conversión
de los romances fronterizos148
co d_e la hte~aur
de cautivos y
so aludido, no podía real . , pe o aqm, en razon del decoro religiozar la unión de los amante,zsarse i::odr.el mze~o
deseo de institucionali, Y as1 ice a1da:
ª
f
<:;ayda
R. Alonso
<:;ayda
Sólo no puedo por ti
ser cristiana.
¿Cómo assí?
Por que por mí lo he de ser.
Conocí la ceguedad
de mi ley, y la he mudado·
y assí, aunque por ti he I~gado
a conocer la verdad
pues ~ ha fragu~do
e n mi pecho
acto tan hbre, no es justo
dezir que ~e
por tu gusto
lo que ha sido en mi provecho149.
hlasmada en una ElCq>pamc; o descri t. )
as cristalinas, flores a~oár;sefb1:S
2 ~res Y 2d8e0-agu)
6).
148 Cfr. Cervantes Los baños de A
410 ss. El tópico llegó a ~r tan manido c;~e,
1 ·
'
¡ozanos
la típica( fdel locu_s amoenus:
c r. Curtius 1976 l
'
t
De esta manera, la hija del rey de Sevilla muestra su gran discreción, como señala don Alonso, a la par que éste queda adornado de
una nueva virtud, la propagación de la fe, pues han sido sus palabras las que han iluminado a la princesa musulmana en su conversión. Afianzada así la relación de los amantes, ya predispuesta
para concluir en boda, se pasa a las pruebas a que Ali maimón somete
a don Alonso, que no solo realzan la entereza del monarca y lo presentan como futuro conquistador de Toledo (MCii, v. 1780-97), sino
que muestran el valor, la discreción y la calidad del amor de Zaida,
que queda así caracterizada por completo como digna compañera del
rey justo (MCii, v. 1800 ss.). La acción toledana se cierra, por último,
con la llegada de Peransules (epis. C.III, v. 1844 ss.), que comunica a
don Alonso la muerte de su hermano, lo que además de marcar la inflexión del argumento hacia la coronación del nuevo monarca, permite dar otro rasgo más de la etopeya del rey justo, que, frente a la
violencia fratricida del difunto (cfr. esp. MCii, v. 61-75), no sólo no
le guarda rencor, sino que muestra una sincera condolencia, como la
que, aunque con otros fines dramáticos, se había puesto en boca de
doña Urraca (ut supra):
c;.ayda
¿Peransules?
Perans.
Señor, ya
nuestro Rey don Sancho es muerto.
¡Válame Dios! ¿Qué he perdido
mi hermano? ¡El alma lo siente! 150
' '
¡or. !, p. 12?b ss. y Quijote., pt. !, c. XL,
d1a de las Mocedades del Cid, burlesca: o para que Cancer fo parodiase en su conf~Mor. Pues g~e
a mi Rey dizir puedo?(. .. )
Rey. Que s1 el me embio vn presente
~ue
yo le embiare vn futuro
'
Mor. ues advie.rte en tanto goz~,
que me qwero Christianar.
Rey. Por aora no ha lugar
Mor. Porque?
·
Rey. Porque sois muy mozo.
,
Vase.
Mor. J\!o v1 Rey mas a¡·ustado!
Cond. Siempre en tero o hallaras.
La in. No pudiera dezir mas
vn Seneca comentado.
(jor. J, p. 7b)
Nótese
el e
· ·
149
MCJI,
v.
1667-77
87) ~a .la~do
"rimas retÓico-damá~=·ª(;n
lo que Casalduero (1948,
~emantics
. Se trata de aquellas oalabras
. araa o;enzo (1978, 112) "rimas
.~ras
de una determinada situaci6n dranáti~
nma que actúan ~orn
claves descifraaon'. y que, basándose en la ma or facilid a, tanto po~
su sentido como por su iteraen nma (cfr. Stageberg, 1948 ÍJ4)
l ad de captaaon y retención de fas palabras
'
, sue en presentar conformaciones antitéticas y
163
D. Alonso
Una vez regresado el futuro monarca a Zamora, podría haberse
procedido a la coronación directamente, tras realizar la jura que la
zeugmáticas, sirviendo así para señalar desde la estructura del signifi.c ante rasgos
relevantes del significado. En este caso, el esquema que suponen fas nmas peclio /
provecho y justo/gusto es el siguiente:
mi pecho
l10 justo
+
tu gusto!
mi provecho
lo que conceptualmente supone 9ue, fren te al pur? deseo terrenal (el. afecto, el gusto),
lo que ha movido su libre a1bedno (m1 pecho) ha sido lo ¡usto, es decir, el d eseo de un
bien trascendente (mi provecho). Se trata. de un típico desarrollo de la mentalidad
religiosa y psicológica del momento (cfr. infra § V.1) .
l es habla de nuestro Rey, Y
150 MCii, v. 1844-7. Nótese, de paso, que P e~ans_u
que antes, en el primer diálo_go enl:le don Alonso y Altmaimón, no se habl
. e~ absoluto
de la pérdida del trono leones por parte del exiliado, de modo que,_por om1s16n, se supone también que don Sancho es e[ auténtico soberano de todo e1 remo.
164
ALBERTO MONTANER FRUTOS
tradición exigía, pero aun antes inclus0 d ,
.
cena preliminar que perm't
, e esta se introduce una es·
1 e mostrar como el
con la esfera zamorana en
rey Justo se reconcilia
cuanto
representant
d 1
.. ,
,
e fectuada contra el Estado p f 1 . ,
e e a opos1c1on
Arias Gonzalo:
, ar icu anzandola en la relación con
Urraca
R. Alonso
Arias
Y si tú, hermano y Señor,
con el alma agradecida
pagas deudas de la vida
las que devo del honor '
¿~ómo
pagallas pod~é
a m1 padre Arias Gon~al?
Un ~ey,
he rmana, no es malo
por fiador; yo lo seré·
mí
por tí pagaré, y po~
nunca le podré pagar.
Los pies te quiero besar.
(MCii, v. 2703-13)
Cumple así una vez más don AJ
pues
onso con lo que de él se esperaba,
[Princepsl ivstus nullum servitium sine pr[ J .
tu[m] sine supplicio.
a em10 linquit, neque de/ic(Martínez del Villar' Appendix, P · 136, no.t e)
, .
Ante este evidente cúmulo de virtud
en la escena siguiente, se procede a la . esd parece logico que, cuando
rey de Castilla, todos acaten
, . Jura e don Alonso como nuevo
unammemente al monarca:
Arias
Todos
Españoles valerosos
t ela~os
Leoneses y Cas
Gallegos y Vizcainos, '
Montañeses y Asturianos·
Juráys a Alonso por Rey?
¡Sí, juramos! ¡Sí, juramos!
(MCii, v. 2763-7)
Sin embargo, Rodrigo no efectúa el ·ur
mores de la complicidad de d
Al
J amen,to, pues, ante los rula muerte de don Sancho es p~;.
onso, ~ traves del propio Cid, en
,
c1so que e nuevo monarca deje clara
POLfflCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
165
su inocencia. Y don Alonso, que no trasgrede las leyes como su difunto
hermano, acepta que le sea tomada la jura, pues eius maiestate dignum est, se legibus obligatu[m) profiteri (Martínez del Villar, Appendix, p. 318, not. Y). Rodrigo se encarga entonces de tomarle el juramento, prescindiendo aquí de los doce compurgadores
tradi cionales 151 , cuyo sentido jurídico ya había desaparecido, pero
manteniendo la fórmula de confusión y las tres iteraciones, a las que
también se ha privado de su contenido originaJ1 5 2, para convertir151 Los doce compurgadores o con juradores aparecen en las crónicas (PCG, c. 845,
p. 519a; CGV, c. 1 d el reinado de don Alonso, in Alvar, 1981, 278), pero desaparecen en
casi todos los romances. Esta figura procedía del d erecho germánico, y consistía en
una serie de individuos que juraban, junto con el principal otorgante d e la ¡·ura, o bien
la verdad objetiva del hecho en cuestión (iuramentum de ueritate), o bien a del juramento principal por ellos confirmado (iuramentum de credulitate). Vid. Menéndez Pida! (1%9, !, 197).
152 La confusión era un adjunto del juramento, por el que el otorgante accedía
por el amén a una petición de desgracias sobre su persona si juraba en falso, que podía
conllevar también un deseo de que el juramentado fuese favorecido por Dios, si era
verdad o cumplía lo jurado (vid. Partidas, 111, tít. XI, L. 19, fº 60vb}. Esta ceremonia
estaba ya establecida en el Fuero Real, lib. 11, tit. XII, L. 1• (vid. Menéndez Pida!,
1969, 1, 197-8). La triplicación era también un procedimiento d el rito judicial para reafirmar la validez del juramento, según disponía el Fuero Juzgo, lib. III, tít. 11, L. 9
(vid. Menéndez Pida!, 1969, 1, 198). Fn MCii se siguen fuentes diversas, pues los adminículos del jur.amento (ballesta, candado y Evangelios) proceden de los romances
v iejos En Santa Agueda de Burgos (versión del Canc. 1550) y En Sancta Gadea de Burgos (vid. supra n. 49 y 50), mientras que el número de iteraciones, que variaba de 1 a 3
en crónicas y romances (vid. Horrent, 1973, 163; Di Stefano, 1988, p. 154-5, n. 20, y 1567, y Durán, 1945, nº 807-15), sigue aquí el modelo originario de la triplicación, según
la versión d e los romances En Toledo estaua Alfonso (HRC, n° XXXV; Durán, 1945, n°
808), Muerto es el rlt'f don Sancho (CR, p. 220a-221a; Durán, 1945, nº 809) y Por la
muerte que le dieron (Durán, 1945, nº 815), que siguen en esto a la redacción regia (ms.
E) d e PCG, c. 845, p. 519b, y a CPC, c. lxxvj-lxxviij, f" XXVrb-XXVva . Respecto del uso
de estos procedimientos en MCii (v. 2780-817), no se ha distinguido aquí claramente,
siguiendo en esto las versiones romanásticas, entre la jura y la confusión, de modo que
la triplicació n, que en el procedimiento original exigía la iteración d e las dos
fórmu las, de juramento y de confusión, y d e las dos respuestas, "sí, juro" y "amén" respectivamente (cfr. Di Stefano, 1988, 153-4), se convierte aquí en una contaminatio de
ambos elementos, de modo que el primer juramento se compone de un texto de confusión
con respuesta de jura; el segundo es una confusión propiamente dicha, con su res¡;iuesta
correcta, pero que, como se refiere al hecho y no al juramento en sí, cobra el sentido de
este último, y, por último, el tercero sí que es propiamente un juramento, tanto en lo
profuesto como en lo con testado. Cabe añadirse a esto que en la versión primitiva no
es e uso en sí de los procedimientos descritos lo que causa el enojo del monarca, sino el
que un particular se atreva a tomar la jura a un rey, pero posteriormente, a partir d e
los romances viejos, perdido el sentido originario de este rito legal, se lo consideró
una arbitrariedad de Rodrif?O, por lo que se exageraron aún más los términos de la confusión, y ésta y la triplicaaón se vieron como un acto de presión del Cid contra don
Alonso, de d onde el verso 2821 de MCii, "Mucho me a¡;irietas, Rodrigo", que no aparece en el •cantar de Sancho JI (cfr. Alvar, 1981, 288), m en las crónicas, pero sí en la
versión manuscrita del romance viejo En Sa,nta Agueda de Burgo
~ ~¡;>ébax,
198.2, nº 18,
de la
v. 41 y Di Stefano, 1988, 147, v. 21a}. Tamb1en es fruto de esta v1s1on la. r~Jaci:ón
jura con el destierro, establecida por vez pnmera en los tres romances v1eJ0S atados.
POLITICA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
166
167
ALBERTO MONTANER FRUTOS
las, siguiendo a los romances, en un exceso de celo de Rodrigo. Ante
esta situación, el monarca no puede por menos que advertir al Cid
que su actitud raya en el desacato:
Y, Cid, <a> un Rey <de> un vasallo
ya es ésse poco respeto
y ya es éste mucho enfado.
Mucho me aprietas, Rodrigo.
¿Es bien que te atrevas tanto
a quien después de rodillas
has de besalle la mano?153
Rodrigo, entonces, responde en un tono que disuena en parte de la
moderación con que en MCii actúa de continuo, al amenazar al rey
con exiliarse, actitud que queda explicada intranarrativamente por
el paralelismo de esta situación con la sucedida antes con don Sancho (ut supra n. 12) y extranarrativamente por la actitud mucho más
desorbitada de Rodrigo en los romances viejos sobre el tema, que
debían de ser del dominio común del auditorio. Tras el desplante del
Cid, D. Alonso, aunque sin acudir a la fórmula explícita empleada
por don Sancho, y dado que no puede dejar de castigar este desacato,
que era crimen de lesa majestad, lo destierra, salvando así su dignidad.
Lógicamen te, el final requerido tanto por la norma estética como
por la ideológica que conforman MCii, no podía incluir el enfrentamiento de dos de los personajes-clave del proceso dramático, de
modo que, gracias a la intervención de doña Urraca y Arias Gonzalo,
don Alonso, usando de la clemencia propia del buen monarca 154 , no
sólo llama de nuevo a su lado a Rodrigo, sino que lo hace actuar
como maestro de ceremonias de la coronación. De esta forma se aprovecha del tal modo el conflicto heredado por la tradición que per153 MCii, v. 2817-24. En el v. 2817 Said (1975, 267) y Weiger (1984, 149) editan
..Y, Gd, d e un Rey a un vasallo", pero el error es evidente: el adyacente de finalidad
es el rey al que se respeta, y el de origen el vasallo que lo hace, y no a la inversa,
como aparece en la lección editada, por 1o que enmiendo.
154 Es un rasgo típico de la caracterización del buen rey; vid. Juan d e Salisbury, Policraticus, lib. IV, c. 8, p. 329 ss.; Cassanaeus, Catalogus , pte. V., cons. 6, fO
106vb; Rivadeneira, del Princzpe, lib, 11, c. XVIII, p. 151-2; Martínez d el Villar, Appendi:r, p . 184 y 195, not. c. Incluso Maquiavelo proponía esta cualidad, aunque siempre dentro de un orden: Scendendo appresso alle altre preallegate qWilitd, dico che
ciascuno príncipe debbe desiderare di esser tenuta pietoso, e non crudele: non di manco
debbe avvertire di non usare mal questa pietá (ll Príncipe, c. XVII, p. 79-80).
. , a oteósica de los últimos vermite acrecentar aun más~
s~1n
m~narc;
se anuncia que Zaida
sos: se produce la recon1~
r último el rey la toma por espose ha bautizado como Mana, y, po l . o~ y de elementos gowsos
sa. La concentración. de ~ctores
c~
:e~1v
roceso dramático, el nuevo
sella así, como culmmac10n absodl
h s~n
de la Sociedad y del Esequilibrio del reino, la restaura a co e
tado barrocos.
V.
LA COSMOVISION
El tercer factor conformante de MCii es, como ya he señalado,
la no rma cosmológica, es decir, aquella que fundamenta desde el
discurso teórico las concepciones últimas de una sociedad sobre su
funcionamiento, es decir, la que estructura la visión del ho mbre y
del mundo que explican, para esa sociedad, el comportamiento de
sus individuos y la situación de éstos y de su colectividad en el cosmos. Es a esta norma a la que m enos alusiones explícitas he realizado en las páginas anteceden tes, aunque su eje central, el providencialismo, ha sido tenido lógica y necesariamente en cuenta, por
la ra zón de que en ésta, como en muchas otras obras, los elementos
modelados por ella quedan habitualmente subsumidos en la presentación, explícita o no, de los valores transmitidos por la norma
ideológica, como es el caso del providencialismo aludido, según se
ha podido observar en el análisis del apartado anterior. Pero no
por ello se ha de colegir la menor importancia de la labor modeladora de la norma cosmológica, sino que se ha de ver en ello, dado
que tanto ésta como la ideológica operan fundamentalmente sobre
el nivel connotativo, una íntima solidaridad de ambas normas, en
general, como expresión de una misma superestructura, interdependientes. El problema es que, dada la mayor abstracción de la norma cosmológica, su influencia directa es menos netamente perceptible, por lo qu e, a la hora del análisis, es más clarificador hacer
hincapié en el papel de la norma ideológica al tratar de los mecanismos generales de la obra y separar el estudio de la cosmológica,
como explicación teóricamente previa y preestructurante de la anterior.
