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Botticelli, Sandro

Florencia, 1445 - Florencia, 1510

Hijo de curtidor y hermano de un batihoja de cuya profesión tomó el sobrenombre, la formación inicial de ­Botticelli fue como platero, probablemente junto a su hermano Antonio, para entrar hacia 1464 en la bottega del pintor Filippo Lippi. Sus primeras obras, como la Virgen con Niño y san Juan Bautista (Musée du Louvre), fechadas poco después, derivan de Lippi, aunque evidencian un mayor interés por la experimentación espacial y lumínica, inquietudes que probablemente le llevaran a la bottega de Andrea Verrochio, una de las más estimulantes e innovadoras de Florencia. En 1470, al frente de taller propio, realiza su primera obra documentada: Fortaleza (Galleria degli Uffizi, Florencia), y en 1472 figuraba en la Compañía de San Lucas, la confraternidad de pintores florentinos, con Filippino Lippi, hijo de su maestro, como aprendiz. En la década de 1470 Botticelli compaginó encargos, cada vez más importantes procedentes de instituciones públicas y eclesiásticas, con trabajos para poderosas familias florentinas, como los Pucci, Tornabuoni, Vespucci y Médicis. De esta época datan obras como Adoración de los Magos (National Gallery, Londres), pintada probablemente para Antonio Pucci, San Sebastián, procedente de Santa María la Mayor (Staatliche Museen, Berlín), y retratos, como Joven sosteniendo la medalla de Cosme de Médicis (Galleria degli Uffizi, Florencia), género en el que daría muestras de gran talento durante su carrera, adoptando modelos flamencos y tipologías como la de tres cuartos, novedosa entonces en el medio florentino. El momento más fecundo de Botticelli coincide con la década de 1480, a mediados de la cual un agente de Ludovico Sforza, duque de Milán, lo situaba en la cima del parnaso pictórico florentino. Tras realizar en 1480 para los Vespucci el fresco de San Agustín (iglesia de Todos los Santos, Florencia), marchó a Roma en 1481, invitado por Sixto IV, junto a Ghirlandaio y Cosimo Roselli, para unirse a Pietro Perugino en la decoración de la Capilla Sixtina, donde pintó Las pruebas de Moisés, Las pruebas de Cristo y El castigo de los israelitas rebeldes. De regreso en Florencia en otoño de 1482, retomó su relación con los ­Médicis, para quienes pintó obras maestras de inspiración neoplatónica, como Alegoría de la Primavera, Nacimiento de Venus y Palas y el Centauro (Galleria degli Uffizi, Florencia). También datan de esta década obras imprescindibles como la Madonna del Magnificat (Galleria degli Uffizi, Florencia) o Marte y Venus (National Gallery, Londres). Desde 1487 se aprecia una inflexión en su producción, cada vez más centrada en temas sacros y ejecutada con un estilo simple y desornamentado pero emocionalmente más directo con resabios arcaizantes. Calumnia de Apeles (Galleria degli Uffizi, Florencia), fechada hacia 1495, tiene por ello cierto carácter epigonal, como postrer testimonio de fascinación formal e intelectual por el mundo clásico. Aunque estos cambios, acentuados tras 1490 y apreciables, por ejemplo, en Lamentación sobre Cristo muerto (Alte Pinakothek, Múnich), suelen atribuirse a su conversión al ideario de Girolamo Savonarola, ésta solo acaeció hacia 1496-1497, fecha del grabado Triunfo de la Fe, probablemente basado en un dibujo suyo, que ilustra un sermón del dominico. Más aún, las obras de Botticelli que mejor participan del credo piagnone, como la Natividad mística (National Gallery, Londres), de marcado tono profético, son posteriores a la caída de Savonarola en 1498 y consecuencia de la zozobra que le causó su injusta muerte. Aunque Botticelli siguió disfrutando de prestigio en el último tramo de su vida (en 1498 Luca Pacioli lo elogiaba en su Suma de Arithmetica, Isabel de Este se interesaba en 1502 por hacerse con sus servicios y en 1504 integraba la comisión que decidió la ubicación del David de Miguel Ángel), tras 1500 su estilo estaba desfasado, superado tanto por la llamada maniera devota encarnada por Perugino y el joven Rafael, como sobre todo por Leonardo y Miguel Ángel. Probablemente consciente de ello, Botticelli dio muestras de cierta voluntad de renovación en su última Adoración de los Magos (Galleria degli Uffizi, Florencia), deudora de la pintura homónima de Leonardo. La fama de Botticelli permaneció eclipsada hasta la última década del siglo XIX -apenas mereció la atención de prerrafaelitas y nazarenos-, cuando se benefició del creciente interés historiográfico por Lorenzo el Magnífico y su época (Falomir, M., E.M.N.P., 2006, Tomo II, pp. 546-547).

El Prado efímero

Folleto

Enfoques : temas, escenarios, cosas y otros elementos que aparecen en los cuadros sin que se les preste la debida atención : ciclo de conferencias / Amigos del Museo del Prado.

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