170
ALBERTO MOl\'TANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN El CERCO DE ZAMORA
En ~unto
a la transmisión de concepciones antropo-cosmológicas
esta opera, como en toda obra literaria donde tales conten~d.os
1~orm
e n connotativamente la obra, según los modos mitopoyeticos , J'?rque en ést?s, al. carecerse de conceptos y leyes universale~
_ex phc1~os,
es la h1stona, a temporalizada, la que cumple su
func10~
exphcati~
y fund.amentadora, entendiendo por historia el
contenido narrativo del mito. En este sentido, no ha de verse MCii
c~mo
un te~
d es ~nado
a explicar los fundamentos cosmológicos del
d~scuro
teonco vigente, sino, al revés, como un producto de dicho
discurso que adopta tales elementos básicos y los transmite por el
me~o
hecho d e que son tales factores los que sustentan la visión de la
SOCiedad desde la que la obra se actualiza y, al dar motivaciones al
ª .rgumento preestablecido, ocasiona una recurrencia, la de la histon~ como speculum m~rale,
por la que se autoexplica y jus tifica, cumphendo .~n
este se~hdo
la misión originaria del mito, es decir, la
pro~c1n
de un discurso explicativo del mundo sobre percepciones
mtmhtvas, Y no, como el pensamiento lógico, sobre análisis racionales156.
e~
f~c1on
M~1,
1?: este modo, el argumento preestablecido, al actualizarse en
de los modelos teóricos vigentes en el momento de su recreac1on, Y ~o en ~rtu
~e una reconstrucción arqueológica, hace de su
anacronismo 1deo
l og~c
una ucronía ahistórica capaz de presentar
como verdaderos universalmente los principios rectores de la suP?re
s ~rctu
a vigente, por el mero hecho de que esa historia parad1g1;1a hca se revela ya como portadora de los valores contemporane?s. En ~se
aspecto, MCii se incardina en una larga serie de
r e~ r ea~ 10ns
c1d1anas del Barroco, cuya función mítica, es decir, exphc~
t1~a
d e la ~ocieda
y del mundo por vía intuitiva y
analog1ca, ya ha sido puesta d e manifiesto por Eoido (1979 espc
499-503).
t:J"
I
•
155 Desarroll? .los fund'.lm entos teóricos d e esta aserción en Montaner (1987,
132-36). Para un anahs1s seme¡ante aplicado al teatro barroco, v id. Hormigón (1988)
. 1 5~
_\'.1d. M o nt~er
(1987, loe. cit.). En este caso, en cuanto transmisor d e conte-·
~ 1 df s e1.deticos ~ ~r.v es d e un e':emplum histórico, M Cii actúa mediante las pautas
s 1 s. El mito no tiene la universalidad ni la lucidez d e una asevera.~ a ~1opye
c1on teonca. Es concreto, aun .c uando pretenda ser d e una validez ina tacable. Exi e
q(tue skef le re1c9o80
nozca8 por med10 d e la fe, y no p re tende justificarse ante la erític~
"
ffran o rt,
, 1 -9)
171
l . Afición y libertad
Como acabo de señalar, la transmisión d e contenidos ideológicos
se ha efectuado en MCii a través de la captación emotiva, por parte
del auditorio, de los principios sugeridos por la acción dramática, y,
según ha podido apreciarse a lo largo del§ IV, uno de los recursos
empleados para operar sobre la emotividad del público era el acercamiento o el distanciamiento que suscitaban los personajes, de modo
que a través d el locus a persona se motivaba la simpatía o la an tipatía hacia una u otra de las dramatis personae, mecanismo que,
por el mitopoyético principio de contigüidad, conllevaba intuiti vamente la aceptación o el rechazo d e las ideas implícitas en el comportamiento de tal individuo, de forma que elementos cuya negatividad estuviese fuera de discusión, conllevasen, el asociarse a ellos,
la repulsa de otros conceptos quizá más susceptibles de aceptación,
pero que eran los que se pretendía hacer rechazar.
Sin embargo, este procedimiento no implica necesariamente una
añagaza malintencionada, sino que responde a un rasgo d e la norma
antropo-cosmológica, según el cual se entiende que el que tiene la
razón se comporta de modo razonable, es decir, que un personaje cuya
etopeya es positiva conllevará necesariamente ideas positivas,
mientras que las concepciones rechazables sólo podrán surgir en el
ánimo de personas moralmente reprobables, lo que incide con claridad
en la cuestión de la estructura psíquica y anímica del ser humano.
Esto es especialmente evidente en el caso de la oposición apasionamiento / mesura, a la que he ido aludiendo, sin realizar un
análisis más d etallado, en el curso d e las explicaciones anteriores.
Tal oposición se manifiesta esenci almente en el contraste o frecido
por don Sancho y don Diego por una parte, y Arias y Rodrigo por
otra, y permite mostrar cómo la caracterización psicológica estaba
relacionada con un juicio moral sobre el personaje.
En efecto, como se ha visto, don Sancho y d on Diego actúan sucesivamente de un modo muy semejante: tienen un objetivo concreto al
que supeditan toda su actuación, de tal modo que su consecución cifra
todos sus esfuerzos y cualquier obstáculo intermedio les mueve a ira.
Así don Sancho, cuando Rodrigo le impide que continúe la persecución de don Alonso, responde airadamente, diciendo que:
172
ALBERTO MONTANER FRUTOS
¡El corac;ón se me abrasa!
¡No me enojes, don Rodrigo,
que como rémora paras
mi furia! ...
(MCii, v. 80-3)
y poco después se produce este diálogo:
Tarde llegamos, don Diego,
don Diego Ordóñez de Lara.
Tan cruel como dudosa
comern;óse Ja batalla;(. .. )
¡No imagino que hará falta!
D. Diego
¡Acometamos!
¡Bien poco havrá que la hizo!
Rodrigo
¡Ya me enojo si no callas!
(MCii, v. 171-6)
Rodrigo
(. .. ) pero vame juramento
y no saldrá de mi bayna
mi espada contra <;a mora.
D. Sancho
Rodrigo
D. Sancho
Pero quizá el pasaje más significativo sea el siguiente no por casualidad dirigido al otro hombre prudente de la obra, Ari;s Gonzalo:
¡Ah, vil.lano! Ya estoy d e enojo ciego.
H.º}'.' _mi valor, que en mi venganc;a apoya,
C1p_ion cartaginés, Aquiles griego
sera sobre Cartago y sobre Troya.
¡Guerra, guerra! ¡<;amora a sangre y fuego!
(MCii, v. 495-9)
De don Diego pueden encontrarse ejemplos muy semejantes como
~ 9) sosu airada petición de venganza contra Zamora (MCii, v. 134
bre la que los circunstantes opinan de esta manera:
C. García
Dice don Diego bien.
C. N uño
Tiene don Diego
sangre del gran Mudarra.
Rodrigo
fHJirviendo agora
da lugar a l e nojo, y no al sosiego.
(MCii, v. 1350-2)
Las palabras del Cid son las que dan la clave de la situación: el enojo produce obcecación, el sosiego permite la reflexión serena, y este
173
emparejamiento es constante en la obra. Nótese, a este respecto, que
antes de que don Diego centrase sus anhelos en la venganza, ya se le
había predispuesto a la adopción de tal postura, al presentarlo
como impetuoso e irreflexivo. El mismo contraste que en el fragmento
preinserto se produce entre la prudencia de Rodrigo y el arrebato de
don Diego se había introducido ya en la primera escena:
Rodrigo
Rodrigo
D. Sancho
POLrTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
D. Diego
¡Espera!
¡Muero por sacar Ja espada!
Reconozcamos primero,
y por la parte mas flaca
acometa nuestra gente.
CMCii, v . 7-10 y 23-7)
Se comprenden así los excesos verbales a los que la combinación
de su impetuosidad y de su ofuscación por el deseo de venganza le
llevan en el transcurso de las lides:
¡Vengo a mi Rey y estoy ciego
de cólera, estoy furioso! (. .. )
Rigor haya sólo en quien
sigue venganc;a tan fiera.
(MCii, v. 2256-7 y 2262-3; cfr. et. v. 2364 ss.)
Como puede apreciarse a la luz de estos ejemplos, y de los
análisis ya efectuados en los § III.1 y IIl.4, tanto don Sancho corno
don Diego se hallan en lo que la psicología coetánea, de base escolástica, entendía como apasionado o aficionado. Por una parte, la
afición conllevaba la fijación de un deseo en el apetito, pues
Aficionarse [ vale] enamorarse y acod iciarse. Aficionado, enamorado.
(Covarrubias, Tesoro, p. 46b, s.v. "aficionar")
y el apasionamiento implicaba la alteración del ánimo detectada
en los dos personajes referidos:
174
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Apassionarse, to ma r passión y congoxa por alguna cosa. Apasionado,
e l aficionado o e l congoxado o afligido.
(Covarrubias, Tesoro, p. 130a, s.v.)
donde "afición" y "pasión" corresponden, en la distinció n escolástica entre voluntad, como potencia del alma, y los afectos o
apetitos, como sentimientos o tendencias (vid. Frutos, 1952, 194 ss. y
231 ss.), a estos últimos. En este sentido, el apasionado es el que
tiene "afectado" el ánimo por un deseo concreto, por cuya consecución
se muestra "congoxado o afligido", pues
Afectar vale a petecer y procurar alguna cosa con a nsia y ahinco (. .. )
Afectación, el cu ydado extraordinario y demasiad a diligencia que uno
tiene, o en palabras o e n atavío o en otra cualquier cosa. Y afectado el
nota do desde vicio.
(Covarrubias, Tesoro, p. 46a, s.v.)
Nótese cómo ya en esta definición la afectación es considerada
viciosa . En efecto, la afición o pasión, al estar producida por los
afectos, se ligaba al apetito concupiscible, y por lo tanto era moralmente reprobable, consideración que si aquí es implícita, queda expresada en otros dramaturgos barrocos, como cristalización de la
misma visión antropológica:
es lo más corrie nte que las personificaciones calderonia nas de Jos
Afectos Jos refiera n a la vida sentime ntal, ligándolos muy esp ecialmente a las pasiones viciosas, esto es, a los p ecados capitales. De aquí
que todo el juego escénico de los Afectos tenga un cla ro sentido moral
( ... ) la alteració n producida por los Afectos se centra y culmina en el
corazón.
(Frutos, 1952, 232-3)
Y ese dato final corresponde netamente al corazón abrasado de don
Sancho (v. 80) y a la sangre hirviente de don Diego (v. 1351), de
modo que sus alteraciones psicosomáticas corresponden a los efectos
atribuidos a los Afectos sobre el organismo:
... aquí la vista
se perturba; titubea
el labio; la voz delira;
la lengua se me e ntorpece;
POLITICA, J-1/STORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZA MORA
175
el cabello se me e riza;
el corazó n, rey de todo,
tan desfallecido anima,
que cua nto más abrasadas
late con alas más tibias 157
Se explica así, no sólo la obcecación del entendimiento que el
apasiona miento conlleva 158, por la que tanto don Sa~cho
como don
Diego son incapaces de d iscernir lo recto de lo errone?, lo con~;
nien te de lo inadecuado o, en fin, lo jus to de lo injusto, sino tamb1en
hasta qu é punto tal comportamiento anímic_o ? e ~uncia
una perturbación moral, un estado próximo, cuando no 1dentico, al d el pecado, lo
que, para el pensamiento coetáneo, justifi caba esa correlación de una
e topeya nega tiva y un comportamiento r: f'.robable, de t,al modo que,
al subrayar el primer elemento, dramatica mente mas rentable y
más fácil de plasmar, se deducía inmedia tamente el segundo, el
cual hubiera exigido a la hora de d emostrar su iniq_u idad un,os de~
sarrollos doctrinales improcedentes en una comedia como esta, s1
bien hay que señalar cómo la negatividad de las acciones ~o se c~n
cluye solamente de la caracterización de quienes las realizan, smo
también de las consecuencias de las mismas, en cuanto perturbadoras
de la paz y el equilibrio del reino.
En este sentido, la presentació n de don Sancho y de don ~iego
pertenece al mismo ámbit? que la cart~izón
~e
los parc~les
o
faciosos, según la ortografia d e Covarrub1as, es d ecir, los apasiona157 Calderón, El segundo blasón de Austria, ap. _Frutos, 1952, 233. Vid . _ibfd.
otros ejemplos, y cfr. la definición de afecto en Covarrub1as, Teso~,
p. 46a, s.v. N()tese
cómo además de la ya citada referencia al corazón, los dos apasionados d ~ MCu aluden, ~o rno
en el asaje de Cald erón, a la alteración, .!l'ás o menos metafon ca, de la
vista por causa
su pasión, tradu.cida en eno¡o (MC11, v. 495 y 2262).
, .
l 58 Este aspecto queda patente en los siguientes ".ersos de W\ anommo P.oeta
riojano, publicados por Pr~dencio
de Sandova! en _su Pnmera p~rte
de las fundaciones
de los Monasterios de S. Ben1to (Madnd, por Lw s Sánchez, 1601).
Tencis aunque sois piedra mas blan.dura
que el corazón de un hombre apass1onado,
que aquel con su pasion (que es cual locura)
nos niega lo que haveis vos confesado.
(ap. Martínez del Villar, Apologfa, 1" 17v) .
.
,
y respecto del aficionado, compárese este pasa¡e d~l
prop10 Martmez del
Villar: "que el amor desu casa y naturaleza había cegado los o¡os de tan claros ep t~!'
dimientos, que pudieran conocer mui bien la verdad que les ha escureado esta a 1aon
tan poderosa" (Apologfa, f" 14v).
.
, t di
Ambas caracterizaciones se acomodan a los compo rtam1cntos aqu1 es u ados y reafirman lo dicho al respecto.
/e
177
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
dos de un bando, que no consideran más que el triunfo de su idea. Es
evidente que los dos personajes contemplados se pueden asimilar a
éstos, máxime cuando el núcleo mismo de sus acciones responde a
idénticos patrones de conducta:
campo sin más compañía que la de Bellido, teniendo además datos
suficientes como para sospechar de él con fundamento. Esa ceguedad
del parcial o aficionado (cfr. n . 158) queda aún más de manifiesto en
el fragmento siguiente:
176
Y assi dice S. Antonino que los tales [se. los parciales] son como el frenético,. qui ~audens
exponit se magnis periculis, nihil reputans ea, et
hoc, quia ratione caret y no ai crueldad que no executen, pues como
dice el mismo S. Antonino non invenitur tanta crudelitas in aliquo genere hominum quanta in partialibus: y da la razón : quia havitum odij
semper habent contra homines contrariae partís, tam notos quam ignotos.
(Martínez del Villar, Apología, f!2 112v)
Se pueden explicar, desde esta perspectiva psicológica, algunos
de los rasgos más sobresalientes del comportamiento de los dos apasionados que ahora se consideran. Por un lado, se comprende así mejor el furor con que don Sancho desea tomar Zamora a sangre y fuego
(ut supra), o la pretensión de don Diego, en su deseo de venganza, de
arrasar la ciudad:
¡Ah <;amora cruel! ¿Como no cierro
con tus murallas? Hecho más honroso
es hazer su vengarn;a que su entierro [se. el de don Sancho]
¡Ah, CastelJanos! ¡Ah, Bivar famoso!
¡Conde don Nuño! ¡Conde don García!
Rete a <;amora un hombre valeroso,
y después de provar su alevosía
en el campo, abrasada en nuestro fuego
demos a l viento su ceniza fría 159.
Así mismo, las últimas líneas del pasaje explican la actitud de
Ordóñez a la hora de retar a los zamoranos, puesto que sólo un apasionado de esta índole podía llegar a cometer un acto tan odioso
(según los textos anteriormente aducidos) como extender a toda la
colectividad la imputación y subsiguiente castigo del crimen perpetrado únicamente por Bellido. Por otra parte, este texto permite
también comprender mejor por qué don Sancho se arriesga a salir al
159 MCii, v. 1341-9. Nótese que son estas palabras las que suscitan los comentaya referidos de los condes Nuño y Garaa, y de Rodrigo. Varios críticos han
senalado a partir de este pasaje y otros similares la equiparación implícita de Zamora con Numancia (vid. Garaa Lorenzo, 1976, 122 y Weiger, 1980, 26).
n~s
.
non videtur sub caelo esse stultior gens, quam partiales, qui ex apeti~
,
et d es iderio malí parcia litatem et divisioni:".' afectant, P?nentes 1~
periculo substantiam temporalem, corpus, filios , consangumeos, am1cos, et eorum bona.
(N. Boerius, de Sediciosis, ap. Mtz. del Villar, Apología f!2 112r)
y estas consideraciones responden claramente a la base misma de la
caracterización de don Sancho.
El modelado de la norma antropo-cosmológica permite así fundamentar el de la ideológica, creando un sustento básico para explicar por qué detenninadas ideas y acciones son o no aceptables, del
mismo modo que la norma ideológica, asentando sobre tales cimientos su desarrollo doctrinal, coadyuva a la actuación de la norma estética, al dotar de motivaciones traducibles en conflictos dramáticos al paradigma argumental preestablecido.
Estas mismas reflexiones son válidas respecto de los dos personajes mesurados, cuyas acciones se consideran adec':1adas porque
están basadas sobre un principio esencial del pensamiento barroco:
la prudencia (cfr. n . 80). En efecto, Arias Gonzalo y Rodrigo se caracterizan de modo bastante semejante, en cuanto moderadores de la
acción de los que les rodean, y como consejeros en las situac~on
co~
prometidas (vid. Crapotta, 1984, 156, 158 y 173-.4). La prmc1pal diferencia radica en que Arias se halla en un ambiente ~avorb.le
a su
actuación, por lo que sus reflexiones suelen ser atendidas, mientras
que el Cid, al situarse en un ~edio
hostil ~ sus propuestas, leg~
a
colisionar con aquéllos a qmenes aconse¡a, don Sancho especialmente, pero también don Diego (vid. MCii, v. 1375 ss.).
La etopeya del ayo de la infanta no deja lugar a d~as
sobre lo
dicho, pues desde el principio aparece claramente refle)ado como
senex prudente, cuya auctoritas va a servir de apoyo moral y de gma
práctica a doña Urraca:
:1
Urraca
Arias Gonzalo, si al consuelo mío
no acude tu valor y tu consejo,
fuerte es la pena, mujeril el brío.
178
ALBERTO MONTANER FRUTOS
Arias
Con el alma te sirvo y te aconsejo:
suspende el llanto y sirva tu querella,
pues es tan clara, a tu razón de espejo.
(MCii, v. 183-8)
Hasta t~I
punto _esto es así, que cuando Bellido trae las nuevas
mcontentble de don Sancho, Arias no sólo anima a la infant~,
smo qu~
prefigura acertadamente el desenlace del suceso
n:'~d1ate
esa tecnica de anticipación preestructurante que en rela~
c1on con el providencialismo, ha usado tanto Castro en esta,obra:
del av~ce
Arias
¿Por qué pierd es e l ánimo, Señora?
¿No ves que está <;amora bien cercada?
¿De tu justicia en la divina mano
no ves lucir la no torcida espada?
Junta Consejo, diles de tu hermano
e l injusto rigor, el mal intento,
que yo aseguro que le salga vano.
(MCii, v. 248-54, puntúo con Weiger, 1980, 54)
Y__en este diálogo, las palabras del venerable ayo preparan
tamb1en el desarrollo de la segunda parte de la acción, al decir que:
Y ~n ~viendo
un portillo en la muralla,
mis h1¡os pondré en él después del pecho.
¡Veremos quien se atreve a derriballa!
(MCii, v. 264-6)
Posteriormente, el carácter de Arias Gonzalo es realzado por la
mesura con que responde a las invectivas e injurias de don Sancho, de
m~nera
que el def~nsor
~e
Zamora queda ensalzado por su integndad moral, al mismo tiempo que muestra cómo defenderse del
poder regio sin ofender directamente al monarca, lo cual hace de él
un claro modelo de recto proceder frente a la alevosía de Bellido la
cual, por otra parte, viene a dar la razón a la "premonición" del a~o
,
~ues,
aunque .el no ha cometido la traición, e incluso ha hecho lo posible pa_ra e~1trla,
h~ resultado beneficiado por ella, por cuanto
ese c_ashgo d1vmo de¡a claro que, en su prudencia, Arias defendía
efectivamente la causa justa. En este sentido, hay que tener en cuenta
que cuando Arias Gonzalo avisa a don Sancho de la presumible in-
POLITICA , HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
179
tención de Bellido, rasgo de evidente honradez por su parte, Rodrigo
sale en su defensa ante las d escalificaciones del tirano:
D. Sancho
Del todo estoy persuadido
que es traydor Arias Gom;alo.
Rodrigo
Arias Gom;alo procede
como Cavallero honrado,
y hay en su pecho lealtad,
como valor en sus brac;os;
(MCii, v. 857-60)
Se cumplen de este modo, en alabanza de Arias, los apotegmas que
dicen:
Virtus etiam in hoste amabilis.
(Martínez del Villar, Appendix, p . 213)
Virtus propia vis est, etiam ab hoste admirationem elicere.
(Ibídem, p. 99)
Sin embargo, cuando el talante del ayo de doña Urraca va a quedar más de manifiesto es en todo lo referente al reto de don Diego
Ordóñez. Primeramente, como se ha visto, en la contestación que da
al d esafío, y a continuación, en lo relativo a la preparación de las
lides, en las que él quiere ser el primero en luchar, postura en la que
por una vez la mesura queda en segundo plano, ante un sentimiento
de la honra que se ha de anteponer a todo. Salvado este impulso por
la discreción de doña Urraca (MCii, v. 1916-2025), Arias se caracteriza por los consejos que, como buen padre, anciano y prudente, da a
sus hijos (MCii, v. 2270 ss. y 2419 ss.) y, frente a las desmesuradas
(apasionadas) expresiones de don Diego, por la moderación y contención con que responde, siguiendo aquí, como antes en la aceptación
del desafío, el proceder más correcto:
Y aunque (como dice la glosa) contra verbosos noli contendere verbis,
sermo datur cunctis, animi patientia paucis: Y assi d ecía bien Justo
Lipsio, verbosos valde et una sapientes non dum ego vidi. Pero (como
e nseña S. Agustín) verbis moderatis injurias propulsare licet, ac convenit.
(Martínez del Villar, Apología, f2 7v)
180
ALBERTO MONTANER FRUTOS
y así, Arias un_as veces contesta con mesura y otras, sim leAdemas, como conviene a su carácter, no guarda re!or
-;:;ente, ca~.
1uno
~n ?iego, lo que le lleva a expresarse, en el episodio fin~ ' en ols s1g~nt_e
términos, que añaden un factor más de afianzamie nto a eqmhbno restaurado:
t
Este es don Diego d e Lara.
¡Oh, infelize Arias Gonc;alo!
pues del que mató a mis hijos
veo la espada y la mano;
no porque a venganc;a obligue,
qu; el m.atallos en el campo
fue desdicha, y las desdichas
si afligieron, no afrentaron. '
Y assí, la tierna memoria
de mis hijos me ha obligado
a lágrimas de dolor,
Y no a venganc;as de agravio.
(MCii, v. 2743-54)
POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
llano rehusa taxativamente (MCii, v. 71 ss.). Posteriormente, previene a don Sancho contra Bellido, sin conseguir otro efecto que el de
ser desterrado (MCii, v. 839 ss.), para luego, movido por su intuición, paralela a la prefigurativa de Arias, pero empleada aquí a
posteriori de los sucesos intuidos, perseguir a Bellido cuando huye,
aunque con tan mala suerte que, por no haber calzado espuelas, no
logra dar alcance al fugitivo traidor (MCii, v. 1100 ss.), sino que
permanece ante las murallas escuchando el apóstrofe que le dirige
doña Urraca, al cual contesta con gran discreción, mostrando de nuevo su prudencia y su mesura (MCii, v. 1166 ss.). Más tarde será él
quien procure moderar el arrebato de don Diego, tanto a la hora de
plantear el reto como en el transcurso de las lides, donde, como ya he
señalado, amonesta en dos ocasiones al lidiador por sus excesos verbales. Respecto de los duelos, es interesante señalar que el Cid prefiere adoptar un papel de máxima neutralidad:
Sold . 2 9
Sold. J9
Arias
. El ver de traydora
hbre a mi patria <;amora,
me ha servido de consuelo.
(MCii, v. 2716-8)
dand.o as~
la razón al adagio de que prudentis in manus situs est
ffolelix exztus (Martínez del Villar, Appendix, p . 273, not. S).
dEn ~uanto
a Rodri.go, la mayor parte de sus consejos y actitudes
mo era oras ya han sido referidos, pues su figura, aunque en nin , n
mo~
e nto ac~
ra por completo el centro de atención, frente a lo~
c~d1o
en MCz, se deja sentir constantemente a lo largo de la obra
s1emp_re se halla presente en los momentos esenciales. Así, su inte~
venc1on es la que pone en claro la injusticia de la guerra suscitada
por don Sancho <""!Cii, v. 9 ss.), para poner después al auditorio en
a~tecdns,
media~t
un "prólogo trágico" (ut supra), ue se convierte.ª la vez en apostrofe dirigido a don Sancho para q~e
modere
su actitud, a lo que, evidentemente, el apasionado monarca caste-
181
Sold. 2 9
Sold. 1 9
Sold. 2 9
Los Condes Nuño y García
se sientan; Jüeces son.
¿Cómo esse cargo no han dado
al gran Señor de Bivar?
Tocan atabalillos.
No Jo ha querido aceptar
por no serlo apasionado ...
¡Pero allí está! ¿no le ves?
Armando una tienda está.
Para don Diego será.
Es Fiel del campo.
Assíes.
(MCií, v. 2100-9)
Así, el Cid prudente, temiendo ser parcial, pecar de "afición",
en el juicio, al pertenecer a uno de los bandos, prefiere adoptar la
figura del que vela por la pureza de todo el procedimiento160, pues,
160 En realidad, los fi eles del campo eran los jueces de la lid (vid. Said, 1975,
236-7), pero aquí se toma sólo en el sentido del que vela por la le& a li~ ~d del procedimiento, según los cometidos encomendados por las leyes alfons1es.: fieles q[ue) les
demuestre[n), porq[ue) enhe[n)da[n_I e ~p an
señalen el ca[m]po: e lo amojone(n), e g~lo
ciertamente, porque lugares son los moiones d el campo de que.no[n l han a salir, s1 non
p or mandado del Rey, o de los fieles, ( ... ) e dessue, ellos tuu1eren, los cauallos, e las
armas que menester ouieren, deuen los fieles sahr del campo e estar y cerca para ver,
e oyr lo que fizi ere[n ), e cli xeren" (Partidas, Vil, tít. V, L. 2, fO 21va).
POLrrlCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
182
183
ALBERTO MONTANER FRUTOS
como ha observad o Said (1975 237) G . ,
misión preponderante en el c uid~
d, mllen o torga a Rodrigo la
los jueces cumplan las form l 'd do e que t.a nto los lidiadores como
del reto. En este caso pareceae1 ~d es presentas en la jurisprudencia
'
v1 ente que la pa
· .
ronomas1a implícita
en 1os os sentidos de fiel
d
lo, .Y como leal, no solo a 's ~º:
~ante
de la l ~ gitmda
del d ueAr1as) y amigos (doña Urraca) y, . o a .sus panentes (don Diego y
'es mtenc1onada y s·
para ensalzar la e topeya d el Cid.
'
irve una vez más
Por último, y como á rbitro de la situa . ,
.
R d . c10n, debido a esa unión de
m esura, neutralidad y lealtad
' es o ngo quie n se t
n er y a tomar la jura a don Alon
, , .
a reve a propala obra d e que el orden y el
~Í·a.rnh
ul tima en el proceso de
mente restaurados.
eqm I no van a ser real y definitivaSegún se evidencia en est ·
.
Rodrigo, ambos representan e~ smops1s d e las tr~yecoias
de Arias y
renidad en el juicio, ue los o s~ esfera una acti.t ud semejante de sedon Sancho y d on DÍeg
po ~ tanto al apasionamiento ciego de
bien el Cid posee a ese o como a a alevosa actuación de Bellido si
· 1d
'
respecto un papel es
as partes que Arias
,
encia e mediador entre
1
, mas comprometido con l d f
no puede adoptar· En ambos casos sm
. embargo
a e 1ensa de Zamora
.
'
asada en la prudencia y la
'
.
' a caracterización
1
b .
mesura es evidente y c
teno r, para comprender 1
l .,
' orno en e caso and l
a re acion entre la eto
l
e comportamiento d e cada pe
.
peya Y a aceptación
que pa ra la mental idad coetá
n e :s~.na¡
sebha de tener en cuenta lo
das. De este modo frente a l
ig~
ica an las cualidades referibandos, ellos podía~
aparecer ~;naos,Y
parciales
de a mbos
res o exentos",
pues
con:o decía bien Ge rónimo de Blancas "!'
.
. .t.1cons1ho,
ib e. r~a t em nec m
moderationem
pos1tam cssc, non in
, pertinacia p rec1p1
furore".
(Martmez del Villar, Apología, f2 97v)
y aunque la cita de Bla ncas alude sobr t0 d 0
.
deriva da de los "fueros y libert d ..
el
ª la libertad política
ma que la defendida por Arias oª R e ~' .en o que su actitud es la misrey, esta libertad se entendía ta bº., ngo en s~ enfrentamiento con el
rn ien en sentido moral:
la de
paronomasia
h'do te~1co , . Respecto
de fiel, ya el
'1eal" cfr 1a qduf.m.e .r,e f iero a continuación entre este senbrc l ~hno
fidelis, eT que
arda' fee. a e m1aon d e Covarrubias: "Fiel. Del nomY lealtad, el que trata verdad y no engaña a
otros (Tesoro, p. S92b, s.v)~
Tiene libertad, dize San Ambrosio, lib. de Josepho, el que no ama,
quien no teme, el que a ninguno haze daño, quien con segura esperanc;a de lo presente no teme lo venidero. Y no la tiene, dize Erasmo en
sus Apothemas, el que a los vicios se rinde, sino sugeción desdichada y
miserable esclavitud. Nema liber qui servit cupiditatibus.
(Covarrubias, Tesoro, p. 765a, s.v.)
Se comprende, ante estos datos, no sólo que el comportamiento de
los d esapasion ados (es d ecir, los exentos d e amor, temor, odio o d esesperación, según la enumeración de S. Ambrosio) sea considerado
positivamen te, dado que como obras suyas estarán libres de los v icios, sino que sean la moderación y la prudencia las cualidades que
permitan garantizar el equilibrio del sistema, tanto en el plano
ideológico como en el é tico. Por eso Arias y Rodrigo poseen tales virtudes, ya que, militando en facciones opuestas, saben siempre discern ir entre la justa defensa de lo que mantienen y el debido respeto y
comprensión para la parte contraria.
Ligada a esta equiparación del carácter y el comportamiento,
puede verse presente en MCii una relación de éstos con la edad que
permite establecer un correlato psicosomático del temperam ento,
com o p rodu cto humoral, los actos del individuo, como fruto de tal
temperamento, y la calificación moral de éstos a través de la estructura de aquél, lo que d a una mayor cohesión a la interrelación d e
etopeya, comportamiento y calificación é tica que fundamenta gran
parte de los rasgos de la obra. Esto queda patente en MCii sobre todo
en la figura de don Sancho, a cuya arrebatada juventud se alude en
varias ocasiones:
Rodrigo
Rodri go
Conde
Rodrigo
D. Diego
- ¡Ah, mal regido mancebo!(MCii, v. 907)
¿De Bellido se ha fiado?
¡Con estar tan avisado
de que es un traydor Bellido!
Es Rey mancebo, en efeto,
y atropella su corona.
(MCii, v. 976-80)
Yo par este iré perdido.¡Oh, mancebo mal regido!
POLff!CA, HISTORIA y DRAMA F.N EL CERCO DE ZA MORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
184
Rodrigo
¡Oh, Rey mal aconsejado!
(MCii, v . 1004-6)
De estas citas se desprende la relación explícita que realiza
Guillén entre la edad del rey y su temperamento apasionado, que es,
como se ha visto, el que obceca su entendimiento161 como resulta obvio en el caso de su confianza irresponsable en Bellido, comportamiento cuya dependencia de su carácter y, a través de éste, de su
edad, queda en el segundo de los pasajes aludidos netamente expuesta. Me parece, sin embargo, exagerada la opinión de Lauer (1987,
105) de que Sancho 's wickedness is the consequence of youth, and not
of deep-seated vice, porque, tanto en éste como en los otros casos
aquí tratados, este elemento temperamental inclina, pero no obliga,
de modo que la coherencia edad-carácter-actuación es explicativa y
no determinista.
Por otro lado, Arias Gon<;alo es presentado como un v~nerabl
anciano, en consonancia con su cargo de ayo, aunque todav1a capaz
de empuñar las armas:
Urraca
Arias
Las edades de Rodrigo y de don Diego no quedan especificadas,
pero la de aquél, por ser mayor que don Sancho, como se sabe por
MCi (cfr. v. 90 ss.), debe aproximarse a la edad varonil, mientras
que Ordóñez, sin ser quizá tan joven como don Sancho, lo es'más que
el Cid. Ambas hipótesis parecen aceptables a la luz de los siguientes versos:
D. Diego
No a escusarte
bastara el juramento; mas no has dado
en que el bolvernos todos a mirarte
fue que tu edad y tu opinión honrada
obliga a preferirte y respetarte.
(MCii, v. 1375-9)
de donde se deduce que Rodrigo está en su madurez, y que don Diego,
pues no puede ser más viejo, es más joven que él.
161 A este respecto, nótese que el mancebo es "el moc;o que está en la edad que en
latín llamamos adolescens" (Covarrubias, Tesoro, p . 784a, s .v.). En cuanto a "mal
aconsejado" (expresión que ya Rodri!?o había enunciado en el v. 181), significa, como
"mal regido", que tiene cegado el juicio y es incapaz de discernir lo conveniente de lo
contraproducente, o, aún más, lo bueno d e lo malo, en virtud de la pasión que lo ofusca,
sin referirse, claro está, a la calidad de sus consejeros, pese a la interpretación de
Delgado (1984, 26), pues no puede decirse tal de quien tiene como auxillar al propio
Rodrigo. Por otro lado, hay que recordar que el rey tirano en el teatro de la época
solía ser joven y galán, mientras que el rey justo era f;eneralmente presentado como un
hombre maduro, usualmente un barbas' (vid. Garaa Lorenzo, 1976, 53).
185
Dexad
de hazer tan notable esceso ...
Sustenta mi autoridad,
padre del alma, que es peso
más convenible a tu edad.
Y p erdona si te doy
pena en esto ...
Dequeassí
me trates, corrido estoy;
pues si no soy Jo que fuí,
¡aún es algo lo que soy!
La lanc;a puedo empuñar;
y ha bien poco, te prometo,
que saliendo a pelear,
después d e pasado el peto,
Ja rompí en el espaldar.
Manos tengo; y si me hallo
con la gota, esto no es
ocasión para escusall?,
pues a falta ded Jos pies,
quatro me dará un cavallo.
(MCii, v . 1926-45)
Así pues, parece que, en términos generales, ~a distinción apasionados/prudentes se corresponde a una difer~c1a
de edad_ se~ar
ble en las clases jóvenes/maduros, correspondientes, ~n termmos
coetáneos, a la distinción entre mocedad y edad varornl. E_sta con., que relaciona edad y temperamento era usual en la ~p.oca,
y,
~º;a
he señalado, se atribuía a la constit':1ción p~icosmat1
debida a los humores. De este modo, se ~ociab
la iuventud co~
e~
apasionamiento, la soberbia y la irreflex1on, d etectados en don an
cho y don Diego:
~rie'nca
e de treinta años abajo, el entendimiento no está reposado, la
es poca, la presunción mucha, el calor grande, Jos pe nsamkntos levantados, las flaquezas de naturaleza muchas.
(furió, El Concejo, c. lll, in Vega, 1966, 61)
186
ALBERTO YfONTANER FRUTOS
Frente a esta caracterización y a la de la decrepitud, la de la edad
varonil o madurez, situada para Furió entre los treinta y los sesenta
años, la presentaba como la edad más equilibrada, pues los maduros
así como están casi en el medio entre lo muy verde y lo muy seco, así
tienen los humores templados. Son reposados, tienen experiencia, tienen memoria, tienen fa cultades vivas, y en su ser natural corroboradas,
buen discurso, el calor moderado, los pensamientos razonables, las fl aquezas no pueden ser muchas, tienen conveniente gravedad, pueden
ir, volver a posta o sin ella; e l pueblo los respeta y se fía de ellos.
(Furió, op. cit. c. 111, in Vega, 1966, 61)
La similitud entre estas descripciones y las de los apasionados y
los prudentes de MCii no puede ser casual, máxime cuando de los
demás personajes que intervienen en escena no se da la menor referencia a la edad. Lógicamente, en estos casos, en que la oposición caracterológica era fundamental, resultaba especialmente clarificadora esta asociación de rasgos significativos: la edad sirve de base
al temperamento, éste de directriz moral de la conducta, y ésta de
plasmación de la completa etopeya del personaje, de modo que la
calificación ética de su comportamiento se produce, según se ha ido
viendo, tanto por el resultado de la actualización de determinados
vicios o virtudes, cuanto por el efecto que causa sobre el entorno. El
proceso de encadenamiento es el mismo que se ha advertido antes
para las diversas normas que modelan cada uno de estos planos, y
redunda, evidentemente, en la cohesión de los elementos constituyentes de la obra, al menos en lo referente a los personajes así
construidos. En este sentido, hay que señalar que la norma cosmológica no ha modelado toda la obra sobre idénticas pautas, sino
en virtud de las necesidades conjuntas de los otros dos modelados,
ideológico y estético, de manera que no todos los personajes han recibido el mismo tipo de caracterización, antes bien, ésta se ha adecuado a la importancia narrativa del personaje, a las preferencias
de la norma estética o a las necesidades de la ideológica . Sin embargo, sí puede concluirse, tanto de este análisis concreto como de los
datos que se han ido aportando a lo largo de este estudio, que todos
los personajes relevantes en cada esfera poseen una cohesión entre
etopeya y actuaciones, y que ambos factores están relacionados con
la trasmisión connotativa de la aceptación o rechazo de las motivaciones ideológicas que tales elementos implican.
POLff!CA. HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
187
2. Símbolos y objetos míticos
Junto a los mecanismos ya analizados, MCii se vale d e los procedimientos relacionales d el mito en uno de los factores e~, que ~s
más evidente el influjo de la mitopoyesis sobre la ela~
ra cion
estetica: la simbolización 162. A través de ell a, se logra su~itar
en ~l e~
pectador un haz de sugerencias que, sobre la Y.ª aludida base i_n.tu1tiva, le permite establecer una serie ~
~onexi.s
. ~ransempic
que transmiten contenidos de muy dificil codihcac10n denotativa.
En MCii, como ya en MCi (vid. García Lorenz~,
1 97~,
31.~
et pass. Y
de simbohzacion es el que
Egido, 1979, 506-14), el tipo p r edomi~ant
atañe a los "objetos míticos", es decir, a aquellos elementos materiales, generalmente visualizables, que simbolz~;'
un con~pt,
una
sensación 0 , más habitualmente, una constelac10n compleJa de elementos de ambas índoles, de tal modo que su sola presencia o men.ción en escena cataliza en el auditorio las emociones o ideas que di163
cho signo paraverbal representa ·
De los objetos míticos presentes en MCii, pese a la inter_esante
presencia de la correlación espada-caballo-espuelas, como s1m~lo
de las potencias y virtudes del caballero en ~l diálogo entr~
Rodngo
y Urraca, tras la fallida persecución de Belhdo, o ~e las nendas ro1.1d, :: lamenta, el
tas ante las que don Diego, después de la t~rcea
más interesante, por su constancia y por su mcardmac1on en los valores de la norma antropo-cosmológica, lo que, como en. el caso de la
etopeya, le permite fundamentar actitudes y pensa
m1 e n~o s de los
personajes del drama, es la sangre, a la que se alude en treinta y dos
ocasiones.
162 Los mecanismos relacionales de la mit<_>-poyesis están en la b~cs
~
simbolización mítica stricto sensu como de la.poetica. o laá~:c
~ 'f:'!1ecáón da !usen: el de semejanza, que, opera~d
sobre el e¡e pardi~e
el e·e sintagmático 0 de la
gar a la metáfora, Y el de con.tigll!dªJ• que, º~ación
de ~te
principio, el de ¡iars
sucesión, o;gind 1¡ m~t
<? nd~:(f
º F~:
!<Ío r t 1980 25 ss. y Montaner, 1987, 133-6).
1
1
pro º{(,3 ª ~ªte
~e;.
~s J;feáro· reali~
s~ :á7~1
i ~ri:lze.1d6nq
en la obra hterana, aunque t 0 .s os sign .
(!
a·e naraverbal quinésico) o
el discurso permite hablar de sign.os.geshculares e ~
e ~sa
ueda im Hcito, pues
icónicos (lenguaje p~avrb
desc~ptivf
· ~;
aunquf~ta
esté sfgnificativase ofrece una descnpoon enota iva h 1971 §u' 2 1) En se~ndo
lugar, que los
de contenido (vid. Bart es, 0 i~
én~i·s
~n
polisémicos, centran sus
mente ca r g~da
símbolos.as1 transmitidos, ªJfC\~
por ~ l ~rpfo
i ~ cultura que los produce, y cuya insug
e reno~s
en tom? a e¡es e imoclos P ºd E 1979 101-2).
terpretacion garantiza de este m o (VI · co,
•
1
1
POLITICA , HI STORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
188
189
ALBERTO MONTANER FRUTOS
En cuanto a la alocución de doña Urraca, la infanta recuerda en
ella a Rodrigo que las armas que constituyen su propia configuración
como caballero y ahora vuelve contra Zamora le fueron otorgadas
en la investidura por su padre, don Fernando, su madre, la reina, y
ella misma 164 , ante lo cual el Cid retoma la enumeración que realiza
doña Urraca, procediendo a un desarrollo amplificativo que muestre cómo él no las ha empleado contra la ciudad cercada. Así, dice
d e la espada :
Si tu padre me ciñó
la espada que traygo al lado,
por esso contra <;amora
de la bayna no la saco,
cumpliendo assí el juramento
que me tomó agonizando.
(MCii, v. 1203-8)
Para alcanzar todo el sentido que la referencia a este objeto
mítico implica aquí, hay que tener en cuenta que la espada era el
instrumento reservado al caballero, cuyo sentido primario se enlazaba tanto con la herida en sí como con la capacidad de herir (como
expresión de la determinación física), siendo, en consecuencia, un
signo de libertad y de fuerza que reunía en sí la referencia a la determinación corporal y al impulso anímico (vid. Cirlot, 1979, 192-4;
Montaner, 1987, 286-9; Morales, 1984, 141a; Zaniah, 1974, 181b), por
lo que Rodrigo, al presentarse con ella ceñida, connota la renuncia a
la lucha en general, por cuanto, en tal ámbito, la considera injusta,
pero además refleja su estado de ánimo, su sumisión indefensa, ante
las palabras de doña Urraca. Idéntico haz de sugerencias transmiten las alusiones al caballo y a las espuelas:
Si tu madre y Reyna mía
me honró con darme el cavallo,
y tú con Ja espuela de oro
me dexaste más honrado,
por esso el cavallo agora
detuvo el curso gallardo
con que volaba otras vezes,
tu disgusto adivinando;
164 Estos elementos están ya en el romance viejo aquí seguido, pero además la
escena había sido recreada por extenso en M Ci, v. 41-129.
y las espuelas también
con que pudiera picallo,
se escondieron, al buscallas,
y al querellas me faltaron.
(MCii, v. 1211-22)
Se com leta con estas referencias el arnés de Rodrigo c_omo rega.
p la vez el retrato simbólico del caballero, no solo porque
1o regio y, a
'
, .
. d
'l sino porque el
ambos elementos estuvieran mtimamente 1iga os a e., .
caballo representaba asimismo la energía y el mov1m1ento, la ~ue
rra y el valor incluyendo significaciones alusivas a los deseos¡ e instintos exaltados, y al presagio d e la muertel65, ~ientras
que. as esuelas simbolizaban al caballero, a su fuerza activa ~ a sus v1rtud~s
~orale
s defensivas (Cirlot, 1979, 197), siendo ademad e~ e ~ P~
ámbito de MCii expresión, precisamente, del amor e onad
ca 166. Así pues, ~l recurrir a esta glosa de los tres elementos e ro-
t
0987 28?-6) Morales (1984, 80a) Y Za165 Vid. Cirlot (197?, 10 - 1 ),~t
t ane r ecu;re ~ás
'ade
lant
e para provocar el
niah (1974, 96a). A este. mismo sim o i.smo seU:en asume así todo el haz de connotaefccto contrario en la figura de don Diego.;i<:Impulso incon trolado, como corresponde
ciones del caballo, d esde el valor guerrero 1
a su caracterización:
C. Nuño ¡Qué bien se pone a caballo!
C. García ¡Qué gallardo es el overo
que mudó!
C. Nuño
Tal Cavallero
merece tan buen cavallo.
c. García Deve d e ser una pluma,
si la espuela le provoca.
c. Nuño Por los ojos y la boca
arroja fuego y espuma.
C. García Gallardamente procura.
ser símbolo de la guerra,
parece que abre la tierra
quando sienta la herradura.
(MCii v. 2318-29)
'd
t'
, . . , d l b 11
or el simbolismo aduc1 o, es a
Evidentemente la descnpcion e ca. ~ t ~' lomo casi explícitamente se marde la época aparecía alesirviendo connotativamente de etopeya de su {~\ co ~ ografí
ca en los v. 2320-2. Resp~to
de la gu~
r :~belo
ram ante o galopando, y armada.de
gorizada en figura femenina, sobre u
te con el lema Nulla calamitas sola, o bien
casco y lanza, la cual llevaba un gallfrde
. bolizaban el miedo y la muerte (vid.
se la representaba medi~nt
e dos coree es que s1m
.
Morales, 1984, 164a, y Lam. p. 163).
. te del deseo es decir, si.mbohzando el
166 Este uso de la espuela co~J.
aoca
tían por Rodrigo, y sus celos mutuos,
amor que tanto d oña Urraca <;<imo dona imena sen
aparece varias veces en MCi:
Xime na - Con la espuela qu.e le ha puesto
el cora<;ón me ha picado-.
(MCi, v. 78-9)
190
191
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POL!TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
manee viejo, señalando la carencia que Rodrigo tiene d e ellos en el
mismo momento en que la infanta le dirige ese apóstrofe, se logra un
claro efecto de indefensión del caballero ante las quejas de la dama,
q~e
se concentra con gran efectividad en las siguientes palabras del
Cid, en las que la amplificatio preinserta cobra, junto con los datos
aquí aportados, su más claro significado:
Una función semejante, como elemento catalizador del se~tim_n
to de los personajes y simbolización paraverbal. ~e
su ~1tuac0n
anímica, poseen las riendas rotas ante las que, ta~b1en
med1ant~
una
alocución patética, se lamenta don Diego en su tienda, tras habérsele
denegado entrar de nuevo al palenque (MCii, v. 2600 ~s.)
Sus palabras
hacen de dicho objeto un auténtico emblema de lo que el cree su derrota:
Pues si en mí, que te respeto
y hasta tu sombra idolatro,
lo irracional, lo insensible,
muestra sentimiento humano,
¿por qué dizes que te enojo?
¿por qué piensas que te agravio?
¿qué disgusto te procuro?
¿qué decoro no te guardo?
(MCii, v. 1223-30)
De esta manera, habiendo suspendido Rodrigo la actividad de
su espada, su caballo y sus espuelas, ha neutralizado simbólicamente su fuerza destructora, su ímpetu e incluso sus posibles deseos, que el caballo podría representar para él, y la espuela para la
infanta, mostrándose en cambio quieto, moderado e incluso sumiso,
pues llevando envainada la espada de su libertad y no montando el
caballo de su energía, se somete turbado a las palabras de doña
Urraca:
y ... con venir arrogante,
temeroso y temerario,
advierte si te respeto
y si decoro te guardo,
pues a tu boz me detuve
y a tu enojo estoy temblando.
(MCii, v . 1247-52; sobre estos versos vid. Weiger, 1980,92)
Ximena Si llevó para picallo
la espuela que tú le diste,
¿qué mucho~
Urraca ¡Ximena, tente!
porque ya el alma recela
que no ha picado la espuela
al cavallo solamente
(MCI , v. 600-9)
Vid. et. García Lorenzo (1976, 110-1y1978, 33-4).
Dexadme solo, cerrad
la tienda y no las heridas;
sólo estas riendas partidas
en la mano me dexad.
Vanse los crúuios.
Pondrélas a mi dolor,
para que imite al cavallo,
pues que no pude parallo,
tan a costa de mi honor.
Con causa podran culpar
mi desacordado ser,
pues no me dexé caer
ni le acabé de matar.
Con riendas el hombre sabio
suele enfrenar su pasión,
pero en mi estas riendas son
como espuelas de mi agravio.
Mal parece mi pesar
en mis vitorias perdidas;
pero son riendas partidas,
y no le puede n parar.
(MCii, v. 2598-618)
Se evidencia así cómo Ordóñez no ha sabido ni aquí ni antes co~
tener su pasión, obrando como desacordado (v. 2ffJ7) y no como sab10
( 2610) es decir como prudente, pues "tener rienda en la lengua,
[~le]
hablar mod~raent
e", y en cambio "yr a rienda suelta, [es]
yr desapoderado" (Covarrubias, Tesoro, p. 904b, s.v.), de modo que
la forma de su presunta derrota se plas_ma par~ebli:nt
en _el
símbolo de su vicio, el apasionamiento ciego, segun la s1gmhcac1on
tradicional de las riendas, las cuales
forman parte del simbolismo del carro y los caballos. Si~ndo
el pri~e
ro el símbolo d el cuerpo y los segundos de las fuerzas vitales, las n en-
192
ALBERTO MONTANER FRUTOS
das simbolizan la relación en tre el alma y e l cuerpo, los nervios y la
acción de la voluntad.
(Cirlot, 1979, 387-8)
De suerte que las riendas cortadas, como en la locución preinserta,
citada por Covarrubias, implicaban la falta de control anímico de
los afectos corporales o concupiscentes, y así don Diego se ha visto
privado de la victoria a causa del mismo "movimiento del alma",
según la expresión escolástica, que le ha llevado a cometer el desafuero del reto contra Zamora.
En este sentido, ha de considerarse además que, si en virtud de
la jurisprudencia del duelo, el mero hecho de salir del campo durante el combate suponía la derrota 167, aquí se añade simbólicamente la muerte de don Diego, en virtud, precisamente, del golpe de
don Rodrigo Arias que hace al retador cruzar los mojones del palenque, pues "el acto de cortar las riendas es un equivalente
simbólico de la muerte" (Cirlot, 1979, 389; Morales, 1984, 293a). Así
pues, en este caso, como en el anterior, la simbolización plasmada en
los referentes paraverbales acentúa la cohesión interna de los elementos textuales y permite la adición de nuevas sugerencias interpretativas a la exposición denotativa de los hechos, lo que, claramente, los hace más fácilmente asumibles por parte del auditorio.
Frente al uso de los objetos míticos anteriormente estudiados,
que informan tan solo un segmento de la acción, el mitologema de la
sangre se emplea a lo largo de toda la obra y, en los diversos aspee167 Así lo disponían las Partidas, VII, tít. 1111, L. 4, f" 21vb, aunque en el caso
de don Diego podía haber habido excusa, pues: "si por maldad del cauallo, o por
rienda quebrada, o por otra ocasión manifiesta, segund bien vista de los fieles contra
su voluntad e non por fuen;a del otro combatidor saliere alguno dellos del campo, si
lue&o que pudiere de pie, o d e cauallo tornare al campo non sera ve[n]cido por tal salida ' (Partida s, loe. cit.). Como en este caso el origen d e la salida era el golpe de Rodrigo Arias, cabía la posibilidad de que los fieles considerasen el atravesar los
límites d el palenque como consecuencia directa de la acción del retado, y lo diesen
por "quito d el riepto", o que se atuviesen a la visión re flejada por el texto alfonsí, y
permitiesen a d on Diego entrar de nuevo en la lid. Para que esta ambigüedad pueda
resolverse del modo en que aquí se hace, Castro ha incluido, frente a sus posibles
fu entes (CMS y RH), la agonía de don Rodrigo Arias, que, al no aceptar la derrota
(dr. espec. v. 2514-5 y 2586-8), no puede ser considerado como perdedor, pues "si el
reptado muriere enel campo: e non se otorgase por aleuoso, e non otorgare que fizo el
fecho de que fue reptado muera por quito d el yerro. Ca razon es que sea quito quien defend.ie[n)do su verdad prende muerte" (Partidas, VII, tít. 1111, L. 4, f" 21vb-22ra). De
esta manera, el ambiguo desenlace de la lid da base a la sentencia de los jueces del
campo, que se fundamenta en las dos consideraciones citadas de las Partidas.
193
POLITlCA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
., e humor
tos de su significado, vertebra gran parte_ de la;cio~.
d~i;'alor
del
vital por excelencia, la sangre era considera a se e
.,
cuerpo animado y fluido vivificador del mismo, por lo que se asoci~
a la esencia misma del individuo, a causa de lo cual en algunas ?11 tuvo por vehículo del alma (Morales, 1984, 297b), rruenturas se a
·,
1" aba al espíritu
tras ue, en cuanto principio de la generacion, se ig
.
de
raza, de la familia y de la comunidad (Morales, 1984, 297b,
Z . h 1974 402b) Ambas concepciones se encuentran presentes en
~:
inte;rlac~ds
entre sí, aunque traducidas a conceptos
1;
coetáneos.
..
,
_fanuh~,
e~t - ~
En cuanto a la conexión de la sangre con el espírit~
se plasma en MCii como actualización de una conep10~
ya cnsta i
· d 11
·e168 por la cual dicho humor
zada en el plano denotativo e engua¡ ,
. , 169
l
se constituía en cuanto factor determinante de la generac1on , en e
vehículo tra~miso
de las cualidades del linaje, lo que fundamentaba la existencia de la hidalguía:
porque los descendientes de tan ilustre varon se ha de ~resu
, siempre y es mui debido se conserve su memona, y a
seran
,
h ..
casta, así en las hijas, como en los i¡os.
(Martínez del Villar, Apología, f9141r)
~=
frase con que el conde
visión que se halla en la base de la ya citad~
Nuño se refiere al futuro retador de Zamora.
~:;
Tiene don Diego
sangre del gran Mudarra.
(MCii, v. 1350-1)
i~;
. , que al afiliar al de Lara con el célebre vengador de los inSal:s170, suponía predisponerlo, con todas las cualidades
"gnifica parentesco" (Covarrubias, Tesoro, p. 925b,
168 "'Sangre, a1gunas veces Sl
s.v.).
, d
¡ "ón de la sangre y el menstruo, que en
recuer ese 1ªre ªao como el e uivalente femenino del
169 Sobre este aspe!~,
la fisiología antigu_a Y medi~rl
era :n~
simbolismosqde fertilidad que éste.
semen, lo que rela<;i?na a aqueDia conOrd0, ñez con la casa de Lara es legendana, como
). En este caso, como en el de
170 La relaaon de don . e~o.
1975 61 203
• decu~os
ya señaló Sa.lazar y Castr~
(vid. ai~,
que, en virtud de las concepde los personajes famosos contrapoBellido la tradicion tend10 a crear maies .ª
ciones ~quí
referidas, explicasen las actu~od:'
tr aidores
(cfr. Said, 1975, 178 y 203).
niendo genealogías de leales a genil
} ºg ~ Ós
los 55 XV I-XVII, vid. Menéndez Pidal
Respecto del tema de Mudarra y s u
us1 n en
.
ALBERTO MONTM"ER FRUTOS
194
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZA MORA
Y si antes dixe que de sangre mía
daría un Cavallero valeroso,
por tí, do n Diego Ordóñez, lo decía.
de tan gran antepasado, para ejecutar el desagravio de la alevosa
muerte de don Sancho.
.otra p~rte,
este carácter d e la sangre tenía la contrapartida
e exd1gd1r d el individuo que sus actos plasmaran esas cualidades
h ere a as:
d
l~u e ~i endo
hijo de algo no obra como tal, es pródigo de la honra
qconse d e¡aron sus pasls7aldos, y más culpable que otros; pues la deviera
rvar y aumentar
~sid
e raci
o ne
que se patentizan también en la figura de don Dies
D. Sancho
¡Escalas! ¡Ea, escalas, y de un buelo
sube, do n Diego!
D. Diego
.
El pomo de mi espada
med ia <;a mora te pondrá en el suelo.
¡Sangre de Lara soy!
última secuencia en que resulta operativa esta utilización
.de la sangre como expresión d el parentesco se em lea
para ¡ust1hcar la exención del Cid, obligado por juramento a n't luchar contra Za~or
, d e ser el retador por parte de los castellanos
en un ~ so que, ¡unto con la alusión a Mudarra, justifica plen
a m e nt~
que el impetuoso don Diego acometa la tarea de desafiar a los zamoranos:
.
U _ n~
Rodrigo
~\
1 09~.
1 ~).Y
2
Micuydado
os dará de mi sangre un Cavallero;
pues yo, como sabéys, tengo jurado
d e no ir contra <;amora ( ... )
~
br c
los presuntos d escendientes d el moro bastardo, vid. ibfd., p.
1.7{ Covarrubias, Te ~ or : p. 591a, s.v. "fidalgo". Cfr. et. Rivadeneira, del Prin~JP
~!·
~
c ..Vlld· 124-dS.· As1 como el caballero que viene de ilustre sangre siendo
' e 1m1 .ª or e 1os que fundaron su casa, merece ser más honrado ue el ue
no1 1o es br s u Virtud y por la d e sus abuelos; y así, cuando desdice d· Ja~
virtu<Jles
d e l~s
as ta.rdea (. .. ) no solamente no d ebe ser honrado y fav orecidu del prín ·
por ser malo y afrenta de sus antepasa%
por . a erdnaodo de buenos, s i~ o ~astigdo
y ruma y estrucoón d e Ja repu bhca".
.
l
Respecto de la sangre como símbolo del principio vital, su empleo más evidente e inmediato es el de la caracterización d el combate, mediante su derramamiento que, por las implicaciones que supone la consideración d el inius tum bellum dentro d e la obra, añade
una connotación negativa que corresponde a una visión coetánea,
como la que refleja el siguiente pasaje de Covarrubias:
Sangriento, el que está manchad o con sangre o es muy cruel.
(MCii, v. 481-4)
simb~hc
(MCii, v. 1372-5y1404-6)
P~r
yu~
195
(Tesoro, p . 925b, s.v. "sangre")
Sirve así este humor para plasmar patéticamente la batalla d e
Golpejares, con la que se inicia la obra, cuando Rodrigo exclama:
todo es valor español
y todo sangre cristiana;
todo es sangre, todo es fuego.
(MCíí, v. 17-9)
y una utilización similar permite trasmitir la actitud de don Sancho, incluyendo una apreciación subyacente sobre la calificación ética de la misma, cuando, en uno de sus arrebatos de pasión, profiere el
ya cita do verso
¡<;amora a sangre y fuego!
(MCii, v. 499)
mientras que, con ocasión del destierro de Rodrigo tras su mentís al
De Olfos, este símbolo permite caracterizar los dos tipos de guerra,
justa e injusta, en virtud de su objeto, plasmado en la sangre que se ha
de derramar:
Rodrigo
Aquí esperemos m i gente,
que buelve con poco gusto
de ver su esperarn;a vana,
pues yendo resuelta agora
196
ALBERTO MONTANER FRUTOS
POL/TICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
de agotar la sangre mora,
buelve a verter la cristiana.
(MCii, v. 957-62)
Posteriormente, y con ocasión de las lides subsecuentes al reto
este ~bjto
mítico ~rá
empicado de nuevo para dar lugar a nu eva~
descrzptiones pathetzcae, primero como presagio previo a la lucha:
¡Hasta el Sol está sangriento!
¡Sangriento el día ha de ser!
(MCii, v. 2088-9)
y después en relato del combate, que no transcurre en escena de modo
que_ el <pÓ~oc;
propio de esa si tuación sea trasmitido den tro de lo
posible al auditorio:
1
Urraca
Ya los dos con sangre roxa
tiñen la menuda arena.(. .. )
Derribóle la celada,
y haziendo dos de una pie<;a,
le dexó cara y cabec;a
toda en su sangre baf'lada. (. .. )
y Rodrigo le persigue
sangriento, turbado y ciego ...
Que no hay cuento ni pare;
De la sangre que salía
El campo cubierto se hae. (. .. )
Melisendra que lo vido
A recibir se lo sale;
Vído\e las armas blancas,
Tintas en color de sangre.
Con voz muy triste y llorosa
Le empezó de preguntare:
- Por Dios os ruego, Gayferos,
Por Dios os quiero rogare,
Si traeis alguna herida
Queréismela vos mostrare,
Que los moros eran tantos
Quizá os habrán echo malc.
(ed. cit., v . 1, p. 251a-b)
En lo referente al sentido específico de la sangre vertida como señal
de la victoria que se aprecia en estos versos, se emplea también en
MCii, aunque aquí, en virtud de lo dicho, adopta un sesgo negativo,
al referirse a don Sancho:
Urraca
(. .. )¿Venció don Sancho? Dí.
Bellido
Que venció, digo,
con el mayor aplauso y mayor gloria
que se ha v isto jamás.
Urraca
Bellido
¿Que oillo puedo?
Con sangre dexa escrita su vitoria.
(MCii, v. 2480-1, 2485-9 y 2496-7)
Este recurso pertenece a un locus communis de la épica (vid. Montaner, 1987, 280-1), y se encuentran descripciones de esta índole tanto en la Chanson de Roland (v. gr. v. 1653-7 y 1665-6) como en el
Cantar de los Nibelungos (v. gr. IV, 49d-50d y 65b-d), en el Poema
de Mio Cid (v. gr. 726-9, 760-3, 778-81 o 1722-4) o en el Poema de
Fernán González (v. gr. 487a-d y 499a-d). De entre los textos del Romancero, más co~i
dos
en la é~oca
de Guillén, el célebre de Gayfeesta Gay/eros (Duran, 1945, n 11 377), ofrece dos pasajes
ros, ~sentad
muy ~lustra
ti vos a este respecto, donde la sangre opera con funciones
seme¡antes, salvada la posible connotación negativa de los combates reflejados en MCii:
Si bien pelea Gayferos,
El caballo mucho mase.
Tantos mata de los moros
197
(MCii, v. 239-42)
Dentro de la misma esfera semántica de la sangre como principio vital se encuentra la ya aludida consideración de la misma como
vehículo del calor corporal necesario para la vida, lo que la hace
especialmente apta para significar paraverbalmente los esta~o
de
ánimo de los personajes, especialmente cuando, como se ha VISto, el
apasionamiento de algunos de ellos afecta al corazón y cuand?, en
general, los efectos de las emociones se centra?an en las ~ t erac
1 ones
de dicho órgano (cfr. Frutos, 1952, 233-4). As1, la turbac10n del medroso Bellido cuando no acaba de decidirse a matar a don Sancho se
expresa del siguiente modo:
198
ALBERTO MONTAl'\'ER FRUTOS
¡De animoso estoy resuelto!
Mas .. .. ¿qué yelo en sangre embuelto,
por mis venas viene y va?( ... )
Pe ro ya cobro valor;
ya e l yelo en mis venas arde.
¡Mataréle! que el covarde
de lexos mata mejor.
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA FN EL CERCO DE ZAMORA
za desesperanzada y la ira impotente, provocada por el mismo elemento que sustituye a las lágrimas, cuando dice:
¡Mi mal lograd a esperanc;a
sangre por mis ojos llora!
(MCii, v. 2238-9)
"CMCii, v . 1072-4 y 1079-82)
R
La exacerbación del calor natural de la sangre se emplea tamb·,
como correlación ~ e la citada adscripción de don Diego al lin a · e1~:
Mud~ra,
para ~na
l ar el apasionamiento de Ordóñez, por bo1a de
odngo, en los citados versos
[HHrviendo agora {se. la sangre]
da lugar al eno¡o, y no a l sosiego.
En cuanto al simbolismo de la sangre como esencia del individuo
y vehículo del alma, revierte aquí bajo la forma d e relación de dicho humor con la honra del individuo, de modo que la sangre es objeto de agravio y de venganza, según una concepción nítidamente explicitada en MCi:
Diego L.
(. .. )¡Rodrigo, dame los brac;os!
¡Hijo, esfuerc;a mi esperanc;a,
y esta mancha de mi honor
que al tuyo se estiende, lava
con sangre; que sangre sola
quita semejantes manchas!. ..
(v. 486-91)
(MCii, v. 1351 -2)
empleo que se repite para subrayar cómo el honor es el único objeto
c~paz
de s~pera
_ r en Arias Gonzalo a su prudente mesura, cuando insiste en salir a hdiar el primero contra don Diego:
visión de cuya raigambre mítica dan fe las siguientes palabras de
H eráclito:
¡Dame el peto y espalda r,
q~e
ya mi sangre alterada
hierve en mi pecho!
CMCii, v. 1966-7)
. Más adelante, el mismo símbolo, en correlación con la referencia
citada al ~ I sa n~i
cn to, sirve para preparar el efecto patético del
duelo, predisponiendo al <¡>o~
suscitado después por la descripción
ya comentada:
Sold. 7°
199
El mirar la empalizada
la sangre al pecho retira .. .
(MCii, 2090-91)
Por último, este aspecto de la objetivación de las emocione s se
emplea para acentuar el fA:o~
que respecto del bando zamorano
conllevan las infaustas muertes de los dos hijos menores de Arias
Gonzalo, de modo que en doña Urraca se traduzcan a la vez la triste-
,.
''
,..
/
~
X0:0atp0vtat
O•O:AAOc_;
<a\µa
> mµan µmvoµ
EVOl OlOV
~ac_;
1t1l A.fu &novú;ono 172
i1
El
\
'
ne_; 7tEAOV
Eµ-
'
A menudo, el u so de este simbolismo de la sangre es ambivalente, como ya lo h abía sido en MCi (vid. espec. v. 890 ss.), pues
cuando para unos representa la ofensa, significa el desagravio para
otros. Esto sucede de manera muy notoria con un uso especialmente
arcaizante de esa función purificadora que señala el texto d e
Heráclito: la de beber la sangre del contrario173 . En boca de don Sancho, dicho acto ritual se equipara a la venganza:
172 Heráclito de Efeso, fr. 5 (in Kirk -Raven, 1979, nº 244, p. 298): "Vanamente
se purifican de los delitos de sangre manchándose con sangre, como si el que se ha metido en el barro pretendiera limpiarse con barro". La visión criticad a por Heráclito y
presente en las eaiabras de Diego Laínez, responde al m ismo esquema que el apo tegm a similia similibus curantur, cuya fundamen tación en el principio mitopoyético de
la sem ejanza está fuera de duda.
173 Como ya señaló Said (1 975, 146), este aspecto de la venganza ritual corresponde al empleado por doña Sancha en el "Cantar de los siete Infantes de Lara, según
la versión prosificada en la Cr. 1344:
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
200
Si a mis hermanos p ersigo,
ba.stante ha sid o Ja causa:
mis enemigos son todos
bcveré su sa ngre ingrat~.
(MCii, v. 155-8)
y Ja de
misma
- U rraca, e1emplifica
.
dad
don expresión
Sancho y~ en boc
1 .ª d e d ona
la cruelobjeto:
i:e ac1ona con el agravio de que la infanta es
¡Ah: nobles de Castilla! ¡Injusto he rmano
sediento de mi sangre! De mi p echo
la sac_a agora, que se opone en vano
a tu n gor, del mío satisfecho.
Lleg~
, Y para que e l cielo te destruya.
beve m1 sangre, que también es tuya.
Esta utilización ritual del mitolo
la función catártica señalada por H g~t
0 ~ 0 q~a;
ª~:
~senda
respond: en su origen a
de~,'¡;:·
!~:=
..
la
en los s; XVI-XVII
~era
conceptualmente reflejado por el honor
.
' sera en su sangre en cua t
h' 1
,
donde ese ¡ · 'd
.
'
1 n ve 1cu o ammico
deacto
dicha
o, como
de desa-
;;:;
1 !:n ·engtsió
r:;u~ió!ºt¡l
°
sangr~
.
"E el traydor c;erro Jos ¿·os e la non
.
.
yaz1a, e vio correr d el sangre e · 'L d qwso mirar, e cato doña Sancha donde
mercet
¡·
'
ixo
oa
o
sea
Dios
· aya por la
.
que m e iso, ca agora sera suelto el mi s , e grad
- o e grac;ias
<leste traydor'. Entonc;e finco los no·o
ueno, que sone, que beuia de 1a sangre
Me~é
nd e z Pida!, 1971, 311 y 1986' 231)s ~par
~ e l para beuer de su sangre" (c. Xlí in
~os ara bes, como otros de dicho c.'mtar .coste mismo uso se documenta también en tre
Unayn compuso con ocasión de la t o m~
demD at~hgu
¡un verso de la casida que lbn
/wa-law malku lam ya'ti'lu' fi d. A,. '_llTUe ª pcr os AyraJbíes en 1221 ~u e dice:
.. si hubieran vencido no1ma
1-na
wulu
ga
• mala na fa·as¡a
· h :na·¡ (y
h b ,
'd
n , wa a·k·m-na
pero hem os vencido nosotros h~
ª. na~
si 0 remisos en lamer nuestra sangre
13), donde se a precia ya la
Jn
1965, nº 22, v.'
za, frente a la clemencia de que los
d ue ª asocia a a dicho tipo de vengansemejante, pero plenamente aceptadcfana ores hacen gala. Un acto ritual de sentido
..
_
, se encuentra en fos textos bíblicos·
D1lorel dSenor: Te haré volver de Basán, ¡ te sacaré
·
d e on o de los mares.
P¡ra que puedas enrojecer tus pies en Ja sangre ¡
y a 1engua de tus perros en la sangre de tus e n~i
gos
(Sal. 68 - Vulg. 67-, 23-24)
.
Para la pervivencia de la acción d e beber sa
,
dramaturgia barroca, vid. Alvar (1970, 223)
ngre como s1mbolo d e venganza en la
co ~Xota
óo : ~d
m~l
gravio. Sin embargo, aquí se recurre a este procedimiento, por una
parte para caracterizar la crueldad del tirano, pues ya desde la Edad
Media, como patentiza el texto de Ibn cunayn citado en la n. 173, tal
uso tenía claras connotaciones de inclemencia, y, por otra, para mostrar la ambigüedad del símbolo, en un movimiento perspectivista
propio del dualismo que estructura la visión del mundo en la época
barroca (vid. Frutos, 1951, 181-4y1952, 42 ss.). Esta lectura bipolar de
un mismo símbolo se manifiesta también, como correlación de las dos
esferas A y B, en el caso de las lides, pues si don Diego Ordóñez se propone vengar la sangre derramada de don Sancho:
Con valor y sin recelo
iré a quitalle la vida,
pues que la sangre vertida
de mi Rey, clama en el cielo.
(MCii, 2178-81)
(MCii, v. 505-10, puntúo con Weiger, 1980, 62-3)
materilz:~q
201
ALBERTO MONTANER FRUTOS
en t es.",
Ar~
e ry,
al hacerlo mediante la muerte de los dos hijos de Arias Gonzalo,
suscita el deseo de venganza de éste, quien amonesta a su hijo don
Rodrigo de este modo:
Y para vengar, Rodrigo,
los h ermanos que te han muerto,
en la espada y en la mano
de tu contrario valiente
mira la sangre inocente
174
de un hermano y de otro hermano .
Así, el llevar la espada y el brazo tintos en la sangre del enemi75
go supone para don Diego, según la iconografía épica tradicional1 ,
174 MCii, v. 2408-13. Nótese de nuevo el empare jamiento de las rimas
semánticas o significativas: mano
- valient
/ inocet-h
erma ~_? , que encierra t?dc;> "'.¡
mensaje d e la redondilla. Por otro lado, ha de notarse tamb1en la estructura s1metr1ca, y P?r .lo tanto cerrada, d e tal redondilla, enm'.l_rcada por d os versos bimembres
paralehsticos que encierran otros dos versos, tamb1en paralelos:
AyB
C+D
--------- eje d e simetría
C+D'
A ' y B'
d onde A, B, C, C, A' y B' son sustantivos y D, D' adjetivos.
175 Esto es patente en el Poema de Mio Cid (v. 778-81, 497-503 y 1722-4), donde
se encuentra bastante d esarrollado dicho símbolo icónico como representación de la
202
POLITICA, HISTORIA y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
una señal de la victoria y, por tanto, dado el contexto, una plasmación paraverbal de la progresiva consecución de la venganza que
busca, mientras que para el ayo de doña Urraca, dado que el intento
de don Diego es radicalmente injusto en la forma en que lo aborda (ut
supra), esa misma representación suscita la necesidad de vindicar
un agravio, el de la muerte de sus dos hijos menores. De este modo, el
mitologema así empleado permite crear toda una red de sugerencias
capaz de ser suscitada por su sola presencia o mención, puesto que, en
cuanto signo paraverbal icónico, simboliza el honor y la vida del
individuo y puede aunar así las relaciones vida/muerte, agravio/
desagravio y crimen /castigo, lo que permite caracterizar, como se
ha visto, a través de la referencia a un solo símbolo, los comportamientos y actitudes de ambas esferas, operativas tanto en el plano
narrativo como ideológico, las cuales reciben así, a través del modelado de la norma an tropo-cosmológica, un elemento más de cohesión
contrapuntística en torno a un mitologema claramente incardinado
en la estructuración de la obra.
Un caso particular en el uso de este símbolo lo constituye su empico en relación con Bellido, pues en éste la sangre como transmisora del linaje operaba en sentido negativo, al ser, como se ha visto,
"hijo de traidores", calidad heredada que le lleva a agraviar a su
propia sangre, al matar a su padre, agravio que, claro está, revierte en el propio Bellido, cuya figura moral queda doblemente
dañada: por la viciada sangre de que procede, la cual le impele a
la acción alevosa por principio, y por la deshonra a su propia sangre (es decir, a él mismo) que ha cometido con el parricidio. En esta
tesitura, la alusión a derramar la sangre del De Olfos presenta
siempre una connotación de pena criminal que excluye toda visión
honorífica d e la venganza, como en las palabras que el mesurado
Arias le dirige, en presencia de doña Urraca, tras las calumnias de
Bellido:
honra conseguida en el combate (vid. Montaner, 1987, 279-280). En otro texto más cercano a MCi1, y más directamente conocido en la época, el Olitleros de Castilla, se
hace un uso similar de este símbolo d el brazo armado y ensangrentado (qu e ha dado
lugar al dextrógero heráldico): "E Oliveros echó mano por Ja espada e entró entre sus
enemigos como un león bravo, cortando brazos e cabezas, derribando hombres e caballos (. .. ) Su espada era de color d e sangre e asimismo la manopla e el brazo fasta el
codo" (c. XXVl, p. 81). ""E él seguía siempre los que veía más feroces en la batalla e
iba buscando los reyes, mas ellos fuían de encon trar con él. E el buen Oliveros traía la
espada e el brazo derecho teñido en sangre" (c. XLII, p . 117).
203
mi respeto justo ha h echo
que tu sangre no derrame.
(MCii, v. 637-8)
o, más adelante, cuando, de regreso en Zamora, es apresado el regicida:
Arias
Dexad, Señora,
verter la sangre traydora
del que la tuya ha vertido.
(MCii, v. 1439-41)
Frente a los conceptos anteriormente analizados, que relaci?naban el a avío y la venganza con la acción sobre la sangre ªJ_en~,
MCii rec~g
también el simbolismo del sacrificio, u~ o de los prmctpales de este mitologema (Cirlot, 1979, 389), refendo al de~ra
miento de la propia sangre, que representa la entrega de lo md1vtdual a cambio de un ideal, más o menos elevado o transc~de,
mediante el cual el que la ofrece espera purificar a su comumdad o a
sí mismo. Se trata de una expresión también desobl~a,
pu:s ~on
Diego la utiliza con un sentido activo que le da un matiz her01co.
Pagando en sangre a mi lealtad tributo,,
con las nubes que engendra el llanto m10,
hasta el Sol en su esfera pondrá luto.
(MCii, v. 1411-3)
mientras que los personajes de la esfera zamorana que al u~en
ª·7-1~,
lo hacen en un sentido pasivo, subrayando así el dolor de sacn teto
necesario para la causa que defienden:
Urraca
Arias
Sin cora<;ón me han dexado ...
¡qué de sangre me has costado,
ay, infelice <;:amoral
(MCii, v. 2447-9)
(. .. )¡Ah, cielo, y por quántas venas
ofrezco sangre a mi honor!
(MCii, v. 2504-5)
de manera ue, tras la exención de Zamora, Arias, dirigiendo -~n
apóstrofe al ; ecuerdo de su hijo Rodrigo, ya muerto, une la expresmn
204
ALBERTO MONTANER FRUTOS
de la sangre vertida como sacrificio purificador y de la sangre como
humor alterado por la emoción, según el uso anteriormente visto:
Yo tus haza ñas embidio,
y tu muerte no llorara;
pero esta sangre que es mía,
tierno imán de mis entrañas
llamando fuego a mis ojos, '
derrite nieve en mis canas.
(MCii, v. 2566-71)
s~ logra as!, de nuevo, que un mismo elemento sirva para diferenciar las ac_titudes características de cada esfera y, al mismo tiempo,
para catahzar los afectos propios de cada una de ellas, el cpopoc; en
la castellana y el ú.eoc; en la zamorana, como tan claramente muestra el apóstrofe patético puesto en boca del ayo de la infanta.
El simbolismo catártico de la sangre cobra especial relevancia
ª~?ciado
al de la lanza, en el caso de don Sancho, pues la coordina:
c_10n de ambos mitologemas, como ya se ha visto en el § IV.1 -in
fine-, permite articular el proceso que va desde el momento en que el
i:nonarca castellano se hace acreedor del castigo divino, hasta que
este se cumple.
.. ~n una primera instancia (MCii, v. 519 ss. y 671-4), se alude a la
v1s1on premonitoria de don Sancho, en que su difunto padre se le
aparece con un venablo sangriento, que se anuncia como instrumento
de su f,Cna, lo que pone dicho objeto en relación con la "lanza que
sangra de la leyenda del Graal, que posee un sentido simbólico general de sacrificio (Cirlot, 1979, 268; Montaner, 1987, 196-7). De este
~od?,
se c?mprende que el uso del venablo por parte de Bellido no
1mphque solo el castigo providencial del tirano, sino también el reconocimiento de su culpa por parte de éste, es decir, que el sacrificio
adquiere un sentido catártico por cuanto conlleva el arrepentimiento de don Sancho, que hace precisamente de su sangre ofrenda martirial que le permita obtener el perdón divino:
Fuí hijo inobediente, estuve ciego,
y el cielo me castiga, a quien le pido
que entre agua y sangre me perdone el fuego.
(MCii, v. 1287-9)
POLITICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
205
Said (1975, 200) interpreta que
don Sancho pide a Dios "que le libre de las ~! ~mas
etrna
. ~ (= el fuego) ,
e n gracia a su bautismo(= agua) y a su martmo (=sangre) .
(n. al v. 1289)
lo cual es plausible, si bien el agua puede referirse igualmente a las
lágrimas del dolor y de la contrición, mientras que el fuego, como indica Weiger (1980, 94), puede referirse a la propia cólera del monarca abatido. En cualquier caso, queda claro el sentido sacrifica! y
catártico que el propio rey agonizante confiere al derramamiento d e
su sangre, simbolismo que aún queda más claro si, a través del objeto
mítico del venablo, tales sangre y agua se asocian a la Pasión de
Cristo:
pero llegando a Jesús, como le vieron ya muert,o, no le rompieron las
p iernas, sino que uno de los soldados le atraveso con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua.
(Jn . 19, 34)
El venablo empuñado por Bellido (= Judas) se convierte así en
lanza de Longinos, que atestigua tanto el poder de la Providencia
como la capacidad del hombre para arrepentirse, de modo que, de
nuevo bajo el prisma del dualismo bai:oco, el castigo y el per?~n
se
materializan en un mismo símbolo, e¡e paraverbal de la acc1on: la
sangre derramada, el sacrificio consumado.
3. La divina providencia
El último de los aspectos simbólicos de la sangre, que se acaba de
analizar revierte en el concepto esencial de los aportados por la
norma c~smológia,
pues es el que, explicando el funcionamiento d el
mundo, permite justificar y garantizar la integridad del ~stema
~
ciopolítico presentado en MCii. En este sentido, la actu10~
de Dios
en el mundo da pie en la obra a dos temas estrechamente mt~rel
cionados: el providencialismo como modo de comprender la histona
206
ALBERTO MONTANER FRUTOS
y el libre albedrío como correlato de la actuación divina, que permite al hombre salvarse o condenarse por sus propias obras. Dos temas, como se ve, fundamentales en la problemática barroca sobre la
concepción del mundo (vid. Frutos, 1951, 186-91y1952, 49-50y194214).
El primer factor es evidente en el texto, pues no solo las referencias a la justicia divina y a su actuación en el mundo se ponen en boca
de casi todos los personajes176, sino que ambas se patentizan tanto en
la visión fantasmagórica de don Femando como en el hecho mismo
de la muerte de don Sancho. La historia se ve así, al estilo de Bossuet o de Vico, como dirigida por la mano divina, idea procedente
de S. Agustín, pero adaptada al trascendentalismo barroco (vid.
Frutos, 1951, 186-8 y 1952, 47-9). Sin embargo, aquí no va a sugerir,
lógicamente, una reflexión sobre la estructura de la historia (como
los corsi de Vico), sino que se va a mostrar esa intervención divina,
bajo la especie tan barroca del Deus ex machina, en un caso concreto,
al modo en que la presentaban multitud de textos bíblicos, para
muestra de los cuales puede servir el siguiente:
POLrrtCA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
207
y no es cosa nueba, ni apocrifa, asi por lo que hemos di~ho,
como por
lo que es notoria verdad , que nuestro Señor obrava m1lagros~e
te
por sus siervos en aquellas necesidades, siendo tanyocos y tan deb1.les
las fuerzas de los Christianos, que peleaban con mumerables copias
de infieles, y así en las batallas eran confortados p~r
su gran clemencia con las visiones de Santos Abogados de la Chnshandad.
(Martínez del Villar, Apología, f2 176r)
y era esta visión con la que esa misma historiografía consideraba,
como MCii, el caso de don Sancho:
aunque on Sancho contravino a ella l se. la voluntad de su padre!, y
quitó a sus hermanos los Reynos, no se alabó dello, por9ue lo castigo
Dios verificando la maldición que le hecho el Padre, munendo muy en
breve, y a cuchillo, y sin haver tenido hijos.
(lbíd ., fº 197v)
o este otro, que se relaciona directamente con el tipo de intervención
de la providencia en MCii:
De esta manera, se garantiza el mantenimiento del orden del
mundo y Ja sociedad puede remitir su sa~vgurdi
a u~a
~oluntad
trascendente, que operará siempre con ~as
rectiud~
eficacia que la
humana, Jo que exime a ésta de recurnr a perturbaciones del orden
establecido cuando su funcionamiento está viciado, como en el caso
de la tiranía, pues lo que ha de hacer ~s depositar s~ ~onfia
e~ l.a
providencia divina, como ya he analizado a propos1to del ttramc1dio (ut supra § IV.1-2).
lrritóse Yavé contra Salomón porque había apartado su corazón d e
Yavé, Dios de Israel,(. .. ) Yavé dijo a Salomón: "Pues que así has obrado y has roto mi alianza y las leyes que yo te había prescrito, yo romperé de sobre ti tu reino y se lo entregaré a un siervo tuyo"
(1Re.11, 9.11)
Ahora bien, esta concepción del mundo, que implica la s~ l v~
guardia de la colectividad, plantea un problema ~espto
del m.~i
viduo, y es el de la predestinación. En ef~cto,
la misma mtervenc1on
divina introduce un cierto factor de fatalidad que choca con la ortodoxia católica:
Los hijos de Israel hicieron mal a los ojos de Yavé, y Yavé los entregó
en manos de Madián durante siete años177.
Estas mismas concepciones pueden hallarse en historiadores
coetáneos de MCii:
176 Aluden a ello Rodrigo (v. 129-30, 144-50 y 899-901), Arias Gonzalo (v. 64951), doña Urraca (v. 509-12 y 575-8), don Femando (v. 522-6), Bellido (v. 567-70,
1087-90 y 1101-2), don Sancho (669-78, 1111-6, 1278-80, 1285-92, 1308-9, 1321-34 y
1337-40) y don Diego Ordóñez (v. 1296-8). Se trata de algo frecuente en las obras de
Castro (vid. Faliu-Lacourt, 1988, 13 y 21).
177 Jue. 6,1. En el mismo libro abundan expresiones semejantes. Vid. Jue. 2, 11
ss.; 3, 1-5; 3, 7 ss.; 4, 12; 10, 6 ss. et pass.
Rey Fer.
(... ) Tu muerte, Rey don Sancho, te revelo,
cuyo i[n]strumento .el cielo. soberano
puso a tus ojos y dejó en m1 mano ...
(MCii, v. 524-6)
o_rtodoxa
El anuncio parece insoslayable, y, sin embargo, la d~ctrina
era que los signos premonitorios (horóscopos, augunos, suenos, etc.)
208
podían ser variados por el uso del libre albedrío, capaz de vencer
los apetitos concupiscibles (vid. Juan de Salisbury, Policraticus, lib.
II, c. 25, p. 212 ss. y Frutos, 1952, 209-14). El problema se resuelve
aquí mediante el diálogo entre don Diego y don Sancho (MCii, v.
663 ss.), pues aquél hace ver al rey que
Si es que el cerco se levanta
porque pesa en tu conciencia
la justísima obediencia
de tu padre, cosa es santa.
Mas si es por esta visión
fantástiga, ciega y vana,
a tu valor, cosa es llana,
que ofendes.
cosa lo que le ha impedido reaccionar hasta que ya ~ra
demasiado
tard
~, si no para salvar su alma, sí para guardar su vida.
Esta concepción del desarrollo dramático es la que se_ explic~a
por boca del propio monarca agonizante en los versos refendos en ~
176 la ue convierte la aparición de don Fernando, no en un~
n. . 'Y. oqen un aviso de la providencia divina para la correcc1on
guno, sm
,
,
t ·
ente acde don Sancho, al modo en que Calderon hana pos enorm
tuar a La Ley en El Gran Teatro del Mundo:
(Canta) Obrar bien, que Dios es Dios.
(Recita) A cada uno por sí
y a todos juntos, mi voz
ha advertido; ya con esto
su culpa será su error.
(Canta) Ama al otro_ como a _tí,
y obrar bien, que Dws es Dws.
Ley
(MCii, v. 687-94)
Se plantea así la duda sobre el valor de la visión de don Sancho, lo que, en cierto modo, resta fuerza al aviso premonitorio 178,
pero además, y esto es lo importante, se subraya que sólo un
auténtico arrepentimiento, y no un temor momentáneo, tiene valor
en tal coyuntura. De este modo, don Sancho, al que movía el espanto
y no la conciencia de su culpa, mantiene su actitud, que le conduce al
fin profetizado. Se deduce de ello que ha sido su ceguedad, y no otra
178 La argumentación de don Diego responde a las consideraciones más estric-
tamente ortodoxas, pues tales visiones podían proceder de engaños diabólicos (a los
gue alude Ordóñez a través de la hechicería; en los versos siguientes; cfr. sobre esto
juan de Salisbury, Policraticus, lib. 11, c. 29, 236 ss.), o de un efecto psicosomático, es
decir, ser una alucinación (posibilidad también señalada por don Diego). En general,
en estos casos, como en las referencias a la astrología, también considerada duaosa en
MCi (v. 1535-60), se trata más bien de traducciones poéticas de la acción de la providencia que del poder real de astros o espíritus sobre el hombre (vid. Frutos, 1952, 20t>9). El reproche de don Diego ha de entenderse, pues, referido a la credulidad de don
Sancho, no a las reflexiones que sobre lo dicho por el aparecido se podrían suscitar,
pero cuyo valor seria nulo de hacerse por miedo a un presunto fantasma, y no por arrepentinuento (vid. Crapotta, 1984, 152-3, donde se señala además que esta actitud
más o menos escéptica hacia la astrología es habitual en Castro). Se soslaya aquí
ahondar más en la cuestión de la presciencia divina, que, de aceptar la visión, implicaría un cierto determinismo, pero que se establece en los términos ortodoxos, pues la
presciencia no anula la libertad, ya que don Sancho podría reconocer su culpa, si no
por la visión, por las propias consideraciones de don Diego (como antes las de don RoCirigo o doña Urraca}. Respecto de las doctrinas teológicas coetáneas, el hecho de que
don Sancho pueda prever providencialmente su futuro, parece que permite adscribir
tal rasgo de norma a la visión bañecista del decreto divino predeterminante o concurso previo, frente al concurso simultáneo de los molinistas, pero aquí, como incluso en
Calderón, la plasmación poética es demasiado imprecisa para poder determinar con
certeza una cuestión tan concreta (vid. Frutos, 1952b).
209
POLITICA, HISTORIA y DRAMA F,N EL CERCO DE ZAMORA
ALBERTO MONTANER FRUTOS
(v. 941-8)
y como don Sancho no ha reaccionado ante este aviso, sufrirá el castigo pertinente, pues
Se hace notar que, antes de exi stir, al
Pg~
~r:epá,
~arec
de v,oluntadÍ
~o s h~:=
no pueden elegir su papeelse,
mal es cosa suya, Y qu
queda afirmado el libre albe drío.
0
~lo
cual
(Frutos, 1974, 22-3)
lo que revierte en que
b"
1
el de cada uno sea de Rey o de
Lo es~ncial
es repreds.entar E 1~:.r
:n~ftro
del mundo, obrar bien, pues
mendigo, cerno se ice en . ~·
"
sólo las obras son "la fama v1v1dora .
y
(Frutos, 1952, 263)
Ya que como dice el Autor en el citado texto de Calderón:
No porque pena te so?re,
siendo pobre, es e n m1 ley
210
ALBERTO MONTANER FRUTOS
mejor papel e l d el rey
si hace bien el suyo el pobre;
uno y otro de mí cobre
todo el salario después
que haya merecido, pues
en cualquier papel se gana,
que toda la vida humana
represe ntaciones es.
(v. 419-28)
Sin embargo aquí, para salvar la situación de presentar la condenación de un rey castellano, se recurre a la agonía contrita de don
Sancho, q11e posee una mayor e fectividad patética que su simple
muerte, pues además de aducir las ventajas d el arrepentimiento,
a unque sea tardío, h aciendo consideraciones piadosas sobre la
"bue na muerte" y la misericordia divina, permite explicitar el
carác ter providencial del castigo, lo que acentúa la lección m oral de
la obra, especialmente e n cuanto se refiere a confiar a Dios la venganza del tirano.
Se muestra así d el modo más nítido cómo la norma cosmológica
está interrelacionada con las otras dos en la elaboración de la obra,
pues permite tanto fundamentar la visión d e la sociedad que en ella
se ofrece como, a través de tal visión, pero también directamente,
dar una motivación plausible al d esarrollo de las acciones heredadas del argumento preestablecido. En este caso, adem ás, el m odelado de la norma cosmológica proporciona un elemento último y trascendente de comprensión del mundo y del hombre, qu e da razón tanto
de la colectividad como del individuo en su relación con la totalidad de lo creado, de modo que, por encima de los avatares y de los
conflictos que la imperfección humana provoca en el cosmos, y frente
a la caída d el hombre en la tentación que le hace dejarse conducir
por los apetitos, perturbando así, física y m e tafísicamente, el orden
d el Creador, hay un garan te último de la armonía de lo creado, que
con su justicia castiga al pecador, a unque dilate el momento de la
pena, y, con su clemencia, da siempre lugar al arrepentim iento. De
este m odo, MCii, a través del providencialismo, se estructura y cobra significado como plasmación de la con cepción última del Barroco acerca d el hombre, de la sociedad y del cosmos.
POLff/CA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZA MORA
211
VI. RECAPITULACION Y CONCLUSIONES
Tras el análisis llevado a cabo en los apartados antecedentes,
puede llegarse a la conclusión d e que en MCii se da una estrecha relación entre las normas que modelan el texto, de modo que los elementos procedentes de cada una de ellas cobran sentido y lo dan a su
vez en relación con los rasgos elaborados por las d emás, en una estructuración necesariamente solidaria (por cuanto determinada organización del significante, resultado d e ese triple .modelado, ~lo
tra nsmite el significado que le corresponde, es decir, no hay dicotomía intratextual entre propósitos y logros, o entre fondo y forma),
pero a la vez, lo que ya es un rasgo particular de la obra, ésta es intra narrativamente coherente, pues en ningún momento se produce un
cambio en los presupuestos de la acción o de los caracteres de los personajes por la presión d e una de las normas sobre las exigenci.as de
las demás. En este sentido, pueden fijarse una serie de paralehsmos
qu e no sólo diseñan cada norma por separad o, sino que clarifican su
modo de interrelación, así como su adscripción común a una superestructura m ás amplia, qu e las integra e, históricamente, las justifica.
De este modo, se aprecia que el rasgo de la norma esté~ca
que supone la actualización de un paradigma argumen.tal pre~10.'
el tema
del cerco de Zamora, responde por un lado a motivos artísticos, relacionados en último término con la referencia a las expectativas del
auditorio, y por otro a motivos ideológicos, tanto a.causa de la facilidad que suponía para el docere, como e.n, virtud de.!ª ya
señala da concepción de la h istoria, q ue perm1tla la asunc1on de
tales materiales, dotándolos de sentido en un nuevo mar~o
cultural.
De igual manera, la elección de este argumento obedecia ~or
una
parte a una norma estética que se basaba en el contraste de tiempos
\
212
ALBERTO MONTANER FRUTOS
!entos y rápidos, en la alte~!_"nci
de los efectos patéticos (q>Ó~o<;,
iAf:oc;) y de los simpáticos (~0oc;)
y en el uso entrelazado de la narración y del remanso lírico 179 , mientras que, por otra, respondía a
la norma ideológica que consideraba la sociedad como constituida
por dos elementos complementarios, Sociedad y Estado, potencialmente conflictivos, cuyo equil ibrio había siempre de garantizar el
propio sistema, avalado, y aquí entra ya la norma cosmológica, por
la acción justiciera de la providencia divina.
Se pued e destacar también en este sentido que si la norma estética imponía la necesidad d e un desenlace, preferentemente en boda,
también las otras dos normas precisaban de una resolución d el conflicto teórico, según las concepciones sociales y religiosas vigentes,
lo que se ha plasmado en el doble motivo final de la coronación y
las nupcias. A esto hay que añadir que el modelado antropocosmológico ha permitido dotar d e caracteres a los personajes, que
se traducían en un juicio ético de sus motivaciones ideológicas a través de los recursos retóricos de la norma estética, de modo que unos
rasgos se imbricaban con otros para ofrecer una lectura, como ya se
ha dicho, no sólo solidaria, sino coherente.
En resumen, puede decirse que la interrelación de los tres modelados es, en este caso, muy estrecha, y que las normas que los sustentan se sitúan en el mismo ámbito cultural de principios del s. XVII.
Así, la asunción de temas tradicionales, con la inclusión de textos
previamente conocidos por el público, pero adaptándolos a una estructura de "comedia trágica", con dis tinto desenlace para los diversos personajes según la calificación moral de su conducta, y el
predominio final de los afectos simpáticos frente a la alternancia
previa de éstos y los patéticos, a través de dos acciones, una de las
179 Anteriormente he citado un pasaje de Blecua (1983), que daba tales rasgos
como propios de la comedia de Lope, y lo mismo puede decirse de la de Calderón, sobre cu yo uso d e tales mecanismos señala Frutos (1 952) que "el contraste entre la rapidez y la morosidad es esencial a su técnica dramática. El ímpetu d e la acción, los
diálogos rápidos y las entradas y salidas, de ritmo muy vivo, de los personajes, alternan, sabiamente, con la delectación en la len titud. ( ... ) ¿Se dio cuenta Calderón de
que esta alternativa d e rapidez y de lentitud servía para fijar la atención d e los auditores? En todo caso, y si recurrla a este grupo consciente o inconscientemente, no creo
que la alternativa sea determinada por esta razón superficial, sino por la concepción
barroca del tiempo" (p. 61-2).
En el caso d e MCii, considero que ambos fa ctores, desde la norma cosmológica y desde la norma estética, han confluido en la utilización d e tal procedimiento contrapuntístico, cuyo paralelo con las estructuras musicales coetaneas es
señalado por el propio Frutos (íbíd).
'
POLlTICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
213
cuales era d e tema amoroso, permiten la adscripción clara de la norma estética de MCii a la de la comedia nueva, tal y como se constituye tras el éxito de Lope de Vega, y cuyas fórmulas adoptó Guillén
de Castro a partir de ca. 1600 (vid. García Lorenzo, 1976, 51y1978,
22).
Por una parte, la defensa de la monarquía absoluta, condenando
el tiranicidio, al que se reputa d e traición, pero, por otra la concesión a la sociedad d e cierto d erecho de resistencia activa, a través
de procedimientos civiles, y donde toda ruptura d e las funciones
propias de cada una (tanto la tiranía como la traición) implica el
desorden del cuerpo de la monarquía, suponen la ubicación de la norma ideológica de MCii en un lugar intermedio entre las exposiciones
más "idealistas" de Mariana o Rivadeneira, donde el absolutismo
se ve paliado por la moral del "príncipe cristiano", y la más neta
defensa del sistema vigente de Bodino o Bossuet.
Por último, la consideración negativa d el arrebatamiento pasional, considerándolo como fruto de la voluntad d añada por los pecados capitales; el empleo del símbolo de la sangre en relación con
las virtudes del individuo y con su honor y, muy especialmente, la
soapelación última a la providencia como garante de la estruc~a
cial establecida por su sanción, pero de tal modo que su actuac10n no
interfiera en el libre albedrío del hombre, en cuanto ser susceptible
de salvación o condenación eternas, inscriben la norma antropocosm ológica de esta obra en las principales corrientes del catolicismo postridentino propio d e la Contrarreforma.
De aquí puede, finalmente, concluirse que MCii, en cuanto comn?;mas
plejo estructural conformado por la interacción de las tr~s
concurrentes especificadas, se muestra, tanto en la orgamzac1on de
su nivel d enotativo, como en las sugerencias connotativas que éste
transmite, como un claro producto de la cultura del Barroco, de modo
que es en la lectura en él contextualizada co ~o
MCii cobra, desde las
perspectivas coetáneas del arte, de la sociedad y del hombre, su
más íntimo sentido.
BIBLIOGRAFIA
ALFONSO X, Las Siete Partidas, nueu amente Glosadas p or el Ldo. Gregor io López, e n Salamanca, por And rea de Portonaris, Año M.D.L.V., 7
vols. Creed. facs. B.O.E., Madrid, 1974, 3 tom.).
AL V AR, M. (1970) El romancero. Tradicionalidad y pervivencia, Planeta,
Madrid .
--- (1981) -ed.- Epica española medieval, Ed. Nacional, Madrid.
Amadís de Gaula, ed. E.B. Place, C.S.l .C., Madrid, 1959-1969, 4 vol s.
ARBERRY, E.J. (1965) -ed .- Arabic Poetry, Cambrige Univer sity Press.
ARISTÓTELES, Poética, ed. V. García Yebra, C redos, Madrid, 1974 (cito por
la versión latina de Riccoboni aquí ed itada) .
ARRÓN IZ, O . (1977) Teatros y escenarios del Siglo de Oro, BRH, Credos,
Madrid.
BALDUS VBALDI I.C. Clarisss<ima> commentaria ad Libros Digestorum,
Codicis, atque lnstitutionum: necnon in Tractat(u) de Pactis, & Constitut< i>o<nibus> s.i., Lvgdvni, M.D.LXXXV, 9 vols.
BARTHES, R. (19 71) Elementos de semiología, trad. A . Méndez, Alberto
Corazón Ed., Madrid.
BATAILLON, M. (1964) "Unas reflexio nes sobre Ju an de la Cueva", Varia
lección de clásicos españoles, BRH, C redos, Madrid, pp. 206-13.
BLECUA, A. (1983) -ed.- Lope de Vega . Peribáñez, Fuenteovejuna, Al ianza,
Mad rid (2ª).
BODINO, J. (abreviado, République) Los seis libros de la República, ed. P.
Bravo Gala, Ternos, Mad rid, 1985.
BORJA, J. de, Empresas morales, En Bru sselas, por Francisco Foppens,
M.DC.LXXX (reed. facs. F.U.E., pról. C. Bravo-Villasante, Madr id ,
1981).
BRAVO, P. (1985) "Estud io preliminar" a Jean Bod in, Los seis libros de la
República, Ternos, Madrid.
BRÉMOND, C. (1973) Logique du récit, Seuil, Par ís.
CALDERÓN de la BARCA, P. El gran teatro del mundo. El gran mercado
del mundo, ed. E. Frutos, Cátedra, Madrid, 1974.
216
ALBERTO MONTANER FRUTOS
J. de, Las Mocedades del Cid. Bvrlesca. Comedia Famosa, fiesta
que se represento a sus Magestades Martes de Carnestolendas. En
CÁNCER,
Sevilla, por Francisco de Leefdael, en la Casa del Correo Viejo, s.f.
Can tar de los Nibelungos, El., trad. e introd. M. Oeste de Bopp, Porrúa,
México, 1978.
CASALDUERO, J. (1948) "La Numancia", NRFH, II, 1 (1948), 71 -87.
CASSANAEUS, B. Catalogus Gloriae Mumdi ( ... ) opvs in libros XII divisvm, Venetiis, MDLXXVI. Apud haeredes Vincentij Valgrisij.
CAZAL, F. (1978) "L'idéologie du compilateur de romances : Rem odelage
du person nage du Cid dans le Romancero e Historia del Cid de Juan
d~
Escoba~
(16~5,
en VV.AA., L 'idéologie dans le texte (Textes hispamques), Umvers1te de Toulou se-Le Mira il, pp. 197-209.
CERVANTES, M. de, Don Quijote de la Mancha, ed. M. de Riquer, Planeta, Barcelona, 1981 (2ª).
-- Obras dramáticas, ed. F. Ynduráin, BAE CLVI, Atlas, Madrid, 1962.
Chanson de Roland, La, ed. G. Moignet, Bordas, Rennes, 1980 (4ª).
CHEV ALLIER, J.J. (1979) Los grandes textos políticos. Desde Maquiavelo a
nuestro días, trad . A . Rgz. Huéscar, Aguilar, Madrid (7!!.).
CIRLOT, J.E. (1979) Diccionario de símbolos, Labor, Barcelona (3ª).
COY ARU~IS,
S. de, Tesoro .d e la Lengua Castellana o Española, <ed .
M. de R1quer>, Tumer, Madrid, 1979 (reimpr.).
CRAPOTTA, J. (1984) Kingship and tyranny in the theater of Guillén de
Castro, Tamesis Books, London.
CURTIUS, E.R. (1976) Literatura europea y Edad Media latina, trad. M.
Frenk y A. Alatorre, F.C.E., Mad rid, 2 vols.
DÉBAX, M. (1982) -ed.- Romancero, Alhambra, Madrid.
DELGADO, M. (1984) Tiranía y derecho de resistencia en el teatro de Guillén de Castro, Puvill, Barcelona.
Df AZ RENGIFO, J. Arte Poética española, con vna fertilíssima sylua de
Consonantes, En Mad rid, por Juan de la Cuesta, Acosta de Bias
Gorn;alez Pantoja. Año M.DC.VI.
DINU_S MUCEL~N,
de Regulis luris. Commentarius Mirabilis super
Titulo de Regulzs Iurz s . Lu gd<uni>, in calcographia Theobaldi Payen.
Anno seruatoris 1532.
DI STEFANO, G. (1988) "Los versos fi nales del romance En Santa Águeda
de ~urgos",
.en L. López Griera y A. Redondo - edd.-, Homenaje a Eugenio Asensw, Credos, Madrid, p. 141 -58.
DURÁN, A. (1945) -ed .- Romancero general, BAE X y XVI, Atlas, Madrid
(reimpr.), 2 vols.
EBENSTEIN, W. (1965) -ed .- Los grandes pensadores políticos, trad. E.
Tierno Galván et al., Revista de Occidente, Madrid.
ECO, U. (1979) Obra abierta, trad. R. Berdagué, Ariel, Barcelona.
EGIDO, A. (1979) "Mito, géneros y estilo: el Cid barroco", Boletín de la Real
Academia Española, LIX, 218 (septiembre-diciembre 1979), 499-527.
ENRIQUE de VILLENA, Los doze trabajos de Hércules, ed. M. Morreale,
R.A.E., Madrid, 1958.
POLITICA, f-1/STORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
217
FALI U-LACO URT, Ch. (1988) -ed.- Guillén de Castro. Las mocedades del
Cid, Taurus, Madrid.
FRANKFORT, H. y H .A. (1980) "Mito y realidad", en VV.AA., El pensamiento
prefilosófico, trad. E. de Cortari, F.C.E., México (5ª reimp.), v. I, p p. 13-44.
FRENZEL, E. (1976) Diccionario de argumentos de la literatura universal,
vcrs. esp. C. Shad, Credos, Madrid .
FRUTOS, E. (1951) "La filosofía del Ba rroco y el pensamiento d e Calderón", Revis ta de la Uni versidad de Buenos Aires . IX, 9, 19 (julioseptiembre 1951), 173-230.
--- (1952) La filosofía de Calderón en s us A u tos Sacramentales, Ins titución
"Fernando el Catól ico", C.S.I.C., Zaragoza (reimpr. 1981)
--- (1952b) ""¿Bañecismo o Molin ismo en Calderón?", Universidad, XXIX, 34 (julio-diciembre 1952), 61-74.
--- (1957) "La caracteriología en su re lació n con los tests psquiátricos", Revista Española de Pediatría, XIII, 73 (enero-febrero 1957), 107-28.
--- (1974) -ed .- P. Calderón de la Barca . El gran teatro del mundo, Cáted ra ,
Madrid.
GARCÍA LORENZO, L. (1976) El teatro de Guillén de Castro, Planeta, Barcelona .
--- (1978) -ed. - Gu illén de Cas tro . Las mocedades del Cid, Cátedra, Madrid .
CARCIA-PELA YO, M. (1968) Del mito y de la razón en el pensamiento
político, Revista de Occidente, Madrid .
CARII3A Y, E. de, Los Qva renta libros del compendio histo rial de las
chrónicas y v niversal Historia de todos los Reynos de España, I m preso en Barcelona, por Sebastián de Cormellas y a su costa. Año 1628. 4
vols.
CA YANCOS, P. d e, (1963) "Catálogo razo nado de los lib ros d e caballerías", Libros de Caballerías, BAE XL, Atlas, Madrid (2~
reimp.), pp.
LXIII-LXXXVII.
HÁMEL, A. (1910) Der Cid im spanischen Drama des 16. und 17. ]ahrhunderts, Beihefte zur Zeitschrift für Romanische Philologie, M . Nieye r,
Halle a.S.
"HISTORIA de los nob l es caballeros Oliveros de Castilla y Artús
d 'Algarbe", ed. A. Blecua, Libros de Caballerías, Ju ven tud, Barcelona,
1969, pp. 25-192.
HORATIUS FLACCUS, Q . "De Arte Poetica", Horacio espa ñol o poesías
lyricas de Q. Hora cio Flacco, edd. P.U. Campos et P. L. Mínguez, apud
A. de Sancha, Madrid, M .DCC.LXXXIII, pp. 428-91.
HORMIGÓN, J.A. (1988) "Los mitos en el espejo cóncavo: transgresiones
de la norma en el personaje del rey", en F. Ruiz Ramón y C. Oliva edd.-, El mito en el teatro clásico español, Ta urus, Madrid , p. 158-81.
HORRENT, J. (1973) Historia y poesía en torno al "Cantar del Cid", trad .
J. V. Martínez, Ariel, Barcelona.
.
JAC KSO N, W.M. -ed .- Diccionario En ciclopéd ico I-lispano-Ame1cano,
C.H. Simonds Co., Boston, 28 vols., s.f. (sed 1895sq)
218
ALBERTO MONTANER FRUTOS
JAURALDE, P. (1983) "El teatro en el s. XVII", HCLE, v. III, pp. 203-27.
JUAN de SALISBU RY, Policraticus, edd. M.A. Ladero et al., Ed. Nacional,
Madrid, 1984.
KIRK, G.S. y RAVEN, J.E. (1979) Los filósofos presocráticos, trad. J. García
Fernández, BHF, Gredos, Madrid.
LAUER, A.R. (1987) Tyrannicide and drama, Archivum Calderonianum
Band 4, F. Steiner Verlag, Stuttgart.
'
LAUSBERG, H. (1969) Manual de retórica literaria, vers. esp. J. Pérez Ries, co, BRH, Gredos, Madrid, 3 vols. (1966-69).
LAZARO CARRETER, F. (1979) "Imitación compuesta y diseño retórico en
la Oda a Juan de Grial", Anuario de Estudios Filolóaicos, II (1979) 89119.
óº
'
LEAVITT, S.E. (1971) "Una comedia sin paralelo: Las Hazañas del Cid d e
G~ il~én
de C_astro"; en A_.D. Kossoff y J. Amor - edd.-, Homenaje a
W1lliam L. Fichter. Estudios sobre el teatro antiguo hispánico y otros
ensayos, Castalia, Madrid, p . 429-38.
LEE, F. A.-A. (1973) "Introducción" a HRC.
LÉVI-PROVEN(AL, E. (1934) "Hispano-arabica: La 'Mora Zaida', femme
d' Alphonse VI de Castille, et leur fils l'Infant D. Sancho", Hespéris,
XVIII, 1
trimestre 1934), 1-8.
LOPE DE VEGA, El Arte Nuevo de hacer comedias en este tiempo, ed. J.
d e José Prades, Clásicos Hispánicos, C.S.I.C., Madrid, 1971.
-- Rimas de Tomé de Burguillos, ed. J.M. Blecua, Planeta, Madrid, 1976.
LÓPEZ, G. Las Siete Partidas del sabio Rey don Alonso el nono (sic),
nueuamente Glosadas por el Licenciado ---, lmpresso en Salamanca,
por Andrea de Portonaris, Año M.D.L.V. (reed. facs. B.O.E., Madrid,
1974, 3 torn.).
LÓPE~
ESTRADA, F. (1980) -ed.- El Abencerraje (novela y romancero),
Catedra, Madrid.
LÓPEZ PINCIANO, A. Philoscphía antigua poética, ed. A. Carballo,
C.S.I.C., Madrid, 1973 (reirnpr.), 3 vols.
MACHIAVELLI, N. 11 Principe, edd. F. Chabod et L. Firpo, Einaudi, Torino
1982 (12ª).
'
MAQUIA VELO. Vid. Machiavelli.
MARAVALL, J.A. (1972), Teatro y literatura en la sociedad barroca, Seminarios y Ediciones, Madrid.
-- (1983) La cultura del Barroco, Ariel, Barcelona (3ª).
MARIANA, J. de, Historiae de rebvs Hispaniae libri XXV, Typis Petri Roderici, Toleti, 1592, 2 vols.
--- (ab reviado, de Rege),Del Rey, y de la institución de la dignidad real ,
traducido de la edición de 1640, Madrid, Imprenta de la Sociedad Literaria y Tipográfica, 1845.
MAfTfNEZ del VILLAR, M. Segunda parte de la Apología del Tratado del
Patronado de Calatayud, Calatayud, 1604, B.N.M. ms. 4.528, olim P. 190
(ed. facs. con nots., pról. e índs. por A. Montaner y J. Mª y A. Sánchez Molledo, Centro de Estudios Bilbilitanos, C.S.I.C., Zaragoza -en prensa-).
oer
POLTFICA, HISTORIA Y DRAMA EN EL CERCO DE ZAMORA
219
--- "Appendix de innata Regni Aragonum Fidelitate", Interpretatio trivm
epigrammatvm Caesaravgvs tani templi S. Mariae Mai oris ad Columnam, Palmae Baleariurn, apud Gabrielem Guasp, M.DC.JX, pp. 89299.
MENÉNDEZ PIDAL, R. (1959) La epopeya castellana a través de la literatura española, Espasa-Calpe, Madrid (2il).
--- (1969) La España del Cid, Espasa-Calpe, Madrid (7il), 2 vols.
--- (1971) La leyenda de los infantes de Lara, Espasa-Calpe, Madrid (3ª).
--- (1980) Reliquias de la poesía española, introd. D. Catalán, C redos, Madrid.
MONSORIU, B. de, Svmma de todos los Fveros y Obseruancias del Reyno
de Aragón, Impressa en <::aragoc;a, en casa de Pedro Puig, y de la viuda de loan Escarrilla, 1589 (reed. facs. R. e l. Coleg. Abog. de Zaragoza,
MCMLXXXI; con epítome de J. Bergua).
MONTANER, A. (1987) "El C id : mito y símbolo", Boletín del Museo e Instituto "Camón Aznar", XXVII (1987), pp. 121-340.
MORALES, J.L. (1984) Diccionario de iconología y simbología, Taurus, Madrid.
Oliveros de Castilla, vid. "Historia de --".
Palmerín de Inglaterra, pról. L.A. de Cuenca, Miraguano, Madrid, 2 vols.
(1979-81).
Partidas, Vid. Alfonso X.
PEÑA, Mil de los R. (1980) "El teatro prelopesco", HCLE , v. II, pp. 540-52.
Poema de Fernán González, ed. A. Zamora Vicente, Espasa-Calpe, Madrid, 1978 (5ª).
Poemade Mio Cid, ed. l. Michael, Castalia, Madrid, 1978 (2ª).
PORQUERAS, A. (1971) "La teoría dramática de los siglos XVI y XVII", en
Porqueras-Sánchez (1971 , 16-38).
--- y SÁNCHEZ, F. (1971) Preceptiva dramática española del Renacimiento y el Barroco, BRH, Credos, Madrid (2il).
PROPP, V.I. (1977) Morfología del cuento, trad. L. Ortiz, Fundamentos,
Madrid (3il).
QUEVEDO, F. de, Obras completas, 1; Poesía original, ed. J.M. Blecua, Planeta, Barcelona, 1963.
--- Sveño s y discvrsos de verdades descvbridoras de abvsos, Vici os , y
Engaños, en todos los Oficios y Estados del Mundo. En Barcelona, por
Esteuan Libreros, a costa de J. Sapera. Año 1627 (reed. facs. C.E.G.A.L.,
Madrid, 1980, con pról. de J.M . Blecua).
--- El Buscón, ed. D. Ynduráin, Cátedra, Madrid, 1982 (4il).
RALLO, A . (1982) -€d.- Cristóbal de Villalón . El Crótalon, Cátedra, Madrid.
RICO, F. (1986) El pequeño mundo del hombre. Varia fortuna de una idea
en la cultura española, Alianza, Madrid (2ª).
RIV ADENEIRA, P. de, 'Tratado de la tribulación ", ed. M. Muñoz Cortés,
Antología del P. Pedro Rivadeneira, Breviarios del Pensamiento
Español, Eds. FE, Madrid, MCMLXII, p. 31 -100.
--- 'Tratado del Príncipe Cristiano", ibídem, p. 101-45.
220
ALBERTO MONTANER FRUTOS
RODRfGUEZ-MOÑINO, A. (1967a) -ed.- Lorenzo de Sepúlveda. Cancionero de Romances (Sevilla, 1584), Castalia, Madrid .
--- (1967b) -ed .- Lucas Rodríguez. Romancero historiado (Alcalá, 1582), Castalia, Madrid.
ROUSE, R.H. y M.A. (1967) "John of Salisbury and the doctrine of tyrannicide", Speculum, XLII, 4 (October 1967), 693-709.
RUIZ de la CUESTA, A . (1984) El legado doctrinal de Quevedo. Su dimensión política y filosófico-jurídica, Ternos, Madrid .
RUIZ RAMON, F. (1971) Historia del teatro español I, Alianza, Madri d
(2!).
RUSSELL, P.E. (1978) "El concilio de Trento y la literatura profana: reconsideración d e una teoría", Temas de "La Celestina", trad. A. Pérez, Ariel,
Barcelona, p . 441 -78.
SAID ARMESTO, V. (1975) -ed.- Guillén de Castro. Las Mocedades del
Cid, Espasa-Calpe, Madrid (8~)
.
SALISBURY. Vid . Juan de Salisbury.
SANCHIS, J. (1981) "La condición marginal del teatro en el Siglo d e Oro",
en W.AA., IlI Jornadas de Teatro Clásico Español, Ser vicio de Publicaciones del Ministerio de Cultura, Madrid, p . 59-130.
SOTO, H. de, Emblemas moralizadas, En Madrid, por Jos herederos de
Juan lñiguez de Lequerica, 1599 (reed. facs. FU.E., con pról. de C. Bravo-Villasante, Madrid, 1983).
STAGEBERG, l\.C. (1945) ''The Aesthetic of the Petrarchan Sonnet", The
Journal of Aesthetics & Art Criticism, VII, 2 (1945), 132-7.
THOMPSON, S. (1966) Motif-lndex of Folk-Literature, Indiana University
Press, Bloomigton-London, 6 vols. (2~)
.
V AfLLO, C. (1982) "El mundo al revés en la poesía satírica de Q u evedo",
Cuadernos Hispanoamericanos, CXXVII, 380 (1982), 364-93.
VÁZQUEZ, L. (1988) "La expresión oral en el teatro de Tirso de Malina",
Edad de Oro, VII (Prim avera 1988), 161-71.
VEGA, L. de. Vid. Lope de Vega.
VEGA, L. de, (1966) -ed .- Antolo[?ía de los escritores políticos del Siglo de
Oro, pról. E. Tierno Calván, Taurus, Madrid.
VILLENA, E. de.Vid. Enrique de Vill ena .
WARDROPPER, B.W. (1955) "Juan de la C ueva y e l drama histórico",
NRFH, IX (1955), 149-56.
WEIGER, J.C. (1980) -cd.- Guillén de Castro. Las Hazañas del Cid. Puvill,
Barcelona .
ZANIAH (1974) Diccionario esotérico, Kier, Buenos Aires.
INDICE
TABVI..A GRATVI..ATORIA .............................................................................. .
7
INDICE DE ABREVIATURAS ....................................................................... .
9
NOTA .............................................................................................................................
11
I
INTRODUCCION ..................................................................................... .
13
II
LA ESTRUCTIJRA DE LA OBRA .... ............................ ...................... .
17
Ill
EL GENERO .................................................................................................. .
43
1.
La actualización del paradigma argumental ................. ········· ····
Comedia frente a tragedia ................................................................. .
Historia y poesía, docere et deledare ....... .............................. ...... .
43
69
81
IV LA IDEOLOGIA .......................................................................................... .
95
Tiranía y principado .............................................................................. .
Traición y tiranicidio ............................................................................. .
Delida singulorum ........................................... ····· ································
El buen rey ................................................................. ········ ··············· ........ .
96
127
143
156
LA COSMOVISION .................................................................................. .
169
Afición y libertad .................................................... ··· ...... ·· ···············.......
Símbolos y objetos míticos ................................................................. .
La divina providencia ........................................................................... .
171
RECAPITULACION Y CONCLUSIONES ............. ... ................... .
211
BIBLIOGRAFIA ..................................................................................................... .
215
2
3.
l.
2
3.
4.
V
l.
2
3.
VI
187
205
INDICE DE CUADROS Y FIGURAS
Cuadros
1
11
III
IV
V
Equivalencias entre las funciones de las esferas A y B ..................
Disposición de las funciones de la esfera C en secuencias ..........
Alternancia de funciones en el proceso narrativo ........... ............ .....
Sinopsis de la estructura de las recreacio nes p revias a MCii ......
Sinopsis de la versificación de MCii ..................................... ..................
22.
25
25
49
79
Figu ras
1 Distribución de la masa textual por esferas ...... .................................
2 Porcentajes de la extensión e n versos y de la acumulación de
funciones por esferas ...................................................................................
3 Personajes y esferas en torno al axis cidiano ......................................
4 Arbol genealógico simplificado de las crónicas alfonsícs .............
'lJ
28
41
45
Humanidades
l. Joaquín Lomba Fuentes, El orácu-
lo de Narciso (Lectura del Poema
de Parménides). (1986).
2. Luis Fernández Cifuentes, García
Larca en el Teatro: La norma y la
diferenc-ia. (1986).
3. Ignacio Izuzquiza, Henri Bergson:
La arquitectura del deseo. (1986).
4. Gabriel Sopeña Genzor, Dioses, ética y ritos. Aproximaciones para una
comprensión de la religiosidad entre los pueblos celtibéricos. (1987).
S. José Riquelme Otálora, Estudio se-
mántico de (<Purgare» en textos latinos antiguos. (1987).
6. José Luis Rodríguez García, Friedrich Holderlin: el exiliado en la
tierra. Tomos 1 y Il. (1987).
7. José María Bardavío, Fantasías uterinas en la literatura norteamericana. (1988).
8. Patricio Hernández, Emilio Prados:
La memoria del olvido. Tomos 1 y
Il. (1988).
9. Fernando Romo Feito, Miguel Labordeta.· Una lectura global (1988).
10. José Luis Calvo Carilla, Introduc-
ción a la Poesía de Manuel Pinillos:
Estudio y antología. ( 1989).
11. Alberto Montaner Frutos, Política,
historia y drama en el cerco de
Zamora.· La comedia segunda de
Las Mocedades del Cid de Guillén
de Castro. (1989).